» Capitulo 23
–Nunca imaginé que realmente existiera un bar secreto para vampiros– dijo Luz, observando el bar al otro lado de la calle, con sus vitrales altos y empañados y su toldo rojo, que conbinaba con el simple letrero que brillaba en la oscuridad, “Club Daemonik”, en rojo neón. –Tiene un aspecto de época– susurró.
–Lo es, de hecho– respondió Amity, – y por dentro es más hermoso–.
–¿Y hay… más vampiros ahí?– preguntó Luz, mirando las calles oscuras y vacías, dónde las farolas titilaban en la noche, a punto de apagarse.
La vampiresa la observó, a ella y a su expresión de cautela, y se acercó, acariciando su rostro, con sus ojitos dorados brillando en la penumbra.
–Solo necesito un trago. Puedes esperar aquí si quieres, Lu– le dijo, besando su frente. –No te obligare a entrar si tienes miedo– susurró, dándole un beso en la boca.
Luz se inclinó hacia ella, tomando otro beso de sus labios, cálido y suave, antes de que ella se alejara.
Su boca era una delicia, y Luz deseó quedarse así un rato más, solo ellas dos, compartiendo besos a mitad de la noche en aquel pequeño auto, con la oscuridad como único testigo.
Amity bajó por su cuello, sus colmillos rozando su piel, y dejó un último beso sobre su piel.
–Quiero ir contigo– susurró Luz, con las manos en su cintura.
–¿Estás segura?– le preguntó Amity, tomando su rostro entre sus manos.
–Sí, lo estoy– le aseguró Luz, cuya curiosidad superaba cualquier atisbo de miedo.
–Okay– aceptó la vampira, bajando de su regazo. –Solo, no te alejes de mi, ¿Si?– le pidió. –Y, si te preguntan, eres una novicia, y eres mía– dijo ella.
Un intenso rubor tiñó las mejillas de Luz al escuchar esas palabras y, lentamente, asintió. Sus labios y su piel estaban cubiertos de una placentera sensación de adrenalina, y cerró los ojos un instante, recorriendo con su mano la curva de su cuello, dónde Amity había estampado aquel beso.
«Y eres mía».
Amity abrió la puerta del coche, aspirando el frío aire nocturno, y Luz la siguió, cruzando juntas la calle.
–¿Lista para divertirte, mi amor?– preguntó Amity, abriendo la puerta de cristal.
–Eso creo– dijo Luz, entrando y notando que el bar no se encontraba vacío. –Taverne Daemonik– leyó ella en un cartel en la pared. –Ceux qui entrent seuls en enfer y laisseront leur sang et leur âme–.
–Aquellos que entren solos al infierno, dejarán allí su sangre y su alma– tradujo Amity.
–Vous êtes le bienvenu, immortel–.
–Eres bienvenido, inmortal–.
–Oh, interesante– exclamó la humana, recorriendo con su mirada café y curiosa aquél lugar, oscuro y elegante, tan hermoso como la noche misma.
–Puedo escuchar a tu cabecita inventar historias en este instante– le dijo la vampira, llevándola de la mano hacia la barra.
–Una o dos– respondió Luz, queriendo comerse todo con su mirada.
El dorado, rojo y negro adornaban aquel lugar, el brillo, vino y el aura de antaño, inundaban el aire, y la música, suave y melancólica le susurraba al oído, transportándola a otra época, lejana y distante, allá en el olvido, salpicada de lluvia y frío, de niebla y recuerdos.
–Me encanta– susurró Luz, tomando asiento junto a Amity, mientras ésta pedía una copa de Tannat.
–¿Oh, sí?– preguntó Amity, tomando con lentitud aquel amargo y dulce manjar carmín. –Hay una habitación por allá– dijo, apuntando con su cabeza hacia la izquierda, –podemos ir a bailar si gustas– propuso.
–¿Bailar?– repitió Luz. –Mmm, si, supongo– aceptó Luz algo tímida, dejando que su novia la tomara de la mano y la llevara consigo a la habitación contigua, escaleras abajo, hasta una había en penumbras, dónde las luces titilaban, cambiando constantemente, llenando las sombras de colores neón.
Amity se detuvo, colocó una mano en su cintura y otra en su mejilla, y le dió un rápido y fugaz beso en los labios, antes de dar una vuelta.
Luz rió, observando a su novia fusionarse con la pegajosa melodía, porqué su cuerpo entero se había llenado de adrenalina, y ahí, de la mano de Amity en aquél bar secreto, bailando con torpeza sin saber bailar realmente, ella se sintió felíz.
«Éste lugar pertenece a un sueño» pensó Luz, «esperando ser escrito».
–Te amo– exclamó la vampira sobre la música, sin miedo a mostrar sus colmillos, y dejándole conocer a Luz una parte de ella que ésta jamás olvidaría.
–También te amo– le susurró Luz al oído, y Amity Blight frenó un poco, entonando su mirada en aquella chica, que se había inclinado hacia ella, tocando con su boca la suya, robándole un beso.
La vampira sonrió, pálida y extasiada, y la tomó de las manos, reactivando otra vez su desastroso y divertido intento de baile.
–Estoy mortalmente cansada– exclamó Amity. –Necesito un trago– dijo, volviendo con Luz a la barra.
–Yo también– musitó Luz, tomando asiento.
Amity observó a su novia, luego recorrió con su mirada miel la vinoteca, y negó.
–Te pediré agua– le dijo, pues no habían bebidas aptas para humanos en aquel lugar.
–¿Pero por qué?– exclamó Luz, fingiendo un adorable puchero.
–Porqué no y ya– le dijo Amity, pidiendo una copa de vino y un vaso de agua.
Luz se preguntó, observando la pared llena de botellas oscuras, a qué sabría aquel vino sangriento.
El barman les tendió un vaso de agua fría a las chicas y luego colocó una sobre la barra que lleno con un tercio de una bebida roja y espesa. Luz tomó su copa y se la llevó a los labios mientras miraba como Amity imitaba su gesto, y bebía con placer de aquella copa.
Dulce y metálica, espesa y cálida.
«¿A qué sabe la sangre, Amity?».
–¿Puedo probar?– preguntó Luz, desconcertando a Amity.
–¿Perdón?– replicó ésta, bajando la copa.
–Yo... tengo curiosidad– admitió Luz, sin dejar de mirar aquél líquido rojo y oscuro.
–No creo que sea una buena idea, Lu– alegó Amity.
–Vamooos. Solo un trago. Uno pequeño– rogó Luz, batiendo tontamente sus pestañas.
Amity gruñó, mirando con seriedad a la chica a su lado.
–Los humanos podemos ingerir pequeñas dosis de sangre sin que afecte a largo plazo– añadió Luz al ver la mirada de su novia sobre ella, –lo investigué una vez– dijo, sonriendo inocentemente.
Amity volvió a gruñir, negando.
–Si te retuerces de dolor– dijo, pasándole la copa semi vacía, –es totalmente tu culpa- le informó, cruzándose de brazos.
Luz chilló, y con cuidado se llevó el líquido hasta la boca, tomando un solo sorbo que le supo a algo añejo y embriagante, a cobre, uvas y azúcar.
«La chica, dispuesta a encajar con los hijos de la noche, bebió y bebió, hasta que sus venas se llenaron de sangre ajena, colapsando en el suelo de aquel sótano».
–¿Estás bien?– preguntó Amity, mirándola con nerviosismo.
–Ssi– murmuró Luz, devolviéndole la copa de cristal. –Sabe a… sangre– dijo, señalando lo obvio.
Amity le dedicó una mirada de «no te mato porque te amo» y se terminó la bebida, dejando la copa vacía en la barra.
–Creo que ya nos divertimos demasiado por una noche– señaló, levantándose de su asiento.
–Ow, ¿Ya tienes sueño, vampira?– dijo Luz, burlándose un poco.
–Son como las dos de la mañana, Luz– le respondió la vampiresa, –y tú no me has dejado dormir. Así que sí, tengo sueño–.
–Aw, está bien. Volvamos– cedió ella al ver la carita de su novia.
La tomó de la mano, un gesto que la llenaba de ternura porqué provocaba que Amity se pusiera pálida y, dando media vuelta, comenzaron a caminar juntas hacia la salida.
Pero sus ojos castaños se tropezaron al instante con una persona, y frenó, tratando de desvanecer la ilusión que de pronto y sin aviso se había materializado frente a ella.
Porque ella era la última persona que Luz esperaba toparse en aquel club.
–¿Willow?– susurró.
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