Demasiado en un día y medio
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—Fingir por mucho tiempo ser una persona, te termina volviendo como ella —
El brillo de la gema era demasiado fuerte como para ser ignorado, al igual que su neblina alrededor, pero no era como otras veces, que esperaba que llegara hasta ella, esta vez se alejaba. Se alejaba hasta desaparecer ante la nada, para que segundos después una serpiente saliera de ese mismo lugar, seguida de otras más, uniéndose a una calavera, formando un símbolo. Hydra. Unos chillidos fuertes invadieron sus oídos a la vez que la palabra se repetía en su cabeza y en su mente aparecía la imagen de un castillo antiguo, oscuro y nevado.
Olive se levantó de un sobresalto en su cama, respirando rápidamente, se llevó sus manos a la cabeza, sentía que le iba a explotar. Otro sueño de una gema, lo que llevaba esperando tanto tiempo, pero no le había gustado tanto como el anterior tenerlo, este era distinto, tenía un aura oscura como una cortina de humo. Hydra, recordó, esa organización que el gran super soldado, el Capitán América había desmantelado en la guerra, sin embargo, según lo que le contó Christine, seguía ahí, en la sombra, al acecho. Dahlian entendió en ese momento lo que debía hacer, embarcarse a una búsqueda desesperada de información.
[...]
— ¡Joder Steve me están persiguiendo! — exclama Christine histérica.
Correteando por las calles de New York, y girando entre varias para dar esquinazo a los coches, que ahora definitivamente notaba que iban a por ella, menos mal que me dio por elegir las playeras y tomarme un calmante para la herida, pensó
— y ¡no! Salí a dar un puñetero paseo lejos de casa — dijo, llevando un poco su tono a la desesperación.
“Madre mía” suena nervioso “Metete a algun local, rápido, y sal por la puerta trasera. No pidas permiso sólo hazlo.”
— ¡Lo intento! — respondió acelerada, con el sonido de los coches en los oídos.
Entró en una tienda de ropa y pasó corriendo por los pasillos, recibiendo reclamos y quejas de las dependientas en el proceso, hasta que salió por la puerta de emergencia, dando a los callejones.
— Te recuerdo que tengo una herida de bala en el estómago — suspiró flojo.
Descansando unos segundos contra la pared negra de la estrecha calle, para después volver a moverse, colocando su mano en su herida, un pinchazo, seguía escuchando las bocinas y debía despistarlos.
“¡Bueno, a menos que quieras que te agarren tendrás que obviar un poquito esa herida, Chris!” exclamó, ansioso.
— ¡Serás cabronazo! — sus cejas se juntaron, impactada con su respuesta — hazlo tú con una herida así, encima me pasó por tu culpa — exhaló, sus pupilas se dilataron al volver a escuchar las sirenas detrás suya, y echó a correr entre las callejuelas.
“¡Oh, ahora es mi culpa!” “¡Recuerdo perfectamente que me dijiste que no lo era, cariño!” gruñe lo último.
El corazón de la chica dio un salto, había sonado demasiado sexy ese apelativo en los labios del rubio, una pequeña sonrisa se coló en su cara mientras se introducía por una de las variadas callejuelas oscuras. Sabía que Steve se estaba preocupando por ella y eso provocaba un dulce y suave calor en su pecho.
— No lo era amorcito — le devolvió fingiendo enfado — ¡cuando no me estaban persiguiendo, ni corría por mi vida! — le reclamó, cambiando de nuevo de callejuela, con los coches pegados a sus talones, ya empezaba a marearse.
“¡Jamás te vuelvo a creer nada!” “¡Eres de endulzar el oído y luego escupirlo!”
— ¡Vete a la mierda Rogers! Tú eres el que me dejó colgada con un te quiero, yo digo lo que siento, maldito — Tragó saliva, con la respiración a grandes bocanadas de aire, su pecho subía y bajaba sin parar, había perdido algo de resistencia de tantos días sin hacer nada — y yo no te escupo nada — entrecerró los ojos.
Paró justo delante de la salida de esa callejuela, los coches Marshall pasaban rápidos por la carretera, justo delante suya, ella los observó un segundo, viéndolos pararse bruscamente antes de girar a otra calle, y observó cómo empezaba a retroceder uno de ellos. ¡No!, pensó, corriendo hacia atrás de nuevo, con una punzada en el estómago, la seguían demasiado bien, a cada segundo.
“ Chris tengo 95 años, mi último gran amor está muriendo en una camilla sin recordar cuando la visito, mi mejor amigo supuestamente muerto me dio una paliza hace unas horas, y, ah, ¡tampoco me recuerda! ¡No me pidas que no le tema a un te quiero luego de eso!”
— ¡Si te lo pido! Mi último gran amor ya está muerto y yo que soy tu nuevo amor estoy a punto de ser capturada y torturada por los Marshall — exhaló, corriendo con velocidad por el callejón, mirando qué calle tomar — que seguramente me entregarán a Hydra y me matarán — sus pupilas se dilataron, temerosas, al ver que otro de los coches le cerraba el paso de esa salida, por lo que tuvo que tomar otro de los caminos, empezaba a cansarse de aquello, y mucho — ¡Y tú prefieres reclamarme cosas! — suspiró apretando el nudo de su coleta, más por nerviosismo que por otra razón.
“Dios, ¡tú empezaste con lo de la bala!” “¿Has logrado perderlos?”
— Me están acorralando Steve — susurró, cada vez más asustada y cansada, sintiendo que iba a acabar en Hydra, que tal vez la podrían romper como hace años— ¡Ves cómo no te preocupas! — le reclamó, viendo como el tercer y cuarto coche le cerraban la última salida de esas callejuelas — ¡Joder! — exhaló, volviendo de nuevo hacia atrás, ¿dónde había quedado su época de la que salía ilesa de todo? Seguramente en el I.R.T.E.
Se detiene en el centro, buscando una escalera de incendios por la que saltar desde los tejados, intranquila, estaban cerradas todas sus escapatorias, y si la cogían no le ocurriría nada bueno.
“No inventes, no inventes, no inventes” “Perdón Chris, perdóname.”
— Steve, no te miento — suspiró notando el dolor que llevaba su disculpa— pero... No, no tienes que disculparte ¿vale? No es tu culpa — dijo, triste por él y asustada por sí misma, si debía mentirle para que se quedara tranquilo lo haría, lo malo es que mentir solo lo hacía bien en la adolescencia.
Sus pupilas se iluminaron al ver una escalera de incendios, y sin dudarlo ni un segundo empezó a subir, rápido, con la adrenalina por las venas.
“Si, bueno, me dijiste eso sobre la bala y aquí estamos” suspiró bromista “¿Sigues en DC? ¿o estás en Nueva York?”
— Ja ja — ironizó — Estoy en Nueva York, ¿Por qué? — pregunta llegando arriba, desde donde veía como los agentes armados salían de los vehículos en su búsqueda.
“¿Recuerdas que íbamos a viajar a Nueva York? ” ¿Viajar? ¿A Nueva York? Si es que no le contaban nada “El caso es que gané un favor de un mafioso, ¿bien? Si me das unos minutos podría llamarle y pedirle que te saque de ahí”
La azabache frunció el ceño, ¿Cuándo demonios le habían dicho eso? Y ¿Cómo que el favor de un mafioso?
— Emmm, cariño creo que no quiero fiarme de mafiosos — le habló confusa, añadiendo el mote inconscientemente, pegó una patada a la puerta de la azotea, la cerró y empezó a bajar escaleras — intentaré llegar a los túneles, si llaman a un helicóptero seré un blanco fácil en los tejados — explica, concentrada, recordando ciertos momentos de su vida en los que los usaba para escabullirse — de todas formas, no creo tener tanto tiempo —.
“Solo necesito que tengas un auto para huir” resopla “¿tienes a alguien que pueda ofrecerte refugio en Nueva York?”
— Tengo casa en Nueva York, ¿eso te sirve? — refunfuña.
Sabía que Steve estaba frustrado, es lo que ella sentía cuando quería ayudarlos y ni siquiera sabía que estaban haciendo, pero ahí estaba el problema de la distancia, podrían estarla torturando y Rogers no podría hacer nada más que escuchar sus gritos. Llegó al portal del edificio, iba salir cuando vió a uno de los agentes por la entrada.
— Ups — susurró, bajando al garaje, vamos a robar un coche, pensó.
“No lo sé. Tal vez ellos conozcan esa casa.”
— Está a nombre de Olive, no pueden conocerla, solo sabrán mi ubicación y que trabajo con vosotros, supongo — corrió por las escaleras al notar como abrían el portal, ¿Cómo podían saber exactamente su posición? Llegó rápidamente al garaje e intentó atrancar la puerta como pudo. — Steve, modelos de coches rápidos, ya, están a punto de cogerme — escuchaba el sonido de las botas en los escalones.
“¿Qué...? ”
— Que me digas modelos de coches... Déjalo, ya lo hago yo — corrió al notar los golpes en la puerta — robaste coches Chris, venga, tú puedes... — se motivó, mirando las opciones.
Se decidió por uno gris pequeño pero amplio, que parecía tener bastante potencia en el motor, abrió la puerta y le hizo un puente, para cuando el coche arrancó los policías entraban por la puerta.
— Deséame suerte cariño, porque no creo que el coche sea antibalas — susurra asustada, para después pisar el acelerador con fuerza y salir de la plaza de aparcamiento.
“No pongo mi fe en otros dioses pero, Dios mío, que bueno sería que a Odín le diese por intervenir”
— Bien, allá voy — hizo un derrape y rompió la valla de salida, con las balas pegando en el maletero del coche — mierda — giró bruscamente al salir,la estaban esperando.
Casi se da con uno de los coches de los Marshall que no dudó en disparar a bocajarro, pisó el acelerador agachándose como pudo.
“¿Mierda? ¡¿Qué pasó?!”
— ¡ Esa lengua! — le riñó, saliendo del tiroteo con los demás coches detrás de ella — y no mucho, ¡Que es la semana de disparar a Christine Letchs! — suelta con irritación, sujetando fuertemente el volante,su estómago dolía.
“No lo encuentro gracioso, Chris”
— Yo tampoco — rió amarga, mirando una pequeña rozadura de bala en su hombro, frunció el ceño cuando su bombilla se encendió — Steve…
“¿Qué pasa?”
— ¿Desde dónde me llamas ? — giró, a la vez que rompían los cristales por las balas, acelerando para dejarles atrás, y tocando la bocina para salvar a los civiles, suponiendo que su teoría de cómo saber dónde anda Letchs, era la correcta.
“Un teléfono en la repre…” “¿estoy causando que te localicen no?”
— Un poco sí — gruñó, más por los soldados que la disparaban que por Steve.
Él no tenía la culpa, posiblemente su propio teléfono hubiera tenido un fallo y de sus muchas barreras de encriptado quedaran solo algunas, lo que podría darles una ubicación aproximada, pero con una llamada entrante o el móvil pinchado de Rogers, sabrían sus movimientos por segundo exacto.
— Cuélgame — le ordenó de cierta forma, intentando que el coche fuera más rápido, pero parecía que alguna bala había pinchado una rueda, la suerte estaba en su contra.
“¡¿Estas loca?! ¿Y quedarme sin saber qué pasó contigo? Jamás” se le oye correr “Te llamaré desde otro teléfono o buscaré la forma... ¿Si apago la ubicación del teléfono dejarán de rastrearte…?”
— Steve... — suspiró, notando el desespero en la voz del rubio — Me tienes que colgar y romper el teléfono, yo haré lo mismo con el mío, por favor, si hacemos eso podré quitarmelos de encima, si no, me alcanzarán — le pide, saliendo corriendo del coche al quedarse este parado, intentando perderse entre la gente y protegerse de las balas, que resonaban a su alrededor — Confía en mí —.
“¿Y si te equivocas? ¿Cómo sabré si te pasó algo? ¿Uhm?”
— Cariño... ¿Cómo sé yo si os ha pasado algo? — le responde dulce, ella tampoco quería despedirse en ese momento pero era realmente necesario — ¡No lo sé! Solo me fío de ti y rezo por que no te haya pasado nada, ni a ti ni a Brooklyn, yo he confiado en ti — susurra, metiéndose en otra tienda distinta, al escuchar los gritos a su alrededor y los oficiales disparándola — Confía tú en mí esta vez, no me moriré sin mi colgante — recordó la última llamada.
“De acuerdo” “Cuídate, Chris. Por favor.” duda un momento “Te quiero.”
— Lo haré, prometido — sonríe, las palabras llegaron a ella como un aliento de paz — Te quiero — suspiró, tan suave como si fuera una despedida definitiva.
Cerró los ojos y segundos después tomó el móvil de su bolsillo del pantalón, pues había estado hablando por los cascos, furiosa, colgó la llamada, escuchando los frenos bruscos de La Marshall. Destapó la carcasa y lanzó el teléfono con fuerza al suelo, rompiéndolo, lo pisó varias veces con la zapatilla, desquitándose, comprobó su acción y salió por la puerta de atrás de la tienda, veloz.
Con los tonos anaranjados ya desapareciendo para dar paso a la noche primaveral de Nueva York, Christine llegó al apartamento, antes había pasado varios minutos corriendo entre las calles, por si acaso la perseguían, pero al parecer su plan había dado resultado. Estaba a salvo.
Entró en casa tranquila y con ganas de ducharse, Olive estaba en la mesa del salón, tecleando en un ordenador y con papeles por todos lados. Decidió no darle mucha importancia, ya que la mayor estaba siempre así y pasó a su cuarto.
La exhaustiva búsqueda de Olive Dahlian, parecía dar sus frutos, pues no le pregunten cómo porque no se lo dirá, había metido su nariz en los mundos ocultos de internet y había llegado a encontrar la base central de Hydra en Washington D.C. Podía ser muy peligrosa cuando quería, estaba claro.
Ahora, la azabache tenía planos falsos y reales por su mesa, apuntes y las protecciones de seguridad que tenía la base, y sobretodo, el lugar donde se encontraba la sala de archivos, desde el que sacaría la ubicación de ese castillo de su sueño y con un poco más de suerte, donde estaba la gema, que suponía que era allí.
El sonido de la televisión, que había sido encendida por Christine, quién ya estaba con su pijama y sus rizos mojados, distrajo a la ojiazul, las noticias hablaban de una persecución y tiroteo por las calles de Nueva York, sobre una supuesta aliada de los prófugos vengadores y que al parecer La Marshall había conseguido atraparla.
Dahlian rió con lo último.
— ¿Te han correteando por todo Nueva York? — bromea Olive, levantándose de la mesa.
— Si, realmente han sido unos cabrones — habla Chris en un suspiro. — y ahora necesito un teléfono
— Bueno, por juntarte con vengadores — alza las cejas, con una sonrisa traviesa y observa su rozadura en el hombro — tienes veinte teléfonos de emergencia en tu cuarto, usa uno de esos — se sienta a su lado en el sofá y le pone una tirita a la herida — listo.
Chris ríe y se apoya en su hombro — estoy preocupada por ellos — suspira.
— Uy, eso suena a que hablaste con alguien — Olive la mira — y no creo que Brooklyn te llame mucho así que es el grandísimo y aclamado Capitán América, ¿No?
— Si, estaba preocupado, él me avisó, es que… lo noté raro, fue como...si no me dijera todo lo que quería — frunce el ceño, pensando que quizá había sido su perspectiva de ir corriendo desesperada.
— Si empieza con mentiras maloooo — cantó la ojiazul — mejor alejate de ellos, estás más segura cuando no te disparan — aconseja, mientras se levantaba a recoger sus papeles, esa noche prepararía el plan y mañana visitaría esa amable base.
— Venga ya Olive, solo lo dices porque no te cae bien — pone una mueca molesta — muy poca gente te cae bien, de hecho, ¿hay alguien que te caiga bien? — alza una ceja, con una sonrisa burlona.
— Estabas tú, ahora ya nadie — rueda los ojos — pero yo que tú si empiezas ya a dudar, le dejaría las cositas claras — entrecerró sus ojos hacia ella, cogió sus cosas y entró en su cuarto.
— Ya se ha enfadado — negó Chris divertida con la cabeza — en fin, Olive — justifica, y pierde la vista en la televisión, pensando en lo que la había dicho.
[...]
Día siguiente
4:00 am
Olive resopló de nuevo en el conducto de ventilación, desde allí arriba observaba todo, como pasaban los agentes como sombras negros y borrosos debajo suya, cumpliendo con sus funciones, de un lado a otro. Dahlian deseaba que ya fuera el cambio de turno de ciertos agentes que estaban delante de la sala de archivos, quizá con demasiado anhelo. Odiaba estar ahí arriba, encaramada como un mono.
Vió como los guardias, somnolientos, cambiaban de posición, dejando durante veinte segundos la entrada de la sala al descubierto, su oportunidad. Descendió silenciosa y pasó a la sala, anulando los sistemas protectores de la entrada y se introdujo en ella.
La sala de archivos de la central de Hydra estaba repleta de estanterías, no había mucha luz, y los archivos ocupaban todo el espacio posible. Dahlian pasó corriendo por ellas, intentando llegar rápidamente a la que realmente le serviría. Por suerte, no tardó demasiado tiempo, se colocó delante de la columna y abrió el cajón central, pero, justamente en el momento en que su mano tocó el tirador, notó un pequeño click. Una alarma silenciosa.
— Mierda, sensor de seguridad al tacto — susurró Dahlian, furiosa consigo misma por no haberlo visto.
Abre por completo el cajón y comienza a rebuscar con rapidez entre los archivos, pidiéndole al cielo que le diera tiempo a encontrar lo que realmente buscaba y salir corriendo de allí.
—No es recomendable para su estabilidad y salud física el que siga buscando ahí, Olive Dahlian. —dijo una voz detrás suya. Era ronca, muy ronca, serena, adornada por un acento italiano y una nota de amenaza.
La azabache palideció un momento al ser atrapada con las manos en la masa y se giró hacia aquella voz italiana y amenazante.
Se topó con unos ojos marrones, que la acechaban en lo oscuro, un par de ojos que lucían negros debido a la poquísima iluminación que le daba de frente. Esa misma iluminación externa a la habitación sólo resaltaba su figura delgada, alta, y atlética en lugar de aclararlo para que dejase de ser una especie de silueta misteriosa e imponente.
—Necesito esa información — habló ella, mirando fijamente la figura, intentando lucir segura e intimidante.
Olive sentía como sus ojos empezaban a cambiar a un color brillante, un azul luminoso, activando el poder que corre por su cuerpo, y sentía sus venas palpitar con los acelerados latidos de su corazón y el veloz correr de su sangre.
Estaba asustada, de eso no tenía duda, pero Dahlian no era de las que retrocedían por miedo.
—El necesitar es cuestión de perspectiva. Puede vivir sin ellos, Dahlian — adquiere un tono amenazante, colocándose sobre sus pies y mostrando toda su altura con ímpetu— lo que dejará de hacer si insiste en tenerlos.
Los propios ojos del hombre, brillan en un fosforescente naranja antinatural, repeliendo la oscuridad que mantenía su rostro en el anonimato para mostrar una seria y amenazante expresión de advertencia dedicada a la intrusa en la base. A lo largo de su cuello aparecen unas brillantes líneas anaranjadas acompañando el furor de sus ojos y sus venas, cuya luz se contenía un poco por la piel sobre ellas.
—Márchese —pidió, sin abandonar la seriedad de su rostro o el brillo sobrenatural en sus pupilas—. Viva, sea feliz; le aseguro que aquí no existe nada que le llene.
—No —musitó Olive observando el brillo del hombre que se asemejaba al suyo con interés y cautela—. Pero, es mucho más importante ésa información de lo que cree, y si puedo conseguirla, podré proteger mejor a mi familia — contestó nerviosa y asustada, pero firme al terminar su oración.
Sabía que al retarse con ese hombre estaba jugándose el cuello, sin embargo esos papeles eran su llave para el cofre de oro que le esperaba tras la cortina de humo, su siguiente sueño a seguir. Y no podía irse sin ellos.
Por otro lado, una de las palabras en la firme oración de Dahlian llamó la atención del Asesino.
—Familia —saboreó el significado, de pronto pensativo—. Yo tuve una —la luz brillante de sus ojos y cuello fue bajando su intensidad hasta que ya no existió, y el rostro del Asesino volvía a quedar envuelto en la oscuridad — No pude proteger a mi familia —ladea la cabeza, reflexivo, algo enfadado consigo mismo.
—Déjame proteger a la mía, entonces —Olive se acercó a él con cautela. Había algo en el atrayente para ella, algo que no sabría bien explicar, pero, si le distraía lo suficiente, podría tomar sus papeles y salir corriendo de allí.
—Tú puedes proteger a mi familia. — ladeó la cabeza.
—Si eso evitará que me mates, te prometo prote… — decía, mirando sus ojos, pero fue interrumpida por las acciones del azabache.
Él no la deja terminar, asiente y la coge del antebrazo con firmeza y soltura, siendo espontáneo al hacerlo, y la tiró afuera, arrastrándola por el pasillo hacia una dirección que sólo su destruida mente conocía. Los agentes que hacían de guardia en los pasillos lo observaron y asintieron, aprobatorios ante la "brutalidad" del Asesino contra Olive, suponiendo que se la llevaría para matarla sin hacer demasiado escándalo. Olive no sabía de los planes del hombre, y sus exclamaciones quejumbrosas no tardaron en aparecer, sin hacerse demasiado del rogar.
—¡Suéltame! No quiero morir aquí —habló ella, enfadada, sin saber que su perfecta actuación improvisada e involuntaria daba los resultados acertados para la situación. Sus ojos brillaron con fuerza, imponentes y al Súper Soldado empezaron a llegarle olas tortuosas de dolor, a cada momento más fuertes, empezando por la mano que la mantenía unida a él hasta extenderse por todo el cuerpo. El Asesino apretó los labios, dolido y harto, sus ojos y cuerpo volvieron a brillar en naranja, y la mano que sostenía la muñeca de Olive se calentó lo suficiente para provocar una quemadura leve, nada perjudicial, pero dolorosa. Lo que hizo a la azabache guardar un poco la potencia de sus ondas.
— ¡Me haces daño, maldita sea! —gritó, mientras fijaba sus ojos en su muñeca, algo chamuscada y adolorida, y entre muchas preguntas que surgían en su mente había una en específico que la inquietaba; ¿cómo podía ese hombre hacer eso?— ¡¿Acaso tratabas así a personas que quisieran proteger a tu familia antes?! —amedrentó contra él, tirando de su propio brazo con toda su fuerza, angustiada de que su destino fuera morir en una cárcel de Hydra sin haber arreglado su pequeña pelea con Chris.
El asesino pateó una puerta, luego tiró a Olive dentro de aquella oficina pequeña y lanzó una mirada fiera a los guardias que aún observan.
—Que nadie me interrumpa. —amenazó. Ellos asintieron, algo acelerados, y el asesino entró y cerró detrás, dando un portazo para aumentar el sentimiento de su teatro. Una vez en intimidad, su expresión se volvió amable y preocupada— ¿Te hice daño, Dahlian?
Olive se quejó, sobando su muñeca herida, tenía ahora una pulsera de marca de fuego en ella, mientras el intenso brillo sobrenatural de sus ojos se opacaba ligeramente por la finísima capa de agua sobre ellos.
—¿Estabas fingiendo? —acusó, pegada a la pared, lejos de él. Ya no estaba segura de fiarse de un individuo como ese, ya no estaba segura de que él tuviera buenas intenciones con ella, ahora solo sentía que debía hacer temblar el suelo, provocarle una fuerte tortura momentánea y salir.
—Todo asesinato a Olive Dahlian debía ser realista a los ojos de los guardias. Sino, me castigarían —Explicó él, manteniendo los ojos fijos en la muñeca de la mujer—. Nunca le haría un daño real, usted dijo que cuidaría a mi familia ¿no? —la mira a los ojos, esperanzado, esperando no oír una negativa ahora de su parte.
La ojiazul lo miró, ahora entendiendo que le había ocurrido a ese hombre de buen atractivo físico. No era más que otro experimento de Hydra que en una probabilidad ínfima había recuperado parte de sus recuerdos, con esos su humanidad, y por ello la ayudaba.
Le pareció curioso. Una gran coincidencia que justo él se liberara de sus garras mentales cuando ella ocupase ayuda.
—Si, cuidaré a tu familia —dijo de la forma más sincera que había hablado nunca, con sus ojos volviendo a ser de un azul tranquilo, porque ahora que veía bien a los ojos de aquel individuo solo veía profunda tristeza, y necesitaba algo a lo que aferrarse, ella era ese algo. Lo perdonaba por la quemadura, de todas formas, ella también le había hecho daño con su tortura, estaba muy segura, aunque él no quisiese admitirlo.
—Bien —Él asintió una vez. Le dio la espalda, se alejó unos pasos, y empezó a buscar entre los estantes de esa oficina con apresuro, mirando por segundos unos frascos en sus manos para luego regresarlos a su sitio original a cambio de otros—. Siéntate en la silla, por favor Dahlian. —pidió, mirando con el entrecejo fruncido otros medicamentos.
Olive, con curiosa mirada, se sentó en la silla más próxima a ella como él le había indicado, siguiendo cada movimiento del hombre, observándolo, por si las dudas. El asesino cogió otro frasco al azar, lo leyó y finalmente asintió, satisfecho, relajando el entrecejo. Caminó hacia Olive, se agachó frente a ellas, quedando de cuclillas, y extendió su mano libre, alzando unas gruesas cejas demasiado oscuras.
—Tú mano —pidió, gentilmente. Ése hombre contaba con una suavidad en su voz y gestos no propios de un Agente de Hydra. Tanto, que te hacía preguntarte a qué buen hombre torcieron tanto hasta convertirlo en una máquina asesina que causa intimidación con únicamente su presencia.
Dudosa, Olive le cedió su mano quemada, alerta, preguntándose qué iba a hacer con esta, lista para apartarlo y atacar si era necesario. A su criterio, aquel era un buen hombre, sí, ¿pero cuánto tardaría Hydra en robarle esa humanidad? ¿Cuánto tiempo podría seguir observando esa dulzura en las iris ajenas? ¿Cuánto tiempo podría ser llamado él y no un eso?
El Asesino tomó la muñeca con cuidado y torció la boca al ver lo que él mismo había provocado con esa peculiar habilidad suya, disgustado. Después, destapó el frasco que había cogido, enterró los dedos, sacando una sustancia blanca y cremosa del frasco. Una pomada. Luego empezó a deslizar ésos dedos suavemente sobre la muñeca de Olive en movimientos circulares, sumamente centrado en su tarea de curarla.
—A veces no lo controlo y hago daño. Incluso a mí —explicó de la nada, tal vez queriendo justificar la existencia de la pomada o sus conocimientos sobre los efectos curativos que tenía.
—No es tu culpa. Ellos hicieron que no pudieras controlar nada de lo que hacías. Con el tiempo, seguro que aprendes a no hacer daño —le sonrió Olive, sorprendiéndose a sí misma por ser tan amable con un extraño. La manera en la que él movía sus dedos suavemente le recordó como su padre lo hacía cuando se hacía daño con fuego. Había dos probabilidades, en ese caso; Ese hombre era padre, o era doctor antes de Hydra.
—Tal vez, algún día —dijo, dejándose llevar por segundos efímeros por sus nuevos sueños y anhelos— Hay una mujer en los pisos subterráneos, su nombre es Brooklyn Edwards —cambia de tema, yendo a lo importante— Necesito que la saques de ahí. No quiero que vuelvan a jugar con ella.
—Vale, dala por rescatada —dijo, mirándolo con la misma intensidad con la que él la veía a ella—. Daré mi vida porque salga, igual que tú has salvado la mía, te lo prometo. —respondió, buscando ese nombre en su cabeza, pues le sonaba familiar, muy familiar. El Asesino sonrió, amplio, largo, sin limitarse a esconder su esperanza y alegría.
—Muchas gracias, Olive —exclamó, emocionado. Inclinó el cuello para besarle las manos, recordando vagamente que era una vieja costumbre de él hace años.
La ojiazul se sonrojó levemente, y sonrió por lo feliz que se notaba el hombre.
—¿Hay algo más que pueda hacer por ti...? —deja la frase a medias, dando la indicación de que no sabía su nombre, aunque Olive tampoco sabía si él mismo lo conocía.
—Magnus —los ojos del asesino brillan de manera bonita—. Mi nombre es Magnus.
—Pues ¿Hay algo más que pueda hacer por ti, Magnus? — preguntó.
El Asesino lo pensó. ¿Había algo más que él quisiera? Profundizó entonces aún más en sus deseos, los únicos que aún recordaba por ser tan latentes y fieros que ni ninguna máquina o telépata podría borrar.
—Busca a mis gemelas en una Base de Datos —decidió. Era una verdad que quería e iba a confirmar desde ya—. Sus nombres son Atnía y Altaïr Salvatore.
—Atnía y Altaïr Salvatore. Las buscaré y las encontraré. Tienes mi palabra — asintió la azabache, y se preguntó por qué hacía aquello.
Él le había salvado la vida, sí, pero no le conocía de nada, no tendría por qué ayudarle más que un favor a cambio de su vida. Sin embargo, algo en sí misma le hizo entenderlo, necesitaba entender que si había gente que le gustaba, no como le había dicho Christine el día anterior. Había gente a la que ella podría ayudar solo porque pensara que necesitaban, que merecían que alguien les ayudara, esa gente que los Vengadores, no podían salvar. Y Magnus sería esa persona a la que ella se ofrecía a ser un bálsamo.
Magnus sonrió por la promesa que le hacía aquella mujer infiltrada en la que estaba depositando su confianza.
Asintió y se colocó de pie, presumiendo sus 1.98 metros de altura que lo hacían ver como un jugador de baloncesto. Olive también se colocó de pie, dando por terminada aquella reunión totalmente espontánea, quedando pequeña ante él con sus 1.7 en comparación. Sus labios neutros hicieron amago de soltar algo, preguntarlo, pero aún estaba indecisa si decirlo o no. Si soltar la estupidez que estaba pensando.
—¿Quisieras un abrazo? Me parece que hace mucho que no recibes uno. — suelta ella, simple, ni la misma ojiazul sabía porqué había decidido preguntarlo, pero, pensaba que alguien tan perdido como él podría querer uno.
El asesino entreabre la boca, con la voz estancada en la garganta de la sorpresa por la pregunta. Sus ojos se tornaron desconfiados y su expresión sombría casi de manera automática, con el brillo fosforescente que tan familiar se le iba haciendo a Olive retornando de manera casi imperceptible alrededor de sus pupilas negras. Tras unos segundos cierra la boca mientras su mirada adquiere un brillo analítico y calculador, tratando de deducir que tanto debería desconfiar.
Por suerte para la destrozada mente del hombre, tocan la puerta, rompiendo el silencio que se había formado y aumentando la tensión del ambiente. El asesino miró por encima de su hombro mientras el brillo fosforescente, antes imperceptible, se apoderaba de toda su iris, voraz.
—Asesino —llamaron.
—Dije que no quería interrupciones. —murmuró. Un tono sombrío decoraba su voz, definitivamente aquel no era el dulce hombre con el que Olive había estado conversando. No, era una versión más perversa y hambrienta de algo pecaminoso y antimoral, aquella que se ganó el temor y respeto de todo Hydra.
Dahlian miró la puerta con un pánico creciente y el añil fosforescente de nuevo se apodera de sus iris azul cielo al sentirse amenazada.
—Asesino —repitió Rumlow, con cierta fuerza, ahora sacando su arma del otro lado de la puerta. Los ojos de Magnus brillaron más fuerte, como si Rumlow lo estuviese provocando con cada acción y gesto. Dahlian miró al hombre, observándolo pensar, y le tocó el hombro invitándole a reaccionar antes de que la verdadera Hydra asesina entrase a la fuerza en el cuarto y descubriera todo.
—Recuéstate en el piso, al lado del escritorio, que sólo se vean tus piernas —ordenó él con firmeza, sin rastros de la dulzura, suavidad, preocupación o serenidad que antes lo caracterizó. Olive asintió, comprendiendo que debía actuar y no hablar, aunque le molestaba acatar órdenes, se movió hasta la mesa, haciendo exactamente lo que le había dicho el hombre. Todo sigilosamente, luchando por que sus poderes no salieran ahora e hicieran un espectáculo por culpa de sus nervios. Debía parecer muerta, y un muerto no rompe cristales y se los clava en la garganta a los vivos.
Por otro lado, Magnus llevó su mano al pantalón, bajó el zipper, quitó el botón, llevó sus manos a su cabello y lo sacudió, alborotándolo, sin prestar atención a la comprobación de lo sedoso que era o lo largo y fino. Luego se alteró a propósito, agitando su respiración, provocando que sus venas se hinchen un poco y se volviesen cual conductos de lava debido al fuerte naranja. Olive lo miraba parcialmente, pues la mesa le quitaba buena parte de su campo de visión. Solo esperaba que todo aquello saliera bien.
—Dahlian —llamó por lo bajo, viéndola con una intensidad arrasadora— ¿Cómo se supone que actúan los hombres luego del sexo en la actualidad? —
Olive no cabía en su propia sorpresa e incredulidad. Ella incluso se mantuvo unos segundos callada sólo para comprobar mentalmente que había oído bien la pregunta que el mercenario le hacía.
—Acelerados, sedientos, cansados —etiquetó, pensando en la apariencia de su compañero, el Doctor Strange, cuando acababan su sesión de sexo casual, hacía ya tantos meses— y, sobretodo, si fue satisfactorio, tienen cara como de orgullo —terminó. No sabía que más decir sobre los efectos secundarios de un hombre luego de un orgasmo, normalmente después de recuperar su respiración Stephen y ella tomaban caminos separados, ahora, mucho más separados dado que ni hablaban.
El asesino asintió, procesando la información según lo que su propia mente le mostraba y recreándola como podía en su físico y actitud.
La puerta se abrió de golpe, alguien la había pateado, forzando así la cerradura. Tras ella se mostró a Rumlow y a un par de Agentes, apuntándole con armas cargadas y expresiones ceñudas. El asesino ladeó la cabeza, con sus ojos brillantes y fosforescentes, y otros rasgos de su rostro, expresando una pura ironía.
—¿Dónde está la chica? —espetó Rumlow.
El asesino parpadeó varias veces, invocando rápidamente la información que sabía. Una serie de gestos y movimientos llegaron a él para que los replicase, lo cuál hizo; él de cabellera de color del carbón pasó una de sus manos por sus sedosos mechones mientras suspiraba profundo, acomodando los mechones de tal forma que no le estorbasen.
—No creo que quieran verla ahora. Se agitó un poco —lleva sus manos a su pantalón, subiéndose el zipper y abotonando el botón del mismo para dar un claro mensaje equívoco de lo que allí supuestamente ocurrió—. Tuve que romperle el cuello y terminar. —mintió, con una simpleza y naturalidad que llegó a incluso molestarle por saberle tan realista.
Rumlow bajó las manos de golpe, dirigiendo el cañón al piso, sorprendido por lo que oía y veía, siendo fácilmente manipulado por un hombre cuya gran parte de su vida fue tratado de idiota. Miró a la esquina del escritorio, viendo los pies de Olive, suponiéndola muerta convenientemente. Pero no podía... No quería creer que el Asesino había sido capaz de cometer ésa atrocidad. Lo conocía, su moral imborrable no se lo permitía. ¿O Si...?
Que bien actúa el capullo, pensó Olive.
—¿La... Violaste? —se horroriza un Agente, bajando su arma también, preso del impacto, cayendo tan fácil en la mentira. El asesino los miró imperturbable, sin dejarse tocar por sus aturdimientos u horrores, planeando sus próximas palabras que podrían ser clave.
—Que hipocresía —comentó, iniciando su diálogo preparado—. Pierce me mandó a matarla, eso hice —activa su modo Winter Soldier, dejando que la personalidad alterna que esa misma organización había creado apareciese y se entremezclara con la suya— Se irán, se callarán lo que pasó y olvidarán esto.
—¿Crees que puedes amenazarnos, maldito imbécil? —Rumlow entró a la habitación, alterado. El asesino se alteró también, empezando a preocuparse de que notaran que Olive estaba viva e intacta.
—No se puede creer lo que se está haciendo. Ya los amenacé, por ende no creo que podría hacerlo, sé que podría hacerlo. —Rompe la calma al agarrar a Rumlow del cuello, alzándolo del suelo como si fuese una pluma. Quemándolo como si fuese la punta de un cigarro— ¿Y sabes porqué me escucharán? Porque sé la importancia que tiene Edwards para ti, se que harás lo necesario por protegerla, y sé que tú no quieres mis manos sobre ella.
Sonrió de manera perversa, pero pequeña, dejando clara su indirecta. Rumlow lo maldijo tanto por el quemadura como por la falta de oxígeno, y el asesino lo soltó, por lo que aterrizó sobre sus pies, tosiendo. El agente le dedicó una mirada rencorosa mientras recuperaba el aliento y se fue, empujando a los demás en la salida, del resto sólo quedó el fantasma, pues ninguno tenía el coraje para enfrentarse a una bestia como lo era él, capaz de matarte con un maldito lápiz.
—¿Lo hice bien? —mira a Olive, con ojos dudosos mientras se acercaba para ayudarle a levantarse del piso.
—Me hiciste creer que estaba muerta —se levanta del suelo—. Ha sido la mejor actuación que he visto nunca, se te da muy bien, pero, no te vuelvas de verdad como él. —un brillo de advertencia se apoderó de sus ojos — Fingir por mucho tiempo ser una persona, te termina volviendo como ella. — sus pensamientos vagaron en antiguas memorias, concretamente en uno de los momentos más angustiantes de su vida.
Ladeó la cabeza.
—De acuerdo — asintió, obediente — tienes paso libre Olive Dahlian.
— Muchas gracias por todo Magnus — habló Olive, colocándose en frente suya, junto a la puerta — cuando encuentre a las gemelas, las cuidaré y protegeré hasta que vuelvan contigo — sonrió, le dió un pequeño golpe amistoso en el hombro, para después separarse y abrir la puerta.
—Olive —llamó con suma seriedad— yo nunca haría eso —dijo, refiriéndose a la violación que había actuado — Sin importar las circunstancias. A nadie. Jamás.
—Lo sé —Olive le dedicó una mirada comprensiva y tranquilizadora para posteriormente abandonar el cuarto y buscar a Brooklyn Edwards, la mejor amiga de su mejor amiga.
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¿Capítulo extra largo? Sip, lo siento si se os ha hecho algo pesado, el siguiente también viene llenito, y quería haber añadido más aquí jsjs
E
stamos en la recta final
Decirme que os ha parecido!
Y esta maratón de la dedico a la maravillosa louismoraj Porque hoy es su cumpleaños!
Decidme qué os ha parecido.
Darle love 💣❤️
(1/2)
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