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En algún lugar de la fábrica, las alarmas resonaban a lo lejos, atrapando los gritos entre las paredes. Adentrándonos más en su interior, llegamos al Playcare, un lugar donde antes reinaban las risas y ahora yacía en ruinas. Entre los escombros, una habitación aún se mantenía en pie, desafiando el paso del tiempo. En ese rincón olvidado, Dogday dormía plácidamente hasta que las alarmas lo arrancaron de su sueño, obligándolo a abrir los ojos y enfrentar la cruda realidad.
"¿Qué es este lugar?" susurró Dogday, examinando su entorno con confusión. Se levantó y se sentó en el desgastado colchón. "Extraño", murmuró, observando las fotos rasgadas en las paredes que parecían contar historias de un pasado alegre. Sin embargo, su curiosidad se detuvo abruptamente al intentar ponerse de pie; se encontraba encadenado por un grillete en su tobillo. El mismo tipo de grillete que había usado en Villa Sonrisa. ¿Cómo había llegado allí?
Un rugido distante hizo que sus pensamientos se disiparan y su corazón se acelerara. Los cuadros temblaron en las paredes, y la habitación pareció encogerse. Dogday decidió liberarse, notando que el grillete estaba oxidado. Tiró con fuerza, rompiéndolo finalmente.
"¡Lo logré!" exclamó, pero su alegría se desvaneció al escuchar la criatura que se acercaba. El sonido de sus pasos resonaba en la habitación. Dogday se giró, y su aliento se quedó atrapado en la garganta.
La criatura se alzaba ante él, más grande y tenebrosa de lo que jamás habría imaginado. Sus ojos eran negros como la noche, y su pelaje púrpura desprendía un aroma a lavanda. No había duda: era Catnap, su amigo transformado en algo monstruoso.
"Catnap", balbuceó Dogday, con la voz temblorosa. "¿Eres... eres tú? ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?" Miró a su alrededor, buscando respuestas. La criatura no respondió, pero sus ojos seguían clavados en él. Dogday tragó saliva, sintiendo el miedo apoderarse de él. "Yo...", comenzó a decir, pero las palabras se atascaron en su garganta.
El felino más grande observaba al can, y de repente se abalanzó contra Dogday, acorralándolo en el colchón. El can se asustó ante la embestida inesperada.
"H-hey, Catnap... ¿no me reconoces?" preguntó Dogday, con la cola entre las piernas. Estaba temeroso de un posible ataque por parte del felino. Sin embargo, su antiguo amigo, ahora transformado en un monstruo, se acercó más a él. Parecía querer olfatearlo, dejando al can confundido y aún más nervioso por la cercanía.
"¿Catnap?" Dogday permaneció inmóvil mientras sentía la presencia de su amigo, o lo que parecía ser su amigo, cerca de él. Catnap comenzó a olfatear a Dogday, desde el pecho hasta llegar a su cuello. Las orejas del can se levantaron en señal de alerta. Por su parte, el felino continuó rompiendo el espacio entre los dos, detectando el aroma a vainilla de Dogday, un olor que amaba.
Dogday se estremeció al sentir el aliento cálido de Catnap en su cuello, y la sensación de su lengua lamiendo su piel.
De repente, un instinto de supervivencia brotó en Dogday. Mirando a su lado, encontró una almohada y decidió usarla para alejar al felino. Sin embargo, Catnap parecía haber perdido la razón y actuaba como un animal salvaje. Cuando Dogday intentó empujarlo con la almohada, Catnap mordió y rasgó el objeto con sus colmillos; el relleno cayó sobre ellos como una lluvia de plumas.
"¡Catnap, basta!" gritó Dogday asustado sin darse cuenta de que detrás de él había un tobogán por el cual cayó de espaldas. Catnap lo siguió rápidamente.
Dogday rodó por el tobogán, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de cada fibra de su ser. Al llegar al final, se encontró en una sala oscura y húmeda, iluminada solo por la tenue luz de una bombilla parpadeante. Se levantó rápidamente, sus ojos buscando desesperadamente una salida.
El sonido de las garras de Catnap raspando el metal del tobogán resonó en la sala, haciendo eco en las paredes. Dogday sabía que no tenía mucho tiempo. Corrió hacia una puerta al otro lado de la sala, pero al intentar abrirla, descubrió que estaba cerrada con llave.
"¡No puede ser!" jadeó, su respiración acelerada. Miró a su alrededor, buscando desesperadamente algo con lo que defenderse. Encontró una piscina de pelotas y, sin pensarlo dos veces, corrió y saltó dentro, intentando ocultarse. Solo podía escuchar los pasos del felino mientras trataba de mantenerse en silencio. Sin embargo, no contaba con que su aroma a vainilla lo delataría fácilmente. Catnap se acercó y metió su pata en la piscina, sacando al can asustado.
Para sorpresa de Dogday, Catnap no atacó. En cambio, el felino comenzó a cargarlo con su cola, enrollándola alrededor de la cintura del can. Dogday se sintió confuso y aliviado al mismo tiempo.
Dogday, aún temblando, miró a Catnap con ojos llenos de incertidumbre. "¿Catnap? ¿Qué estás haciendo?" preguntó, su voz apenas un susurro. El felino no respondió, pero sus ojos negros parecían menos amenazantes, como si una chispa de reconocimiento brillara en ellos.
Catnap lo llevó a través de un laberinto de pasillos oscuros, sus pasos resonando en el silencio sepulcral. Finalmente, llegaron a una sala iluminada por una luz tenue y parpadeante. En el centro de la sala había una gran estatua en forma de mano, hecha de juguetes rotos y cadáveres humanos, lo que le daba un aspecto esquelético y macabro.
Dogday notó cómo el felino lo bajaba y se dirigía ante la estatua para arrodillarse. El can, al observar el comportamiento de la criatura, decidió acercarse. Al ver la estatua, sintió un malestar profundo, una náusea que le revolvía el estómago.
Aun así, Dogday no dijo nada. Tenía una vaga idea de quién o qué representaba la estatua, pero estaba seguro de que sus memorias regresarían poco a poco. Perdido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que una larga cola se enrollaba en su tobillo, provocando que cayera al suelo.
"¡Auch! ¿Y eso por qué fue?" preguntó, molesto, pero el gato no respondió. Dogday se levantó y comenzó a explorar más la habitación. Al fondo, apareció la casa en la que había despertado. Se acercó lentamente, notando que afuera de la casa había seis camas en las cuales parecían estar sus amigos profundamente 'dormidos', junto con otras criaturas.
Dogday se acercó a las camas, su corazón latiendo con fuerza. Reconoció a sus amigos, pero algo en ellos parecía diferente, como si estuvieran atrapados en un sueño del que no podían despertar.
Al ver las camas improvisadas y algo incómodas, decidió mejorarlas. Buscó alrededor cosas suaves para colocarles a cada uno de sus amigos. Así estuvo buscando y colocando cosas hasta que llegó a la última cama, la de CraftyCorn, su mejor amiga, a quien más cariño le tenía, pues sabía que la chica era tímida y le costaba hablar.
Se suponía que debía estar alarmado ante la escena de ver a sus amigos dormidos, pero por alguna razón no tuvo la reacción que esperaba. Tal vez porque no sabía cómo sentirse al respecto.
Dogday miró a la joven unicornio y colocó una flor de amapola sobre su cabello celeste, acariciando su mejilla mientras un nudo se formaba en su garganta.
Sin embargo, el felino que había estado rezando ante la estatua notó al can cerca de la joven y lentamente se acercó, apartando a Dogday de ella.
Dogday se dio la vuelta asustado, pero se calmó al ver al felino.
“Me asustaste… ¿Ocurre algo?” Catnap lamió a Dogday con su gran lengua, dejando al pobre perro todo babeado y avergonzado. “Ugh, ¿y eso por qué fue?” Dogday detectó que olía a jazmín. “Oh… A ti realmente no te gusta que huela a ella, ¿no es así?” preguntó, de forma divertida y un poco burlona, al descubrir que a Catnap no le agradaba la idea de que Dogday oliera a su amiga unicornio, CraftyCorn.
Dogday se limpió la baba del felino con una pata, aún sintiendo el aroma a jazmín impregnado en su pelaje. “Está bien, Catnap, no te preocupes,” dijo, tratando de calmar al felino.
Catnap frunció el ceño y le bufó. Dogday se rió. "No te pongas celoso, Catnap. Tú sabes que CraftyCorn es solo una amiga. Una amiga que huele muy bien, por cierto." Dijo Dogday, con una risita. Catnap gruñó y le dio un zarpazo en la cabeza. Dogday se frotó la cabeza y le hizo un puchero.
"No seas malo, Catnap. Tú sabes que ella es nuestra amiga." Dogday siguió frotando su cabeza hasta que se calmó y decidió sentarse en medio de la habitación. Ahora el ambiente era serio. Miró una vez más aquella estatua y notó una inscripción en ella.
"Poppy Playtime, ¿eh?... ¿Qué pasó aquí? ¿Y por qué no recuerdo nada?" Le preguntó al felino, el cual, a pesar de no hablar, miró la estatua. No había que ser muy listo para entender que aquella figura representada tenía que ver con sus memorias y el desastre de este lugar.
"...Ya veo... entonces ellos están dormidos o... ya sabes, muertos," preguntó el can, volteando a ver las camas de nuevo.
"¿Todos los habitantes de Villa Sonrisa existen?" Preguntó. A lo que el felino asintió. "¿Dónde están?" Catnap no dijo nada, solo miró hacia las camas.
"¿Por qué siento tanto odio hacia esa cosa?" Apuntó hacia la estatua. "No entiendo nada, todo era tan perfecto en Villa Sonrisa y ahora estoy aquí. ¿Qué es aquí en primer lugar?" Catnap se mantuvo quieto, escuchando a su mejor amigo. Tratando de calmarlo, envolvió la cintura del can con su cola.
"Suéltame... Por favor." Suplicó. "Solo quiero entender qué sucede aquí y tratar de arreglarlo." Susurró. Catnap no le respondió nada y solo cargó a Dogday de nuevo adentro de la casa, donde lo acostó en la cama. Dogday no luchó por irse, pero miró alrededor, decidió levantarse e inspeccionar, encontrándose con fotos de niños censuradas y otras sin rostro.
"...Estos niños..." Dogday siguió mirando el muro, donde había dibujos. Algunos mostraban tomar de la mano a Catnap y otros parecían censurar ciertas partes de sus cuerpos. "...Oh, Dios..." Dogday comenzó a llorar al entender lo que habían sufrido aquellos niños, pues aprendió que los dibujos podían significar más de lo que podían decir. "Por favor, por favor, dime que no te involucraste en eso, por favor, dime que tú no les hiciste eso." Le gritó. Mientras, Catnap seguía sin responder.
Dogday, con lágrimas en los ojos, se desplomó en el suelo, incapaz de contener el dolor que sentía al ver las evidencias de los horrores que habían ocurrido.
"¿Cómo pudo pasar esto?" murmuró, su voz quebrada por la angustia.
Catnap, aún en silencio, se acercó y se sentó junto a él, su presencia ofreciendo un consuelo silencioso. Dogday levantó la mirada y vio en los ojos del felino una tristeza profunda, como si también estuviera cargando con el peso de aquellos recuerdos.
"Tenemos que hacer algo," dijo Dogday, su voz firme a pesar de las lágrimas. "No podemos dejar que esto quede así."
Catnap asintió lentamente y, con un gesto de su pata, señaló una puerta oculta en la esquina de la habitación. El can se acercó y trató de abrirla.
"...Está cerrada." Miró alrededor de la habitación en busca de algo útil para abrir la puerta. Entre el desastre, encontró lo que parecía ser una palanca, ya un tanto oxidada, pero aún funcional.
Volvió hacia la puerta y clavó la palanca para abrirla. Sin embargo, notó que parecía ser un tipo de rompecabezas, lo que le tomó tiempo resolver. Cuando finalmente logró abrir la puerta, un montón de cosas salieron disparadas, entre ellas hojas que caían como lluvia sobre el can.
Tomó un dibujo entre sus manos, el cual se humedeció con sus lágrimas. Era un dibujo de Catnap protegiendo a los pequeños de lo que parecían ser científicos. Otros dibujos mostraban a los niños llorando, algunos tachando a ciertos adultos, y otro mostraba dos sombras sobre lo que parecía ser Catnap y un pequeño. Dogday no quería mirar más. Pero su mundo se hizo añicos al ver lo que parecía ser una fotografía explícita. Salió corriendo de la casa y comenzó a vomitar. Cayó de rodillas y sujetó sus orejas con fuerza, gritando a todo pulmón mientras las lágrimas caían de sus ojos.
"¿Qué diablos les pasa? ¿Por qué harían algo tan horroroso?" Dogday sujetó su estómago, asqueado. La criatura se acercó a Dogday y lamió su mejilla. "Lo lamento tanto... Lo lamento tanto," le dijo, mientras limpiaba su vómito con una de las hojas que había ahí. "Catnap..." Dogday abrazó al gran felino y comenzó a llorar.
"Lamento no haber estado ahí para protegerte, para protegerlos. A ti, a Bobby BearHug, Hoppy Hopscotch, KickinChicken, PickyPiggy, CraftyCorn, Bubbaphant. Lo lamento tanto."
El felino comenzó a llorar, mientras se agachaba para proteger a Dogday.
"¿Dónde diablos estaba yo en ese entonces?" Dogday se sentía culpable de no haber estado en esos momentos.
Después de un rato, Dogday se calmó. Ahora su mirada estaba apagada, casi sin vida, solo quedando un poco de brillo.
"V-voy... voy a arreglarlo, no sé cómo" comentó mirando hacia las camas y luego miró su colgante " ya se me ocurrirá algo, quiero decir, estoy seguro que aún puedo hacer algo. Te salvaré a ti y a todos los de Villa Sonrisa." Le dijo Dogday al felino, que intentó hablar pero no pudo. Así que comenzó a usar código morse con su pata.
Dogday observó atentamente mientras Catnap golpeaba el suelo con su pata, formando patrones en código morse.
"T-e-a-t-r-a... N-o... s-o-l-o... e-s-o... t-te... tor-turaron hasta... romperte... y te... alejaron de mí," leyó Dogday en voz alta, su corazón acelerándose.
"E-l... m-e d-ij-o q-u-e sabía dónde estabas pero que no me diría hasta cumplir lo que él me pidiera. Le ob-edecí en todo y al final logró su co-me-tido y me traicionó. Sin em-bargo, actualmente me tiene entre sus garras h-asta el punto de no poder decir la verdad o hacer algo por mí o por ellos y yo..."
"¿Y tú...?" Preguntó el can.
"M-e vo-lví lo-co por no tenerte a mi lado."
Dogday no dijo nada y abrazó a aquella criatura tan aterradora que era su mejor amigo, al que amaba y cuidaba. Los dos se quedaron así un buen rato hasta que el felino comenzó a ronronear.
"Hey, kitty... ¿quieres escuchar una canción?" le preguntó al felino, que solo lamió el pecho del can. Él soltó una pequeña risita y cerró los ojos para comenzar a cantar mientras su colgante comenzaba a brillar.
"O Sol pediu a Lua em casamento
E a Lua disse: Não sei, não sei, não sei Me dá um tempo... E o Sol congelou seu coração~". La melodía era calmada y llena de dulzura, transmitiendo paz y tranquilidad, hasta que Catnap comenzó a emitir ronroneos. Por otra parte, Dogday notó el brillo de su colgante.
"Supongo que es un aviso," murmuró el can, notando cómo su mano comenzaba a desvanecerse. Catnap se alarmó y entró en pánico, tratando de tocar las manos de Dogday, pero no pudo. No quería perderlo, no podía perderlo una vez más.
"Estaré bien, kitty," calmó el can, sonriendo con dulzura mientras se desvanecía más.
"Apuesto a que volveré a Villa Sonrisa y ahí te veré," trató de calmar a su mejor amigo, quien movía con irritación su cola y trataba de tomar al can en sus brazos. Dogday, al notar el estrés del felino, siguió tarareando la melodía mientras el felino, asustado, usaba código morse para comunicarse.
"N-n... no-no me dejes con él," leyó Dogday, su corazón rompiéndose al ver el miedo en los ojos de Catnap.
Dogday sintió una mezcla de tristeza y determinación. "No te dejaré solo, Catnap. Te lo prometo," dijo, su voz temblando. "Encontraré la manera de volver y salvarte."
Catnap, con lágrimas en los ojos, trató de aferrarse a Dogday, pero sus garras pasaban a través de su forma desvaneciente. "No quiero perderte," susurró el felino, su voz quebrada por el dolor.
Dogday, ahora casi completamente transparente, miró a su amigo con una tristeza infinita. "Siempre estaré contigo aquí," dijo, tocando el pecho de Catnap con una mano etérea. "Recuerda nuestra canción, y sabrás que estoy cerca."
Catnap asintió, sus lágrimas cayendo al suelo. "Te esperaré en Villa Sonrisa," prometió, su voz apenas un susurro.
Dogday sonrió una última vez antes de desaparecer por completo, dejando a Catnap solo en la oscuridad. El felino se desplomó en el suelo, sollozando, mientras el eco de la canción de Dogday resonaba en su mente.
He notado que algunos comentarios preguntan por el libro anterior y la verdad es que sucedieron cosas que nos hicieron "reiniciar" el libro. Sigue siendo el mismo, solo cambiamos una que otra cosa, pero no haremos muchos cambios, más que ortográficos y así.
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