𝗢𝗢𝟮. disasters

chapter two !
desastres 💥
vol. 1 — apocalypse


Mi cabeza estaba dando mil vueltas, de verdad aún no me creo el hecho de que Cinco está frente a mí, después de tantos años y lo más raro de todo es que tiene el cuerpo de un niño de trece años, esa es la edad en la que desapareció. Todos estábamas confundidos, él regresó como si nada y ahora está preparándose un sándwich de lo más tranquilo.

— ¿Qué fecha es hoy? La fecha exacta —murmuró mientras tomaba los malvaviscos.

— 24 —respondió Vanya de inmediato.

— ¿De qué?

— Marzo.

Él asintió pensativo. — Bien.

Tenía tantas preguntas pero no podía pensar con claridad, estaba distraída hasta que la voz de Luther me obligó a mirarlo. — ¿Y vamos a hablar de lo que pasó? —Cinco se quedó en silencio, lo único que se escuchaba era el sándwich que se estaba preparando — Han pasado diecisiete años.

Resopló, acercándose a nuestro hermano. — Pasó mucho más tiempo que eso —se teletransportó para agarrar los malvaviscos.

— No extrañaba eso —murmuró Luth.

— ¿A dónde fuiste? —preguntó Diego sin mirarlo.

— Al futuro —respondió con simpleza — . Y es una mierda, por cierto.

Klaus nos miró a todos con una sonrisa triunfadora en el rostro. — Se los dije.

Cinco suspiró. — Debí hacerles caso —alzó la mirada hacia mí — . A ti y al viejo. Viajar en el espacio es una cosa, pero viajar en el tiempo es una lotería —él frunció el ceño mirando a Klaus — . Linda falda.

Mi hermano sonrió agradecido. — Oh, Danke.

— Espera, ¿cómo volviste? —preguntó Vanya, aturdida de la situación.

— Al final tuve que proyectar mi consciencia hacia una versión suspendida y en estado cuántico de mí mismo que existe en cada posible instancia de tiempo —explicó, dejando a todos confundidos, incluso a mí, que manejo el tiempo.

— Eso no tiene sentido —musitó Diego, con la mirada pérdida en el suelo.

— Si fueras más listo, lo tendría —respondió y de inmediato coloqué mi mano en el pecho de mi hermano para evitar que lo estrangule.

— ¿Cuánto estuviste ahí?

Él le dio una rápida mirada a Luther. — Cuarenta y cinco años. Más o menos.

Dejé caer mi espalda en el respaldo de la silla. Me negaba a creer que estuvo tantos años solo, varado en el tiempo. Y la culpa volvió a invadirme, si lo hubiera intentado más veces, si hubiera sido más insistente, tal vez ahora Cinco tendría nuestra edad. Lo miré, aún perpleja por su confesión. — ¿Dices que tienes... 58? —cuestioné, frunciendo los labios.

Él me miró, formando una sonrisa burlona en sus labios. — No, mi consciencia tiene 58. Mi cuerpo, al parecer, tiene 13 otra vez —mencionó, tomando su sándwich y dándose la vuelta.

— Pero, ¿cómo puede ser eso?

— La ecuación estaba mal —susurré, haciendo que Cinco me volteara a ver con la ceja enarcada.

Ladeó levemente su cabeza y volvió a girarse hacia nosotros. — Es lo mismo que Delores me insistía. Ahora debe estar riéndose —¿Delores? ¿Había una mujer? ¿Estuvo con una mujer? De acuerdo, ahora sí tenía más preguntas — . Me perdí el funeral —salí de mis pensamientos al escuchar nuevamente su voz, él ahora tenía el periódico en su mano justo en la portada donde estaba la noticia del fallecimiento de nuestro padre.

— ¿Cómo sabías eso?—la pregunta de Luther realmente era absurda después de todo lo que habíamos hablado.

Cinco lo miró incrédulo. — ¿Qué parte del "futuro" no entendiste? Un infarto, ¿eh?

— Sí.

— No.

Rodé los ojos al escuchar a Luth y su ridícula idea de que matamos a papá. No quería decírlo pero era un idiota por pensar eso.

El ojiverde se encogió de hombros. — Bueno, veo que todo sigue igual —fue lo último que dijo antes de salir de la cocina como si nada.

— ¿Ya está? ¿Es todo lo que dirás? 

— ¿Qué más quieres que diga? Así es la vida —dijo y salió por completo de la habitación dejándonos confundidos.



Crucé mis piernas, intentando encontrar una posición cómoda para seguir leyendo, o bueno, intentar leer. Con la llegada de Cinco no podía concentarme en absolutamente nada, traté de servirme jugo y lo derramé por completo encima de la mesa. Ahora llevo leyendo la misma página como diez veces porque no logro comprender qué es lo que dice.

Suspiré rendida, cerrando el libro para dejarlo en la pequeña mesa que se encontraba en medio de todos los sofás. Giré mi cabeza hacia la entrada de la sala al escuchar unos pasos aproximarse, Cinco me miró de reojo y caminó hacia quedar frente a la chimenea, alzando la mirada para observar su pintura colgada.

— Es bueno ver que papá no me olvidó —musitó, con la mirada fija en el cuadro.

— Nadie lo hizo, Cinco —le sonreí, poniéndome de pie para llegar a su lado.

Su semblante serio no cambió, solamente me mirada de arriba a abajo y yo hacía lo mismo con él. Traía puesto el uniforme de la Academia. Su mirada se posó en mis ojos y comenzó a hablar sin despegar la vista. — Es bueno saberlo, Lisie.

Mi sonrisa se agrandó al escucharlo decírme así. — Nadie me había llamado Lisie en mucho tiempo. Tú y Ben eran los únicos que me llamaban así y después de su muerte, dejé de oír ese apodo.

— ¿Fue feo? —preguntó, y asentí sin decir nada. Realmente no recordaba como había muerto, lo único presente que tenía de ese día era ver mucha sangre — Lamento escuchar eso.

Fruncí los labios. — Le fallamos a Ben. Y también te fallé a ti.

Su expresión de seriedad cambió al escucharme, frunció las cejas con confusión. — Tú nunca me fallaste, Lisie.

— Lo hice. No debí dejarte ir ese día —murmuré en voz baja, sintiéndome como la peor persona de este mundo por unos segundos.

— No te culpes por eso. Fue mi decisión y asumí las consecuencias de eso. No sigas pensando eso. Regresé —su voz sonaba tranquila y se mostraba relajado, tenía ambas manos metidas en los bolsillos de su pantalón.

— Me alegro que hayas vuelto, pero eso no quita todos los años que pasé culpándome. Lo lamento, Cinco —solté un suspiro, dejando salir todo el aire que estaba reteniendo.

Él se acercó más a mí, al punto en que estábamos cara a cara. Era más alta que él por unos pocos centímetros así que tenía que bajar la mirada para poder verle el rostro. Cinco relamió sus labios y sacó su mano para llevarla a mi brazo. — Si te sirve de consuelo. Te perdono, Lisie —dijo, dando un leve apretón en mi brazo para salir de la habitación dejándome completamente sin palabras.



La fría brisa hizo que un escalofrío me recorriera por todo el cuerpo. El día lluvioso hacía todo más drámatico a la hora del funeral. Todos estábamos reunidos en el patio, Luther traía las cenizas de papá para comenzar a dar unas palabras hacia él.

— ¿Pasó algo malo? —preguntó mamá con la sonrisa que siempre mantenía en su rostro.

Eso nos dejó a todos con sentimiento de rareza. Allison fue la única que habló. — ¿No recuerdas? Murió papá.

Mamá cambió su sonrisa a una mueca de tristeza. — Oh, sí, por supuesto.

— ¿Mamá está bien —preguntó mi hermana cuando mamá se quedó mirando fijo hacia el suelo.

Diego miró a Ally y asintió. — Está bien. Está cansada. Necesita carga.

Eso fue más que suficiente para que nadie tocara el tema de nuevo. Miré a Klaus cuando el olor a tabaco me llegó a la nariz, él me sonrió extendiendo la caja con los cigarros pero me negué, se encogió de hombros dándole una calada a su cigarrillo y tirándome el humo en la cara. Hice una mueca de asco y Klaus se rió de mí. 

El bastón de Pogo hizo que ambos nos dejáramos de reír para ponernos serios ante la situación. — Cuando tú estés listo, muchacho —dijo y Luth abrió la urna de cenizas para después tirarlas en el patio.

El silencio inundó el lugar y solamente Luther nos veía con una sonrisa incómoda. — Habría sido mejor con viento.

— ¿Alguien desea decir unas palabras? —preguntó Pogo, mirando a cada uno de nosotros pero nadie habló — Muy bien. En todo sentido, Sir Reginald Hargreeves me convirtió en lo que soy ahora. Solo por eso, mantendré siempre una gran deuda con él. Era mi amo... y mi gran amigo. Y lo voy a echar mucho de menos —la tristeza llegó, pero no por Reginald, sino por Pogo y la manera en la que él se expresaba tan dolido con su muerte — . Con su partida, deja un complicado legado...

Diego lo interrumpió. — Era un monstruo. Una mala persona y un peor padre. El mundo está mejor sin él.

— Diego... —musité, tomando su mano para que se tranquilizara.

— Mi nombre es Número Dos. ¿Sabes por qué? Porque nuestro padre no se molestó en ponernos nombres reales. Mamá tuvo que hacerlo.

Mamá al escuchar la llamó, habló. — ¿Quisieran algo de comer? 

Vanya negó y mamá asintió con una sonrisa.

— Si quieren presentar sus respetos... adelante. Pero reconozcan la clase de persona que era —rodé los ojos, él fue quién me convenció de regresar aquí y es el primero en decir todo esto. Luther le ordenó que se callara y Diego lo miró molesto — . Tú, más que nadie, debería estar de mi lado en esto. Número Uno. ¿Después de todo lo que te hizo? Tuvo que enviarte a un millón de kilómetros de aquí... ¡Todo por que no soportaba el hecho de verte!

Eso fue suficiente para que comenzara una pelea entre los dos, ignorando el hecho que Pogo les gritaba que se detuvieran. Klaus pusó sus brazos frente a mí y Cinco tratando de "protegernos". Diego era el único que lograba golpearlo pues Luther no había podido darle un solo golpe, Vanya gritaba que pararan y Klaus solamente los alentaba más. Cinco, Pogo y Ally ya se habían ido del lugar, dejándonos solamente a Klaus, Vanya, mamá y yo en el desastre que ellos estaban haciendo. En un mal golpe, Luther golpeó la estatua de Ben, derrumbándola y rompiéndola por completo.

— Y la estatua de Ben murió —musité, caminando hacia mamá para tomarla del brazo e irnos de allí.

Ambas entramos a la casa de nuevo, y a los pocos segundos entró Luther, fruncí las cejas al verlo correr hacia su habitación pero no le tomé importancia o así era hasta que vi que él había dejado un camino de sangre.

¿Qué hiciste Diego?



La noche llegó y la mayoría ya se habían ido de la Academia, inclusive Cinco que salió con la excusa de ir por un café. Yo también quería largarme de una vez por todas pero quería ver primero a mi hermano. Toqué la puerta de su habitación y recibí un "adelante" de su parte. Abrí la puerta y noté la expresión de sorpresa en su rostro.

— Ellie... —susurró, sentándose en la cama.

— Hola, Luth —dije con una pequeña sonrisa, adentrándome en su habitación. Me senté a lado de él, dejando el botiquín en mis piernas mientras lo abría.

Me miró con curiosidad. — ¿Qué haces?

— Voy a curarte —él negó levemente — . No seas necio, necesito suturar esa herida —señalé con la mirada el gran corte que tenía en el brazo.

Luther no dijo nada solo no despegaba la mirada de mí y de cada movimiento que hacía. Saqué lo necesario para curarlo, humedecí el algodón con un poco de alcohol y lo coloqué sobre su herida. Él gruñó adolorido pero dejó que continuara.

— ¿Por qué haces esto? —su pregunta me hizo que riera levemente con ironía.

— Eres mi hermano, me preocupo por ti, después de todo —mencioné, mirándolo directamente a los ojos.

Mis palabras parecieron conmoverlo, bajó la mirada jugando con la manga de su playera. — Perdón por todo lo que dije ese día. Estoy arrepentido de cómo te hablé. Me sentí fatal al ver que al otro día tú ya no estabas y te habías ido por mi culpa. De verdad, lo siento muchísimo.

Me quedé callada por unos segundos, asimilando su disculpa. — Tranquilo, te perdoné hace mucho tiempo atrás. Igual lo siento por haberme ido sin despedirme.

— Dejaste una nota —mencionó y negué.

— Sabes que no me refería a eso... ¿Te parece bien empezar de nuevo?

Luther sonrió. — Eso me gustaría.

Ambos nos quedamos en un silencio para nada incómodo mientras terminaba de suturarle la herida. Y, una vez que terminé, comencé a guardar todo lo que ocupé en el botiquín.

— ¿Vas a irte? —me preguntó en un hilo de voz.

— Sí... Tengo que volver a casa, Luth, mañana trabajo.

— ¿Regresarás mañana?

Ladeé levemente mi cabeza, encogiéndome de hombros con suavidad. — No lo sé, depende de mi trabajo.

— ¿No eres dueña de tu propia cafetería? —cuestionó, enarcando las cejas.

Asentí. — Lo soy, pero debo estar allí, supervisando todo.

— Entiendo —musitó, mirándome fijamente.

Me puse de pie, dispuesta a irme. — Nos vemos, Luth.

— Adiós, Ellie. Gracias por todo —habló, con una sonrisa sincera en sus labios.

Solo le sonreí y salí de su habitación. Quería ir a casa y dormir.



Al entrar a mi hogar una sensación de cálidez me invadió por completo. Cerré la puerta y de inmediato me giré en busca de mi perro. — Pecas, estoy en casa —lo llamé pero no llegó a recibirme como siempre lo hacía.

No le tomé mucha importancia, seguramente se encontraba dormido en mi habitación. Dejé las llaves en la mesa y prendí la luz, pegué un brinco del susto al ver a Cinco sentado en el sofá con mi dálmata acostado en sus pies. — Dios, Cinco. ¿Qué haces aquí? —pregunté, acercándome hacia él.

— No deberías dejar la llave de repuesto en un lugar tan común como lo es debajo de una roca —murmuró entre dientes, frunciendo los labios.

— Fue idea de Klaus, además, con Pecas aquí, nadie entra a mi casa.

Me miró con confusión. — ¿Klaus? ¿Vive contigo?

Encogí los hombros, sentándome en el sofá de a lado. — Se supone, la mayoría del tiempo se encuentra en la calle y los últimos cuatro meses estuvo en rehabilitación.

Pecas se removió dejando su cabeza en las piernas de Cinco, él ni se inmutó, solamente lo acarició con delicadeza. — Es un buen perro. Está mejor educado que Klaus, de eso estoy seguro.

Reí sin vergüenza, tratando de cubrir mi boca para callar la risa. Cinco soltó una risita al verme, sus hoyuelos se marcaron en sus mejillas, realmente lo había extrañado. Antes de que pudiera fijarme en algo más, me percaté que en el cuello de su camisa y en la manga de su saco habían unas grandes manchas. — ¿Eso es sangre? —cuestioné, acercándome un poco para ver mejor.

— No es nada —respondió al instante.

— Me agrada tu compañía, pero ¿qué haces aquí? —volví a preguntar con curiosidad.

Suspiró, acomodándose mejor en el sofá. — Decidí que solo puedo confiar en ti —él notó mi expresión de confusión y antes de que pudiera preguntar, él ya había hablado — . Desde niños tuvimos una buena comunicación. Eres la persona en la que más confío y sé que me escucharás.

Tomé su brazo con delicadeza, arremangando su saco y haciendo una mueca al ver un pedazo de tela que rodeaba la gran cortada que tenía en su antebrazo.  — Espera un segundo —hablé, poniéndome de pie para dirigirme al baño por el botiquín, abrí el cajón y de inmediato regresé hacia él para curarlo.

El día de hoy fui doctora. Primero Luther y ahora Cinco, ¿quién sigue? ¿Klaus? Mejor no pienso en eso que veo muy posible esa probabilidad.

Humedecí el algodón en alcohol, comenzando a limpiar a suaves toques el área lastimada, él soltaba leves quejidos casi inaudibles, inserté el hilo quirúrgico en la aguja y tomé las pinzas para comenzar a cerrar su herida.

Su vista no se despegó de mí en ningún momento, alcé la mirada un poco encontrándome con el brillo de sus ojos verdosos. Su semblante se suavizó y volvió su atención hacia su herida. — Cuando me quedé varado en el futuro, ¿sabes que encontré? 

— Ni idea.

— Nada. Absolutamente nada —musitó, ganándose mi intriga — . Hasta donde sé, yo era el único ser vivo que quedaba. Nunca descubrí qué aniquiló a la humanidad, pero sí encontré algo. La fecha en que sucede... El mundo acaba en ocho días, y no tengo idea de cómo evitarlo.

Me alejé de golpe, sintiéndome abrumada ante sus palabras. ¿Fin del mundo? ¿De qué carajos estaba hablando?

— Voy a prepar café —salí de la sala lo más rápido que pude.

Al entrar a la cocina puse la cafetera, necesitaba una taza de café, o tal vez necesitaba un trago. Todo esto era difícil de creer, desde su regreso como un niño de trece años, hasta su confesión del fin del mundo. Pasé mis manos por mi cabello, desesperada. Si lo que dice es verdad, estamos pérdidos. Abrí uno de los cajones y saqué dos tazas, serví el café y regresé a la sala dejando una de las tazas frente a él, Cinco me agradeció y al instante le dio un sorbo.

— Debió ser duro pasar por todo eso.

— Sobreviví como pude. Comida enlatada, cucarachas, lo que encontraba. ¿Viste esos chocolates que dicen que nunca vencen? —afirmé, él resopló, volviéndo a beber del café — Es pura mentira. Haces lo que sea para sobrevivir o mueres. Nos adaptamos. Lo que sea que nos hagan, hallamos la manera de superarlo.

— ¿"Nos"? —pregunté aún más confundida.

— ¿Tienes algo más fuerte? —cuestionó entre dientes, con la taza en sus manos.

Regresé a la cocina, tomando el whisky y un par de vasos. Dejé los vasos en la mesita del centro y serví el licor en ambos. Ambos no dudamos en beber un sorbo. Estaba segura que mi rostro aún demostraba la confusión pues Cinco me miraba con las cejas fruncidas.

— ¿Crees que estoy loco?

— No, no. Es sólo que es mucho que procesar... Envejeciste en el apocalipsis, dices tener 58 pero regresaste con el cuerpo de un niño de 13 años por hacer mal las ecuaciones. Y, ahora, quieres evitar el fin del mundo, ¿de verdad crees que es fácil digerir todo esto?

— Sé que suena poco creíble pero necesito que tengas la mente abierta y te tranquilices.

Lo miré incrédula. — ¿Quieres que esté tranquila? ¡Desapareciste por 16 años y regresaste como si nada! Si me vuelves a decir que me tranquilice yo misma te desapareceré de nuevo.

Su sonrisa burlona me hizo enfadar. — ¿A caso estás viéndome? Soy un puberto otra vez, y no me pego un tiro solo porque necesito evitar el fin del mundo, y tú, querida Lisie, me vas a ayudar.

— ¿Y si no lo hago, qué?

— Todos moriremos. No tienes opción.

Cerré lo ojos, tomando todo el whisky de mi vaso de un trago. — Necesito procesar todo esto... Hay una habitación al final del pasillo, por si quieres quedarte a dormir. Buenas noches, Cinco.

No dijo nada, solo asintió levemente con la cabeza y volvió a sentarse en el sofá con el vaso en su mano. Por mi parte yo abandoné la sala y subí las escaleras hasta encerrarme en mi habitación.

¿En qué diablos me estoy metiendo?












💣 3372 ── palabras

────── (☂️) AUTOR'S NOTE

el hecho de que Ben estuvo todo este tiempo con ella y Ellie ni siquiera sabía que él estaba con Klaus, me tiene así


diivolved

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top