01 | Sola
⚠ Advertencia: consumo de alcohol, relación nociva y mención de violación.
"Sola"
Noviembre, 2004.
Tres minutos pueden parecer poco tiempo, pero para Cass, encerrada en ese pequeño y desgastado baño, se estaba convirtiendo en una eternidad. Impaciente, se movía de un lado a otro, con el corazón acelerado, deseando que sus sospechas resultaran ser equivocadas y que todo no fuera más que un simple retraso. Tomó la prueba de embarazo y se sentó en el suelo, rogando que el tiempo pasara más rápido, pero parecía que el universo se burlaba de ella, ralentizando el reloj. Las manecillas del tiempo parecían haberse detenido, intensificando su ansiedad.
Cuando finalmente llegó el momento de su sentencia, respiró profundamente, sintiendo un nudo en el estómago. Con manos temblorosas, revisó la prueba.
-¿P...positivo? -murmuró con la voz entrecortada. Un dolor punzante invadió su pecho y sus ojos se llenaron de lágrimas, que comenzaron a deslizarse por sus mejillas-. No, no, no puede ser... no... por favor, no...
La desesperación se apoderó de ella, una ansiedad que no podía controlar. Abrazó sus piernas y escondió su rostro en sus brazos, llorando en silencio. Su mente corría, tratando de hacer memoria y averiguar en qué momento pudo haber quedado embarazada. No lo entendía, siempre había sido muy estricta con el uso de preservativos... a menos que, tal vez, hubiera sido aquella vez...
☾
No sabía exactamente qué hora era, pero el exterior aún parecía estar envuelto en la penumbra. Quizás apenas iba a amanecer. Su cabeza latía con un dolor punzante, como si alguien la hubiera golpeado con un mazo, y su boca estaba seca, con un regusto amargo que le revolvía el estómago. Entre el mareo y la confusión, lo único que recordaba con claridad era la insistencia de Aaron la noche anterior. Su novio había querido que lo acompañara a beber, y aunque al principio no estaba del todo convencida, terminó cediendo. Ahora comprendía que lo que sentía no era más que una resaca.
Se removió en la cama, buscando la calidez de las sábanas, pero algo la hizo detenerse. Giró la cabeza y vio a Aaron dormido en el extremo opuesto del colchón, boca abajo, con el brazo colgando fuera de la cama. Su respiración era lenta y profunda, completamente ajeno al malestar que la consumía. Intentó incorporarse y fue entonces cuando lo notó: su piel desnuda, expuesta al frío de la mañana. Su corazón dio un pequeño brinco, una sensación extraña recorriéndole. Se apresuró a jalar la sábana y envolverla alrededor de su cuerpo.
Con un suspiro, se dirigió al baño, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies descalzos. Frente al espejo, lo primero que notó fue su rostro cansado, el cabello alborotado y sus labios... estaban hinchados. Pero lo peor no era eso. Al bajar la mirada, también se percató de varias marcas en su piel; chupetones que comenzaban en su cuello, descendían hasta sus senos y terminaban en su vientre. Un escalofrío helado le recorrió la espalda. El asco le subió por la garganta; su reflejo le devolvía una imagen que no reconocía, una versión de sí misma que parecía extraña. Era obvio lo que había pasado anoche; lo sentía en cada centímetro de su piel. Pero lo ocurrido no era algo nuevo. Cass había aprendido a convivir con esa sensación de impotencia, con la resignación de que Aaron tomara lo que quería sin importar su consentimiento. Era repulsivo, sí, pero no la sorprendía. Lo que verdaderamente le preocupaba era ese vacío oscuro, una laguna mental en su cabeza que le impedía conectar aquel momento con el presente... y eso le aterraba.
Sus dedos recorrieron las marcas en su cuello, como si al tocarlas pudiera recordar algo, cualquier cosa. Pero lo único que encontró fue piel sensible y una sensación de vulnerabilidad que le puso la piel de gallina. Justo en ese momento, Aaron apareció detrás de ella, su rostro aún mostraba señales de sueño, pero lo acompañaba una ligera sonrisa de satisfacción. Se acercó lentamente, y la rodeó con sus brazos por la cintura, atrayéndola hacia él con suavidad. Después, inclinó la cabeza para besar con delicadeza su hombro desnudo.
-Buenos días, bebé -murmuró con voz ronca y tranquila. Pero Cass no respondió. Su mirada seguía fija en el espejo, viendo el contraste entre sus expresiones. Él, relajado, complacido. Ella, rígida, agobiada. Aaron notó la seriedad en su rostro, la tensión en su mandíbula y sus ojos oscuros llenos de preocupación. Su sonrisa se torció levemente en confusión-. ¿Y esa carita? -preguntó con una risa suave, quitándole importancia a lo que veía.
-No recuerdo nada de anoche -su cabeza aún latía del dolor-. Aaron... ¿te protegiste, cierto?
Él parpadeó, como si la pregunta lo hubiera tomado desprevenido. Por un instante, la confusión cruzó su rostro, seguida de una leve fruncida en el entrecejo.
-¿Qué?
-Anoche... -Cass giró un poco la cabeza para mirarlo directamente-. ¿Usaste condón, verdad?
-¿En serio me preguntas eso? -dejó escapar una risa, casi nerviosa, mientras deslizaba sus manos por su cintura en un intento de tranquilizarla-. No tienes que preocuparte por eso, bebé. Todo está bien.
Pero ella no se relajó. Algo no encajaba, y aunque las palabras de Aaron eran lo que quería escuchar, no podía deshacerse de la sensación de que algo había salido mal.
☾
Desde ese momento hasta el anochecer, Cass se sumergió en un ciclo de autodesprecio y culpa. El dolor emocional la consumía, y cada vez que trataba de distraerse, su mente regresaba a la misma angustiosa pregunta: ¿Cómo había permitido que esto sucediera? Recostada en la cama, se abrazaba a una almohada, sintiendo cómo las lágrimas empapaban la tela mientras intentaba imaginar lo diferente que sería su vida a partir de ahora. El miedo la tenía atrapada, una sensación sofocante de soledad y vulnerabilidad la asfixiaba.
Cuando el reloj marcaba la cercanía del regreso de Aaron, Cass tomó una decisión. No quería que la viera en ese estado. "Tengo que levantarme", se dijo a sí misma, obligando a su cuerpo debilitado a abandonar la cama. Tenía seguir adelante, aunque en ese momento odiaba la fragilidad que sentía.
Se dirigió a la cocina, decidida a preparar la cena como lo hacía cada noche, esperando que la rutina la ayudara a distraerse de la tormenta emocional en su interior. Abrió el refrigerador y sacó algunas verduras, las colocó sobre la encimera y, con manos temblorosas, tomó un cuchillo de los cajones. Comenzó a cortar los tomates y las zanahorias, intentando concentrarse en la tarea mecánica, pero no podía detener el flujo de lágrimas que empezaban a nublar su visión. El filo del cuchillo brillaba peligrosamente ante sus ojos borrosos, y en un descuido, estuvo a punto de cortarse. El sobresalto la hizo detenerse por un segundo, observando el cuchillo temblar en su mano. Se llevó una mano a la cara, secándose rápidamente las lágrimas, furiosa consigo misma por dejarse llevar por sus emociones justo en un momento tan sencillo, tan cotidiano.
Cass había logrado preparar un simple caldo de verduras, más por obligación que por entusiasmo. Aunque no era una cena elaborada, esperaba que Aaron no se quejara. Temía que él llegara antes de que todo estuviera listo, pero Aaron no apareció a la hora habitual. Pasaron dos horas y Cass seguía sola en la mesa, su mirada fija en el reloj, mientras su pie se movía con impaciencia bajo la mesa. Intentó pensar en razones lógicas para su tardanza, pero otra posibilidad se infiltró en su mente. "¿Y si estaba con otra mujer?" No era una idea descabellada. De hecho, tenía razones de sobra para sospecharlo. No era la primera vez que Aaron le daba indicios de estar con alguien más.
Finalmente, escuchó la puerta abrirse de forma torpe. Cass se levantó rápidamente y, al verlo entrar, su corazón se encogió al notar que estaba algo ebrio. Su andar era descoordinado, y el olor a alcohol llenó el aire cuando se acercó a ella.
-¿Por qué tardaste tanto? -preguntó Cass llena de molestia, cruzándose de brazos.
Aaron soltó un suspiro pesado, exagerado, como si la pregunta fuera una carga demasiado grande para él en ese momento. Se rascó la nuca con desgano, mostrando un gesto de fastidio.
-Bebé... -su voz era inestable, arrastrada por el alcohol-. No... no empieces, no quiero discutir.
Antes de que ella pudiera reaccionar, Aaron la rodeó con un abrazo torpe, su peso recayendo sobre ella con un contacto que se sentía más como una trampa que como un gesto de cariño. Su agarre era insistente, sus brazos apretándola con fuerza, aferrándose a ella. Cass frunció el ceño y trató de apartarlo, presionando sus manos contra su pecho en un intento de poner distancia entre ambos.
-No, Aaron -murmuró Cass, girando el rostro cuando él intentó besarla.
Pero él no escuchó. O, peor aún, decidió ignorarla.
Su agarre se hizo más firme, sus brazos alrededor de su cintura atrayéndola con una urgencia que no correspondía a la suya. Hundió su rostro en su cuello, dejando besos que ella no deseaba. Cass luchó por zafarse, pero él la empujó hacia la encimera, acorralándola entre su cuerpo y la fría superficie. Sus manos descendieron hasta sus glúteos, manoseándola. En otro momento, Cass lo habría apartado con una bofetada, pero esa noche, algo la retenía. No era el miedo, era una mezcla de agotamiento físico y emocional que la dejaba sin fuerzas. Se sentía débil, sin poder hacer nada para detener lo que estaba sucediendo.
Cass sentía que se ahogaba en la rabia. No era la primera vez que se encontraba atrapada en una situación así con Aaron, pero esta vez, algo dentro de ella había cambiado. Sabía que, físicamente, era capaz de apartarlo, de empujarlo o incluso de golpearlo. Pero no podía. Los besos forzados y el toqueteo invasivo la estaban llevando al límite, y con cada segundo que pasaba, su corazón latía con más furia. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, lágrimas que no solo expresaban tristeza, sino un cansancio profundo y un odio creciente hacia él, hacia su situación, y hacia la vida que llevaba. El asco que sentía no solo era por lo que Aaron le estaba haciendo o le había hecho en el pasado, sino por la realidad que no podía negar: el hijo que crecía en su vientre era suyo, de un hombre que ya no amaba y que ahora despreciaba.
En un impulso, su mano se deslizó por la encimera y, sin querer, sus dedos rozaron algo frío, y al instante reconoció la forma familiar del mango de un cuchillo. El mismo que había usado mientras preparaba la cena. Su respiración se aceleró. Sin pensarlo mucho, lo agarró con fuerza; la ira y el instinto de supervivencia tomando el control antes que su mente pudiera detenerla. En un solo movimiento, llevó el cuchillo hasta la espalda de Aaron, presionando la punta afilada contra su piel.
-Suéltame -murmuró Cass, su voz entrecortada, y sus ojos llorosos. Ella temblaba, no de miedo, sino de enojo.
Aaron tragó saliva con dificultad, el nudo en su garganta moviéndose visiblemente. Esta no era "su" Cass. La Cass que él conocía era impulsiva, temperamental. Cuando se enojaba, gritaba, lanzaba cosas, dejaba que su ira explotara. Pero esta Cass... hablaba en un tono gélido y bajo, cortante, que le erizó la piel más que el filo del cuchillo en su espalda. Había algo en su mirada, en la forma en que lo atravesaba con esos ojos llenos de resentimiento, que lo hizo detenerse.
-Bebé... -su voz sonó mucho más sobria de lo que esperaba-, no hagas algo de... de lo que puedas arrepentirte.
-¿Arrepentirme? -soltó una risa amarga, quebrada. Sus lágrimas continuaban deslizándose por sus mejillas, trazando líneas brillantes en su piel-. ¿Tú crees que la que va a arrepentirse soy yo?
Ambos se miraron fijamente. Aaron se mantuvo inmóvil mientras que su amada continuaba amenazándolo con ese cuchillo. Su cuerpo todavía pegado al de ella y la tensión en sus músculos delató su nerviosismo. El filo apenas presionó su piel, no lo suficiente para herirlo, pero sí para que sintiera el peligro real en la situación.
-Bebé... hablemos, ¿sí?
Ella negó repetidas veces con la cabeza, apretando los labios para contener el sollozo que se acumulaba en su pecho, presionando la punta del cuchillo cada vez más contra su espalda. Él estaba seguro de que al menos ya le había dejado una marca. Aaron no encontraba las palabras adecuadas para hacerla soltar el arma, para apelar a su compasión o debilidad, como solía hacerlo. Estaba acostumbrado a manipularla, a jugar con su culpa, a torcer la situación a su favor... pero esta vez no tenía espacio para ello.
-Cass, por favor -titubeó, esforzándose por tranquilizarla-. Suéltalo y hablemos.
La voz de Aaron atravesó la niebla de ira y desesperación que envolvía la mente de Cass. De repente, la realidad la golpeó con fuerza... ¿Qué estaba a punto de hacer? Su corazón se estrujó aún más y el cuchillo se deslizó de sus dedos, chocando contra el suelo con un sonido hueco que resonó en el pequeño espacio de la cocina. Aaron, aliviado por el peligro que había pasado, la abrazó de inmediato, envolviéndola en un gesto que pretendía ser reconfortante. Cass, atrapada en una tormenta emocional, se derrumbó en sus brazos, sollozando sin control. La ironía era brutal: necesitaba consuelo, y el único disponible venía de la misma persona que la había arrastrado hasta ese punto de quiebre.
Aaron, con la mente nublada por el alcohol y aún procesando lo que acababa de suceder, no pudo decir nada. Su respiración era pesada, y su cabeza daba vueltas tratando de entender cómo habían llegado a este punto -como si no fuera obvio que él la había orillado a ese extremo-. Pero Cass, en medio de su llanto, sabía que no podía ocultar más lo que la estaba consumiendo por dentro. Sentía que el nudo en su pecho debía desatarse, aunque las consecuencias la aterraran.
-Estoy embarazada -susurró entre lágrimas, sin levantar la mirada.
-¿Qué... qué dijiste?
Ella se separó de su agarre, secando sus lágrimas mientras intentaba controlar su respiración. No podía creer que lo estuviera diciendo en voz alta, pero no podía seguir ocultándolo.
-Me hice una prueba esta mañana.
Contra todas sus expectativas, la reacción de Aaron no fue de enojo ni sorpresa extrema. En lugar de reprocharle, la rodeó con sus brazos una vez más, acariciando su cabello como solía hacerlo en los raros momentos en que era cariñoso. Ese gesto calmó su llanto por unos instantes
-Está bien, tranquila -suspiró-. Mañana lo resolveremos, ¿de acuerdo, bebé?
Cass asintió, pero apenas si prestó atención a lo que acababa de decir. En su mente, pensó que "resolverlo" significaba hablarlo con más calma al día siguiente. Con ese último intercambio, la noche llegó a su fin. No tocaron la cena; simplemente se dirigieron a la cama en silencio, ambos cansados por el peso del día, especialmente Cass. Su mente, agotada, quería creer que las cosas mejorarían al despertar.
Pero la mañana trajo una realidad más cruel de lo que jamás imaginó. Al abrir los ojos, sintió el vacío a su lado en la cama. Se levantó, buscando en la casa, pensando que tal vez Aaron había salido temprano para trabajar. Sin embargo, el silencio era demasiado profundo, y algo dentro de ella comenzó a inquietarse. Fue entonces cuando notó la ausencia de sus cosas. Varios de sus objetos personales ya no estaban.
Aaron se había ido.
✩
Pasaron uno, dos días y Cass no se presentó al trabajo. Le pesaba la vergüenza, el miedo de que sus compañeros notaran lo rota que estaba. Aunque sabía cómo esconder sus emociones, esta vez sentía que sería imposible engañar a nadie. Durante esos días, apenas comió lo necesario para sobrevivir y se refugió bajo su manta, inmóvil, debatiendo en silencio consigo misma. Una parte de ella consideraba llamar a sus padres y regresar a su pueblo, confesarles lo que había ocurrido, aceptar el fracaso de su relación y enfrentarse a su juicio por estar embarazada a sus veintes. Pero el orgullo y el miedo a la desaprobación la retenían, y al final, decidió que sobrellevaría el embarazo sola. No podía soportar la idea de escuchar los reproches y miradas de decepción.
Por un lado, la soledad traía un extraño alivio. Aaron ya no estaría para lastimarla, ya no tendría que soportar sus desplantes ni sus manos invasivas. No obstante, esa misma soledad era abrumadora, un vacío aterrador que llenaba cada rincón de la casa. Era un dolor constante, un recordatorio de que estaba completamente sola. Vivía en un rancho al que apenas se había mudado, con un entorno extraño y dos únicos amigos que, aunque amables, no compartían su edad. Estaba sola, enfrentando un futuro incierto, con un bebé que crecería sin su padre y con una vida que, de repente, se sentía como un laberinto sin salida.
La noche del tercer día, mientras preparaba un té, fue sorprendida por el sonido inesperado de la puerta. Su corazón dio un vuelco, pensando que podría ser Aaron, pero cuando se asomó con cuidado por la ventana, vio a su patrón, Don Leonardo. Un joven bastante alto, de cuerpo robusto, que a pesar de solo ser dos años mayor que ella, se había ganado el título de "Don" y el respeto de muchos al tomar las riendas del negocio familiar tras la muerte de su padre. Cass dudó en abrir, consciente de que había faltado a sus labores y que probablemente era el momento de enfrentar su despido.
Tomó el pestillo y abrió la puerta ligeramente, lo justo para dejar ver la mitad de su rostro.
-Buenas noches, Cass -dijo Don Leonardo con una sonrisa cálida y amable-. Siento molestar tan tarde.
-No es molestia -respondió ella con voz tranquila, aunque sus emociones estaban muy lejos de la calma-. ¿Se le ofrece algo?
-Sí... -comenzó él, dudando por un momento-. Es que no te has presentado a trabajar, y... bueno...
-Lo sé, lo lamento mucho -suspiró profundamente-. Si ha venido para despedirme, lo entenderé. Pero si me da una oportunidad, mañana mismo me presento.
Don Leonardo sonrió de nuevo, pero esta vez con un aire de comprensión.
-No, no es eso. No estoy aquí para despedirte -aclaró con suavidad-. En realidad, solo me preocupé por ti. Quería saber si te encontrabas bien.
-Ah... -sintió un gran alivio-. Estoy bien, solo me sentí un poco... resfriada.
-Oh, entiendo. Ya empieza a hacer frío, ¿no? -dijo en tono ligero, buscando alivianar el ambiente.
-Sí, supongo.
Ambos permanecieron en silencio por un momento. Al notar que comenzaba a volverse un poco incómodo, Don Leonardo alzó ligeramente su muñeca para consultar su reloj.
-Bueno, no quiero robarte más tiempo. Me retiro -dijo, inclinándose ligeramente mientras se quitaba el sombrero y lo pegaba a su pecho en un gesto de respeto-. Linda noche.
Cass esbozó una pequeña sonrisa a modo de despedida antes de cerrar la puerta con suavidad.
Más tarde, se dirigió a la cama, sintiéndose igual de destrozada que las noches anteriores, pero con un poco más de claridad en su mente. Odiaba sentirse débil y vulnerable, pero no podía permitir que la tristeza la siguiera dominando, y mucho menos ahora que traería un bebé a este mundo. Su mano se posó instintivamente sobre su vientre, en un gesto de protección. Tenía que ser fuerte. No solo por ella, sino por su bebé.
El pensamiento la golpeó con una realidad innegable y dolorosa: tendría que hacerlo sola. Criar a su hijo, enfrentarse al mundo sin un compañero a su lado. Pero quizás, después de todo, era mejor así. Aaron no regresaría, y lo cierto era que ella tampoco quería que lo hiciera.
No lo necesitaba.
Ni a él ni a sus migajas de cariño.
Nunca lo necesitó, y ahora más que nunca, estaba decidida a demostrarse a sí misma que podía salir adelante sola.
ʕ'•ᴥ•'ʔ hola, soy la escritora, Mafer.
Al final decidí incluir las advertencias al inicio de los capítulos (en caso de ser necesario). No tenía pensado hacerlo, pero ustedes así lo pidieron en el canal de Whats 🙏
Y pues eso, gracias por leer 🫂
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