【 prólogo 】
1988; Doncaster, Inglaterra.
Depeche Mode rompía el aire con su último éxito ''Strangelove'', haciendo del atareado gimnasio estudiantil toda una fiesta. Aunque no una agradable precisamente.
-Te lo digo. Juntar las festividades de Halloween en una misma noche hará que recaudemos más fondos. Será como un mini festival. Y si funciona, incluso podría ser una tradición de la escuela.
Aquello había sido dicho por Leah Anne Richards, una rubia de cabellera corta y alborotada como su maquillaje vibrante de colores. Además de ser una de las más guapas de su clase, era también presidenta del club estudiantil.
Había tratado de convencer toda la tarde a su boba amiga y presidenta del club de teatro, Juliette, de que el evento de ese año poseía más pros que contras. Sin embargo, la morena bajita de grandes ojos azules difería sin importar los intentos cometidos.
-No hay manera de que esto salga bien. Te lo digo, Annie. Tanto estrés y sobrecarga de trabajo va acabar muy mal. Yo ya estoy sudando la gota gorda tratando de que mi equipo trabaje junto.
Leah Anne rodó los ojos. -No es física cuántica, sólo van a actuar una estúpida obra.
Juliette frunció el ceño. -De eso nada, monada. Vamos con Edgar Allan Poe. Y traemos una producción que alucinas a colores.
-Bueno, bueno. Qué no era para que te pongas así, eh. Has andado muy histérica, y mira que la encargada de todo soy yo, y ando más fresca que la lechuga que me comí en la mañana.
Juliette suspiró. -Es ese chico, me tiene hasta la coronilla.
-Oh, ¿el principal? - Leah Anne cruzó los brazos sobre su blusa de estampado geométrico.
-Es un pesado, Annie. Nadie de acá lo soporta de verdad.
La rubia observa como su amiga parece realmente acongojada.
Ese Harry del que siempre se queja ha de ser todo un dolor en el culo.
-Deberías decirle que se vaya a freír esparragos.
-No hace falta. No habla con nadie. Me da algo de lástima.
Antes de que Leigh Anne pueda decir algo, hay un estruendo tremendo en algún punto lejano del gimnasio, seguido de gritos colectivos de horror.
- Oh, dios mio. Déjales solos tres segundos y deshacen la casa a patadas- murmura la de cabellera clara, alejándose. -Te veo luego, Julie. No arranques cabezas.
Luego de gritar su despedida,resignada, la de ojos azules se dirige hasta el teatro estudiantil, donde un desastre parecido al del gimnasio se desarrolla. Sólo que con música más animada.
Apenas llega, su cuerpo pequeño y enfundado en un conjunto de falso cuero violeta de acabado metálico, es rodeado de mil caras esperando instrucciones. Ya tendría que resolver sola sus dilemas.
En el mismo lugar, a unos metros de distancia, el elenco se prepara para su aparición en escena.
Tras bambalinas se vive la tensión, a pesar de que Whitney Huston canta con fuerzas sobre querer ser feliz y bailar con alguien esa noche. Pero nadie le compra el cuento, porque todos están demasiado ocupados aún digiriendo la bromita que su actor principal les gastó hace un rato.
Harry Styles creía que no había nadie más divertido que Harry Styles, por lo que siempre se encargaba de bromear alrededor con los miembros del club de drama. No le importaba (o no parecía), importarle el hecho de que nadie encontrase entretenidas sus tretas.
Se suponía que, en el evento antes mencionado por Leigh Anne, el club de drama abriría el evento de la noche de brujas con una impresionante puesta en escena de Hop Frog, el retorcido cuento de Edgar Allan Poe. Juliette Rochester, la presidenta de dicho club, se había desvivido por una semana entera para adaptar el cuento a una obra merecedora de escalofríos fuertes y gritos de ansiedad.
Harry Styles, alumno de último año de preparatoria, cuyo futuro en el teatro se veía casi tan claro como el Sol en el cielo, había obtenido el protagónico como Hop Frog. No había ninguna sorpresa allí. Todos estaban ansiosos por ver a esa vibrante y pesada personalidad dar vida a un personaje tan descabellado como lo era aquel bufón enano humillado hasta el homicidio.
Pero que Harry fuese talentoso en el rubro, no significaba que fuese armonioso en él.
La verdad era, que Styles no tenía amigos. En lo absoluto. Ni siquiera colegas con los que compartía el almuerzo a cambio de algo. Nada. Súmale la personalidad pesada, al espíritu dado a las travesuras una actitud seria que rayaba en lo obstinado en cuanto a teatro se trataba.
Lo cuál era casi siempre la razón por la que la gente terminaba decidiendo que el chico era insoportable, cuando Harry se aparecía en el club, tratando siempre de ser gracioso o de jugarles bromas a todos.
Al principio era novedoso, incluso arrancó una risa nerviosa o dos, pero hasta ahí. Luego, se volvió tedioso. Las bromas escalaban desde poner polvo picapica en las hojas del libreto hasta llenar de harina la utilería. Incluso había fingido convulsionarse una vez.
Pero aquel día, Harry había cruzado la línea.
Todos habían llegado al teatro a eso de las tres de la tarde, dispuestos a dar el último repaso en grupo antes de la gran puesta en escena, así como para revisar que ningún detalle técnico necesitaba ajustes.
Cuando los integrantes del club llegaron, esperaron de todo menos encontrar a lo que parecía un Harry enredado en las cuerdas que colgaban del telón, y lo que parecía ser señas de asfixia por toda su cara. Hubo gritos de terror, llantos de histeria y varias manos dispuestas a ayudar a lo que parecía el indefenso cadáver de su siempre molesto actor principal, atrapado entre las peligrosas cuerdas.
Incluso los operadores del telón debían ser cautelosos, pues las bolsas que balanceaban las pesadas cortinas podían deslizarse hacía arriba y llevarte con ellas si no te cuidabas. Por lo que la situación parecía creíble.
Una vez que consideró que había obtenido la reacción deseada, Harry rompió personaje y se echó a reír delante de los perplejos alumnos que no sabían si gritar de horror o callar de asombro.
Todos se decidieron por darle una mirada fría, para después dejarle riendo solo en medio del escenario.
Y ahora, Harry recibía la ley del hielo mientras terminaba de arreglarse para su último gran debut en la institución que tanto amor le había dado.
- Oh vamos, no pueden estar todos enojados conmigo, ¿no? ¡Es Halloween! Se supone que se hagan este tipo de bromas!
Silencio. Parecía que las tres chicas frente a él estaban pintadas en la pared del camerino.
Harry parpadeó.
Había planeado la broma por una semana entera. ¿En serio era tan mala?
-Andrew, Calvin, ¿creen que me pasé?- habló, volviéndose hacia el par de compañeros que caminaban por allí cerca en ese momento.
La única respuesta fueron dos miradas con la misma expresión de indiferencia.
Suspiró, derrotado.
Había pasado la última media hora tratando de hablar con todos los integrantes del club de drama. Pero nadie le hablaba. Todos estaban bastante enfadados.
Caminó de vuelta a su propio camerino, cerrando la puerta con pestillo detrás de sí, cuidando de que nadie entrara y le tomara desprevenido. Sólo cuando estuvo seguro de que la puerta no abriría, comenzó a llorar.
No era cómo que fuese indiferente a lo que sus compañeros pensaban de él. Sabía que lo creían un pesado. Insoportable le llamaban, o creído, cuando decidían que Harry tomándose su papel en el club de drama en serio, era demasiado alzado.
Realmente, él sólo quería hacer amigos. O al menos, no sentirse tan solo.
Siempre había sido un alumno de calificaciones inmaculadas, así como de variados talentos a su favor. Pero nunca había sido bueno para hacer amigos. Jamás había podido mantener una relación humana más allá de la semana.
Harry se sentía extremadamente solo. Él solamente quería encajar, por lo menos una sola vez, antes de graduarse. Sabía que luego de la preparatoria, su madre no tendría dinero para enviarle a la universidad, por lo que está sería su última etapa estudiantil. Tenía que aprovecharla.
Aunque en este momento, parecía que hacía lo contrario.
Luego de una hora y media, cuando el chico de ojos verdes y tristes se calmó lo suficiente, decidió que debía salir a pedir una disculpa. Nada hacía sentarse a llorar, mejor podía disculparse por su inmadurez y pedir una oportunidad.
-Esta es tu última oportunidad. Haz que sea memorable- se dijo a si mismo, frente al espejo. Besó su collar de la suerte una vez y parpadeó, admirando su reflejo joven y lleno de esperanzas, a pesar de la vida que llevaba.
«Ojála pudiera vivir más tiempo esto de actuar. Lástima.... Nunca volveré a ser así de joven. Aprovecha el momento, eso dice mamá » pensó, observando bien cada milímetro de su rostro. Con una última sonrisa, salió del camerino, dispuesto a redimirse.
Pero para su sorpresa, no había nadie allí. Sólo quedaba la música puesta por algún compañero desde la cabina de sonido.
Si Harry Styles hubiese caminado unas pulgadas más, podría haber visto el cartel que el conserje había colgado en la puerta de salida, el cual ponía:
¨La obra se atrasa hasta las 7:30 debido a movimiento de utileria de ultima hora para el gimnasio. Les pedimos desalojar mientras esto sucede. El material puede contener demasiado polvo.¨
Lamentablemente, eso no sucedió. Por lo que Harry siguió avanzando por la estancia medio oscura, en busca de algún alumno o el interruptor de la luz. Lo que encontrara primero.
Caminó parcialmente a ciegas por un momento, guiándose con solo las manos apoyadas en la pared, una vez que encontró una. Al parecer, hallaría primero un interruptor.
En su camino, sin embargo, no contaba con toparse con una estructura dura. Al principio, creyó que se trataba de algún tipo de bocina nueva. La última puesta en escena del club había recaudado lo suficiente para comprar equipo de sonido nuevo, por lo que pensó que tal vez, la dirección había decidido utilizarlos hoy.
Utilizando las manos, se deslizó por delante del cuerpo, logrando encender la luz extra del centro de las bambalinas, al mismo tiempo en que encendía los focos. El ambiente era de por si tétrico con The Cure sonando a tope en la oscuridad, ahora imagínate encontrarte con un cuerpo enorme que parece esqueleto de mausoleo.
Cuando el brillo de las lámparas golpeó el gigantesco y tétrico cuerpo del espantapájaros empolvado y lleno de telarañas frente a él, Harry pegó un brinco lleno de terror, acompañado de un grito ahogado.
Inmediatamente, sintió sus pulmones contraerse. Maldito polvo.
-¿Qu-qué rayos?- balbuceó con la garganta seca, llevándose un puño frente a los labios y tosiendo con fuerza.
- Iugh- murmuró entre inhalaciones, al sentir el polvo de sus manos entrar en contacto con sus labios. Se sacudió las manos sobre su traje de Hop Frog, tosiendo todavía más duro. Dios, que esa tos era persistente.
Harry trató de inhalar aire para estabilizar sus respiraciones, pero parecía que la acción sólo causaba más y más tos. Comenzaba a preocuparse. Intentó jalar oxígeno con toda la boca, como si se estuviese ahogando en el agua, pero eso sólo hizo que su garganta se contrajera y ardiera en imaginarias llamas.
-A-ayuda- su voz sonaba como una mezcla entre una olla de presión y un globo desinflado.
Desesperado por aire, comenzó a respirar con todas sus fuerzas, pero cada contracción de su nariz equivalía a una garganta cada vez más cerrada y una cabeza más y más mareada.
Comenzó a dar tumbos, a medida que trataba de respirar y no dejarse vencer por la visión borrosa y el pánico que poco a poco se apoderaba de él. En su carrera, trató de aferrarse a la pared en busca de estabilidad, pero todo lo que consiguió, fue colgarse del telón ya lleno de polvo por culpa del espantapájaros.
Sin saberlo, Harry inhaló aún más polvo y moho de la tela satinada de esas cortinas que tantas veces habían sido testigos de sus momentos de genialidad. Se aferró a ese salvavidas improvisado y contraproducente, como si fuese un hombre ahogándose.
Una vez que las esporas llegaron a sus ya cerrados bronquiolos, Harry colapsó en el suelo, incapaz de sacar fuerzas de ningún lado por la falta de oxígeno. Para este punto, se removía y boqueaba como un pequeño pececillo sacado del agua dulce, aferrándose a sus escamas y tratando de sobrevivir en el cruel mundo exterior.
Puntos negros comenzaron a bailar alrededor de sus ojos, incrementando la histeria que para aquel punto, había tomado total control de su asustado ser. Harry jadeaba y jadeaba, contrayendo los dedos en su lugar sobre el suelo, dañándose la piel con las astillas. Sangre brotaba de ellos en poco tiempo. El suelo se teñía ligeramente de rojo mientras el chiquillo se pintaba de violeta.
Lo último que Harry vio fue el gran reflector iluminándole desde arriba como una irónica llamada para el último acto de su vida, despidiéndolo.
Luego de una última y violenta inhalación, Harry Styles fue arrastrado por las frías y ávidas manos de la única cosa segura en esta vida.
-Oh, no es posible, Styles.
-Juro por Dios que este imbécil va terminar haciendo que lo golpee.
-Juliette, por favor saca a este tonto de la obra.
-¡Harry, estoy harta de tener que dar la cara por ti siempre! ¡Deberías madurar de una vez, maldita sea!
-¡Eres un dolor en el culo para todo el grupo! ¡YA DEJA DE JODER!
- Caray, Brendan. ¡Pero no tienes porque patearlo!
- Ni siquiera se movió...
-¡Harry!
-¡Harry!
-¡OH DIOS MIO, ALGUIEN LLAME A EMERGENCIAS! ¡NO ESTÁ RESPIRANDO!
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conteo de palabras: 2218.
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