09| Tensión en el ambiente
Anastasia se acomodó en su asiento, pero la incomodidad se apoderó de ella al instante. Aunque había sido entrenada para mantener una postura impecable y ser el centro de atención sin mostrar sus emociones, esa noche sentía como si la presión del ambiente la aplastara. La tensión entre Mihrimah e Iván era palpable, y eso no pasó desapercibido para ella. A cada palabra que se intercambiaba entre los dos, un aire de hostilidad se hacía más denso, como una niebla invisible pero pesada que envolvía la mesa.
Miró de reojo a Iván, esperando quizás encontrar alguna señal de alivio, una sonrisa o una palabra amable para suavizar la situación. Pero lo único que obtuvo fue una mirada gélida y distante, tan impenetrable como siempre. Era como si él estuviera completamente desconectado del mundo a su alrededor, atrapado en su propio orgullo. Luego, sus ojos se desplazaron hacia Mihrimah, quien parecía completamente ajena al malestar que había causado. Ella comía con una calma inquebrantable, como si no le importara lo más mínimo la tensión que se respiraba en el aire, una actitud que solo aumentaba la sensación de que había algo que no estaba bien entre los dos.
¿Qué estaba pasando entre ellos? La pregunta rondaba en su mente sin cesar. No podía evitar sentir una creciente incomodidad al ver cómo ambos evitaban hablar directamente entre sí, pero sin embargo, sus intercambios hablaban por sí mismos. Cada gesto, cada mirada que compartían, parecía una conversación en silencio que no quería entender.
Anastasia tragó saliva, sintiendo que algo se atascaba en su garganta. La comida que tenía frente a ella perdió su sabor, su apetito se desvaneció de inmediato. No podía concentrarse en nada más que en el malestar que le producía la presencia de ambos, ni siquiera en la comida perfectamente servida ante ella.
¿Por qué esta incomodidad? pensó. En su mente, había esperado que la cena fuera una oportunidad para disfrutar de una conversación más amena, para compartir un momento tranquilo. Pero en su lugar, todo se había vuelto tenso, desconcertante y ligeramente opresivo.
Unos segundos más de silencio pasaron antes de que ella se forzara a mirar a Iván y decir con una leve sonrisa, intentando suavizar la atmósfera, como siempre hacía en situaciones incómodas:
—Mi señor, ¿está todo en orden? —preguntó, su voz cargada de un tono que intentaba ocultar su incertidumbre.
Sin embargo, Iván solo levantó la mirada un momento, apenas notando su presencia, antes de responder de forma distante:
—Todo está bien —dijo, sin más.
Esa respuesta breve fue suficiente para confirmar a Anastasia lo que ya había sospechado: estaba fuera de lugar en esta mesa, en esta conversación. Ambos estaban atrapados en su propio mundo, y ella, por más que quisiera encajar, simplemente no podía.
La incomodidad aumentaba, y la joven rusa se reclinó ligeramente en su asiento, buscando una forma de desaparecer entre las sombras de la sala, deseando poder escapar de esa atmósfera tan tensa y cargada de secretos sin resolver.
Mientras Anastasia trataba de mantener la calma, los intercambios entre Mihrimah y el Zar continuaban, y la tensión en el aire se volvía cada vez más palpable. Ambos, aunque aparentemente cordiales, no podían ocultar la frialdad que se les escapaba entre las palabras. Sus intercambios eran cortantes, disimulados tras sonrisas forzadas.
Mihrimah, con su porte elegante y calculado, cortó un trozo de pollo y lo llevó a sus labios sin apartar la mirada del Zar. Su tono, suave pero lleno de ironía, no pasó desapercibido para él.
—No sabía que en tierras rusas el clima fuera tan frío —comentó ella, dejando que sus palabras se flotaran en el aire, como si fuera una observación inocente, pero con un toque desafiante.
El Zar, con una leve sonrisa en sus labios, la miró desde su asiento, dejando entrever una pizca de desdén.
—Tal vez el frío es solo un reflejo de la distancia que los anfitriones rusos reservan para los... visitantes extranjeros, Sultana. No todo en esta tierra se presenta con la misma calidez que se espera en los palacios otomanos —respondió, dejando claro que su tono era una mezcla de desprecio y cortesía forzada.
Mihrimah no pudo evitar soltar una pequeña risa, más bien una risa seca, mientras dejaba la copa de vino sobre la mesa. No era una risa alegre, sino una que reflejaba una diversión sutil, casi burlona.
—Si eso es lo que piensas, Zar, entonces me temo que aún no has conocido el verdadero sentido de la cortesía, al menos no en tierras otomanas. Pero claro, los comportamientos que en mi tierra consideramos modales, tal vez no sean entendidos en una corte tan distante —respondió sin perder la calma, pero con un tono que ya no ocultaba la picazón de un enfrentamiento directo.
El Zar, al escuchar su respuesta, se reclinó ligeramente en su silla, mirándola fijamente. La expresión en su rostro era enigmática, como si hubiera captado el desafío en las palabras de la mujer frente a él. Sin embargo, su voz se mantuvo fría.
—¿Cortesía? ¿Eso es lo que creen que ofrecen en su tierra? No todo puede ser resuelto con sonrisas y buenos modales, Sultana. En Rusia sabemos que los acuerdos se hacen de otra manera —respondió, casi sin darle importancia, mientras daba un sorbo a su copa de vino.
Mihrimah, sin dejar que la provocación de él la afectara, continuó comiendo tranquilamente, aunque sus ojos brillaban con una mezcla de desafío y desdén.
—¿Acuerdos, Zar? Quizá eso sea lo que crees que se necesita. Pero a veces, la diplomacia no se trata de imponer, sino de entender. Aunque me temo que ese concepto pueda ser difícil de captar en una corte como la suya —dijo con una sonrisa que apenas se notaba, pero cuyo veneno era claro.
El Zar, al escuchar esto, frunció ligeramente el ceño, pero se limitó a no responder de inmediato. Miró brevemente a Anastasia, como si quisiera ver si ella estaba percibiendo la tensión entre ellos, pero luego volvió su mirada a Mihrimah, reconociendo que el intercambio verbal entre ellos no terminaría pronto.
Anastasia, atrapada entre ellos, sentía cómo el ambiente se volvía más tenso con cada palabra, pero no podía evitar escuchar y observar lo que ocurría. Los dos parecían empeñados en jugar con palabras como si se tratara de un duelo de espadas, y ella solo era un testigo involuntario, mientras las miradas y comentarios pasivo-agresivos volaban entre ellos.
Finalmente, Mihrimah, sin apartar la vista de Iván, respondió con una sonrisa fría mientras probaba otro bocado.
—Aún me pregunto qué tan efectivos son esos métodos, Zar. Pero, tal vez esa sea la diferencia entre nuestros mundos. —Dijo sin perder la compostura, como si se divertiera con cada palabra que él le ofrecía.
El Zar, por su parte, solo sonrió con suavidad, pero sus ojos reflejaban una intensidad peligrosa, como si el intercambio verbal fuera solo el inicio de algo más grande.
Mientras tanto, Anastasia, en su incomodidad creciente, miraba fijamente su plato, preguntándose si alguna vez podrían dejar de intercambiar esas palabras afiladas. Sin embargo, sabía que, al menos por ahora, no había mucho que pudiera hacer. Mihrimah y el Zar continuaban su duelo silencioso, y ella solo era una espectadora atrapada en la tormenta.
La cena en la gran sala del Zar continuaba desarrollándose, pero la tensión entre Mihrimah e Iván era evidente. Mientras Anastasia intentaba seguir la conversación, no podía evitar sentir que el ambiente se volvía cada vez más incómodo. Miraba de un lado a otro, intentando entender qué estaba pasando entre la sultana y el zar, pero no podía evitar la sensación de estar atrapada entre ellos.
Fue entonces cuando Anastasia, en un intento por calmar la situación y hacerse notar, decidió intervenir, aunque su forma de hacerlo sólo sirvió para aumentar la tensión en la mesa.
—Zar Iván —dijo con una voz suave y un tanto vulnerable, con la mirada fija en él—, ¿no cree que la conversación podría ser un poco más... tranquila? No sé, me siento algo... incómoda.
Iván, al escucharla, la miró un instante y luego desvió la mirada hacia Mihrimah, como si en su mente estuviera evaluando cuál era el siguiente paso en esta tensa interacción. Sin embargo, no dijo nada, prefiriendo mantener el silencio por un momento, mientras sus ojos se deslizaban por la figura de Anastasia.
Mihrimah, sin querer entrar en una confrontación directa, notó cómo la atmósfera se llenaba de una incomodidad creciente, pero no iba a ceder tan fácilmente. En lugar de responder de inmediato, dejó que la presión aumentara un poco más antes de hablar.
—Parece que la señorita Anastasia tiene un buen ojo para las tensiones ajenas —comentó en voz baja, casi como si estuviera pensando en voz alta, sin mirarla directamente.
Anastasia, al percatarse de que Mihrimah se dirigía a ella, sintió una punzada de incomodidad, pero su expresión nunca cambió. Ella no iba a dejar que la sultana la hiciera sentir inferior. Su rostro se mantuvo sereno, aunque por dentro la ansiedad la devoraba.
—Bueno, no creo que sea tan difícil darse cuenta de la tensión en el aire, ¿verdad? —respondió Anastasia, intentando mantener la calma, pero su tono dejaba claro que se sentía incómoda, casi como si fuera la víctima de una situación que no comprendía.
Mihrimah, sin perder la compostura, simplemente sonrió con suavidad, observando cómo Iván la miraba. Su expresión no mostraba ira, sino una tranquila superioridad. No había necesidad de ser agresiva; la sultana sabía cómo manejar estas situaciones con astucia.
—Quizás la señorita Anastasia no esté tan acostumbrada a los... juegos de poder —respondió Mihrimah, sin mirar directamente a Anastasia, pero lo suficientemente claro como para que todos en la mesa pudieran escuchar.
Anastasia, sintiendo que sus palabras eran ignoradas por completo, no podía quedarse callada. Su tono se volvió aún más vulnerable, pero también había un toque de desesperación en sus palabras.
—No es mi culpa que las tensiones entre ustedes sean tan evidentes —dijo, sin poder evitar un leve suspiro, como si fuera víctima de la situación.
Mihrimah, al escucharla, levantó una ceja y, con una sonrisa que no llegó a ser completamente amable, simplemente asintió.
—Claro, lo entiendo perfectamente, querida —respondió con un tono ligero, pero sus palabras estaban cargadas de un sarcasmo sutil. A continuación, desvió su mirada hacia Iván, que parecía disfrutar de la tensión creada entre las dos mujeres.
Iván, aunque aparentemente divertido por la situación, prefirió intervenir, no tanto por querer poner orden, sino porque disfrutaba de ver cómo la sultana y su prometida se cruzaban en este duelo verbal silencioso.
—Parece que la conversación se está tornando interesante —comentó con una sonrisa contenida—. Sin embargo, no todo debe ser tan dramático.
Mihrimah, sin perder su compostura, se limitó a sonreír levemente y tomar un bocado de la ensalada que tenía frente a ella. La tensión seguía en el aire, pero era evidente que ella no iba a seguir el juego de Anastasia.
Anastasia, sin embargo, no sabía cómo terminar la conversación. La incomodidad la envolvía cada vez más, pero no se atrevió a hacer un movimiento brusco. Su actitud de mosquita muerta seguía intacta, intentando evitar más conflictos, pero al mismo tiempo deseando ser vista como una víctima en medio de todo esto.
La cena continuó, pero la atmósfera pesada entre las tres figuras principales de la mesa hacía que cada bocado fuera más difícil de tragar. La rivalidad entre Mihrimah e Iván se notaba en cada palabra, en cada gesto, y Anastasia sentía que era una espectadora atrapada entre dos mundos completamente diferentes, uno lleno de poder y otro lleno de inseguridad.
Bien, como ya saben, no ando actualizando mucho mis fanfics por andar enfocada en mis libros originales, no voy a dejar la cuenta de lado, ya lo saben, ustedes son muy importante para mi, y le tengo gran cariño a esta cuenta.
Somos una familia, por lo tanto seguiré actualizando cada que tenga tiempo.
Pero me gustaria pedirles su apoyo en este nuevo capitulo de mi vida, escribiendo cosas originales, la cuenta es por favor, apoyenme.
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