Especial de Chris {Washington D.C.}
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— No, ahora no, por favor —
Siendo literales, tal vez pecando de extremistas, el reformatorio era la cárcel de los adolescentes. O al menos, aquel reformatorio en Georgia lo era. Una bonita cárcel adornada de gran casona donada por una familia rica a la noble causa, con un frondoso bosque detrás, que bajo sus gruesos troncos, y entre sus verdes hojas, ocultan montones de secretos. Secretos tan perversos y perturbadores que uno nunca se imaginaría que suceden en un sitio dedicado a colocar nuevamente a los adolescentes descarriados en un buen camino para que sean ciudadanos del bien mañana. Y es que hasta el comportamiento de ésos jóvenes reclusos te hacían complicada la tarea de pensar que eran abusados, explotados, doblegados o demás.
Claro, las apariencias engañan. O el secreto estaba más a lo profundo, siendo más turbios, e ingeniosos, para que sea imposible que los visitantes noten que en aquella casona hay detalles, hay sufrimiento, hay trata de blancas, hay mucho, mucho más que ese aparente aire armonioso de familia en recuperación que venden con éxito a los extranjeros a la casona.
Lo cierto es que desde el trato a sus ingresados, los guardias en las esquinas, los castigos severos, la comida de aspecto dudoso, las actividades de corrección de carácter, y sus ocupantes, ésos que hacían mover todo, los protagonistas de aquella pesadilla, aquello era una cárcel. Una podrida y violenta Cárcel, llena de futuros criminales, o escoltas de mafiosos, sin embargo, de no tener el don, futuros vagabundos, difícilmente saldrían de allí hombres y mujeres emprendedores, drogadictos y prostitutas están asegurados. Después de todo, es todo lo que mucho de esos adolescentes conocen: drogas y sexo. Quizá, era de los lugares del mundo al que nunca querrías ir, y Letchs y Edwards estarían de acuerdo contigo.
La alarma no se calla. Las luces siguen parpadeando, y a estas se les une un foco rojo con tal de acentuar la advertencia de la situación; una red desconocida está intentando apoderarse del control de su sistema operativo, y si lo logra, tendrán acceso y completo control a todas las funciones del búnker, incluyendo el abrir y cerrar de la entrada principal, lo cuál sería fatal, pero no inevitable. En el fondo, los cuatro sabían que aquello ocurriría, sin importar que tan buenas hacker's sean las dos azabaches presentes, el precio a pagar por esos condenados archivos era una confrontación con el personal de la organización que actualmente se había vuelto híbrida. Nadie sabía donde comenzaba SHIELD, o terminaba Hydra, así que la paranoia completa era la única opción.
Christine, por otro lado, no podía ocuparse de ser un obstáculo para parar el hackeo del búnker, se encontraba al lado de Brooklyn, abrazándola, sintiendo como la acelerada respiración de ella se va calmando, y sus lágrimas mojan la tela de su suéter. Lechts se sentía tan confundida, tan descolocada con el suceso tan brusco y repentino de las cosas. Bien se esperaba alguna reacción negativa de Brooklyn luego de insistirle, sabía que la pelinegro era impulsiva, sabía que no le gustaba que le insistiesen, pero un ataque de pánico nunca estuvo en sus planes, nunca. Había sido una sola mísera ocasión en la que la había visto sufrir uno, una única vez la vio tan vulnerable, y eso era cuándo aún eran adolescentes, pertenecientes a un reformatorio en Georgia.
—¿Cómo pude dejar que pasara? — gimotea Edwards, con voz arrepentida y pinchazos constantes en el estómago — ¿Cómo pude dejar que me ganaran? — volvió a murmurar, perdida en su fracaso causado por algo tan estúpido como la fuerza de emociones encontradas. Estar en un duelo emocional nunca había significado un obstáculo para ser efectiva al infiltrarse, había sido entrenada para que las emociones no le afectasen, ¿cómo mierda se permitió olvidar algo tan esencial?
La alarma se calló de pronto, las luces se pausan, manteniéndose en únicamente luz, y la tranquilidad regresa a la habitación, dándoles un respiro a ambas morochas de tanto ajetreo y bullicio. Christine se alejó unos centímetros de Brooklyn y se colocó frente a ella, quedándose semi agachada, apoyada parcialmente sobre las piernas de la pelilargo para no caer de espaldas y mantener el equilibrio. Sus ojos avellana se encontraban llenos de preocupación y curiosidad, preguntándose que había pasado por la cabeza de Brooklyn que pudiese haber provocado un ataque de pánico. Se le encogía el corazón de sólo pensar que aquello podría haber ocurrido antes, y que ella, siendo lo malditamente orgullosa que es, haya tenido que enfrentarse a ello sola, sabiendo que con una llamada la rizada estaría en su puerta, aunque quizá debería haber sido ella la que debía buscarla.
Quería interrogarla, quería sacarle todas las respuestas necesarias para entenderla, y así poder ayudarla, pero aunque ya tuviera las preguntas por orden de inofensivas a severas, no consideraba que Brooklyn estuviese apta para responderlas, aparte de que no quería volver a causarle otro ataque de pánico, del cual se sentía muy culpable, pues la necesitaba clara y serena para resolver el problema que se les había formado por el descuido.
— No, no lo hiciste Brook —le negó, tratando de reconfortarla— no lo hiciste. Yo te presioné — junta los labios, sintiendo la culpabilidad revolviéndole las tripas — yo te presioné y no debí haberlo hecho. Fue culpa mía, no tuya — decía Chris, intentando tranquilizarla—. Yo te desconcentré vale, fui yo, no tú —.
Pero Brooklyn no lo creía. O no quería hacerlo. No importa la situación, no importa que tan herida ella estuviese, ya sea física o psicológicamente; los fallos no son tolerados, y no hay excusas para justificarlos, nada puede enmendar un error, aún cuando las consecuencias inmediatas se resolvieran, la reputación a largo plazo se vería por siempre afectada, y eso no se podía tolerar. Brooklyn no iba tolerar un fallo, menos si era suyo.
La puerta se abrió de repente, y Steve entró, con el característico escudo de líneas rojas en mano y la expresión enfurecida. Su frente brillaba con pequeñas gotas de sudor y su cabello corto estaba despeinado, viéndose puntiagudo. Sus pasos firmes y acelerados resonaron en todo el salón con fuerza, haciendo imposible que Brooklyn lo ignorase como pretendía. Lo que menos querría la hacker era tener que enfrentarse a su mirada severa, ya sabía que la había cagado, no quería recordatorios.
— Nos encontraron —.
¡A la mierda lo anterior! Brooklyn miró a Steve boquiabierta, mientras su corazón se aceleraba y su autodesprecio crecía, sin poder evitarlo. Se levantó de golpe, casi tirando a Christine de no ser porque ella colocó su palma en el piso antes. Avanzó hacia el enorme ventanal colocado en el pectoral izquierdo de Lincoln, siendo el cristal camuflado como piedra por un holograma; Soltó un improperio en ruso cuando vio las numerosas camionetas negras de las que descendían agentes de negro cual hormigas cuando destruyes su colonia de una patada.
Oh, mierda. Sí que la había cagado.
— No, ahora no, por favor —le susurró Chris a la nada, desesperada, sabiendo lo que causaría en Brooklyn. Se levanta del piso y se acerca a Steve, con sus bellos ojos suplicantes — Dame un minuto. Consígueme un solo minuto Steve, por favor — pidió, rezando porque en ese tiempo la hubiera aceptado un poco.
Steve negó con la cabeza, reacio a cumplir la petición que le hizo la otra morena. Hacerlo sería un suicidio, o un explícito "Venid, a atrapadme" que él no estaba dispuesto a dar.
— Un minuto se tardarán ellos en llegar aquí —refutó— ya no hay tiempo, hay que irnos.
—Estamos... —se lleva una mano a la frente — a punto —baja la mano a la altura de sus pechos, mirándolo— de conseguirlo —le aseguró, sin que haya mentira en sus palabras— Solo trata de entretenerlos. Solo un minuto — volvió a intentar.
Steve miró a Chris, con duda, oyendo los pasos de los Agentes afuera gracias a su oído desarrollado. Casi sintiéndoles, estando cada vez más cerca, influenciando sus pensamientos, sus decisiones. El riesgo de quedarse ahí metidos, en ése especie de laberinto, por más tiempo con un mini ejército preparándose para arrestarlos en la puerta, era inminente, pero tampoco podía negarle a las dos pelinegras un mísero minuto. Era el Capitán América, podía deshacerse de un par y con la ayuda de una Agente especializada como Natasha, aquello era mucho más seguro. Podía permitirse, permitirles, un minuto, tal vez más, pero a diez minutos no llegaba, ni siquiera a cinco, así que tan solo esperaba que les bastaran dos, porque de lo contrario se habrían arriesgado para nada, porque más no podría conseguir.
Suspiró.
— Trataré de conseguirlo —cedió, y los ojos de Chris brillaron esperanzados— Pero si no regreso en dos minutos, se van —ordenó, sin dar espacio a réplicas. Por supuesto, estaba arriesgando su vida y la de montones al exponerse a un encierro, pero, nuevamente, quería confiar en ellas.
Tal vez no debería hacerlo, pensaba Brooklyn, distraída, contando la cantidad de agentes, y fijándose en unos en especial.
— я умру (voy a morir, ruso) —murmuró.
—De acuerdo. —asintió frenética Chris, aceptando los dos minutos.
Steve asintió una vez y regresó sobre sus pasos, abandonando la sala mientras se mentalizaba de que caminaba hacia una exhaustiva, y puede que vencida, pelea.
Por otro lado, Chris, siendo precavida, se apresuró a cerrar las puertas, colocándole seguro a clave y volviendo la amplia habitación una especie de búnker improvisado, pero efectivo. Luego, trota hacia Brooklyn, que en ése momento compartía miradas fijas con uno de los Agentes que vino esposado, el más alto de los dos, pero más delgado en musculatura. Su mente venenosa le repetía que cada golpe y muerte era culpa suya, por ser descuidada, y la mirada fija de aquel Agente así se lo confirmaba.
Chris la obligó a voltear hasta que quedaron de frente, y Edwards la miró, descolocada, culpable, con ojos ligeramente perdidos.
— Escúchame, por lo que más quieras en este mundo Brook, escúchame, no oigas a esas voces, no quiero que las oigas —suplicó, mientras agitaba suavemente su cabeza, queriendo sacar la voces venenosas que llevaba en su cabeza la canadiense — ¿Te acuerdas de la última vez que pasó esto, verdad?
❛❛❛ Los pasillos son oscuros, lo cuál es natural, son las dos de la madrugada y todos deberías estar durmiendo. Deberían. Eso no significa que ocurriese, como ejemplo, aquél grupo de jóvenes niñas adolescentes que caminan por los pasillos solitarios, tratando de ser silenciosas, aunque no lo logran, pues algunas sollozan, y otras hablan bajito tratando de calmarlas, asustadas de recibir algún castigo por dejarse notar. Al final del grupo estaba ella, caminaba cabizbaja, silenciosa, y sus pasos no se oían en lo absoluto. Sobre su cabeza una capucha ocultaba la mitad de su rostro serio, y su larga cabellera negruzca se encontraba divida en dos, cayendo por delante de cada uno de sus hombros, con las puntas rozándole las caderas. Aquello no era más que el regreso a los cuartos luego de un adiestramiento en la Habitación Rosa, cada dos noches a la semana ella debía oír los sollozos de sus compañeras heridas, y el miedo de las otras mientras intentaban callarlas.
También estaba herida, y por ello sus manos estaban vendadas tanto, como si tuviese guantes. sentía cada segundo el maldito ardor de dos rajadas en su palmas, pero no lloraba, no se quejaba, no hacía muecas, se limitaba a centrarse tanto en el dolor que terminaba convirtiéndolo en algo cotidiano, normal, haciendo de él un amigo fastidioso, por lo que psicológicamente el dolor deja de ser tan importante hasta reducirse a nada.
Además, le servía tener cada uno de los sentidos anulados para centrarse en el funcionamiento de sus oídos, percibiendo la más mínima llegada del viento o el más mínimo ápice de movimiento. Pues se distraía del ardor en sus palmas.
—En ésta ocasión se ha pasado —murmuraba una de sus compañeras, gimiendo mientras se tocaba el hombro, donde le habían azotado con una fusta de cuero negro. Se había equivocado en un giro por culpa de otra compañera que la había empujado.
« Los fallos no son tolerados, y no hay excusas para justificarlos, nada puede enmendar un error, aún cuando las consecuencias inmediatas se resolvieran, la reputación a largo plazo se vería por siempre afectada, y eso no se podía tolerar » le había dicho La Maestra cuando vio la expresión de esto es injusto que había puesto la chica, mientras sus ojos se humedecían por el dolor.
—¿Y eso qué? —espetó otra compañera de mala gana— El que aceptemos que nos abusan aquí, no cambiará nada.
—¿Y vieron lo que le hizo La Maestra a Brooklyn? —.
—¿Cómo no verlo? Literalmente paró todo para que observáramos como le abría las palmas con el bolígrafo —.
—Y ella ni siquiera gritó. ¿Qué clase de loco no grita? —.
—¿Qué clase de loco —reitera, con un tono que advertía que la corregiría— sigue mirando a los ojos a su agresor mientras lo hieren, provocándolo?
—Tal vez es masoquista —.
—Tal vez no soy una cobarde como ustedes, hijas de puta. —murmuró entre dientes, empujándolas de manera violenta para abrirse paso, luego abrió la puerta de su recámara y entró, azotando la puerta.
Esperaba que el ruido levantase a algún guardia, y las pillasen a todas, grupo de víboras. Escuchó el revuelo que provocó, los murmullos acelerados y los pasos rápidos, seguro habían corrido, temiendo que ocurriese lo que ella deseaba. Brooklyn se quitó la capucha y caminó a su cama, moviéndose entre las sombras con fluidez, como si perteneciera a ellas. Se sentó en el colchón, contra la pared, y llevó sus rodillas a su pecho, respirando profundo mientras poco a poco se iba sumergiendo en la impotencia, la rabia y el dolor que había sentido mientras la castigaban y empezaba a llorar con desespero hasta que se le complicó respirar.
Sus gimoteos despertaron a Christine, que dormía serena, por más que la pelinegro había intentado callárselos y evitarlo. La morena se sentó en la cama, con la luz de los focos exteriores que iluminan el patio fuertemente, evitando que existan sombras que los reclusas puedan aprovechar para camuflarse, reflejándose en ella y aclarando su silueta. La llamó, somnolienta, pero Brooklyn no pudo responderle, Chris de todas formas no se tardó en entender que ocurría, se transportó a su cama, la cogió de las mejillas, suave, y la observó, haciendo encontrar sus ojos.
— Estoy aquí —. ❜❜❜
Claro, ésa fue la última vez que tuvo un ataque de pánico en su presencia. Pero no se lo diría, a Brooklyn le gustaba llamar la atención de muchas maneras pero esa que involucra la lástima, en definitiva no era una de ellas.
— Nuestra palabra secreta, ¿vale? — proseguía Chris — Escúchame solo a mí, no quiero que te dejes engañar por ésas voces por favor, no lo hagas.
Brooklyn la miró, hundiendo las cejas, luciendo tan arrepentida, casi asustada, como si esperase que pronto le sucediera algo y ese algo no fuese bueno. Las consecuencias de pasar años temiéndole a los fallos de ésa magnitud. La canadiense desvío la mirada hacia la pantalla del computador, viendo la cuenta regresiva congelada, pero la mera presencia de ésta volvió a inquietarla y agitarla. Recordó su error, su fallo, y las fallos son intolerables, los errores incorregibles, y las consecuencias inevitables.
—¡Mírame! —ordenó Christine con firmeza, viendo a los ojos perdidos y llorosos de su amiga, y a la vez, transportó las manos que estaban en las mejillas de la chica, a sus orejas, para que no oyera nada más que su voz— Escúchame Brooklyn, ahora solo hay una cosa en tú cabeza, se llaman mentiras, no las oigas, escúchame a mí —hablaba la chica, con una voz firme, algo serena, pero incapaz de ocultar su desespero porque Brooklyn regresara a sus cabales— Estás conmigo ¿vale? Dime lo que te cuentan, dímelo y te daré millones de razones por las que no son verdad —miró su reloj, apenas les quedaba un minuto, o menos — Te necesito de vuelta, deja de bloquearte Brook, ¡para ese sistema de encierro que hay en tu cabeza! Detente de autodestruirte, mete los códigos de parada, no te explotes a ti misma, te lo suplico, no las oigas — una lágrima bajó por su mejilla.
Brooklyn volteó a verla otra vez, con el sollozo de Chris siendo su principal fuente de atención, viéndola con curiosidad y ojos perdidos. Se topó con la mirada preocupada y dolida de Christine, viéndola fijo, anhelando tener a la Edwards verdadera de regreso, no a esa muñeca vacía que la ve sin entender, y esa mirada la llevó a sus recuerdos de hace años, en el reformatorio, cuando Lechts la daba misma mirada dolida y preocupada, como la que la veía ahora.
Brooklyn se enfocó en Chris, en los ojos de Chris, las emociones de Chris, y asintió suavemente, tratando de controlar sus emociones, recuperar el control que se había resbalado de sus manos como agua entre sus dedos, y enmendar el error que por estúpida y emocional había cometido. Aunque sus manos seguían temblando, y aquella vocecita maldita seguía envenenando cual perversa serpiente, estuvo dispuesta a oír.
Y Chris lo notó, dispuesta a aprovechar aquella irrepetible oportunidad.
— Bien, eres la mejor hacker que conozco —empieza, ahora con los ojos de Brooklyn centrados en ella— y no hay nadie que te pare excepto tú. Te estás hackeando Brooks, y yo no puedo ayudarte desde aquí, debes hacerlo tú, consigue ése valor, toma el mío si así lo quieres. Tú soportas mucho más que esto, no escuches, tienes una horrible voz en la cabeza que siempre te dirá que no puedes, pero lo que debes hacer es callarla, ahogarla, hasta que no la escuches. Hazlo Brook, eres de las pocas personas que considero mi familia y no puedo permitir que te hagas esto, no de nuevo, nunca más —susurra, con lágrimas rodando por sus mejillas — No tienes que contarme nada, solo libérate de eso Brook, suéltalo, echa a esa maldita voz, vuelve a creer en ti, aquí y ahora —.
Click. De repente, se les conectaron los cables. Comparó la sensación como la de una máquina apagada a la que volvían a ponerle electricidad luego de años, y todo el desapego, el horror, la soledad y la falta de emociones se neutralizaron para regresarle su verdadero objetivo; ¡Hackear ése puto pendrive que ya la traía de los huevos, maldita sea! El cambio en su mirada fue tan drástico que incluso pareció que sus iris cambiaban de color, aunque fue solo perspectiva.
—¿Has considerado ser psicóloga? —susurró, tratando de conseguir que su voz saliera con humor, aunque seguía siendo ahogada, mientras su corazón se iba calmando con lentitud, lo había logrado.
En un segundo ella sonrió y Chris la abrazó con fuerza, pues si bien su vieja amiga continuaba llorando parcialmente, ese maldito discurso de todo lo que verdaderamente Brooklyn Edwards era, había funcionado. Y vaya que se lo había sacado del corazón.
— Ser psicóloga no es mi vocación, tengo que tener a mis amigos cerca para estar agusto —sonríe— ¿Mejor? —alza las cejas.
Brooklyn sacude sus hombros. ¿Estaba mejor? Eww, masomenos. Osea sí, estaba de la mierda, pero bien metida en la mierda, metidísima en la mierda ahora que lo notaba, pero había logrado reprogramar su vidagrafía, recalibrado su CPU, retomar el control, y ahora tenía claro su objetivo, y con eso, por el momento, le bastaba. Ya luego se preocuparía de sus traumas, que bastantes son, y como podría tratarlos para que dejasen de representar un obstáculo.
—Aún no me como el snicker —bromea, respirando hondo—, pero sí, estoy mejor. —pasó sus manos por su cara, secando las lágrimas que dejaron su huella, ya casi seca, en sus mejillas.
—Me alegro —se alivia Chris—, tenemos... —hace cálculos—... 30, segundos antes de salir corriendo, la seguridad está casi anulada deberíamos llevarnos el pendrive y salir pitando —limpió de forma rápida sus lágrimas— Ya luego acabamos el trabajo —.
Brooklyn negó con la cabeza, trota a la mesa, desconecta el pendrive y regresa con Chris, luego, colocó en sus manos el aparato, y la miró a los ojos, seria, llena de determinación y ganas de enmendar su descuido. Estaban siendo jodidos por los Agentes de la híbrida organización por su drama con los traumas, lo menos que podía hacer es entregar el pendrive totalmente desbloqueado y en las manos seguras. Esas manos seguras eran Chris, y ella se encargaría de desbloquear el endemoniado pendrive completamente. Suponía que Rumlow había venido, detestaba hacerlo, pero podría distraerlo y ganarles tiempo para que escapasen.
— Llévate el pendrive y sal de aquí, trataré de deshacerme de la seguridad para que ustedes puedan acceder a los datos sin preocupaciones — indicó, con seguridad recuperada— Pero necesito asegurarme que estarán a salvo para ese momento.
Chris negó con la cabeza, terca.
— No, no te pienso dejar aquí ni loca —se niega, incrédula — Tú y yo salimos de aquí, y el Súper Soldado y la Viuda Negra, que son los Vengadores, nos cubren —expone su idea.
Brooklyn maquinó un plan rápido. Sabía que de ahí no salía ella, ya se las ingeniaría para escapar luego cuando la atrapasen, pero si Chris supiera que era definitivo que la atraparían ni el diablo la mueve de ahí, y ellos no tenían tiempo. Decidió que le mentiría, la manipularía un poco, aunque lo odiase, y cruzó los dedos para que no lo notase.
— ¿Crees que te dejaría ir si supiera que me agarrarán? —arquea una ceja— ¿Con quién haría chistes para pasar el rato de camino a la celda? —le sonríe— Ve confiada, SHIELD mandará a STRIKE, convenceré al Capitán para que me deje ir. Tengo historia con él, bastará un poco de chantaje emocional —.
—Esto no me gusta nada Brook —la miró con advertencia. Y la mentira a la mierda, no se lo había creído, pensó Brook. Sin embargo, esta vez logró pasar el increíble radar de mentiras de Letchs — pero sé que eres una maldita cabezota y no darás tu brazo a torcer así que... —interrumpió su frase y abrazó a su amiga — Por favor, no mueras, no puedo perder a más familia — musita en su oído, para después separarse.
— Que fe me tienes — contestó Brooklyn sarcástica— Anda, vete, te prometo que los alcanzaré. Seré tan sigilosa que no sabrás que estoy ahí ni aunque te esté respirando en la nuca —sonríe.
Chris ladeó una sonrisa, recordando que Brooklyn se lo había dicho aquella mañana que la escribió, al comunicarse con ella. El momento se sentía tan lejano, y Lechts se preguntó si el sentimiento se debía a que iban a separarse para enfrentarse una amenazada letal individualmente.
—Seguro que sí —le animó—, espero que no se te olvide mi batido cuando vengas —sonrió a su amiga, suspiró y salió por la puerta, esperando que Brooklyn consiguiera lo que se proponía.
—Me vas a dejar viviendo bajo un puente con el dale y dale del batido ése —suspiró, mientras que de Chris en ésa habitación sólo quedó el fantasma de su presencia—. Bien, manos a la obra.
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¿Dos el mismo día?
¡Si! Pero todo esto es siempre gracias a louismoraj. Exactamente, no me cansaré de agradecertelo, porque estos capítulos son tuyos al completo.
Si amáis a Brooklyn Edwards, más os vale que si, ir a Power, podréis conocerla mucho más.
Darle love 💣❤️
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