Capítulo 1

Le dió un pequeño sorbo a su vaso de café, soltándolo enseguida mientras un quejido escapaba de su boca. ¡El líquido estaba demasiado caliente! Pasó su lengua por sus labios sintiendo el leve ardor en estos, pero rápido se concentró en terminar el documento en el que estaba trabajando.

Todos estaban concentrados y en silencio, lo único que se escuchaba era el sonido que causaban al presionar las teclas de los ordenadores. Jimin era solo un oficinista más en una gran corporación, con cientos de trabajadores como él.

Odiaba eso, detestaba que cada cosa en su vida fuera tan aburrida y monótona, no tenía nada de emocionante. Cada día era la misma rutina. Levantarse en la mañana, asearse, ponerse su uniforme —el cual era idéntico al de sus compañeros—, desayunar con un donut y un café caliente cuando llegaba a la empresa, trabajar hasta la tarde, volver a la casa, hacer la cena y dormir. Ese era su día a día y realmente lo odiaba. Deseaba poder ser parte de algo más grande, tal vez empezar buscando algún trabajo que se adaptara a sus gustos.

Pero esto era imposible, no había terminado la universidad, pues su familia era de clase baja y por ello tuvo que abandonar su carrera de Psicología y comenzar a trabajar para ayudar con los gastos de la casa. Consiguió ese pequeño apartamento de 4X4 gracias a un amigo, que no estaba ubicado en el mejor lugar de Busán, pero era lo único que se podía permitir pagar con la basura de salario que tenía.

Sin un título universitario no conseguiría ningún trabajo que valiera la pena.

Suspiró, sintiendo que las horas pasaban cada vez de forma más lenta, y para el final de la tarde, su cuello y ojos dolían a más no poder. Masajeó sus sienes mientras se ponía de pie y comenzaba a recoger sus cosas. Finalmente se marcharía a casa.

—Nos vemos pronto, Jimin —se despidió Sunmi, moviendo su mano de un lado a otro, colgando su cartera en su hombro—, nos vemos mañana.

Sunmi era una chica pelinegra muy amable, fue la que le explicó todo y le mostró el lugar cuando recién comenzó. Se habían hecho muy buenos amigos, los mejores, aunque la mayoría del tiempo no se hablaran mientras estaban en las oficinas.

También se despidió, marchando a la parada de autobuses y esperando pacientemente el que debía abordar. Una vez en casa tiró su bolso al suelo, quitó sus zapatos y soltó el saco de su uniforme encima del viejo sofá, llendo directo a la habitación para tirarse en la pequeña e incómoda cama que estaba en el centro de la diminuta habitación.

Un par de lágrimas salieron de sus ojos y antes de darse cuenta del todo, sus sollozos hacían eco entre esas cuatro paredes.

«¿En serio toda mi vida será así?», se preguntó internamente. ¿Dependiendo de un trabajo mediocre con un pago qué apenas y le alcanza para alimentarse bien, y viviendo en una pocilga en un barrio de mala muerte?

No, quería creer que no siempre sería así, pero con cada año que pasaba sus esperanzas iban disminuyendo.

Luego de varios minutos se puso de pie, dispuesto a darse una ducha y poner a hervir un poco de agua para preparar ramen. Luego del baño se sintió un poco mejor, sus músculos tensos se relajaron un poco y su mente había dejado un poco de lado esos pensamientos depresivos.

Estaba a punto de comenzar a comer, cuando un fuerte golpe se sintió en su techo, del cual calleron un par de piedras.

¡Genial, simplemente genial, el mejor día su techo le caería encima!

Se puso sus pantuflas, notando que el sonido venía de la azotea. Subió por las oxidadas escaleras de emergencia, esperando encontrar a uno de sus vecinos drogadictos o alcohólicos formando un alboroto ahí arriba.

Para su sorpresa, un chico de cabellos azules yacía tirado en el suelo, con un pequeño charco de sangre alrrededor. El muchacho soltaba varios quejidos entrecortados sujetando su brazo derecho con fuerza.

Pero lo que le dejó sin palabras fueron esas grandes alas oscuras que estaban pegadas a su espalda. Un grito salió de su boca, llamando la atención del muchacho, quien enseguida clavó sus ojos azules y brillantes en los suyos.

Jimin nunca en su vida había visto unos ojos tan hermosos como esos.

—A-ayúdame por f-favor —pidió el desconocido sin apartar su vista de él.

—¿Q-qué eres? —cuestionó nervioso y asustado, dando pasos lentos hacia el extraño ser, sintiendo sus piernas temblorosas cual gelatina.

No consiguió acercarse completamente cuando a sus oídos llegó el sonido de un ¿helicóptero? Si, un maldito helicóptero sobrevolaba la ciudad. Los ojos del peliazul se abrieron en demasía al observarlo, pidiendo ayuda a gritos solo con su mirada.

«¿Por qué me pasan estas cosas a mí?»

Se preguntó a sí mismo negando internamente. El chico no se veía como alguien malo, es más, estaba claramente asustado y se veía muy perdido, mentalmente hablando. Tragó saliva de manera audible y se acercó, ayudándolo a ponerse de pie, escuchando el helicóptero cada vez más cerca.

No tenía idea de lo que sucedería, tal vez el muchacho lo asesine en cuanto ponga un pie en su apartamento, pero algo lo empujaba a ayudarle, así que lo hizo bajar por la escalera de emergencia y entraron a su apartamento por la ventana, justo antes de que el helicóptero sobrevolara su viejo edificio.

—Gracias —musitó el chico mirando hacia el suelo.

Su voz era dulce ahora que realmente se ponía a escucharlo. Bajo la luz de su apartamento su cabello se veía más azul y sus ojos menos brillantes, pero igual de hermosos. Tenía un rostro aniñado pero un cuerpo esbelto y delgado. Debería tener unos 20 años a lo máximo, supuso él.

—¿Cómo te llamas? —preguntó observando su brazo sangrar aún.

—No tengo un nombre, padre siempre me llamaba experimento 0-97.

Jimin alzó una ceja con confusión ¿experimento 0-97? ¿Este chico escapó de alguna base científica o algo así? No entendía nada y con cada segundo que pasaba solo se volvía más extraño todo.

—Aunque hermano Namjoon me dice Jungkook.

Antes de poder decir algo el sonido de su teléfono sobresaltó al ¿híbrido?, asustándolo y haciendo que sus alas se extendieran en una posición defensiva, tumbando un par de cosas a su paso.

—¡Tranquilo! —alzó sus manos con su móvil en una de ellas, mostrándoselo al chico para que viera que no era nada peligroso—. Es sólo mi teléfono ¿sabes lo qué es?

El peliazul asintió ahora un poco más relajado, plegando nuevamente sus alas hacia su cuerpo.

—Un teléfono celular es un dispositivo inalámbrico electrónico que permite tener acceso a la red de telefonía celular o móvil. Se denomina celular debido a las antenas repetidoras que...

—Sí, sí, eso mismo —interrumpió viendo en su pantalla el nombre de su mejor amigo. «Nunca habías sido tan oportuno, Tae», pensó tomando la llamada—. No te preocupes Jungkook, te curaremos eso enseguida.

—Duele —soltó Jungkook, pero en su rostro no había ni una pizca expresión, lo cual hacía a Jimin dudar un poco de lo que decía.

—Vuelvo ahora, por favor no toques nada ¿sí?

Jungkook solo asintió viendo a Jimin alejarse mientras le hablaba a su teléfono. Ladeó la cabeza con confusión, pero un rico aroma llenó sus fosas nasales distrayéndolo, y prácticamente, llamándolo a gritos a buscar de donde provenía tal delicia.

Llegó a la pequeña cocina sintiendo ese olor intensificarse y su estómago rugir en anticipación. Jamás en su vida había olido algo así. Vió el tazón encima de la mesa de una sola silla que había allí, y se acercó tragando saliva en exceso. Lo tomó en sus manos y olisqueó, abriendo los ojos feliz y llevando el recipiente a su boca.

Sintió una explosión de sabores invadir su paladar y rápido comenzó a comer lo que quedaba en el plato de manera desesperada, manchando un poco su cara en el proceso. ¡En C-Hy nunca había probado algo tan delicioso! Solo les daban comida tres veces a la semana y esta era una pasta homogénea e insípida de color grisáceo.

—Jungkook ya alguien viene a ayu... —se quedó inmóvil al verlo con todo el rostro embarrado de ramen y el tazón que se había servido anteriormente en sus manos—. ¿Tenías hambre?

El peliazul dejó el recipiente encima de la mesa con extrema velocidad y agachó la cabeza avergonzado, sintiendo sus mejillas muy calientes.

—Lo siento —musitó con un pequeño puchero en sus labios.

Jimin llevó una mano a su rostro evitando reír, Jungkook parecía un niño grande en ese momento. Se veía adorable a pesar de las grandes alas que adornaban su espalda y sus ojos escalofriantemente azules.

—Te manchaste toda la cara —se acercó a él negando levemente con una sonrisa en el rostro, tomando una servilleta de la vieja encimera y pasándola con suavidad por su rostro. Jungkook era un par de centímetros más alto que él, pero con ese gesto en su cara parecía un chiquillo de 13 años—. Te decía que un amigo viene a tratar tu herida.

Llevó sus ojos al brazo derecho del chico sorprendiéndose al ver que ya solo quedaban unas manchas de sangre, pero que la herida que inicialmente tenía allí había desaparecido por arte de magia.

—Ya no duele —soltó de lo más normal con una sonrisa.

—¿P-pero co-cómo...?

—Padre siempre decía que mi proceso de regeneración celular es cincuenta veces más rápido que el de un humano —comentó con cierto orgullo dejando al contrario boquiabierto.

—¿Humano? ¿Por qué hablas cómo si no lo fueras?

—Soy un híbrido de halcón.

—Aun así sigues siendo humano —refutó viendo al menor fruncir el ceño.

—Padre dice que no soy humano, solo el experimento 0-97.

—Tienes un corazón aquí dentro —aseguró poniendo una mano en su pecho y sintiendo latir el órgano con fuerza—, sientes y piensas igual que todos los demás, eso Jungkook, te hace tan humano como yo.

El mencionado alzó las cejas con rostro inexpresivo pero luego una pequeña sonrisa se abrió paso en su cara y asintió de acuerdo a lo dicho por el peligris.

—Bien, ahora déjame ver bien esto, no creo que se haya curado tan rápido —lo sujetó del brazo escuchándolo soltar un fuerte quejido.

—¡Cuidado! ¡La bala sigue dentro! —reprochó quitando su mano de un manotazo.

—¡Lo siento mucho! ¡¿Por qué no dijiste qué te habían disparado?!

Ok, finalmente el momento de histeria estaba llegando y Jimin hacia lo posible por respirar hondo y mantenerse calmado. Ya no era momento de entrar en pánico.

—¿Hum? Nunca me dijiste tu nombre —el ser alado lo miró ladeando la cabeza y expectante a que respondiera, dejando de lado la pregunta hecha por el mayor.

—Jimin, Park Jimin, ese es mi nombre.

«Bonito», fue lo único que pensó Jungkook al verlo sonreír.








Se suponía que no iba a publicar esto hasta que culminara una de las historias que tengo en emisión, pero no me aguanté.

¡Estoy emocionada por comenzarla!

Espero que le den mucho apoyo porque tengo grandes cosas pensadas para esta historia.

Besos 😘

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