𝟎𝟎. 𝐭𝐡𝐞 𝐚𝐜𝐚𝐝𝐞𝐦𝐲

🩸 ASHES OF WAR... ! ·﹆〻₎∖
━ ━━ chapter zero: the academy ࿐
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EL BRILLO DORADO DEL CEPILLO serpenteaba a través de los mechones castaños de Odette con una suavidad casi hipnótica, mientras ella se perdía en el reflejo que devolvía el espejo. En el fondo de sus ojos danzaba una diminuta sonrisa, una chispa de emoción que revelaba la anticipación palpable que llenaba el aire en ese día crucial.

El sol se filtraba por las cortinas color grisáceas, iluminando la habitación donde Odette se preparaba para enfrentar la ceremonia de la cosecha en la venerada Academia. Cada trazo del cepillo era un ritual, una preparación meticulosa para el evento que marcaba el destino de muchos. Su vestido negro con bordado dorado, elegante y a la vez reverente, abrazaba su figura con gracia, recordándole la solemnidad que requería esta jornada.

En el silencio de su cuarto, resonaban sus pensamientos mientras se ajustaba cada detalle. La Academia aguardaba, un escenario de expectación y nerviosismo, pero Odette estaba decidida a llevar consigo no solo la elegancia en su atuendo, sino también la fortaleza que emanaba de su interior. En cada movimiento y gesto, se entretejía la promesa de un día que cambiaría la vida de las personas de los Distritos e incluso la suya.

────Serás la más hermosa de la Academia, mi niña. ────le aseguró su Nana, quién en realidad era una mujer de edad avanzada que sus padres habían traído del distrito 3.

────Gracias Nana. ────se limitó a murmurar.

Aunque su corazón albergaba una pesarosa compasión por los habitantes de los distritos, también reconocía la necesidad de restringir sus emociones. En ese intrincado juego de apariencias, era consciente de que expresar abiertamente su simpatía podría pintarla como una amenaza a ojos del Capitolio.

Así, en el silencio forzado de sus pensamientos, tejía una red de precaución para resguardar su propia supervivencia en un mundo donde las palabras podían ser tan peligrosas como los actos.

────"zzzz" ────Ethan, el hermano menor de Odette, entró corriendo a la habitación, jugando con aviones que su padre le había comprado recientemente. ────¡Ataquen! ────exclamó, como si los días de la guerra fueran algo de que burlarse.

────¡Ethan, basta! ────gritó la mayor.

El menor, deteniéndose con una vergüenza inherente, cruzó sus manos detrás de la espalda, inclinando la cabeza en un gesto de sumisión. Aunque de los tres hermanos, era él que parecía envuelto en una sutil atmósfera de privilegio, la realidad era que la verdadera maestra de la arrogancia y la espera con ansias de tragedias era Odalia, la hermana del medio.

Con ojos esmeralda que destilaban una mezcla de desdén y anticipación, Odalia aguardaba los Juegos del Hambre como si fueran su propia celebración personal. En su mente, aquellos a los que consideraba traidores merecían encontrarse con la muerte en la arena. Una perversa excitación titilaba en su rostro cada vez que la televisión transmitía la brutal competencia, revelando una oscura fascinación por el sufrimiento ajeno.

────Voy a acusarte con papá. ────amenazó, poniéndose una tiara de piedras preciosas sobre la cabeza. ────No puedes estar irrumpiendo en mi habitación de esa forma.

Odette se levantó el asiento acolchado de su tocador, avanzando con paso firme hacia la posición de su hermano. Su mirada, impregnada de una autoridad palpable, se posó sobre él como un manto de poder que pretendía imponerse sin palabras.

────Discúlpate con Nana, sabes que perdió a toda su familia en la guerra y es un tema sensible para ella.

────Lo siento, Nana. ────balbuceó el menor.

────Descuida, Ethan. ────dijo la mujer. ────Odette, creo que es hora de que te vayas o llegarás tarde a la ceremonia.

────Cierto.

La castaña se agachó, descendiendo con gracia hasta quedar en cuclillas, y depositó con ternura un beso en la frente de su hermano. Un gesto de afecto que revelaba la dualidad de su naturaleza: entre la autoridad que ejercía y el amor que no dejaba de expresar por el más pequeño de la familia. Al incorporarse, sus labios encontraron la mejilla de su segunda figura materna, su "nana", en un acto de reconocimiento por la dedicación y cuidado constante que le brindaba día con día.

────¡Me voy, nos vemos para la cena! ────exclamó, saliendo al largo pasillo de la casa.

Con movimientos sigilosos, como una sombra ansiosa por escapar de su enrevesada realidad, Odette abandonó la habitación.

Cada paso resonaba en la quietud de la casa, una danza discreta que buscaba eludir la espera de una madre vanidosa inmersa en su propio ritual de preparación.

La impaciencia por llegar a la Academia la impulsaba, convirtiendo cada puerta cerrada en una barrera que debía sortear con destreza y astucia. El anhelo de ese momento en la Academia, lejos de la opresiva atmósfera hogareña, resonaba como un latido urgente en su pecho.

Las calles de la ciudad se extendían desoladas, una aparente calma que apenas disfrazaba las secuelas de la devastación. Aunque el flujo de personas había regresado, los escombros persistían como el recuerdo de un pasado que se resistía a ser olvidado. Edificios, antes majestuosos, permanecían como escombros de su antigua grandeza, sus estructuras tan fracturadas como en los primeros días de la guerra.

A pesar de que habían transcurrido ya diez años desde el conflicto, Odette aún debía sortear montones de escombros en las aceras, rodeando fragmentos de mármol y granito para abrirse paso hacia la Academia.

Internamente, agradecía la fortuna de no pertenecer a una de esas dinastías adineradas que habían perdido todo en la guerra, ahora reducidas a esforzarse por obtener un simple sustento. Su familia, aunque no exenta de desafíos, no compartía la cruda realidad de aquellos que se esforzaban por alimentarse con lo mínimo.

"Los Phoenix siempre renacen de sus cenizas." repetía el lema de su familia que hacía referencia a aquella ave tan encantadora.

En un parpadeo, Odette se encontró atravesando la entrada adornada con pendones negros que marcaban el camino hacia el Salón Heavensbee. El bullicio de la bienvenida resonaba en el aire, con alumnos entrelazando cumplidos y compartiendo inquietudes sobre el bienestar de sus familias.

Entre los pequeños grupos de estudiantes que tejían la trama social del momento, Odette avanzó con una elegancia medida hasta llegar a la tarima central. Allí, en un crisol de autoridades y expectativas, Satyria ocupaba un lugar destacado junto a profesores y responsables de los Juegos. El palpitar de la emoción y las conversaciones animadas se arremolinaban a su alrededor, creando una atmósfera cargada de anticipación por lo que estaba por venir.

La castaña carraspeó suavemente, un gesto casi imperceptible que capturó las miradas del grupo en la tarima. La sorpresa titiló en los ojos de quienes la observaban al reconocerla de inmediato.

────¡Ahí está mi pupila estrella! ──── exclamó la profesora con entusiasmo. ────El diamante en bruto del Capitolio, siempre tan elegante.

Odette respondió al comentario de Satyria con una inclinación de cabeza, pero no pudo evitar percibir el ligero aroma a alcohol que se iba impregnando en el atuendo de la mujer.

────¿De dónde son? ────preguntó tocando cuidadosamente las piezas de oro incrustadas en la tela del vestido de Odette alrededor de su cuello.

────Fueron extraídos de una mina del Distrito 12. ────contestó con un tono encantador. ────Regalo de mi padre.

────¡Vean esto, son preciosos!

Un susurro colectivo de admiración se desató cuando los ojos de los presentes se posaron en los pequeños destellos dorados que adornaban la figura de Odette. La riqueza palpable de la casa de los Phoenix se manifestaba en cada fragmento de oro que la castaña llevaba consigo. Las murmuraciones, cargadas de envidia y fascinación, danzaban en el aire del Salón Heavensbee como una melodía de halagos y anhelos.

Entre el bullicio, los comentarios se multiplicaron, formando una sinfonía de elogios hacia la ostentosa opulencia de la familia Phoenix. La magnificencia de aquellos pequeños pedazos de oro no solo hablaba de la riqueza material, sino también de un estatus social que se desplegaba con elegancia en el escenario de la Academia.

Mientras los murmullos persistían en torno a su atuendo, Odette exploraba con su mirada cada rincón del Salón Heavensbee.

Sin embargo, su atención se detuvo abruptamente cuando sus ojos marrones se toparon con la entrada de un nuevo alumno. La figura alta y esbelta de Coriolanus Snow se perfilaba en el umbral, vistiendo con elegancia unos pantalones negros, botas a juego y una camisa crema, rematada por una prenda negra que le confería un aire distinguido.

Sin ser consciente del destello en sus propios ojos, Odette se vio cautivada por la presencia del heredero de la casa Snow. La mera llegada de Coriolanus había desviado su atención de la charla sobre su atuendo, revelando una fascinación momentánea por el recién llegado.

El encanto de Coriolanus Snow había envuelto a Odette de tal manera que apenas percibió que él venía del brazo de Clemensia Dove. Fue solo cuando ambos se separaron y Coriolanus ascendió a la tarima que la realidad la alcanzó. Un brillo de sorpresa cruzó su rostro, aunque Odette, siempre hábil en el juego de las apariencias, disimuló su asombro al girarse de nuevo hacia el grupo de profesores.

Fingiendo risas ante la última frase de la conversación: "Bueno, le dije, siento lo de su peluca, pero fue usted el que insistió en que llevara un mono."

────Ah, Coriolanus. ────dijo Satyria arrastrando las palabras mientras le hacía señas para que se acercara. ────Aquí está mi otro pupilo estrella.

Coriolanus, con la elegancia característica, obsequió el consabido beso en la mejilla a la profesora antes de dirigirse hacia Odette. Ella, en respuesta, le dedicó una ligera sonrisa, pero cuando él se acercó para besar su mejilla, la sutileza del gesto se vio acompañada por un breve instante de tensión.

El aroma de rosas, impregnado en el perfume de Odette, envolvió los sentidos de Coriolanus por unos efímeros instantes, creando una conexión fugaz entre ellos que quedó suspendida en el aire como una melodía que solo ellos pudieron percibir.

────Una camisa preciosa. ¿De dónde la has sacado? ────cuestionó la profesora, alejándose para examinar a su alumno.

Él se miró la prenda como si le sorprendiera su existencia y se encogió de hombros, como si fuera un joven con opciones ilimitadas.

────Los Snow tenemos armarios con mucho fondo ────respondió alegremente. ────Intentaba conseguir un aspecto respetuoso pero festivo.

────Y lo has conseguido. ¿Qué son esos ingeniosos botones? ────volvió a preguntar mientras tocaba uno de los cubos del puño. ────¿Teselas?

────Ah, ¿sí? Bueno, eso explica por qué me recuerdan al baño de la doncella. ────respondió él, lo que provocó las risas de los amigos de la profesora.

El ceño fruncido de Odette revelaba la tormenta de pensamientos que la asediaba.

Noches atrás, se había sumido en la inquietante pregunta sobre el estatus actual de la familia Snow. Los murmullos de su Nana, mencionando haber visto a Tigris, la prima de Coriolanus, en el mercado negro, habían sembrado semillas de duda en su mente.

Coriolanus, astuto y perceptivo, notó la sombra que cruzó el rostro de Odette y con la maestría de quien conoce el arte de la distracción, decidió desviar la atención y dispersar los pensamientos que amenazaban con inundar la mente de la chica.

────Un vestido precioso. Es nuevo, ¿verdad? ────se dirigió a su compañera de clase.

Una punzada de celos se apoderó de Coriolanus al contemplar la nueva prenda de Odette, especialmente al percatarse de los destellos de oro que la adornaban con opulencia. Mientras él se veía limitado a unas botas que le apretaban incómodamente y su prima, en un gesto de pragmatismo, había tenido que arreglarle la vieja camisa de su padre.

────Sí, mi madre lo encargó especialmente para la ocasión. ────respondió. ────Por ser el décimo aniversario y tal.

El contraste entre la elegancia de Odette y sus propias limitaciones vestimentarias avivaba el fuego de la envidia en el pecho de Coriolanus. A pesar de su habilidad para disfrazar emociones, la sensación de estar en una posición inferior resonaba en su mente.

────Es muy elegante. ────admitió Coriolanus.

Reconociendo la verdad en que no hacían mal equipo, Coriolanus, deseando contrarrestar la sombra de la envidia que lo perseguía, extendió su brazo hacia Odette con una mezcla de elegancia y cortesía. Una invitación silenciosa a dejar atrás la tarima y unirse a otros alumnos, como si el gesto pudiera disfrazar la necesidad urgente de mejorar su situación económica.

El ofrecimiento de su brazo era más que un simple acto de compañía; era un juego de apariencias, un intento de alinear la imagen de ambos en el escenario del Salón Heavensbee.

Juntos, descendieron de la tarima y se unieron al grupo de Arachne Crane, quien vestía un abrigo de piel blanco y una camisa de cuello largo negra que hacía juego con su labial rojo.

Él sonrió al darse cuenta de que su plan había funcionado y el vestido de Odette había desviado la atención de la camisa suya.

────Sólo los vulgares comen con los dedos, Félix. ────comentó un alumno. ────¿Acaso papi no te enseñó modales?

────Lo hubiera hecho si no estuviera tan ocupado dirigiendo al país. ────respondió llevándose otro pedazo de pan a la boca. ────Miren esa aberración.

La presencia de Sejanus Plinth, el asistente de la profesora Agrippina Sickle, captó la atención de los cuatro, quienes se giraron hacia la izquierda en un gesto unificado.

────¿Quién hubiera pensado que podías comprar tu entrada al Capitolio? ────añadió con un desprecio que era bastante notorio.

Sejanus Plinth, destacando en la elegancia de un traje gris oscuro, llevaba consigo un aura de refinamiento que se veía acentuada por una camisa blanca deslumbrante y una corbata de cachemira. La indumentaria, moderna y pulcra, se ajustaba a su figura alta y angulosa, conferiéndole un porte distintivo.

La riqueza que envolvía a Sejanus tenía sus raíces en el posicionamiento de su padre, un fabricante del Distrito 2 que había tomado partido por el presidente. La fortuna amasada a través de la producción de municiones le otorgó a la familia Plinth una vida en el Capitolio. Disfrutaban de los privilegios reservados para las familias más antiguas y poderosas, frutos de generaciones de influencia.

La presencia de Sejanus como un alumno proveniente de los distritos en la Academia era inusual, pero su ingreso había sido posible gracias a la generosa donación de su padre, que contribuyó significativamente a la reconstrucción de la escuela tras la guerra.

────Pero la clase no se compra, ¿viste el vestido de su madre?

Arachne enarcó una ceja con un gesto deliberado, elevando su copa de vidrio con una expresión que parecía llevar consigo un mensaje no verbal.

────Perdón, de su "Ma".

────Pues aunque la mona se vista de seda, mona se queda. ────Coriolanus tomó la palabra.

────No hagas eso, todos sabemos que Sejanus te cae bien.

────No me cae bien, Arachne, sólo lo tolero, eso es distinto. ────recalcó.

Odette guardó silencio, observando con atención, hasta que notó que Sejanus se aproximaba al grupo. Su figura, manos en los bolsillos del pantalón, sugería una despreocupada confianza mientras avanzaba.

────Guarden silencio, ahí viene. ────susurró y el ambiente que rodeaba a los cinco chicos se volvió silencioso.

────¡Sejanus, llegas a tiempo! ────dijo el de rizos.

────Por supuesto, ahora que voy a graduarme, nos mudamos más cerca de la escuela. Una sincronización perfecta, como siempre. ────Sejanus era consciente de que sus compañeros no lo querían, pero eso no lo derribaba, al contrario, le daba más fuerzas.

────¿Adónde? ────preguntó Coriolanus, receloso.

────A algún sitio del Corso. Dentro de poco sacarán a la venta muchas de esas viviendas tan lujosas. Los propietarios no pueden permitirse los impuestos o algo sí, según me contó mi padre.

────En el Capitolio no se pagan impuestos por las propiedades. Eso solo pasa en los distritos. ────argumentó Odette, acomodándose la tiara.

────Es una ley nueva. Para recaudar dinero con el que reconstruir la ciudad.

La mirada de Odette se deslizó de soslayo hacia el rostro de Coriolanus, y en ese instante, notó un cambio repentino. El semblante del chico palideció de manera instantánea, como si las palabras de Sejanus hubieran disparado una preocupación latente. Un misterio se dibujaba en la reacción de Coriolanus, y Odette, aguda como siempre, intuyó que algo en las palabras de Sejanus había tocado una fibra sensible en su compañero.

────¿Estás bien? ────le preguntó, desconcertada. ────Parece que viste un fantasma de lo blanco que estás.

────Creo que es el olor de la posca. ────respondió tras recuperar la compostura. ────Me revuelve el estómago. Vamos a sentarnos.

Odette asintió con la cabeza en señal de conformidad, marcando el final del breve encuentro del grupo. Los alumnos se dispersaron por el salón en distintas direcciones, cada uno sumiéndose en las dinámicas propias en el salón.

La castaña eligió un asiento estratégico a la izquierda de Coriolanus y a la derecha de Clemensia. Aunque aparentemente inmersa en la charla con su amiga, no pudo evitar captar fragmentos de la conversación entre Sejanus y el heredero de los Snow. La información de que no habría premio ese día se filtró como un susurro intrigante en la atmósfera del lugar.








━━━  : AUTHOR'S NOTE...
WELCOME TO ANDY'S PLACE

¡Hola a todos!
Espero estén teniendo un bonito fin de semana.

Ando muy emocionada y es por eso que quise traerles el "prólogo" de Ashes of War.

Si pudieron darse cuenta estaré mezclando la película y el libro para que no se espanten.

Gracias por leer y comentar.





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