【 07 】
Era viernes.
El frío de octubre se adueñaba del pequeño pueblo de Doncaster.
Muy lejano al centro de la ciudad, donde los últimos vestigios de vida diurna se paseaban, una librería de antaño se alzaba, fingiendo normalidad. El ambiente fuera, con hojas secas elevándose por los aires y brisas capaces de azotar la puerta de tu casa, no se comparaba ni un poco con lo que sucedía en el interior del antiquísimo edificio.
Harry y Louis se paraban lado a lado en el medio de la librería, ojos fijos en la puerta.
No podía tratarse simplemente del aire afuera. Las perillas no giraban insistentemente cuando las corrientes impactaban contra las superficies.
La puerta se sacudía violentamente, madera roída por los años quejándose con cada ataque hacía ella. Llegaba un punto en que podían sentir físicamente el impulso con él que la golpeaban.
No sabían cuanto tiempo llevaban tratando de entrar. Parecían horas, y a la vez, segundos. Entre más pasaba el tiempo, más fuerte se volvía el ruido. Pronto se vieron sumergidos en nada más que estruendos y madera que temblaba.
—¿Qué hacemos? — se atrevió a susurrar Louis.
Justo cuando Harry había posado sus ojos verdes en el rostro del joven, un ruido ensordecedor le alertó que la puerta había cedido.
Quién sea que estuviera afuera, iba a entrar.
—Escóndete— ordenó Harry, desapareciendo de una sola.
Louis obedeció, escurriéndose detrás del mostrador de la caja registradora, tratando de ver algo sin asomar la cabeza.
Hubo silencio.
Y no uno normal.
No era de esos silencios que te llenaba de ansiedad y anticipación.
Se sentía una pesadez en el aire a medida que los segundos pasaban.
Sabían que ya no eran sólo ellos dentro de la librería, pero no podían escuchar nada. No podían ver nada.
Ni pasos, ni respiraciones. Nada salvo silencio profundo, anormal y escalofriante.
Eso, hasta que escuchó lo que parecía el sonido de la tierra. Cómo cuando un terremoto arrasa con toda una ciudad y puedes oír físicamente a las placas chocar entre ellas.
Las tablas del piso comenzaron a temblar ligeramente, como un montón de hierba que se dobla contra una fuerte ventisca. El temblor sacudía levemente el cuerpo de Louis, haciéndole bajar la guardia para observar el suelo bajo sus pies. Las tablas se movían, se movían y se movían como un montón de leños rodando por el suelo, traqueteando, haciendo ruido, sacudiéndose. Sacudiéndose. Estaban sacudiéndose. Ya no temblaban. Se sacudían. La vieja estructura se zarandeaba cada vez más fuerte, la madera chillaba en protesta, las estanterías dejaban caer los libros, las hojas volaban por todos lados, las tapas duras hacían una orquesta de terror mientras golpeaban todas juntas el suelo en una lluvia de golpes y estruendos alarmantes.
Louis estaba jadeando, sosteniéndose de las patas del mostrador, tratando por todos los cielos de no dar de cara contra el suelo y las tablas sacudiéndose, que parecían olas que subían y bajaban en la costa. A medida que el desastre ascendía y el temblor parecía sólo incrementar con los segundos, el ojiazul comenzó a sentir la desesperación floreciendo dentro de él.
En algún punto de ello, la luz se fue.
La librería estaba a oscuras, y todo lo que podía verse era gracias a las farolas amarillas fuera, en la calle ya desierta.
Nadie vendría.
Y entonces, el frenesí frenó de una.
La piel de la nuca de Louis se erizó tanto que podía sentir un calambre formándose. La ansiedad se derramó sobre su cabeza como un balde de agua fría, haciéndole temblar con el intenso escalofrío que le recorrió la espalda.
Había alguien detrás de él. Podía sentir su presencia.
—No voltees— susurró Harry en su mente.
Louis espabiló un poco ante eso.
¿Cómo había hecho eso?
El ojiazul tenía mucho frío. Sus dientes castañeaban sin parar y su piel se había erizado en su totalidad, tratando de guardar un poco de calor.
Estaba tan cansado. Había sido un largo día, y nunca hubiera imaginado cerrarlo con emociones tan fuertes. Necesitaba un descanso. Su cabeza dolía tanto. Sus sienes parecían taladrar hacía sus adentros. El dolor comenzaba a ser insoportable. ¿Desde cuándo dolía tanto? ¿Por qué no lo había notado antes? ¿Siempre... siempre veía asi de borroso?
—¡No! — rugió Harry, materializándose del mero aire, frente a él. El chico fantasma saltó, ignorando completamente a Louis y tomando en sus brazos a lo que fuera que había detrás de él.
Louis se derrumbó en el suelo, jadeando. No sabía que había dejado de respirar hasta que la exhalación que acompañó su caída hizo a sus pulmones doler.
Se sentía entumecido. Nada respondía. Sus ojos fueron capaces de ver a Harry arrastrando algo hacía la luz proveniente de la única ventana.
Sólo en la luz de la Luna y las farolas, Louis fue capaz de ver el bulto que el fantasma cargaba. Era oscuro, como un montón de humo y sin rostro. Ojos rojos como rendijas se alzaban muy alto y brazos largos con garras trataban de aruñar el rostro del ojiverde, que sostenía a aquella cosa en su sitio en el suelo.
A pesar del forcejeo, Harry mantenía un agarre de piedra sobre aquella cosa, que gruñía frustrada al no poder zafarse de sus manos.
Una vez que el fantasma tuvo bajo control el cuerpo forcejeando contra él, lo encaró con una expresión de piedra que hizo que Louis, aún medio inconsciente en el suelo, tuviese un escalofrío.
—Estmé— pronunció con asco, labios rosados y rellenos curvándose con disgustos sobre sus dientes blancos.
Aquella cosa inhumana lanzó un alarido entre el dolor y la frustración, antes de ser absorbida por el suelo lentamente. Louis sólo pudo observar cómo aquel cuerpo amorfo de neblina negra desaparecía a quién sabe dónde, dejando tras de si un libro en el suelo.
Harry tenía la apariencia de alguien que respira pesada y entrecortadamente. A pesar de no respirar, Louis podía notar su inquietud.
Volviendo en sí tras ver a esa cosa irse por donde había venido, Harry flotó hacía donde Louis se incorporaba en el suelo, claramente más estable.
—Lou, ¿estás bien? — su voz era frenética, igual que sus manos. A pesar de no tocarlo, estás dejaban una brisa fría por cada lugar que cepillaban, tratando de ver si estaba herido.
El ojiazul sacudió la cabeza, demasiado mareado todavía como para reconocer el apodo.
—¿Qué- qué era esa cosa? ¿Qué pasó? ¿Por qué me siento tan débil?
Harry se mordió el labio.
—Harry, dímelo. Dime la verdad.
—Dijiste mi nombre— el espectro siempre deslavado adquirió una finísima saturación de color en su apariencia.
Louis observó esto poco impresionado. —No me importa para este punto, honestamente. Hay cosas peores que darte poder por decir tu nombre, así que escúpelo ya. ¿Qué mierda era eso? Tomó todo de mí. Sentía que me hundía en agua fría.
Hubo algunos segundos de incertidumbre. Harry los rompió con un suspiro tembloroso.
—Era una entidad-
—Pude notar eso, gracias.
—Basta, Louis— Harry le frunce el ceño, callándolo de inmediato. —La ley del universo dicta que así como yo puedo existir, también lo pueden hacer formas superiores de lo que yo soy. En este caso, es algo inferior.
—¿Me estas diciendo que eso era humano?
Harry niega. —No lo era.
—¿Era... acaso era un puto demonio?
El ojiverde vuelve a negar.
—Ni siquiera llega a diablo.
—Oh, y eso lo hace mucho mejor. Aún así fuera tan inferior como una maldita mosca, ¡tuvo suficiente poder como para dejarme semi inconsciente en el suelo!
Harry sisea ante el tono del menor. —Lo siento, lo siento mucho. Nunca creí que se tratara de algo como eso.
Louis frunce el ceño y se inclina hacia atrás, poniendo distancia inconscientemente. —¿Sabías que algo pasaría?
El chico fantasma lo ve con cierto dejo de culpa en los ojos verdes.
—¿Y no se te ocurrió que sería bueno advertírmelo? No sé, ponerme un jodido rosario, prender savia, algo.
Harry negó, cabello largo sacudiéndose y enmarcando su rostro. —No funciona así.
Hubo silencio y sólo estaban ellos dos mirándose a los ojos, con la luz de la luna y las farolas amarillas cayendo sobre sus figuras cercanas.
—Así como yo puedo manifestarme cuando quiero, también lo puede hacer cualquier otra criatura. No todos dependen de energía buena como el decir su nombre, o descansar. Hay cosas que se alimentan de negatividad, otras de tristeza, etcétera. No había manera de prever esto, lo siento— Y Harry tiene la decencia de lucir realmente apenado.
Louis suspiró. Parecía menos sacudido por la situación. Decide no presionar el tema.
—¿Y por qué tenía eso dentro de sí? — alzó la barbilla en dirección al libro botado en el suelo.
Harry abrió los ojos con sorpresa al notar la familiar tapa de cuero rojo.
—Qué raro...
—¿Qué es raro?
El ojiverde hace que el libro salga volando hasta sus manos y Louis ve aquello con un poco de asombro.
—Este libro me ha llamado desde que entramos a la librería. Es cómo... si me hubiese susurrado que lo encontrara, sin realmente hacer algún ruido.
Alzó el objeto contra la luz de la ventana, permitiendo ver la inscripción en latín.
—Vitae et imperium...— leyó Louis, acercando la cara a la tapa de cuero rojo.
—Vida para el muerto que la anhela— traduce Harry. —Es un libro espiritista, me parece.
Louis le ve escéptico por algunos segundos.
—¿Y por qué te llamaría? ¿Acaso está encantado?
Harry niega. —Realmente no lo sé. Pero lo que sí se, es que no deberíamos abr-
El ojiazul se lo arrebata de las manos y abre el libro, partículas de polvo volando por todos lados. Las paginas están amarillas por los años, y la tinta negra luce deslavada por los bordes de las gruesas letras góticas que adornan las páginas. Este libro debió existir mucho antes de que Harry siquiera naciera.
Louis hojea el objeto, encontrando prontamente un índice que parece más desgastado que el resto de las páginas. Cómo si hubiese sido consultado miles de veces.
Listados, aparecen distintas acciones.
—Levitación, invisibilidad, transmutación, intangibilidad, telequinesis... Esto es cómo un manual para moverte tal cual lo haría alguien con vida.
—Si— Harry le ve con cierto dejo frío. —Es extraño.
Ambos ven el libro atentamente por unos segundos. Pareciera como si sus viejas hojas brillaran con un encanto hechizante, a la luz de la noche.
—Deberíamos llevárnoslo— habla Harry.
Louis niega rápidamente. —Si esa cosa lo quería tanto, no pienso guiarlo hasta mis hermanas. No.
La mirada de Harry es indescifrable. —Pero-
—No está a discusión. He hecho demasiado por ellas como para ponerlas en peligro ahora.
Y eso es el fin de ello.
👻
Niebla espesa y pesada se alzó desde la cima de las colinas a los alrededores, descendiendo silenciosamente por la resbalosa grava de las calles y avanzando lentamente, haciéndose camino entre las viviendas.
La noche, extrañamente tranquila, reinaba tras las ventanas de la vivienda en cuestión.
El cielo, sin una sola estrella y con la Luna oculta tras nubes oscuras, parecía ser la única compañía del mortal despierto a aquellas horas de la madrugada.
Louis Tomlinson, completamente ajeno a todo aquello, se preparaba para un baño.
Su casa vacía guardaba el delicado susurro de sus pies moviéndose alrededor del baño.
Todo lo que podía escuchar era el crepitar de la llama de las velas encendidas alrededor de la estancia, desprendiendo olores relajantes sobre el aire.
Habiendo corrido con la suerte de tener a ambas hermanas ocupadas en pijamadas fuera de casa, Louis se había dedicado a relajarse por su cuenta. Después de lo ocurrido en la librería, se merecía un jodido descanso.
Había terminado sus tareas, así como sus deberes en la casa. Para él, la mejor forma de cerrar la noche sería con un baño sereno en la tina de la casa.
Louis era una criatura de habito. Le gustaba el café que no sabía como tal, el espagueti con la salsa aparte y los baños prolongados.
Mentiría si no dijera que disfrutaba profundamente el pasar horas sumergido en el agua jabonosa, lavándose los eventos del día en particular y respirando el aroma de las velas y los jabones utilizados tan religiosamente por él en esas ocasiones.
Sus manos fuertes se posaron sobre las llaves de la bañera, abriéndolas brevemente.
El agua comenzó a correr sobre la gastada porcelana blanca.
Dándose la vuelta, Louis se plantó sobre el amplio tocador del baño, escaneando cuidadosamente con la mirada, su breve colección de bombas y jabones de baño.
Una vez escogió su dúo ganador, regresó delante de la tina. Tiró de la pequeña bola multicolor sobre el agua lentamente acumulándose, observándola efervecer mientras, simultáneamente, apretaba la botella de jabón, exprimiéndolo fuera y creando de poco en poco, espuma profusa.
Cuando se consideró satisfecho, se alejó de allí y colocó todo en su lugar. Devolvió el jabón al tocador y dejó toallas recién lavadas sobre la previamente aseada tasa de baño.
Louis se desenvolvía dentro del baño como una pequeña mariposa entusiasmada.
A la luz de nada más que las velas, el collar de oro rosado descansando sobre su garganta destellaba como una más de las amarillentas llamas que iluminaban el lugar.
Debido a los eventos ocurridos en lo que había restado de aquella noche, Louis había asumido que Harry se encontraba demasiado débil como para manifestársele. Por lo que prosiguió con sus actividades sin tomarle en cuenta.
Sin embargo, a pesar de estar levemente agotado, Harry era muy consciente de lo que estaba pasando.
Sus fantasmales ojos permanecían pegados al exterior de la rosa donde habitaba, completamente embelesado con la pequeña demostración de la rutina de Louis.
A pesar de haberle visto trabajar y convivir con la gente que veía a diario, no podía evitar pensar que esto era lo más auténtico que había visto del chico hasta ahora.
Era él y sólo él. Nada que pudiera alterarlo, o contenerlo. Ninguna cosa que pudiese arrojar una luz confusa al ser que era el ojiazul.
Así, en su elemento, Harry podía disfrutar de lo que el chico humano tuviera para ofrecer.
A simple vista, Harry no podía negar que se sentía atraído por el chico.
Es decir, mírenlo. Caminando sobre las puntas de sus pequeños pies mientras gira y flota para todos lados, preparándose para mimar un poco de sí mismo. Con esa sonrisa de dientes blancos y chiquitos, y su delicado cuerpo oculto tras una gruesa bata blanca de suave lana.
Sí, había algo extraño en el interior de Louis.
Ese algo que había arañado a Harry para que le voltease a ver, aquel que le había empujado a elegirlo para ayudarlo a descansar en paz. Y aunque hasta ahora, el ojiazul no había mostrado ni un atisbo de ello, estaba más que seguro de que no se rendiría hasta descubrirlo.
Tenía cuatro días. Lo haría.
Sus planes improbables fueron interrumpidos ante la vista.
Louis se deshacía el nudo de la bata frente al espejo de cuerpo completo.
Aguantando la respiración, Harry observó cómo los delgados dedos dejaban deslizar aquellos cordeles de lana fuera de su agarre, liberando la tela.
Casi tímidamente, como si Louis supiese que estaba siendo observado, encogió los hombros fuera de la prenda y pronto, esta cayó de su espalda, precipitándose al suelo con un suave golpe.
Ahí estaba Louis, parado frente al espejo empotrado en la pared, con nada encima, salvo una hermosa gargantilla de oro. Harry tuvo que ahogar un suspiro.
Su piel era tan tersa que podías notarlo sin tener que tocarle. Aun así, lo deseaba.
Deseaba poder sentir. Extender los dedos y ser capaz de sentir la calidez de la sangre bombeando debajo de la suave y nívea piel dorada del chico ojiazul.
Louis se examinaba inexpresivamente delante del espejo.
Observó cada milímetro de su carne, como si buscara algo con urgencia.
Mientras el ojiazul se contemplaba, Harry fantaseaba sobre lo que pasaría si fuera capaz de tocarle. Si fuese capaz de sentir el calor del mortal en su propia piel.
Sus ojos continuaron el viaje desde sus delicados hombros salpicados de pecas, hasta sus hermosas clavículas, donde se imaginó posar su propia lengua, dejando pequeños besos a su paso y a un Louis jadeante.
Avergonzado por su psique eternamente juvenil, Harry viajó directamente hasta su abdomen, sin querer yéndose un poco más abajo. A la velocidad de un rayo, sus ojos verdes se alzaron frenéticos, en busca de cualquier cosa que no fuera la piel de los genitales del mortal.
Si tuviera sangre dentro de sí, probablemente su rostro estaría rojo de vergüenza y le costaría respirar. Pero siendo un muerto, sólo podía quedarse con la idea de ello.
Harry Styles nunca había visto un pene que no fuese el suyo. Había muerto a los dieciocho años.
Era un virgen que se sonrojaba a la mera idea de besar el cuello desnudo de Louis. El hecho de haber, de alguna manera, cruzado los límites de la privacidad eran de por si angustiantes. Ahora, el haber observado la hombría del humano era escandaloso.
Pero no podía negar que despertó una curiosidad que no tuvo oportunidad de despertar en vida.
Viendo suficiente, el mortal se apartó del espejo y se dirigió hasta la tina de agua tibia. Teniendo cuidado de no resbalar y golpearse el cráneo, Louis se introdujo despacio en el pequeño lago perfumado a naranjas y canela. Su cabeza se mantenía apenas a flote a pesar de estar reclinado sobre la enorme bañera.
Suspirando, Louis se dispuso a alejarse un momento de la complejidad de su vida.
Con la luz de la Luna brillando fuertemente y las doce en punto sonando en el reloj, Harry encontró la energía necesaria para salir del collar y vagar sin ser visto a través de la casa.
La vivienda era otra sin la presencia de las hermanas pequeñas del ojiazul. No se necesitaba conocerlos de mucho tiempo para saberlo. Simplemente lo notabas.
Era pronunciado el silencio y la oscuridad cuando no tenías la seguridad de que había más gente dentro de la casa.
Se abrió paso entre los distintos cuartos, observando apenas por encima las distintas habitaciones. No quería alterar nada ni que le pescaran hurgando entre las cosas de los vivos.
La casa de Louis se volvía más tenebrosa con el paso de los segundos. Como si la penumbra se la tragara entre más avanzaba la noche. La quietud anormal tampoco ayudaba mucho.
Tratando de deshacerse de la sensación inquietante, Harry abrió una puerta al azar, encontrándose con la habitación de la hermana más grande de Louis, Lottie. Escaneando el lugar, fue capaz de divisar el desorden típico de una chica de casi diecisiete años. Platos de comida usados y apilados en el escritorio de por si ya al tope de papeles escolares. Maquillaje regado alrededor, ropa en el suelo, un cajón de guardarropa con ropa interior sobresaliendo y- ¿es eso un pene de goma?
Harry salta hacía atrás ahogando un grito, demasiado escandalizado como para pensar.
Al caer, siente la parte alta de su cabeza ser sumergida en agua fría. Signo característico de que ha atravesado un objeto.
Frunciendo el ceño por la peculiaridad de ello, vira los ojos hacía arriba. Se encuentra con un cuarto en penumbras y que huele horriblemente a polvo. Un escalofrío le sube la columna. Odia el puto polvo.
Rodando sobre si mismo, se alza sobre sus codos y estira el cuello para ver más allá del suelo.
Su cabeza ha atravesado una pared hueca. Y dentro, encuentra una habitación congelada en el tiempo.
Muy cautelosamente, casi con miedo, se pone de pie.
Curioseando, se sentía cada vez más atraído a adentrarse al cuarto. Observó los cuadros, las pertenencias esparcidas alrededor. Juzgando por la apariencia, debió dejar de usarse en este siglo, y no en el suyo ni antes.
Polvo y telarañas adornaban los alrededores. Había una cama hecha, un tocador con perfumes, maquillaje y demás artículos cubiertos en películas de pelusa.
Estaba muy concentrado en el librero repleto de obras cuando sintió una energía extraña a sus pies. Apartando su vista de la repisa más alta, volteó hacía el suelo, pegando un gran salto y quedándose flotando en el aire.
Había un charco de sangre seca en el piso alfombrado.
Se veía despintado. Parecía que alguien había intentado limpiarlo pero simplemente se dio por vencido.
¿De quién sería esa sangre?
Escuchen, Harry podría llevar muerto más de treinta años pero den por seguro que no tenía toda la idea de cómo funcionaba el mundo sobrenatural. Si, sabía ciertas cosas, pero el mundo más allá de la muerte era casi tan misterioso e infinito como el mundo de los vivos.
Así que no tenía idea de porque la sangre le daba esa sensación de hormigas sobre su piel muerta.
La lógica y sentido común volaban por la ventana cuando eras alguien muerto, por lo que Harry no dudó mucho tiempo antes de ponerse de cuclillas y pasar sus dedos por la mancha en la alfombra. Un choque de energía similar a la de los voltios subió por su brazo derecho, paralizándolo en él acto y obligándolo a permanecer en su sitio mientras un río de visiones le llenaban la cabeza.
La psicometría* era algo que nunca había experimentado antes. Sabía que era algo que esperar después de cierto tiempo viviendo como lo hacía. Pero nada se comparaba como vivirlo de primera mano.
Los recuerdos no eran de nadie a quien hubiese conocido antes. Nadie presente en la vida de Louis. Respiraciones entrecortadas llenaban sus oídos, el sonido de gorgoteo y jadeos aterradores. Quién sea que hubiese dejado ese recuerdo allí, claramente no vivió para dejar más luego de esto.
El punto de vista dentro de esa neblina de memorias se le era mostrado desde el suelo. Harry estaba siendo puesto en el lugar de quien sea que se hubiese desangrado en ese suelo.
Los jadeos se volvieron ensordecedores, el sonido de liquido obstruyendo la garganta resonaba como insistentes campanas retumbando en sus tímpanos. Zumbido blanco iba y venía entre jadeos, la luz del presente se extinguía y era difícil distinguir a quien sea que se paraba a su lado, viéndolo desde arriba desde el momento en que había llegado. Puntos negros danzaban frente a sus ojos.
«¿Estás muriendo?» Una voz pequeña preguntó. Harry no podía verlo. Su cabeza pesaba demasiado, sus ojos no enfocaban nada salvo negrura.
La mirada viéndolo desde arriba parecía perforar orificios en su rostro moribundo. Ahora podía verlos, eran claros. Pero no podía ver el color de estos. Sólo era capaz de distinguir el odio en ellos.
«Espero que no haya vida más allá de la muerte. Espero que el único recuerdo que tengas sea el mío viéndote desangrarte. Me das asco.»
La boca de Harry se abrió al mismo tiempo en que un horrendo quejido irrumpió el aire.
Era un niño pequeño. Un jodido niño pequeño observaba un cuerpo desangrándose.
¿Acaso él había hecho eso?
Imposible, era muy pequeño...
Gritos y llantos inundaron el cuarto, y la expresión una vez satisfecha del chiquillo, cayó.
«¿Por qué?» la voz era demasiado débil como para averiguar edad o sexo.
Furia pura se reflejó en los pequeños ojos.
«¿¡Por qué!? Porque te lo has ganado» Harry no puede ver su rostro porque no hay ni un atisbo de luz, salvo un pequeño rectángulo hecho por la puerta entreabierta.
No puede verlo pero sabe que esta sonriendo porque la euforia en su voz no puedes ignorarla.
«Eres una puta escoria» el chico se ha puesto de rodillas para susurrarle al oído. Un jadeo aterrorizado salió de los labios moribundos y la carcajada del niño le retumbó en los oídos.
«Alguna vez te he dicho, ¿Qué te ves muy linda cuando se te va la voz?»
Harry es lanzado hacía atrás con la misma fuerza con la que fue sostenido en su lugar por aquella mancha.
Está temblando, o se siente como si lo estuviera haciendo.
Aquello fue demasiado intenso. Se sentía físicamente sacudido por ello.
Un golpe de realidad lo hizo respirar más pesado. Tenía que salir de esa habitación antes de que Louis se diera cuenta.
Louis.
¿Sabrá siquiera de la existencia de esa habitación?
Dios... que horror habitar una casa donde alguien fue asesinado y no tener una idea.
Harry sale al pasillo como alma que lleva el diablo, importándole bien poco el casi romper un florero en el proceso. Para cuando se estabiliza y su pecho ya no duele como si su corazón estuviera latiendo muy deprisa, observa a Louis cepillándose el cabello frente al tocador en su habitación. Es ignorante a la expresión sospechosa del chico.
Recuerda todo lo que ha visto antes de pasar por todo ese rollo del viaje al pasado, y siente que hace demasiado calor.
Se hace invisible y camina lentamente por detrás de Louis para sentarse en su cama. Su plan se ve arruinado cuando, apenas le pasa por la espalda, el ojiazul deja lo que esta haciendo y se vuelve a ver al aire.
—¿Harry? ¿Eres tú?
Sostiene el cepillo en el aire, como si fuese la más letal de las armas. Harry deja salir una risita.
Sus ojos azules sonríen mucho antes de que él lo haga. —Ya deja de ser fantasma y muéstrate.
—Has dicho mi nombre de nuevo— nota el ojiverde, cruzándose de piernas sobre la cama hecha del chico. Su disfraz de teatro tiene mayor detalle. Louis es capaz de ver la tela desgastada.
—¿Cuándo dejarás de sorprenderte? Ya te dije que no me interesa más.
—Nunca. Amo a tu voz diciendo mi nombre.
Es repentina la forma en la que Louis se vuelve a lanzarle el cepillo a la cabeza.
Harry se carcajea sorprendido. —¡Oye, eso hubiese dolido si estuviera vivo!
—Agradécele a Dios que no lo estás, entonces.
Louis se encoje de hombros y se deshace de la bata. Harry ahoga un pequeño grito y cierra los ojos con fuerza. La risa del menor inunda la habitación.
Harry nunca había escuchado su risa. Una carcajada.
Louis tiene una risa bonita.
—Tengo puesta la pijama, idiota— se ríe. —Sólo no quería que le cayese cabello suelto.
Harry abre los ojos con vergüenza. —Lo siento.
—¿Me viste hace un rato, verdad?
El ojiverde no puede siquiera verlo a los ojos.
—Descuida. Sé que soy bonito, es normal que te avergüences.
Louis está delante de él, pero en serio no puede verlo.
—Anda ya, muévete. Algunos necesitamos dormir para vivir.
Harry flota fuera de la cama y se posa en el aire al lado de esta. El ojiazul no tarda mucho en acostarse y acomodarse cómodamente entre sus mantas.
—Louis, ¿tu creciste en esta casa?
No había querido preguntarle. Pero no podía quedarse con esa duda.
Louis no lo está viendo, probablemente ya cansado. —No. Era de la familia de mi madre. Llegué cuando tenía doce años.
El fantasma deja salir un suspiro que no sabía que estaba guardando.
El niño en el recuerdo era mucho menor que eso.
Hubo silencio.
Las respiraciones de Louis se volvieron más acompasadas. Y al estar de espaldas a él, Harry asumió que había caído dormido.
—Harry, ¿no es cansado dormir en el aire?
El ojiverde se volvió para ver al menor viéndole con curiosidad.
Sonrió.
No mentía, le gustaba la forma en la que Louis decía su nombre en su acento sureño.
—Realmente no siento nada, sólo debo estar pendiente de no estrellarme en el suelo.
Louis sonríe levemente. —Siempre puedes dormir en mi cama, ¿sabes?
El mayor le dio una mirada perpleja. Louis rompió a reír de nuevo.
—Dios. Eres un virgen horrendo. Anda ya, sólo vas a dormir y ni siquiera puedes sentirme.
Con mucha cautela, Harry flotó hacía el espacio vacío en la cama del chico, quien lo veía hacer con una pequeña sonrisa satisfecha.
—Eso es. ¿Mejor?
Harry no podía separar los ojos del rostro del ojiazul. De cerca era todavía más bonito.
Lo distraía demasiado.
Asiente. Louis permite a su sonrisa crecer.
—Creo que si...estuvieras vivo— dice Louis entre bostezos, —Estarías muy... sonrojado ahora mismo.
Harry suspira y se duerme pensando en que, sí.
Dormir al lado de un chico tan guapo como Louis definitivamente lo hubiera hecho sonrojarse muchísimo.
👻
conteo de palabras: 4690
*psicometría: aquel poder que permite observar recuerdos o situaciones por medio del contacto fisico con un objeto determinado.
me tardé muchisimo. lo lamento. tuve muchos pendientes. pero ya tengo la trama clarísima y ahhhh, ya quiero subir el final. besos en todos los orificios de su cuerpo <3
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