La curiosidad mató al gato
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- Si supieras todo lo que sé, estarías de acuerdo conmigo -
Me siento en la terraza y observo el álbum de fotografías de cuando era niña. En una de ellas salgo con mi primer premio de la feria de ciencias, en otra con mi padre celebrando mi entrada en la universidad y en la última imagen de la página voy vestida con mi túnica de graduación, y a mi lado está una de mis compañeras de carrera, Vanessa, hace mucho que no hablo con ella.
Mi padre entra retirando la cortina, con dos cafés humeantes en las manos, me da el mío y coloca el suyo en la pequeña mesa con estampados de flores.
–Oh, estás viendo el álbum, aún me acuerdo de esa – señala una de las fotos – fue tu proyecto de final de carrera, era crear un mini clima de destrucción y luego con tus productos renovarlo en segundos ¿cierto?
– Sí papá, era como volver hacia atrás en el tiempo – le sonreí, me gustaba los días que podía ir a visitar a mi padre, y charlar con él, muchas veces estaba ocupada por el trabajo y no tenía el tiempo suficiente para hacerlo.
– Una pequeña decepción que al final no te dedicaras a la tecnología, con lo buena que eras en eso – me rio porque sé que lo dice de broma, él es uno de los mejores y le hubiera gustado que trabajáramos juntos.
– Que puedo decir, la bioquímica es mi pasión – le miro.
– Si, recuerdo que estábamos en el museo, y vimos la escultura del Capitán América, tú preguntaste quién era y yo te dije que era un súper-soldado aunque anteriormente solo era un pequeño adulto sin fuerza, tú querías saber cómo había logrado eso, y te pusiste a buscar por el museo la placa en la que lo explicaba – hace una pequeña pausa – en ese momento decidiste que tú querías ser mucho más que él, querías que te pasara lo mismo, que un increíble compuesto te hiciera la más poderosa, siempre he admirado tu ambición Olive, aunque a veces me pregunto si no quisiste ir demasiado lejos – gira su cabeza hacia mí, sus brillantes ojos verdes me observan.
– Solo era una niña papá, eso solo eran fantasías – intento mantenerme tranquila y cambiar de tema – por cierto, ¿qué tal el trabajo?
– Bien, la última entrega de materiales llegó lista para empezar a imprimir, ¿y el tuyo? – me pregunta.
– Muy bien – instintivamente llevo mi mano a mi cuello – estamos intentando tratar a las ratas con cáncer con un nuevo compuesto, haber si esta vez puede curarlas un poco.
– Tu madre estaría orgullosa de ti – frunzo el ceño, esa mujer no merece nada de mí–.
– No me importa lo que piense, ni siquiera le importas tú papá, si no jamás nos habría abandonado – nuestras conversaciones siempre van bien hasta que la nombra ella– debería irme ya, o llegaré tarde a trabajar.
– Olive... – me sigue por la casa.
– Ya hablaremos papá – abro la puerta y me voy.
Llego a mi apartamento hecha una furia y empiezo a organizar lo que debo llevar hoy al trabajo.
– ¡Hola madrugadora! –me recibe Chris, a lo que le doy una mala mirada – uy... Alguien no está de humor, ha vuelto a hablar de tu madre ¿no?
– Esa mujer no merece ni el sobrenombre de "madre" – escupo con rabia.
– Ya, lo sé, siempre es igual Olive, sabes que tu padre la sigue queriendo y... – me mira estupefacta.
– ¿Qué? – suelto de manera brusca. – Si supieras todo lo que sé, estarías de acuerdo conmigo.
– Tus ojos se han vuelto azules, muy muy azules, brillantes – me dice algo anonadada.
– ¿Qué? – me acerco al espejo que tenemos en la entrada de la casa, miro como mis ojos reducen ese color descrito por mi mejor amiga, y vuelven a su tono original. – ¿Estás segura? Yo los veo normales – digo, intentando disimular el hecho de que mi producto parece funcionar.
– Puede ser, tal vez necesite otro café – ríe – pero Olive, entiende que tú padre se enamoró y fue especial para él, aunque obviamente no haya sido una buena madre – me dedica una sonrisa y da un mordisco a su tostada con mermelada.
– Si, bueno, pero ya sabes que odio que en cada conversación tenga que mencionarla, de todas formas, da igual, debo irme, o al final llegaré muy tarde – sonrío a mi amiga y le doy un abrazo antes de salir.
Mientras espero al ascensor una imagen me sobreviene, las seis gemas resplandecen unas alrededor de otras y brillan en sintonía, se separan a través del universo, y luego empiezan su danza unidas de nuevo, la roja brilla con más potencia, intento agarrarla, una descarga eléctrica recorre mi espina dorsal y salgo de mi trance.
El ascensor está abierto delante mía, subo y en cuanto llegó al garaje me abro paso hasta mi moto. No estoy segura de poder llevarla después de que esas malditas baratijas entren en mi mente de forma prácticamente regular, pero me pongo el casco y subo a ella, echo un vistazo a mi reloj, si me doy prisa puedo pasar por la biblioteca antes de la hora de entrada, arranco la moto.
Llego a la biblioteca justa de tiempo, tengo media hora para encontrar lo que sea que debo encontrar y llegar al trabajo a la hora.
– La sección de historia, magia, mitología – leo mientras recorro los pasillos, es qué no hay ninguna que ponga "las seis putas gemas de colores de tus sueños"
– Fantasía, ciencia ficción y artefactos poderosos – leí, probaré por aquí.
Quince minutos buscando y nada, estoy loca, esa será la verdad. Doy un golpe a la estantería y de la parte de arriba cae un libro, lo recojo y al darle la vuelta veo su portada, seis gemas colocadas en circular como las de mis sueños.
– Así qué estabas ahí, maldito libro –.
"Los seis cristales elementales o las seis gemas del infinito, son unas piedras especialmente poderosas que controlan cada una de las aptitudes del universo, estas fueron supuestamente creadas en el estallido de energía del Big Bang y cada una se ocultó en un lugar propicio, pues nadie nunca debía juntar las seis de nuevo, obviamente esto solo son cuentos chinos escritos por un loco que..."
–Genial, unos cristales elementales que controlan el espacio-tiempo me llaman, esto es una puta locura – susurro desesperada.
Cojo el libro, lo alquilo para llevármelo y voy a mi empleo.
Entro por la puerta del laboratorio saludando a Sarah y a Luke, mientras voy a mi puesto, en él empiezo a colocar los productos y las hojas de valoración y cálculo.
Mientras apunto las reacciones de las ratas a la fórmula química de hace unos días una persona me abraza por los hombros.
– ¿ Qué tal llevas el día Oli ? – me dice Luke, usando mi apodo.
– Bueno, no han pasado ni tres horas desde que me he despertado y todo lo que ha pasado ha sido más que suficiente – le sonrío – ¿Qué tal tu día ricitos?
– Era aburrido hasta que has llegado – le miro a los ojos, ¿soy yo o mi querido amigo me está tirando ficha?
– Anda, vuelve al trabajo, tenemos mucho que hacer – le digo, suelto una risa.
Unas cuantas horas después tenemos el descanso para comer, por lo que voy a la cafetería y compro una de las muchas comidas predeterminadas del menú. Me siento y en unos segundos aparece Strange enfrente mía.
– Ya estabas tardando – hablo, con un índice de reproche.
– ¿Qué, ahora no puedo ni saludarte? – sus ojos azules se fijan en los míos.
– Ve al grano, ¿qué quieres Strange? – sigo comiendo, casi sin mirarle.
– ¿Por qué siempre que vengo supones que quiero algo de ti? – le miro y mis cejas se levantan, ¿En serio está preguntándome eso?
– Siempre que vienes quieres dos cosas, o que te ayude a adelantar trabajo, o que nos acostemos y dudo que quieras que lo hagamos en una mesa en mitad del comedor. – le sonrío de forma sarcástica.
– Está bien, necesito que adelantes las pruebas de análisis de la paciente de la 608 – me mira, no parece suplicante, es más como una orden.
– Vale, pero ¿qué saco yo con eso? –.
– Está vez nada – mi mirada se vuelve agresiva.
– Me deberás un favor Strange – le digo.
– Ehh, tus ojos... – hace una pausa y me relajo, parece que esto es más que una señal de que mi experimento está funcionando – Da igual lo habré imaginado, solo un favor Dahlian, solo uno –.
– ¡Es un gusto charlar contigo Doctor Strange! – le grito, mientras sale por la puerta.
Pasa la tarde, termina mi jornada, cojo el tubo de reserva del experimento de ayer y me lo llevo a casa.
Al llegar tengo una agradable charla con Chris sobre su trabajo, es una gran informática y en secreto, de la mejores hackers del mundo, de pequeña hackeó el Pentágono y la NASA, además de casi colarse en los archivos digitales secretos del gobierno, por eso estuvo varios años en un correccional y allí nos conocimos. Vivimos juntas por nuestra amistad y porque la adoptamos, Chris es huérfana desde los cinco años.
Guardo la nuestra en la caja fuerte secreta, protegida por un encriptado que codificó Chris y cierro el armario.
Seguidamente voy a darme una ducha, el agua cayendo gota a gota me relaja, hasta que de nuevo entran en mi cabeza.
Esta vez solo hay tres de esas gemas, los otros tres cristales se ven lejos, muy lejos, la piedra roja brillante ilumina todo de una manera intensa, su luz hace que tenga que cerrar los ojos, varias galaxias giran alrededor de otras unos planetas orbitan al compás y se unen por unos segundos, para después separarse. El cristal rojo se acerca hacia mí, está vez no quiero tocarlo, pero mi brazo se extiende de forma involuntaria y agarro la gema, que hace que me aparezca un fuerte dolor de cabeza y abra los ojos.
Salgo de la ducha con rapidez y me visto. Cojo mi portátil y busco información sobre una unión de mundos, pero solo me aparecen teorías absurdas, sin darme cuenta me quedo dormida.
La gema roja vuelve a salir en mis sueños, brilla cada vez más, ¿intenta decirme algo?
– ¡Londres! – grito cuando ese cristal me deja escapar de mis pesadillas.
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Hasta aquí el primer capítulo hermosas lectoras.
Darle love :3
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