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En Villa Sonrisa, una vez más se asomaba el sol, tan brillante que iluminaba toda la villa. Nuestros protagonistas se encontraban dormidos. Dogday estaba acostado, moviéndose de un lado a otro, tratando de disipar las pesadillas y preguntas que habían estado interrumpiendo su sueño. No podía parar de preguntarse qué era real y qué era falso, qué era un sueño y qué no.
El can suspiró, aún con los ojos cerrados, y sintió su pelaje húmedo por el sudor y su corazón latiendo más rápido de lo normal. Sin soportarlo más, decidió despertar, aunque se sentía agitado. Cuando por fin abrió los ojos, se asustó al ver al felino observarlo fijamente.
"¡Por todos los soles!" exclamó el can, quien casi cayó de la cama, si no fuera por la cola del felino que lo sostenía de la cintura. "Catnap... me asustaste. ¿Qué hora es?" preguntó.
"Son las 7 de la mañana", contestó el felino, quien aún sostenía al can con su cola para después volverlo a subir a la cama.
"¿En serio?" Giró su cabeza para comprobar la hora y luego miró al felino.
"Supongo que deberíamos seguir con la investigación. Espero que Bubba haya encontrado algo útil. ¿Tú qué crees, Catnap?" preguntó el can mirando al felino, quien frunció el ceño y negó.
"Nada de investigación", comentó serio, aún sujetando al can, quien ladeó la cabeza, confuso.
"¿Qué? Vamos, Catnap, sabes que debemos seguir con la investigación", comentó intentando apartar el reciente amarre de su cintura, mientras el felino apretaba más al can y negaba.
"Necesitas descanso. Tus alucinaciones han sido más frecuentes desde aquella aventura", explicó el felino, preocupado.
"No sé, Catnap, yo..." Catnap no lo dejó acabar, pues le tapó la boca. "Vamos, Dog, necesitas reposo... ¿qué tal si... uhm... no sé?" El felino trataba de buscar algo que hacer ese día para distraer a su mejor amigo, quien lo miró y luego miró hacia la ventana.
"¿Te parece ir a la cafetería de PickyPiggy?" interrumpió Dogday a su amigo felino, quien asintió y soltó al can para luego levantarse de la cama, seguido de Dogday, para poder ir a la cafetería.
Mientras Dogday salía de la habitación, recordó los sucesos de ayer y aquel extraño libro. Se preguntó qué había pasado con el libro que había tomado de la biblioteca. Tal vez luego deba preguntarle a alguno de sus amigos, pero por el momento se enfocará en salir con su mejor amigo. Así qué se limitó a sonreír y a seguir a su amigo.
Un rato después, los dos se encontraban caminando por Villa Sonrisa, saludando a algunos habitantes y viendo algunos puestos. Dogday se sentía mejor al ver un ambiente tan animado y colorido, olvidando por un momento los misterios que tenían pendientes.
"¡Wow! Mira eso, Catnap, es Bunzo Bunny. Al parecer, ya abrió su tienda de instrumentos", decía alegre Dogday, mientras movía su cola. El felino veía la tienda y al conejo amarillo atender a algunos clientes.
"Hm, de algo le sirvió siempre llevar aquellos platillos", susurró para sí mismo. Luego, se cubrió más con su sombrilla al ver la luz del sol más radiante, pues la alegría de Dogday se reflejaba no solo por el movimiento de la cola del cocker spaniel, sino también en el mismo sol.
Catnap siguió avanzando para que Dogday lo siguiera. "Dogday, vamos", llamó al can. "Oh, cierto", Dogday comenzó a seguir a Catnap de forma alegre y volviéndose a distraer con los puestos o ayudando a cada habitante de la villa, por lo que tardaron en llegar a la cafetería de su amiga PickyPiggy.
Finalmente, llegaron a la cafetería de PickyPiggy, que estaba llena de deliciosos aromas y sabores. Dogday se sintió emocionado al ver a su amiga Picky, que los recibió con una gran sonrisa.
"¡Hola, amigos! ¿Qué les traigo hoy?" preguntó Picky, mientras les mostraba el menú del día.
"Hola, Picky, nos gustaría probar algo nuevo y rico. ¿Qué nos recomiendas?" le respondió Dogday. Picky, sonrió y se acercó al mostrador. "Pues, tengo unas galletas de chocolate recién hechas, unos muffins de arándanos, unos pasteles de zanahoria y unos sándwiches de queso y jamón. Todo acompañado de un café, un té o un jugo de naranja", les dijo, mostrándoles las opciones.
"Cuantas cosas!? qué difícil decisión escoger una sola cosa!" exclamó Dogday, mirando con ansia la comida del mostrador.
"Yo solo quiero un café amargo, por favor", dijo Catnap, quien tenía un gusto simple pero refinado. "Yo quiero un muffin de arándanos... ¡No! Mejor un pastel de zanahoria y un jugo de naranja, oh mejor tráeme las galletas de chocolate o tal vez..." Dogday fue interrumpido por su amiga. "Wow, espera, decídete, o yo decido por ti", dijo Picky con una risita.
Antes de que Dogday pudiera continuar su indecisión, la campanilla de la puerta sonó, anunciando la entrada de una criatura inusual. Era Kissy Missy, alta y peluda, con manos y pies amarillos. Se acercó al mostrador y habló con PickyPiggy.
"Señorita PickyPiggy, vine por mi pedido... " dijo, desviando su mirada hacia Dogday. "¡Oh! ¡Qué cosa tan adorable!" exclamó emocionada al ver al can y comenzó a cargarlo y apachurrarlo contra su pecho.
"¿Cómo has estado, querido? Hoppy Hopscotch me comentó que últimamente no has estado bien", comentó preocupada y bajando a un mareado Dogday.
"E-estoy bien, señorita Kissy... solo un poco cansado", contestó Dogday, mientras Catnap observaba con curiosidad. Sin embargo, Catnap se acercó a Dogday y miró a Kissy Missy con seriedad, la cual desvió la mirada asustada.
"Ya veo, solo ten cuidado, Dogday", dijo Kissy, quien fue al mostrador al ver listo su pedido. "Nos vemos, chicos", se despidió antes de salir de la tienda. Dogday siguió con la mirada a Kissy y luego miró a Catnap. "Eso fue raro... ¿en qué estábamos?" preguntó. "Estábamos en si querías todo el menú o no", bromeó PickyPiggy con una risita, a lo que Dogday empezó a mover su cola con alegría.
"¡Oh, sí! Bueno, ¿tienes malteada de vainilla?" preguntó. "Hm, no tengo preparado, pero puedo hacerlo si quieres", contestó la cerdita rosada.
"¡Oh, sí! Por favor, Picky, solo una malteada y galletas", dijo Dogday, juntando sus manos en súplica para que su amiga hiciera la malteada, a pesar de no estar en el menú. Picky sonrió y asintió.
"Está bien, Dogday. Te haré la malteada de vainilla. Pero solo porque eres mi favorito y líder", dijo, yendo a la cocina. Catnap se acercó a Dogday para llamar su atención y buscar un lugar donde ambos pudieran sentarse.
Dogday sabía que a Catnap no le gustaba estar en lugares concurridos o con mucha luz, así que eligieron una mesa apartada de la gente, junto a la ventana donde se filtraba la luz de un lado y la sombra del otro.
Una vez sentados, Dogday admiró la vista del pueblo por un momento. Amaba su hogar y a sus amigos, y eso era algo que nunca cambiaría. Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de Picky, quien les entregó su pedido y se apresuró a atender a otros clientes. Dogday miró su malteada y luego a Catnap.
"¿Solo café? ¿No es muy amargo?" preguntó curioso.
Catnap observó el pedido de Dogday y sacó la lengua. "Mira quién habla. Yo pedí algo más delicado", comentó con una sonrisa. Dogday soltó una pequeña risita. "¿Puedo probar tu café?" preguntó, esperando una respuesta. Catnap dudó un momento.
"No me gusta que alguien beba de mi taza", dijo, alejándola un poco. Dogday soltó un pequeño chillido. "¡Por favor!" suplicó, poniendo ojos de cachorro. Catnap solo ladeó los ojos y acercó su taza a Dogday. "Solo si puedo beber de tu malteada", propuso.
"¡Con gusto!", aceptó Dogday. Tomó un sorbo del café y sintió cómo el líquido caliente bajaba por su garganta. El sabor amargo e insoportable provocó que frunciera el semblante, pero se lo tragó a la fuerza.
"¡Puaj, sabe horrible!", exclamó, sacando la lengua. Mientras tanto, Catnap probó la malteada del can y también hizo una mueca. "Demasiado dulce. ¿Cómo puedes beber algo tan dulce?" preguntó el felino.
Dogday sonrió. "¿Y tú cómo puedes beber algo tan amargo?" La conversación continuó entre risas y gestos, mientras los amigos disfrutaban de su peculiar elección de bebidas y la compañía mutua.
El can se recostó sobre su pata delantera, observando a su mejor amigo con cariño. "Bueno, supongo que cada uno tiene su preferencia. A ti te gusta lo amargo y a mí lo dulce", exclamó, moviendo la cola con alegría.
Catnap sonrió y tomó su taza entre las patas, bebiendo del mismo lado que Dogday había bebido. El can hizo lo mismo con su malteada, sin darse cuenta de la coincidencia. El ambiente estaba relajado a pesar del bullicio de la cafetería, hasta que la campanilla sonó nuevamente, anunciando la llegada de nuevos clientes.
Era la señora Muffin y su pareja, quienes se acercaron al mostrador para hablar con Picky.
"Oh, querida, gracias por hacer este pastel. Mi esposo y yo solo queremos recordar nuestro primer beso", decía la panda con alegría.
Picky envolvió el pastel y preguntó curiosa: "¿Cómo fue su primer beso?". La señora Muffin sonrió. "Fue indirecto, ¿verdad, amor? Él me invitó a probar su bebida, y yo acepté gustosa. Hasta que me enteré de que si una persona bebe en el mismo lugar que la otra, es un tipo de beso indirecto", comentó, sin saber que su historia afectaría a nuestros protagonistas.
Dogday, que había escuchado atentamente, miró su bebida y desvió la mirada avergonzado. Sus orejas se alzaron por la vergüenza. Catnap también tenía las orejas bajas y un tono purpura en las mejillas, aunque no dejó de beber su café.
Los dos se quedaron en silencio, confundidos y avergonzados. ¿Habían tenido un beso indirecto? ¿Qué significaba eso? No se atrevían a mirarse a los ojos, tratando de ignorar lo que acababan de escuchar. PickyPiggy, que había notado la tensión, se acercó con una sonrisa cómplice. "¿Qué tal, chicos? ¿Todo bien?", les preguntó.
"S-sí, todo bien", tartamudeó Dogday.
"Sí, todo bien", repitió Catnap, con la misma actitud. PickyPiggy los miró divertida. "¿Seguros? Parecen un poco nerviosos. ¿No será que les pasó algo?", les dijo, guiñándoles un ojo. Los dos se pusieron más rojos y se miraron antes de apartar la vista. "N-no, no nos pasó nada", dijeron al unísono, negando con la cabeza. PickyPiggy soltó una carcajada y les dio una palmada en la espalda. "Está bien, está bien. No se preocupen, chicos. Solo les estoy molestando".
Dogday negó la cabeza divertido. "Fuera, chismosa", bromeó. PickyPiggy se retiró, dejándolos solos. El ambiente seguía tenso, así que Dogday decidió romper el silencio.
"Estaba pensando, en Villa Sonrisa el primero de enero siempre hay un festival de disfraces. ¿Te parece si nos vamos y compramos disfraces para ese día?", propuso, terminando su malteada. Catnap lo pensó un momento y asintió.
Antes de irse de la cafetería, volvieron a acercarse al mostrador donde Picky estaba dibujando algo.
“Hey, Picky, ¿cuánto sería?” preguntó el can mirando a su amiga, la cual negó con la cabeza.
“La casa paga. Después de todo, verlos sentados en esa mesa me dio una idea para un nuevo postre”, comentó alegre, cerrando la libreta en donde había hecho su diseño.
Dogday miró curioso a su amiga. “¿Una idea? ¿Qué clase de postre harás?”
Picky sonrió ampliamente. “Será una sorpresa, pero les puedo adelantar que tendrá un toque de chocolate y cafe. ¡Espero que les guste!”
El can al escuchar a su amiga sonrió aún más y asintió para después salir de la cafetería y seguir paseando por la villa.
"¿Sabes? Hace mucho que tú y yo no teníamos un momento para pasarla solos", mencionó Dogday mientras caminaba al lado de su amigo. Catnap se resguardaba bajo la sombrilla del sol.
"Hm, cierto", contestó el felino.
El sol y la luna caminaban por la villa, observando el ambiente colorido. Fue entonces cuando un pequeño tigre se acercó a los dos adultos.
"Oh, señor Dogday", saludó Tigor. "Hm, ¿oh? Hola, pequeño. ¿Qué se te ofrece?" preguntó con dulzura Dogday, arrodillándose para estar a la altura del niño.
"Tome, estas son para su novia", dijo el pequeño con inocencia. Dogday tomó las flores, confundido. "¿Novia?" preguntó, desconcertado. "Sí, para aquella bonita unicornio". Dogday alzó sus orejas y miró al niño con confusión.
"¿Para CraftyCorn? ¿Quién te dijo que ella y yo éramos pareja?" El pequeño movió la cola con alegría. "La señora Shapiro", respondió. Dogday gruñó un poco ante la mención de dicha dama.
"Esa cacatúa chismosa", susurró, molesto, pero volviendo a mirar al niño. "Pequeño, ella y yo no somos pareja". Catnap había estado observando la escena en silencio, apretando con más fuerza su sombrilla. ¿Tal vez tenía celos de que el pueblo los viera como una posible pareja? Seguía sin agradarle la idea de que su sol y una flor colorida salieran juntos.
"Ow, pero ustedes serían una linda pareja", dijo el pequeño. Dogday sonrió con dulzura al ver la inocencia del niño. "Tal vez, o tal vez no. Por el momento, ella y yo solo somos amigos. Quién sabe qué depara el futuro", comentó con calma, considerando a CraftyCorn como una amiga.
Dogday le devolvió las flores al niño y le agradeció el detalle. Luego se levantó y se acercó a Catnap, quien seguía callado y serio.
"Vamos, amigo, ¿por qué esa cara?" preguntó curioso. Catnap siguió caminando. "Me molesta que Villa Sonrisa intente juntarte con CraftyCorn", dijo, mirando de reojo a Dogday, quien se sorprendió un poco.
"Ya sabes cómo es esta pequeña villa, siempre al tanto de los chismes. Como aquella vez que ayudamos a Huggy a darse cuenta de sus sentimientos por Kissy", recordó, sonriendo al pensar en su amigo. Catnap apretó más su sombrilla.
"¿No te molesta que te emparejen con ella?" preguntó.
"Para nada", contestó Dogday. A lo que Catnap movió la cola con irritación. Dogday notó el cambio de humor de su amigo.
"¿Estás bien?" preguntó, a lo que Catnap asintió y siguió caminando.
"Debí haberla matado desde un inicio", se dijo a sí mismo para continuar con la caminata, aunque el ambiente era tenso entre los dos amigos y empeoró con la aparición de CraftyCorn, quien saludó alegremente a las dos criaturas.
"¡Dogday, Catnap! ¿Qué tal el paseo?" exclamó CraftyCorn, luciendo un delantal y una sonrisa tímida. La joven se acercó a Dogday y le dio un beso en la mejilla, provocando una risa tímida en el can, quien le devolvió el saludo acariciando su cabeza, teniendo cuidado de no pincharse con el cuerno de su amiga.
"Hola, Crafty. Estábamos yendo al centro comercial", comentó Dogday. Catnap sintió una punzada de celos y rabia. No podía creer que su amiga se atreviera a acercarse a su mejor amigo de esa forma.
"Hola, Catnap. ¿Qué tal?" dijo CraftyCorn, dirigiéndose a él.
"Bien, gracias", respondió cortante. "¿Y tú? ¿Qué haces por aquí?" preguntó curioso esta vez.
"Oh, yo estaba de compras. Me he comprado este delantal. ¿Te gusta?" preguntó CraftyCorn, dándose una vuelta. "Sí, sí. Muy bonito", dijo Catnap, sin mirarla.
"Gracias, Catnap", contestó alegre la joven mientras su mirada volvía al mayor. "¿Cómo sigues, Dogday? Después de todo, no estuviste ayer en la biblioteca."
"Estoy mejor, pero decidí posponer la investigación para otro día y pasar el día con Catnap. Tal vez pasar a saludar a los demás para ver cómo andan. Ya fui a ver a Picky y pues ahorita ando hablando contigo", dijo con una risita.
"¡Fue el destino encontrarnos, Dogday!" comentó alegre la unicornio, tomando la mano de Dogday y dando pequeños saltos alegres para luego recomponerse y avergonzarse con timidez por su acción.
"Lo siento", comentó en voz baja mientras el can sonreía avergonzado. "Para nada, tal vez sí haya sido el destino."
Catnap, quien miraba en silencio la plática, sintió que tuvo un pequeño tic en el ojo izquierdo, pues su irritación crecía más al ver a esos dos conviviendo. Nunca le agradó lo cercano que podía llegar a ser CraftyCorn con Dogday y viceversa. ¿Pero qué podía hacer él? ¿Separarlos? No le parecía tan mala idea, pero quería a la chica; después de todo, era su amiga igual.
Dogday estaba alegre de hablar con Crafty y verla tan animada como siempre, sin embargo recordó que estaba paseando con catnap por lo que se despidió de la joven y volvió con su mejor amigo para volver a pasear.
Un rato después, habían llegado al centro comercial, donde se alzaban las tiendas con sus hermosos colores. La luz fluorescente se sentia calida, creando un ambiente tranquilo. Dogday y Catnap avanzaron por los pasillos hasta encontrar la tienda de disfraces y adentrarse a ella.
"¿Qué tipo de disfraz te gustaría usar?" Pregunto el can mirando los multiples disfraces.Catnap, con los ojos entrecerrados, respondió: "Algo cómodo y original."
Catnap examinó las perchas, sus dedos rozando telas ásperas y enigmáticas. Entonces, vio el poncho color morado oscuro adornado con lunas y pequeños soles a lo largo de el . Junto a él, un collar con una luna, tan pálida como un rostro sin alma. "Irónico", murmuró Catnap, y tomó las prendas. Dogday, a su lado, observaba los grilletes de color café. Sus ojos se estrecharon al verlos, y miró a Catnap viendo como su amigo parecia ya tener su disfraz elegido.
"¿Tienes tu disfraz?" preguntó Dogday, su voz apenas un susurro. "Sí", contestó Catnap, y los dos se dirigieron a los probadores. Catnap emergió vestido como un sacerdote, su poncho morado ondeando como las alas de un cuervo.
Dogday por otro lado aún estaba dentro del probador, se miró en el espejo. Los grilletes en sus extremidades lo aprisionaban, y uno rodeaba su cuello como una soga de ahorcado. Su reflejo parecía distorsionado, más alto, más maltratado. El mundo se tambaleó a su alrededor, y sintió náuseas.
"¿Dogday, estás bien?" llamó Catnap desde afuera. Dogday golpeó sus mejillas, tratando de mantener la lucidez. "No puedo alucinar ahora", se dijo a si mismo para despues salir y se encontrar se con la mirada del felino. "Pareces un hereje", bromeó el gato, pero Dogday no respondió. La palabra "ⱧɆⱤɆJɆ" resonó en su mente como un eco siniestro.
Dogday se tambaleó, y Catnap lo sostuvo, su cola enroscada en la cintura de su amigo. "¿Dogday, estás bien?" insistió Catnap, mientras la visión de Dogday se volvía borrosa. "Yo... solo..." Dogday se liberó de los grilletes, su visión aclarándose. "No me gusta tu disfraz", soltó sin pensar. "¿Qué?" Catnap se sorprendió, y Dogday tapó su boca. "Podemos irnos", murmuró, evitando la mirada de Catnap.
El gato asintió en comprensión. "¿No compraremos los disfraces entonces?" le preguntó al can, quien negó con la cabeza agachada.
"Y-yo creo que mejor no..." Como pudo, nuestro protagonista se levantó, aún mareado. Catnap, al ver el estado del can, decidió enroscar con más fuerza la cintura de Dogday como un soporte.
Al final, los dos no compraron los disfraces y salieron del centro comercial. Catnap acompañó a su mejor amigo hasta su casa, puesto que no lo veía muy bien.
En el camino, el felino pudo notar a lo lejos a sus amigos. Entre ellos, Hoppy parecía pelear con una conejita de color rosado, mientras KickinChicken trataba de separarlas.
"Por favor, Hoppy, ¡karma! Sé que soy guapo, pero no hay que llegar a la violencia", exclamó el pollo al ver a Catnap con Dogday. "¡Chicos, ayuda!" les gritó a sus amigos. Catnap desvió la mirada y siguió su camino, puesto que no quería meterse en lo que parecía ser un drama amoroso.
Pasaron una vez más por la hermosa villa, encontrándose con Bubba, quien les saludó a lo lejos.
"¡Hey, chicos!" saludaba alegre, acercándose a sus amigos y notando el malestar de uno de ellos. "Dogday, ¿estás bien?" preguntó esta vez preocupado por el can, quien asintió.
"Solo, ya sabes, son mis alucinaciones," susurró el can para que ninguna otra criatura los escuchara.
Bubba asintió con comprensión y se despidió de los chicos, no sin antes pedirles que se cuidaran.
Dogday miró a bubba alejarse y aún que recordó que debía preguntar algo, prefirió pasarlo. Puesto que no se sentía bien y no tenía cabeza para pensar con claridad.
Así qué siguieron su camino hasta encontrarse con Bobby, quien venía con una canasta llena de galletas de corazones.
"¡Chicos!" exclamó alegre, corriendo para abrazar a los dos. Sin embargo, Catnap se alejó, por lo que la osita solo pudo abrazar al can, quien gimió de dolor al sentir el fuerte abrazo de su amiga.
Bobby, al notar el dolor de Dogday, aflojó su abrazo y le dio una galleta en forma de corazón. "Lo siento, Dogday. No quería lastimarte," dijo con una sonrisa apenada.
Dogday aceptó la galleta y sonrió débilmente. "No te preocupes, Bobby. Solo necesito descansar un poco."
"Entonces me despido, nos vemos mañana!" Exclamó alegre mientras se alejaba para dejar que los chicos continuarán su camino.
El sol ya se estaba poniendo y los dos mejores amigos por fin habían llegado a casa después de su paseo. El felino abrió la puerta de la casa del can, quien había estado sujetándolo de la cintura para que no tropezara, mientras el can sentía que su entorno cambiaba. Detestaba tener ese tipo de alucinaciones; por un momento, veía aquellas paredes grises y desgastadas. Al siguiente, volvía a ver su mundo colorido. Cada vez que le sucedía eso, le provocaba dolor de cabeza y cada paso que daba se sentía pesado. Catnap notaba el cambio repentino de humor de Dogday, por lo que lo acostó en el sofá.
Catnap se sentó junto a Dogday, acariciándole suavemente la cabeza. "Tranquilo, amigo. Estoy aquí contigo," dijo en un tono calmante.
Dogday cerró los ojos, tratando de relajarse. "Gracias, Catnap. No sé qué haría sin ti," murmuró, sintiendo que el dolor de cabeza comenzaba a disminuir.
Mientras Dogday descansaba, Catnap decidió hablar.
"Sabes, hoy me la pasé de maravilla junto a ti", exclamó el felino alegre, tratando de animar a su mejor amigo, quien se tapaba los ojos con su brazo pero aún sonreía.
"Yo igual me la pasé de maravilla contigo... claro, quitando el hecho de que arruiné el día por sentirme mal", comentó en voz baja. Catnap abrazó al can y ronroneó un poco.
"Oh, Dogday, no te preocupes por eso. Sé que últimamente te sientes mal, pero recuerda que yo estoy aquí para ti," dijo Catnap, quitando el brazo de Dogday y luego tomándole las mejillas.
"Ahora, ¿qué tal si duermes un poco? Creo que te hace falta," añadió con una sonrisa mientras soltaba aquel humo rojo que empezaba a acercarse al can.
"N-no creo que sea necesario," comentó Dogday, preocupado al notar el humo, ya que cada vez que su amigo lo usaba, sus pesadillas empeoraban. Intentó apartarse, solo para sentir cómo el agarre del felino se volvía más fuerte y brusco.
"Vamos, Dogday, necesitas dormir y seguir aquí. Necesitas estar conmigo," susurró el felino mientras sus ojos brillaban más con la luz de la luna.
Dogday sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. "Catnap, por favor, no quiero que utilices más tu humo," suplicó, tratando de liberarse.
Catnap aflojó su agarre ligeramente, pero no lo soltó.
"Confía en mí, Doggy. Sabes que es necesario para que duermas mejor," dijo con una voz suave pero firme.
El can, aunque aún dudoso, decidió confiar en su amigo. Cerró los ojos y dejó que el humo rojo lo envolviera. Poco a poco, comenzó a sentirse más relajado, y el dolor de cabeza que lo había atormentado empezó a desvanecerse.
Catnap lo observó con atención, asegurándose de que Dogday estuviera cómodo.
"Eso es, solo relájate y queda te en este mundo de ensueños," murmuró, acariciando suavemente su pelaje, hasta que notó que su mejor amigo dormía profundo decidido irse.
Dogday se encontraba profundamente dormido cuando un fuerte golpe resonó en su puerta. El can se incorporó de un salto, con el corazón latiéndole con fuerza, recordando que estaba dormido en el sofá. Catnap había utilizado una vez más aquel humo, lo que lo hizo sentir molesto por un momento, hasta que escuchó de nuevo los golpes en su puerta. ¿Quién podría estar golpeando a estas horas de la noche? Se preguntó, aún aturdido por el sueño.
Temblando, Dogday se acercó a la puerta y la abrió con cautela. Para su sorpresa, allí estaba su amigo Bubba.
"Dogday, vine a verte para saber cómo seguías," comentó Bubba, mirando a Dogday con preocupación.
El can parpadeó, sin entender del todo lo que estaba sucediendo. "Gracias, Bubba, pero... ¿a estas horas?" preguntó curioso, sin creer que su amigo estuviera allí solo para ver cómo andaba.
"¿Acaso no puedo verte?" preguntó nervioso Bubba. Dogday frunció el ceño. "Bubba, te conozco desde hace años," dijo divertido. El elefante suspiró resignado y tomó al can de los hombros, empujándolo y cerrando la puerta, las ventanas y las cortinas, dejando aún más confuso a Dogday. Luego, Bubba se acercó a él y lo tomó de los hombros.
"Mira, no tengo mucho tiempo, pero siento que algo no va bien. ¿No has sentido nada raro últimamente?" preguntó Bubba. El can negó. "N-no, no, Bubba. ¿Qué pasa? Me estás asustando," dijo preocupado. El elefante sacó un libro y se lo dio a Dogday.
"Desde aquella aventura, siento que algo va mal. Y tú empezaste a tener esos síntomas tan raros. Además, he notado que algunas cosas en Villa Sonrisa fallan o se repiten," explicó Bubba, jalándose nerviosamente las orejas. Esta vez, Dogday ayudó a su amigo y lo tomó de las patas para que no siguiera lastimándose.
"Hey, hey, todo está bien, ¿vale? Y si no lo está, yo voy a averiguar qué sucede," comentó, sentando a Bubba en el sofá y acariciando su espalda para calmarlo, cosa que funcionaba.
"Gracias, líder... Siempre sabes cómo calmarnos," comentó más alegre Bubba, mirando el libro de reojo.
"Sobre este libro, pues lo encontré en el bosque mientras paseaba con CraftyCorn. Se me hizo raro que estuviera ahí... como si alguien lo estuviera ocultando."
Dogday escuchó atentamente mientras tomaba el libro y lo examinaba, era curioso como bubba apareció en el momento indicado, puesto que había pensado en preguntarle al respecto sobre el libro.
"Yo no puedo leerlo, pero tengo el presentimiento de que tú sí," comentó Bubba. El cocker spaniel asintió y le sonrió con cariño.
"Bueno, gracias por contármelo. Ahora ve a tu casa y descansa. Ya es tarde, y si Catnap anda rondando y te ve salir de mi casa, le dará curiosidad saber qué hacemos despiertos," dijo con una risita para aligerar el ambiente.
"Me matará si descubre que ando en tu casa a estas horas," dijo Bubba, poniéndose de pie y dejando al can confuso.
"¿Por qué haría eso?" preguntó Dogday, curioso. Bubba solo resopló. "Amigo, ¿no eres muy bueno detectando los sentimientos, cierto?" preguntó medio burlón, haciendo que el can negara divertido.
"Ja, ja, qué gracioso, Bubba," comentó con sarcasmo, pero igual se levantó para acompañar a su amigo a la puerta.
"Buenas noches, Bubba. Te veo mañana," se despidió el can, mientras su amigo salía de su casa para ir a la suya. Una vez que estuvo solo, Dogday comenzó a leer el libro. Se dio cuenta de que había una especie de ritual y explicación de cómo salir de los sueños en caso de estar en alguno. Incluso decía cómo darte cuenta de que estabas en un sueño, lo que le hizo recordar lo que dijo su amigo hace unos momentos.
"¿Notar algo raro en Villa Sonrisa? Sí, sí lo he hecho," susurró el can, leyendo el ritual. "Bueno, no tengo nada que perder. Después de todo, este mundo es real... ¿cierto?"
Dogday se decidió a realizar el ritual del libro, por lo que se dirigió a su cocina. Aunque no era muy grande, tenía lo necesario. Buscó entre los gabinetes algunas velas y algunos cristales mágicos que le había regalado Bobby en San Valentín. Una vez que consiguió todo, volvió a su sala y siguió el procedimiento del libro, creando un círculo con su símbolo y sentándose en medio de este.
"Siento que esto es una mala idea...", susurró el can para sí mismo. Luego, leyó el escrito, el cual comenzó a tener efecto. El símbolo del sol, al igual que su colgante, comenzó a emitir una luz que iluminaba su casa. Vio cómo el símbolo de repente se encendió como fuego, solo para después apagarse, dejándolo asustado y aliviado a la vez.
"Sabía, sabía que esto no era una fantasía. Lo sabía yo..." De forma repentina, Dogday no pudo terminar su oración, pues el símbolo brilló con intensidad, creando paredes que lo cubrieron para luego desaparecer.
Mientras tanto, a lo lejos, Catnap no había podido dormir. Se sentía alegre por haber pasado el día con su mejor amigo y, muy en el fondo y en secreto, su amor imposible. Pero ese no era el punto. Ahora tenía la oportunidad de tenerlo junto a él, y nadie podría cambiar eso. O eso pensó hasta que vio a través de su ventana una luz tan brillante, tan brillante como... "¡Dogday!" gritó el felino, levantándose rápidamente de su cama y abriendo la ventana para ver el rayo de luz que salía de la casa de su amigo. El felino rápidamente entendió lo que significaba esa luz y se sintió enojado al saber lo que sucedería a continuación.
Catnap salió corriendo de su casa. Llegó a la casa de Dogday y golpeó la puerta con fuerza. "¡Dogday! ¡Ábreme, por favor!" gritó, desesperado al ver cómo el fuego comenzaba a alzarse en la casa del can. Preocupado y enojado, detuvo el tiempo, pero el fuego no se detuvo. "¿Qué has hecho?" susurró Catnap, molesto, adentrándose en la casa listo para enfrentar lo que venía.
Ya sabía que no podía actualizar los viernes xd pero lo intente ._. Serán los sábados o domingos como siempre.
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