» Capitulo 7 | +18

Ella la había estado mirando.

Sus labios, dulces y coquetos, habían sonreído cuando la vampiresa posó sus ojos sobre ellos, sus manos habían rozado no tan accidentalmente su cuerpo y sus miradas habían tenido un baile seductor y descarado.

Solo había pasado una mañana y media tarde desde aquella noche en la que la había besado por primera vez y ahora estaban envueltas en juego, en dónde perder y ganar era lo mismo, y dónde ambas querían perder.

Otra noche de besos ilícitos sería su premio.

–No puede ser– musitó repentinamente la humana, con una expresión de felicidad pura en el rostro, para luego deshacerse en nervios.

La noche comenzaba a caer en aquel apartamento, y Amity, por una vez desde que había llegado ahí, no estaba desesperada por ir a Daemonik.

Esa noche estaba con Luz, mirándola trabajar en su computadora mientras ella la ayudaba a limpiar las estanterías de su sala, dónde estaban todas las novelas para las que había trabajado alguna vez.

Había descubierto que era editora.

–¿Estás bien? ¿Sucedió algo?– le preguntó Amity, quién observó a la chica levantarse y caminar de un lado a otro frenéticamente sin soltar su celular.

Luz volteó a verla y corrió hacia ella. Se arrojó eufórica a sus brazos.

–¡Me ascendieron!– chilló sin soltarla. –¡Me ascendieron, Amity!–.

La vampira sonrió al escuchar eso, y la atrajo aún más a ella, levantándola unos milímetros del suelo.

Su Luz río aún más contra su cabello. Su alegría era contagiosa.

–Estoy tan, tan, tan feliz– le dijo, y sus pies daban saltitos involuntarios. –He querido este ascenso desde, no sé, siempre– exclamó.

–Eso es increíble, Luz– le dijo Amity, que también estaba muy feliz por ella.

–¡Lo sé!– volvió a chillar la chica, y entonces miró a su amiga a los ojos, dorados y cautivadores, que la miraban a ella con orgullo y cariño.

Había una idea, atrevida y arriesgada, rondando peligrosamente en su cabeza.

Lentamente rodeó su pálido cuello con sus brazos, haciendo suspirar a la chica de cabello verde. Su cuerpo se amoldó al suyo, acercándose más de lo que debería, y sus labios, ansiosos desde la noche anterior por un beso, se inclinaron ante los suyos.

Su celular volvió a sonar cuando su boca estuvo a milímetros de la suya.

–Un segundo– se disculpó Luz con su voz teñida de irritación antes de atender la llamada.

Amity sintió un suave cosquilleo en su boca, dónde su chica había estado a punto de besarla, y todas las dudas que tenía, sobre secretos e intenciones, se dilataron.

Luz estaba tan obsesionada como ella por comerse a besos.

Y Amity, cada día un poquito más enamorada de aquella chica, estaba decidida a permitírselo.

–Habrá un evento en unos días para la editorial en la que trabajo– le dijo Luz, cortando la llamada. –Y seré una de las presentadoras– explicó, sollozando un poco. Sus ojitos estaban al borde de un dulce llanto. –¿No es increíble?– preguntó.

–Oh, tu eres increíble– le dijo Amity, guiñandole un ojo.

La chica frente a ella se sonrojó.

–Oww– exclamó Luz –¿eso es un coqueteo, Amity?– le preguntó. Su tono había adquirido un tinte bajo y seductor, que la chica Blight no conocía.

Le encantaba.

–En tus sueños, Noceda– le respondió la chica de ojos miel, y ella hizo un puchero. Era tan malditamente adorable.

–¿Te aburriste de mí tan pronto?– le preguntó Luz, y ella, que podía hacer cualquier cosa en aquel instante excepto aburrirse, dió un paso hacia el frente.

Su mirada metálica recorrió sus ojos, vibrantes y dilatados, bajó a sus labios enrojecidos, dónde demoró unos cortos e intensos segundos y descendió por su cuello, aquel que deseaba estampar a besos.

Luz juraría que veía a aquellos ojos dorados brillar en la tenue penumbra.

Amity dió otro paso hacia ella, su mirada desvistiendola sin disimularlo, y Luz, sorprendida, retrocedió.

–¿Quieres que coquetee contigo, mí Lu?– le preguntó ella, acercándose un par de pasos más a la humana.

Esa noche la vampiresa no tenía sangre en sus venas ni besos en su boca para saciar su hambre, y ahí, a su merced, estaba aquella humana.

Su dulce, alegre e inocente humana.

Ella seguramente estaría encantada de calmar su hambre.

El corazón de Luz latió más rápido y frenético, y en su interior, agitadas, sintió mil mariposas revolotear enloquecidas mientras ella seguía retrocediendo, hasta que su espalda chocó con la pared.

Su Lu.

Amity la había acorralado.

–¿O prefieres que nos saltemos esa parte?– le preguntó, mientras su boca, uno a uno, dejaba una estela de besos en su cuello.

–¿Podemos hacer eso?– preguntó Luz, casi jadeando mientras las manos pálidas de la otra chica levantaban su pierna y su falda, acariciando su piel desnuda con excitante lentitud.

Esa chica podía desvestirla ahí y ahora si lo deseaba. Ella quería que lo hiciera.

–Claro que sí, mí Lu– susurró Amity a centímetros de su boca, antes de probar con sus labios los adorables pucheros que su chica estaba haciendo.

Ella gimió contra su boca y dejó que sus pálidas manos recorrieran sus piernas, hasta tenerlas alrededor de su cintura.

Amity la presionó contra la pared y volvió a esparcir besos en su cuello.

Ella la tocaba como si quisiera descubrir todos los secretos tatuados en su cuerpo.

Amity se separó un poco después de darle otro beso en sus labios, y la miró a los ojos, sonriéndole de esa manera tan sexy que volvía loca a Luz.

Que la desarmaba.

Sus dorados ordes descendieron y se clavaron en su pecho, dónde sus manos acariciaron superficialmente la tela, presionaron y volvieron a acariciar.

Ella la cargó hasta el sofá.

–Amity...– jadeó Luz, mientras la otra chica se subía a su regazo, sus piernas a cada lado de sus caderas, y volvía a besarla en la boca, levantando lentamente su blusa.

Quería hacer esto lentamente.

Quería tenerla ya entre sus piernas.

–Shhh, tranquila– le susurró Amity. –Te trataré con cuidado– le prometió.

Luz solo quería que le arrancará la ropa con más prisa.

–Te haré subir al cielo– le susurró ella al oído. Sentía su corazón desbocado latir en sus propias venas. –Luego tu puedes hacerme lo que quieras–.

Luz estaba sonrojada, extasiada y perdida en el frenesí de caricias y besos que comenzaban en su boca y bajaban por sus hombros, dónde el aliento cálido de su amante seducía su piel.

Ella tenía una de sus manos en su cintura y la otra revoloteaba debajo de su falda, acariciando y tocando, desbordando sus fantasías.

Se separó y comenzó a desprender su propia camisa, haciendo gemir a Luz, quién recorría con algo más que su mirada el encaje negro sobre la piel pálida.

Era hermosa.

–Si yo me desvisto, tú también preciosa– le susurró Amity, inclinándose sobre su oído.

Su voz, así, la hizo suspirar.

La chica asintió tontamente, y con torpeza se quitó la blusa, tensandose ante los repentinos besos que cubrieron su pecho semidesnudo, las manos que acariciaron su cabello y las piernas que se enredaron con las suyas.

Los gemidos se derramaban de sus bocas, altos e irrefrenables.

Ella, vampiresa, solo tenía tres alimentos de dónde escoger… Sangre, almas y sexo, y Amity Blight ya había elegido uno para esa noche.

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