» Capitulo 43 | +18

Los besos recorrieron el camino de sus curvas y una propuesta susurrada a su oído la hizo tomar lo que quedaba de vino y seguir a su novia de regreso a su habitación.

Si alguien las vio aquella noche, ellas no lo recuerdan.

Su mano entre la suya era traviesa, se desviaba hacia su cintura, su cadera, jugaba con el borde de su vestido y regresaba arriba después de llegar hasta su pierna. Su boca, que le dejaba besos en el hombro y cuello, también era muy traviesa, susurrandole fantasías contra la piel.

–Se mía está noche, déjame hacerte el amor– gruñó mientras cerraban la puerta y pegadas la una a la otra recorrían el corto camino hacia la cama.

La recostó con cuidado, su boca aún devorando la suya y su cuerpo quedó sobre el de ella, aprisionándola entre la cama y el latido errático de su corazón.

–Ya soy tuya– le respondió ella entre beso y beso mientras sus dedos recorrían su cabello y sus piernas temblorosas le rodeaban las caderas.

Sintió el calor de su rubor contra sus mejillas y su respiración se agitó un poco más. Sus manos buscaron el cierre de su vestido y su boca, su preciosa y apetitosa boca se separó un instante, sus ojos avellana la recorrieron con hambre y lujuria, y sus labios volvieron a besarla, esta vez en la curva de su clavícula.

Dejó que un suspiro se escapara de su boca mientras ella besaba la piel pálida de sus pechos sobre la tela rosa de su sostén. «Quitamelo» quiso gemir, pero las palabras salieron más como un gruñido.

–¿Mmm?– dijo Lu, besando su vientre mientras seguía deslizando el vestido hacia abajo. Su dedos acariciaron encaje y piel desnuda.

Su chica respondió con suspiros.

–¿Te gusta que te toque aquí?– le preguntó, haciendo círculos con su dedo.

–Si– jadeó Amity, –me gusta–.

Ella volvió a besarla, su lengua acariciando ahí donde le gustaba y finalmente le quitó el vestido cuando ella levantó las caderas.

–Te vez muy sexy– le dijo, mirando las únicas dos piezas de tela que la cubrían.

–Gracias– respondió Amity, incorporándose. No sabía quién ansiaba otra dosis de besos, si su cuerpo o su boca, solo sabía que quería más.

Quería una sobredosis de besos.

Se sentó entre sus piernas y sus manos desataron el cinturón de tela que adornaba el overol de su novia.

–Nada de ropa aquí– le dijo, mientras su novia buscaba otra vez su boca y ella deslizaba sus tirantes a los lados.

–Tienes razón, desvistete todita, mi amor– le respondió Lu, pasando su mano entre sus pechos.

–Tu primero– gruñó Amity, quién no sabía cómo quitarle de encima aquella prenda.

–Solo si me dejas montarte luego– le susurró al oído. Amity palideció con placer mientras ella dejaba un beso húmedo sobre su hombro.

–Hecho– gruñó.

Luz se separó y bajó de la cama, desvistiendose frente a ella despacio, sin dejar de mirarla.

–Yo te quito eso– la detuvo Amity cuando ella estaba por deshacerse de sus braguitas color gris. Lu sonrió, un gesto que alborotó las fantasías de la otra chica, y luego se dirigió hacía la mesilla de noche, tomando un frasquito de plástico que habían dejado sobre ella.

El aroma a fresas llenó el espacio entre ellas cuando quitó el tapón, y un poco nerviosa, Amity quitó la última pieza que cubría a su novia.

Ella era un ángel de ojos chocolate, y ella quería envolverla con el fuego de su dulce infierno.

Aplicó un poco de aquel frutal gel en sus dedos y comenzó a masajearla entre las piernas, contemplando su expresión con cada rose. Podía sentir el calor aumentar ahí donde tocaba y ella reclamó sus labios, besándola mientras su mano tomaba la suya y la animaba a empujar un poco más entre sus caderas.

–Más– le pidió, y Amity la complació, dejándose arrastrar sobre las sábanas oscuras.

Sus besos y gemidos le llenaron la boca, que luego se tornaron en jadeos lentos, hasta que sus manos cayeron sin fuerzas a sus lados y el sudor aperlo su piel.

–Eres malditamente maravillosa– suspiró, su pecho subiendo y bajando por el cansancio. –Déjame respirar un momento– suplicó.

–Está bien– le dijo Amity, separándose un momento para quitarse su propia ropa interior que le resultaba incómoda. –Descansa mi amor–.

Lucia la observó embobada mientras ella se recostaba a su lado, acariándole el cabello.

–Te amo– le susurró, besando su boca. –Te amo tanto–.

–También te amo, Lu– le dijo ella, devolviéndole el casto beso.

Y luego otro.

Y uno más.

Los besos suaves, lentos y tibios se adueñaron de su boca un rato, mientras ella la envolvía entre sus brazos, sus pechos contra los de ella, sus piernas enredadas entre sí, hasta que la otra se separó y le susurró que era su turno.

–Quieres correrte entre mis dedos o mi boca– le preguntó, jugueteando con sus pezones.

–Ambos– gimió ella, mordiéndose el labio.

–¿Ambos, Mommy?– preguntó Lu, besando el otro pezón. –Que consentida te tengo–.

–Si, si– murmuró Amity, ansiosa de caricias. –Hazlo, por favor–.

Ella, con una sonrisa, dejó un último mordisquito sobre su pecho y luego la acomodó sobre una de las grandes almohadas.

–Quiero escucharte gemir, vampirita– le dijo, aplicando el lubricante entre sus piernas, –¿Okay?–.

–¿Segura?– preguntó Amity, –¿Y si alguien nos escucha?–.

–Entonces gime bajito, solo para mi– le pidió, besando su cadera.

–Okay– dijo ella, asintiendo y suspirando. Los dedos de su chica moviéndose ahí abajo eran suficiente para hacerla correrse.

Pero ella quería más.

Gimió cuándo sintió un dedo hundirse en ella en un suave vaivén, y luego otro más, moviéndose con cuidado adentro y afuera.

–¿Te gusta así?– le preguntó su chica, y Amity aferró con fuerza la almohada debajo de su pecho.

–Un poco más rápido, por favor– le respondió, y su novia la obedeció.

«Si, así me gusta».

Dejó que los gemidos, bajos pero continuos, se escurrieran de su boca cuando su novia se acomodó entre sus piernas, sus dedos aún moviéndose, y comenzaba a succionar aquél punto que la volvía loca.

Luces de colores bailaron en sus ojos y una deliciosa calidez le recorrió el pecho y el vientre, derramándose poco a poco entre sus piernas, dónde su novia gruñó, sujetándola para que no las cerrara.

Su lengua la acarició, húmeda y traviesa, y un gemido más alto que los demás se escapó de ella sin poder evitarlo, e intento cubrirse la boca con la mano, pero fue un fiasco. Los sonidos en su boca se escapaban como borbotones, apenas contenidos por sus dedos.

–Creo que… ya no puedo… Lu– jadeó Amity, moviendo sus caderas contra su novia, sus colmillos filosos brillando en su boca.

–Correte para mí entonces, mi amor– la animó Lucía, hundiendo más su rostro entre sus piernas.

Ella la continuó penetrando, así como a ella le gustaba y en segundos su visión se tornó blanca y, exhausta, la vampira se desplomó sobre la almohada.

El orgasmo la dejó abatida y pegajosa, con fuerzas para apenas girar y ver a su novia, quién estaba limpiandose un poco antes de volver a su lado. La abrazó, dejando que ella se acurrucara contra su pecho y le susurró que lo había hecho muy bien.

–Al final no me dejaste montarte– le recordó después de un minuto de cómodo silencio.

–Estoy cansada, mi amor. ¿Lo hacemos mañana?– le propuso, cerrando los ojos casi contra su voluntad.

Lu la observó quedarse dormida y le besó la frente.

–Mañana y cuando quieras, futura esposa mía– le dijo, arropandola. –Descansa–.

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