【 02 】
Luego del almuerzo y las clases del medio día, el tercer período fue adaptado para llevar a cabo los ensayos de la obra.
Louis observaba a Liam correr de aquí y allá con una tablilla entre las manos. Se tomaba su papel de presidente de clase muy en serio, al igual que el de presidente de los clubs.
Seguro era igual de eficiente que un director de Broadway, no había duda.
El castaño de ojos claros no poseía una sola onza de timidez en su cuerpo. Se dirigía a cada uno de los presentes por nombre u apellido, una mirada determinada en el rostro y un lenguaje corporal digno del ser más poderoso en el mundo. Podrían ser muchos alumnos inquietos en un recinto contra uno, pero Liam les daría pelea, uno por uno.
A Louis le fascinaba ese trato en su amigo. Eso de no dejarse intimidar ni por la mirada más dura o el comentario más venenoso. Liam era un hueso imposible de roer, y cualquiera que se interpusiera en su camino, sería derribado.
Admiraba esa confianza en si mismo. Deseaba poder adquirirla de verdad, con el tiempo.
Al mismo tiempo en que Liam contó al último alumno voluntario, el maestro a cargo llegó.
—Lamento la tardanza, ¡lamento la tardanza! Asuntos urgentes en dirección— llamó, abriéndose paso entre las butacas del teatro estudiantil.
Louis y el resto del cast se encontraban sobre el escenario con sus guiones en mano, repasando entre susurros y manoteos enfáticos.
—Comenzaré con la asignación de tareas— anunció, tomando asiento. Liam se acercó por detrás y le entregó un papel.
—Bien, bien. Aquí dice que tenemos quince alumnos voluntarios para formar el equipo técnico, lo cual es simplemente maravilloso. Comenzaremos con vestuario, ese cargo le tocará a... Niall Horan.
— ¡Por un demonio, lo que faltaba! — exclamó el rubio, tomando a regañadientes la hoja de indicaciones que Liam le plantó en las narices.
El docente le dedicó una mirada obstinada. —Luego, tenemos luces. Esas van a cargo de Zayn Malik.
—Por fin— dijo Liam, caminando hasta donde el moreno, con un andar digno de tigre de bengala, rodeándole cuando lo alcanza. —Una tarea que involucra lo que más te gusta: los focos— susurra en su oreja, estampándole la hoja en el pecho suavemente.
El profesor de Drama se aclara la garganta y le da una mirada de advertencia al castaño, que se limita a sonreír dulcemente y proseguir con su tarea.
Zayn se queda allí plantado, importándole bien poco que Liam le haya llamado drogadicto.
El hombre le susurró en la oreja, por Dios. Estaba en lo más cercano al shock.
El profesor fue, poco a poco juntando a su equipo de puesta en escena mientras, sobre el escenario, el elenco continuaba el ensayo sin inmutarse. Louis le dio una mirada cargada de interés al arrugado manojo de hojas subrayadas en rosa entre sus manos.
La leyenda de Aponte era un viejisimo cuento romano que contaba la historia de dos amantes destinados al fracaso. La doncella de Aponte, llamada Perséla, era secuestrada por un dios menor y llevada hasta las tierras más lejanas, dominadas por toda clase de criaturas horrorosas. Para recuperar a su enamorada, el joven debía atravesar un sinfín de aventuras tales como peleas de trolls, acertijos de ninfas y trampas engañosas de criaturas como la Quimera o Equidna.
Al final, Aponte descubre que el amor que siente por Perséla no es nada más que fascinación forzada por la sociedad romana y huye hasta las colinas más prósperas de la comarca, en busca de un nuevo rumbo. A pesar de que la trama había sufrido ciertos cambios por parte del profesor de Drama y el de Teatro—en especial el final, puesto que la versión original incluye un pegaso y un amante masculino—, era una puesta en escena bastante buena.
Louis estaba a cargo de personificar a Aponte, mientras que Susy Mullings, una de las más bonitas chicas de su clase, estaba allí para darle vida a Perséla. La larga cabellera dorada y los ojos color marrón sobre mejillas sonrosadas y rellenas, le daban el aspecto angelical perfecto para encarnar a aquella doncella en aprietos.
Con todo y que era una actriz de primera, a Louis no le agradaba mucho la idea de compartir más de un acto a su lado, y la razón era bien simple. Susan Mullings era una despistada total.
Era esa chica que empujaba donde decía "Jale", o la que preguntaba por qué razón Stevie Wonder usaba gafas de sol en interiores.
—Dios, ahora que lo has dicho no puedo sacármelo de la cabeza— habló una de sus amigas, sacando a Louis de sus pensamientos introductorios.
—¿Qué tan jodido sería decir su nombre y ver si aparece?— esa era Susy.
—Dijo el personaje en la película de horror que muere primero.
Louis giró los ojos ante la charla entre Susy y sus amigas. Era el tema que se visitaba todos los años: el chico que había muerto en el teatro.
Verán, la escuela de Louis, viejisima como era, tenía sus creencias y tradiciones.
Frota la estatua de Richard Wellington, la que se alza en la mitad de la explanada, para tener buena suerte en tus examenes.
Derrama tu jugo en el salón y reprobarás cálculo.
Usa rojo para gimnasia y terminarás con moretones.
Di el nombre del estudiante que se mató en el teatro y vendrá por tu alma.
Se suponía que, en 1988, un estudiante de Drama había acabado con su vida tras las bambalinas de aquel cuchitril que los empleados de la institución llamaban Teatro Estudiantil. La muerte del joven chico, a pesar de estar registrada en los archivos de historia de Doncaster y del país entero, estaba rodeada por una neblina de misterio.
Comenzando porque nunca se encontró el arma suicida. No había restos de ningún químico en su sangre como para tratarse de algo ingerido, y al no encontrar arma, se descartaba una física. Añadido a eso, no existían muchos motivos.
El muchacho en cuestión era muy querido en su generación estudiantil, no tenía problemas familiares ni financieros y no había prospectos amorosos de los que se supieran.
Ni por tristeza, ni por desesperanza, ni por despecho. Nadie nunca sabría el motivo que orilló a Harry Edward Styles, a cometer suicidio.
—Realmente no creo que sea un buen lugar para hablar de ello— murmuró Louis.
El grupito de chicas le dedicó miradas despectivas.
—¿Y eso por qué?
—Los muertos también merecen respeto, ¿no lo creen?
Una brisa fría sopló a través del escenario, alzando en sus manos las ropas sueltas y los cabellos descolocados. El aire frío alcanza a Louis, despeinando los cabellos oscuros sobre su frente, como una caricia.
Las chicas fruncen el ceño ante la repentina corriente.
—No cuando llevan tanto tiempo muertos, y menos si deciden suicidarse— espeta una de las chicas.
Louis quiere saltar a decirle que no tiene derecho a juzgar a una persona que se ha visto orillada a acabar con su propia vida. Quiere decirle que no comprendería jamás el nivel de valor que se necesita para hacerlo, el miedo y la soledad que experimentas.
Pero no lo hace.
Asi es Louis. No se mete en problemas. Ni salta a los golpes contra una pared.
Su rubia compañera rueda los ojos en un gesto de aburrimiento y pasa de él, guión aplastado en su puño.
—Cómo sea, es un puto nombre. No una invocación al demonio.
Louis tuerce el gesto y Susy sonríe. Piensa tomar esto como arma.
—¿Te da miedo, Louis? ¿Qué tal si lo digo sin querer? Ha-
— No digas su nombre, Susy— reprendió Liam desde los cuatro metros que lo separaban del escenario. — No seas esa clase de tonta.
— Las clases de tontas no existen — replicó la rubia, cruzando los brazos.
— Oh vaya — murmuró Liam con fingida condescendencia. —Supongo que para tonta no se estudia, ¿verdad, Susy?
Louis ahogó una risa mientras la rubia disparaba dagas con los ojos. Liam le lanza un guiño a su mejor amigo.
— Todos ustedes son unos paranoicos— se quejó, alzando las manos en el aire.
— Nunca se es demasiado precavido— dijo Louis, encogiéndose de hombros.
— Yo digo que es simplemente ser una gallina— sonrió una de las amigas de la muchacha, con la malicia brillando en sus ojos.
—Probar tu suerte con cosas que no conoces no te hace valiente. Te hace estúpido— expresó el ojiazul, para nada perturbado por la actitud de la chica.
—Lo que está muerto no puede hacerte daño— dice Susy, ahora también con expresión divertida.
Louis frunció el ceño. —No le encuentro la gracia.
Pero ellas si lo hacían.
Para ellas no existía nada más gracioso que lograr ofuscar al chico tímido y tranquilo de la clase. Obtener miedo de su parte saciaría su instinto morboso de complacencia.
Asi que se miran entre sí, intercambiando miradas maliciosas.
— Harry— dice Susy simplemente, su lengua deslizándose lentamente en el interior de su boca, saboreando cada letra, deleitándose en la intención de su propia habla.
Louis le alza una ceja.
¿Esa pendeja creía que lo estaba asustando?
Un fantasma era el menor de sus problemas.
De repente, Louis cae en cuenta de una cosa. Se vuelve a su alrededor, observando.
Nunca había presenciado un silencio tan pesado.
Lo que alguna vez fue un teatro atestado de murmullos y gritos del profesor de Drama y diálogos rematados sobre el escenario, era ahora una estancia tan callada que podrías escuchar a tus neuronas conectar.
Sus ojos azules se pasearon encima de cada uno de los presentes, observando con cautela las expresiones de horror en todos los rostros.
La mirada de todos se posaba en un sólo punto, un exclusivo objetivo. Un cuerpo delgado, con los brazos cruzados y una sonrisa estúpida en la cara, que se paraba a su lado.
Susy Mullings.
—¿Acaso acaba de decir... acaba de decir...? — la voz del maestro era quebradiza de temor. La mirada de los presentes brillaba en asombro.
—Dijo su nombre—exhaló Niall, escondido detrás de Zayn.
—Esta obra se acaba de ir a la mierda— murmuró Liam, con los ojos lanzando rayos de odio hacia el escenario.
Louis se volvió hacia ella, blanco de expresión.
—¿Es que no entiendes que es mala suerte?
—No creo en la mala suerte.
—Ah, fino. Y cómo tu eres la única que participa...— vocifera Niall, con las manos en las caderas. — Que nos lleve el carajo a todos, ¿no? Menuda egoísta.
—Horan, primera advertencia— Niall se encoge en su lugar.—Susy, es bien conocido por todos que mencionar a... este chico en particular, trae muy mala suerte a las obras— exasperó el maestro de drama, mordiéndose las uñas. —Es como decir Macbeth** durante una puesta en escena.
El lugar irrumpió en voces y chismorreo generalizado, miradas de odio rebotando contra la tez de porcelana de la ahora repudiada estudiante, que observaba todo con ojos de cachorro pateado desde su lugar en el escenario.
Poco a poco, el shock se fue disipando al notar que nada extraño estaba ocurriendo.
—Primera vez que hago algo sensato por puntos extras y se va al diablo, esta es una señal— murmura Zayn, alzando los brazos al cielo.
—Señal de que tu futuro de convicto sigue intacto— murmura Liam pasando por allí con la nariz sobre su lista de pendientes.
—¿Y? No he muerto, ¿o si? La leyenda decía que en cuanto le mencionabas venía por ti.
—Seguro que después de treinta años llevando idiotas uno termina por cansarse de venir por ellos— murmura Liam bajo su aliento.
Lo único que se sabía de Harry, era que murió el 31 de Octubre de 1988, solo y, juzgando por la posición de sus extremidades y la expresión en su rostro, asustado.
Tras morir—no se sabe si agonizando o no—, fue encontrado por sus compañeros de teatro. Su cuerpo blanquecino y medio tieso, yacía desplegado en el piso de madera vieja, aún luciendo su traje de Hop Frog.*
Desde entonces, la cultura popular se ha encargada de demonizar aquella extraña muerte, relacionándola con demonios y fantasmas sedientos de almas lo suficientemente estúpidas como para decirlo.
Louis rodó los ojos, pero no contestó nada más, dispuesto a seguir con el ensayo y dar por terminado el día. Tenía muchas cosas por hacer una vez saliera de clases.
Retomó la lectura de sus diálogos junto a sus coestrellas, que continuaron el ensayo como si una estúpida rubia no hubiese lanzado una maldición de treinta años sobre todos.
Eso hasta que, nuevamente, una repentina brisa fría voló las arrugadas hojas de entre sus manos. Temblando, Louis observó como su libreto se elevaba elegantemente por los aires y se deslizaba lejos, bien lejos de donde estaba. Terminó escurriéndose entre el telón y la parte de atrás del escenario.
—Oh, por favor Flabio, estoy segura de que mi amado Aponte vendrá por mi antes del amanecer. He de yacer en sus fuertes brazos antes de que otro día sin amarnos pase.
—Amado Aponte... tus líneas.
—Mi libreto voló— señaló el ojiazul con la cabeza.
—Pues te aconsejo que vuelva pronto, ya casi te toca decir el monólogo— indicó el director de escena.
Louis rodó los ojos por segunda vez y se encaminó a las bambalinas, poco a poco rescatando sus preciadas hojas. Estas, hacían un extraño camino a lo Hansel y Gretel hasta el lugar donde las cortinas del telón se amontonaban como un denso capullo de gamuza roja.
El castaño se puso sobre sus rodillas para recoger el último pedazo de papel fuera de su alcance. Le saludaba descarado, mostrando una de sus esquinas blancas, ocultando el resto de él debajo del manojo de cortinas.
—Maldita sea— murmuró el chico, estirándose con todas sus fuerzas para alcanzarla.
Una vez que la tomó, sintió algo gélido sobre sus manos.
Algo así como dedos. Dedos largos y fríos que se entrelazaban con los suyos.
Un alarido de horror se arrancó de su garganta mientras caía hacía atrás. ¿Qué mierda había sido eso? Nadie estaba tras bambalinas.
Añadiendo a su horror, observó como una pálida mano deslizó silenciosamente la hoja arrugada hasta sus pies, y desapareció entre el telón tan pronto como el sonido de pies corriendo hasta él se hizo presente.
—Louis, ¿estás bien? ¿Estás herido?— Liam examinaba cada parte de su cuerpo en busca de sangre.
El ojiazul en cuestión se volvió hacía ese espacio sumido en oscuridad, en busca de algo. Y cuando lo halló, su sangre se heló.
Ahí, en la penumbra, había un par de ojos verdes que le veían asustados.
Louis parpadeó un par de veces, tratando de deshacerse de la alucinación.
Pero no era ninguna alucinación. Entre más los veía, más fácil era detectar los rasgos de aquella cosa. Entre esos ojos esmeralda llenos de miedo, una bonita nariz recta se abría paso, desplegándose en pómulos cincelados delicadamente y terminando con una boca rellena de un color rosado como una sandía.
Louis quiso gritar nuevamente, pero la cosa alzó un dedo silenciosamente.
Le pedía que se callara.
La mirada de suplica en los ojos esmeralda sellaban la petición.
—¿Qué pasa Louis? ¿Qué estás viendo? ¿Que ocurre?— el de ojos pardos se volvió hacía el espacio oscuro en busca de lo que sea que tenía a su amigo tan pasmado, pero no encontró nada.
—N-nada, no pasa nada—susurró Louis, admirando que lo que sea que eso era, había desaparecido en el aire.
—¿Cómo que nada? Gritaste como si hubieses visto un fantasma.
Louis sintió que se iba a desmayar.
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*Hop Frog es un cuento de Edgar Allan Poe sobre un bufón que humillan siempre y este se venga del rey y sus consejeros haciendolos vestirse de orangutanes con alquitran y plumas, y al final, les prende fuego en medio de una fiesta. Lo recomiendo 100%.
**Macbeth es una obra de William Shakespeare que trata sobre la crítica a la política y lo que ocurre cuando un individuo quiere todo el poder para sí mismo. es considerado de mala suerte decir macbeth en el mundo del teatro ya que una actriz falleció durante la obra y decirlo trae muerte y desgracia a la puesta en escena.
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