iv. welcome berk

HEALENA DESPERTÓ ASUSTADA y luego, la tragedia volvió. En otras circunstancias se habría puesto a llorar, pero no pudo al ver a sus tres hermanos dormir tan plácidamente.

Sin despertar a los demás se bajó de la cómoda cama y se asustó al ver a su padre en una silla, pensó en despertarlo pero no lo hizo, un pequeño sueño era todo lo que podía darle después de lo sucedido, estaban varados eso lo tenia claro, pues ya no veía por las ventanas el repentino movimiento del mar, hasta que finalmente tomó valor y se acercó a su padre, lo movió un poco para que así se despertara sin asustarlo, pero desgraciadamente falló en su intento.

—¿Healena? ¿Que sucede? ¿Les pasó algo a tus hermanos? ¿Estas bien? ¿Que. . .? — Arthurus lleno de preguntas a su hija y no era para menos, después de lo que había visto tenia meros motivos como para estar tan paranoico.

Healena se paralizó al no saber que hacer o que responder por lo que opto por lanzarse a los brazos de su padre en un abrazo consolador y reconfortante.

—Estamos bien papá, tranquilo, perdón si te asusté solo quería saber si ya habíamos llegado a Berk, lo lamento — se disculpó apenada la joven princesa.

Arthurus suspiró, acaricio levemente el cabello de Healena y se permitió disfrutar de ese abrazo que su hija le daba y cuando sintió que era momento de decirle se separo del abrazo que tanto necesitaba.

—No hemos llegado, pero nos detuvimos en una isla para que los dragones se vayan y sean libres, pensaba en esperar a que Colín se despertara pero al parecer esta cansado, ¿quieres acompañarme ahí afuera? — pregunto esperanzado a que dijera que si.

Healena inmediatamente asintió, su padre la tomó de la mano y ambos salieron.

—Papá. . .— susurró la pequeña antes de que salieran del camarote por completo.

—¿Si, mi pequeña dragón? — pregunto devuelta su padre.

Healena se soltó de su agarre y corrió hacia su bolso donde había traído sus cosas de suma importancia, de ahí sacó la corona de su padre y la suya. Regreso a donde su padre y se la extendió temerosa poniéndose al mismo tiempo con una mano la suya.

—Que el pueblo vea que aún somos fuertes — le respondió con un susurro a su padre mientras le extendía su corona

Arthurus la tomó inmediatamente y se la colocó para después acomodar mejor la pequeña corona en la cabeza de su hija y una vez que estuvieron más o menos presentables, salieron.

Healena podía divisar como cada gente del barco hacia una reverencia en cuanto ella y su padre pasaban, bajaron del barco hasta la pequeña isla donde estaban los dragones descansando y la pequeña no pudo evitar soltar unas cuantas lágrimas de tristeza. Su padre la soltó de la mano mientras se encaminaba a su querida Vhagar, era el único recuerdo que le quedaba de su difunto esposo y ahora tendría que decirle adiós.

Healena se acercó a Caraxes, Syrax, Meleys y Meraxes quienes inmediatamente acercaron su cabeza para que la princesa pudiera acariciarlos y así lo hizo, con cada uno de ellos.

—Van a tener que irse — les hablo tratando de contener el llanto — pero les prometo que algún día nos reuniremos de nuevo, volveremos a ser una familia unida, les prometo que algún día iré en su búsqueda y los protegeré, no voy a fallarles, los protegeré con fuego y sangre, pero ahora tienen que irse, prométanme que se cuidaran y defenderán de todo y todos quienes quieran dañarlos —

Healena les hablaba a los dragones como si estos de verdad le entendieran, pues ella pensaba que si, y en ese momento recordó en cómo a sus cinco días del nombre estaba tan aterrada por montar un dragón y ahora probablemente no vuelva a hacerlo nunca. Como si los dragones le entendieran soltaron un rugido de tristeza para después emprender vuelo.

Los primeros en volar fueron Meleys y Meraxes, sin embargo, Caraxes y Syrax se quedaron un momento más al lado de la princesa.

—Tienen que irse, tienen que — les hablo la princesa con lágrimas en sus ojos.

Syrax soltó un leve rugido dirigiéndose al barco donde Healena había bajado recientemente, entonces lo comprendió. No quería dejar a sus pequeños huevos, no quería dejar a sus hijos.

—Tranquila, yo los cuidaré por ti, te lo prometo — le aseguro Healena con una leve sonrisa.

La dragona rugió en respuesta y antes de que emprendiera vuelo, dejó que la princesa la acariciara por última vez para que finalmente se alzara por los aires junto a Caraxes, la última en irse fue Vhagar y a lo lejos, se podía divisar como cinco dragones se alejaban hacia el horizonte, como cinco dragones se alejaban de las personas que les habían demostrado amor y cariño.

Healena miró de reojo a su padre, quien tenia la mirada baja, probablemente para así evitar que las lágrimas recorrieran su rostro.

—Majestad — Ser Harrold se acercó hasta estar aún lado de su rey — la flota está preparada para zarpar, ¿cuales son sus órdenes?

Arthurus se limpio las lágrimas para volver a tomar su postura seria de siempre.

—Que los hombres se preparen y preparen el viaje hacia Berk, nos vamos — anuncio mientras se acercaba hacia su hija y la tomaba de la mano regresando al barco.

Lena', ve con tus otros hermanos, llegaremos a Berk en unas pocas horas — le informo, Healena simplemente asintió y se fue hacia el camarote, cerró la puerta detrás suyo y vio a Colín, sentando a la orilla de la cama.

—¿Ya se fueron? ¿Ella se fue? — pregunto con un nudo en su garganta a su hermana menor. Ella asintió levemente con la cabeza.

Y fue en ese momento cuando Colín finalmente se derrumbó, había perdido a su mejor amiga, a su querida Vhagar, la había perdido y ni siquiera se despidió de ella, lo último que vio fue como se alejaba hacia el horizonte.

Healena se encaminó rápidamente a abrazar a su hermano, el había estado para ella en sus peores momentos, cuidándola y velando por ella, ahora era su turno de corresponderle.

—Ella va a estar bien, es la dragona más grande que se haya conocido jamás, algún día la volverás a ver — le aseguró Healena mientras le daba leve golpes en su hombro en forma de consuelo, la pequeña esperó la respuesta de su hermano pero desgraciadamente el no dijo nada.

—Papá dijo que en unas horas llegaríamos a Berk, por lo que supongo que nos querrá presentables — le informo aún abrazandolo, minutos después Colín se separo del abrazo y volvió a sentarse con ayuda de su bastón

—Espero que me hayas traído ropa elegante, Lena' — respondió burlon hacia su hermana mientras se limpiaba las lágrimas que aún salían de sus ojos.

Healena soltó una risa en respuesta.

No dijeron nada más, simplemente se quedaron en un silencio sumamente cómodo para ambos, les permitía pensar en lo ocurrido y en lo que estaba por venir, estuvieron así aproximadamente un o dos horas, hasta que Deimos y Robert habían despertado fue cuando la tranquilidad se había ido nuevamente.

—¿Como será Berk, Hela' ? — pregunto Deimos a su hermana, quien se encontraba peinandolo o al menos intentándolo para después colocarle su corona sobre su pequeña cabeza.

—Pues supongo como todas las demás islas, o yo supongo que peor, no aceptan a los dragones — respondió con una mueca al recordar las palabras dichas por su padre.

Los cuatro hermanos no dijeron nada más, siguieron arreglándose en silencio (al menos Healena intentando arreglar a Deimos y Robert) para que así estuvieran presentables. Media hora después su padre fue hacia ellos para notificarles que por fin habían llegado a Berk.

Salieron del camarote bastante temerosos, Colin lo hizo con ayuda de su padre y Healena mientras que Deimos y Robert (por mucho que se quejaran) con dos damas de compañía (una de ellas, Melissandre).

Arthurus tomo su gran espada para así verse impotente y no dar tantan lastima cuando cuente el motivo de su llegada a Berk, arribaron en el muelle donde miles de vikingos ya los esperaban y entre todos ellos hasta enfrente estaba quien suponía era el jefe de la tribu y amigo de su padre; Estoico el Vasto, había odio historia sobre el, que su padre Ambrosio le contaba en ocasiones.

Arthurus se encaminó hasta estar delante de Estoico, mientras ella se aferraba a la pierna de su padre, Colin se mantenía detrás de ella sosteniendo su hombro, al mismo tiempo que Melissandre y otra dama cargaban a Deimos y Robert.

—Estoico, cuanto tiempo — hablo finalmente Arthurus, esperando la respuesta del hombre frente a él.

—Mi viejo amigo, crei que ya no volvería a verte, no al menos hasta el tratado que tenia con tu esposo, Ambrosio, ¿donde está el? — pregunto confundido el vikingo al no ver al difunto rey.

Healena pudo ver como su padre bajaba la mirada apenado, luego dirigió su vista hacia Estoico y vio como alguien de probablemente la misma edad que ella, también se aferraba a la pierna de su padre y si Healena no se encontrara tan temerosa, probablemente le hubiera sonreído o saludado con su mano, pero no lo hizo, miró al niño por un segundo y no pudo evitar sonreírle, el hizo lo mismo.

Volvió a enfocar su vista en su padre, quien estaba por hablar.

—Es complicado, necesito explicarte todo pero no aquí, en el gran salón ¿podrías reunir a tu consejo? — pidió amablemente el rey al jefe, el accedió inmediatamente.

—Y antes de que te vayas una cosa más — pidió el monarca hacia Estoico — mis hijos. . .ellos

—Tranquilo — le interrumpió el vikingo — pueden quedarse en mi casa junto a mi hijo Hiccup, estarán bien allí.

Arthurus le agradeció, luego se dirigió a sus hijos.

—Niños ¿qué se dice? — pregunto a sus hijos con una sonrisa.

—Gracias — susurraron los cuatro al unísono.

—Estoico, ellos son mis hijos, la princesa Healena, los príncipes Colín, Deimos y Robert de Wetsfall — anunció Arthurus orgulloso de sus hijos.

Estoico le sonrió a cada uno de ellos, pero su mirada fue a parar en Colín, lo miró por unos segundos y vio como se sostenía de un simplemente bastón, no dijo nada por lo que le indicó a Arthurus que lo siguiera y a Bocón, otro vikingo de cabellera y bigote rubio que estaba a su lado, que llevara a los príncipes a su casa.

El obedeció inmediatamente, Colín, Deimos y Robert lo siguieron sin decir nada, pues sentían de alguna u otra forma que estaban a salvo, sin embargo Healena no pensaba la mismo, se quedó ahí quieta en su lugar.

—Vamos cariño — la voz de su padre la había sacado de su trance — ve con ellos, está bien.

Y a Healena no le quedó más opción que seguirlos.

Caminaron casi por toda la Aldea y la princesa no pudo evitar sentir casa mirada sobre ella y sus hermanos, finalmente llegaron a la casa posiblemente más grande de toda la Aldea, estaba sobre una colina, algo alejada de las demás viviendas.

Bocón les abrió la puerta y los invitó a pasar, los dejaron en la sala para que se acomodaran

—Si quieren algo, no duden en pedírmelo ¿está bien? Ahora,  pónganse cómodos y aléjense de lo trolls — hablo Bocón hacia los príncipes.

Los cuatro se quedaron confundidos ante lo último pero no dijeron nada

—Muchas gracias por la oferta, señor, lo haremos — hablo Colin en respuesta. En cuanto escucho eso, Bocón se retiró inmediatamente dejándolos solos.

Healena con ayuda de una vela para tener mejor luz, se encaminó a explorar la casa, subió las escaleras hacia la planta alta y como toda pequeña curiosa entró a una de las habitaciones.

Vio como había una pequeña cama, un pequeño taburete y un escritorio al lado, luego su vista fue a una de las esquinas donde vio un gran librero, dejó la vela que tenia en mano en una mesa que ahí había y se dispuso a observar los diferentes tipos de libros, desgraciadamente estaban en nórdico antiguo y uno que otro en un lenguaje que no conocía, pero eso no le impido seguir viéndolos, se puso en alerta cuando sintió que alguien más estaba ahí con ella.

—¿Que estas haciendo? — pregunto una voz a sus espaldas

Healena se asustó, por lo que dejó caer el libro que tenia en sus manos asustada.

—Lo lamento, no era mi intención molestarte, e-es solo q-que. . .— Healena había comenzado a disculparse al mismo tiempo que se agachaba por el libro y lo ponía de vuelta en su lugar, luego se volteó para ver con quien estaba hablando y fue su sorpresa al darse cuenta de que era el mismo niño al cual le había sonreído, ahora lo entendía todo, el era el hijo del jefe.

—Eres la niña que llegó en los barcos con forma de dragón ¿no es así? — volvió a preguntar el niño hacia Healena

Ella nerviosa, asintió. Luego se dio cuenta de que probablemente se encontraba en su habitación por lo cual se dispuso a disculparse.

—Lo siento, no sabía que esta era tu habitación, yo. . .m-me iré si así lo quieres — respondió nerviosa

—No, está bien, puedes quedarte si gustas — respondió rápidamente el niño con una sonrisa hacia Healena.

Ella le correspondió de la misma forma

—Es una habitación muy bonita — cometo de repente Healena para así romper la tensión

—Pues gracias, yo pienso que sus botes son muy grandes y magníficos, tienen figuras de dragon — comento asombrado el pequeño.

Healena soltó una pequeña sonrisa.

—Eso es por qué así mando a que fueran construidos mi padre ¿sabes? Cada barco tienen nombres diferentes  — le informó Healena al chico.

—Eso es interesante, ¿sabes sus nombres de cada uno? — pregunto cada vez más interesado

—Desgraciadamente no, lo siento — volvió a disculparse por tercera vez Healena

—Siento que te disculpas mucho, no lo hagas — respondió el pequeño hacia la princesa — Además, veo que te gustaron mis libritos.

—Así es — afirmó Healena rápidamente — aunque están en nórdico antiguo y en otro idioma que no entiendo, siempre me ha gustado leer, en mi antigua casa yo. . .

Healena se detuvo al recordar lo que había pasado y el por qué estaban ahí y sin importarle que la estuvieran observando, se tiró a llorar como nunca lo había hecho o más bien, como no podía hacerlo.

El hijo del jefe entró en pánico en cuanto vio a Healena llorar, no sabía que hacer, por lo que se encaminó a su cama y tomó el pequeño dragón de peluche que ahí tenia, se acercó hasta la princesa y se lo extendió.

—No, no llores — le hablo — no llores, toma — decía mientras le extendía el pequeño dragon de peluche — el me ayuda a estar tranquilo cuando tengo miedo, pero por favor no llores, alguien tan bonita como tu no debería de llorar.

Healena poco a poco se fue calmando ante las palabras del niño enfrente suyo, tomó al pequeño dragon y lo abrazó como nunca.

—Gracias. . .— susurró Healena hacia el niño, el simplemente le sonrió y se alegró internamente al ver que poco a poco su llanto sesaba.

No estaba equivocado en lo que había dicho, para el era la niña más bonita que había visto en todo Berk, incluso más bonita que Astrid Hofferson.

—Lo que dijiste hace un momento — hablo Healena mientras se limpiaba unas cuantas lágrimas de su rostro — ¿enserio crees que soy bonita?

El niño asintió apenado y con las mejillas sonrosadas.

—Gracias, am. . .— susurró Healena dudativa al no saber su nombre.

Hiccup Haddock — respondió finalmente aún con las mejillas sonrosadas. — ¿y cuál es tu nombre?

Healena Le'Black, gracias por lo que dijiste, Hiccup — agradeció Healena con una sonrisa.

—Es un gusto conocerte, Hela', ¿puedo llamarte Hela'? — pregunto apenado Hiccup

—Normalmente quien solo me llama así es mi hermanito Deimos, pero si, puedes llamarme Hela' — respondió con una sonrisa hacia el.

Ambos se sonrieron, para después retomar la conversación que habían dejado, sin saber que sus padres estaban hablando para saber que era lo que harian con ellos a partir de ahora, sin embargo a ellos dos no les importaba, por qué Hiccup Haddock había logrado que Healena Le'Black sonriera en medio de la tormenta que atravesaba. Por qué bien dicen por ahí, "después de la tormenta viene la calma". Hiccup era la calma que Healena necesitaba después de esa gran tormenta.




































Capítulo dedicado a -BellaNovel & peachylake <3

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