24. I'll come back for you

La castaña ni siquiera le dio tiempo de hablar cuando se dio la vuelta y salió a pasos apresurados.

Jeno se quedó estático y sus piernas no respondían aunque su mente le gritaba que fuera detrás de ella. De pronto sintió que ni siquiera le importaba nada, todo lo que le importaba en ese momento era perder a Yeji.

— ¡¿Qué estás esperando? Ve tras ella! — Haechan le alentó y se quedó solo cuando Jeno decidió ir a buscarla, sin importar si esta ya se había ido.

Pero al salir por la puerta de la Universidad, no tan lejos se miraba a ella de espaldas mientras que Hyunjin la abrazaba con fuerza.

Y allí se dio cuenta que por mucho que quisiera negarlo, para Hyunjin su hermanita era muy importante.

Y lo era todo.

El pelinegro se percaptó de la presencia de Jeno y sólo así Yeji se giró para verlo de nuevo. Su expresión estaba totalmente rota y sus lágrimas abundaban sin control lo que hizo tragar duro al castaño.

Este se acercó solo un poco a donde ellos estaban.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — Hyunjin miró a Jeno y después a su hermana, solo para volver a mirar de nuevo al castaño con suspicacia. — ¿Qué le hiciste a Yeji?

— Yeji por favor... tengo que decirt-

— ¡¿Qué me vas a decir, ah? ¿Qué fuíste capaz de apostarme?! ¡Eso ya lo sé! ¡¿Qué otra quieres que sepa? ¿Acaso hay algo más que tenga que saber, Jeno?! — Yeji soltó con histéria mientras más lágrimas resbalaban por sus mejillas. Pronto sintió a su hermano tomarla por los hombros y en todo el momento Jeno tenía la cabeza baja.

— ¿Apostaste a mi hermana? — Hyunjin giró su cabeza lentamente hacia él con incrédulidad y asombro. Un sentimiento de rabia e impotencia recorrió su cuerpo. — Eres un...

Antes de que Hyunjin pudiera balancearse sobre él, otra persona apareció por el lado de Jeno solo para detener al pelinegro y evitar que este le golpeara.

— ¡Hyunjin, cálmate! — Mark le pidió mientras lo sostenía por delante mientras el pelinegro se retorcía para que lo liberase.

Mark por fin lo soltó pero aun así se mantuvo cerca de ellos.

— Tienes suerte de que si no fuera por Mark, te hubiera partido la cara ahora mismo.— Jeno no respondió, y por primera vez tenía inclinada la cabeza delante de todos, en especial de su ex-mejor amigo.

Por primera vez supo lo que era humillarse y avergonzarse en público, que si no fuera porque la causa de su falta de egócentrismo había sido por la castaña, en ese momento a todos les hubiera callado la boca.

— ¿No les dirás la verdad? — por mucho que fuera su mejor amigo, Mark estaba molesto con Jeno. Y él lo sabía perfectamente.

— Creo que ya escuché suficiente. Vámonos Yeji. — Hyunjin se dio la vuelta pero se detuvo al ver que esta no se movía. La castaña caminó lentamente hacía Jeno, y al estar frente a él su mano rozó rápidamente su mejilla dejando un escozor sobre esta.

Le había abofetado y Jeno ni siquiera se atrevió a mirarla.

— Déjalo, Yeji. No vale la pena. — el pelinegro la tomó por los hombros apartándola un poco de él.

Jeno por fin se dignó a ver por última vez a Yeji aun con la mano sosteniendo su mejilla roja.

— Tienes razón, no lo vale. — con el corazón roto su voz se agudó al final y una lágrima recorrió su mejilla.

Jeno se quedó allí mirando como los dos se iban, y luego sintió un escozor en sus ojos y como estos se nublaban.

(...)

La habitación estaba silenciosa, y lo único que se oía eran los sorbidos de una nariz roja acompañada de unos ojos rojos y llorosos.

— Jeno, cálmate. — él y Seulgi estaban sentados en la orilla de su cama, mientras ella sobaba su espalda para consolar.

— Soy un imbécil.

— ¿Por qué no vas a su casa y hablas con ella? A lo mejor y...

— Yeji no quiere verme. — soltó amargamente, con resentimiento profundo. — Ella debe odiarme tanto.

— Pero ella te ama y tú también. — Jeno negó mientras se pasaba las manos por la cabeza.

— Lo arruiné todo.

— ¡Aquí estás! — su padre entró en la habitación y Jeno rápidamente se quitó las lágrimas de sus mejillas y levantó de la cama dándole la espalda al hombre para que no viera que había estado llorando.

— ¿Qué pasa? — por más que intentó sonar firme al final su voz salió aguda.

— ¿Estás llorando? — Jeno sintió su espalda tensarse pero no se giró para ver a su padre.

— No...

— Sabes que no me gusta que llores. Los hombres no lloran. — el castaño tragó saliva y rodó los ojos por la estúpida ideología que se cargaba aquel hombre. Como si los chicos no tuviesen también sentimientos y solo fuesen como objetos de contemplación y admiración sin conocer su verdadero interior.

— ¿Qué es lo que quieres?

— Sólo venía a decirte que tu vuelo a Nueva York sale mañana a las 8:00 de la noche. — Jeno se giró con estupefacción hacía su padre. ¿Enserio le estaba diciendo esto?

— ¡¿Qué?!

— Qué mañana tienes un vuelo. Prepara tus cosas. — y con eso por fin su padre salió de la habitación. Pero Jeno aun seguía sin creerse lo que le había dicho.

— Supongo que tenía que decirtelo. — Seulgi se levantó de la cama y caminó hacia él con una sonrisa. — Tu padre sabe que has recuperado a la mayoría de tus proveedores, y bueno... ya sabes que él siempre cumple sus promesas.

— ¿Cómo se enteró?

— Eso no lo sé. Lo único que importa es que te dejará cumplir tus sueños. Tal vez él no te lo diga, pero estoy segura que reconoce el esfuerzo que has hecho por conseguir lo que deseabas. — Jeno formó una mueca como si fuese una media sonrisa. Por una parte le alegraba saber que su padre le permitira ir a Nueva York donde comenzaría su carrera como modelo, pero por otra parte, ni siquiera le importaba.

Mientras Yeji no estuviera en su vida, nada le importaba.

(...)

— Mark está muy molesto contigo. — Haechan habló después de sorber por la pajilla de su malteada.

— No me recuerdes lo que ya sé. — Jeno murmuró por debajo dándole vueltas al vaso de plástico. Su estado de ánimo no había cambiado ni siquiera para verse con el pelinegro por última vez.

Haechan dejó su vaso sobre la mesa para hablar.

— Aun así, tal vez es necesario que sepas que no todo fue culpa tuya.

— ¿Me estás dando tu lástima? — arqueó una ceja un poco molesto.

— Sólo digo que no tenía de otra opción si querías recuperar a tus proveedores y evitar que tu padre te controlara por el resto de tu vida.

Jeno se encogió de hombros como restándole importancia a ese hecho.

— De todos modos, espero que cuando vayas a Nueva York puedas iniciar desde cero.

— ¿Qué me puedo esperar estando haya? — miró con amargura hacia el suelo, volviendo a encoger los hombros. — Sólo quisiera poder ver a Yeji por última vez antes de que me vaya.

— Sabes que eso no es posible. Aunque...

— ¿Aunque, qué? — el castaño levantó la cabeza frunciendo su ceño, presintiendo un poco de suspicacia por parte del pelinegro.

— Olvídalo, no es nada. De todos modos no pensé que fuera a decir esto, pero voy a extrañarte.

Una sonrisa divertida se plantó sobre los labios del más alto.

— Sólo estás conmigo por conveniencia. — soltó un tono más burlón generando unas rápidas entre ellos. — También voy a extrañarte, Donghyuck.

Rápidamente el pelinegro se puso serio porque no le gustaba que lo llamaran por su nombre real, aunque sabía que lo hacía para molestarlo.

— Espero que sigas vivo para cuando vuelvas.

(...)

Jeno terminaba de cerrar la maleta sobre su cama y ponerlas al lado de otras dos sobre el suelo cerca de la puerta de su habitación.

— Veo que tienes todo listo. — Seulgi entró mirando las malesta del castaño.

— Sólo me falta una mochila, no quiero que se me olvide nada.

— No puedo creer que te irás. — un ápice melancólico salió de su voz, y al mismo tiempo su semblante se entristeció. Jeno sonrió un poco y se acercó para darle un cálido abrazo.

— Te voy a extrañar.

— Yo también te voy a extrañar. — Seulgi le devolvió el abrazo pero pronto se tuvieron que separar. — Sé que no soy una madre pero...

— No importa que no seas mi madre. Te agradezco todo lo que has hecho por mí. — sus manos sostenían las de ella y una dulce sonrisa se plantó sobre sus labios.

— Voy a abajo. — Seulgi salió de la habitación mientras Jeno seguía empacando. De pronto, se dio cuenta que su mochila la dejó en la sala por lo que fue por ella.

Pero al bajar no la encontró por ninguno de los sillones, por lo que volvió a subir las escaleras.

— Oye, Seulgi... — estaba entrando en la habitación cuando sintió que a su pecho le faltaba el aire.

Seulgi estaba en la habitación junto a Yeji, quien yacía sentada en la orilla de la cama del castaño. Yeji se percaptó tan pronto de su presencia que desvió su mirada hacia abajo, como si se avergonzara de verlo.

En cambio Jeno no podía moverse de su lugar, mucho menos podía pensar el como era posible que ella estaba estuviese aquí.

— Lamento si no te lo dije antes. — Seulgi se disculpó acercándose a él. — Los dejaré para que hablen.

La pelinegra pasó por su lado dejándolos solos. Jeno ni siquiera sabía que hacer, aun teniendo a Yeji frente a él se sentía muy culpable.

Sin embargo, se adentró pero no se sentó a su lado para darle algo de espacio.

— Hola. — Jeno murmuró pero la castaña no respondió su saludo. Ella sólo alzó la mirada como si quisiera decirle algo que no podía. — ¿Cuándo llegaste?

— No hace mucho. — respondió en un tono gélido. Ella bajó la mirada un segundo y volvió a subirla pero no para mirarlo.

Jeno se estaba poniendo un poco nervioso, puesto que no sabía lo que ella le tenía esperado. Aun así, suspiró profundo antes de hablar:

— Yeji, yo... lo siento. — no hubo respuesta por lo que prosiguió. — Lamento haberte usado, pero sobre todo lamento haberte mentido. No creí que algo así pasaría entre tú y yo así que no le dí mucha importancia y...

— Haechan me lo contó todo. — él se volteó a verla con estupefacción.

— ¿Haechan? — frunció su ceño, él no lo podía creer aun, siendo uno de sus mejores amigos que lo ayudó a callar sobre la apuesta. — ¿Qué fue lo que te dijo?

— Todo. Que tuviste un problema con Jaemin y él básicamente se vengó sólo porque no pudo contigo. — Jeno quería soltar una risa pero sabía que no era el momento adecuado. — Y a ti no te quedó de otra más que aceptar su asquerosa propuesta.

— Creeme que no pensé en las causas de esa apuesta porque...

— Porque no me conocías. Y no te importó en lo más mínimo. — sintió como si una daga clavara su corazón ante la dureza de sus palabras, por muy verdaderas que estas eran.

— Lo sé.

— Aunque creo que en tu lugar yo hubiera hecho lo mismo. — Jeno frunció su ceño reprimiendo una risa por su empatía, pero claramente sería una locura creerla capaz de hacer semejante tontería.

— Yeji, tú no harías lo mismo.

— A menos para que mi padre deje de manejar mi vida como se le apetezca. — una línea recta se formó en sus labios como intentando convencerlo de su respuesta. Jeno se encogió con resignación. — Al menos pudiste decirme la verdad.

Jeno negó la cabeza mirando al suelo.

— No quería hacerlo.

— ¿Por qué? — Yeji frunció su ceño mientras le veía.

— No quería lástimarte. No era fácil decirte la verdad y no porque temiera a perder la apuesta... sino porque ya te conocía mejor y...

— ¿Y, qué?

Jeno tragó duro antes de proseguir.

— No quería que me dejaras. — esas palabras parecían haber tocado el corazón de la castaña, quien bajó la mirada después de que un rubor se pintara sobre sus mejillas.

Alzó un poco la vista solo para reincorporarse en su lugar.

— Sé que estás molesta conmigo y lo acepto. Pero quería que lo supieras.

— Después de esto ya no sé si estoy enojada contigo. — ella confesó un poco confundida, aunque de pronto algo se le ocurrió. — ¿Puedo preguntarte algo?

— Dime.

— ¿Cómo es que conoces a Hyunjin? — Jeno tragó un poco ante la mención de ese nombre. Pero decidió que lo mejor era decírselo, ya no quería mentir más.

— Fuímos amigos. — una triste sonrisa se dibujó en sus labios al recordar como eran ellos dos juntos.

— Hyunjin dice que dejaste de ser su amigo. ¿Por qué?

El castaño suspiró y se sentó junto a ella, pero no muy cerca.

— Mi padre me prohibió tener amistad con él. Decía que él era muy diferente a mí y que solo estaba conmigo por conveniencia. Yo le creí estúpidamente porque solo teníamos 10 años en ese entonces.

— ¿Jamás te habló de mí? — Jeno negó.

— Nunca te mencionó. Y ahora sé que me odia más porque sabe que te lastimé. — una punzada sintió en su pecho de solo pensar que era así. — Perdóname, Yeji.

Una ligera sonrisa se dibujó en los labios de la castaña.

— ¿Todo lo que me dijiste aquella noche fue cierto? — sus ojos se encontraron con los de ella y se miraba a él en estos. Una enorme y dulce sonrisa se dibujó en su rostro asintiendo.

La sonrisa de Yeji se fue agrandando poco a poco aunque seguía algo dudosa.

— ¿Te vas? — señaló a las malesta wue estaban al lado de la puerta de la habitación. Jeno asintió.

— Hoy mismo. — Yeji se giró a él perpleja, como si esa noticia no fuera nada buena.

— ¿Pero vas a regresar, no? — Jeno negó. Aunque deseaba irse de Corea para vivir en Nueva York ahora se estaba arrepintiendo de su decisión. Tal vez no habría nada entre ellos de nuevo, pero no podía negar que extrañaría a la única persona que robó su corazón.

— Pienso quedarme allá. Tal vez sólo venga de visita, pero quiero alejarme de todo lo que me recuerda a Corea, de mi casa, de mi padre, de la sociedad. — Yeji asintió aunque era evidente que estaba triste porque él se fuera.

— Jeno... ¿puedo pedirte algo? — el castaño asintió. — Cuando vuelvas a Corea y tengas que irte otra vez, llévame contigo.— el castaño frunció en ceño pero al mismo tiempo estaba muy sorprendido por lo que ella le proponía.

— Yeji...

— Puede que suene un poco estúpido lo que digo, pero apesar de todo esto, yo quiero estar contigo. — sonrió, y su corazón se enterneció sólo al ver como sus ojos se cristalizaban, y no pudo evitar traerla hacía él para abrazarla.

Mi Yeji...

— Lamento haberte abofetado. — se lamentó y se separó para tocar su mejilla mientra él se reía.

— Creo que me lo merecía. — ella sonrió sin quitar aun su mano. Jeno puso un mechón de cabello detrás de su oreja y una mano abrazó su espalda.

— Entonces... ¿puedo ir? — mostró sus grandes ojos como lo haría una niña pequeña. Él asintió y plantó un beso en su frente.

— Volveré por ti. — dicho eso se acercó y plantó un dulce pero tierno beso en sus labios. — Te amo.

Ella sonrió y acomodó su cabeza en su pecho mientras que él acariciaba su cabeza.


FIN

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