𝟎𝟏. 𝐭𝐡𝐞 𝐭𝐫𝐢𝐛𝐮𝐭𝐞𝐬 𝐟𝐫𝐨𝐦 𝐝𝐢𝐬𝐭𝐫𝐢𝐜𝐭 𝟏𝟐

🩸 ASHES OF WAR... ! ·﹆〻₎∖
━ ━━ chapter one: district 12 ࿐
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LA RISA DE LA DRA. VOLUMNIA GAUL, con su tono macabro y un matiz de locura, resonaba como un eco inquietante en los oídos de cada estudiante. El sonido, tan peculiar como la propia doctora, se filtraba en la atmósfera del Salón Heavensbee, dejando entrever que la jornada en la Academia tomaría rumbos impredecibles bajo la influencia de la mujer y su particular sentido del humor.

────¡Qué tentador es ver tantos jóvenes y brillantes rostros en este auspicioso día! ────habló la doctora una vez que estuvo en el estrado. ────Soy la doctora Volumnia Gaul, su humilde vigilante en jefe de los Juegos a cargo del Departamento de Guerra y Asuntos Relacionados. Salí un momento de mi laboratorio el día de hoy para examinarlos a ustedes, los líderes de la próxima generación. Después de todo, no estaré para siempre. ────y soltó una breve carcajada. ────Y ahora con ese fin, tengo el honor de presentarles al creador de los Juegos del Hambre en persona, el decano, Casca Hightbottom.

Murmullos se extendieron por todo el salón, creando una red de anticipación y especulación. Mientras tanto, Odette permanecía con la mirada fija hacia adelante, aguardando con paciencia a que el decano tomara la palabra.

────Estudiantes seleccionados, facultad y por supuesto Dra. Gaul. ────comenzó. ────Los he convocado a todos aquí para la décima ceremonia anual de la cosecha en la que elegimos a 2 niños de cada distrito para lanzarlos a la Arena del Capitolio para luchar a muerte en los Juegos del Hambre.

────No puedo creer que aún lo dejen hablar en público. ────escuchó a su lado el comentario que Clemensia lanzó al aire.

────Y aquí sentados están los veinticuatro mejores prospectos, quiénes esperan saber los resultados de un largo estudio en esta prestigiosa institución, ansiosos por saber quién ganará el premio Plinth. ────prosiguió, llegando al frente de toda la multitud. ────Sin embargo, estoy aquí para decirles que ha habido un cambio este año, una tarea final para probar su valía porque...los estimados ciudadanos del Capitolio se han aburrido de los juegos y simplemente ya no los ven.

La consternación se reflejó en el rostro de Odette, intensificándose cuando el decano Highbottom anunció el cambio en los criterios del premio Plinth. Ya no se otorgaría al estudiante con las mejores calificaciones, sino al que demostrara ser el mejor mentor de los Juegos del Hambre.

El descontento se manifestó entre algunos estudiantes, siendo Arachne Crane una de las primeras en expresar su queja. Argumentaba que la competencia no era justa, señalando la desigualdad que existía entre distritos, especialmente aquellos tan empobrecidos como el 12, donde los tributos solían enfrentar condiciones tan adversas que morían casi de inmediato al llegar a la Arena.

Aunque el premio Plinth no despertaba un interés apremiante en Odette, consciente de que su futuro ya estaba cuidadosamente planificado y no necesitaba de apoyos adicionales, una chispa de determinación se encendía en su interior. La posibilidad de ganar este reconocimiento se convertía en un desafío personal, un medio para demostrar que era la mejor de su generación.

Y entonces empezaron a repartir a los tributos.

────Les leeré un nombre y después a quién le toca, ¿vale? De acuerdo. El chico del Distrito 1 es para... ────El decano Highbottom examinó el papel con los ojos entornados, intentando enfocarlo. ────Mis gafas ────masculló. ────se me han olvidado. ────Todo el mundo se quedó mirando sus gafas, que ya llevaba puestas, y esperó a que sus dedos las encontraran. ────Ah, eso es. Livia Cardew.

La carita puntiaguda de Livia, la mejor amiga de Odette, se iluminó con una sonrisa antes de alzar un puño al aire, victoriosa, y gritar un «¡Sí!» estridente. Livia tenía una tendencia a regodearse. Como si le hubieran asignado aquel tributo tan goloso por sus méritos y no porque su madre dirigía el banco más grande del Capitolio.

────Ahora, la chica del distrito 1 es para...Odalia Phoenix. ────anunció el decano.

En un giro, Odette volvió la mirada hacia atrás, observando cómo su hermana se acomodaba en la silla, desbordando orgullo por su tributo. En ese instante, sus miradas se cruzaron, y un juego silencioso entre las hermanas se desplegó. La ojiverde, sonriendo con picardía, le guiñó un ojo, tejiendo una burla ligera en la conexión efímera de sus miradas.

La desesperación de Odette y Coriolanus aumentó a medida que el decano Highbottom bajaba a trompicones por la lista y asignaba un mentor al chico y a la chica de cada distrito.

Al cabo de diez años, había acabado por establecerse un patrón: los distritos 1 y 2, mejor alimentados y en mejores términos con el Capitolio, producían más vencedores, seguidos de cerca por los tributos del 4 y el 11, los distritos de la pesca y la agricultura.

Ambos habrían esperado que les tocara uno del 1 o del 2, pero no fue así, lo que a Coriolanus le resultó aún más insultante cuando a Sejanus le asignaron el chico del Distrito 2. El Distrito 4 pasó sin que se mencionaran sus nombres, y su última oportunidad de conseguir un posible vencedor (el chico del Distrito 11) se perdió al recibirlo Clemensia Dovecote, hija del secretario de Energía.

A diferencia de Livia, Clemensia recibió la buena noticia con tacto, y se echó la larga melena negro cuervo por encima del hombro mientras anotaba meticulosamente el nombre del tributo en su carpeta.

────Esto no podría ser peor. ────dijo entre dientes, apretando los puños en la tela negra de su vestido.

La sensación de humillación se apoderaba de Odette, una de las mejores en su clase, al parecer relegada al olvido en medio de los acontecimientos. A pesar de sus habilidades y logros, la falta de reconocimiento en ese momento particular dejaba un sabor amargo.

La competitiva y ambiciosa Odette, acostumbrada a destacar, se encontraba momentáneamente eclipsada, y la frustración latente resonaba en el eco silencioso de su descontento en el salón.

────El chico del Distrito 12 es para Odette Phoenix. ────balbuceó el hombre.

Odette mantuvo una compostura imperturbable, sin revelar gestos o movimientos, mientras las miradas de los demás recaían sobre ella. Su presencia, aunque aparentemente estoica, resonaba en medio de la atención enfocada en la pantalla, donde un chico de cuerpo tonificado y pelirrojo capturaba la atención de todos.

────Y, por último, pero no por ello menos importante, la chica del Distrito 12... pertenece a Coriolanus Snow.

Los dos pupilos brillantes de la Academia estaban acabados.

Los Vigilantes de los Juegos pasaron a la imagen de la desoladora plaza del Distrito 12, donde habían erigido un escenario temporal, ahora lleno de agentes de la paz, justo frente al Edificio de Justicia. El alcalde Lipp, un hombre achaparrado y pecoso con un traje completamente pasado de moda, estaba de pie entre dos sacos de arpillera. Metió la mano hasta el fondo en el saco de su izquierda, sacó un trozo de papel y apenas lo miró.

────La tributo del Distrito 12 es Lucy Gray Baird ────dijo al micrófono.

La cámara barrió la multitud de rostros grises y hambrientos, vestidos con prendas grises e informes, en busca de la tributo. Hizo zoom en una zona en la que había movimiento porque las chicas se apartaban de la desafortunada elegida.

El público murmuró, sorprendido, al verla.
Lucy Gray Baird permanecía muy erguida, con un andrajoso vestido de volantes multicolores que en algún momento tuvo que haber sido precioso. Llevaba el pelo suelto, como si no conociera lo que es un cepillo. Su colorido conjunto llamaba la atención, como una mariposa deslucida en un campo de polillas. No se dirigió directamente al escenario, sino que se dedicó a pasearse entre las chicas de su derecha.

Sucedió deprisa. Metió la mano en los volantes de la cadera, algo de color verde chillón y en movimiento pasó de su bolsillo al cuello abierto de la blusa de una sonriente pelirroja, y la tributo se alejó con un susurro de su falda. La atención pasó a la víctima, cuya satisfacción se tornó en horror; entre chillidos, cayó al suelo sacudiéndose la ropa. El alcalde empezó a gritar. Y, de fondo, su agresora seguía paseándose entre la gente, todavía camino del escenario, sin volver la vista atrás ni una vez.

El Salón Heavensbee cobró vida, todos dándose codazos y Corionalus se levantó rápidamente de su asiento. Odette no podía describir la expresión en el rostro de su compañero.

Cuando Lucy Gray subió al escenario, el aval de la abofeteó, generando una sacudida en el Salón Heavensbee. Un agente intentó intervenir para ayudarla, pero ella pidió que la dejaran ahí, desafiante y firme en medio de la impactante escena.

La elección de Lucy Gray de permanecer en el escenario añadía un elemento de valentía y determinación en un momento que, sin duda, dejaría una marca imborrable en los recuerdos de los presentes en la Academia cuando la chica comenzó a cantar.

────No puede ser. ────murmuró Clemensia. ────Parece una artista circense.

────Seguro es una trampa, su nombre no estaba en ese papel. ────añadió ella, pensando que quizás Lucy Gray sólo había sido un peón en un juego más grande que ella.

You can't take my charm.
You can't take my humor.

Can't take my wealth
'cause it's just a rumor...

La voz de la tributo resonaba de manera cautivadora, tan impactante como su vestido colorido y la letra de su canción. En ese instante, Odette comprendió que Lucy Gray Baird no era simplemente una competidora; era un regalo estratégico para Coriolanus Snow. El vestido, la serpiente y la canción se entrelazaban como elementos clave que auguraban el éxito de los Juegos de ese año.

A pesar de este desafío inesperado, Odette, decidida y competitiva, no se daría por vencida. Se propuso sacar lo mejor de su tributo, enfrentándose a la intriga y la competencia que Lucy Gray había traído consigo en la cosecha.

Con la pantalla en negro y la cosecha concluida, el aroma tentador de pan recién horneado, cebolla y carne inundó las fosas nasales de cada estudiante y mientras Odette se levantaba de su asiento y ajustaba la tiara, tratando de disimular la sensación de humillación al recibir al chico del distrito 12, Coriolanus desplegó toda su disciplina para no precipitarse hacia la comida.

────¡Qué afortunados son ustedes 2! ────exclamó Odalia en un tono burlesco, acompañada de Arachne y 2 estudiantes más. ────¿Cómo pretenden ganar con tributos del Distrito 12?

Los labios de Odette temblaban, a punto de pronunciar palabras que reflejarían su impotencia frente a la actitud de su hermana. Coriolanus captó la tensión en el rostro de Odette y, levantándose de su silla, se colocó frente a ella, tomando la palabra en su nombre.

────Escuchaste lo que dijo el decano Highbottom, no sólo ganar es todo...les aseguro que nuestros tributos darán un show inolvidable. ────respondió acomodándose los bordes de la manga de su camisa.

────¡Oh no! ¿Eso es franela? ────preguntó Odalia, fijándose en los botones de la camisa de Coriolanus.

────¿No crees que es mejor que acompañes a Persephone por un poco de comida?────intervino la castaña. ────Escuché un rumor de que en la guerra tuvo que comer carne humana...y no querrán que le de hambre y recurra al canibalismo de nuevo, ¿o sí?

El grupo de Odalia se horrorizó al escuchar esas revelaciones, pero habilmente ocultaron sus expresiones de asco ante la presencia de la propia Persephone, quien mantenía la cabeza agachada, sintiendo vergüenza por lo expuesto.

Sin pronunciar una palabra más, el grupo se retiró, dejando solos a Odette y Coriolanus.

────No tenías que hacer eso. ────sentenció la castaña, clavando sus ojos marrones en los ojos azules del chico.

────Bueno, quizás no tenemos tributos profesionales, pero podemos sacar un buen espectáculo de ambos. ────sugirió. ────Deberíamos ser aliados, nos vendría muy bien a ambos.

El rubio extendió su mano, y Odette lo miró indecisa por algunos segundos. Finalmente, entrelazó la suya con la de él, sellando así un pacto entre ambos.

Odette comprendía que Coriolanus, con su aguda inteligencia, podría brindarle valiosa ayuda, especialmente siendo ella una persona de personalidad tímida y sin experiencia en cómo acercarse a su tributo.

Por su parte, Coriolanus tenía claro que Odette, con su determinación, representaba una opción sólida. Aunque no ganara los juegos, podía optar por su segunda alternativa: casarse con ella y así salvar a la dinastía Snow de la inminente ruina.

────¿Vamos a comer? ────preguntó el chico, tratando de ocultar el hecho de que su estómago rugía por un trozo de comida.

────Claro. ────respondió ella con una diminuta sonrisa en su rostro.

Odette y Coriolanus aguardaban en la fila, esperando su turno para recibir la comida en los platos de borde dorado con el sello distintivo de la Academia.

Mientras tanto, ella jugaba nerviosamente con sus dedos debajo del plato, ocultando su incomodidad en lugares concurridos. Aunque sabía disimularlo, no era una admiradora de las multitudes. Él, por su parte, se mantenía allí, conteniendo la saliva que le llenaba la boca al percibir el irresistible aroma de la comida.

────Necesito ir al baño, ¿podrías servirme la comida, por favor? ────preguntó Odette, tratando de lucir lo más calmada posible.

El joven reaccionó, llevando su mirada a Odette y asintió con la cabeza.

────Claro, yo buscaré asientos para ambos.

Luego, tomó su propio plato y procedió a servirle del bufet a ella.

Odette se apresuró a salir del salón, sintiendo un inmenso alivio al encontrarse en el pasillo vacío, dejando atrás la sensación de claustrofobia en su pecho. Se encaminó hacia el baño, donde se quedó un par de instantes mirándose al espejo, cuestionándose si sería lo suficientemente capaz de superar a su hermana como mentora.

Al regresar al salón, al intentar abrir la puerta, se percató de que Coriolanus estaba en una conversación aparentemente normal con el decano Highbottom. Sin embargo, la aparente normalidad se desvaneció cuando el decano le preguntó qué haría si no ganaba el premio, y Coriolanus comenzó a tartamudear, mencionando algo sobre pagar la matrícula, aunque no parecía seguro de sus propias palabras. La incertidumbre en su respuesta añadía un matiz intrigante a la conversación que estaba teniendo.

Odette permaneció escuchando la conversación con la puerta medio entreabierta, rogando que nadie la descubriera. Aunque no era alguien que disfrutara entrometiéndose en asuntos ajenos, no pudo evitar resistirse a la tentación de escuchar lo que se estaba discutiendo. La curiosidad superaba su deseo de privacidad en ese momento, sumergiéndola en el conflicto entre lo ético y el ansia de conocer más.

──── Ah, ¿sí? ────El decano rio. ────Mírate, con tu camisa remendada y tus zapatos apretados, intentando mantener las apariencias. Pavoneándote por el Capitolio, cuando a los Snow no debe de quedarles ni una escupidera. Incluso con un premio, ya sería complicado, y todavía no tienes ninguno, ¿verdad? ¿Qué pasará contigo entonces? ¿Eh? ────Coriolanus no pudo evitar mirar a su alrededor para ver quién más había oído aquellas horribles palabras, pero casi todos charlaban sentados a la mesa y Odette cerró la puerta para evitar que la viera. ────No te preocupes, nadie lo sabe.

La chica se pasó las manos sobre la tela fina de su vestido, se acomodó la tiara y entró al salón, dirigiéndose hacia los dos hombres. Mientras se acercaba, notó en el rostro de Coriolanus la humillación e impotencia que sentía ante lo que el decano le había dicho con anterioridad.

────Decano Highbottom. ────saludó inclinando ligeramente la cabeza.

────Señorita Phoenix, qué gusto verla. ────habló el hombre con los ojos legañosos, aunque habían perdido el aspecto vidrioso de la mañana. ────Debe estar sorprendida del tributo que le ha tocado al igual que el joven Snow.

Odette fingió una sonrisa y luego entrelazó su brazo con el de Coriolanus, contribuyendo a que el chico recuperara su compostura.

────Lo estaría, pero Coriolanus es una persona brillante y sé con certeza que ganará estos juegos. ────habló mientras miraba al chico y la sonrisa permanecía en su rostro. ────¿Quién más sería merecedor del premio Plinth? ¿No lo cree usted, decano Highbottom?

────Claro. ────respondió en un tono seco. ────Bueno, disfruten la tarta, muchachos.

El decano se alejó sin molestarse en llevarse un pedazo de tarta para él.

Coriolanus lo siguió con la mirada, sintiendo una furia tan intensa que casi se dejó llevar por el impulso de soltar el postre que sostenía en su mano derecha y huir de allí. Sin embargo, en ese momento crítico, Odette reforzó su agarre en el brazo de Coriolanus, actuando como un ancla que calmó sus emociones.

────Vamos a comer. ────murmuró Odette. ────Podemos hablar de esto más tarde.

────No quiero volver...────sentenció él, tratando de dejar el plato de vuelta en el carro.

Ella puso su mano sobre la de él, impidiendo que volviera a dejar el plato sobre el carro, y luego lo miró. Coriolanus la observaba con el ceño fruncido, incapaz de concebir la posibilidad de que Odette hubiera escuchado su conversación anterior.

────Tienes que comer, Coriolanus. ────le dijo de una manera autoritaria.

El chico se quedó perplejo y simplemente caminó a un lado de ella hacia la mesa, donde se unieron a la conversación entre Clemensia y un par de estudiantes más.

Mientras Odette comía, podía percibir por el rabillo del ojo que Coriolanus hacía todo lo posible por disimular su deseo evidente por cada uno de los platillos. Aunque intentaba ocultarlo, su hambre no pasaba desapercibida para Odette, quien era experta en notar detalles que otros pasaban por alto.

En ese momento, se dio cuenta de una intención interna de ayudar a Coriolanus a ganar los Juegos del Hambre, pues parecía necesitarlo genuinamente. No entendía completamente de dónde surgía esa intención, pero tal vez era el hecho de que consideraba que los demás compañeros eran indignos de un premio como ese.

La semilla de una alianza y un extraño sentimiento se estaba gestando en el corazón de Odette.







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