𝗽𝗿𝗼𝗹𝗼𝗴𝘂𝗲
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P R Ó L O G O
WELCOME TO PARIS
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ESTABA SUMAMENTE NERVIOSA, las manos le sudaban y sentía mucho bochorno para el país donde habitaba en ese momento, pero todo eso la tenía sin cuidado alguno. Estaba feliz, ansiosa, no podía esperar un minuto más.
Termino de doblar su última prenda para después cerrar con mucho esfuerzo la maleta donde apenas y llevaba una pequeña parte de sus pertenencias. Segundos después, suspiró de alivio al deslizar el cierre junto con el sonido de la victoria, al menos en esta no tuvo que sentarse o pedirle ayuda a otras tres personas de servicio. Y que suerte que no fuera así puesto que la mayoría de los empleados de aquella mansión habían colgado sus uniformes y dejado el trabajo, no por malas razones, solamente que su padre les comunicó sobre su repentina mudanza hacia la bella ciudad del amor y por ende poco a poco los funcionarios del hogar se trasladaban a nuevos empleos, con buenas referencias y recomendaciones, por supuesto.
Se encaminó a uno de sus elegantes muebles para tomar lo poco que quedaba de su té helado agotada cuando por la puerta entró su padre, el reconocido multimillonario Anton Van-Cleef seguido de su nana, Ophelia, como siempre.
Sin esa mujer toda su vida estaría patas arriba.
— ¿Terminaste ya, princesa? — Preguntó el mayor depositando un suave beso en su frente.
— Sip. — recalcó sonriente la "p" — Aquí tengo lo de ballet, — Señaló una maleta sobre su cama que contenía varios leotardos, medias, faldas y zapatillas — Acá llevó mi violín. — Apuntó al estuché arriba de esta — Mi ropa está en estas cuatro. — Indicó a las que estaban en el otro extremo — Zapatos aquí. — Se apoyo en las dos maletas sobre su taburete.
Se quedó pensativa viendo estas últimas pensando el que más podría faltarle hasta que su nana con un poco de esfuerzo saco otra maleta debajo de su cama. Isabelle golpeó su frente al casi olvidar lo de más valor.
— Y ahí están los brillos, está todo. — Sonrió hacia su padre el cual asintió satisfecho pero el repentino cambio de expresión de su hija lo hizo fruncir el ceño — ¡Ah! Y mis libros están aquí. — Señaló un bolso de mano más pequeño que las demás maletas más este parecía mas pesado que la valija de "brillos".
Que podría decirse que era lo que más abundaba en su vida y no era por parecer engreída, pero es uno de los beneficios de que tu apellido sea una reconocida marca de joyas.
— Perfecto, me alegro que tengas todo listo para mañana.
La pelinegra asintió orgullosa hasta recaer en lo que había dicho su progenitor.
— ¿Mañana? — Se enderezó — Habías dicho que hoy sería el vuelo.
El pelinegro se cruzó de brazos mirando a su única heredera con reproche.
— Te deje un mensaje.
La ojiazul intento recordar aquello pero a los pocos segundos recayó que había perdido su teléfono al estar empacando todo el día.
— Tienes razón, lo había olvidado. — Fingió con un sonrisa nerviosa.
El de barba corta suspiro.
— Está bien, descansa ¿si? — Volvió a dejar un beso en su cien — Será un viaje largo.
Ella asintió y también dejó un beso en la mejilla de la mujer mayor para finalmente darles una sonrisa de despedida al par.
Cuando estos dejaron la habitación de la adolescente está se dejó caer de espaldas junto con un bufido a su cama quedando pensativa observando el techo.
Mordió su labio pensando en una buena forma de decirle a Chloé que su llegada demoraría más de lo esperado, pues la rubia se caracterizaba por muchas cosas, lastimosamente la paciencia no era una de ellas. Cuando le anunció la gran noticia de su regreso a Paris — está vez de forma definitiva, o eso esperaba — hace poco más de tres semanas, fue testigo de como sufrió Jean por la gran sacudida y gritos de emoción por parte de la rubia, la cual, no tenía cuerpo suficiente para contener la emoción que aquello le causaba.
Sonrió recordando a su amiga, la extrañaba mucho puesto que pronto se cumplirían cinco meses desde la última vez que la vio en persona y aquella velada solo duró dos horas en el hotel Bourgeois. Y entonces otra cabeza rubia llegó a su mente.
Adrien.
Sintió un cosquilleo de emoción en la boca de su estómago y su sonrisa se expandió. La situación con él era diferente, gracias a la estricta agenda del ojiverde las pocas veces que Isabelle tuvo la oportunidad de visitar Paris luego de su partida hace casi seis años, los tiempos libres de ambos nunca coincidían y si sus cuentas no fallaban tenían poco más de dos años de no verse físicamente.
A él quería sorprenderlo, pues cuando chateaban o hacían llamadas el chico no paraba de echarle en cara con exageradas dramatizaciones qué tal vez nunca se verían de nuevo las caras y ella con lo único que podía defenderse era que sin falta compraba las revistas donde el tenía apariciones, para él tampoco era suficiente verla siendo otra persona en la pantalla de su enorme y vacía habitación. Entonces Isabelle pensó en guardar el secreto de su regreso y asombrarlo, se lo debía por su último regalo de cumpleaños el cual fue un fiasco y él, por más amable que fue la forma en que se lo dijo, se lo dejo saber.
Solo esperaba que Chloé no haya abierto la boca y echado a perder la sorpresa.
Al recordar nuevamente a la rubia palmeó a su alrededor buscando su celular sin éxito alguno hasta que logró escuchar su tono de llamada con la canción "Gummy Bear" junto a vibraciones en alguna de las decenas de maletas a su alrededor.
Soltó un bufido cansada para después colocar una almohada sobre su rostro.
Marinette y Alya hacían el mínimo esfuerzo por ocultar las carcajadas que amenazaban con salir de sus gargantas al observar a la rubia de sus pesadillas reclamarle a su pelirroja amiga por su ida. Aunque muy en el fondo si les daba un poco de lástima la situación ya que ninguna de las dos se imaginaba sin la otra, al final era graciosa por el hecho de que Chloé saldría perjudicada.
— ¡No puedo creer que seas tan egoísta! — Le gritó con enojo a la de lentes bajo la atenta mirada de la mayoría de alumnos en el patio.
— ¡Yo no puede creer que me reclames después de lo que me hiciste! — Respondió la de pelo corto con lágrimas queriendo asomarse por sus ojos.
Aunque a la peliazul sentía pena por la de pelo corto le agradaba la idea que por fin se librara de alguien tan mala como Chöle.
Sabrina había sido aceptada en el programa de intercambio en una escuela en Estados Unidos abandonando a su única "amiga" y esa era la razón por la cual Chloé estaba furiosa. Lo irónico era que semanas antes la rubia no paraba de presumir que su supuesta mejor amiga regresaría a Paris, y creyendo que la pelirroja aguantaría sus humillaciones como siempre no vio problema en literalmente gritarle en su cara que la remplazaría y demás, hablo de todo, no se molesto en no menospreciar a Sabrina diciendo que ya no la necesitaría.. Pero esta vez fue diferente, como Sabrina no tenía más amigas que Chloé prefirió irse a quedarse sola y justamente ese día solo había asistido para despedirse de su generación.
Alya y Marinette intentaron integrarla a su grupo pero la de lentes parecía muy segura de la decisión que había tomado. Igual, el par se debatía en si creer o no el cuento de la rubia ya que les parecía imposible que aquella chica engreída tuviera alguien más que la soportara. También estaba el hecho de que tenía rato con ese tema y era fecha que su supuesta amiga no aparecía.
Marinette sabía que la única forma de saberlo era preguntarle a cierto rubio que se sentaba frente a ella. Estaba segura de que él sabía algo pero por obvias razones no podía acercarse a preguntarle. Solo le quedaba esperar a ver qué ocurría.
Adrien en cambio, ni se atrevía a cuestionárselo al no quererse hacer ilusiones. El rubio sabía exactamente de quién hablaba, Isabelle también era su mejor amiga pero dudaba mucho que en realidad fuera a Paris, podía asegurar de que no lo haría, tenía tanto tiempo sin visitarlos y si lo llegara a hacer no se quedaría más de tres días y él— otra vez— seguiría sin pasar rato con ella.
Dos días después de la huida de Sabrina, Chloé obviamente se refugio en él como su único otro amigo en la escuela y aunque era algo incomodo no se oponía puesto que Nino quería pasar más tiempo con Alya y el tampoco quería estar solo.
Y aunque era tímido como para preguntarle directamente el asunto de Isabelle lanzaba varias indirectas sobre el tema para que este surgiera solo y ella por sí misma le contara pero ahora parecía un tumba o como si hubiera sufrido amnesia y con ello se confirmo a sí mismo qué tal vez fue un cuento suyo o que al final la pelinegra canceló como otras veces.
Tomo una última respiración del aire fresco que le brindaba el exterior antes de entrar a su fría y oscura mansión con ambiente impecable siendo escoltado por su guardaespaldas y Natalie.
— ¿Qué irá primero hoy, Natalie? — Preguntó por sus actividades con su voz amable de siempre.
Pero la respuesta por parte de la del mechón rojo lo dejaría sorprendido.
— Tu padre te dio el día libre. — Respondió frívola, como usualmente hacía — Estará hablando con un socio.
El rubio intentó inútilmente contener su felicidad frente a la secretaría de su padre estaba contento de no hacer absolutamente nada. Estaba tan cansado de las clases de esgrima, chino y las sesiones fotográficas que añoraba un día para sí mismo. Ansioso, se despidió con un asentimiento de cabeza y tomo camino hacía su cuarto. Tampoco pregunto por el supuesto nuevo socio de su padre, nunca se metía en los asuntos de su progenitor.
Y aunque no pudiera salir a dar un tranquilo paseo o estar con sus compañeros de escuela podía adelantar unos cuantos deberes y jugar un par de videojuegos.
A media escalera fue cuando sintió el bolsillo de su pantalón vibrar notificando una llamada y al ver el número del contacto sonrió. Si le llamo fue porque tenía tiempo disponible y ahora él con todo el día libre podría hablar con ella.
— ¡Hola! — Saludo emocionado mientras despausaba el camino a su habitación. — Hoy no tengo nada, estoy a tu servicio.
— ¿Ah si? — preguntó burlona al otro lado de la línea — Me alegro, tengo mucho que contarte — Pudo escuchar cómo tomaba asiento para después soltar un largo suspiro — Tengo mucho sin probar un croissant de Paris, en Rusia no tienen el mismo sabor.
El chico hizo una mueca al no poder hacer nada con eso, no podría enviarle comida ya que no sería lo mismo a probarla recién hecha además que muy probablemente llegaría caduca.
— Y por como van las cosas creo que durarás más tiempo sin probarlo. — Hizo referencia a su gran ausencia esperanzado en saber algo de lo que tanto habló Chloé días antes.
No quería dejarlo notar pero se sentía herido por el hecho de qué tal vez pudo ir a Paris — aunque cancelara, o lo que sea que haya ocurrido — y no le comentara nada. Creía que ya estaba harta de que nunca coincidieran y pensaba en olvidar su amistad como un bonito recuerdo de la infancia y él no quería eso, para nada.
— ¿Estas seguro? — Siguió con ese tono burlón extrañando cada vez más al rubio.
— Si, completamente. — habló firme mientras abría la puerta de su habitación — El día que tú vengas a Paris, caerán cerdos del-
Quedó mudo al ver a alguien con larga cabellera negra sentada con una sonrisa de oreja a oreja sobre su cama. La miró sorprendido por largos segundos sin poder reaccionar más que para colgar la llamada y bajar el móvil de su oreja.
— Al primero que caiga lo llamaré Alexei. — Bromeó también dejando su teléfono de lado en tanto se levantaba lentamente del cómodo colchón.
Él estaba en shock, no podía creerlo, era ella, su Isabelle, su mejor amiga de prácticamente toda la vida. Las fotografías no captaban toda su belleza como lo era en persona.
Entonces, sin decir absolutamente nada lanzó su mochila lejos y corrió a abrazarla como nunca antes. Ella inmediatamente correspondió al abrazo y ambos enterraron su cara en sus cuellos mientras risas de felicidad inundaban el cuarto. Se habían extrañado tanto. Era uno de los días más felices de sus vidas después de haber descubierto las videollamadas.
— No puedo creer que estes aquí. — La apretó fuertemente contra su cuerpo para segundos después alejarse de ella para apreciarla. Aunque quiso soltar un cumplido referente a su belleza no pudo.
— ¡Pero mírate! — Ella igual se alejó un par de pasos para señalarlo con asombro — Eres muy guapo, te pego fuerte la pubertad. — La chica rió por su propio chiste mientras que él se sonrojó por su alago.
— Gracias. — Respondió tímido. — Tu igual estás linda.
— Lo sé, lo sé. — Lo tomó del rostro y estrujó sus cachetes con ternura. Hasta que abrió los ojos sorprendida y se detuvo en su acto sin quitar sus manos del rostro de su amigo. — Tengo tantas cosas que hacer. — Exclamó emocionada — Debo ir a ver a Chloé, la extraño tanto. Uh, y definitivamente tengo que volver a la Torre Eiffel, ¡ah! también era verdad lo del croissant. — Iba de un lado a otro enumerando cada una de las cosas.
Adrien sonrío con ternura, no había cambiado nada. Seguía siendo la misma niña extrovertida y carismática e hiperactiva de siempre, no tenía ningún recuerdo de ella estando completamente quieta, con cada paso que daba irradiaba felicidad y energía.
— Necesitamos ponernos al día, hay tantas cosas de las que debemos hablar. — Comenzó a jalarlo hacía el sofá. — Tu serás mi guía turístico, también quiero que me cuentes sobre los superhéroes de por aquí, he leído de ellos pero no se muchas cosas.
Siguió hablando demasiado rápido y la mayoría de las cosas no se le entendían pero poco o nada le importo al rubio. Estaba tan contento de tenerla ahí que eso no le molestaba.
Las siguientes horas pasaron rápidamente con ambos adolescentes poniéndose al corriente — con lo que pudieron; aún faltaban más cosas por decirse y conocer — donde las únicas pausas que hacía Isabelle eran para tomar aire y seguir siendo escuchada por el rubio entusiasta y asombrado por los pulmones de la chica.
— Creo que ya hablé mucho de mi... — Puso una mano en su pecho regulando su respiración — ¿Tú, qué tal? — Preguntó mientras se cruzaba de piernas y acomodaba su cabeza en la palma de su mano.
Suspiro poco entusiasta. Lo único genial e interesante de su vida era Chat Noir y no podía contarle de él a Isabelle.
— Lo mismo de siempre, lecciones de esgrima, chino, piano, sesiones de fotos. — Exclamó simple y la chica noto la clara mueca de tristeza de su amigo al contarlo. — Y de vez en cuando Félix manda cartas.
La pelinegra lo miro de la misma forma sin que él se diera cuenta pero para no arruinar el momento intento seguir con la charla hasta cambiar de tema.
— ¿Y cómo está él?
— Amargado, como siempre. — Soltó simple con un deje de burla.
Se estaba sintiendo extrañamente cómodo con ella, no era como con otras personas que hablaban con él amable y recto Adrien, el humor de la chica lo contagiaba que sin querer su personalidad como Chat Noir quería salir a flote, una extraña combinación.
— ¿Ya entró a la universidad?
Isabelle vio cómo una perfecta oportunidad hablar sobre el mayor de los Agrestes y así distraer a Adrien, ademas también quería saber que había sido del preadolescente mal encarado que siempre llevaba un libro en mano mientras Adrien, Chloé y ella jugaban de niños en el patio trasero.
— Tienes razón, — sonrió un poco — estudia comunicación, busca ser cineasta.
— ¡¿De verdad?! — Cuestionó emocionada.
— Si... me contó sus planes como director y tiene mucha visión. — Exclamó orgulloso por su hermano.
— ¿Cómo no? — preguntó retóricamente — Era un traga libros. — el rubio rió un poco. — ¿Recuerdas cuando de niños jugábamos muy fuerte nos mandaba a callar?
— Y nosotros hacíamos más ruido para molestarlo más, si... — Recordó con una sonrisa esos viejos tiempos, como extrañaba al rubio mayor.
— Que tiempos... — hablo con nostalgia — ¿Cuándo viene de visita? Quisiera saludarlo.
Adrien suspiró triste antes de decirle la verdad a Isabelle sobre su ex familia perfecta, por su actitud alegre supo inmediatamente que no noto la frialdad en su casa. Nada era como hace años.
— Felix no concurre mucho París desde lo de mi mamá... — dijo con una expresión seria.
Isabelle recordó cuando la madre de Adrien desapareció y como ella fue su soporte emocional por un tiempo. Estuvo con él todo el tiempo. Incluso se regresaron de Rusia para el funeral — en el cual no hubo cuerpo — para apoyar a la familia, esa fue la última vez que se quedó en Paris tanto tiempo.
— Pero eso fue hace mucho... — Trato de no sonar tan insensible, sus situaciones con sus madres eran diferentes por lo que ninguno entendía al otro, era un dolor diferente — Creí que después de que escapó a España y dieron con su paradero volvió a Paris.
El chico negó.
— Siguió en contacto conmigo pero a mi papá no quiere verlo ni en pintura. Sus personalidades chocan demasiado al ser tan iguales, en cambio yo, pues... Le tengo más paciencia. — Levantó los hombros rendido.
Adrien a pesar de que le pego muy duro lo de su mamá sabía que el que recibió el golpe más duro fue su padre y aun lo hacía, solo que no lo dejaba ver, no quería dejarlo solo, era lo único que le quedaba ya que Félix a pesar de que sigue llamándolo de vez en cuando aún se negaba a decirle dónde estaba, no quería que su padre lo encontrara nuevamente.
Ambos se quedaron varios minutos en silencio. Isabelle procesando toda la información y dándole un momento a Adrien mientras que esté se encastraba agobiado por hacer un resumen de la picada que se volvió su vida. Más la ojiazul sin querer verlo desanimado en su primer encuentro cambió drásticamente de tema.
Carraspeó.
— Hey... — Lo llamó — ¿Y si me cuentas del gato y la mariquita?
— Uhh — Levantó la mirada cambiando los aires — ¿Por dónde comenzar? — Se rascó la cabeza pensativo bajo la atenta mirada de la chica — Chat Noir definitivamente es el más guapo, el más fuerte, el más increíble.... — Inició alardeando de sí mismo con una actitud diferente a la de antes.
Pero ante cada palabra que salía de la boca del rubio la pelinegra fruncía más el ceño.
— No puede ser — Isabelle abrió la boca asombrada — Adrien, eres gay.
El chico abrió los ojos dándose cuenta de lo que acababa de decir, tal vez exagero un poco en su descripción. Hasta Plagg negó decepcionado de su portador dentro de su camisa.
El rubio rápidamente se tapo la cara por la vergüenza cubriendo sus mejillas completamente rojas y comenzó a negar rápidamente.
— No, no, no, entendiste mal. Solo soy un gran admirador. — Hablo nervioso.
— ¿Seguro? — Lo miró de forma sospechosa — No hay nada de malo en que lo seas, amor es amor a fin de cuentas.
— ¡No, no soy gay!
— El que hables de un chico en un traje ajustado de esa forma me dice lo contrario.
— Solo... Olvídalo ¿si? — Ambos rieron un poco hasta que el chico recordó a la chica que lograba sacarle grandes suspiros — Ladybug — hablo en un suspiro presentando a la otra superheroína — Ella... es la mejor, la más fuerte, la más lista, la más astuta... la más hermosa.
— Uhh a mi me parece que te gusta. — Hablo pícara haciendo que el chico sonriera tímido y que ella expandiera su sonrisa. — ¡Te encanta!
— Está bien, tal vez tenga un leve crush en ella pero-
— ¿Leve? — Dijo ingenua interrumpiéndolo — Los ojos te brillan cuando hablas de ella.
El rubio rió por la emoción de su amiga e ignoró su comentario anterior siguiendo con la charla profundizando un poco en el tema de los akuma y de Hawk Moth.
Tiempo después llegó Nathalie anunciando que ya era hora de que "La señorita" se fuera y ambos adolescentes se desalentaron pero aún así siguieron con el plan de verse al día siguiente ya sin querer desperdiciar ningún segundo.
Bajaron a paso lento las escaleras encontrándose a sus progenitores saliendo de la oficina del dueño de la mansión Agreste.
El pelinegro le sonrió a su hija en señal de que debían retirarse cuando esté dirigió su atención al rubio que acompañaba a su hija.
— Oh, Adrien que gusto, estás muy grande. — Aludió al chico mientras este lo miraba con los ojos entrecerrados hasta que algo hizo click en su cabeza.
— ¿Anton? — Preguntó con una sonrisa.
— El mismo. — Rió mientras abría los brazos.
— Guau, yo- perdón, no te reconocí al instante. — El modelo se acercó a abrazar al empresario feliz de verlo nuevamente.
Mientras tanto la chica observaba con asombro y felicidad al hombre rubio detrás de su padre, era nada más y nada menos que Gabriel Agreste. Tenía tan buenos recuerdos con él, era un buen hombre, y ella al estar la mayoría del tiempo con Adrien, él también se encargaba de cuidarla.
— ¡Gabriel! — La pelinegra corrió a abrazar al antes nombrado aturdiéndolo por unos segundos tomando una postura rígida. — No pude saludar antes pero me alegra mucho verte.
— Es grato para mi también. — Respondió con seriedad haciendo sentir algo incomoda a la chica.
Se mordió el labio nerviosa y se dirigió a su progenitor evitando silencios incómodos.
Momentos después ambos hombres se despedían al igual que sus hijos para finalmente dejar aquella mansión.
Los Agreste cenaban en silencio, Adrien estaba sorprendido de que su padre después de mucho tiempo estaba comiendo con el en la mesa.
— Entonces... — comenzó queriendo matar el silencio — ¿Te asociaras con el padre de Bella?
Su padre tardó en responder pero finalmente lo hizo con voz frívola, nada fuera de lo común.
— Si, pensábamos en sacar una línea de relojes. — Llevo un pedazo de brócoli a su boca — Esa es la gente con la que deberías codearte Adrien, no tus amigos de la escuela.
— Padre ya hablamos de esto...
Después de ello nuevamente se abrió una discusión padre e hijo arruinando un momento que ni siquiera pudo comenzar.
Ya era de noche e Isabelle y su padre fueron a hospedarse en el Le Grand Paris, el popular y aclamado hotel del alcalde.
Su padre los estaba registrando en recepción cuando de lejos reconoció perfectamente una voz que salía del ascensor.
— ¡Pintaron mi chaqueta naranja! ¡Naranja! — Hizo énfasis en aquel color sonando furiosa — ¡Ni siquiera se acerca al amarillo mostaza, quiero que lo arreglen o una nueva de inmedi-!
No pudo terminar sus reclamos al ver sorprendida a la persona a mitad del lobby de su hotel. Los ojos de la rubia se pusieron en blanco y callo de espaldas siendo atrapada por su mayordomo, pero su dramatismo duró poco puesto que inmediatamente se recompuso y de un salto salió corriendo en dirección a su mejor amiga de la infancia la cual ya la esperaba con los brazos abiertos.
— ¡Eres una- agh te odio! — Le reclamó mientras soltaba varias lágrimas de felicidad — ¡Llegaste tarde! — La siguió abrazando con todas sus fuerzas.
— El vuelo se retrasó, lo siento mucho... — Se disculpó con culpa abrazando a su amiga del mismo modo.
Se habían extrañado mucho. Eran tan contrarías que ninguna sabía cómo es que estimaban tanto a la otra pero eso dejó de importarles desde hace mucho tiempo.
Cuando se separaron la rubia se dirigió rápidamente a abrazar a su "tío" Anton.
— ¡Hola Chloé! — Igual que con Isabelle lo abrazo muy fuerte, contaba como un segundo padre para ella.
Las tres familias desde siempre fueron muy amigas y estuvieron en las altas y bajas desde hace muchos años. Y eran bastante parecidas pues los tres chicos solamente tenían a sus padres mientras que otras personas tomaron el rol de "madre" en su niñez. Con Adrien fue Natalie, con Chloé su mayordomo y con Isabelle su nana que debido a su edad no pudo viajar en avión y llegaría días más tarde a Paris.
— ¿Qué haces Anton? — preguntó con el ceño fruncido la chica al escuchar al trabajador hacerle entrega de dos cuartos al mayor — Mi Isabelle no se quedara en cualquier habitación, estará conmigo. — Tomó de la mano a la anterior nombrada.
— ¿Estas segura? — preguntó a su hija que estaba detrás de Chloé.
Isabelle asintió ansiosa ante la idea y después de ver a su papá suspirar y asentir tomó su maleta y corrió junto a Chloé hasta la suit presidencial.
— Niñas... ¿como decirles que no? — Se dirigió al recepcionista regresándole una llave.
Marinette como siempre iba llegando tarde a la escuela aunque no lo suficiente pues aún habían estudiantes fuera de sus aulas y faltaban varios minutos para que sonara la campana.
En su caminata apresurada hacia su salón, a medio camino visualizó a su amiga Alya junto con Nino hablando animadamente por lo que se les unió.
— ¡Vaya! Aún no suena la campana deberías irte y volver en unos minutos. — Comentó de forma sarcástica la morena al ver llegar a la peliazul.
— Ja ja, — Rió sin gracia — esta vez mi alarma si fue más efectiva. — Sonrió ante el recuerdo de la nueva técnica de Tikki al despertarla por la mañana.
Pero en un santiamen su buen humor matutino se fue al ver en el segundo piso de la institución como su Adrien abrazaba a una chica con un sombrero, por lo cual, no pudo verle la cara.
— ¿Qué está pasando? — preguntó confusa mirándolos directamente haciendo que Niño y Alya voltearan a verse nerviosos. Y al no escuchar respuesta de ninguno volteó a ver de forma seria al moreno — Nino... — amenazó.
— No lo sé, no lo sé ¿okey? — respondió nervioso el chico — Nos la presento muy emocionado y luego siguieron caminando, creo que es la amiga de Chloé.
La ojiazul lo miró sorprendido al igual que a la morena. Le debía cinco euros a Max.
Con mirada decidida y a escondidas se encaminó al segundo piso "sin ser vista" mientras que la pareja de lentes observaba la situación con pena. Aveces Marinette llegaba muy lejos mas ninguno se atrevía a decirle algo.
La de dos coletas siguió escabulléndose persiguiendo a la pareja. En silencio maldecía ese sombrero sobre su cabeza, quería verle la cara a la chica que le estaba robando a su chico.
Al no tener buena visión, cambio de ruta para verlos de frente acercándose poco a poco pero justo cuando estaba por verle la cara a la extraña se tropezó con un estudiante mayor cayendo al piso justo enfrente de Adrien y compañía.
— ¡Marinette! — se arrodillo a auxiliarla. La chica tenía un color similar al cabello de Nathaniel en las mejillas de la vergüenza.
El rubio la ayudó a ponerse de pie y por fin pudo ver de frente a la desconocida.
La pelinegra levantó la vista lentamente debido a su sombrero y sonrió en forma de saludo.
— Marinette, — exclamó sorprendida pero a su vez como si la conociera — ¿Entonces tu eres la chica de la que me ha hablado Adrien, eh? Eres más linda en persona. Mucho gusto, Isabelle Van-Cleef. — Le extendió su mano en forma de saludo dejando a la peliazul sin habla tragando duro.
~ EDITADO
Pueden encontrar a
Isabelle en mi libro
de OC's .
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