►| 𝕹𝐮𝐫
Kaiser odia su cumpleaños.
Su cumpleaños coincide con la Navidad.
Todo mundo festeja la Navidad.
Kaiser nunca festejó.
Pasar su cumpleaños junto a Ness no era su idea favorita pero tampoco le parecía una idea horrible; después de todo, su querido amigo había decidido quedarse con él en Japón mientras el resto de sus compañeros de equipo regresaban a Alemania para pasar las festividades con sus familias antes de continuar con la Liga Neo Egoísta.
Al inicio no le pareció particularmente extraño que su amigo hubiera decidido quedarse en Japón a disfrutar del resto de sus vacaciones junto a él, suponiendo que quería un poco más de tiempo lejos de la fama y las cámaras; sin embargo, después de pensarlo un poco más, le pareció extraño que Ness no quisiera regresar a Alemania a visitar a su familia.
Le preguntaría más tarde.
—¿Ya estás listo para salir, Kaiser? —la amable voz de Ness llenó el silencio de la habitación y lo sacó automáticamente de sus pensamientos. El más bajo estaba apoyado contra el marco de la puerta. —Si salimos ahora alcanzaremos a ver los fuegos artificiales de esta noche.
—¿Fuegos artificiales? —murmuró extrañado. Ness soltó una risa al notarlo tan disperso.
—Así es, fuegos artificiales. —repitió el otro sin disminuir su sonrisa. —Recuerda que además de tu cumpleaños, hoy también se festeja la Navidad.
Pasaron unos segundos antes de que Kaiser respondiera. —Claro, hoy habrá fuegos artificiales por la Navidad. —murmuró.
Ness se despegó de la puerta y se acercó al otro, tomando con firmeza el mentón del rubio para que lo mire. —Hoy estás muy distraído, Mich.
Kaiser gruñó y quitó el brazo de Ness con un manotazo. —Vámonos ya.
El otro se mantuvo sereno y sonriente. —Como digas, capitán.
Salieron del hotel y comenzaron a caminar en dirección al restaurante en donde cenarían. Por las reseñas que Ness tuvo la delicadeza de leer, sabían que el lugar era de tipo familiar y que era altamente disfrutado por los japoneses.
Siendo las personalidades que eran, no fue difícil conseguir una reservación con pocos días de anticipación, sin embargo, para el resto de la gente común, obtener una reservación en ese restaurante tenía que hacerse, cuando menos, con medio año de anticipación.
Llegaron al establecimiento y fueron rápidamente atendidos por una linda y nerviosa mesera que los llevó a su lugar: una mesa con vista a la ciudad en la zona de la terraza.
—Está haciendo frio esta noche, ¿no crees? —comenzó a conversar Ness, dándole un largo vistazo a la carta en busca de algo de su agrado.
—No hace tanto como en Berlín. —respondió Kaiser, dándole un sorbo al vaso de agua que les acababan de dejar.
—Claro, en Alemania nos estaríamos congelando en este momento, el frío se pone mucho más espeso en esta época del año. —asintió su amigo, dejando la carta sobre la mesa. —pero afortunadamente no estamos ahí ahora.
—Sí... afortunadamente no es así. — Ness miró con curiosidad a su amigo.
Después de tantos años de conocer y tratar con Kaiser, Ness se había vuelto perfectamente capaz de identificar los cambios de humor en el comportamiento normal del rubio.
Sabía que, aunque Kaiser nunca ha sido una persona de muchas palabras, este se encontraba mucho más pensativo y callado de lo usual, al punto en el que se le estaba olvidando hacer ciertas tareas de su rutina diaria.
Era extraño verlo así, la curiosidad le llenaba el pecho y apenas podía contener su lengua para preguntar y averiguar qué era lo que molestaba tanto a la bonita cabeza rubia de su amigo.
—Buenas noches, ¿qué podemos ofrecerles? —la llegada del mesero.
Después de hacer su orden, ambos amigos siguieron conversando con tranquilidad sobre la ruta de la Liga Neo Egoísta y sobre su desempeño individual, retroalimentándose cada vez que lo notaron necesario.
—Tengo algo que preguntarte, Ness. —el mencionado alzó ambas cejas con sorpresa, no esperando que Kaiser tuviera la iniciativa con él.
Ness sintió el cosquilleo de la emoción subir por las puntas de sus dedos, recorrer sus brazos y llegar hasta su estómago. ¿Por fin Kaiser había decidió fijarse en él? Colocó una sonrisa ligeramente emocionada en su rostro y lo miró.
—Claro, ¿Qué pasa? —respondió con una voz que aparentaba la tranquilidad que él no poseía.
La mirada azulada del delantero lo miró, provocándole pequeños escalofríos en la espalda.
Por fin había llegado el momento.
—¿Por qué no te fuiste a Alemania a ver a tu familia como todos los demás?
Bueno.
Ness empezó desde abajo y ahí se quedó.
La sonrisa del chico decayó un poco, pero procuró no hacerlo demasiado notable. —¿Con mi familia? ¿Te da curiosidad mi familia?
Kaiser le dio una mirada extraña. —No exactamente, solo quiero saber por qué no fuiste con ellos. No creo que la única razón por la que no quisieras regresar a Alemania haya sido para quedarte conmigo.
Ness se quedó en silencio, fingiendo pensar.
—Mi familia está llena de científicos extraños que siempre creen tener la razón. —respondió el de cabellos rosas con aburrimiento. —No quiero tener que pasar la Navidad rodeado de tubos de ensayo y conversaciones que no entiendo.
Kaiser parpadeó y asintió en comprensión.
La cena continuó en silencio. La molestia bien guardada de Ness y la distancia de los pensamientos de Kaiser no les permitieron seguir conversando con la misma normalidad que hace unos minutos.
El sonido de la música mantuvo amena su cena, invitándolos a continuar comiendo a pesar del extraño intercambio de palabras que tuvieron.
Ness se inclinó sobre el respaldo de su silla y paseó su mirada sobre el resto de los comensales regados a lo largo de la azotea, deteniéndose especialmente en una mata de cabello negro que se le hizo bastante conocida.
Gruñó con molestia.
¿Isagi Yoichi estaba aquí también? ¿No le bastaba arruinar a su equipo, sino que también tendría que arruinar su cena especial con Kaiser?
Iba a comenzar a quejarse en voz alta, pero después de analizar el movimiento del chico, se dio cuenta de que Isagi nunca volteó a ver a su dirección.
Perfecto.
—Michael Kaiser... ¿eres tú? —la pregunta en alemán de una voz femenina llamó la atención de ambos futbolistas. Frente a ellos se encontraba una hermosa mujer de largos cabellos rubios y unos llamativos ojos azules que miraban al otro rubio con atención.
—Disculpe, ¿quién es usted? —cuestionó Ness de manera brusca, molesto por la interrupción.
La mujer miró por primera vez al chico de mechas rosas e inclinó su cabeza ligeramente a la derecha, confundida. —Disculpa, quiero hablar con Kaiser a solas, si es posible.
Ness frunció el ceño. ¿Quién era esta mujer y por qué se sentía con el derecho suficiente de echarlo de su propia mesa? Estuvo a punto de mandarla a la mierda hasta que miró a su rubio frente a él.
Kaiser se veía asustado.
La fachada de molestia de Ness se derrumbó al instante y devolvió rápidamente su mirada hacia la mujer, esta vez para mirarla de una manera mucho más atenta. Se sintió como un gran estúpido.
¿Cómo pudo ser tan tonto como para no notar el claro parecido entre esta hermosa mujer y Michael Kaiser?
—Hum, yo... —balbuceó Ness con inseguridad. — Te veo de nuevo en el hotel, Kaiser.
Isagi había invitado a cenar a sus padres a un restaurante del cual sus amigos le estuvieron hablando mucho durante los últimos meses. Inicialmente, él pensaba que encontrar una reservación con tan poco tiempo de anticipación sería tarea imposible, sin embargo, en el momento en el que mencionó su nombre, la persona que atendió su llamada le ofreció hasta promociones para su cena.
Vaya que la fama tenía sus ventajas.
Al caer la noche, la familia llegó al restaurante y se instalaron en una mesa cómoda y bonita, rodeada por arreglos florales y con vistas a la ciudad. La mayor parte de su estadía allí fue tranquila y divertida, sus padres nunca dejaron de decirle lo orgullosos que se sentían por sus logros.
La noche había sido perfecta.
Al momento de terminar de pagar por su consumo, tanto el mesero como él brincó del susto al escuchar un fuerte estruendo proveniente de dos mesas lejos de la suya.
Su curiosidad le hizo asomarse a observar el drama junto a sus padres y el mesero, pero grande fue su sorpresa al reconocer a su rival, Michael Kaiser discutiendo a gritos con una mujer.
Su mirada pasó de los alemanes a las flores y a los pedazos de porcelana que se encontraban regados por el suelo.
¿Qué mierda estaba pasando?
Llevó su mano hacia su bolsillo y se colocó los audífonos que le habían brindado en Blue Lock para poder comunicarse con los jugadores de los diferentes equipos de la liga.
—¿Se supone que sea mi culpa?
—¡Tu fuiste quien me abandonó! ¡¿Cómo mierda quieres que te reciba si lo poco que sabía de ti era por mi padre?! —bramó el alemán furioso.
—El pasado debe quedarse en el pasado, Michael. —explicó con pesadez la rubia, como si estuviera explicándole algo evidente a un niño berrinchudo. —Es momento de que aceptes tu realidad y que me aceptes y reconozcas como tu madre.
—¿Tan poca vergüenza tienes como para venir a pedirme eso? ¿Te ha ido tan mal en tu carrera que ya no tienes dinero para comer? ¿o por qué vienes aquí a mendigar mi reconocimiento?
Isagi parpadeó una, dos y hasta tres veces, intentando comprender la gran cantidad de información que se le había sido tirada en tan solo un par de frases.
¿Cuál fue la vida de Kaiser?
¿Kaiser no conocía a su madre?
¿Por qué todos parecían tan enojados?
Su mirada ahora pasó hacia los meseros, quienes hablaban entre ellos sin tener la menor idea de cómo detener el enfrentamiento. De ahí, miró a Kaiser, quien temblaba de la ira. Jamás, en todo el tiempo que habían pasado juntos como compañeros en Blue Lock, lo vio tan afectado.
Se armó de valor y decidió intervenir.
—Muy bien, ¡suficiente ustedes dos! —exclamó en inglés, colándose entre ambos rubios, rogando internamente para que ambos pudieran entenderlo.
Kaiser volteó a verlo con una mezcla de incredulidad y sorpresa, mientras que la mujer lo miró con fastidio.
—¿Quién eres tú como para meterte en una conversación familiar, niño? —cuestionó la mujer con rudeza. —Mejor vuelve a tus propios asuntos.
Isagi se sintió ofendido.
—Por si no lo has notado, estamos dentro de un restaurante familiar. —explicó Isagi con una pizca de burla y obviedad en su tono. Aprovechó el momento para tomar la muñeca de Kaiser, quien parecía haberse quedado mudo. — Le pido que deje de gritar o se largue de aquí.
Sin esperar alguna respuesta de la mujer, comenzó a caminar, arrastrando al alemán hasta salir del restaurante y llevarlo lejos de aquel lugar.
Lejos del dolor.
Lejos de la desesperación.
Después de caminar durante unos cuantos minutos llegaron hasta un puente; uno al que Isagi le gustaba frecuentar cuando necesitaba pensar en soledad.
Posó su mirada sobre el alemán, quien se mantenía callado, con la mirada perdida en el río que pasaba bajo el puente y que se extendía a la lejanía.
Isagi realmente no estaba seguro de porqué decidió ayudar a su rival. Desde el momento en el que decidió intervenir en la discusión de Kaiser y su madre, el resto de sus acciones se basaron en impulsos que no pensó demasiado.
Quizá se sentía un poco arrepentido por sus acciones. Solo un poco.
—No era necesario que intervinieras. —murmuró el rubio en voz baja antes de sentarse en el piso, con las piernas volando sobre el río.
Isagi lo miró con interés. —Quizá no, pero nadie más sabía como detenerlos. —explicó con tranquilidad, sentándose a su lado.
Kaiser cerró los ojos, permitiendo que las heladas corrientes de la noche acariciaran su rostro como un calmante. Isagi lo miró con curiosidad.
¿Cuántos problemas estaba ocultando Kaiser detrás esa máscara de grandeza y arrogancia?
¿Los conflictos familiares de Kaiser se relacionaban con su forma de ser?
¿Por qué su madre lo abandonó? Y su padre, ¿dónde estaba?
—Yo sé que soy encantador, pero ¿podrías dejar de mirarme tanto? Es incómodo Yoichi. —el mencionado sintió el calor acumularse en sus mejillas por la vergüenza.
—¡No te estaba observando, idiota! —musitó, dándole un puñetazo en el brazo, Kaiser se quejó.
—No sabía que los japoneses tenían esa clase de fetiches. —continuó, sobándose el brazo a modo de exageración. Isagi lo miró con ojos entrecerrados. —Pero te aviso que masoquista no soy.
—¿No sabes cuando callarte? —gruñó el más bajo, provocándole una risa al alemán.
—Sabes que no. —esta vez fue el turno del Isagi de reír.
Se quedaron en silencio, uno cómodo para ambos, que era gentilmente acompañado por el golpeteo del agua del río contra las rocas. Isagi no sentía que fuera necesario decir nada más, Kaiser se notaba mucho más tranquilo que antes y eso para él era más que suficiente.
Sabía que Michael, a pesar de la mala reputación que mantenía, no era el tipo de persona que se comportaría como una bestia irracional en un lugar como ese.
—Ella quería que la reconociera públicamente. —Isagi lo miró de manera confundida, no entiendo a qué se refería con esa declaración. Kaiser aclaró su garganta.
—Esa mujer, quería usar mi nombre para poder sacar dinero de comerciales y ese tipo de cosas. —explicó con un ápice de desprecio en su tono.
—¿Lleva tiempo pidiéndotelo? —preguntó por curiosidad.
—No, en lo absoluto. —murmuró, volteando nuevamente hacia el río. —Es la primera vez que la veo.
—Entiendo. —Kaiser asintió. —Gracias por contármelo.
—No fue nada.
Juntando el resto de su dignidad, Isagi se acercó al alemán y lo atrajo hacia un abrazo. Kaiser se quedó estático por la sorpresa, pero correspondió el gesto, llevando sus manos a la espalda ajena, aferrándose a la camiseta que el japonés tenía puesta.
Por primera vez en mucho tiempo, Kaiser sintió una sensación agradable en el pecho; sus sentimientos estaban siendo escuchados y valorados de una manera en que jamás lo imaginó.
De una manera en la que él siempre añoró.
Cerró los ojos y se acurrucó entre los brazos de aquel que consideraba su rival. Un suspiro tembloroso salió de sus labios.
—No voy a agradecerte por nada de esto. —Isagi río, acariciando los cabellos rubios con suavidad.
—Lo sé.
—Tampoco hablaremos sobre esto.
—No lo haremos. —repitió el menor, acunando la mejilla del alemán en su mano. —Por ello me tomaré el atrevimiento de hacer esto.
Antes de que Kaiser pudiera preguntar, Isagi juntó sus labios en un beso, sacándole un jadeo por la sorpresa. El movimiento inició lento, adecuado al desconocimiento que tenían el uno con el otro. Isagi pudo sentir las manos del alemán apresando su cintura, haciéndolo sentir satisfecho.
La calidez entre ambos cuerpos los mantuvo unidos hasta que el aire les resultó necesario. Al separarse, Isagi sonrió.
—Feliz cumpleaños, Kaiser.
La noche estrellada se imponía hermosa sobre ambos, siendo la única testigo de aquel acto que sería el inicio de la relación entre ambos futbolistas.
Notas Finales
Tenía muchas ganas de escribir un fanfic sobre este shipp, adoro leer sobre esta parejita y ya quería aportar algo yo (además, quería aprovechar el cumpleaños de Kaiser para subirlo).
Yo sé que salió un poquito más tarde de lo planeado, pero estuve corrigiendo algunos detallitos antes de terminarlo.
En fin, estoy súper feliz de traer este pequeñito one-shot, espero les guste a ustedes también.
Palabras totales: 2520
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