05| Lejos de casa.
Mihrimah estaba en sus aposentos, rodeada de cofres abiertos y baúles repletos de prendas y objetos preciosos. Había ordenado a sus doncellas que prepararan cuidadosamente las mejores telas y vestidos, así como los abrigos de piel más gruesos para enfrentar el clima gélido de Rusia.
Con cada prenda que metía en el equipaje, sentía cómo la emoción por este viaje iba creciendo. Estaba segura de que el cambio de ambiente sería beneficioso, no solo para ella, sino también para su matrimonio con Bali Bey. Quería asegurarse de que todo fuera perfecto, incluso el detalle de los amuletos de la suerte y los recuerdos de sus seres queridos, que colocó en un pequeño cofre de madera que guardaba en el fondo de su maleta.
── Lleven los libros también ── ordenó a sus sirvientas. ── Especialmente los de poesía persa y los relatos sobre tierras lejanas. Los viajes empiezan primero en la imaginación, y quiero que este sea especial.
Una de las doncellas, más joven, la miró con curiosidad y se atrevió a preguntar:
── ¿Será un largo viaje, mi Sultana?
Mihrimah sonrió, dejando que un pequeño destello de ilusión cruzara su rostro.
── Lo suficiente para permitirnos olvidar las preocupaciones del palacio ── respondió, mientras doblaba una prenda de seda bordada en oro.
Mientras observaba el equipaje que iba tomando forma, Mihrimah se sintió envuelta en una mezcla de nostalgia y esperanza. Sabía que la rutina y las sombras del palacio podían llegar a ser opresivas, pero un viaje hacia lo desconocido traía consigo la promesa de algo nuevo, tal vez incluso la paz que tanto anhelaba en su vida con Bali Bey.
Mihrimah suspiró mientras observaba las telas de terciopelo y seda que iba colocando en su equipaje. Con cada prenda que guardaba, la idea de llevar a Bali Bey con ella se hacía más fuerte. Quizá, lejos del palacio, podrían encontrar un espacio para el amor y la paz que tanto anhelaba.
Justo en ese momento, una sombra se reflejó en el umbral de la puerta, y al girarse, vio a Bali Bey entrando en la habitación. Una sonrisa se dibujó en sus labios y, sin decir palabra, se acercó a él y le dio un suave beso en la mejilla. Bali Bey pareció sorprendido por el gesto, y aunque intentó disimular su incomodidad, sus ojos reflejaron un leve desconcierto.
── Mihrimah, ¿por qué estás empacando? ── preguntó, tratando de sonar casual mientras miraba los cofres abiertos.
Mihrimah, aún sonriendo, acomodó un último vestido en uno de los baúles antes de responder.
── Quiero que vayamos a Rusia, Bali Bey. He escuchado tantas maravillas sobre sus tierras... Quiero explorar y respirar nuevos aires ── explicó con un brillo en los ojos. ── ¿Vendrás conmigo?
Bali Bey mantuvo el silencio un instante, y mientras veía los preparativos, en su mente cruzó un pensamiento tentador: si Mihrimah se iba sola, él podría pasar más tiempo con Sofia, sin temer que alguien los sorprendiera. La idea le resultaba más atractiva que un viaje al lado de la hija de Suleiman.
── Mihrimah, sería un honor acompañarte... pero tengo deberes en el palacio. No podría abandonarlos, ni siquiera para algo tan maravilloso como esto ── mintió con tono convincente, esbozando una sonrisa que disfrazaba sus verdaderas intenciones.
Mihrimah, aún ilusionada, asintió comprensiva. Bali Bey se acercó, le dio un suave beso en la frente y le dijo en voz baja:
── Prometo esperarte con ansias, Sultana.
En una de las habitaciones más apartadas del palacio, Bali Bey y Sofia se encontraban acurrucados en un rincón oscuro, protegidos por las sombras y el silencio. Bali Bey acariciaba el cabello de Sofia mientras le susurraba lo que acababa de descubrir.
── Mihrimah se va de viaje ── dijo con un tono que, para cualquiera, habría sonado casual, pero en sus palabras se escondía un dejo de satisfacción. ── Se va a Rusia.
Sofia escuchó en silencio, su rostro manteniendo una expresión imperturbable, aunque dentro de ella una tormenta de pensamientos se agitaba. Las palabras de la Sultana Hatice resonaban en su mente: aquella promesa velada de que este hijo podría cambiar su destino, otorgarle una vida diferente a la de una simple esclava.
Mientras Bali Bey hablaba, Sofia sintió cómo una chispa de ambición comenzaba a arder en su interior. Por primera vez, vislumbraba la posibilidad de algo que siempre había parecido inalcanzable: un lugar legítimo a su lado. La Sultana Mihrimah no podía tener hijos; si su propio hijo nacía y el Bey seguía buscándola, Mihrimah no tendría más opción que aceptar la presencia del niño. Y tal vez, solo tal vez, ella podría dejar de ser una esclava y convertirse en una de las esposas de Bali Bey.
Esa idea comenzó a crecer en su mente, ocupando cada rincón de sus pensamientos. Pero, temerosa de mostrar demasiado de sus ambiciones, Sofia guardó silencio. No le dijo nada sobre el hijo que llevaba en su vientre. Sabía que todavía no era el momento de compartir ese secreto; prefería esperar y dejar que el juego se desarrollara a su favor.
Sofia sonrió levemente, oculta entre las sombras, mientras Bali Bey seguía hablando sin notar el brillo calculador en los ojos de ella.
Sofía, dominada por la ambición que ahora ardía en su interior, sintió cómo cada pensamiento y cada palabra de Bali Bey alimentaban un deseo diferente, uno que no solo hablaba de pasión, sino de poder y de cambio. Sin decir una sola palabra, alzó la vista y miró al Bey con una intensidad nueva, envolvente.
Lentamente, se deslizó sobre él, sus manos recorriendo su pecho hasta que estuvo montada a horcajadas, sus piernas rodeando su cintura. Bali Bey la miró sorprendido, pero sin oponerse. Sofia no dejó espacio para la duda; inclinándose sobre él, sus labios buscaron los suyos con una necesidad feroz, un beso que transmitía tanto ambición como deseo, un mensaje claro de su poderío y entrega.
Con cada beso, Sofia sentía que el dominio sobre el Bey y sobre su propio destino crecía, y él, atrapado en ese momento de intimidad, respondía sin reservas. Dejaron atrás las palabras, y en ese acto, ella reafirmó su propósito. Aquello no era solo una unión de cuerpos, sino una conquista en la que, cada vez más, Sofia sentía que su futuro se sellaba.
Al amanecer del día siguiente, el palacio estaba lleno de actividad mientras los sirvientes preparaban el carruaje para la partida de la Sultana Mihrimah. Bali Bey la esperaba junto a las grandes puertas, su expresión compuesta, fingiendo un aire de preocupación y amor sincero.
Cuando ella apareció, envuelta en sus ricas vestiduras y lista para emprender el viaje, él se acercó y tomó sus manos, mirándola a los ojos con una calidez cuidadosamente construida.
── Mihrimah, regresa lo antes posible ── dijo en un susurro cargado de emoción aparente. ── Prométeme que te cuidarás y que me escribirás. La espera será interminable hasta que vuelvas.
Mihrimah le sonrió con dulzura, tocada por su aparente devoción. Sin dudar, asintió y le devolvió el apretón de manos.
── Te escribiré siempre que pueda, Malkoçoğlu. Dos meses no son mucho tiempo... pronto estaré de vuelta contigo ── le prometió, esforzándose por ocultar la pequeña tristeza que la embargaba al imaginar esos días sin él. Aun así, se convenció de que aquel viaje renovaría su espíritu y, con suerte, también su matrimonio.
Finalmente, se separaron, y Bali Bey la ayudó a subir al carruaje. Antes de que la puerta se cerrara, él le lanzó una última sonrisa y levantó una mano en señal de despedida.
El carruaje partió, dejando atrás el palacio y el rostro de Bali Bey, que la observaba hasta que la silueta de su esposa desapareció en la distancia. Mihrimah miró por la ventanilla una última vez, sintiendo un nudo en el estómago. Extrañaría a Bali Bey, pero el viaje no sería largo; en solo dos meses volvería a sus brazos, con nuevas historias y experiencias que compartir.
Mientras el carruaje se alejaba y el palacio quedaba atrás, Bali Bey dejó caer la máscara de afecto que había mostrado momentos antes. El sentimiento de libertad le llenó de satisfacción. Con Mihrimah lejos, se abría ante él la oportunidad perfecta de pasar esos días junto a Sofia sin levantar sospechas.
De verdad que a los años que actualizo, como un año ha pasado y sinceramente no sabia como seguir, pero acá estamos.
Le he perdido bastante el hilo a la historia, pero con fé y sale bien.
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