➤ꜰᴇᴇʟɪɴɢꜱ

Comenzó como un día cualquiera, y se convirtió en uno que recordarán hasta el final de sus vidas…

Después de aquel beso fugaz, ambos se separaron con jadeos leves y cesantes por parte de ambos jóvenes, el rubio, lejos de dejar ir a Dipper, lo arrinconó por completo contra el árbol que se encontraba detrás de ellos, apoyando ambos brazos alrededor del castaño dejándolo sin salida a la vez que apoyaba su frente con la del menor quien era un manojo de nervios y ansiedad.

La mente del menor era un caos completo; «¡¿qué mierda he hecho?! ¡¿Qué se supone que haga ahora?!» Gritaba en sus adentros, literalmente podía sentirse muriendo por dentro.
En cuanto al otro, estaba en shock, podría decir que fue por el calor del momento, ¿¡Pero quien carajos en su vida besa a su mejor amigo por el calor del momento?! Su mente estaba en blanco, no sabía qué hacer o que decir, solo podía perderse en aquellos cristalinos ojos marrones, esos hermosos ojos inocentes que, de alguna manera, lo estaban atrayendo directo a una trampa.

Él inició el juego del engaño; sin embargo, nunca planeó llegar hasta ahí. De la nada, aquellos coqueteos indirectos hacia el joven Pines salían solo porque si, al pasar tiempo con el castaño, le provocó curiosidad ciertos aspectos del chico, luego sintió grata su compañía y el hecho de que era muy listo y le encantaba molestarlo y ponerlo inquieto, aunque eso no era parte de su plan.
Su corazón retumbaba y sentía como si fuera a salirse de su pecho, no podía formular una palabra u oración coherente sin tartamudear, no entendía lo que le pasaba o lo que sentía; simplemente no comprendía.

Ninguno de los dos decía nada, únicamente se limitaban a hacer contacto visual, intentando analizar lo que habían hecho, pero sin suerte. El silencio era tal que se podían escuchar los sonidos de la naturaleza y el viento viajaba al refrescar el ambiente, sacudiendo las hojas de las copas de los árboles y moviendo ligeramente el césped crecido y las mechas de cabello sueltas de ambos adolescentes.

Cuando estaban a punto de decir algo, coherente o no, ambos teléfonos sonaron, avisando que los estaban llamando. Ambos reaccionaron con incomodidad, Philip separó una mano del tronco y sacó su celular del bolsillo de su pantalón, aparentemente su hermano Caín lo estaba llamando, rodeó los ojos con frustración y contestó. «Espero que sea importante.» Dijo en su mente.
Al mismo tiempo, Dipper contestó la llamada de su hermana mientras se daba la vuelta y darle algo de privacidad al otro.

—¡Auxilio! ¡Aiden se volvió loco! —gritó a través del teléfono, tanto que el rubio lo separó de su oído. Dipper volteó rápidamente al escuchar el grito, Philip rio incómodo y volvió a apegarse el teléfono al oído.

—¿Qué te pasa, loco? ¿Qué demonios hiciste? —habló en voz baja y con molestia.

—¿Por qué siempre me culpas a mí? Mejor cúlpate a ti, ¡te dije que escondieras el licor! ¡Sabes como se pone este tipo cuando bebe, la casa es un caos! Aunque siempre lo es, pero no interesa. ¡Ven y ayúdame, idiota! —exigió.

—¿Es en serio? Estoy… Ocupado ahora y… —fue interrumpido.

—¡Ahora, Philip! —exclamó.

—Bien, voy en camino. —colgó la llamada para después volver a guardar su celular y dirigir su atención nuevamente a Dipper, quien aún seguía con la llamada.

Observó detalladamente al castaño, era muy bajito comparado con él, pero eso era algo que le resultaba tierno, también la manera en la que reía nervioso y el distintivo liderazgo que mostraba, la manera en la que se preocupaba por los demás y su actitud en general eran admirables.
En cuanto a su físico, tenía buen cuerpo y aquel cabello rebelde y suave que no se quedaba quieto y parecía ser la cosa más suave del mundo, aquellas manos pequeñas y delgadas que temblaban con el mínimo roce con las suyas, sus largas pestañas y esa linda marca de nacimiento, agradecía que ya no llevara puesta la gorra, pues está le tapaba su cabellera y sería molesto quitarla todo el tiempo que quisiera acariciarlo.

Algo que no había nota era que aún llevaba el collar que le había regalado cuando llegó al pueblo, de la nada recordó aquel momento cuando lo vio por primera vez y como había actuado el castaño, la manera en que se había sonrojado le pareció muy dulce, eso lo hizo sonreír sin darse cuenta.

Luego, frunció el semblante, tan pronto lo notó.

Mierda.

—¿Philip? —llamó Dipper, el mencionado volvió en sí y le prestó atención. —Eh, mi hermana m-me necesita a-ahora, deb-bo irme… —tartamudeó.

—Ah, b-bien. De igual manera, Aiden necesita ayuda. —dijo intentando no sonar inquieto.

—O-ok, ¿ha-hablamos después? ¡Si tú quieres, obvio! —balbuceó, el otro soltó una risilla.

—Me parece bien.

Cada uno fue por su lado, Dipper hacia la cabaña y Philip hacia su casa, obviamente pensando durante todo el camino en aquel beso.

Mabel se había enterado de la guerra de helado por las noticias, así que organizó una en la cabaña y al momento de entrar, Dipper fue atacado con diversos sabores de helado por Mabel y sus amigas, incluyendo a Pacífica, a quien había invitado a ver una película y Soos junto con Melody. «¡No volveré a comer helado!» Se quejó en sus adentros al volver a recordar ese momento que comenzó por ese postre.

Mientras que, por otro lado, fue una buena decisión mudarse a una casa alejada de las demás, pues ahora la construcción se encontraba flotando boca abajo mientras todo lo de adentro se caía por las ventanas y puertas abiertas y Caín estaba con una cara de trauma amarrado totalmente y de cabeza sobre la casa y Aiden bailaba de forma ridícula con una botella en sus manos. Bill se pegó en la cara cuando vio aquel desastre, definitivamente su hermano no era un buen bebedor. «Esto llevará un rato.»

❮• • •❯

El reloj marcó las ocho de la noche, en la casa de los hermanos Clave, Aiden estaba encadenado al sofá que flotaba mientras los otros dos hermanos veían la televisión, ignorando todos los quejidos de parte del peli azul, lo estaban castigando por haber bebido tanto y sin razón aparente.

El pelirrojo estaba devorando instantáneamente las palomitas de maíz mientras veían él animé llamado “Kakegurui”, pues la tensión que se formaba en el ambiente cuando estaban apostando lo ponía tenso y se quedaba ido viendo el televisor devorándose todo. Supuestamente, estaba compartiendo el momento con Bill, pero este tenía la cabeza en otro mundo; Dipper Pines.

Solamente había pasado unas horas desde aquel momento y no podía sacarlo de su mente, ¿por qué lo había besado? ¿Siquiera quiso besarlo? ¿Esto entra en el plan original? Él no encontraba una respuesta para ninguna de sus interrogantes.
La situación estaba fuera de sus manos, no podía pensar en nada más que en la expresión del castaño cuando lo besó, la sensación del roce de sus labios con los del otro lo habían sacado de la realidad en esos segundos, sentir las manos temblorosas del menor apoyarse y apretar ligeramente sus hombros solo lo impulsó más.

De pronto, llevó su dedo índice a sus labios mientras una sonrisa tenue se asomó al volver a recordar aquella sensación delirante, su semblante cambió de uno pensativo a uno cautivado en un par de segundos. Caín volteó a ver a su hermano para, según él, gritar que el momento más emocionante se acercaba, cuando vio aquella sonrisa rara en su hermano, al quedar completamente confundido, pausó el video y llamó la atención del rubio.

—Bill, cuenta. —demandó.

—¿Eh, de que hablas? —se hizo el loco, volviendo a ponerse serio.

—¿Cómo qué de qué…? Ugh, estás sonriendo. Y no es tu típica sonrisa maniática, ¿qué pasó? —interrogó. —¿Mataste a alguien o descubriste como crear otro Raromagedon universal?

—¿Qué? No. Y no te metas. —habló cortante.

—Ajá, mejor dímelo o me tendrás en tu habitación preguntándote hasta el cansancio, y sabes que no me canso fácilmente. —amenazó, el rubio rodó los ojos.

—La verdad no es algo tan interesante…

—Habla.

—Agh, bien... Yo... Besé a Dipper. —confesó en voz baja y agachando la cabeza, pero su hermano lo escuchó con claridad y quedó boquiabierto, mientras que Aiden esbozó un agudo: ¡¿Qué?!

—¡¿Qué hiciste qué?! ¡¿Por qué?! —exclamó el pelirrojo.

—¡No lo sé! ¡Solo lo hice y…! —Caín lo interrumpió.

—¡Va a quedar destrozado el pobre! —rio a carcajadas. —Si esto es parte de tu plan de venganza, acercarte a él de esa forma es perverso. Jugar con los sentimientos de los demás es malévolo, Bill. —el mencionado quedó perplejo. —Ah, ¿por qué me miras así? ¿No es eso?

—Ah, yo… —analizó por un momento las palabras de su hermano y tenía razón, si seguía con el juego este resultaría en una venganza de grandes magnitudes, y así una sonrisa malévola apareció en su rostro. —Pff, pues claro que sí, Ford y su familia se merecen el peor dolor del mundo por lo que intentaron hacerme.

¿De verdad piensas eso?

No estaba seguro, de un momento a otro empezó a cuestionarse, ¿realmente era lo que quería? Nadie negaba que le tuviera gran odio a Stanford por lo que le hizo y que quisiera vengarse de él a toda cosa con lo que más le dolía, pero… ¿Tenía que ser con Dipper?
Sus sentimientos hacia el chico estaban cambiando, ya no lo estaba viendo como un peón en su tablero, sino como algo más, después de esos días que pasaba tiempo con él, en lugar de buscar alguna debilidad de la cual aprovecharse, solo encontró virtudes y fortalezas y uno que otro rasgo que le causó ternura. No podía creer que él chocó que logró derrotarlo tres veces era así de lindo, en aquel entonces solo estaba cegado por el odio y la locura, pero ahora era distinto.

Ahora estaba ahí acostado en su cama viendo el techo con la mirada perdida, cuestionando su siguiente movimiento, los últimos días que había espiado dentro de la mente del castaño se dio cuenta de que se sentía nervioso al estar a su lado, y a veces imaginaba escenarios donde eran felices juntos, como toda una película de romance, al principio se burló, pero ahora él también estaba pensando en cosas así.

Agarró la almohada que estaba a su lado y ahogó un grito de frustración en ella al pegársela a la cara, luego la tiró al suelo de su habitación que ya no tenía baja gravedad debido a su estado de ánimo, las cosas ya no estaban flotando y el suelo junto con los demás muebles eran un desastre, volteó a ver a un lado de la cama y tomó su teléfono buscando la conversación con el niño Pines y decidió enviarle un mensaje, bueno… Le tomó como quince minutos en decidir si mandar el mensaje, pero lo hizo.



• ¿Estás dormido?

Al poco tiempo le respondió.

• Pines niño 🌲

Aún no, ¿pasa algo?

Bill sonrió al ver el mensaje.

• No, realmente, solo quería saber como estabas.

Dipper se sorprendió por aquella respuesta, sacudió su cabeza, alejando todo tipo de pensamientos raros, no quería hacerse falsas ilusiones. Dejaron de escribirse unos minutos, el rubio seguía sonriendo como bobo a la pantalla imaginando el rostro del pequeño y este sonrojado y avergonzado por no haber seguido con la conversación, hasta qué…

Hablemos mañana, necesito... decirte algo

• Pines niño 🌲

Seguro :)



Luego de unas horas cayó la media noche, el rubio sufría de un caso grave de insomnio y no encontraba la manera de calmarse, hizo lo que pudo y no lo consiguió. Se levantó de golpe de la cama después de dar vueltas en ella como una lavadora y decidió ir a ver al castaño, con ayuda de un hechizo de teletransportacion partió hacia la habitación donde aquel chico dormía profundamente, acostado boca abajo con el rostro en dirección a donde había aparecido el demonio.

Su respiración era tranquila y sus labios se encontraban ligeramente entreabiertos, estaba siendo cubierto por una manta hasta los hombros, su cabello estaba revuelto y algunas mechas tapaban su rostro. Bill se arrodilló frente a la cama y comenzó a quitar cuidadosamente unas mechas del cabello del chico de su cara para poder apreciarla mejor, deslizó suavemente su mano por la mejilla del más joven, recorriéndola hasta llegar al mentón para luego pasar delicadamente su pulgar por sus labios mientras los veía detenidamente mientras una sonrisa cálida se dibujaba en su rostro.

Subió su mano hasta su cabellera desordenada y comenzó a acariciarlo con suavidad, como si de un cachorro se tratase, al sentir este gentil toque, Dipper se acurrucó mejor sobre su almohada y sonrió de repente, esto le sorprendió y de pronto sintió sus mejillas arder y su corazón acelerarse al ver aquella sonrisa tan tierna, para no despertarlo quitó rápidamente su mano, se masajeó el puente de su nariz, preguntándose en sus adentros el que estaba haciendo. Suspiró pesado y se levantó para luego desaparecer de la habitación.

¿Qué mierda estoy haciendo ahora?

❮• • •❯

Al día siguiente, por la tarde, ambos jóvenes emprendieron siu camino hacia el bosque, nerviosos por lo del día anterior, lo que menos querían era que las cosas terminarán mal entre ellos, por lo que lo mejor era hablar las cosas directamente.
Después de caminar unos minutos, ambos se encontraron y se saludaron normalmente, preguntándose cosas raras, preguntándose como habían pasado la noche, cosas así, para evitar aquel dichoso tema. Y de la nada, un silencio apareció.

Philip decidió ser el primero en hablar, suspiró y prosiguió.

—Dipper, sobre lo de ayer… —habló a penas, el mencionado lo miró atentamente.

—Está bien, pudo haber sido por el calor del momento, pero no quiero que las cosas se vuelvan incómodas entre nosotros, ni tampoco arruinar nuestra amistad, por lo que si se puede olvidar el tema… —proponía a la vez que jugueteaba con sus manos por los nervios, Philip notó eso.

—No. —soltó sereno, Dipper volteó a verlo confundido. —Yo no puedo pretender que eso no pasó, porque lo cierto es que… —se acercó lentamente hacia el castaño y tomó con delicadeza sus manos, haciendo que Dipper voltear a verlo casi inmediatamente, conectando así sus miradas. —Me gustas…

Por un momento el mundo pareció detenerse. Dipper quedó boquiabierto. Su cuerpo se congeló al oír aquellas palabras de su amigo, quería decir tantas cosas, pero su voz no cooperaba, jamás creyó oír una confesión así y menos viniendo de uno de sus amigos, menos de Philip. Tampoco sabía en ese momento si él sentía lo mismo, muchas veces se cuestionó eso, pero no pensó que de verdad algún día iba a pasar algo que le hiciera responder, pero en el fondo, a él también le atraía Philip. Se quedó callado debido a la repentina sorpresa, dejando al otro pensativo mientras hacían contacto visual y sus manos se entrelazaban por sí solas.

—… Mira… Sé que es difícil de explicar y sé que es algo pronto, pues apenas nos conocemos, pero la verdad es que eres increíble y honestamente no estaba seguro de querer decirte esto, tal vez estás pensando que soy dado por sentir este tipo de cosas por un hombre, pero es la verdad. Me gustas mucho, Dipper. No importa que no sientas lo mismo, aceptaré lo que sientas y prometo no volver incómodas las cosas. —terminó, por dentro sintió bien decir aquellas palabras que no sabía si eran sinceras o eran parte de su talento para mentir, pero lo cierto es que necesitaba decirlas.

Dipper no sabía que respoder, o más bien, no estaba seguro de que su respuesta fuera aceptada, pero sí Philip tuvo la valentía para expresarse, ¿por qué él no? No había ninguna alerta roja como para no poder estar de esa manera con el rubio, además esto serviría para aclarar su mente y sus sentimientos de una vez.

Tomó aire y cerró los ojos fuertemente.

—Tú… También me gustas, Philip. —listo, lo dijo, ya no había vuelta atrás. Abrió los ojos lentamente, encontrándose con una imagen encantadora; Philip estaba sonrojado con una linda sonrisa en su rostro y una mirada cariñosa, eso hizo que su corazón latiera como loco e inconscientemente sonrió levemente.

Philip soltó el agarre de sus manos y llevó los brazos del menor hacia su cuello para que lo abrazara y seguidamente acurrucó el rostro de Dipper entre ellas, haciendo que este se sonrojara instantáneamente, a causa de ellos soltó una risilla. Se le acercó un poco más y…

—¿Puedo... besarte?—preguntó con amabilidad, el otro, al borde del colapso nervioso, asintió con la cabeza.

Bueno, creo que ya todos sabemos en qué acabó esto.

❝ Espero saber lo que estoy haciendo.❞

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