02── 𝘜𝘯 𝘤𝘩𝘪𝘤𝘰 𝘦𝘯𝘢𝘮𝘰𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘺 𝘴𝘶𝘴 𝘥𝘰𝘴 𝘤𝘶́𝘱𝘪𝘥𝘰𝘴

KIRISHIMA EIJIRO TENÍA MUCHOS SENTIMIENTOS encontrados después de que por mera casualidad de la vida se haya encontrado aquel chico de la patineta que chocó contra él en una tarde apenas que salía de una tienda, pensando que nunca iba a verlo de nuevo en su toda su vida al descubrir por medios no tan normales que no era un estudiante en la secundaria donde él estudiaba antes. Pero ahora era un estudiante de la U.A, un aspirante de héroe. Estaba ahí. Casualmente donde estudiaba, pero ahí se encontraba. En un aula diferente, pero ahí estaba. En la misma academia.

Sabe que comenzó a actuar de manera rara cuando sus compañeros lo notaban más distraído, usualmente nervioso en el receso. De hecho, consideraba que debía mejorar a controlar su evidente flechazo por el chico de la patineta cuando se mandaba a correr para no encontrarlo, de nuevo por "casualidad". Aunque para su desgracia lo veía entrar en la cafetería sentarse junto a una compañera de su aula y uno del aula c, deduciendo que él estudiaba en esa clase, lo menos importante, ha oído su nombre. El chico de la patineta se llamaba Levi. ¿Cómo lo sabe?

Pues como si el destino le quisiera que le diera algo al pobre pelirrojo, lo tuvo una vez justo a su lado, rozando su brazo derecho mientras el de celeste se había quedado quieto mirando su bandeja hasta que lo llamaron por su nombre, alejándose de la losa. Kirishima sin poder soportarlo fue al baño para poder calmar su corazón que palpitaba exageradamente rápido y mojar su rostro, pero aliviado de que el cabello celeste no lo hubiera reconocido.

Al menos no dió vueltas en toda la U.A para ver en que aula se encontraba, como lo hizo una vez en la secundaria, no quería parecer un acosador, nuevamente y bueno, de saber su nombre completo. No podía evitar distraerse cuando lograba visualizarlo, sentado junto lo que parece ser de vista con los únicos que pasa tiempo, o al menos en hora de receso, ajeno a la conversación del chico de cabello violeta y rostro cansado, y de la chica de cabello corto con ojos de mapache, comiendo con suma concentración su hamburguesa.

Porque si, ha notado que el tal Levi al parecer le gustaba comer esas deliciosas hamburguesas al estilo americano, con el nombre y como pronuncia las palabras en un extraño acento le daba entender que el chico claramente no era de Japón, pero para no serlo hablaba demasiado bien. Vaya, deduce todo eso, pero no puede resolver un problema matemático. Kirishima Eijiro eres un genio. Y hablando del Rey del Roma, el pobre creyó realmente que nadie iba a darse cuenta de su tonto flechazo por aquel chico.

Pues al principio sus compañeros se le hicieron extraño su actitud que se volvió extrañamente nerviosa en la hora del receso, pero en un punto lo dejaron pasar cuando Kirishima mintió un poco e intentó restarle importancia lo que hacía, tenía miedo de que en su aula lo comenzarán ver raro por estar algo enamorado de alguien de su mismo género. Pero como dicen ahí, tarde o temprano se descubre la verdad.

El pelirrojo y su amiga; Megumi se encontraban en la cafetería, claro, Katsuki estaba con ellos, pero ya estaba sentado en la mesa donde siempre el trío se sentaban a merendar, mientras los dos primeros fueron a ver que había hoy.  El rubio cenizo estaba tranquilo, comiendo su lonchera, hasta que los dos tontos que le siguen vuelven con sus bandejas en manos y lo peor es que la pelinegra en vez de sentarse al lado del pelos de incendio, decidió sentarse al lado suyo, casi tumbandose a su lado para provocarlo y de paso robarle de su comida.

—¡Que molesta eres!—Empuja el rostro de la chica con una mano mientras la otra se encargaba de alejar su comida de la mano de la contraria.

—Si quieres te comparto un poco del mio, para igualarnos—Megumi toma una rebanada de su pizza, el queso derretido desciende mientras lo estiraba al rostro del ajeno.—¡Vamos, Kats~! Se que lo quieres.

—No voy a comer de tú porquería.—Eijiro por mientras, miraba un tanto nervioso a los dos con una gran sonrisa en sus labios a su vez que comía tranquilo su merienda.

Normalmente estaba acostumbrado a ver estos dos hacer ese tipos de escenas, uno diría que Megumi es muy suicida al provocar al rubio cenizo y que un día este la iba explotarle la cara, pero sabe que su amigo no es de golpear a las mujeres, a no ser que sea un entrenamiento o tratar con una villana.

Niega con la cabeza, sintiéndose extrañamente agradable por la gritería de sus dos amigos hasta que sus ojos rojizos se mueven por el lugar hasta fijarse en la figura alta del chico de cabello celeste acompañando a sino mal recuerda a Shinso, el joven de grandes ojeras y cabello violeta, junto a una de sus compañeras de aula sentados en una mesa relativamente en la otra fila en donde Kirishima estaba y teniendo un buen ángulo desde su asiento. Su corazón empieza a palpitar con más rapidez, la sangre se le sube a su cara, sintiéndolo arder de inmediato.

《Eijiro, actúa normal, actúa normal.》

Se repite en su mente, una y otra vez, recordando que no estaba solo. Aunque no quisiera, se obliga a mirar al frente para observar como Megumi sigue robando la comida de Bakugo, pese que su rostro estuviera siendo empujado por la mano de este y el contrario, bueno, ahora le está robando la pizza, masticandolo con rabia.

《Verlo solo unos minutos más me va ser mal.》

Se dijo así mismo al verlos tan concentrados en robarse la comida una del otro. Sus ojos rojos se mueven de manera automática en dirección donde estaba Anderson sentado al lado del otro, con un pie encima sobre su patineta, moviendolo hacia delante y atrás, como siempre notaba, ajeno a la conversación o a su alrededor, con una expresión neutral sus ojos agua miraban un punto vago al lugar mientras sus pálidas manos sujetaban la hamburguesa que le daba grandes bocados, pero se lo masticaba con suma lentitud.

《¿Cómo puede ser tan lindo comiendo hamburguesas?》

Suspira como un tonto enamorado, un brillo aparece en su mirada mientras su sonrisa se suavizaba al punto que sus labios se cerraron, admirando a lo lejos las mejillas de Levi estar hinchadas por la comida en el interior de su boca y el tono rojo que tomaba por esa misma razón, cosa que le provoca que sintiera un montón de mariposas recorrer en su estómago.

—¿Qué miras?

Kirishima por poco le da un infarto ahí misml al oír la voz de Megumi justo a centímetros de su oreja. No sabe como pudo contener el grito que quiso salir de su garganta por el susto, su mano derecha va de inmediato en medio de su pecho donde supuestamente debería estar su corazón, el cual latía con mucha más rapidez por el susto.

Gira bruscamente su cuerpo para toparse con el único ojo de la fémina, mirándolo fijamente con una pequeña sonrisa en sus labios y por la esquina del ojo, mira a Bakugo, quien se estaba nuevamente tranquilo, limpiando su boca con un pañuelo por el rastro de queso y salsa de tomate que quedó en lad comisuras de sus labios.

—¡Meg, debes avisar antes!—Deja salir una risa algo entrecortada, pues los latidos de su corazón aún no se tranquilizaba.—Por poco me das un infarto.

—¿Por qué mirabas tanto a aquel chico?

—¿Eh? Yo...Huh.

《¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!》

Nervioso evita la mirada de la chica, quien le sonreía ahora con la cabeza ladeada a un lado. Traga saliva y lo único que alcanza ver es al otro chico mirarlo de manera fija, sin entender mucho lo que había preguntado la pelinegra.

—De hecho.—Esta chasquea sus dedos y luego lo apunta con el dedo índice, ensanchando su sonrisa.—Está semana has actuado un poco raro, ¿no?

—¿Yo? ¿Raro? No creo.

Sabe que no es muy hombre de su parte mentir a las personas, sobre todo las que son importantes, pero en esta situación, el miedo de ser rechazado por los demás hacia que intentara fingir.

—En los turnos que nos toca clases de verdad te pones muy nervioso cuando va a empezar el receso y el almuerzo.—El pelirrojo sujeta el tenedor, el cual tiembla por culpa de los nervios que lo estaban delatando demasiado.—¿Acaso no será por el chico de la patineta de allá?—Creo que esta siendo muy obvio al atragantarse con la comida.

—¡No!—Por el tono elevado hizo que recibiera algunas miradas, menos la de su crush que aún no se había acabado su comida. Sonríe apenado por la atención y cuando dejaron de verlo, mira de reojo a la fémina, que tenía sus cejas alzadas con una mirada que lo estaba poniendo los pelos de punta (No me refiero a su cabello.) Nota que el rubio cenizo aún tenia su mirada fija sobre él.—Digo no.

—Sabes que no hay nada de malo estar enamorado de un chico.

—¿Qué-Qué?

La mirada de nervios del pelirrojo cambia de inmediato a una de sorpresa cuando voltea a ver de nuevo a la pelinegra por sus palabras.

—¡Vamos! Eres algo obvio, no dije nada al principio porque me quería asegurar primero de quien se trataba antes.—Se encoge de hombros mientras Eijiro seguía en un estado de sorpresa. Ella rodea su brazo sobre los hombros del contrario, para acercarse a él.—Quita esa cara larga.—Deja salir una ligera risa.—No te vamos a decir nada. Eres nuestro amigo, Tiburoncín.—Mira a Bakugo.—¿Verdad, Kats~?

—No.

—¿E-En serio no les parece raro que me guste un chico?—Tartamudea nervioso y en baja voz para nadie más lo oyera, lo suficiente para sus amigos, dudoso.

—Lo único raro aquí es tú pelo, pelo de incendios.—Contesta Bakugo totalmente desinteresado del tema de la conversación entre ellos. Nah, mentira. Todos sabemos que es un chismoso de primera.

—Habló el del pelo de pincho.—En seguida la conversación cambía de dirección cuando la chica comienza a burlarse del cabello del rubio cenizo. Este no puede decirle nada del pelo de la fémina, porque no tiene nada raro, provocando que se enojara más.

—¡Maldita sea! ¡Ven acá, parche! ¡Te voy a matar!

Y Kirishima solo se queda viendo como los dos nuevamente están peleando.

Kirishima Eijiro nunca creyó sentirse tan bien ese día, tampoco creyó que iba ser descubierto tan pronto o que su secreto de gustarle los chicos desde secundaria iba a relevarse. Pero de alguna manera u otra se sentía un poco liberador de que al menos su mejor amigo y su mejor amiga en vez de rechazarlo, y juzgarlo.

Solo lo dejaron pasar como si no fuera algo tan importante.

También le prometieron no decirle a nadie, eso hicieron, aunque entre los tres el rubio es el que menos hablaba, la verdad es que lo más seguro es que a Bakugo le importaba un comino sobre los gustos del pelirrojo.

En cambio, Megumi es la más habladora, no por algo recibe mucho regaños por parte de sus profesores, menos con Present Mic, pero nunca dijo nada, respetando al pelirrojo. Sin embargo, en el viernes, al final de las clases, ella le dijo algo antes de irse a su casa.

—El fin de semana te tendré un plan para que puedas acercarte a ese chico. Pero cuando llegue ese día me tienes que decir si quieres seguir escondiendote toda la vida o dar un paso por delante. Es tú decisión, Tiburoncín. Pero piénsalo, si, eres muy joven.

Bueno, ya pasó el fin de semana. Kirishima había reflexionado las palabras de la pelinegra.

De solo pensar ser señalado por gustarle a alguien de su mismo género le generaba angustia, pero le generaba aún más al pensar en un futuro de seguir escondiendo su orientación sexual por el resto de su vida. Sabe que reprimirse lo que iba a conllevarle es vivir como un miserable, así que se lo pensó muy bien.

Puede que se vaya a arrepentir o pueda que no lo vaya hacer, pero ya decidió al fín su decisión.

Era lunes, los primeros turnos resultaron ser entrenamientos para mejorar sus habilidades, después del receso fueron clases normales, hasta qu e el tiempo transcurrió rápido. De hecho, ese día no le prestó atención al chico que le gustaba.

Puede que fue al estar tan pensativo esos tres días por las palabras de su mejor amiga, ni siquiera intentó estar tan distraído en aquel chico de cabello celeste.

Era por la tarde y el profesor guia; Aizawa Shouta había dejado como habitaba hacer una tarea complicada a sus alumnos. El trío fue a una cafetería para hacer la tarea, aunque fue más bien un pedido por parte del pelirrojo para que Bakugo lo ayudara en los ejercicios, pues su mejor amigo es muy inteligente en matemáticas.

Habían pedido sus bebidas y la entrada de comidas para pasar tiempo en la hora del estudio. Mientras Katsuki intentaba explicarle uno de los ejercicios a Kirishima, intentando no explotar en ese momento cuando Megumi seguía bebiendo su batido de chocolate, incluso si este ya se había acabado, la pelinegra chupaba el sorbete para literalmente limpiar el vaso de tamaño grande.

—Deja de hacer ruido, parche.—La apodada separa sus labios del sorbete rosado, mirando al rubio al frente suyo.

Pues ella estaba sentada al lado de Kirishima que tomó una fritura para meterlo a su boca mientras sigue escribiendo en su libreta.

—Déjame terminar de tomar mi batido.

—¡Ya está vacío!—El rubio comienza a elevar un poco la voz, asustando algunos clientes por ahí.

Menos a los dos idiotas que estaban muy acostumbrados a su personalidad.

—Espera, ya termino. Tú tranquilo.—Ahí va de nuevo el ruido, haciendo a gruñir como perro rabioso a Bakugo y Kirishima estaba sonriente.

Es muy claro que Megumi siempre encuentra una cosa para fastidiar al rubio cenizo.

—Oye, Meg.—La nombrada mira por el rabillo del ojo al pelirrojo cuando este la llama por el diminutivo de su nombre.—Yo...Eh...—Deja escapar una pequeña risa, dejando de prestarle atención a la libreta por un segundo para mirarla.—Quiero hacerlo.

Megumi deja de lado el vaso haciendo un ruido de emoción, con un brillo aparecer en su único ojo mientras aplaudía, emocionada. Katsuki mira a la chica con una mueca, entre enojado y confuso de lo que hablaban entre ellos dos.

—¿Ahora de qué hablan ustedes dos?

Pero los susodichos lo ignoran.

—¡Sabía que lo ibas hacer!

De inmediato el brazo de ella rodea los hombros ajenos, apretujandolo toscamente mientras su mano se cerraba y con los nudillos hace fricción con su frente, porque sabía que si tocaba aquel pelo lo único que sentiría son las hebras teñidas de rojo embarradas de gel.

—¡Ese es mi chico! ¡El más varonil!—Eijiro suelta una risita suave cuando ella lo señaló, palmeando su brazo con orgullo. Avergonzadolo un poco.

La ansiedad social le tenía miedo a Megumi.

—¡Estás llamando la atención, parches!

Katsuki enrolla su libreta y le pega no tan fuerte la cabeza de su compañera, pero esta como si nunca le hubiera dado, no forma ni una mueca ni nada. Su sonrisa cada vez más se extendía, hasta que fue a registrar algo en su bolsa.

—Aquí tengo todo lo que investigué de tú chico.—Saca un papel, colocándolo en el medio entre ambos para que sea vea mejor, mientras el otro empezaba a enojarse cada vez más y más.—Por lo que descubrí se llama Levi Anderson, es canadiense y se mudó en Japón hace cuatro años, le gusta montar patineta, vive con su mamá y su abuela, ¿sabe quién es? Es la-

—Espera, espera.—El pelirrojo la interrumpe, mirando sorprendido a la pelinegra.—¿Meg, cómo conseguistes tanta información?

—Ah.—Alarga la palabra y mira a otro lado, con una pequeña sonrisa juguetona.—Es un secreto.

—Encima acosadora.—Comenta el rubio.

—Esto, amigo mío.—Levanta el papel, agitandolo de un lado a otro.—No es acoso, es nada más ni menos de mucha observación e investigación por Internet.

—Ajá.—El rubio cenizo rueda los ojos.—Habla la que le dió dinero a un profesor que creístes que era un vagabundo.

Graciosa historia, pero Megumi un día le dio unas monedas a Aizawa, creyendo que era un vagabundo. No se murió de la vergüenza al descubrir que sería su profesor, pero si de la risa al ver la estupidez que hizo.

—Bueno, como seguía. Su abuela es-

Pero una libreta enrollada directo a la cabeza de cada uno fuera interrumpido.

—¡Ahora tú!—Apunta al chico, quien sonríe de oreja a oreja.—Vas hacer la jodida tarea o te exploto la cara.

—¡Está bien, Bakugo!

El nombrado mueve su mano en dirección a la chica que sonrie de manera socarrona y le pone ojo bonito.

—¡Tú deja de intentar de hacer cupido y ponte hacer la tarea!

—¿Qué dices? Si tú también vas ayudar a Tiburoncín que conquiste a su canadiense.

Bueno, ya saben como fue la reacción del rubio. No importa cuanto rechazara, si o si tendrá que ser el segundo cupido para el idiota de Kirishima.

Para que sepan quien será la cupido de esta historia: Megumi.

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