» Capitulo 27
Sangre roja, dulce y espesa, un par de gotas diluidas en vino y licor, eso estaba bien, pero, ¿una laguna oscura y nauseabunda, cubriendo el suelo de su hogar? No, no, no, eso no estaba nada bien.
«No, no, para, detén esto» se gritó, retrocediendo hasta que su espalda chocó contra la pared y el dolor le nublo la vista. «¿Por qué demonios hay sangre?» se preguntó a gritos en su cabeza, mientras negaba frenéticamente.
Amity, escuchando la respiración agitada y el desastroso latir de su novia, cerró la puerta, azotándola, y caminó hacia ella, debatiéndose entre abrazarla y decirle que todo estaría bien, o en entrar al departamento y asegurarse de qué quién hubiese hecho aquello ya no estuviera por ahí.
Pero no podía, ni quería, dejar a Luz sola ahí, y menos así.
Se arrodilló junto a ella y la obligó a mirarla a los ojos. –Necesito que te calmes– le pidió, tomando sus manos. –Por favor–.
Luz, usando toda la fuerza que le quedaba, asintió despacio y se puso de pie, caminando con Amity hasta la puerta.
Em había estado en la fiesta, sola, ¿Y dónde había estado Edric? La vampira ya lo sabía.
Apoyó su oído sobre la madera y escuchó, pero el silencio lo había infestado todo. No se oían pasos ni rasguños ni brisa corriendo a través de la ventana rota. Simplemente nada.
Volvió a aspirar el aroma y percibió el peculiar aroma a sangre, pero era débil, muy débil. Olisqueó un poco más y solo sintió un pequeño vestigio, y no la piscina que supuestamente estaba derramada sobre el suelo, salpicando los muebles y paredes.
Gruñó al comprenderlo.
–Lu, no es real– susurró Amity.
–¿Q-qué?– tartamudeó ella, alzando rápido la vista. «¿Cómo que no lo es?» se preguntó en su cabeza.
–Es una ilusión– le dijo Amity. –Si, la ventana está rota, pero es solo una pequeña parte, lo convenientemente grande para arrojar un balde de sangre. Pero todo lo demás es mentira– explicó, apartándose de la puerta y recordando fragmentos de un libro de hechizos en el viejo ático y un vampiro volteando sus páginas. –Edric es experto en hacer ilusiones– recordó, furiosa.
Luz parpadeó, procesando las palabras que Amity había dicho y sintió como el miedo se peleaba con el deseo de que eso fuese cierto.
–Necesito entrar y cubrir la ventana, así la ilusión se desvanecerá– le explicó Amity. «No puede distorsionar lo que no puede ver». –Pero necesito que vengas conmigo. No puedo dejarte sola aquí– agregó.
Luz ya estaba negando, incapaz de ver tanta sangre, pero Amity la tomó de las manos y la abrazó.
–Cierra los ojos Luz, sígueme y no los abras. Confía en mí– susurró.
Amity abrió la puerta despacio y, con cuidado, caminaron entre lo que parecían ser escombros y vidrio roto. Luz, tomada de su mano con los ojos cerrados, la siguió hasta la ventana. En los laterales, la chica había colocado cortinas hacía un tiempo, para bloquear el sol cuando esté fuese muy agresivo.
Nunca imaginó que también le servirían para repeler vampiros.
Amity corrió las cortinas sin pensarlo, y solo tres segundos antes de ser sumidas en la penumbra, Lucía Noceda abrió los ojos y retó con su mirada al vampiro de ojos dorados que la vigilaba, solitario y altanero, desde la terraza del edificio de enfrente.
«Crees que ganaste ésta noche, pero te equivocas».
Amity encendió la luz y sus ojos vieron lo que ya temía. Sangre. No era ni de cerca tanta cómo antes, pero definitivamente era un desastre.
–Yo limpiaré ésto. No mires– le dijo Amity. Luz no respondió.
Ella tenía un cóctel de emociones mezcladas y corrosivas en su cabeza. Se sentía enojada. Se sentía indefensa. Sentía que podía arrancarle los ojos a cualquiera en ese instante.
«¿Por qué, por qué, por qué?» se preguntó, una y otra vez, intentando distorsionar la sangrienta escena en su cabeza.
–Es todo lo que puedo hacer por ahora– suspiró Amity después de varios minutos que ninguna contó, acercándose a su novia, quién se había quedado parada junto a la ventana, ida.
–Quiero dormir– espetó Luz, casi gruñendo, pero no se movió. Amity pudo sentir el miedo que irradiaba de ella, sintiéndose culpable.
–Si, vamos– aceptó Amity, acompañándola.
Sus pasos eran pesados y lentos, cómo si al subir las escaleras y abrir la puerta de su dormitorio algo saldría arrastrándose de ésta, algo deforme y hecho de sangre, con ojos negros y sed de muerte.
–No, no puedo– gimió Luz, no queriendo abrir la puerta.
–Espera aquí– le pidió Amity, y Luz, asintiendo, cerró los ojos cuándo ella abrió la puerta y caminó hasta la ventana, cerrando ahí también las cortinas. La escuchó después acomodar las almohadas en la cama y sacar su pijama del armario. –Ven Lu– le susurró ella.
No le gustaba sentir miedo, era tan detestable.
Luz se acercó a la cama y Amity la ayudó a quitarse el vestido, ya que sus manos parecían estar congeladas, incapaces de moverse. Su novia le puso su pijama de gatitos y con una toallita, le quitó lo último que quedaba de su maquillaje, y luego la arropó, besando su mejilla.
Y por ese instante, sabía que nada la lastimaría.
Amity, con una de las pijamas extra de Luz puesta, se metió a la cama con ella y Luz la rodeó con sus brazos, hundiendo su rostro en su pecho, sollozando.
–Gracias– gimió contra ella.
–Shhh, tranquila– la consoló Amity, devolviéndole el abrazo, cómo si así pudiese cuidarla de cualquier monstruo que acechara en la noche más allá de las ventanas.
Tal vez, así era.
Ella tardó un largo rato en quedarse profunda y exhaustamente dormida, pero Amity no.
La vampira observó a Luz, quién por su respiración ligera y regular, sabía que estaba muy dormida. Con cuidado, se levantó de la cama y cogió su vestido, que había dejado en el suelo. Buscó en él y sacó la tarjeta que Viridiana Reed le había dado, dónde su un número de teléfono con letras doradas había sido estampado. Tomó su celular y volvió a meterse entre las sábanas.
Envío un mensaje cortó y directo y luego espero, dándole un suave beso a su novia en la frente y acomodándose junto a ella.
«Mientras pueda, mi amor, yo misma te cuidare de los monstruos, aunque tenga que hacer tratos con ellos.
Tú no tienes porqué enterarte de nada.
Aún no».
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top