Especial de Chris {Washington D.C.}

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—¿Física o emocionalmente? —

Unas horas después Brooklyn tocó la puerta de un pulcro blanco con cierta violencia, con las manos sudando, sintiéndose ansiosa, nerviosa y con ganas de acurrucarse con su vieja amiga y no salir de allí jamás.      Extrañaba los tiempos en los que no debía temer a una conversación reveladora, o cuando Chris se conformaba con los vagos “Estoy bien” que le daba por contestación luego de cada sesión. En cuestión de segundos la única puerta blanca del pasillo se abrió, con el rostro somnoliento de Ezio asomándose por la pequeña grieta de abertura, con ojos bien abiertos y alertas, hasta que se tornaron aburridos y recelosos al verla.

—Ah, eres tú —.

   
Brooklyn hundió las cejas, confundida por el rechazo, o más bien la indiferencia de su pequeño sobrino, pero tampoco quiso profundizar en el tema en esos momentos. Tenía una teoría firme sobre la fuente de alimentación donde se originaba ese desprecio y eso solo la puso más ansiosa. La Edwards despachó a los dos niños del cuarto con rapidez, eran niños, hacer que le perdonasen un pecado era más sencillo que lograr que lo hiciera un adulto.  Escuchó los pasos de ambos bajar por las escaleras, y observó unos segundos a Chris profundamente dormida.    Respiró hondo mientras se dirigía al baño, dispuesta a lavarse de la cara las gotas secas de sangre que la adornaban.

El ruido que Brooklyn hacía en el baño despertó a Chris, que entre el dolor físico y emocional que había sentido las últimas 24 horas cualquier cosa la ponía alerta. Cuando estuvo consciente de su entorno no tardó en notar la ausencia de los niños a su lado, y de la presencia de alguien en el baño. Esperó paciente, algo alerta, paranoica a que se tratase de alguien más enviado por El Círculo o Hydra dispuesto a matarla, pero de aquella habitación sólo surgió Brooklyn,  secando su cara con la tela de su blusa.    

Se quedaron mirándose, analizando el estado de la otra.    Por un lado estaba Chris, sentada a medias sobre el colchón, con un pijama adolescente, una venda en su vientre, los avellanas ojos enrojecidos de llorar hasta dormirse y una expresión entre cansada y adolorida. 
Por otro estaba Brooklyn, de pie, a tan solo centímetros fuera del umbral, con la ropa completamente negra manchada en ciertas parte de un rojo que se camufla, con los ojos verde y marrón luciendo cansados y ensombrecidos, con la cara neutra, casi distante, pero con una amabilidad que intentaba meter a la fuerza en sus rasgos.

—Hola —murmuró, forzando una sonrisa relajada.

—Hola  —Susurró Chris de vuelta, mostrando una sonrisa ladina sincera—  ¿Qué te ha pasado? —preguntó, haciendo referencia a su aspecto sucio y desaliñado, y fijándose en la heterocromía que mostraba Brooklyn sin penas.

Aquella que le había negado hace unos días.

—Que no me ha pasado, mejor dicho  —ella suspiró agotada, sintiendo la valentía necesaria para terminar de entrar en el cuarto. Tampoco era como que podía escapar al baño y encerrarse para evitar la conversación, pero todo el habitáculo se sentía como terreno peligroso— ¿Cómo te sientes?

—¿Física, o emocionalmente?    —Contestó la chica, tal y como había hecho su amiga con la su pregunta, tumbándose de nuevo.   No quería que los puntos se abrieran de nuevo y esos recuerdos horribles se apoderaran de su mente otra vez. No quería verse tan débil.

—¿Cuál de las dos evita una conversación profunda sobre el innegable pasado oscuro de tú amiga?  —bromeó, sacando una silla giratoria del escritorio para arrastrarla hasta estar al lado de la cama, luego se sentó— Lo siento —sonríe apenada— sé que ambos malestares son culpa mía —.

—No tienes la culpa de los míos, yo fui la idiota, debería haberte obligado a decirme la verdad y no a ayudarte a esconderla. Y en fin, por lo demás solo me queda aceptarlo  —habló, fijando sus ojos en los de Brook, más concretamente en el hermoso verde selva que adornaba uno de ellos.

—No la escondo, sólo... —arruga la nariz—... La omito. —suspira, aquello sonaba igual de mal—   No quería que te sintieses responsable de nada, tampoco culpable.  O —las palabras de Natasha llegan a su mente— que me odiaras.

—Ya me siento casi completamente responsable de todo, culpable ya te sientes tú, pero, jamás te odiaría Brook, solo... —respiró profundo, cambiando su mirada al techo—...    Sabes que odio las mentiras —la mira con el ceño fruncido— desde siempre.

—Lo sé, el momento en que decidí que mentirte era lo mejor sigue siendo una de las incógnitas de mi vida. —se recuesta en la silla—  Tal vez estaba drogada en ese momento.

—Si estabas intentando hacer una broma con eso, deberías haber elegido otro momento y otro tema —dijo, casi en un tono de rencor, aunque en absoluto quería que sonara así— ¿Por qué? —.

— ¿Porqué qué? —.

— ¿Por qué me lo ocultaste? El Círculo, Hydra, tu familia... ¡Todo! —exhaló fuerte— Yo te conté absolutamente todo sobre mí, hasta mis peores pesadillas, y ahora resulta que tú eres un maldito iceberg del que apenas sé la punta —los ojos de Chris se fijaron en los de Brooklyn, acusatorios, buscando ansiosos respuestas a todas sus dudas que no podía responder por sí misma.

Brooklyn abrió la boca, sorprendida, sin esperarse todas esas preguntas, tan seguidas, en tan poco tiempo. Deshechó su idea de descansar por esa noche, pues aparentemente donde sea que iba le esperaba un drama de ciencia ficción dispuesto a incomodarla y activar su paranoia más enferma.

—Tú vida estaba bien sin saberlo. Joder, éramos unas mierdas de adolescentes pero aún así éramos felices, y prefería que creyeras que trabajaba o robaba para el reformatorio que te enteraras de lo que realmente pasaba bajo tierra —.

Christine se incorporó lo que pudo, intentando darse una mejor apariencia, a pesar de las pequeñas punzadas de dolor.

—Entonces, ¿Qué pasaba de verdad allí abajo? —preguntó incrédula ante las palabras de su amiga, por mucho que tuviera una ligera idea por propia experiencia, ella llevaba mintiéndole desde que se conocían, y aún así, seguía confiando en ella.

Brooklyn negó con la cabeza.

—No, Chris.  No te haré eso —.

—¿Qué? ¿De verdad piensas seguir mintiéndome? ¿Piensas que aguantaré con la boca cerrada durante toda mi vida sin preguntar nada? —la chica perdía los nervios, odiaba discutir con su amiga, pero nunca había estado tan harta de los secretos, y el peso de esos en particular la estaban ahogando— Te equivocas profundamente si crees que haces algo bueno al ocultármelo, al protegerme de algo que siempre pido:  sinceridad —.

—No te estoy mintiendo —refunfuña Brooklyn, hundiendo las cejas—  Sólo oculto información eso no es mentir. —alza las cejas— Y creeme, tú no quieres vivir sabiendo lo que yo sé, Chris. ¿Por que no sólo olvidamos esto...?

—¡No!  —interrumpió Christine, con los ojos aguándose, parecía que últimamente era más propensa a estallar en llanto— ¡Deja de intentar decidir en mi vida! No te he pedido si crees que es bueno contármelo, te he pedido que me lo cuentes, no quiero ni que me mientas, ni que me ocultes información.  No más.  —habló firme, parpadeando para que sus lágrimas en formación no salieran.

—¡De acuerdo! —exclamó con el ceño fruncido. Ahí iba su impulsividad— ¿En serio quieres saberlo, Chris? ¿Segura que quieres conocer la verdad? ¿Segura que te puedes enfrentar a ella? —.

—Mejor la cruel realidad que una dulce mentira —respondió a su amiga. Ya estaba perdiendo los nervios Edwards, como siempre.

—¿Sabes lo que significan las siglas IRTE? ¿lo sabes Chris? —.

—Las dos lo descubrimos esa puta noche Brooklyn —contestó— No actúes como si no te acordaras —.

—¿Entonces qué quieres, Chris?  —suelta con desesperación—    ¿Que te diga explícitamente que experimentaron conmigo como si fuera un jodido ratón? ¡Pues eso hicieron! —levanta las cejas y agita las manos— ¡Sorpresa!  —espeta, con un sarcástico tono de emoción— Me inyectaron cuánta porquería pudieron para hacerme más veloz, más fuerte, más ágil, más linda, más joven. Me convirtieron en su puta muñeca y se aseguraron que fuese perfecta —.

»Me obligaron a aprender cada paso de Ballet para tener el delicado porte de una bailarina y si me equivocaba en un mínimo gesto los castigos eran tan severos como los que le darías a un esclavo. Me obligaron a saber cada punto débil del cuerpo humano, me obligaron a entenderlo ¡con metáforas! ¡Me obligaron, me obligaron y me obligaron otra vez! Y cuando se aseguraron que era perfecta, me llevaron con él »

La chica atendió estupefacta a las impactantes declaraciones de su amiga. Si, era horrible todo aquello, pero, ¿de verdad no pensó que contándoselo podrían sobrellevarlo juntas? ¿Hacerlo más ameno? ¿Detenerlo, incluso?

—¿Él? —Había dudado antes de preguntar, tenía unas cuantas preguntas más, como que si era aquello de lo que volvía tan exhausta al atardecer, pero, la respuesta era obvia. Así que optó por la parte en la que requería una confirmación, aunque la respuesta fuese también ligeramente obvia, necesitaba oírlo salir de sus labios.

—Es obvio ¿no? —soltó una risa nasal amarga—  De doce jóvenes fui la única superviviente a las experimentaciones, las pruebas, los entrenamientos y la presión —enumeró con los dedos— Mi propósito fue llenar el agujero que dejó Natasha al escapar de la parte de la KGB que estaba con Hydra. Tal vez volverme un Soldado sin memoria, incluso la compañera del maldito mercenario, no lo sé —.

A Letchs se le escapó una lágrima que limpió con rapidez antes de que Edwards la viera.     Le dolía en el alma,  todo lo que podía afectarse por las palabrad de Brooklyn era afectado.      Todo lo que le contaba, todo lo que decía su amiga, le parecía tan imposible. Y de pronto se preguntó como pudo ser tan ciega e ignorar las señales, aquellos reflejos mejorados, aquella repentina cutis perfecta, aquella ocasional paranoia al tacto y reacciones bruscas cuando la sorprendía.  Se sentía mal, sobretodo porque en sí no le hacía daño a ella, Brooklyn se lo hacía a sí misma ocultándolo, manteniendo todo eso consigo.   Hubo segundos de silencio para procesar la cruda verdad, y la mente de Chris formuló la pregunta del millón.

—¿Por qué de entre todo el Reformatorio, tú? ¿Por qué no yo? —susurró, observando sus ojos.

—Porque así lo quise yo —desvío la mirada, no queriendo ver los ojos de Chris cuando le confiese lo que había hecho—  En cuánto me enteré de que planeaban meterte en esa locura me esforcé por opacarte. Demostré cada requisito para ser la nueva Viuda Negra, y lo mejor, resalté que tenía un punto de manipulación para que me pudiesen controlar. —Encoge los hombros— Todo salió perfecto. Tú nunca tuviste que sufrir sus actos extremistas, y a mi no pudieron sacarme del reformatorio hasta más adelante. Estuvimos juntas que es lo que importa —.

—No...  —la morena negaba con la cabeza, prohibiendo a su mente el procesar esas palabras.  Todo era tan malditamente culpa suya, todo lo que había sufrido su mejor amiga, era su culpa—    No, no —se acercó a Brooklyn y la abrazó, enterrando su cabeza en el cuello de esta— Lo siento... —se sinceró  Le dolían esas afirmaciones, le quemaban por dentro.  No soportaba las mentiras de Brooklyn y no estaba de acuerdo con sus razones y comportamiento, pero tal vez si hubiera sabido lo que pasó después de su ida no habría tenido que arriesgar su vida, sabiendo que la de los ojos avellana tarde o temprano sería alterada.

Los abrazos eran su debilidad, su kryptonita. No pudo aguantarse las lágrimas cuando tenía a Chris abrazándole luego de casi haberla perdido por una bala y sus mentiras. Le regresó el abrazo, mientras sus propias lágrimas mojaban el hombro de la morocha y Brooklyn se permitía soltar el llanto que retuvo esos años. Aquella información era la punta del iceberg, la superficie de una historia compleja, y esa historia se la llevaría a la tumba. No revelaría nada más, lo básico estaba ahí, ella no tenía porqué saber los detalles extra.   Brooklyn tampoco quería saberlos.

—No tienes que disculparte —dijo, con voz aguda e infantil por el llanto— Fue mi elección.  Escogí salvarte de esa tortura y no me arrepiento —.

—No, no debí haberte dejado, debí haberme dado cuenta —soltó un débil sollozo—  No debí ser tan inocente y creerte a la primera, podría haber estado contigo, ayudarte... —suspiró.

—Hey, no todo es malo. Ahora puedo hacerle frente a la Asesina rusa y creeme que es cabrón saberlo.  —rió—  Y a Rogers puedo patearle el trasero, lo cuál se está buscando desde hace rato. No me gusta como te mira —.

La rizada frunció el ceño al oír a la chica hablar de la pelirroja, y se preguntaba si debía ser sincera sobre lo que sabía de ella con Brooklyn, lo que a veces la acosaba por las noches, sobretodo esas últimas dos semanas, con la culpa de estar ayudándole indirectamente.       Por otra parte, la sombra no le duró mucho en el rostro, pues le cambió drásticamente la cara al escucharla hablar de Rogers. Se le iluminaron los ojos, y en sus mejillas aparecieron ciertos y suaves colores rojizos.

—¿Por qué? ¿Cómo me mira?      —la chica enrojeció un poco más, separándose de la azabache para volver a su posición semi-sentada en el colchón.    No debía forzar la herida, tomó la pulsera que llevaba en la muñeca, la sacó y se puso a juguetear con ella, nerviosa, mientras sonreía discretamente.

—Como yo miro la pizza, con ganas de comérmela enterit.. ¡Estas sonrojada! ¿Por que estas sonrojada? —entra en lucidez— ¡Te gusta el fósil!  Ya no son bromas, en serio te atrae —abre los ojos sorprendida— Eso no lo vi venir —.

—¡No! Eso no es verdad   —dijo Letchs, intentando mentalizarse para dejar de llevar esos colores en su cara, sin embargo, le había encantado la descripción que había hecho Brooklyn con respecto a la forma de mirarla.    Si, a veces ella lo sentía así, pero pensaba que el Capitán era demasiado tímido como para actuar, ella tampoco era tan lanzada, así que existía esa pequeña barrera entre ambos.   Consiguió bajar los fuertes colores, solo para segundos después estropear de nuevo su ineficiente mentira mordiéndose el labio.

—No hace tanta calor para que te quieras comer la paleta, Lechts. Por favor —Carcajeó la de ojos de distinto color, con bastante picardía.

—¡Oye! —agarró la almohada de detrás de su espalda y comenzó a golpear a Brook con ella— Que ya te he dicho, que no me gusta —rió, dándole un golpe con la almohada en cada palabra— ¡No te burles de mí!

Brooklyn estuvo dispuesta a seguir riéndose, hasta que recordó el estado herido en el que estaba la contraria. Le arrancó la almohada de las manos, mirándola con los ojos bien abiertos.

—¡Chris no! —exclamó alterada, cogiéndola de los hombros— ¿Pero tú eres estúpida o te parió un teletubie? —le mira el vientre, alarmada. Pero no había signos de una ruptura, por lo que se calmó un poco.

—Hey, tu sobrina me ha hecho ahí algo muy doloroso, más valía que aguantara, aunque duele un poquito —rio ante la reacción de su amiga, pero paró rápidamente al notar un pequeño pinchazo—.  Mejor no me rio —sonrió.

—Cierto, mi sobrina.  Uhm, yo... —se rasca la frente, justo como había hecho Ezio minutos antes—... No sé ¿te presento a mi familia...? Adoptiva, claro. Soy la intrusa en éste lugar —rió a medias, algo incómoda. Por alguna razón se le complicaba expresarse con respecto a eso, tal vez algo extraña al confesar tener una familia mientras Chris solo la tenía a ella... Y a esa Olive.

—Me encantaría, pero no puedo levantarme, creo, además doy vergüenza con este pijama —le dió una mirada acusatoria.    Seguramente era de Brooklyn, le gustaban los pijamas ridículos—    Y ya conocí a Ezio, un amor por cierto, y a Michelle.

—¿Viste sus ojos? —.

Brooklyn la observó entre curiosa y preocupada.   No estaba asustada, Chris era un amor y sabía que aún cuando los ojos le sacaron un pedo del susto actuaría dulcemente con él. No, a lo que temía era a la reacción de Chris ante los mutantes que tenía por familiares.

—Si, es muy amable, y sus ojos son hermosos, no entiendo porque los tiene así realmente, excepto que dice que son de su padre —la joven sonrió un poco— y su hermana es demasiado sincera, pero me ha salvado la vida, así que también me cae genial. Vivir con esos dos diablillos debe de ser divertido —suspiró enternecida.

Brooklyn entendió en ese momento que a Christine no le importaba si eran mutantes, dioses o extraterrestres lo que tenía por familia, pues tenía una y para la de pelo rizado eso era un bien tan preciado que daba igual de que tipo fuera, mientras quisieran a su amiga. La morocha sonrió, más relajada, y soltó una risita.

—Son el diablo, aunque no lo creas.  Si no me ves casada es porque me han espantado a los pretendientes los muy hijos de su explosivo padre —.

La chica rió de nuevo y tuvo que parar por un nuevo pinchazo.

—¡Que no puedes hacer que me ría!  —ordenó, sonriendo— Y no te preocupes que de que te cases me ocuparé yo personalmente — alzó las cejas, pícara.

—¿Algo de qué preocuparme? —levanta las cejas, mirándola con intensidad y expectación.

—No sé, le preguntaré a Steve si tiene algún amigo para presentarte  —habló sin pensar, para darse cuenta segundos después de que había sonado como si Steve y ella fueran una pareja que buscaba pretendiente para su amiga soltera—  Bueno, mejor olvida eso.

Pero era muy tarde, Brooklyn ya tenía una sonrisa enorme en el rostro, casi imborrable, llena de picardía y encanto con la situación. No conocía a Steve, pero conocía a Chris, y si Steve resultaba ser lo que ella esperaba, definitivamente los querría juntos.  Tendría que hacer una confirmación, una evaluación por propios ojos para asegurarse, pero eso era lo de menos.

—Lo guardaré para usarlo a mi conveniencia luego —optó, descarada

—¡No! Ha sido la anestesia o los analgésicos, yo no dije esa estupidez —contestó a su amiga, dándose golpes contra su mano.  Definitivamente era estúpida, vale, si, puede que de alguna manera le atrajera gratamente el rubio, pero, se conocían de apenas dos semanas y dos días, por muchas cosas que hubieran vivido juntos durante ese tiempo, y era, demasiado... Idílico, sentía que en cualquier momento saldría de esa ensoñación, por eso prefería no apresurarse. No quería perder de nuevo a alguien que llevaría su corazón entre las manos.

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De nuevo aquí, decidme si os ha gustado el capítulo.

Bueno, louismoraj ya sabes que el mérito como siempre es tuyo :3

Darle love 💣❤️

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