O8 ; no, extraordinary
no, extraordinario
La gente cambia. Asegura Maxine día a día, cuando ve a Billy frente a ella con esa sonrisa imborrable, con ese brillo en sus profundos ojos azules que cada día resplandecen más. Los pequeños rizos de Max saltan cuando afirma que Billy cambia como las flores en primavera, y florecen, tan bellas que Billy puede ver un reflejo de orgullo en los ojos de su hermanita.
Y él nunca lo dirá y tampoco Max lo sabrá pero la ama, la ama tanto que siente su corazón apretujarse de ternura por ese orgullo.
Pero, no es la única que lo nota, Joyce lo hace cuando Billy recoge a su hermana, el jefe lo hace cuando cena y tiene citas con Joyce, Nancy y Jonathan lo saben porque los niños son lo bastante chismosos para negarlo. Y en especial Steve lo hace, y cuando lo nota Billy siente que su corazón sale de su pecho. Y se siente bien, muy bien.
—La gente lo nota—asegura Steve con esa sonrisa burlona de oreja a oreja. Ambos están sentados en el cofre del auto de Billy el atardecer cae y los días son tan hermosos que Billy no puede negar que Steve es bonito, muy bonito. —Tu cambio, la gente lo nota y no puedo sentirme mejor con eso.
Por unos momentos Billy lo observa, y la sinceridad de las palabras de Steve, su Steve, cautivan su ser.
—Seguro.
Responde, porque aún recuerda cómo su padre le llamó maldito maricon.
—Una vez le dije a Nancy que eras especial, pero me equivoqué,—admite Steve, apenado y con un poco de culpa en sus orbes; sin embargo Billy no lo toma personal, sabe lo que ha hecho y lo que fue en un pasado, un maldito hijo de puta.
Billy aguarda para que Steve termine. Porque ha aprendido a ser paciente, responsable y jodidamente tranquilo. Steve lo ha ayudado, cuando deja que ayude a Dustin y Max con la estúpida álgebra, cuando es paciente con la comida que le prepara justo al cocinar aquel pollo frito que tanto le gusta y sobre todo cuando Steve le expresa todos los atardeceres sus pensamientos hacia su persona. Steve lo ayuda, aún cuando lo distrae con esa boba sonrisa y esos ojos tan expresivos.
—Eres muy especial, no, extraordinario.
Billy una vez más puede ver el tinte en las mejillas de su Steve. Es sincero y él sabe, muy bien que eso es real. Y es más real que lo que siente por Steve.
El silencio reina.
—Date un poco de crédito, lindo.
Steve ríe con gracia.
—Por supuesto que lo hago, si no lo hiciera no me querrías como lo haces.
El silencio vuelve a reinar. Ahora con armonía y con el simple sonido del fresco aire danzando a la música de sus corazones, de sus almas que se llaman tanto que todo aquel que pasa por ahi pueden verlo, pueden ver cuanto se quieren.
—No, bonito—niega rotundamente Billy con la manos nerviosas y sudorosas, sintiéndose como una colegiala— te querría aún si tu no lo hicieras.
Ambos se miran. Y por un momento son solo ellos dos.
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