Prólogo
Comienza con la traición, prosigue con la venganza y termina con varias personas heridas.
Debes confiar en tu pareja, con la persona que estás casado. ¿Pero y si está te engaña con alguien cercano?.
¿Que pasaría si las dos personas en las que confías en todo el mundo te apuñalan por la espalda?
Tu mejor amiga, la persona en la que confías a ciegas desde que la conoces, a quien le cuentas tus cosas importantes y no tan importante.
Tu primer amor, el hombre al que pertenece tu corazón desde la adolescencia. Tu marido, padre de tu única hija.
Susan tenía sed de venganza.
Tras un tiempo, lograste auto-controlarte, echaste los celos a un lado, para lograr tener una buena relación con el Hufflepuff, recapacitando y dándote cuenta que estaba casado.
Harías todo por ella, por el amor de tu vida, tu esposa, madre de tus hijos. Cada parte de su cuerpo le poseía a ella, estaba totalmente a los pies de la mujer. Tan malditamente cegado, sin ver la realidad.
Fred estaba siendo destruido lentamente.
¿Qué pasaría si la situación los uniese? ¿Si la venganza reinará, los celos predominaban, y los heridos triunfaran?
Que comiencen los juegos, los amigos no existen, los enemigos acechan cerca de ti, la venganza es la controladora, la seducción es una prueba más por superar y el deseo puede hacerte perder.
Controla tus pensamientos y tus impulsos, puedes arrepentirte de tus acciones. Las consecuencias serán aún más dolorosas.
Cúbrete con una armadura, que no vean tus verdaderos sentimientos. Cambia de personalidad, debes ser fuerte.
El primero en proclamarse herido, pierde.
Fácil; la seducción, el deseo y la lujuria controlaban tu cuerpo, y tu eres su sumiso obedeciendo.
Que las mujeres tuvieran una vida sexual activa era pecado en una sociedad machista. Pero ella era una pecadora.
Ansiaba con que cayera la noche para sentir el caliente tacto rozando su helada piel; como el fuego y el hielo, tan distintos y a la vez tan iguales.
Que la hiciese suya, una vez más. Quedar sin voz, al tener que gritar su nombre hasta sin habla quedar.
Que sus piernas temblaran, espasmos la recorrieran, volver a tener los ojos cristalizados por una sensación tanto placentera como dolorosa, fusionándose en solo una.
Añoraba sentir sus labios esculpiendo cada parte de su piel, lamiendo, mordiendo y dejando marcas a cada paso.
Estaba a su merced.
Porque ambos eran infieles.
Cedric Diggory llevaba una vida envidiable. Una fiel esposa que le otorgó una preciosa hija. Un puesto como profesor de DCAO en el prestigioso colegio Hogwarts. Un rostro pintado por los ángeles y un cuerpo esculpido.
Envidiable.
Todo se le complica cuando comparte puesto con la mejor amiga de su mujer, percatandose que aún no superó sus sentimientos por ella.
Danae Wood, con su elegancia a cada paso que daba, probándose suspiros de sus alrededores.
Para desgracia del ex-Hufflepuff casada con Fred Weasley. Ambos poseían tres maravillosos hijos.
Fred quedó totalmente embelesado cuando sus ojos chocaron por primera vez.
Su amor por ella era inexplicable.
Como dicen, el amor es ciego y Fred necesitaba un par de gafas para observar con claridad que él era quien más sufría.
En cambio, la Wood sentia un vacío dentro de ella. Cansada de lo habitual, la misma rutina siempre.
Necesitaba adrenalina en su vida.
Sumergiéndose así en un mar de traiciones, venganzas y deseo, dónde abundaban las oleadas de placer.
Se encontraba a dos bandas.
Cedric Diggory, con su temple dominante, posesivo y su calor abrasador.
Fred Weasley, con su amor, su delicadeza y entrega que le otorgaba.
Entre ambos sentia tocar las mismísimas nubes del cielo, pero si se descuidaba unos segundos se quemaba en el infierno.
A los ojos de ambos hombres era la única mujer sobre la faz de la Tierra. La única capaz de tener poder sobre ellos, y poseerlos para su propia merced.
Una simple mirada hacia que sus más oscuros deseos salieran a florecer.
Susan, tenía sed de venganza y haría todo lo posible para lograr su cometido.
Los juegos habían comenzado, nadie tenía amigos.
A Cedric, su esposa no era lo que más le importaba, al contrario que a Fred.
En ambas mentes destacaba Danae.
Para el Hufflepuff era tan sumamente prohibida que lo incitaba a correr el riesgo. Una tentación difícil de contenerse, una fruta prohibida.
Para Fred era la mujer por la
que pelearía para volver a
reinar en su corazón. Su amor
era lo suficientemente
grande como para cometer locuras por ella.
Danae sentía volverse loca entre el deseo y el amor.
Los juegos habían comenzado
los amigos no existen, los enemigos acechan cerca de ti, la venganza es la controladora, la seducción es una prueba más por superar y el deseo puede hacerte perder.
Controla tus pensamientos y tus impulsos, puedes arrepentirte de tus acciones. Las consecuencias serán aún más dolorosas.
Cúbrete con una armadura, que no vean tus verdaderos sentimientos. Cambia de personalidad, debes ser fuerte.
El primero en proclamarse herido, pierde.
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