【 04 】
Louis se quedó pasmado por un momento.
Un intruso, en su casa. Su casa con una niña dormida de siete años y una de quince en camino. Pronto no estuvo pasmado y tomó lo primero que encontró para defenderse.
—¡¿Boo?! ¡¿Boo?! ¡Yo te daré tu boo! ¡Sal de mi casa en este mismo instante, vago asqueroso, o llamaré a la policía!—Louis se armó con la vara de la chimenea que se usaba para mover la madera, complacido con la punta afilada en la que remataba.
El chico rió, estirándose sobre el mullido y roído sillón. —¿Seguro?
—¡Muy seguro!— gritó Louis, blandiendo la vara de metal como un bate de beisbol. El golpe fue a parar directo a la frente del intruso.
Sólo que está, nunca impactó.
Atravesó su cabeza, como si el chico fuese neblina.
Sus ojos azules se desorbitaron, observando al chico con un nuevo horror surcándole las venas.
Harry vio esto con placer.
—Creo, bonito, que a quién deberías llamar es a los cazafantasmas.
Louis emitió un grito de puro y escalofriante terror.
—¿Por qué tanto griterío? Dios, que pulmones— se quejó el fantasma, sacudiendo un dedo dentro de su oreja, tratando de deshacerse del malestar.
—¿Qu-quién eres? ¿Q-qué quieres? ¿Por qué estas aquí?
Los dientes blancos y grandes dentro de su boca se despegaron con deleite, al tiempo en que se ponía de pie y encaraba al humano asustado.
Louis se encogió en su lugar cuando el ánima masculina se alzó sobre él cuál rascacielos.
Observó la imponente altura, las extremidades largas e inquietantes. Eso tenía que ser algún tipo de truco post-mortem. Nadie lucía así.
El ojiazul sonrió, aferrándose a ese hecho, ganando valentía a su expensa.
—Sea... lo que sea que quieres conmigo... podrías dejar los juegos.
El acto rutinario de Harry trastabilló ante aquella orden disfrazada de petición.
Ningún humano antes le había dado ordenes. O más bien, nunca lo habían hecho con semejante seguridad.
...Interesante.
Louis observó con ojos pasmados la forma en la que la altura del ente se relajó unos centímetros al igual que sus extremidades, que se encogían a su largo natural.
Notó el aura maliciosa desaparecer con un suspiro y a los ojos verdes verle con la misma cautela que había visto horas antes tras bambalinas.
....¡Claro! ¡Era el mismo!
Entonces.... el debía ser el famoso Harry, ¿no?
Una sonrisa nerviosa estiró sus finos labios. —Gracias, Harry.
El fantasma se rió en voz alta. —Aquí un dato, humano: por cada vez que digas mi nombre son doce horas de permanencia en la tierra.
Louis arrugó el entrecejo.
—Entonces... he completado un día de vida para ti, ¿no?
El ojiverde asintió. —No días, sólo noches. Son tres, de hecho. Y yo no diría vida, es como... penar. Penar sobre la tierra.
—¿Tres noches? Pero he dicho tu nombre una v-
— Lo dijiste dos veces— ante la mirada desconfiada del ojiazul, Harry soltó una risita. —Creo que no te das cuenta de que piensas en voz alta. Y además, no estás contando la que dijo Susanne.
Louis parpadeó un par de veces. Trató de utilizar la lógica.
Si el fantasma hubiese querido llevarse su alma lo hubiese hecho en ese momento vulnerable y alejado de todos detrás del escenario.
¿Qué quería entonces, si no era lastimarlo de buenas a primeras?
¿Sería como los pollos, engordándolo con cualquier cosa en específico hasta que estuviera listo para ser asesinado?
—Tu olor a miedo me da náuseas, para ya— exhaló el chico de cabello largo.
Louis descartó la pregunta que había pensado hacer, y en su lugar, dijo: —¿Cómo puedes tener sentidos si estás muerto?
—De la misma forma en que estoy aquí, hablando contigo.
Louis le alzó una ceja. —En todo caso, no es miedo, sino desconfianza. ¿Cómo sé que no estás alimentándote de mi alma en este momento? ¿O cómo te distingo de un fantasma inofensivo a un demonio?
Harry volvió a sonreír siniestramente, al mismo tiempo que daba un paso hacía delante.
— No puedes. Estás jugando a la ruleta rusa aquí— pronunció en la cara de Louis, anticipando el deleite que le daría ver al ojiazul todo sonrojado y pudoroso ante la cercanía.
Pero aquello nunca llegó. En su lugar, Louis alzó las manos y le empujó lejos. Claro que al tratarse de ectoplasma lo que lo conformaba, y no carne, Harry se deshizo apenas las pequeñas manos le tocaron.
Louis volvió la vista frenéticamente por la habitación. —Eso, largo de mi casa.
—Me hieres, Lou— Harry apareció encima de la barra de la cocina, piernas cruzadas y una mano extendida sobre su pecho con dramatizado pesar. —Creí que eramos amigos.
—Sólo quería saber que rayos estabas haciendo aquí— el chico le da una mirada cargada de aversión. Harry ve eso con renovado interés. —Ahora, desaparece... o lo que sea que hayas hecho hace un momento.
—Me temo que no puedo— el fantasma salta de la encimera y camina lentamente hacia el humano. —Hay asuntos que deben ser discutidos.
Louis alza la barbilla, y no pierde de vista la forma en la que la cara de Harry parece iluminarse por eso mismo. Está disfrutando esto, el hacerlo ver hacia arriba para poder hablar cara a cara.
Menudo engreído, piensa. Y se asegura de no hacerlo en voz alta. Vivos o muertos, hay hombres que no dejan de ser un lastre.
El ojiazul abre la boca para contestar, pero un tintineo de llaves detrás de la puerta de entrada tiene a sus labios sellándose y a su ceño fruncido flaqueando.
—Vete— demanda de golpe.
Harry ve su expresión frenética. El reto se ha ido, el mortal realmente está asustado, puede olerlo.
—¿No eres tan valiente ahora, huh? ¿Acaso te cohibe que alguien-
—Maldita sea, Harry. No estoy bromeando, mi hermana menor viene y no quiero que tenga nada que ver contigo— la mirada de Louis es determinada.
—Louis a que no adivinas que...—la puerta se abre antes de que alguien pueda hacer algo. Charlotte ahoga un grito apenas entra.
El ojiazul se vuelve alerta hacia la cocina, listo para golpear el culo fantasmagórico de Harry.
Pero no hay nada.
—¿Por qué hiciste eso?
—Porque nunca lavas la cocina. Creí que me quedaría despierta haciéndolo— la rubia sonríe, y abraza a su hermano mayor. —Gracias, te amo.
Louis rueda los ojos, pero devuelve el abrazo. —¿Cómo estuvo la práctica de hoy?
—Bastante bien. He mejorado mis cargas y logre el split perfecto.
—Mírate, toda una animadora de Triunfos Robados— se burló el mayor, tirándose sobre el sofá y encendiendo la televisión. —La cena está en el microondas.
Su hermana presiona un botón para que el aparato cobre vida. Apenas ve que es pasta, aplaude ligeramente. Louis ríe ante ello.
—Pero la verdad, lo que se ha robado la noche es lo que le ocurrió a Susy—comenta Lottie, abriendo la puerta del electrodoméstico.
El ojiazul alza una ceja. —¿Qué le sucedió?
—Estaba quedándose tarde para el club de lectura y su auto ha fallado colosalmente. Me refiero... humo negro saliendo del capo y toda la cosa.
Louis alza las cejas. —Pero le han dado ese auto hace unos días... llegó presumiéndolo por el estacionamiento y todo.
Lottie asiente, con la boca llena. —No, y además— traga —Ha salido pálida, huyendo en él sin importar que estuviera casi en llamas. Lloraba como loca.
El ojiazul alejó la vista de su hermana, pensativo.
—Nos vemos en la mañana, Lotts. Lava tu plato cuando termines— murmura, todavía ni termina de decirlo cuando ya está en las escaleras.
Sube los peldaños de dos en dos, y antes de abrir la puerta de su habitación, sabe muy bien lo que se encontrará.
Por eso deja de ser una sorpresa ver a Harry sentado sobre su cama hecha, sin arrugar ni un poco el edredón color aguamarina.
—¿Qué le has hecho a Susy?
El espectro alza una esquina de la boca, y le da una mirada de pies a cabeza al chico de brazos cruzados que se apoya en el marco de la puerta.
—Nada que su trasero ignorante no pueda manejar.
—¿Por qué estás aquí conmigo si ella fue quién te ha perturbado?
Harry se puso de pie, pero Louis extendió una mano. — No, quedate allí mismo.
El chico de ojos verdes alzó las manos en señal de rendición. —Cómo gustes. Es tu habitación, después de todo.
Louis asiente. —Ahora habla. De eso que querías hablar.
Harry le da una mirada larga y tendida al humano a menos de dos metros de distancia.
Nunca, en sus treinta años de estar muerto, había visto algo igual. Si, había conocido personas valientes, esos que habían pasado por uno de sus trucos de fantasma y habían continuado con su día, como si nada. Hubo quienes incluso se rieron en su cara cuando trató de asustarlos al aparecerse frente a ellos.
Pero nadie como Louis.
Había algo distinto en él. Algo turbio. Y ese algo ocasionaba que saltara directamente a negociar con un ser que no se suponía que existiera.
Sin detenerse a preguntar, a razonar más.
—Tienes un hábito de ver mucho a las personas—habló Louis, acercándose y cerrando la puerta cuando escuchó movimiento en las escaleras.
Harry ladeó la cabeza y dio una expresión entretenida. —No a todas, realmente. Sólo a aquellas que captan mi atención.
Louis ni siquiera parpadeó ante el coqueteo natural del fantasma.
—Al grano. Puede que tu estés muerto, pero algunos de nosotros vamos a la escuela mañana.
El ojiverde estuvo a punto de exclamar lo amargado que era, sólo para molestar. Pero la mirada cansada en los ojos del chico le hizo pensarselo dos veces.
—Muy bien. La razón por la que estoy contigo y no esa rubia tan fácil de aterrorizar—Harry se rió,pudo ver un destello de añoro en las facciones ajenas —Es porque te he elegido.
Louis junta las cejas.
—Verás. No hay tal cosa como el purgatorio. El purgatorio es esto, la tierra. Tenemos que rondar acá, repasando cada momento de nuestra vida, hasta que demos con lo que nos hace falta antes de poder descansar.
—Qué desesperante.
—Lo es—Harry bufa. —Bueno, yo... no quería irme. Quería seguir divirtiéndome, asustando a la gente... ya sabes. Pero, al igual que en vida, la memoria se va deteriorando. Entonces, si no resuelves pronto el asunto...
—Te quedas atrapado acá, penando—razona Louis, viendo a los ojos ajenos. Obtiene un asentimiento.—Por eso hay tantas entidades malas.
—Exacto, Louis. Ellos están molestos, confundidos y solos. Sólo quieren desaparecer, pero nunca sabrán como.
El ojiazul niega.
—Que mundo de mierda. Te partes el culo pensando que de muerto descansas y resulta que te quedas más rato acá si no te vas libre de deudas.
Harry frunció ligeramente el gesto, ante la amargura en sus palabras.
—Si, así es. Entonces... necesito averiguar cosas sobre mi muerte y mi asunto, para poder irme.
— ¿Y por qué crees que yo soy mejor que Susy para ayudarte?
Al joven muerto jamás le había gustado el olor de la inseguridad. Olía como a embutido que ha permanecido mucho tiempo en su propio conservador. Era un olor que te hacía sentir incómodo, sucio.
—Eso no necesitas saberlo —dijo, arrugando la nariz ante la esencia. —Todo lo que debes tener en cuenta, es que ahora que te elegido, no me despegaré de ti. No por las cuatro noches que tengo aquí, por lo menos.
—¿Cuatro?
Harry sonríe a la vez que asiente. —Dijiste mi nombre cuando llegó tu hermana.
Louis se muerde el labio. La atención de Harry esta encima de sus pequeños dientes sobre la carne fina y rosada.
—Entonces, estás diciendo que no tengo opción.
—Básicamente.
El menor deja salir un quejido molesto. —Esto es demasiado para mi cerebro. Déjame dormir y mañana hablaremos de esto, ¿bien?
El mayor abre la boca para objetar, pero Louis ya está metiéndose en la cama antes de que pueda hacerlo.
Se acurruca dándole la espalda, y la Luna deja caer sus rayos pálidos encima del cuerpo más chico. Harry sienta casi pena por él.
—Lo siento, te juro que no quiero importunarte, Louis. Todo esta faramalla de ser travieso y obstinado es sólo eso: una finta.
El aludido se da la vuelta sobre si mismo, encarando al fantasma que flota levemente sobre el suelo. Louis se permite estudiar a Harry. Las facciones fuertes, el cabello parcialmente despeinado, el vestuario añejo, las tonalidades violetas de su rostro, que sólo podías ver si prestabas atención.
—Está bien—murmura el ojiazul, tras un bostezo. Está casi dormido. —Mientras no seas un demonio.
Hay silencio.
Louis abre un ojo, más curioso que asustado.
—Lo eres,¿no es así?
Harry se para allí con una sonrisa en la cara. Bueno, ahora si está algo preocupado.
Pero sacude la cabeza en negativa.
—Pruébalo— murmura Louis, más dormido que despierto. Si estuviese totalmente consciente, sabría que hacer una propuesta así a una criatura como un demonio significaba la muerte segura.
Luego de una pausa, Harry exhala:
—Tu sabes... ¿sabes cuál es mi planta favorita?
El ojiazul le entrecierra el ojo. —¿No?
—Los Bam-boos.
Silencio de nuevo.
Louis parpadea.
—Los demonios no podrían hacer chistes como ese —dice Harry riéndose.
El ojiazul cierra los ojos. —Buenas noches.
Y se vuelve a dar la vuelta.
Harry rie. —Al menos sabes que no soy un demonio.
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conteo de palabras: 2168
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