𝟬 𝟮
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CAPÍTULO DOS
EVILLUSTRADOR
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INHALO Y EXHALO fuerte para posteriormente soltar un bostezo sin estar realmente cansado, solo algo aburrido. Antes amaba el silencio, le traía tanta paz el estar así, completamente solo con la única compañía de su cuaderno y sus lápices de colores para dibujar cuantos bocetos se le ocurrieran en ese momento, pero, ahora los largos silencios se volvieron tormentos para su cabeza. Siempre fue alguien con pensamiento compulsivo mas nunca estuvo dandole tantas vueltas a un tema como lo fue su alter-ego, que en su imaginación siempre fue un superhéroe, termino siendo un villano en la vida real.
Su cabeza era como una caja oscura llena de arañas con recuerdos vagos que no lograba averiguar si eran reales o no y estaba dispuesto a superarlo porque ya estaba harto de todo ese malestar con el que cargaba desde aquel terrible día. Cayo en una de las mentiras más hermosas y aún así nada valió la pena.
Trazó los últimos detalles al cabello y ojos de Chat Noir, reflejando su miedo y desesperación de que su anillo parpadeara con insistencia además de que estaba por serle arrebatado mientras estaba colgado con un grillete en sus pies en un agujero hecho en el suelo de alguno de los pisos del Le Gran Paris.
Volvió a tener otra de sus pesadillas-recuerdos y quería dejarlas bien plasmadas para conectar lo que ocurrió esa noche. Tomó un color negro y otro blanco para dar las sombras y luminosidades finales comenzando su tarea demasiado concentrado en ello sin darse cuenta de que alguien lo observaba de muy cerca hace poco más de diez minutos.
— Vaya. — El pelirrojo saltó en su lugar espantado mientras tomaba una gran bocanada de aire — Tienes mucho talento.
Miró con el ceño fruncido y una mano en el corazón a la culpable de su susto a muerte. Reconociéndola inmediatamente como la amiga de la estirada de Chloé.
— No hagas eso de nuevo. — Exclamó algo brusco haciendo que la chica se encoja en su lugar — Nunca. Casi me matas del susto.
— Okey... — Respondió con los labios torcidos, ese chico era algo pesado — Lo lamento.
Nathäniel suspiro, el no era grosero y la pelinegra le hizo un cumplido, pero en su defensa fue su reacción ante el espanto.
— No, yo... — Trago duro; le costaba hablar con la gente — Perdón, no debí gritar.
Isabelle ante lo dicho asomó una pequeña sonrisa simpática para después sentarse a lado del chico.
— ¿Puedo ver? — Sin esperar respuesta comenzó a tomar los dibujos del ojiazul para verlos con admiración bajo la atenta y nerviosa mirada de Nathäniel que ya había sentido que era demasiado tarde para negarse a su petición.
Estuvo vagando por quince largos minutos por la institución completamente aburrida hasta que reparó en el tercer piso iluminado con un tenue toque rosado, fue un imán para ella aunque dentro de poco volvería al hotel pues su registro había quedado completado y al día siguiente podría asistir a clases como cualquier estudiante. Pero no pudo contenerse a entrar al bello salón de arte y fue cuando encontró al pelirrojo, se veía tan concentrado en su dibujo que le daba pena interrumpirlo, no esperaba que se fuera a asustar tanto.
— Son realmente buenos. — Aludió de forma sincera devolviéndolos haciéndose que él se sonrrojara — ¿Ya los has expuesto?
— Ha-habrá una galería aquí en la escuela... En unos días, — explicó — tendré una estación para mi trabajo. — Ella abrió la boca sorprendida y luego sonrió.
— Me parece perfecto ¿en qué te ayudo? — Junto sus manos en un aplauso emocionada mientras se sentaba en forma de indio.
El artista la miró incrédulo, estaba realmente sorprendido, ella se veía realmente interesada en sus dibujos o eso parecía al menos y no es que quisiera decirle que no pero no quería que se hartara o aburriera de él por su tendencia al silencio mientras que a leguas podía notar que ella era una bomba de emociones positivas.
Isabelle lo observó ansiosa y expectante en espera de una respuesta, ni siquiera le importaba aún no saber su nombre, así era ella, demasiado extrovertida y simpática, le gustaba hacer amigos por doquier. Aún así sea la persona más seria del mundo ella lograría sacarle conversación.
Nathaniel por el contrarío no estaba seguro de confiar tan rápido y tan fácil. Entonces recordó a su madre, cada mañana le repetía que debía ser más sociable y abierto, tal vez esta era su oportunidad, era hora de cambiar un poco la rutina. Además podría ayudarlo con su problema de pensamiento autodestructivo, quiera o no necesitaba algo de ruido en su vida.
Asintió algo torpe.
— ¿Por qué haces esto? No er-
— "No soy de las personas que parecen hacer este tipo de cosas" — Dijo en tono cansado la frase que le han repetido a lo largo de su vida y del día — Soy nueva, quiero mas amigos y tengo mucho tiempo libre. — levanto los hombros — Deberían dejar de llevarse por las apariencias, no eres el único que me recibió con algo de miedo por ser amiga de Chloé... — dijo con una mueca — Y también deberían dejar de juzgarla a ella. — Cambió su compostura repentinamente y salto en defensa de su mejor amiga — Chloé es buena, solo ha tenido... problemas a lo largo de su vida, no deberían ser tan duros. — Explicó de forma corta mientras Nathaniel levantaba sus cejas algo incomodo.
¿Qué podría ser tan malo para que una persona acoplara la personalidad de Chloé?
Sea lo que sea a él no le agradaba ni lo haría nunca.
Suspiro y al ver la mirada insistente de aquella pelinegra supo que no tenía de otra más que aceptarla por lo que le pidió que lo ayudara a separar sus dibujos en tres partes, los que lucían como un cómic y había algún súper héroe involucrado, los de objetos inanimados como algunas flores, la gran plaza de paros y otros paisajes y finalmente los bocetos de personas, la mayoría salían de su cabeza pero otras eran "modelos" que miró en algún lugar de la calle y le dio inspiración.
Ambos se pusieron en marcha en dicha tarea mientras Isabelle parloteaba una que otra cosa para intentar sacarle una conversación pero solo recibía respuestas cortas del chico por lo que después de un rato dejo de insistir y prefirió admirar con más detalle los pequeños retratos del pelirrojo.
En tanto, Nathäniel pensó que por un momento que había encontrado la manera, técnicamente esa chica le dejó todo tan fácil que hasta pudo sentirse seguro de salir y hacer amigo a quien se le pusiera en frente, pero cuando ella hablaba y él quedaba en blanco al no saber que responderle la sensación de ser rechazado regreso igual que una bomba.
Estaba harto de tener que soportarlo, los recuerdos tormentosos y el que ella fuera tan viva y despreocupada lo llenaba de ligera envidia, no quería quedarse con eso en su pecho toda la vida, esperaba algún día poder salir de ahí y que eso fuera pronto, pero sabía que podía tomarle toda una noche o cien años, no estaba listo aún, necesitaba un lugar donde esconderse y en ninguno de sentía a salvo.
Añoraba esa sensación de volver a sentirse vivo, que podía luchar contra su propio miedo. Por el momento no le quedaba más que seguir fingiendo.
Nathäniel siguió sumido en sus pensamientos inspirándolo haciendo que tome una de las tantas hojas blancas regadas frente a él para plasmar sus sentimientos en tanto a sus espaldas Isabelle seguía echándole ojo a sus dibujos. Y entre tanto fisgoneó de las obras del chico terminó encontrando lo que fue la llave de su corazón hace ya algunos meses.
Eran retratos de Marinette. Isabelle siguió buscando el rostro de la peli-azul y encontró otros tres dibujos más. Eran tan lindos y perfectos, capturaban su esencia de forma única y sorprendente. Simplemente con mirarlos la hacían sentir inspirada y sensible.
— ¿Te gusta, no es así? — Preguntó después de minutos de haber estado mordiéndose la lengua.
Nathäniel giro repentinamente extrañado por la pregunta de su acompañante y cuando se dio cuenta de los retratos que tenía en mano palideció.
Totalmente avergonzado intento arrebatárselos pero la chica fue más rápida y los alejo de su alcance.
— Tranquilo... — Le lanzó una mirada conmocionada — No te avergüences, son realmente buenos. — Volvió a mirarlo comprensiva.
— Son p-privados. — Ella levantó la vista extraña y melancólica.
— Creí que ya éramos amigos... — Hizo una mueca.
Entendía que era un tema personal pero al final de cuentas era algo normal y no es como si fuera de boca suelta al terminal de hablar con él. Isabelle estaba acostumbrada a entrar rápidamente en confianza con las personas y compartir muchas cosas pero Nathäniel no era así, era un caso aislado, se le dificultaba hablar sobre muchas cosas aún y su "enamoramiento" por Marinette era uno de ellos, más cuando ya ni sabía lo que sentía y por quien.
— Nos conocemos hace... — miró su reloj de mano — Veintidós minutos. — La miro incrédulo y con el ceño levemente fruncido.
— ¡Bueno, verte dibujar en silencio se siente como una vida! — Reclamó mientras bufaba y finalmente se cruzó de brazos con indignación.
El pelirrojo suspiro.
— Me trae malos recuerdos ¿de acuerdo? — Habló frío — No me gusta hablar de eso.
— ¿Te rechazó o...? — Y no podía evitar ser tan entrometida, una vez que ponía el ojo en alguien y esa persona le daba aunque sea la mínima luz verde tenía que entrar — ¿Te hirió?
Nathäniel apretó sus labios y pensó seriamente en lo siguiente que saldría de su boca. No confiaba en esa chica, para nada, más a leguas notaba que si no le contaba por voluntad propia no dejaría de molestarlo.
Incluso pensó qué tal vez sería una buena manera de ahuyentarla. No encajaban e iniciar una "amistad" no era buena idea.
— Supongo que te darías cuenta algún día. — Junto sus manos nervioso y se posicionó nuevamente en su asiento haciendo que Isabelle rompa su anterior postura y ahora lo mire interesada. — Imagino que estás al tanto de los akumas... Ladybug y Chat Noir. — Ella asintió sin querer hablar e interrumpirlo — Bueno yo... hace un par de meses fui controlado por Hawk Moth... el creador de las akumas. — Isabelle abrió los ojos sorprendida, el chico de veía tan tranquilo y sereno.
Según Adrien los blancos más fáciles eran las personas que se dejaban llevar por sus sentimientos y Hawk Moth se aprovechaba de sus momentos de debilidad.
— Me hacía llamar Evillustrador y todo comenzó por culpa de Chloé... — El artista inició con su relato mientras que la pelinegra se irguió en su asiento prestando atención a cada detalle de la historia.
Mientras tanto, un chico rubio regresaba a su salón de clases minutos después de haber pedido permiso para ir al baño cuando en uno de los grandes ventanales de su escuela pudo ver y escuchar a un hombre en paracaídas suplicando por ayuda al tener problemas con el viento, y visto por las fuertes revolcadas que le daba el viento parecía tener rato en eso y comenzar a rendirse.
Apurado, regreso al tocador de hombres revisando que no estuviera nadie cerca y transformarse sin más para auxiliar al hombre.
Salió disparado en donde los gritos eran más fuertes, casi llegando a la Torre Eiffel y sin saber bien que hacer en una idea rápida se disparó hacia el mayor que andaba sin dirección por los aires hasta que ambos chocaron con la gran estructura donde el chico rubio se sujetó por ambos de tal forma que el paracaídas se enredaría en el metal y sería más fácil sacar al sujeto de ese embrollo.
Asegurándose de que no caería, soltó poco a poco al joven pidiéndole que no se altere para comenzar a actuar rápido antes de que alguno de los seguros o cuerdas que lo sujetaban le jugaran una mala pasada. Pero antes de poder hacer algo, su compañera de lucha llegó y rápidamente se dio a la tarea de liberar al hombre alterado con él ya como espectador al no querer interrumpir a su Lady o meter la pata.
A los segundos, allá de vestimenta de motas logró su cometido y liberó al joven para después pedirle ayuda a su compañero y entre ambos lo llevaron al suelo galantes y fijos.
El paracaidista soltó un suspiro aliviado.
— Gracias Ladybug... — Agradeció a la heroína mientras regulaba su respiración.
La chica se hizo la modesta y le restó importancia al asunto y luego de un par de advertencias sobre medidas de seguridad respecto al clima lo dejó libre con el equipo de rescate que lo venía persiguiendo desde hace varios kilómetros donde dos paramédicos lo auxiliaron en caso de haber tenido alguna lesión pero no había más que pequeños golpes por la intercepción de Chat Noir al momento de llevarlo a la Torre Eiffel.
Ante ello, el rubio sonrió un poco apenado desde lejos pero fue ignorado y aunque aquello fuera duro, ya estaba acostumbrado.
Llevaba dos largos años con el miraculous de la mala suerte, y su nombre decía todo. Era natural en Chat Noir no tener las mejores ideas, causar algún contratiempo o no ser del agrado de las personas, o al menos a esa conclusión llego al estar rodeado de tan mala leche cuando usaba el traje negro.
La chica de rojo se acercó a su compañero para hacer su clásico saludo junto a la leyenda "ganamos" sin tanta emoción como otras veces, pero Chat no le tomó la mayor importancia ya que cuando tenían misiones sin nada que ver con algún akuma sus festejos no eran tan efusivos.
Mientras sus puños estaban unidos, el chico no pudo evitar admirarla con todo el amor que sentía en mano. Era magnífica, valiente, espontánea, elegante y astuta, todo lo que él creía necesitar, como si fuera una clase de maestra y al chico le gustaría seguir sus pasos y se ritual de importante y querido como aquella heroica perfecta.
Más sin embargo, la de dos coletas interrumpió su momento cuando se giró hacia el señor que acaban de rescatar para cerciorar que todo estuviera en orden e igual despedirse mientras que el adolescente vestido de gato reparo en la florería a pocos metros del lugar y sin que la encargada de la tienda se diera cuenta hurto una rosa roja con un predestinatario en mente.
— Que tenga un buen... — Ladybug fue interrumpida en su despedida por su compañero, el cual, tocó repentinamente su hombro.
— Para ti, mi lady. — Giró sorprendida encontrándose con su compañero de rodillas extendiéndole la flor en un gesto romántico.
El corazón de Marinette se hizo pequeño. El rubio era tan adorable, pero era su mejor amigo, su compañero, además de no sentir lo mismo por él, estaba segura de que si tuvieran algo más allá de amistad estarían distraídos en sus batallas, eso y por no decir que estaba perdidamente enamorada de otra cabellera dorada.
Frunció el ceño mirándolo con pena. Al principio era divertido oír sus insinuaciones y coqueteos pero con el tiempo se fue cansando además aquel asunto se había vuelto un gran distractor a la hora de cumplir misiones.
Más todavía aparte estaba el hecho de que justo ese día no tenía humor para ello. Una súper modelo llego de la nada a Paris a robarle a Adrien, el cual, estaba lejos de notarla como algo más, tenia tantas cosas en la cabeza y este chico salía con esto, de nuevo.
— ¿En serio, Chat Noir? — preguntó retóricamente alejando sutilmente la rosa haciendo una ligera pausa — Estas a punto de transformarte. — Intentó cambiar de tema.
El rubio miro su anillo el cual comenzó a pitar pero su mirada volvió a suavizarse.
— ¿Y qué? — respondió simple pareciendo relajado.
— Bueeeno... — alargó la palabra — Si te transformas tu identidad quedará expuesta y será más fácil para Hawk Moth encontrar nuestros miraculous.
— Pero así no tendremos que ocultarnos nada. — Exclamó en tono enamorado, — Podremos apoyarnos más así y sería más fácil todo. — Sonaba como un error para ella.
Suspiró algo frustrada.
— Chat Noir. — llamó — No puedo aceptar esta rosa... Yo... — trago saliva antes de hablar, no quería romper su corazón — Estoy enamorada de otra persona.
Adrien juro escuchar un pequeño "crack" en su pecho acompañado de una fuerte puntada que quiso hacer que sus ojos se pusieran vidriosos pero milagrosamente contuvo sus ganas de colocar una mueca igual a la de un bebé llorón.
A esto se refería cuando decía que odiaba que tuvieran que ser tan reservados con sus vidas como civiles. Sino no hubiera caído tan alto y tan fuerte y así su estúpido corazón no estaría dolido ni en mil trozos como en ese instante.
— P-Pero... — No supo que decir, las lágrimas amenazaban con salir pero no quería mostrarse débil frente a ella — ¿Y él a ti? — preguntó esperanzado en que la respuesta fuera negativa.
Tal vez tenía suerte y no era nada serio, podría enamorarla aún, podría intentarlo, quería seguir, no podía pasar así como así, quería seguir ahí, le gustaba sentirse enamorado de ella.
— Chat... No podemos dar detalles de nuestra vida como civiles y lo sabes. — Lo corto, no quería estar en la penosa situación de rechazar a alguien por otra persona que con suerte y la mira, pero en el corazón no se manda. — Lo siento Chat Noir, en serio debo irme. — Respondió triste por no poder corresponderle al gran chico y sin más enlazó su yoyó a un pilar de un edificio y salió de allí.
A fin de cuentas Ladybug tenía una misión extra aquella tarde.
Él rubio bajo la mirada entristecido, con el corazón completamente roto y sin ganas de nada. Apretó la rosa entre sus dedos para después soltar el agarre para después tomar con fuerza sus cabellos dejando salir un gruñido que lo llevó a usar su bastón para irse lejos en dirección contraría.
No quería regresar a la escuela en ese estado y que todos lo vieran, necesitaba unos minutos o tal vez horas, quisiera tomarse todo el día pero volvería a la hora de la salida para que su limusina lo recogiera y su padre lo enloqueciera. Joder, ni siquiera podía tener un momento en paz, quería gritar y romper algo, era su primer amor y el único hasta ahora, no había podido siquiera mirar a otras chicas por el gran hechizo que tenía sobre sí mismo a causa de esos orbes azules.
Termino en la azotea de un edificio donde se dejó caer sin muchas fuerzas abrazando sus rodillas haciéndose un ovillo escondiendo su cara y sus ojos aguados con las primeras gotas al borde de sus ojos esmeraldas, su garganta y lecho dolían debido al soporte del llanto, no quería dejarlo salir y que una mariposa rondara cerca suyo.
Soltó un sollozo involuntario al sentir el enojo de no poder sufrir en paz. Necesitaba un consejo, un consuelo, una amiga...
Isabelle miro al chico totalmente sorprendida, Nathäniel confesó no recordar mucho de su pelea con Ladybug y Chat Noir pero en sus sueños aveces tenía pesadillas de una batalla que si bien no aseguraba que fuera la misma con el tiempo llegó a pensar que había una gran posibilidad.
Isabelle casi lloraba en cada pequeña pausa que hacía el ojiazul al notar lo afectado que quedó después de esa experiencia a pesar de que no lo dijo explícitamente. Entre palabras y frases le dio algunas palabras de aliento pero sabía de antemano que el chico los recibía sin emoción alguna y ella sabía que si bien sus palabras no servían de nada ante aquel desastre quiso hacerlo sentir un poco mejor pero aquello parecía ser más profundo e intenso de lo que podía entender con un corto resumen.
Minutos más tarde salió para encontrarse con su nuevo chofer que la transportaría por las calles de Paris a petición de su padre y por su seguridad para llevarla adonde quisiera, en este caso iría al Le Grand Paris a esperar a que sus amigos terminarán su jornada estudiantil.
Todo el camino no dejo de pensar en Nathäniel y en cómo pedía a gritos — internos — alguien en quien apoyarse, el como cortaba detalles y respondía apenas la hacía ver que necesitaba un desahogo brutal y por ello se propuso a si misma ganarse su confianza hasta ayudarlo a sanar de esa fea y penosa experiencia que lo terminó haciendo quedar como un villano en un cuento donde no había cómo conseguir a la chica.
Añoraba con toda su alma un abrazo de su madre y que está le dijera que todo estaría bien, qué tal vez vendrían más chicas o alguno que otro consejo para llamar la atención de su Lady. Siquiera un consejo de su padre en algún de esas charlas de "hombre a hombre", pero no tenía nada, se sentía sin nada.
O bueno, casi.
Cuando decidió dejar de darse lastima a sí mismo en aquella azotea regresó a la escuela a la salida quedándose un rato en el techo viendo cómo varios padres buscaban a sus hijos y otros se iban caminando a sus casas tranquilos, como el caso de Marinette.
La observo con una minúscula sonrisa al recordar cómo está se volvió su primera amiga, por cuenta propia, aquella tarde lluviosa, le alegraba no haber quedado con esa etiqueta de "Niño rico y engreído". Pero al ver su cabellera otra persona vino a su mente casi en un instante.
Era verdad, ya no tenía porque tragarse esas miserias solo. El quería alguien en quien confiar y apoyarse, una amiga, ya la tenía cerca, Isabelle ya estaba con él.
Sería su prueba de fuego. Cuando ambos hacían videollamadas el quería pedirle consejos sobre que cosas les gustan a las chicas y como pedirles una cita y esas cosas pues era muy casto en experiencia a sus dieciocho años. Pero las palabras simplemente no salían, su timidez lo frenaba creyendo qué tal vez Isabelle se burlaría o algo por el estilo pero esperaba que en persona ahora todo fuera diferente y pudiera tener algo más de confianza.
Momentos más tarde, finalmente se des-transformó justo a tiempo para su clase de esgrima que muy poca concentración rindo puesto que su meta al terminar sería tener una charla con su mejor amiga.
Golpes, esquives, una que otra caída fueron algunas de las cosas que vivió por sesenta largos minutos durante su clase que al finalizar agradeció al profesor y se despidió de unos cuantos colegas de su clase para después dirigirse a su mansión para así tomar una ducha, comer algo y hacer sus deberes, haciendo leves pausas entre actividades para enviar uno que otro mensaje a la pelinegra que no había abandonado su mente en todo el día.
Sabía que no sería fácil pero haría el intento. El no tener nadie con quien hablar a lo largo de los años lo hizo ser alguien muy reservado, pero no porque quisiera, no tendría problemas en demostrar sus sentimientos si supiera cómo hacerlo, a veces hablar de algo tan simple podía resultar ser abrumador.
Por fin, ya en la tarde noche, Nathalie le mostraba el desempeño del menor de los Agreste a su padre por medio de una tableta, el cual, asentía satisfecho ante los detalles que hacían a su hijo perfecto.
Adrien, aprovechando su buen reconocimiento, aprovecho para pedirle un poco de tiempo para ir a ver a los Van-Cleef al hotel Bourgeois. Gabriel quiso negarse pero no podía quedar mal con su nuevo socio por lo que muy a su pesar lo dejo ir con la condición de que estaría de regreso a las siete en punto, ni un minuto más, ni un minuto menos. El rubio feliz de aquel permiso se puso en marcha para ser llevado al elegante hotel.
Ya en la entrada de este, rápidamente se acercó amablemente a la recepcionista menos emocionado que antes al recordar realmente a lo que iba y le pidió de favor que llamara a Isabelle a su habitación, la amable mujer estaba por acatar la orden de no ser por una pequeña interrupción.
— ¡Adriboo! — Escuchó a lo lejos el chillido emocionado tan característico de cierta rubia que lo recibió con los brazos abiertos.
— Hola Chloé. — Su tono de voz sonaba apagado y ella notó rápidamente pero al saber cómo era aquel chico de reservado lo omitió sin dejar de preocuparse.
— ¿Y qué te trae hasta aquí? — Preguntó algo extrañada.
El rubio no era de pasearse por entre esas lujosas paredes puesto que siempre tenía alguna actividad aburrida que hacer.
— Ah... vine a ver a Isabelle. ¿Podrías llamarle? Olvide mi teléfono.
Chloé bajo leves instantes la mirada para después sonreír forzosa. Claro que ella estaba contenta de tener. Su mejor amiga de vuelta pero no ignoraba cómo Adrien parecía tener más interés por la pelinegra que por ella.
Los tres eran amigos, los tres siempre tuvieron el mismo trato y relación ¿entonces por qué él se alejó de ella y con Belle siguió como siempre?
Entendía que, a veces su actitud no era la mejor, pero a él nunca lo trato como el resto y si tenía que suavizarse para volver a recuperar su cariño entonces lo haría.
— Ella no está, salió a cenar con su papá. — Habló seria mientras que Adrien bajaba los hombros decepcionado.
Adrien ya no podía aguantar más, necesitaba sacarlo.
» — ¿Por qué? ¿Pasó algo? — preguntó preocupada mientras lo tomaba del hombro.
A veces la actitud de Chloé con Adrien podría confundirse y muchos pensaban que ella gustaba de él pero era totalmente lo contrario, igual que Isabelle el chico siempre fue uno de sus mejores amigos desde la infancia y que estuvo con ella después de lo de su madre, lo amaba, pero no de esa forma.
— Si... Solo... Quería hablar con ella, pero ¿sabes qué? Olvídalo.
El chico apretó sus labios rendidos dirigiéndose a la salida pero la rubia antes de dejarlo ir se posicionó frente a él en un dos por tres.
— Si, bueno, sí lo que necesitas es hablar ¿sabes qué aquí estoy para ti, verdad?
Adrien la miró por largos segundos sintiendo ese pequeño calor que no recordaba y que justamente fue a buscar. Le sonrió con tristeza a la rubia que lucía preocupada por él y que él ojiverde había dejado en el olvido.
— Si, Chloé, quiero hablar contigo.
A la heredera Bourgeois le brillaron los ojos con alegría y después de dar un pequeño brinquito tomó de la mano a Adrien para después arrastrarlo al bar del hotel, el cual, siempre estaba casi vacío y le resultaba un lugar íntimo para hablar, y tal y como supuso, solo estaba una mucama y otra mujer que lucía tal cual ejecutiva junto a su computadora haciendo quien sabe que cosas.
Pero la pareja de adolescentes no reparó en ninguna de ellas pues llegaron a sentarse en una de las mesas más apartadas de la entrada de aquel espacio y que su mayordomo Dean no los tuviera a la vista para ser reprendidos por entrar a una zona de adultos.
— Escúpelo. — Su voz sonó ansiosa pero al ver mejor el rostro de su amigo optó por cambiar a una más seria y dejar el entusiasmo de haber sido tomada en cuenta para más tarde.
Él suspiro triste a la vez que se recostaba su espalda en el respaldo pensando en que decir exactamente. Había practicado y analizado que le diría a la pelinegra pero estaba totalmente desarmado frente a Chloé, eran dos personas completamente distintas que no sabía que reacción o palabras esperar de la ojiazul frente a él, pero aún así quiso darle su voto de confianza y ser más... lanzado.
¿De eso se trataba dejar salir tus pensamientos? ¿Tus sentimientos?
— ¿Alguna vez te haz sentido estancada? — Comenzó a jugar con sus dedos ansioso — ¿Qué, no importa lo que hagas siempre es la misma historia de siempre...? — Preguntó desamparado recordando todos los rechazos de Ladybug desde... siempre. — Y que las cosas nunca van a cambiar...?
Sorbió su nariz sintiendo un pequeño nudo en su garganta. Quería ser suficiente para ella, todo el día se estuvo preguntando que tendría ese chico que él no.
¿No le era suficiente todo lo que hacía por ella en su alter-ego? Ó ¿El estaba mal por querer meterse en una relación?
La chica pareció pensar la respuesta perfecta por largos instantes, no quería arruinarlo.
— Si haz intentado de todo supongo que... no hay que cambiar de táctica... sino más bien el objetivo. — Adrien se giro interesado — Si algo no funciona como quiero, busco algo mejor. — Respondió con una sonrisa comenzando a sentirse cómoda con su respuesta — No soy de enfrascarme en algo que no es para mi, mejor veo como mejorarme y obtener lo que me hace bien. — Explicó un poco su conejo — Si lo intente una y otra vez y sigue saliendo mal, lo será siempre. — El rubio la miro por largos segundos procesando sus palabras con una perfecta o formulando en sus labios.
Era un gran consejo, debía admitirlo.
Entendió lo que quiso decir y eso significaría atrás a Ladybug. No creía estar listo y sin duda no era lo que quería escuchar pero si lo que necesitaba, aún no quería ver que él no estaba mal, ni sus técnicas y ni siquiera ella por amar a alguien más, lo que él quería intentar con ella si, simplemente a veces no le gustamos a la persona que nos gusta y si lo intento de mil formas y ni siquiera uno dio resultado entonces no estaba destinado a ser, o no era para él. Le tomaría tiempo digerirlo pero esperaba poder lograrlo. Debía repetírselo hasta creerlo.
Y con respecto a lo de cambiar objetivo no creía que encontraría a alguien tan rápido que pueda llenar ese gran vacío que Ladybug dejo y hasta el momento no tendría a alguien en mente, aunque tampoco se apresuraba, no quería pensar en un remplazo tan rápido.
— Gracias Chloé. — Abrazo a su amiga agradecido — ¿Vendrás al recorrido el sábado? — Intentó seguir con la charla al sentirse raramente cómodo mientras que ella cambió su cara a una mueca de asco.
— ¿Nino y Alya? — apretó los labios — Paso. Veré un maratón de Keeping up with Kardashians — Adrien rio leve mientras negaba suavemente.
— ¿No puedes llevar a la panadería Dupon-Cheng, por favor? — Su guardaespaldas y chofer asintió ante su petición y puso en marcha el carro. — Nino y Alya nos verán allá. — Guiño un ojo hacia su acompañante a lo cual ella asintió contenta.
Isabelle parecía niña en dulcería mirando por la ventana las calles de la gran ciudad del amor mientras que el chico rubio a su lado la observaba divertido con una sonrisa.
En momentos como ese analizaba cuánto la había extrañado.
La ojiazul se adaptó perfectamente a la escuela y con todos sus compañeros, se estaba familiarizando muy rápido y eso lo alegraba puesto que se estaba volviendo un ambiente en el que podían convivir juntos. Y aunque le hubiera encantado estar en su misma butaca, la que tuvo la suerte de tener un lugar disponible fue Chloé y era claro que estaría con ella pues el otro lugar que quedaba disponible era con Nathäniel pero ese ya estaba ocupado por Lila y esta pronto volvería de su viaje a Inglaterra.
El chico a pesar de desahogarse con Chloé el otro día también quería tener esa misma sinceridad con Isabelle, que todo estuviera como antes, pero no encontraba el momento adecuado, siempre parecía haber algo o alguien que interrumpiera.
Era algo extraño, quería que ella supiera detalles de su vida así como ella le dijo todo lo que había ocurrido en la suya desde que se mudó, quería lucir más interesante.
El resto del camino estuvieron hablando de cosas triviales y jugando pequeños juegos de manos pasando el rato hasta que llegaron al local de la compañera de clases del chico Agreste en donde dos morenos ya los esperaban.
El guardaespaldas de Adrien lo protegían desde una distancia considerable para dejarlos su salida a sabiendas de cómo eran los jóvenes, además de no recibir alguna orden específica de su jefe, como casi siempre acostumbraba. Desde que el ojiverde se reencontró con Isabelle tenía un poco más de libertades, su padre confiaba completamente en la buena influencia de la chica además de que quería quedar bien con su antiguo amigo.
El cuarteto pidió sus respectivos bizcochos para degustar mientras paseaban por las calles de Paris haciendo un recorrido hasta la plaza central.
Isabelle ya había tenido muchas charlas con Nino gracias a Adrien y podía decirse que ya eran amigos por lo que se integró muy bien al grupo y no fue nada incómodo, aunque Alya trató de buscarle el visto malo y así darle ánimos a su mejor amiga no lo logró, la pelinegra era muy agradable y simpática, incluso se avergonzó de en algún punto haberla comparado con Chloé, las apariencias si que engañan. De igual forma la morena no se descuidó y estuvo muy al pendiente de su comportamiento con el crush de su Marinette y si bien para ser mejores amigos eran demasiado melosos sus comentarios no daban a entender segundas intenciones. Hasta sintió envidia de una amistad tan adorable y sincera.
Cuando compraron sus respectivos crossaints e Isabelle confirmo que eran los mejores que probó en su vida, preguntaron por Marinette pero sus padres respondieron que esta no se encontraba. La pelinegra no lo demostró pero su respuesta la desanimó un poco, era nueva en la ciudad y escuela, quería caerle bien a todos los amigos de Adrien y Chloé pero no pareció ser el caso con la peli-azul. Ella dijo que cuidaría a una tal Manon y ahora aquello fue desmentido por sus propios progenitores más ninguno de enfrascó tanto en el tema para no volver más incómoda la situación pero aún así Isabelle se dio cuenta del porqué la ausencia de la diseñadora.
Alejo todo el tema de su cabeza y siguió disfrutando el tour por la ciudad dado por los tres chicos hasta que después de una hora Alya y Nino comenzaron a tirar muchas indirectas sobre qué querían un rato a solas y Adrien e Isabelle entendieron perfectamente.
Justo ahora el par de mejores amigos de encontraba paseando por el puente donde miles de parejas dejan un candado para sellar su amor mientras que los dos morenos de lentes paseaban de la mano varios metros delante de ellos.
Hace rato que Isabelle había enrollado su brazo al de Adrien mientras ambos comían un helado y seguían hablando de muchas cosas.
— Ya entiendo porque te gusta Ladybug... — Dijo la chica de la nada — Es... wow, hermosa. — Someio recordando los dibujos que Nathaniel que estaba segura que capturaban toda la realidad en cambio el chico a su lado frunció el ceño a mas no poder.
Carraspeo y luego respiró hondo con burla bajo la atenta mirada de la pelinegra — ¿Isabelle, acaso tu eres lesbiana? — sonrió burlona.
— No... — extendió su sonrisa a lo cual él la observo con una ceja alzada — Me gustan las personas, el aura que transmiten, sus sentimientos, no me fijo tanto en su sexo, simplemente... su alma ¿sabes? — Adrien la miro sin habla.
Realmente no sabía que decir al respecto, lo soltó como si nada y fue una reflexión tan profunda e irreal, difícil de digerir así como así. Pero su sonrisa lo relajó y sonrió también hasta abrazarla por lo hombros y recargar su cabeza con la suya.
Toda ella era un acertijo sin resolver.
De pronto el tiempo pareció ir más lento, su abundante cabello revoloteaba sobre sus hombros mientras mostraba sus blancas perlas al mundo junto a sus largas pestañas adornando sus bellos azulejos.
Ella era increíble, como una flor de primavera, un girasol. Resplandeciente y única. Gritaba y sus ojos pedían que ella fuera la primera a la que viera, y no sabía porqué, ya no sabía quién era ella pero quería averiguarlo.
La había extrañado tanto, por fuera seguía siendo esa misma niña hiperactiva y con ganas de sonreírle a la vida pero quería más, saber todo, cual era su sabor de helado favorito y el mejor tipo de pastel. Sus secretos más oscuros y más bellos.
— Me gusta una chica. — Soltó de repente.
Había cosas que simplemente no se podían rechazar y no estaba intentando perderlo, pero tal vez si se arriesgaba a estancarse.
Isabelle giró rápidamente a verlo con el rostro lleno de entusiasmo y una sonrisa comenzando a asomarse pero el la cortó rápidamente.
» — Pero a ella le gusta alguien más... — Habló por lo bajo algo avergonzado y melancólico haciéndola fruncir el ceño repentinamente con cierta molestia.
No sabía quién era la chica, tal vez era linda y amable, por algo le gustó a Adrien pero no le interesaba conocerla en lo más mínimo, hirió a su amigo e inmediatamente ahora era alguien que no podría soportar.
— Que tipa tan tonta. — Se cruzó de brazos con un tono molesto — Ella se lo pierde, eres demasiado para cualquiera y si ella no te supo valorar habrá alguien que si. — Dijo muy segura de sus palabras haciéndolo verla agradecido — No necesitas novia ahora, me tienes a mi ¿okey?
El chico tomó aire para responderle pero antes cayó en cuenta de un hombre vendiendo rosas así que se acercó velozmente con un billete en mano que extendió al amable hombre que los observó de forma adorable y le dió la rosa más roja.
Por sus anteriores palabras, Adrien la miro con una sonrisa. Ya no necesitaba un consejo, solo quería ese apoyo de las personas a su alrededor, sentir que sabían de su verdadera existencia.
Entonces detuvo su paso y con una referencia le extendió la bella flor a su mejor amiga.
— Para Ma Belle — Ella abrió la boca enternecida y una mirada de ternura.
— Aww mon beau — lo abrazó y dejó un beso en su mejilla para después tomar su mano y seguir con el recorrido.
Eran simplemente ellos dos disfrutando de un bello atardecer en Paris con el sonido del viento a su alrededor.
Ante la vista de otros parecía ser una pareja feliz de enamorados pero muy a pesar de las apariencias solo se trataba de una pareja de mejores amigos.
Y eso era algo que una peli azul a muchos metros de distancia no supo distinguir.
Miro la escena entristecida con el corazón en mano y fuego corriendo por sus venas mientras sus piernas palpitaban con el impulso de ir hasta allá y enfrentar a la chica pero no sabría que decirle en realidad y pese a que sus celos era lo único que la hacía respirar en ese instante supo que no podría ir e interrumpir como si nada sin una excusa, además era un lugar concurrido y con muchos vendedores y puestos, no crearía un desastre para justificar su presencia por un capricho, esta vez no, aprendió su lección con Volpina.
Pequeñas lágrimas se acumularon en sus ojos y prefirió marcharse a seguir presenciando aquella tortura visual.
~ EDITADO
Ma belle — Mi bella
Mon beau — Mi guapo
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