Capítulo 1
14 de septiembre del 2022
Me encontraba corriendo con mi guitarra en la espalda, pasillo por donde pasara, pasillo por donde llamaba la atención de todos los estudiantes de la escuela, a pesar de que ya era típico que el director Molina diera una persecución digna de escena de Hollywood tras de mí, Joshua Garcia.
Según los maestros, soy un completo dolor de cabeza, soy el peor alumno que la escuela secundaria haya tenido, pero gracias a que mi último año en este lugar ha llegado, deben estar saltando en una pata de la felicidad.
Graduarme a los veinte no estaba en mis planes, pero qué más da, ya no les daré problemas en los que pensar.
Mientras corría por los pasillos, de entre tantas personas allí, un par me miraba de lejos, recostados en la pared; Naty y Caeli, supuesta "parejita perfecta", que como de costumbre, se besaban sin importarles nada.
La chica me miraba con amargura a la vez que Caeli me saludaba con el puño.
-Cambia esa cara o te arrugarás- Le fastidio.
-Sin demorar, Naty me dedicó su dedo medio -Pudrete, García- Luego, rodó los ojos.
Naty Sanches es una morena de un cuerpo hermoso, ojos verdes y una gran popularidad, no es de extrañar pues es la capitana de las animadoras y ganadora de diversos premios, como Caeli Gomez, capitán del equipo de basquetbol de los "Perritos de la Pradera".
Por falta de aire, me detuve, apoyando mis manos en las rodillas. Al voltear, veo al director desde la otra punta del pasillo, desde lejos se podía notar el enfado que sentía.
De seguro se preguntan, ¿Qué hiciste esta vez, Joshua?
Bueno, aquí les doy la respuesta: Con mis amigos, pintamos la cara del director con forma de culo en el mural principal de la escuela, con la frase: "Me gustan las nalgas a la milanesa".
Esa pequeña travesura enojó al director, así que comenzó a perseguir al supuesto culpable, y todavía estamos en eso.
-Joshua Garcia, quiero que en este mismo instante...- Hizo una pequeña pausa para recobrar el aliento -Se presente... en mi oficina- Aunque me diera tal orden en un tono tan molesto, el hecho de que apenas y pudiese hablar me causaba gracia.
Sonreí y meneé la cabeza.
-Iré luego- enderece mi cuerpo, estirandome un poco.
El pobre hombre tensó los hombros seguido de los puños, retomó la carreta, por ende, yo también.
En ese preciso instante, fue cuando mi pecho chocó contra algo que supuse que era la cabeza de alguien, a la par escuché el sonido de unos libros cayendo al suelo. Miré hacia abajo y era una chica con cabello de un color castaño con flequillo dividido y un tanto delgada, estaba tirada en el suelo de culo, su mirada estaba perdida.
-¿Qué acaso estás ciega, que no ves por donde caminas?- Ella subió la vista, al parecer hacia mí, dejándome ver sus ojos color café con un tono gris.
-Pues claro que estoy ciega, idiota. Tú deberías de ver por donde caminas- replicó irritada.
Mi mente quedó en blanco en cuanto escuché eso.
-No me jodas, ¿en serio no ves?- me incliné hasta coincidir con su rostro, moví mi mano de un lado al otro para comprobar lo que decía.
-Ya basta, deja de hacer eso, es molesto- Detuvo mi mano con la suya, gracias a eso pude notar lo suave que era -Ayúdame a recoger mis cosas que no sé en dónde están- pasaba sus manos por el suelo.
-De verdad me gustaría ayudarle, pero ahora estoy en un aprieto- respondí con apuro, poniéndome de pie.
-¡García!- Y ahí de nuevo la voz del profesor Molina.
-No te preocupes, intentaré hacerlo sola.
Sin pensarlo bien, miré hacia atrás y luego a la chica. Decidí ayudarla a ponerse de pie, recogí sus libros y los apilé en su antebrazo, abrí la puerta del primer salón que vi y entré junto a ella, guiándola con mi mano en su hombro.
-¿Pero qué...?
-Shhh- La interrumpí, observando desde la pequeña ventana que tiene la puerta al director cruzando lentamente.
-Señor García, creo que se confundió de clase- Saludó la maestra Chalamet, en frente del pizarrón.
Todos los alumnos de primer grado se me quedaron mirando, algunas mocosas del fondo se reían, y uno de ellos, llamado Octavio me saludó, ya conocía a ese niño, es un obsesionado por los videojuegos.
-Creí que esta era la clase de ella, como ves ella es ciega y pensé que se había perdido- La maestra le dirigió la vista, seguido, mirando nuevamente hacia mí me contestó: -No te preocupes que yo la llevo, si la señorita Marisol Rodriguez es de tercer grado.
De un momento a otro, la puerta se abre con rapidez, era el director.
-Oh, Señorita Chalamet, perdón por molestar en su clase de Francés, pero tengo que llevarme al señor Garcia.
Por mi parte, solo cerré los ojos, cansado.
***
El director caminaba de punta a punta en el lugar, mientras tanto yo me movía en la silla giratoria, tenía una lapicero en la boca, disfrutaba como estaba salido de sus casillas.
No es la primera vez que estoy aquí, conozco tan bien este lugar que ya parece mi camerino.
-Ya estoy cansado de ti, Garcia, me tienes hasta acá -apuntó su frente-. Me pregunto, ¿por qué no eres como tu hermana?- espetó.
Antes de responder, me incliné hacia atrás en la silla.
-¿Será porque yo no soy Luna?- Suspiré con pesadez, enseguida continué -Sé cuánto la privilegiaban por traer buena reputación para la escuela, al ser una excelente alumna, pero eso no significa que yo sea igual.
Era notoria su frustración, pues se pasó las manos por toda la cara.
-Bueno... Así que te gusta hacer la contra, ¿verdad?- tronó su cuello para luego sacar del cajón del escritorio un folio -Hoy conociste a Marisol Rodriguez, como ya te diste cuenta, ella es de nuevo ingreso, agregando el hecho de que es discapacitada. Necesita ayuda para llegar a las aulas, elegir los libros, la comida... Entre otras cosas.
Me encogí de hombros en respuesta.
-¿Y eso a mi que?
En vez de pelearme, una sonrisa maliciosa surcó sus labios
-Tú, Joshua García, serás como su tutor. Ella será tú responsabilidad, si algo malo le pasa, tú, García, serás él culpable- declaró, a la par que me señalaba con el dedo índice -Esto podría ayudarte muchísimo en tus notas.
Negué con la cabeza.
-Yo no cuidaré a nadie, eso no- respondí rechazando la idea completamente, relami mis labios antes de continuar -No sé cómo hago para cuidarme a mí mismo, ¿y tengo que hacerlo con una ciega?- Molina me miró directo a los ojos, desafiante.
-Si no lo haces, no hay graduación para ti, a estas alturas debes de saber que yo no pierdo- se sentó en su silla y se cruzó de brazo.
-Yo sí que nunca pierdo- me apunté a mi mismo, con orgullo.
Ambos desatamos una guerra con nuestras miradas.
Al fin de cuentas termine aceptando, en realidad yo no tengo que ser niñero de nadie, y menos de una mocosa para el colmo ciega. Si no fuera por esta maldita graduación, y el querer librarme de la escuela, no hubiese aceptado.
Saliendo de la dirección, el peso en mi espalda me recordó que llevaba conmigo la guitarra, así que ganas no me faltaron para irme a sentar en una de las tantas bancas de afuera. Ya en el patio, sostuve mi guitarra con las manos y comencé a deslizar mis dedos sobre las cuerdas, no era una canción en especial, solamente melodías que me gusta componer para pasar el rato, para olvidar y despejar las tormentas que son creadas en mi cabeza.
-Tocas muy lindo, para decir verdad- Alcé asombrado la vista y allí estaba aquella muchachita.
Su cumplido me hizo callar, quizás porque nadie me lo había dicho, siendo sincero, nunca me gustó el hecho de tener público cuando toco.
-Pues, gracias- pude decir después. -¿Aún sigues aquí?
-Si...- ella sonrió -Me gusta como tocas- Movió frente a ella el bastón de metal que usaba para caminar, el cual no había visto hasta ahora.
-Nadie me lo había dicho.
Ella sólo pasó un mechón de cabello detrás de su oreja, mirando hacia un lado.
-A veces, me encanta escuchar como Sebastian Yatra canta con su guitarra, para mi es hermoso- su mirada se desvió nuevamente -Ya que estás tú, ¿podrías tocar una de sus canciones?- su petición guardaba mucho interés, cosa que logró que no la rechazara de inmediato, sino que meditara la propuesta.
-No me saldría cantar como él - decliné posterior a unos momentos.
Por su parte, soltó una leve risa.
-Uno no sabe hasta dónde puede llegar si no lo intenta- alegó feliz, sentándose a mi lado.
Afiné las cuerdas girando las clavijas, no sin antes advertir:
-Cuando no te guste, no te quejes- alcé mi vista, topándome con una sonrisa de oreja a oreja -¿Qué canción quieres que toque?
Aún no se porque estoy por hacer un "espectáculo" para alguien a mi lado, pero tengo la necesidad de hacerlo, sin comprender el porqué.
-La que tú sepas- me respondió, acercándose.
-Esta bien, pero ¿no me vas a criticar?- cuestioné rápido.
-No te lo juro- replicó riéndose.
Comencé a tocar la canción, Marisol escuchaba atentamente.
Yo te conocí en primavera
Me miraste tú de primera
Y un verano entero me enamoré.
Y esa despedida en septiembre
En octubre sí que se siente
Noviembre sin ti me dolió también.
Llegará diciembre, sigues en mi mente
Fueron seis meses y por fin volveré a verte
Llegará febrero, yo seré él primero
En darte flores y decirte que te quiero
Puede que pase un año o más de una vez, sin que te pueda ver
Pero el amor es más fuerte.
Puede que el tiempo nos alejé otra vez, sin saber en donde estés
Pero el amor es más fuerte
Oh, Oh, Oh
Te esperaré porque el amor es más fuerte
No note en qué momento terminé mirándola, pero el timbre sonó anunciando la salida de los alumnos y el fin de nuestro pequeño concierto.
-Fue un gusto conocerte...- al no saber mi nombre, se queda corta.
-Joshua.
Se puso de pie sosteniendo el bastón y extendió su mano
-Ah Joshua, no me sabía tú nombre- tome su saludo y estrechamos nuestras manos.
-Igualmente, Marisol - me quedé viendo como se iba caminando con el bastón hasta que una mujer de pelo negro y vestimenta elegante la nombró y que al parecer era su madre.
La mujer se me quedó mirando por varios segundos, yo la saludé con la mano pero me ignoró, uno es educado y otras personas son amargadas como Naty.
Me puse de pie acomodando mi guitarra en mi espalda, arreglé mi chaqueta negra y emprendí mi camino fuera de la escuela. Me puse mis auriculares y comencé a escuchar la canción de Sebastian Yatra "Tacones rojos", a decir verdad es una canción muy pegadiza.
¿Quieren saber un poco de mi vida?, ahora se la cuento.
Mi nombre es Joshua Martín García, tengo veinte años y repetí dos veces el tercer año de secundaria, porque soy "muy vago" como dice mi hermana Luna... Qué casualidad, justamente ahora estoy parado frente a su póster, "Luna García, presidenta de España", que mujer que le fue bien, ahora es la que manda a este país, pero volviendo a mi vida. Vivo en España, Barcelona, en una casa sencilla con mi mamá, ya que no me deja vivir solo por miedo a que yo no pueda terminar mis estudios.
En el barrio en donde vivo se llama La Barceloneta, no tengo que quejarme de donde vivo, aquí todos somos conocidos.
-¡Ay Martincito!- Voltee para ver a la persona más bella de esta tierra, Doña Aurora.
-Ey, Doña Aurora- Al verme, me brindó un abrazo muy fuerte -Se nota que me extraño demasiado...
Volvió a apretar mi pobre cuerpo, si es que eso fuese posible.
Prontamente me soltó e interrogó
-Octavio me dijo que te vio con una muchachita- alzó ambas cejas, yo automáticamente miré hacia la ventana y lo vi con los auriculares y el celular en sus manos, al notarme dejó el celular de lado y juntó ambas palmas susurrando "Lo siento".
-No era nadie en especial, ni la conozco- le aclaré, sonriente.
-Bueno, hagamos de en cuenta que te creo. ¿Quieres pasar a tomar un poco de leche con chocolate y torta?- puse ambas manos en su hombro.
-Me conoces tan bien y sabes que nunca le diría nunca a tus tortas- suelto un pequeño chillido de alegría.
Aurora siempre ha sido muy cariñosa conmigo, era amiga de mi abuela, siempre me cuenta las cosas que hacían juntas, y dice que yo me parezco a ella ya que los dos teníamos la misma pasión por la música. La guitarra que tengo es de mi abuela, aunque nunca pudo llegar a tocar en un concierto, por las grabaciones que tengo se cantaba bello.
Después de estar una alrededor de hora con Aurora tuve que irme, ya que se me hacía tarde para ir a mi casa, por ende, me despedí de ella.
Camino a mi casa mi celular sonó, era mi madre diciendo que esta noche saldría a cenar afuera y que me preparara algo.
Al llegar a mi casa, que estaba a unas pocas calles de Doña Aurora, la entrada estaba iluminada por la lámpara, estaba por abrir la puerta cuando escucho un ruido, lugar de donde provenía era del árbol de frente a mi casa, sin tardar se escucha un quejido. Es lógico pensar que alguien se golpeó, detrás del árbol salió Octavio, el nieto de Aurora.
-Tú, ¿qué haces aquí?- con la ceja levantada le preguntó, por su parte, él se acariciaba la cabeza.
-Quería disculparme, no debí decirle eso a mi abuela- al hablar, se iba acercando de a poco.
-Ah, por eso. No pasa nada, peque- al escucharme tan tranquilo, terminó de acercarse a mi.
-Toma esto, se cuanto te gusta tocar la guitarra...- me extendió su mano con un llavero con forma de guitarra -Quería darte esto, si no te gusta...
-Me encanta- lo interrumpí, y quedamos en un silencio agradable.
-Aunque es muy linda la chica- comentó divertido.
Cerré mi puño que tenía el llavero, lo mire y suspire cansado.
-Ya es tarde y deberías de estar adentro- Me sonrío.
-Nos vemos, descansa- Se despidió también agitando su mano y se fue.
Abrí la puerta y entré, al subir las escaleras, mire por unos instantes las fotografías colgadas a un lado en la pared, subí hasta llegar a las escaleras del ático, busque con la vista el cordón para bajarlas.
Hace mucho que no vengo a este lugar, desde que cumplí los veinte, no me da tiempo entre la escuela y el trabajo, pero hoy que no está mamá decidí entrar.
Encendí la luz y camine hasta el escritorio viejo que usaba, del cajón saque un DVD y lo introduci en el reproductor del televisor, la voz de mi Abuela hizo eco en el lugar, ella tenía uno de esos peinados de esa epoca, pelo color negro, sus labios estaban pintados y llevaba puesto un vestido rojo y guantes negros. Acomodó el micrófono y comenzó a cantar con su maravillosa voz.
-Soy una bella flor que nació de un jardín, dime si tú podrías complacerme a mi, me gustan que me rieguen en dulces besos y que me deslumbren como el sol, y nunca puede faltar una buena noche de intimidad...
Ella continuó cantando las letras que me sé de memoria.
Mi mamá cuando notó mi pasión por la música me regaló el cuaderno de música de mi abuela, en donde están todas sus letras que no fueron oídas por el mundo.
Hola soy Zanem para los que no me conocen, estoy aqui de nuevo trayéndole esta bella historia, la actualización de los capítulos son rapidas así que siempre tendra con que entrenerse los fines de semanas.
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