Nunca fui fan de las cosas nuevas, a menos que estás fueran seguras, yo no compraría algo totalmente nuevo a menos que lo tuviera en mis propias manos y corroborara que era lo suficientemente bueno.

Aunque tomé el riesgo al irme a Suecia después de todo.

Y como un gran fan de la tranquilidad, de lo quieto, de lo sereno y de lo que conozco, comenzar a quererte más cerca era demasiado.

No entendía nada muy bien, y eso también me acomplejaba, me irritaba y, sobre todo, me desesperaba.

"Creo que se hace tarde", dijiste revisando tu reloj, "Será mejor que me vaya a mi departamento", y eso hubiera estado bien antes, no ahora que yo quería tenerte a todas horas. "Quédate, no tengo problema en ello, te puedo preparar la habitación de invitados", fue lo que salió de mi boca y tú sonreíste mientras veías tus pies, incluso tus mejillas se tintaron de color rosa.

Sé que te estabas dando cuenta de que comenzaba a quererte de más.

"Tranquilo, prefiero no molestar", me respondiste viéndome a los ojos, y yo sé que esos ojos estrellados suplicaban porque insistiera, tenías tus manos sobre tus muslos y jugabas con tus dedos, estabas nervioso.

"No molestas, Nochu", dije cambiando el canal de televisión, dejé el control sobre la mesa ratona y me levanté. "¿Por qué me molestaría tenerte una noche en mi casa?", mordiste tu labio inferior y asentiste, la luz del televisor me mostró tu sonrojo un poco más fuerte.

Fue la primera vez que te insistí en algo, maldito sea aquel día.

Porque te acostumbraste a que siempre estuviera detrás de ti, rogando, suplicando, insistiendo... Amando.

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