𝟬 𝟰
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CAPÍTULO CUATRO
TEDDY BEAR
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EL DÚO DE colores corría sin reparar en las personas a su alrededor mientras sostenían ventiladores y secadores, todo lo posible por hacer la máxima cantidad de aire.
— ¡Me voy a caer! — Replicó histérico el chico pelirrojo.
— ¡Sigue corriendo! — Gritó de regresó la pelinegra.
— ¡Como tu no tienes dos ventiladores en tu espalda! — reclamó sin perder velocidad.
— ¡Se nos acaba el tiempo, no te detengas! — Volvió a dar ánimos mientras los que escuchaban sus gritos y los veían correr por toda la escuela de un lado a otro los veían como si de bichos raros se tratase.
— ¡Te dije que no se secaría a tiempo!
Isabelle y Nathaniel se miraban exhaustos mientras que veían a los ventiladores frente al mural de Nathaniel además de sostener secadoras de cabello y haciendo aire con lo que tuvieran en frente.
— La exposición es después de clase. — Exclamó sin aliento el chico.
— Pues tendremos que saltarnos las clases y seguir aquí. — Respondió con pesar la pelinegra.
Isabelle no estaba para nada acostumbrada al trabajo duro, pero le intrigaba y también emocionaba, pues su padre sobre protector casi nunca la dejó hacer ciertas actividades, de milagro no había alguien que le cepillara los dientes y aunque sabía que aquello no era la gran cosa y que cualquier a con dos manos lo podría hacer se sentía bien al poder ser de utilidad y no un simple adorno como espectador con cara bonita.
Nathaniel la observó con una pequeña sonrisa agradecida aunque ella no lo estuviera mirando. Nunca alguien había tenido un gesto así con él. Que si bien podría llamarse mala influencia y totalmente su culpa, tenía que darle crédito de que sin duda su mural quedó mejor de lo que esperaba y que no lo abandono al final cuando después del largo fin de semana no terminó por secarse por lo que ahora estaban haciendo hasta lo imposible porqué no estuviera fresco al final de día.
Mientras tanto, un rubio de mirada esmeralda observaba en dirección al salón de artes con un rostro poco amistoso.
Entendía que lo estaba ayudando con su exposición y todo eso pero ¿por qué debían pasar tanto tiempo juntos? Ella había vuelto a Paris para estar con él, su mejor amigo de toda la vida, no con el pelirrojo que apenas conoció hace pocos días.
Refunfuñó en voz baja sin que su amigo de lentes lo notara para después volverle a prestar atención.
Gracias a una fuerza mayor o a tantos ventiladores, por fin el mural de Nathaniel había podido secarse y aún había dos clases de sobra, por lo que "el dúo artístico" — como Isabelle se auto-nombro — llegaron poco después de que una de las maestras saliera finalizando su clase escabulléndose sin que los atraparan hasta sus asientos hasta el fondo.
Se miraron aliviados y chocaron los cinco por su plan completamente exitoso.
Ambos chicos siguieron burlándose y hablando sobre su hazaña mientras una rubia los observaba triste.
Extrañaba tanto a su mejor amiga, ese fin de semana era solo de chicas y estarían juntas comiendo golosinas, viendo películas románticas, poniéndose mascarillas entre otras cosas. Todo era tan dulce hasta que Marinette tuvo que hacer su pequeña escena exponiéndola haciendo que la pelinegra se molestara con ella.
Encontraba algo aterrador como se volvió tan independiente de ella, Sabrina ya no estaba y tampoco necesitaba, tenia todo con ella , nunca superó su ida al igual que el otro rubio en la mesa siguiente. Pero había vuelto, y fue lo único que importó durante semanas y sólo en un soplido se desvaneció. Quería a su amiga de vuelta, era consoladora y sabía animarla.
¿Cómo el amor se volvió tan simple y desdichado?
Isabelle ni siquiera era amiga de la panadera como para que la defendiera así, en cambio ella si ¿Por qué tuvo que ponerse de su lado?
De pronto un gran hombre de vestimenta blanca entrando al salón seguido de la peliazul que tanto aborrecía la saco de sus pensamientos.
Bufó, genial, lo único que hacía falta para mejorar su humor. La clase de cocina con nada más y nada menos que el papá de Marinette. Había olvidado que este se había ofrecido impartir clases una vez a la semana pues la maestra Laforêt estaba enferma de varicela y ahora debía ver al hombre de bigote gracioso hacer pan por una hora.
Por otro lado Isabelle miró curiosa a Marinette y al gran hombre que la acompañaba hasta que Nathaniel al ver su confusión le aclaró que el se encargaría por el momento de dar las clases de cocina en lo que su anterior maestra se recuperaba. La pelinegra se emocionó casi instantáneamente, no tenía ni la más mínima noción en el arte culinario y desde ya quería saberlo todo.
Se acercó rápidamente a la mesa del centro donde el hombre castaño comenzó a sacar los ingredientes necesarios para su platillo mientras ella lo miraba con atención.
— Hola nena — saludo con ternura al ver la curiosidad de la chica frente a él — ¿Eres nueva? No te había visto antes por aquí. — Isabelle asintió con una sonrisa afirmándolo — ¡Genial! Seguro conoces a mi hija Marinette. — Abrazo por los hombros a la susodicha la cual se veía penosa por la efusividad de su padre y más por con quien estaba hablando — ¿Son amigas? — Isabelle sonrió un tanto incómoda sin saber que responder, aunque no estaba cien por ciento segura, tenía la sospecha de que no era del agrado de la azabache por alguna extraña razón.
Pero, por otro lado, vio aquello como una oportunidad. Le agradaría a la Franco-China y serían amigas quiera o no. No soportaba los clavos sueltos, tenía esa necesidad de ser aceptada y querida por todos, no podía con la idea de caerle mal a alguien que parecía agradarle a todos, se sentía como una oveja negra.
— No mucho como quisiera... — Comenzó antes de que Marinette pudiera decir algo — Apenas me estoy integrando y por lo que he visto Marinette es muy linda y quisiera ser su amiga, solo que no hemos tenido la oportunidad de convivir mucho ¿no es así? — Preguntó hacia la de dos coletas la cual le regresó la mirada con una sonrisa comprometida.
Creía haberle dejado bastante claro que no tenía intenciones de relacionarse con ella, no entendía porqué era tan terca.
— Oh, pues en ese caso, pueden hacer los macaroons en pareja. — Propuso el panadero haciendo que su hija pierda los colores del rostro mientras que Isabelle ensanchaba más su sonrisa — ¿Le gusta la idea?
— ¡Si! — Salto emocionada la modelo.
— No... — Murmuró para sí misma la otra chica.
— ...Les contaré un pequeño secreto. — Dijo Tom Dupain mientras meneaba su tazón a la par de los demás estudiantes — Siempre agregó crema al chocolate para que el ganache quede como terciopelo. — Isabelle asentía atenta ante cada una de sus palabras mientras que Marinette a lado suyo echaba los ingredientes aburrida al boil, pues la pelinegra a su lado igual que una nena de cinco años le suplico mezclar.
Habían cambiado de asiento referente a sus parejas. Ahora Isabelle estaba en la mesa de Marinette y Alya mientras que esta última se encontraba en la mesa de Chloé, ambas a regañadientes.
— Luego lo dejó reposar un minuto. — Sonrió el amable hombre e Isabelle hizo un asentimiento militar y alejó la cuchara del gran plato pero en el proceso se le cayó al suelo, giró a su alrededor nerviosa y cuando la recogió y alejó de los demás instrumentos de cocina rió de forma adorable.
Tom estaba encantado con ella, era muy encantadora y parecía ser la más emocionada con su clase.
La ojiazul giró a sus espaldas encontrándose con el desastre de harina de Nino y Adrien soltando una carcajada haciendo que este último la mirara mal y en respuesta ella levantó ambos pulgares dándole ánimos en su dirección.
— Pss Marinette... — Habló en un susurro a su compañera la cual la miró extrañada por su repentina atención — Quiero abrazar a su papá, — Soltó con una risa divertida mientras que la peliazul frunció más el entre cejo — Se ve tan apachurrable... ¡Y huele a hot cakes! — gritó/susurró extasiada y la chica a su lado quedó perpleja sin saber muy bien que responder a ello.
Más antes de que pudiera abrir la boca la rubia en la mesa continua llamó la atención de ambas.
— ¿En serio crees que me voy a ensuciar las manos como una empleada doméstica? — Exclamó indignada hacia la morena la cual la observaba molesta y harta para después recibir de golpe el cucharón y mandil por parte de Chloé — Hazlo tu.
— Somos... un equipo, — Dijo la de lentes a nada de perder el control — si tú no haces tú parte, yo no tendré mi calificación completa. — Le regresó los útiles nuevamente cruzándose de brazos.
— ¿Y ensuciar mi falda Chanel? — preguntó retóricamente — ¿Estas de broma?
— Agh — gruñó molesta su compañera — eres imposible.
Acto seguido Alya comenzó a hacer la mezcla sola bajo la atenta mirada de aburrimiento de Chloé. Y como bien dicen una mente malvada aburrida era un peligro.
Miró a lo lejos a Marinette con rencor, pues no le bastó humillarla en la presidencia frente a Isabelle y Adrien sino que ahora también se la robaba en los equipos de clase. Entonces una gran idea llegó a su mente para interrumpir esa clase de una vez por todas.
Tecleo unas cuantas veces en su teléfono hasta sonreír victoriosa. Lo que no sabía era que una azabache al otro lado del salón la miró curiosa. Más no hubo mucho tiempo para adivinar el plan de Chloé pues su papa siguió ensañando la receta del relleno para los macaroons.
Pero esta no duro mucho pues a los pocos minutos se escucharon sirenas fuera de la escuela y la alarma de incendios resonó por el lugar. Los estudiantes miraron a su alrededor algo paranoicos mientras que Adrien y Marinette comenzaban a pensar excusas para salir y transformarse.
Isabelle curiosa se acercó a la ventana de donde provenía tan molesto ruido encontrándose con el camión de bomberos estacionado fuera de la escuela.
Hizo una mueca.
— ¿Los bomberos? — preguntó a nadie en especial pero inmediatamente se dio cuenta que Marinette estaba a su lado también mirando el camión con confusión.
De pronto los bomberos comenzaron a bajar rápidamente de este en formación hasta que él capitán de la unidad apareció haciendo que ambas chicas se miraran con los ojos bien abiertos y sonrojadas.
— ¿Novecientos once? — Preguntó la pelinegra de forma retórica mientras fingía tener un teléfono en su oído — ¡Estoy en llamas!
Ni siquiera dejaron a las adolescentes seguir apreciando al maduro hombre pues otra maestra que pasaba por el lugar los evacuó hacia él patio donde era el punto de reunión en caso de incendios.
Los bomberos por otro lado corrían de un lado a otro buscando el incendio pero al no encontrarlo se dirigieron molestos al director por haberles quitado el tiempo. Por eso mismo ahora todos parecían estar en medio de una asamblea bajo el regaño del hombre con larga barba y la mirada dura del capitán de bomberos.
— ¡Algún bromista tuvo la brillante idea de llamar a los bomberos! — Hablo con voz alta con evidente enojo el señor Damocles.
Los estudiantes del colegio Françoise Dupont se miraron entre ellos asombrados por tal acto. Aún así Marinette dirigió su atención a Chloé la cual fingía inocencia mientras se limaba las uñas.
— ¡Quiero que la persona responsable le ofrezca una disculpa!
Isabelle ya había quedado ajena al asunto, si comprendió que fue una broma de mal gusto pero viendo el lado positivo, sino fuera por ello en ese instante no estaría admirando al guapo jefe de bomberos.
Se comenzaron a escuchar los murmullos de los estudiantes pensando en quien pudo haberlo hecho pero no contaban con que aún no terminaba el reproche a modo de venganza de Chloé.
— ¿Señor Damocles? — Alzó su mano para llamar la atención del hombre mayor.
— ¿Si, señorita Bourgeois? — La rubia se aclaró la garganta antes de hablar.
— Yo vi a una estudiante usar su teléfono en clase antes de que se disparara la alarma. — Sonrió con maldad — Debe haber sido ella.
— ¿En serio? — Se interesó — ¿Quién fue?
— Veamos si lo confiesa. — Hizo un levantamiento de hombros inocente — ¿Qué dices Marinette Dupain-Cheng?
La nombrada abrió los ojos asustada y asombrada por la acusación y giró rápidamente en dirección al director para intentar justificarse de la mentira de Chloé.
— ¿Tienes algo que decirle al Capitán Lombard? — La ojiazul se sintió pequeña ante la mirada molesta e imponente del hombre junto al señor Damocles.
— Y-yo...
— Disculpe, señor, pero no pudo haber sido Marinette. — Y ahí estaba, la persona que menos esperaba salto en su defensa — ¿Por que perturbaría la clase de cocina de su padre? — Preguntó retórico Adrien haciendo que se sonroje.
— Si, — alguien más lo apoyo — ella estuvo conmigo todo el tiempo y no vi nada sospechoso. — Se acercó a ella tomándola del hombro en forma de apoyo.
Marinette miró asombrada a su contrincante indirecta para después dedicarle un intento de sonrisa agradecida. Aún no se acostumbraba a cubrir sus celos.
En una charla con Tikki entendió que aunque no le gustara, Isabelle formaba parte de la vida de Adrien y ahora también de la suya cotidiana debido a que compartían varias clases y ahora uno que otro amigo. Entonces si bien ese día tomó la decisión de tolerarla y tratar de no darle importancia ahora gracias a su padre intentaba ser amigable con la Rusa.
Acto segundo le dirigió una mueca de molestia a la rubia a sus espaldas la cual reía de forma minuciosa.
— No dejare que se salga con la suya. — Susurro hacia Alya pero rápidamente Isabelle la frenó.
— No estás segura de que fuera ella. — Intentó proteger a Chloé, pues era más que claro que había sido ella, la conocía tan bien — No lo hagas, por favor. — Pidió con una mirada suplicante haciendo que la azabache bufe.
A fin de cuentas era una forma de agradecerle de que saltara en su defensa muy a pesar de querer hundir a Chloé.
— ¡Bien! — gritó frustrado y cansado de que nadie confesara — Como nadie lo reconoce ¡toda la escuela será castigada!
Todo el mundo observó con cólera e indignación al hombre frente a ellos, rápidamente un montón de gritos llenos de réplicas comenzaron a sonar, todos los ignoro exceptuando el de la hija del alcalde.
— ¿¡Qué!? — Negó con la cabeza — No creo que mi padre reaccione bien si me castigan sin pruebas. — Puso una mano en su cintura mientras mostraba su teléfono haciendo que el señor Damocles trague nervioso.
Aborrecía como esa niña lo manipulaba en su propia escuela.
— ¡No! — Hablo desesperado haciendo enmarcar una ceja al hombre a su lado — No molestes al alcalde... — Se aclaró la garganta — ¡Todos están castigados, menos, la señorita Bourgeois!
Cientos de miradas furiosas se dirigieron hacia Chloé más ella ignoró todas y se alejó del lugar como una diva.
Adrien y Nino discutían sobre el tema de cómo las actividades del rubio terminarían más tarde por culpa del bromista mientras que Nino se quejaba de que no podría practicar con su tablón de DJ.
De pronto, de un momento a otro, una pelinegra cerca del par exclamó divertida pese a la situación.
— ¡Sujétame que me desmayo! — Se dejó caer en los brazos de Adrien el cual la miró con una ceja alzada haciéndola reír — ¿Ya lo vieron? — Señaló discretamente al bombero que seguía hablando con el director Damocles— Es hermoso... — susurró asombrada mientras que el rubio después de dirigirle una mirada al hombre mayor observó a su amiga incrédulo junto a Nino. — Voy a hablarle. — determinó sería y se encaminó en su dirección pero fue detenida por el de ojos verdes que la sujetó del brazo.
— ¿Estas loca? — preguntó receloso — ¡No!
Isabelle le dirigió una mueca confusa por su oposición al igual que el moreno junto a él.
— ¿Por qué no? — Adrien comenzó a titubear buscando una buena excusa, pero ni siquiera el sabía porque no quería que se le acercara.
— ¡Te dobla la edad! — Soltó finalmente.
— ¿Y? — Preguntó cómo si nada — Así le puedo decir daddy — Sonrió coqueta y corrió en dirección al mayor ahora sin darle oportunidad al rubio de detenerla nuevamente.
Ya más de cerca escucho un poco de la conversación entre los adultos.
— Aquí nos tomamos en serio el trabajo de los demás. — Exclamó el director pareciendo orgulloso de su tarea — No vamos a dejar impune a la persona que abusó de su tiempo.
El apuesto hombre frente a él asintió de forma seria pero al notar como alguien se aproximaba volteó de forma instintiva quedando embobado.
Una alta, pelinegra y de hermosos ojos azules se acercó hacia el lugar mientras que él no podía evitar dejar de mirarla, era la chica más hermosa que había visto en su vida.
Pero se equivocó al creer que iba con él, pues metros antes de acercarse por completo se detuvo en un grupo de chicas saludándolas y hablando con ellas animadamente. Y aún así, sabía que tenía su atención pues no dejaba de darle miradas de soslayo y pequeñas sonrisas coquetas haciendo que no deje de verla en ningún momento.
Harto de las palabras del viejo delante de él asintió dando por concluida la charla y dándole una seña a sus hombres para que regresen al camión y así poder irse a la estación esperando no toparse con un verdadero incendio.
La chica siguió dándole pequeñas miradas pero tuvo que dejar de prestarle atención para reunir a su unidad y cuando la mayoría estaba listo comenzó a encaminarse a la salida pero alguien no pensaba dejarlo ir tan fácil.
— Hola — Saludó alguien a sus espaldas haciendo que gire algo sorprendido y aún mayor fue su sorpresa al encontrarse a la despampanante pelinegra la cual al ver que el no hablaría decidió dar el primer paso extendiéndole su mano — Isabelle.
El castaño sonrió a medias y aceptó su mano observándola curioso.
— Capitán Lombard.
— Yo... — Soltó una risa apenada — Quería agradecerle por tomarse el tiempo de venir hasta acá a ayudarnos.
De pronto uno de los chicos de su escuadrón interrumpió la plática.
— Jefe, ya está todo listo ¿nos vamos? — el castaño miró a su segundo al mando y a la pelinegra sucesivamente para después sonreír coqueto hacia la ojiazul.
— En un momento los alcanzó. — El otro bombero asintió acatando órdenes y se marchó — Solo hago mi trabajo. — Le restó importancia haciendo sonreír aún más a la pelinegra.
— Si, pero... No cualquiera es tan valiente para hacerlo. — Se mordió el labio dejando sin habla al hombre en cual asintió complacido estando de acuerdo.
— Y de hecho... — inició acercándose un poco más a él — Quería mostrarle una salida de seguridad, es que no me parece muy fiable ¿Podría revisarla? — Pidió con dulce voz inocente más sus ojos decían otra extendiendo la sonrisa del capitán.
— Claro, muéstrame el camino.
Isabelle salto en sus adentros al saber que su plan salió de forma exitosa y comenzó a dirigir al capitán Lombard a los baños más alejados de los estudiantes en el patio.
Regresó al lugar donde se supone sería la exposición de arte pero se postuló gracias al castigo, en tanto ella, acomodaba su falda y cabello fingiendo que no acababa de tirarse a un hombre mayor en los baños de su escuela.
Inhalo algo nerviosa, sentía como si todos la juzgaran y habían notado su ausencia o que alguien la había visto, pero no era así, nadie reparaba en ella pues todos estaban furiosos por la reprimenda injusta del director.
No fue hasta que escucho como Chloé le gritaba a Rose la cual estaba barriendo cerca de ella haciéndola llorar y alejarse de la rubia. Y Adrien cansado de su actitud se acercó a ella comenzando a discutir haciendo que Isabelle por fin decidiera acercarse también.
— Si, fui yo la que le hablo a los bomberos ¿ Y qué? — Confesó como si nada la rubia dejando aún más indignado al modelo.
— ¿Y no te preocupa que todos estén castigados por tu culpa? — Señaló los alrededores pero la de vestimenta amarilla sólo se encogió de hombros.
Isabelle escuchaba todo decepcionada. Chloé no podía seguir así, la quería con todo su corazón pero no estaba bien la forma en la que actuaba y alguien debía detenerla o al menos hacerla entrar en razón.
— Chloé... — Musitó a sus espaldas sorprendiendo a ambos rubios con su presencia — ¿Hace cuanto que somos amigos? — Preguntó.
La chica Bourgeois se calló por unos segundos confundida por la repentina pregunta de su mejor amiga.
— Desde que teníamos cuatro años. — Respondió extrañada ante la seriedad de la pelinegra la cual terminó por suspirar con pesadez.
— Pues... Lo siento Chlöe. — La miró triste — Pero no puedo ser amiga de alguien que trata así a los demás.
Y sin decir nada más se marchó de ahí yendo directamente a buscar una escoba para también cumplir con su castigo.
La rubia la siguió con la mirada con su boca ligeramente abierta y con lágrimas amenazando con salir de sus ojos.
Suspiro pesadamente y sentándose de golpe otra vez en la banca donde estaba anteriormente llamando la atención del rubio a su lado. Entendía la molestia de Isabelle por el trato de Chloé hacia los demás, así estuvo él al principio, pues a él siempre lo trató muy bien, solo que si se apantallo al darse cuenta que no era lo mismo con todo el mundo hasta que se acostumbró, después de tiempo logró entender que ella era así por el asunto de su madre además de que mucho de lo que hacía o decía no era tan en serio y podía ser manejable hasta cierto punto.
Se sentó a su lado. Quería consolarla pero a su vez también seguía molesto por lo del castigo.
— Debes ser amable con la gente. — Dijo de repente haciéndola girar con el ceño fruncido.
— ¿Amable? — Repitió con un ligero toque de asco.
— Si, amable. — Afirmó levantándose — No es tan difícil.
Y se fue a seguir limpiando las ventanas dejando a la rubia perpleja y con el corazón en mano.
Había tocado fondo, realmente no le importaba nadie más, eran como simples hormiguitas más en la gran ciudad pero tal vez tenía que hacer algo al respecto para cambiar su forma de dirigirse a las demás personas. Suspiró entristecida dejándose caer en aquella banca mientras llamaba a su chofer para que fuera a buscarla.
Minutos más tarde, aún en la escuela y el castigo, cada quien sumido en sus pensamientos, Adrien coincidió con Isabelle cuando ella estaba barriendo cerca de un lugar que él estaba limpiando.
— ¿Y qué pasó con el capitán Lombard? — Preguntó de repente asustando a la pelinegra que estaba concentrada en su tarea — Te desapareciste un buen rato. — Dijo de forma seria. Bueno, al parecer si hubo alguien que lo noto.
— Nada interesante. — Río nerviosa — Solo le mostré una salida de emergencia que a mi parecer estaba defectuosa.
Adrien asintió sin creerle mucho, cuando mentía o estaba nerviosa movía mucho sus manos y en ese caso no dejaba de jugar con la escoba entre sus dedos.
— La señorita no ve muy bien hoy. — Habló su mayordomo mirando a Chloé la cual estaba en posición fetal sobre su sofá con los ojos llorosos — ¿Chocolate? — Extendió una charola repleta de costosos cacaos los cuales ella tomó rápidamente llevándoselos a la boca a la vez que soltaba su primer sollozo.
— ¡Isabelle y Adrien dicen que debo ser amable con todos o no serán mis amigos! — Explicó el problema entre lloriqueos.
El hombre se sentó junto a ella y la abrazó por los hombros consolándola hasta terminar por extenderle su oso de peluche el cual tomó rápidamente abrazándolo. No lo había visto en días, catorce siendo más exactos desde que Isabelle llegó.
Ella era como su nuevo oso de peluche, o en otras palabras, su soporte.
Parecía tener todo tipo de lujos y comodidades, vida perfecta, excepto amor. Ni con la chequera más grande del mundo podría comprarlo.
Amaba a su padre y lo admiraba tanto, él no fue un cobarde que la dejó a su suerte cuando era una niña, en cambio se puso los pantalones y... bueno, contrato a Jean para cuidarla, jamás lo diría en voz alta pero lo veía como un segundo padre, pues el suyo tenía ocupaciones como alcalde, y nunca se lo reprocho, entendía que para seguir viviendo como la princesa que era él debía cumplir con su labor. De todas formas agradecía infinitamente todo el tiempo que se tomaba para estar con ella.
Pero aún así nunca sintió la falta de figura paternal gracias a Jean, el cual siempre estaba disponible para sus juegos, incluso para disfrazarse como villano para su juego de Ladybug y Chat Noir con Sabrina. Y también para momentos como este donde necesitaba un consejo y apoyo.
Su mayordomo terminó por explicarle un poco sobre el concepto de amabilidad y le ofreció su ayuda para que su amistad con Isabelle. Su gran idea era hacer una fiesta donde invitara a todos y no sólo personas con famosas y con mucho dinero, al principio no creyó que fuera lo mejor pero logró convencerla con el pensamiento de que era para convivir en un ambiente relajado y donde pudiera darse a notar y su amabilidad.
Pero primero debería hacer las pases con Isabelle.
Mando a pedir un ramo de flores, la mitad eran girasoles y la otra mitad hortensias azules, los colores favoritos de ambas, esperaba que el ramo pudiera representar un poco su amistad y tocarle su corazón.
Suspiro antes de tocar la puerta de la suit presidencial y como el señor Van-Cleff seguramente estaba trabajando o supervisando los locales de joyería Van-Cleef en la ciudad estaba segura que ella le abriría la puerta.
Escucho cómo está se abría más no podía ver la cara de su amiga por el enorme arreglo floral pero si podía ver sus pies, esperaba que dijera algo pronto pues sus brazos comenzaban a cansarse.
— ¿Y? — Preguntó con voz ahogada por el esfuerzo — ¿No hablaras?
La pelinegra se hizo espacio a través de las flores para ver a la rubia con una mirada seria y una ceja alzada.
— Creí que tú lo harías. — Se hizo a un lado ayudando a su amiga con el detalle mientras reprimía una sonrisa, era lo más adorable que había hecho — Pasa, digo, estás en tu casa. — Dijo con ironía mientras que Chloé dejaba las flores en la mesa del recibidor.
Después de ello quedaron una frente a la otra más ninguna dijo nada. Su última pelea había sido hace años y fue por una tontería, Isabelle supuso que era... Normal, solo hablaban por mensaje y video llamada, no era lo suficiente.
No fue hasta que segundos después Chloé terminó por desesperarse y bufar harta del silencio.
— Lo lamentó ¿Okay? — dijo exasperada haciendo sonreír sinceramente a la pelinegra — No debí hacer trampa y tampoco llamar a los bomberos...
Isabelle rodó los ojos divertidos por lo último. Estaba de más esa disculpa para ella. La observó unos momentos satisfecha, estaba segura que realmente estaba arrepentida, pues la palabra "perdón" no estaba en el vocabulario de Chloé. Además, no es como si realmente estuviera furiosa con ella, era más bien un disgusto por su actitud hacia las demás personas y cuando hablo con ella en la escuela esperaba hacerla reaccionar, y de no ser así, Isabelle la terminaría buscando en un par de días.
Sin más acortó la distancia entre ambas sorprendiendo a la rubia dándole un fuerte abrazo la cual aceptó y regresó con gusto.
— Maldita oxigenada te extrañé. — La abrazó con más fuerza para después alejarse de repente rompiendo por un segundo el momento — Pero insisto en que conmigo no es con quien tienes que disculparte.
Chloé le dedicó una mirada de disgusto y reproche.
— ¿A la panadera? — Hizo un pequeño berrinche e Isabelle asintió aún sería por lo que la chica Bourgeois terminó por bufar. — Te prometo que... lo intentaré.
Isabelle sonrió orgullosa y de inmediato tomó la cara de su amiga para plantarle un rápido beso en los labios para después volver a abrazarla contenta.
— Me alegra que estes de vuelta, sigues siendo mi plan b si aún no me caso a los treinta y cinco.
— Dijimos que a todos. — amenazo señalando a Chlöe la cual se negaba a enviarle la invitación de su fiesta a Marinette.
— Es que... — Hizo pucheros viendo el teléfono con todo listo solo faltando el botón de enviar. Pero ante la mirada insistente de Isabelle terminó por invitarla haciendo una mueca de asco. — Okey, lo hice.
Miró molesta a la pelinegra la cual dejó un beso en su mejilla feliz de que realmente esté haciendo un esfuerzo por cambiar y ser más amable.
— Ahora si podemos hacer la noche de chicas.
La mujer mayor miraba con curiosidad y demasiada concentración el mural de Nathaniel.
Por fin había llegado el día y todo estaba listo. Isabelle se había encargado de hacer lucir mejor el espacio del pelirrojo y a él también más presentable pues resultó ser que la famosa pintora Françoise Gilot sería una de las juezas creando que obviamente la pelinegra quisiera colarse a la exposición solo para verla de cerca.
Y también revelaron que uno de los premios sería tener clases con ella por todo un mes, cosa que casi hace al pelirrojo desmayarse.
Era una mujer muy parecida al papá de Adrien, muy difícil verla en eventos públicos y buscaba un autógrafo suyo, más ella no la seguía por su arte sino por su aporte en el movimiento feminista y sus artículos en la revista de Virginia Woolf, su escritora favorita.
Cuando pasó por su estación el par pareció dejar de respirar. Estaban sin palabras frente a una de sus ídolos por razones distintas. La mujer quedó varios segundos más de lo que estuvo en las demás estaciones emocionando a los adolescentes más de la cuenta haciéndose muchas ilusiones.
Y cuando lo anunciaron ocurrió algo extraño.
— Y el ganador es... — Mencionó el director Damocles creando suspenso en los estudiantes concursantes — Marc Anciel.
Y así fue como el pelirrojo bajo sus ojos y mirada completamente triste e Isabelle observaba todo sin poder creerlo, se habían esforzado tanto.
El chillido y saltos del otro chico se escucharon por todo el lugar saliendo de entre la multitud para recibir su premio. Era un chico de cabello negro, muy bajo, ojos verdes y pequeños rasgos finos, era lindo.
Nathaniel estaba por abandonar el lugar pero nuevamente la voz del señor Damocles resonante hizo que Isabelle lo detuviera.
— Mmm — Carraspeo — parece ser qué hay otro ganador... — Tomó el sobre que le extendió la mismísima Gilot. — Es... Nathaniel Kurtzberg.
El salón quedó en silencio por largos segundos pues ambos chicos habían quedado en shock.
— Mmm ¿Ya se fue? — Preguntó confundido el hombre mayor haciendo reaccionar a Isabelle.
— ¡Si! ¡Digo, no! — Se corrigió mientras levantaba las manos dándose a notar — ¡Esta aquí!
Isabelle sonrió y gritó feliz saltando a los brazos del pelirrojo felicitándolo mientras el aún seguía inmóvil sin poder creerlo. Comenzaron a llamarlo para que igual subiera a tomarse la foto junto a los jueces y al notar que este no reaccionaba Isabelle le dio una pequeña bofetada que lo hizo por fin despertar.
Y como si de un robot se tratase camino hacia el pequeño y no tan alto escenario estrechando la mano de todos los jueces y posando para las fotos algo tímido mientras miraba a Isabelle en el público la cual aplaudía y observaba sonriente mientras pensaba aliviada en que al final si decidieron aceptar su soborno.
Nathaniel por otro lado quedó pensante, no tenía nada en contra de ella, le agradaba pero no la consideraba su amiga, no podía. Y no porque era amiga de Chloé, ya sabía que no eran iguales, pero aún así no se fiaba por otra razón completamente ajena a su amistad con la rubia. Él estudiaba a las personas, le bastaba con observar mas que hablar y no podía confiar al cien en Isabelle, le parecía algo... falsa, igual que Adrien, como si alguien o algo los obligara a ser así.
Sabía que había algo más profundo dentro de ella, no podía ser la chica perfecta y amable que pinta a todos, no era tan plana y sin personalidad como quería hacer creer, temía demostrar sus verdaderos sentimientos y él descubriría cuáles son en realidad.
Desenmascararía a Isabelle Van-Cleef, su mayor reto hasta ahora.
Al fin viernes, hora de la fiesta.
Le indico a su chofer que aparcara el lujoso auto negro justo en frente de la mansión Agreste de donde bajo con cuidado de que su vestido no se subiera.
Decidió pasar por el rubio un poco más temprano para así tener más tiempo juntos antes de que llegaran todos los invitados de Chlöe la cual se quedó en el hotel aún alistando el salón para eventos.
Pues Isabelle la última semana estuvo las veinticuatro horas del día junto a la rubia que dejó un poco de lado a Adrien y se prometió esa noche no separarse de él para enmendarlo.
Toco el tiemble siendo sorprendida por una cámara que la hizo retroceder de inmediato por el susto.
— ¿Señorita Van-Cleef? — Reconoció la voz de Nathalie, la guardiana de Adrien.
La pelinegra saludó sabiendo que la estarían viendo.
— Vengo por Adrien. — Anunció — Iremos juntos a la fiesta de Chlöe en Le Grand Paris. — Sabía que salir con él era tener era igual a tener que rellenar los documentos necesarios para ir a visitar a un preso por lo que trató de dar la mayor información posible a pesar de que el señor Agreste fuera más flexible cuando estaba con ella — Puede quedarse a dormir conmigo sino puedo traerlo de regreso a... — Pensó en una hora prudente pero igual no tan aburrida — ¿La una esta bien?
No escucho respuesta y acto seguido la cámara volvió a su lugar de origen desapareciendo dejando confundida a la pelinegra sobre si es realidad le habrían dado permiso.
Aún así espero en la entrada después de mandarle varios mensajes al rubio los cuales no respondió, en cambio varios minutos más tarde salió personalmente hasta la reja de su "humilde" hogar.
— ¿Isabelle? — Preguntó confundido — Natalie me dijo que estabas aquí, creí que la fiesta era hasta las ocho. — Revisó la hora en su teléfono la cual apenas marcaba las seis y media.
— ¿Pues cómo que qué? — Preguntó retóricamente — Vamos a la fiesta. — Hizo un pequeño baile sacándole una sonrisa al rubio.
— Y sip, — Confirmó lo anterior dicho por él — pero creí que sería divertido ir por un helado o un croissant primero. — Sonrió mostrando sus dientes haciendo que el rubio le lance una media sonrisa burlona.
Le pidió un momento para ir a vestirse adecuadamente y ella le dijo que lo seguiría esperando ahí, pues ella ya estaba lista. Y aunque sería raro que ambos fueran a un lugar común con ropa de fiesta no le importaba en lo más mínimo.
Después de tarda dos y lentos minutos el chico por fin salió casi como flash de su casa con una camisa blanca y jeans negros luciendo terriblemente guapo dejando boquiabierta a la chica.
— ¡Que guapo está mi chico! — Gritó adulándolo mientras este reía divertido y abría la reja hacia la libertad quedando frente a la chica igual asombrado con su belleza.
Eligió un vestido muy hermoso. Era de seda, ceñido al cuerpo más no ajustado, era azul marino, también tenía pequeños detalles bordados sobre este y una pequeña abertura cerca de su pierna izquierda junto a unos tacones negros que se ataban con un lazo en su tobillo.
— Tu igual estás hermosa. — Alabó mientras le daba una vuelta que terminó en un abrazo.
— ¿Hasta que hora tienes permiso? — Preguntó la ojiazul en el momento que se separaron.
— Doce y media. — Levantó sus hombros.
— Casi.
Primero llegaron aún supermercado por frituras y sodas además varias botellas de alcohol —claro que para estas últimas le pidieron al chofer de Isabelle que las comprara —. Y después pasaron a una cafetería por donas las cuales comieron mientras bromeaban con el glaseado por el resto del camino hacia el hotel.
Su vínculo nunca se había roto, ni tampoco distanciado, las cosas seguían igual que antes, aunque no fue mucho tiempo los cuatro días fueron tediosos y aburridos el uno sin el otro, y aunque Isabelle estaba encantada con el mundo de chicas junto a Chlöe también extrañaba las bobadas y chistes malos del rubio. Lo que tenían estaba claro que podría estirarse, doblarse y pasar sobre muchos obstáculos pero nunca romperse.
Finalmente después de diez minutos de recorrido llegaron al gran hotel del alcalde faltando sólo media hora para que iniciase el gran evento donde encontraron a la rubia dando órdenes por doquier. Lucia muy estresada e histérica, imaginaron que por los nervios y presión de quedar bien y como una persona amable por lo que prefirieron no intervenir y prefirieron ir al loby donde pidieron fresas con chocolate mientras hablaban de Ladybug y Chat Noir mientras se las daban mutuamente.
— Me toca. — El chico abrió la boca mientras que la pelinegra frente a él se acercaba y lo alimentaba con una fresa.
Estaba cada uno en un extremo del elegante sofá con sus piernas entrelazadas.
— Pregunta: — Anunció la ojiazul — Si son compañeros y él no es su ayudante... ¿Por qué no tiene su propio blog igual que ladybug? — Preguntó confusa por la falta de crédito al superhéroe.
Él al pensarlo mejor levantó los hombros algo abatido pero sin dejarlo ver.
— No tengo idea... — Isabelle hizo una mueca.
— Que mal... No importa, algún día yo le haré un blog. — Abrió la boca para que el chico le diera una fresa.
Adrien rio ante su idea.
— Pero no lo conoces. — Frunció las cejas aún con diversión — Ni visto en acción.
— ¿Y qué? — Levantó los hombros — Por lo que me cuentas parece ser alguien genial, eso es suficiente. — Se acercó nuevamente a él para darle otra fresa. — ¿Sabes cómo se llaman sus fans? — Preguntó curiosa.
— Mmm pues el de todos no. — Isabelle enarcó su ceja. Esa sin duda se había llevado el premio al peor chiste de la noche y aún era temprano.
— Pero que gracioso eres petit gars. — Dijo con sarcasmo y se cubrió la cara tratando de no reír ante la pésima broma del rubio — Casi matas de la risa a todo el circo.
Él se cruzo de brazos por el exceso de burla.
— Innecesario tu sarcasmo, Pinocchio.
Se miraron serios unos segundos hasta que ambos explotaron a carcajadas.
Sintió el flash en su rostro cegándola momentáneamente, pues en la fiesta todo era oscuridad y luces neón puestas por el DJ. Sonrió hacia su mejor amiga mientras ambas veían la foto de Kim les había sacado.
— ¡La publicare! — Isabelle asintió algo mareada por los tragos que tenía encima y supo que ya debía parar.
No es que no fuera buena con el alcohol, aunque realmente no lo sabía pues nunca se había puesto tan mal, tenía hacer un ridículo y quedar como un mal ejemplo frente a sus fans. Por eso mismo cuando Adrien se ofreció a ir por las bebidas simplemente le pidió una botella de agua y poco después se acercó Chlöe queriendo congelar el momento para siempre. Chlöe usaba un vestido con ambos extremos abiertos atados igual de seda como el suyo solamente que era beige casi amarillo.
La fiesta estaba yendo más que increíble. Ya había saludado a varios de la escuela los cuales parecían pasársela increíble. A excepción de una peliazul de dos coletas, pues la chica algo desorbitada por la invitación de Chloé decidió ir al lugar al saber que su amor platónico también asistiría con la única meta en mente de sacarlo a bailar un par de canciones con su mejor amiga animándola a intentarlo pero el que la chica Van-Cleef no se separara de él toda la noche hasta su hora de llegada le hizo imposible la tarea. Incluso cuando se marchó le pidió a Alya que vigilara a ambos por ella y pese a que la castaña de puntas rojas lo juró a los pocos minutos ya estaba devorando la mesa de snacks junto a su novio disfrutando lo que quedaba de la velada.
Todos estaban bailando y tomando mientras los que preferían fumar o algo parecido estaban en los balcones y baños.
Isabelle se encontraba entre el gentío de gente danzando al ritmo del sonido en los altavoces cuando de pronto a lo lejos pese a la oscuridad y montones de gente logró reconocer a alguien haciendo que trague saliva nerviosa.
Era Cristian, el chico que la había invitado a salir antes y que había estado actuando cortante hasta dejar de hablarle.
Lo miró molesta y algo fastidiada hasta que reunió valor y se acercó a él pese a varios empujones que los invitados le proporcionaron.
— ¡Hola! — Saludó fuerte debido a la música.
El castaño giró asombrado de encontrarla ahí y algo perturbado por su expresión molesta, ya imaginaba porqué pero no entendía su molestia.
— Hey... Tú... — Sonrió inquieto — ¿Cómo estás? — tomó un sorbo de su vaso rojo haciéndola rodar los ojos.
— Dejémonos de eso ¿Quieres? — Dijo algo brusca — ¿Qué pasó contigo? — Preguntó directa sin entrar en detalles, sabía que entendería a lo que se refería.
El pareció suspirar rendido más no estaba segura pues realmente no veía mucho, también debido al humo.
— La verdad no quise hacerlo de golpe,— Levantó sus hombros avergonzado — Eres muy linda y ojalá podamos ser amigos, solo que no quise interferir con lo tuyo con el chico rubio entonces- — Lo interrumpió extrañada por lo que dijo.
— Espera ¿Adrien? — El castaño asintió, creía que así se llamaba.
— No- pero- el y yo- — Suspiro — ¿Sabes que? Si seamos amigos. — Dijo rendida con una pequeña sonrisa derrotada mientras que el chico asintió dándole un corto abrazo para después perderse otra vez con sus amigos.
Quien lo diría.
De pronto sintió una mano en su hombro que la hizo voltear de repente.
— ¿Qué quería? — Preguntó con el ceño fruncido.
Realmente no sabía porqué pero no le agradaba para nada ese tal Cristian.
Sonrió tranquilizándolo.
— Nada... — Hizo un levantamiento de hombros y tomó la botella de agua de sus manos — No hay que darle importancia.
Se la tomó toda, tenía bastante sed pues había estado bailando durante horas y ya casi sería la hora de llevar a Adrien nuevamente a su mansión por lo que el par estaba disfrutando lo máximo que podían.
Sonrió al escuchar la canción que el DJ había puesto, era OMG de Usher y Will.i.am y se alejó de su amigo comenzando a bailar.
You got me like oh my gosh I'm so in love...
Se escuchó la letra de la canción mientras que el se acercaba a la chica tomando su mano y entrelazándolas comenzando a bailar a su lado.
I fell in love with the shawty when
I seen her on the dance floor.
Adrien era buen bailarín y tenía ritmo al igual que Isabelle pero ambos de repente sacaban a relucir uno que otro oso mal hecho divirtiéndose, y con base avanzaba la melodía lograba robarle sonrisas al ojiverde pero no en el sentido de burla, sino uno más... especial.
La miraba asombrado y con una extraña felicidad, solo entendía que no quería quitarle la vista de encima para seguir admirándola. Y fue cuando su cuerpo comenzó a actuar por si solo.
Tomó con fuerza su mano y la alzó para darle una vuelta como acostumbraban pero esta la detuvo a la mitad hasta acercar su pecho con su espalda. No pudo ver su rostro ya que por el movimiento su cabello terminó en su cara.
Oh... she got it all...
Acercó su rostro a su cuello y ella pareció seguir el ritmo de la canción justo en esa parte bailando un poco más lento haciéndolo ansiar más, quererlo todo.
Isabelle sintiendo la euforia y libertad por todo su cuerpo extendió sus brazos al aire mientras cerraba los ojos y a los pocos segundos sintió como el chico a sus espaldas entrelazaba ambas manos con las de ella en las alturas.
Por un momento parecía ir todo en cámara lenta, ya no había nadie más a su alrededor, ni si quiera la música estaba presente. Solo las luces y el aire los acompañaba.
Adrien separó sus labios queriendo decir algo, no sabía que, no tenía algo planeado, solo quería hablarle hasta charlar durante horas igual que siempre. Pero antes de poder decir algo la chica giró a algún lugar del enorme salón — más específicamente, la salida — cuando una sonrisa de emoción de instaló en su rostro luego de ver la hora en su celular.
— Sígueme.
Y sin esperar a que él respondiera, lo tomó con más fuerza de sus manos ya unidas y lo arrastró lejos del gentío de gente llegando otra vez a la recepción del Le Grand París.
El rubio la miró interrogante pero al conectar miradas se dejó llevar a donde quiera que ella gustara guiarlo. Y fue entonces que poco a poco se dio cuenta que estaban yendo en dirección al bar del hotel, el cual, por lo general casi siempre estaba solo de no se por uno que otro empresario que bebía solo.
— Es la hora feliz — Tarareo de la misma forma — ¿Sabes lo que significa? Rondas de shots gratis.
Él se detuvo en seco confundiéndola y parándola.
— ¿Qué pasa? — Preguntó con el ceño levemente fruncido.
— No traigo mi identificación. — Explicó rápido — Mi padre no me ha permitido tramitarla para que no haga este tipo de cosas. — Admitió con cierta vergüenza por la sobreprotección de su progenitor.
Y aunque esperaba la burla de cualquier persona en Isabelle sabía de ante mano que no sería así.
— No te preocupes, ya aparentas la edad. — Le restó importancia regresando a su anterior destino ahora de forma más calmada — Solo tienes que llegar con la actitud de que puedes hacer todo legalmente y ni lo notan.
— Que vividora. — Habló burlón.
— Si... Tengo varias aventuras que contarte. — Sacudió su mano sin consideración — Como sea, cuando yo vaya a tramitar la mía, me acompañas y sacamos la tuya también a escondidas.
El ojiverde sonrió animado ante la idea y emocionado por el peligro que significaba desobedecer una orden de tal magnitud de su padre.
— Me encanta la idea.
Isabelle asintió conforme para posteriormente pasar hacia aquel bar de forma despistada junto a su amigo sin llamar mucho la atención del gerente y con semblante relajado y seguro se dirigieron hacia la barra donde reclamaron la famosa "Happy Hour" que consistía en cinco shots de sus especialidades europeas.
El primero fue uno llamado Buttery Nipple, que era dulce por lo que ambos se lo tomaron sin problemas, el segundo fue más ácido para compensar el anterior y tenia como nombre Snake Bite, y este más que sentir aquel típico ardor en la garganta se fue más a sus papilas gustativas haciéndolos crear muecas extrañas acompañadas de leves risas que no podían dejar salir por completo para no verse tan inexpertos.
— Okey, necesito una pausa. — Habló con la voz rasposa haciendo reír leve a Adrien el cual asintió.
— Está es la primera vez que pruebo alcohol sin la supervisión de papá. — Confesó de golpe a lo cual ella abrió los ojos como platos — Sin contar las cidras y una o dos copas de champán.
— Eso es alcohol de nenas.
— Ahora mismo estoy rezando por no llegar ebrio y no tener resaca mañana.
La pelinegra soltó una carcajada. Definitivamente no fue el mejor momento que pudo escoger para tener su primera experiencia — y con tragos no tan leves — pero igual, si algo llegaba a ocurrir fuera de lo planeado ella lo cuidaría, aunque lo dudaba mucho.
— Si quieres podemos parar y cualquier otro día, con más calma, si quieres, haré que te pongas tu primera borrachera. — Propuso inspirada y el le sonrió ladino con el ceño fruncido.
— Eres una mala influencia.
— Es lo mejor por ahora. — Se negoció de hombros — Cuando llegues, trata de ir directo a tu cuarto antes de que haga efecto y si puedes no dormirte antes de que baje un poco para que no tengas resaca y no levantes sospechas.
En asintió atento a cada palabra, tomando notas mentales para que así su padre no esté paranoico y no lo vuelva a dejar salir con Isabelle.
— Solo uno más. — Pidió preso de aquella sustancia que lo ponía extrañamente feliz, pero aún estaba muy consiente, solo más relajado.
Ella sonrió mientras negaba rendida para después pedirle otra ronda al Bar-Man que decidieron tomarse con más calma aún platicando de temas variados. Pero no fue hasta que la ojiazul dejó de responderle que él chico notó que su acompañante lo había estado mirando fijamente desde hace varios minutos poniéndolo nervioso instantáneamente.
— ¿Q-Qué sucede?
— No lo había notado hasta ahora, — Comenzó con un tono de voz calmado y algo diferente — ya sabes, por la escuela, la pista, tu cuarto...
— ¿A qué te refieres? — Ladeó su cabeza extrañado.
— A tu rostro, cambiaste estos seis años. — El rubio soltó una risa seca.
— Si, bueno, hay una gran transacción de los doce a los dieciocho.
— Si, pero no me refiero a eso. — Sacudió sus manos pensando en cómo expresarse mejor — Quiero decir, ya no pareces un niño, uno infantil al que me gustaba molestar porque le enojaba que fuera más rápida. — Terminó de forma burlesca.
— Te dejaba ganar. — Se defendió.
— Si como no... — Isabelle rodó los ojos — Pero ya, en serio, estamos en confianza — Golpeó su hombro de manera amistosa y él tomó otro trago — ¡Así, así! — Lo asustó haciéndolo soltar un brinco en su lugar — Esa posición, con el vaso y esta luz, luces bien...
— ¿Bien, cómo?
— Sexy. — Dijo ella de forma simple en tanto Adrien sentía sus mejillas arder — Podrías ligar a muchas chicas en los bares, — Ahora ella tomó un trago de su bebida — pero tú vocecita de bebe es muy adorable...
Quiso molestarlo con su último comentario además de tomar las mejillas del rubio para apretarlas igual que a un bebé y estaba por dejar un beso en una de ellas, pero antes de poder lograrlo, el chico resentido por su mal chiste corrió su rostro para intentar zafarse de las manos de su amiga, pero, al intentar aquello, por accidente ambos chicos terminaron por chocar labios en un rápido e incómodo momento.
El par se separó rápidamente mirándose algo sorprendidos por aquel incidente quedando en silencio por largos segundos en los que las mejillas de ambos parecían teñirse de rojo. Pero al poco tiempo, Isabelle decidida a matar la tensión comenzó a reír divertida tomando nuevamente de su vaso.
Aún de reojo, Isabelle lo observó aún perplejo por lo ocurrido con ternura, expresándole con su sonrisa todo el amor fraternal que sentía por él mientras tomaba distancia fingiendo que nada había ocurrido.
Pero el no podía hacer lo mismo.
~ EDITADO
Petit gars — pequeñín
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