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—Hiraeth—ambos se levantaron sobresaltados al ver y escuchar a la pequeña.

—¿¡Fred es mi padre?!— volvió a preguntar con lagrimas salteadas y furiosa. Al ver que no le daban respuesta, pues se encontraban callados insistio— ¡Responderme!

Ambos mayores se miraron asustados, nerviosos y sin saber que decir.

—Hiraeth, vuelve a tu cuarto porfavor — pidió Elizabeth, asustada

—no, ¡no volveré!—respondio alzando la voz.—¡Solo necesito que me respondan a la pregunta!

Fred, miró a Elizabeth preocupado al ver los ojos llorosos de Hiraeth. Le dolía ver a la que por fin tenía la certeza de llamar su hija, así.

—Cielo, cálmate porfavor—optó por hablar el pelirrojo, agachandose a la altura de la menor.

—¡No pedirme que me calme!—exclamó con lagrimas saltadas por la furia, miro a Fred resintiendo que el tal vez si le daría explicaciones necesarias—¿Eres mi padre o no?.—

Fred pareció meditarlo, pero sabía que el decirle la verdad no era su decisión, si no de Elizabeth así que opto por mentirle a la pequeña.

—No, no lo soy—

—¡Os he escuchado decir que si!— aseguró mirando a ambos miembros de la pareja—¡Basta de mentiras, estoy harta de ellas!—

Por cada palabra, su enojo crecía al igual que sus lágrimas. La última frase hizo recapacitar de una vez por todas a Elizabeth.

Su hija no podía vivir más, rodeada de mentiras. Bastante tiempo estuvo conviviendo con ellas  y era ya suficiente, Hiraeth no se lo merecia.

Elizabeth imitó el acto de Fred, encuclillandose a su altura.

—Esta bien, no mereces más mentiras—aseguró apenada por lo que iba a hacer, bajo la cabeza y la miró a los ojos—Fred es tu verdadero padre, no George.—

La menor sintió un sentimiento extraño, y en un impulso dió un paso atrás alejándose de su madre, la cual se sintió dolida ante tal acto pero en el fondo sabía que se lo merecía. Siempre creyó hacer lo mejor para su hija y siempre trataba de hacerlo, aunque todas las personas cometieran errores. Tal vez, el suyo fue  mentirle a su hija sobre la paternidad de George, pero eso fue en el futuro y ya no podía hacer nada al respecto.

Sabia que esto le causaría que su hija se alejara de ella posiblemente, pero no se sentía del todo agusto mientras seguía mintiéndole a su hija. Era verdad que Fred seguiría con Jessica,  cosa que en el fondo le dolía, pero debía continuar con su vida y no privarse por las "amenazas" de la Banes. Si Fred era el padre de Hiraeth, debía aceptar el título.

La menor miró a su madre con lágrimas aún en los ojos, y su vista pasó al que ahora era su padre, que pudo comprobar que algunas lagrimas también habían brotado de sus ojos.

—Tu...tu, eres mi padre...—afirmó en un sollozo, abrazándose a si misma— no george..—

—Si, lo soy cielo..—afirmó secándose las lagrimas con su puño— Y siento no haber podido estar contigo antes, siento haberme perdido tu infancia, siento haberme comportado como un mal padre, perdón por no saber la mayoría de tus gustos e intereses.—pausó tomando aire— Pero te prometo que recuperaré el tiempo perdido, haré todo lo que esta en mi mano para recuperarlo, cielo.—

Hiraeth vio al pelirrojo que era su padre con pena, ella era una niña muy comprensiva para la edad que tenía y tampoco le gustaba ver sufrir a la gente. Sabia que Fred no tenía en cambio la culpa de no haber podido estar allí en su infancia.

—Hazlo.., hazlo porfavor — pidió sollozando sin hacer esfuerzo por quitarse las lagrimas de los ojos que le tapaban la vista — porque necesito a mi padre...—

Completó con voz rota, sin poder decir nada más. Fred estaba roto al verla así. Tan pronto se enteró de la noticia de que sería padre y tan pronto se aferraba a la paternidad.

A pesar de dudarlo, se acercó a ella y la rodeó con sus brazos, esperando que su abrazo fuera correspondido y que no lo rechazara. La menor,  que lo único que necesitaba era consuelo y un poco de cariño, se aferró a su torso como si el pelirrojo se fuera a ir de la noche a la mañana.

En verdad, tenía miedo de perder de nuevo a su padre.

—Lo haré, te lo aseguro cielo—dejo un castro beso en su cabeza sin soltarla del abrazo—¿podemos empezar de 0? Sin rencores, solo padre e hija?.—

Inquirió esperanzado de que esta no lo quisiera o no aceptara que el fuera su padre, tras todo lo que sucedió con George.

—Sin rencores, quiero estar con mi padre—tartamudeó en el abrazo con nerviosismo.

Elizabeth solo veía la escena impresionada, y por otra parte maravillada de que haya tomado tan bien la noticia, imaginaba que no lo aceptaría o acabaría subiendo los escalones hacia su habitacion enfadada y que no hablaría con nadie por el resto de días.

Agradecía el temperamento de su hija, ella era pacífica y calmada, solía escuchar a las personas y ponerse en su lugar antes de enfadarse. La mayoría de este carácter puede que lo sacara en parte de su abuelo Remus, que era todo lo contrario a su hija. Remus siempre fue el pacifico mientras Elizabeth no era capaz de estar calmada por un minuto, a esta le encantaba escuchar como su padre le decía una y mil veces lo que se parecía a su madre, ambas amantes del drama, malditamente locas, incapaces de estar sentadas sin hacer nada mucho tiempo, pero lo más importante y que siempre solía recalcar es que ambas tenían ese noble y bondadoso corazón que las caracterizaba tanto.

Hiraeth y Fred se separaron del abrazo. El mayor acarició la mejilla de su hija, quitando con su pulgar las lágrimas que aún resbalaban y le dedicó una sonrisa como pudo, feliz de por fin tener a su hija en brazos y que ella lo aceptara tal y como era, su padre biológico.

La pelirroja le devolvió el gesto y su mirada pasó a su madre.

Se sentia traicionada, una de las personas en las que más confiaba y más amaba del mundo la había mentido y engañado tanto tiempo, no entendía el por qué hizo ese "cambio de paternidades" y al no conseguir ponerse en su lugar, pues no lograba descifrarla tuvo un leve cabreo con ella.

—Hiraeth, cariño..—llamó con ojos cristalizados a su hija

Esta negó, dando a entender que no quería hablar y que no hablaría más. Se alejó de sus padres, para subir cada peldaño de la escalera a paso rapido, alejándose de estos.

Se encerró en su cuarto, sentandose en su comoda cama donde no pudo aguantar las lagrimas y tuvo que relajarse abrazando con firmeza una almohada.

Tras unos segundos cayó en un profundo sueño, reencontrandose así a una de las personas que más ansiaba conocer.

—¿Ahora me entiendes lobita?—

Remus Lupin volvió a aparecer en su sueño, mirando con ternura y pena por otra parte a su nieta, le dolía todo lo que estaba pasando.

No culpaba a su hija por todo esto, pero sabía que no había realizado las cosas bien y ahora su nieta estaba débil y rota ante el por su error. A veces, le hubiera gustado poder estar allí para aconsejarla y seguirla cuidando desde cerca, como siempre lo hizo. O incluso aparecerse en sus sueños, pero no lograba entender el por qué no podía, y en cambio si podía con Hiraeth.

Supongo que ambos tendrían algo que los conectaba, más haya de los lazos familiares.

—No te entiendo, abuelo— lo miró con ceño fruncido y confundida, buscando respuesta en el.

Tanto que ansío volverlo a ver, después de responderle su pregunta corrió a abrazarlo, apoyando su cabeza en su pecho.

El Lupin mayor, rodeó su cuerpecito pequeño dejando un beso en su cabeza.

—Cuanto te quiero lobita..—suspiró apenado al recordar todo lo que se estaba perdiendo por culpa de la segunda guerra magica.—Yo lo sabia todo desde primer momento, pero no podía decirte nada preciosa..—

Comentó apegandola más a su pecho, esta alzó la cabeza encontrándose con los ojos chocolate de su abuelo. Era cierto lo que decían, tanto Elizabeth como ella habían heredado los orbes chocolate del hombre Lupin.

—¿Lo sabias todo abuelo?—

Preguntó dudosa y con curiosidad.  Se sentia tan agusto con su abuelo que no quería despertar y afrontar a la realidad, si no prefería quedarse en su pecho descansando pacíficamente,  cosa que hubiera hecho si la guerra no se lo hubiera impedido y arrebatado cruelmente.

Todo lobita, por eso te decía que le hicieras caso a tus instintos. Yo se que tu los veías juntos, en la playa, el otro dia en la Madriguera —explicó el hombre a su nieta, con pena de tener que ser el quien le contara eso a la pelirroja —Supongo que eran señas que el mundo te ofrecía.

—Mamá nunca me lo quiso decir...—sollozo ahora contra su pecho, cosa que hizo que el corazon del Lupin se ablandara— Siempre me mintió.—

—Lobita no te enfades con ella—pidió— Ella ha hecho todo por ti, desde que conoció tu existencia. Es un ser humano y puede equivocarse pero te aseguro que siempre quiso lo mejor para ti, tal vez buscándolo cometió errores, como las mentiras pero no puedes juzgarla del todo por ello. No cuando sabes que te ama más que a nadie en este mundo. Debes de ser compasiva, y saber que ella tiene sus motivos aunque no los entenderás pues aún eres pequeña.  —

Tras lo dicho, la menor se sintió mal. Habia juzgado a su madre sin conocer bien sus motivos y ahora se sentía la peor hija del mundo.

Gracias abuelo, tienes demasiada razon—asintió dejando un beso en su mejilla con cariño

debo irme lobita...—informo con pena y añoranza en su voz — volveré cuando lo necesites, de verdad preciosa.—

—Abuelo, quédate un rato ma..—

Sus palabras cayeron en el aire, y su abuelo desapareció. Ahora no abrazaba a su torso, si no abrazaba a su almohada con su cabeza y cuerpo en esta.

Al día siguiente

Volvio a colocarse el cuello de la camisa mejor, y su mano pasó por su flequillo para repeinarlo un poco más antes de llamar a la puerta.

Por fin consiguió que su trabajo lo dejara salir, y quería darle una sorpresa a ambas mujeres de su corazón , tal vez sacarlas a dar un paseo, ir al parque, ir a un restaurante o incluso ir al Londres muggle. Todas esas ideas pasaron por su imaginación.

Llamó al timbre de Grimmauld Place, tras haber sido enterado del cambio de casa. Segundos después apareció por el umbral de la puerta Elizabeth, aún con expresión adormilada.

—¿Oliver?!— la mujer lo miro impresionada, sin poder creer que el hombre por fin volvía a estar con ella. Sin embargo sabía que era malas fecha.

—El mismo preciosa—le sonrió con sus labios curvados de oreja a oreja y la atrajo con sus fuertes brazos a un firme abrazo— Te he hechado tanto de menos , cariño

—Yo a ti también, muchísimo —

Tras el abrazo y decirse cuanto se extrañaban y amaban y unos besos de por medio se adentraron a la casa, donde Oliver Wood fue enterado de principio a fin de todo lo que había sucedido en su ausencia, con lujo de detalles.

—Joder Elizabeth, ¿ella está enfadada contigo?—suspiró frustrado

—No lo se..—

Oliver propuso que fuera a hablar con ella, y tras unos minutos negándose pudo convencerla.

Ambos subieron las escaleras y llegaron hacia la habitación de la menor, donde se encontraba tumbada en el regazo de su abuela Jane mientras esta acariciaba con delicadeza su cabello pelirrojo.

—¡Ollie!—pegó un salto bajándose de la cama yendo a abrazarlo.

—¡Hiraeth, que mayor—sonrió en el abrazo, feliz de volver a tenerla a su lado.

Al separarse de este y ver a su madre, recordó las palabras de su abuelo la noche anterior.

—Siento haberme comportado así, mama— se disculpó abrazandola y dejando un beso en su mejilla

—Ambas tenemos algo de culpa, yo debi decírte la verdad siempre.—

Tras ambas reconciliarse, Oliver se sentó en la cama junto a las mujeres Mckinnon-Lupin-Weasley y preguntó curioso.

—¿Entonces pronto tendremos boda?—


Muchas emociones por hoy!!

Hiraeth ya lo sabe, oliver regresa..

Este ha sido uno de los capítulos que más me ha gustado escribir.

Y recordad queda un capítulo para finalizar el acto uno.

Os quiero dar las gracias por todo el apoyo que estoy recibiendo últimamente, no saben cuán feliz me hacen con sus votos y comentarios y como los quiero <3!

Por cierto, importante  me gustaría hacer un grupo de twitter para todxs los que leéis mi historia, y así poder conoceros, saber vuestras opiniones y tener ayuda. Si quereis estar, hablarme por privado mandándome vuestro usuario o dejarlo en los comentarios! <3

Sin duda tengo a los mejores lectores <3!

Nos leemos, los quiero!

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