» Capitulo 15

Había dado sólo cuatro pasos afuera del edificio cuando sintió una fría gota de agua tocar su nariz, luego otra rozar su mejilla, y una más empapar sus labios rosados.

–Ven aquí– río Luz, abriendo un paraguas rojo que las cubriría a ambas, mientras la tomaba de la cintura.

La ciudad diurna era tan diferente a la silenciosa noche que Amity conocía, que sus curiosos ojitos dorados comenzaron a recorrer de un lado a otro cada una de las mil cosas que iba notando a su alrededor mientras caminaba al lado de Luz, levantando pequeños rastros de agua con sus botas.

Las tiendas, almacenes y restaurantes se encontraban ahora abiertos ( y los bares cerrados ) y sus aparadores mostraban todo tipo de cosas, desde ropa y libros, hasta bocadillos con un sin fin de deliciosos aromas.

Ella creía que los altos maniquíes se veían muy graciosos.

Habían también centenares de coches de diversos estilos y colores, y farolas apagadas en cada esquina, pero lo que más le parecía increíble, eran todas las personas que transitaban en cada una de las calles, distraídas o charlando, algunos muy alegres y otros un tanto amargados, todos ellos llenando el aire de conversaciones, música y risas... y miles de latidos desincronizados que hacían eco en ella.

Se oían tan deliciosos.

«No, no pienses en eso».

Amity tiritó ante las ideas que surgían en su mente, y se regaño a si misma mientras se pegaba aún más a Luz.

–¿Tienes frío Amity?– le preguntó ella al sentirla temblar a su lado, pero después de unos segundos se corrigió y en cambio preguntó –¿Los vampiros tienen frío?– susurró, acercándose a ella.

Mmm, no– respondió Amity –a menos que me convenga, claro– agregó coquetamente mientras le sonreía a Luz y la tomaba por la cintura.

–Gracias por el dato– murmuró Luz entre risas, dejándose abrazar por Amity y guiandola hacia el metro. –¿En qué más me has mentido, Blight?– bromeó ella mientras ambas descendían por la escalinata de cemento.

Amity escuchó aquella pregunta y fingió sorprenderse.

–¿Yo? ¿Mentirte a tí, Luz?– dramatizó ella. –Me ofendes. ¿Crees que yo inventaría algo cómo excusa sólo para ponerte un dedo encima?– le preguntó, poniéndose una mano en el pecho.

–No– respondió Luz –un sólo dedo no– admitió, intentando no reírse.

–Pero no te quejas, ¿O sí, Lu?– insinuó la vampira.

Luz se detuvo repentinamente y se giró para mirarla a los ojos, sonriendo lentamente mientras la rodeaba con sus brazos, acercándose a su boca para robarle un corto pero profundo beso que tomó a la otra chica por sorpresa, haciéndola soltar un leve y bajo gemido.

Fue un beso que terminó incluso antes de comenzar, y que dejó a Amity mareada de éxtasis, con el suelo cediendo bajo sus pies.

–No, no me quejó– le susurró Luz seductoramente mientras la tomaba de la mano, y medio embobada, la llevaba más abajo hasta la estación.

Sentía cosquillas sobre sus labios con cada paso.

La estación del metro había cambiado muchísimo desde la primera y única vez que Amity, hacía más de treinta años, había estado ahí, y aunque estaba fascinada por la tecnología implementada en las últimas tres décadas, admitía que verse bajo tierra, dentro de un estrecho vehículo a gran velocidad, rodeada personas, la ponía un poco nerviosa.

Ella y Luz compraron sus boletos y esperaron pacientemente un par de minutos hasta que el tren llegó.

–No hay asientos– le susurró Amity a Luz cuándo ingresaron al tren, observando lo lleno que se encontraba. Luz pasó su mirada rápidamente, y luego la jaló repentinamente.

–Si hay, por allá– exclamó Luz, arrastrándola hasta allí.

–Solo es uno, Luz– le susurró Amity cuándo se detuvieron.

–Ah... si quieres tómalo tú– le ofreció ella, a lo que Amity suspiró, empujándola suavemente en él.

–No, gracias– le dijo Amity mientras se sentaba sobre sus piernas y sacaba su celular, pasando la lista de canciones y escogiendo una canción al azar.

–¿Estás cómoda?– le preguntó Luz, un poco sonrojada, intentando sonar neutral.

–Si– le respondió Amity, recostandose contra ella, mientras cambiaba de canción.

–Te aprovechas de mí, Amity– murmuró Luz, rindiéndose y abrazándola por la espalda, y ganándose así las miradas desaprobatorias de algunos otros pasajeros.

Pero ella estaba con su chica, y eso era lo único que le importaba.

Luz colocó su mano libre sobre la pierna de Amity y la acarició ascendentemente, sin importarle las miradas y los murmullos a su alrededor, y Amity, con la música a tope, se dejó envolver por el cálido y placentero abrazo de Luz, rememorando la noche anterior en su cabeza, con las letras románticas y la música de fondo.


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