» Capitulo 9 | +18
–Tengo que confesarte algo, Luz, y es importante– comenzó Amity, tomándola de la mano y llevándola a la cama, dónde ambas se sentaron. –Yo… soy…– intentó fórmular sin saber cómo pronunciar aquellas palabras.
–¿Sabes quién me envió ese mensaje?– la interrumpió Luz.
La vampira asintió.
–Fue… mi hermano– dijo ella, cruzándose de brazos.
–¿Por qué?– exclamó Luz, –¿Cómo consiguió mi número?–.
–No, no lo sé– admitió Amity, –pero se que lo hizo para amenazarme a mí. Él quiere que regrese a casa–.
–¿A casa?–.
–Luz… yo… yo no soy humana– intentó explicar, pero las palabras eran ásperas como arena en su boca.
–¿No eres humana?– repitió Luz con calma. –¿Entonces qué eres, Amity Blight?– le preguntó, mirándola a los ojos.
–Soy una vampira, Luz– confesó.
Sus latidos se tornaron lentos y confusos.
La chica pudo haber gritado, ponerse de pie y huir, como toda persona racional, y sin embargo, se acercó más a ella, tomando sus manos entre las suyas.
En su cabeza, decenas de recuerdos hacían click, y aunque sonará irreal, tan irreal, en el fondo ella sabía que la otra chica decía la verdad.
Su ausencia de apetito, su constante sueño, su palidez enfermiza…
–Una vampira– susurró Luz para sí misma, clavando su mirada en la nada.
–Yo puedo explicarl…– comenzó Amity ante el denso silencio, pero un par de dedos fríos y suaves se posaron en su boca, y la chica, mirando sus labios, se acercó aún más a ella, hasta quedar sobre su regazo.
–¿Puedo?– susurró.
La vampira asintió, abriendo su boca, dónde Luz trazó con sus dedos la punta de los largos colmillos, embelesada.
Amity no podía apartar la mirada de sus ojitos, que miraban fascinada a su boca.
La humana apartó sus dedos húmedos de ella, y sin decir más palabras, se inclinó sobre su boca, besándola con deseo y furia, con capricho y necesidad.
«Una vampira».
Su espalda tocó las sábanas, y su boca fue llenada de besos, húmedos y tibios, mientras su cuerpo se agitaba en un cálido vaivén.
Su Amity era una vampira, ¿Aquello era posible?
–Cuéntamelo todo– susurró Luz contra su boca.
Amity dejó que la humana la acomodará sobre su cuerpo y la abrazara con fuerza. Toda ella la hacía sentir segura y, apoyando su cabeza en su pecho, asintió.
La chica tenía mil preguntas, que arrojaba una tras otra, sencillas y complicadas, tan curiosa como aquel primer día en que la conoció.
–¿Y qué edad tenías cuando te mordieron?– preguntó Luz, acariciando su cabello. Sus dedos rozaron la punta de sus orejas. Era electrizante.
–Ninguna. Nací siendo vampira– le explicó Amity. Sintió a la chica exhalar de asombro contra su cabello.
–Toda tu vida entonces. ¿Qué edad tienes ahora?–.
–Cien años– respondió Amity, cerrando los ojos. En su mente, evocó sus escasos recuerdos agradables. «Cien años viva y muerta».
–¿Y hay etapas de edad para los vampiros?– preguntó Luz. –He leído historias dónde la edad de los vampiros es distinta a la de los humanos, y bueno, tiene sentido, sois eternos–.
–Si, las hay– aceptó Amity. –Si tienes menos de cincuenta años, eres un bebé. Entre cincuenta y cien, un adolescente. Y si llegas a alcanzar los cien años, finalmente eres un adulto. Pocos llegan a ser ancianos. Mil años– relató la vampiresa.
–Y tú ya eres una adulta– susurró Luz. Amity asintió.
–¿Lo soy, no es así?– río suavemente. Las caricias en su espalda la hacían suspirar.
–¿Y, de que te alimentas?– le preguntó Luz esta vez.
–De sangre– respondió Amity, con cautela. –Hay un bar cerca de la calle Victoria, dónde sirven vino especiado y bloody's mary con sangre real– le explicó.
–¿Un bar vampiro? Eso suena genial– comentó Luz. –¿Entonces nunca has mordido a una persona?– le preguntó.
Amity consideró mentirle, ¡Claro que había mordido a varias personas!, pero a ella, a Luz, no deseaba volver a mentirle. En su lugar negó.
–No soy una santa, lo siento– le dijo, cerrando los ojos cuando la chica continúo acariciando su espalda, su cintura, sus brazos.
–¿Y qué hay de mí, me morderías?– preguntó ella después de una rato en silencio. Amity alzó la cabeza, rompiendo aquel abrazo.
–¡No!– chilló, negando. –A tí jamás te haría daño–.
–Ow, ¿Por qué no?– le preguntó Luz. Su sonrisa era tan adorable e inocente.
–¿Tú quieres que te muerda?– replicó Amity, confundida.
–Bueno, tal vez– dijo Luz. –Sería interesante–.
–No, Luz– la regañó Amity. –No quieres que te muerda– le aseguró.
–¿Ni aunque estés hambrienta?– indagó la humana. –Te dejaría hacerlo–.
–No– insistió Amity. –Hay otras maneras de aplacar mi hambre–.
–¿Además de la sangre?–. Preguntó Luz, y Amity asintió. –¿Cómo cuáles?–.
–Oh, no quieres saber– río Amity, volviendo a recostarse sobre el cuerpo cálido de aquella chica.
Sus manos continuaron recorriendo su cintura y su cabello, arrullandola.
–Una vez leí…– empezó Luz –… una novela sobre una vampiresa que, además de sangre, seducía a sus víctimas para acostarse con ella. Se alimentaba de su energía sexual. Y todos enloquecieron. Menos uno. El único al que ella no necesito seducir, pues se entregó por voluntad propia– dijo. –¿Es eso?–.
En sus brazos, la vampira palideció, recordando aquél primer beso entre ellas, y las ganas arrebatadoras que tenía por llevársela a la cama.
Y ahí estaban ahora, en su cama, abrazadas entre caricias íntimas, charlando a altas horas de la noche.
–¿Quieres eso, Luz?– preguntó la vampira, hundiendo su rostro en su pecho. Ella olía a vainilla y lavanda. –¿Quieres eso conmigo?– susurró.
Luz acarició su rostro y su cabello, y miró directamente a sus ojos, a esos cristalinos ojos miel, y susurró un solemne «sí» antes de besar sus labios.
Su boca le sabía a cerezas y alcohol.
–Soy una bruja con excéntricos gustos, vampirita– murmuró contra su boca, sonriendo. –Y te quiero a tí– le confesó, besando su cuello y acariciando sus piernas. –Sé mía, te lo ruego– pidió, volviendo a besar su boca.
Amity sonreía con placer, sintiendo mil arañas correteando bajo su piel mientras las manos traviesas de Luz tocaban sin permiso debajo de la tela.
–¿Y por qué quieres que sea tuya, brujita?– ronroneo la vampira, dejándose toquetear por aquella mortal.
–Porque…– susurró Luz, volviendo a besar su boca. Sus colmillos contra su lengua la enloquecían. –Porque creo que me gustas, Blight– admitió.
Amity sonrió, abrazó a la chica y se acercó a su oído, susurrándole un secreto. El aliento cálido hizo estremecer a la humana.
–Creo que tú también me gustas, Lu– confesó.
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