ESPECIAL EFÍMERO
20 de diciembre 1993
5 días para navidad.
Las calles del Londres muggle estaban teñidas de la blanca nieve que caía en ese frío invierno.
Se tuvo que abrazar a si misma, pues se sentía congelada. La vista se le nublaba, pero caminaba como podía intentando esquivar a la gente .
Amaba la Navidad, sin duda era su época favorita del año. Escuchaba los villancicos sintiéndose calmada y con un espíritu navideño corriendo por su sangre.
La gran celebración sería en Navidad, estuvo ahorrando mucho tiempo para este momento. Su abuela merecía un regalo sin duda, uno grande a más poder lo que su dinero alcanzara.
Vivían juntas, tras el fallecimiento de su madre y el desconocimiento de la localidad de su padre. No le importaba, era feliz con su abuela quien la adoraba como una hija y le daba todo lo que estaba en su mano.
A su derecha, los escaparates de las tiendas estaban decorados con todo tipo de adornos navideños: Árboles, bolas, papas noeles, dulces..etc
Una tienda en cuestión llamó la aatención de la joven azabache, de trece años. Había observado un pasillo lleno de bolas de navidad, eran de esas que si las agitabas caía una especie de nieve falsa. Inmediatamente le recordó a la colección que su abuela tenía, se compraba una cada año.
Sin pensárselo dos veces, subió los escalones para entrar a la tienda, dejando que la campana sonara informando de la presencia de un nuevo cliente.
La música navideña inundó sus oídos, sonriendo ante el acogedor lugar. Parecía que la calefacción había sido puesta, pues no notaba una pizca de frío recorrer su cuerpo.
No había observado a ningún empleado atendiendo el mostrador lo que la sorprendió y extrañó, pero ella se dirigió hacia el pasillo que había visualizado a las afueras de la tienda.
Sus ojos se iluminaron al ver un enorme pasillo lleno de bolas de navidad, había tantas que ni siquiera sabía cuál escoger. Mirara donde miraba podía observar miles de esta, tan perfectamente ordenadas que la maravillaran.
Compadecia al pobre muggle que lo hubiera tenido que organizar todo.
Se paseó por todo el pasillo, observando alguna que le pareciera única para su abuela, pues esta ya tenía demasiadas y quería que su regalo fuera tan especial como lo era la Mckinnon.
Cuando estaba por tirar la toalla, sus ojos chocolates se vieron reflejados en una bola con un pequeño libro en el medio. La parte que sostenía esta estaba rodeada por tipicas frases de famosas historias.
Estaba segura que a su abuela le encantaría, pues adoraba tanto la lectura como ella, era un hobbie que ambas mujeres compartían.
Sin dudarlo, fue a cojer la bola pero no contaba con que su torpeza fuera a relucir como le sucedía siempre en los momentos menos oportunos.
El objeto se le resbaló de sus finos dedos, pero para su desgracia no fue lo único, se llevó con ello unas cuantas bolas de más. Causó que el estropicio de cristales rotos retumbara en la tienda, y que sus ojos picaran con altas ganas de sollozar y esconderse en ese mismo mundo.
El suelo estaba cubierto de cristales y nieve falsa, agradecía que al menos unas cuantas no se rompieran. Se odiaba a si misma y a tods su torpeza, no sabría si todo el dinero que tenía daría para pagar el estropicio realizado y ya podría ir yendose olvidando de comprarle un gran regalo a su abuela.
Todo el esfuerzo, para nada. Todas las clases que había dado a algunos mejores para nada, noches interminables ayudando a acabar trabajos a estudiantes para que todo se fuera a la mierda en cuestión de un segundo.
Sus ojos se nublaron, y su labio inferior comenzó a temblar, lo atrapó entre sus dientes tratando de no dejar escapar más lágrimas.
Se agachó en el momento que bruscamente secó sus lágrimas, para comenzar a recoger todas las bolas que habían logrado sobrevivir a su torpeza.
Un alto pelirrojo que en esos momentos estaba encargado de la tienda muggle, apareció en el pasillo tras escuchar el estropicio. Odiaba no poder limpiar sin magia, por lo que se alegró al ver el jersey de Hufflepuff cubriendo a la azabache que estaba recogiendo los cristales del suelo.
—Ten cuidado— hizo que la joven muchacha alzará la cabeza extrañada, mientras el alto sacaba su varita de su bolsillo trasero donde la tenía escondida ante la mirada de sorpresa de la azabache—¡Scourgify! ¡Leviosa!
El primer hechizo hizo que los cristales desaparecieran, y el segundo que las bolas sobrevivientes fueran colocadas al estante.
La azabache aún seguía en estado de Shock al ver lo sucedido, sus ojos rojos e hinchados a causa de las lágrimas que derramó.
El Weasley pareció darse cuenta del estado de la muchacha, por lo que tras guardar de nuevo su varita se encuclilló a su altura haciendo que por primera vez, los chocolate y los avellanas ojos de ambos se encontraran.
—¿Estas bien?— preguntó tratándo de no mantener contacto físico para no incomodar a la joven, al no querer incomodarla pero lo único que deseaba es rodearla con sus brazos para poder calmara pues no dejaba de temblar.
El corazón del Weasley se encogió por algún extraño motivo, cuando la hermosa mujer alzó la cabeza para ver al más alto a los ojos. Habia estado llorando, no podía ocultarlo.
—Eres mago.., te he visto por Hogwarts — tibuteaba mientras su labio inferior temblaba — Siento lo que he causado..
Este negó, y sin poder contener sus impulsos acarició su mejilla, quitando con su pulgar algunas lagrimas que adornaban su rostro.
—No te preocupes ¿si?— hizo que la joven sonriera levemente— Eso me gusta ver. Soy Fred Weasley, encantado— se presentó extendiendole una mano a la mujer para que esta se levantara
La mujer la rechazó riendo, levantándose por si misma para después sacudir sus pantalones.
—Elizabeth Mckinnon — se presentó adecuadamente a su igual — Ya decía yo que ese pelo me sonaba, ¿Hermano mayor de Ron cierto?
Cuestionó, al conocer al pelirrojo menor pues iban en el mismo año escolar.
—Exactamente— asintió—
—¿Supongo que no eres mayor de edad cierto?— alzó una ceja, observando con curiosidad al alto pelirrojo.
—Supones bien
—Tendras problemas con el Ministerio, probablemente— dijo ahora preocupada por este, pues había utilizado magia fuera del colegio.
—No es como si nunca los hubiera tenido— comentó con tono burlón, removiendose el pelo dándole un aire más picaro y coqueto.
Esta rió negando, ya había oído a Ron decir que tenía unos hermanos bastante problemáticos. Pero ahora la Mckinnon creía personalmente que "bastante" se quedaba corto.
—Bueno, siento lo que causé..— busco en su bolsillo hasta que encontró la cartera donde tenía sus ahorros—¿Cuanto seria?
El pelirrojo soltó una estruendosa risa, mirando a la joven quien en un segundo que compartió mirada con ella lo dejó flechado. Habia notaba una especie de conexión que no entendía muy bien el por qué.
—No, por Godric guarda eso— pidió riendo— Repondré del almacén los que cayeron al suelo y nadie se dará cuenta tranquila. Pero necesito tu ayuda, me debes una.
Claro que su jefe se daria cuenta, pero prefería que le descontara de su sueldo antes de tener que dejar que la linda azabache de ojos chocolate pagara.
Prefería llevarse el la bronca.
—Bien, ya me daba a mi que esto no saldría gratis— bromeó—¿Que necesitas pelirrojo?
Cuestionó mirando con curiosidad al más alto, mientras guardaba la cartera.
—Te llevaras esta bola, sin rechistar invito yo— informó tomando una del modelo que previamente había roto la joven, entregandosela a manos— Cuidado no se te vaya a caer— comentó burlón.— Y también necesito que me ayudes a comprarle un regalo a mi madre.
Los ojos de la azabache se abrieron con sorpresa cuando el hombre le entregó la bola
—¿No puedo decir que no verdad?— cuestionó burlona guardando con cuidado la bola, cuando este negó dándole a entender que debía llevarsela— Gracias, ¿qué regalo?
Preguntó curiosa, podría haber pagado el estropicio e irse y no tener que ayudar al Gryffindor, pero algo en su pecho le indicaba que lo ayudara y se quedara.
—Un libro, no se elegir— admitió avergonzado rascándose la nuca
—Estas de suerte, necesitaba comprar uno también para mi abuela.—
●●●
La tienda resultaba acogedora, estaba lleno de libros, sin duda uno de los lugares favoritos de la azabache. El alto pelirrojo caminaba a su lado, tenía las manos guardadas en los bolsillos mientras miraba a ambos lados y seguía a la mujer delante suya.
No sabía como elegir un libro, había tantos y no sabia cual sería del gusto de su madre.
—Sin duda, este será un bonito regalo.— La joven, se alzó de puntillas para poder alcanzar un ejemplar del libro : "Sentido y Sensibilidad". — De seguro a tu madre le encantará.
Se lo entregó, Fred lo miró dudoso pero asintió confiando en la joven frente a él. Era uno de los libros de la famosa autora, Jane Austen. Claro que Elizabeth y su abuela lo habían leído, pues esta era la escritora favorita de ambas.
—Confiaré en ti, Lizzie.— bromeó yendo a su lado para pagar el regalo.— ¿Sueles leer mucho? ¿Tienes algún libro favorito.?
Fred no era gran aficionado de la lectura, nunca le había llamado la atención estar sentado tratando de descifrar palabras. Pero raramente comenzó a interesarse por los gustos de la azabache a su lado, quien parecía sorprendida.
—¿Lizzie?— lo miró extrañada al recibir ese apodo, pues todos sus amigos la llamaban Beth.— Bueno digamos que si, me encanta. Jamás me habían preguntado por mi libro favorito.., pero sin duda Orgullo y Prejuicio siempre será el primero.
Elizabeth quedó sorprendida en ambos términos. Jamás le habían apodado de esa manera, y la rápida confianza que agarró el pelirrojo la impresionó pero no mostró objeción ninguna, pues el alto le agradaba. Nadie se había interesado en sus gustos de esa manera, por lo que quedó algo paralizada pero enternecida por su pregunta.
—Si, Lizzie. Me parece un apodo bonito, no se— se encojió de hombros tratando de excusarse.—Oh, claro entiendo.
Murmuró asintiendo, como si entendiera de libros aunque en verdad jamás hubiera oído sobre ese libro y ningún otro. Era demasiado inquieto como para quedarse parado.
—Tiene pinta que jamás has oído hablar de él.— comentó burlona la Mckinonn viendo como el alto pelirrojo reía leve.
Algo había en su risa que parecía una melodía a los oídos de la azabache, sintió algo dentro de ella, no sabía muy bien que significaba pero era algo bueno, de eso estaba segura.
—¿Tanto se nota?—bromeó y sacó el dinero necesario para pagar el libro cuando fue su turno.— Aquí tiene
Le extendió al cajero el dinero, y tras un "gracias por comprar", perdió de vista a los jóvenes.
Ambos salieron fuera de la librería, con sus regalos de navidad comprados, pero aún con miles de preguntas que hacer.
—¿Puedo preguntar por qué un joven mago trabaja en una tienda muggle?— preguntó la mujer sin tapujos al observar que nadie caminaba por esa calle en esos momentos.
Fred caminaba al lado de la joven, notando como el frío del invierno comenzaba a reinar y el cielo y nubes comenzaron a oscurecerse, causando que hiciera una mueca.
—Supongo que sabrás que los Weasleys no tenemos mucho dinero que digamos..— comenzó algo apenado, por su familia aunque aún así tenían todo el amor que alguien podía desear.—Mis padres lo hacen todo por nosotros a pesar de todo, y siento que nunca se lo he podido agradecer, a veces me siento como un estorbo, pues solo les doy problemas con mis bromas en Hogwarts, aunque no puedo parar, es algo que viene unido a mi.— murmuró soltando un leve suspiro, sin mirar a la joven a los ojos, con miedo a ser juzgado por su condición social como lo había sido algunas veces. Pero con Elizabeth era distinto, se sentía agusto y en confianza, por lo que sus palabras salían con fluidez.— Sin que ellos lo supieran comenzé a trabajar en la tienda muggle para ahorrar y poder compararle algo para esta navidad a ellos y mis hermanos, quiero agradecerles por todo.
Finalizó bajando la mirada. Nunca se abrió tanto con una persona sin contar a su hermano gemelo, pero esta vez se encontraba contándole su mayor secreto y problemas a una autentica desconocida. Lo que al alto le extrañó es que algo por dentro le decía que podia confiar en ella, que no lo juzgaría, por lo que siguió contándole.
No sabía que tenía Elizabeth Lupin que lo hacía tan seguro.
Sintió la pequeña mano de la mujer en su muñeca, causando que este girara su cabeza para mirarla a los orbes de chocolates por los que quedó embelesado desde que conectó con ellos por primera vez.
—Fred, eso es precioso. Estoy segura que para nada eres un estorbo para tus padres, no cualquiera hace eso. Eres un gran chico, estoy segura.— la seguridad en sus palabras era palpable, ni siquiera lo conocía pero algo en su interior le indicaba que sus palabras eran verdaderas.
Una sonrisa se instauró en los labios de Fred involuntariamente cuando notó la mano de la mujer y sus alentadoras palabras cautivaron sus oídos.
—Gracias Lizz..— sus palabras fueron interrumpidas ya que las nubes comenzaron a desprender agua, causando que la lluvia los atrapara.— ¡Mierda, mierda!
Maldeció el hombre quitándose la cazadora rápidamente. Elizabeth trataba de cubrirse con sus brazos, y preocupada más que nada por el libro que era cubierto por una bolsa de papel que en cualquier segundo podía mojarse, por lo que le arrebató la bolsa al chico y la cubrió en su pecho.
Fred atrajo hacia él a la mujer, pues la cazadora de este la colocó sobre su cabeza, así cubriendo a ambos.
—Maldita lluvia— maldeció el Weasley chasqueando su lengua.
—Amo navidad, es mi época favorita del año pero la lluvia lo arruina todo.— rió leve tratando de aliviar el ambiente tenso.
Este asintió, causando que la melódica risa de la joven se le contagiara.
●●●
Ambos jóvenes llegaron sanos y a salvo a su casa aunque algo mojados por culpa de la repentina llovizna con la que se habían topado.
Fué así como ambos se fueron a su cama para descansar y caer en brazos de morfeo con una tonta sonrisa.
No podían dejar de pensar en el otro raramente.
De la mente de Elizabeth no desaparecía el pelirrojo, con su amabilidad y su sonrisa pícara y burlona. Sus pecas acentuaban su rostro, le gustaría poder quedarse a su lado contando cada una de ella hasta perder la cuenta.
Se había enternecido ante como le pregunto por sus gustos, por su estado tras causar tal estropicio en su tienda.
No podía olvidar con tal facilidad como la había apodado, como su apodo brotaba de sus labios, con su voz tranquila pero burlona.
—Lizzie..
En su mente solo se reproducía esa palabra, la mujer soñó con volver a ver al hombre que se había encontrado en la tienda.
Fred Weasley, en la cama de la madriguera no podía dormir pensando en la bonita azabache de ojos chocolate. Estaba tan sumido en sus pensamientos que ni siquiera le molestaron los ronquidos de su gemelo.
La manera tan inoportuna que se presentó en su vida, pero como lo había cautivado en un segundo, se sintió seguro a su lado, en confianza para hablar de lo que fuese.
Sus orbes chocolates no desaparecían de su mente, con su dulce sonrisa. Recordarla tan indefensa en la tienda con los ojos hinchados tras haber llorado hacia que su corazón se encogiese y su pecho ardiera.
¿Volvería a verla? Lo deseaba más que nada.
Fue así como ambos jóvenes se durmieron con su mente pensando en el contrario y con el deseo de volver a verse en conjunto. Lo que ellos no sabían es que lo harían demasiado a menudo en un futuro.
Sin duda, un milagro de navidad.
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Espero que os haya gustado-
Os leo
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