De un lío a otro más
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— ¿¡No que eran unos recados?! —
Christine Letchs se revolvía en sueños contra su cama, inquieta, temerosa, mientras su mente reproducía uno de los más aterradores y traumáticos momentos de su adolescencia. Aquel que provocó su inconmensurable miedo a las alturas.
{— Salta al otro, es sencillo — demandó una mujer, señalando el otro trapecio que se balanceaba en frente de la chica.
— No llegaré — suplicó la de ojos avellana, con los brazos adoloridos de tanto balanceo en el que aguantar su peso y no poder descansarlos demasiado — lo-lo intentaré mañana — sugirió, mirando como pudo a La Institutriz.
Se encontraba en una sala de entrenamiento apartada y enorme que ese reformatorio poseía.
— Ahora — avisa amenazante.
— No podré alcanzarlo, me caeré — sus ojos se aguaron y miró el vacío debajo de ella.
— Llama — ordenó al hombre a su lado.
— ¡No! ¡No! — pidió, mientras escuchaba cómo marcaban los números. Balanceó su cuerpo como pudo, tomó impulso y se dejó llevar al siguiente columpio colgante. La madera rozó sus dedos, pero su mano no llegó a agarrarse.
Le bastaron microsegundos para darse cuenta de que caía y un grito ensordecedor escapó de su garganta, hasta que se estampó contra los duros adoquines del suelo. }
Letchs se levantó de golpe, respirando agitadamente, desesperada por tomar aire ante ese tortuoso recuerdo de su vida. Después limpió las lágrimas que caían de sus ojos y manchaban sus mejillas. No le gustaban aquellas pesadillas, sobretodo porque no eran fantasiosas, eran verdaderas memorias de su cerebro.
Salió de la cama, dispuesta a hablar con Olive y distraerse de aquello, suficiente tenía con el día a día que estaba viviendo.
Al llegar a la cocina, descubrió una nota en la nevera.
“Me voy a hacer unos recados, quedate tranquila, no me esperes para comer.
Olive"
Christine suspiró al leer la nota, negando con la cabeza, y empezó a hacer tareas domésticas, era casi media mañana. Sin embargo, no pudo hacer mucho, ya que una llamada entrante invadió su teléfono. Un número que no conocía. Atendió la llamada.
— ¿Si? — habló.
“Gracias a dios, Christine” era la voz de Olive, ¿por qué no la llamaba desde su teléfono? “Menos mal que estás despierta”
— Olive ¿Qué pasa? — alzó un a cejas la rizada, ese tono no le gustaba, algo quería la azabache.
“Emm, quizá tengas que venir a recogerme, a un sitio” contestó nerviosa.
— ¿Te ha dejado tirada la moto, es eso? — pregunta divertida.
“No exactamente… Tienes que sacarme... de la cárcel ” pidió la ojiazul, aguantando su risa.
Chris abrió los ojos como platos.
— ¿¡No que eran unos recados?! ¿¡Que estuviera tranquila?! — gritó al teléfono.
“ Sí ” soltó una pequeña risa inocente “y… además es en Washington D.C”
— ¿¡Cómo que Washington?! Voy a ir allí y me vas a explicar todo, Dahlian — amenazó.
“ Claro, yo te explico sin problemas, pero ven a por mí, por favor, tengo hambre ”
— Pero serás… — replicó indignada Chris, para luego colgar, tanto mareo de un lado para otro la haría enloquecer.
[...]
Olive Dahlian se encontraba en una celda de una estación policial en Washington D.C. perdiendo su mirada en el techo, muy aburrida, sabiendo que le quedarían allí tres o cuatro horas más hasta la llegada de Christine. Así que se puso a rememorar cómo había llegado hasta ese momento desde que se separó de Magnus en la base de Hydra.
{ Salió corriendo pasillo abajo, intentando recordar cuál era el camino a los sótanos que había visto en los planos, giró otros tantos pasillos, intentando no ser vista y bajó unas largas escaleras oscuras.
Al llegar, se encontró a dos mujeres, al parecer, en mitad de una pelea contra un soldado. La azabache que suponía que era Brooklyn, por lo que le había descrito Chris, estaba en el suelo, adolorida y había una rubia enfrente de ella, que miraba al soldado.
Sintió su poder correr de nuevo por sus venas y sus ojos brillaron. Se dirigió hacia ellas.
— Sácala de aquí o Chris me matará — ordenó de cierta forma a la rubia desconocida, guiñando un ojo a Brooklyn, para que supiera que venía de apoyo— yo me ocuparé de su amigo — habló, viendo como el hombre se empezaba a levantar de nuevo, y una sonrisa se dibujó en su cara.
— ¡Iros! — gritó ella, colocándose delante de Edwards, dispuesta a protegerla, pues no sabía por qué la otra chica se había quedado bloqueada momentáneamente.
Ella tenía un signo de interrogación en el rostro.
— No te podemos dejar sola con ese tipo —Explicó mientras levantaba a Brooklyn del suelo. Pasó uno de los brazos de la morena por su cuello, mientras que con su brazo derecho la tomó de la cintura.
—Ay, con cuidado —murmuró adolorida.
— Tú haz que ella se quede a salvo y si no subo en 10 minutos, te permito volver a por mi — respondió a la rubia, con la mirada fija en el hombre que avanzaba hacia ellas a paso lento, estaba segura de que no volverían — puedo con él, creo —susurró lo último para sí misma.
—Bien, ¡Pero te quiero en una sola pieza al volver!—Le respondió mientras se iba.
— No te lo puedo asegurar, así que tómalo como una semi promesa — se burló Olive, intentando relajar por unos pocos segundos el ambiente.
—Yo no soy mujer de medias tintas, niña. O todo o nada, ya lo sabes — le dice.
— Yo no lo sé, no te conozco, ¡quieres irte ya! O muero yo o morimos las tres, así que ¡no me hagas tirar de tu hermoso pelo para echarte de aquí — los ojos de la mujer estaban cada vez más latentes en su brillo. Olive no aguantaba tonterías, había hecho una promesa e iba a cumplirla.
—Mejor vámonos Brooklyn, la desconocida no está de humor como para trabajar en equipo—Un aura blanca las rodeó y después se fueron, dejando a la azabache.
— Madre mía, que terca es — dijo Dahlian mientras cerraba la puerta, quedándose allí abajo con el soldado —.
En las mazmorras se encontraba Olive Dahlian y el misterioso hombre, los ojos de la mujer brillaban de un intenso color zafiro y si bien sabía que quizá sus poderes podrían hacer bastante mella en su enemigo, estaba nerviosa.
Había practicado mucho, pero nunca había utilizado a alguien como objeto de su poder, siempre eran frascos que se quebraban al contacto con sus ondas, cambiar la perspectiva de alguien, ese humo rojo, desgraciadamente este último no lo tenía tan, tan desarrollado como el anterior.
Habría que jugar con la suerte
—Recomiendo que aborte su misión, Dahlian —habló el hombre, paciente.
— Lo siento mucho, pero eso no va a ser posible —contestó ella, sintiendo las ráfagas de energía preparándose en sus brazos.
Unos cuantos minutos después, Olive tenía que apartarse el pelo negro y azul a trozos, de la cara sudorosa, estaba claro que tenía que empezar a trabajar con individuos en movimiento y de buena condición física, sentía que no se estaba concentrando al máximo.
El soldado volvió a levantarse y caminó hacia ella, harto de aquello, Dahlian también estaba cansada y el brillo de sus ojos lo mostraba, sentía que sus pupilas se quedarían de ese oscuro y flamante color para siempre.
— No te puedes caer y ya, soldadito — escupió rabiosa, apoyando una rodilla en el suelo.
— Debo recuperar a la prisionera — repitió como llevaba haciendo toda la pelea y comenzó a andar de nuevo hacia Olive, o más bien hacia la puerta que tenía detrás la azabache.
La mujer rodó los ojos exasperada, y colocó las manos en el suelo. Luego levantó su mirada y se quedó fija en el soldado. Ya daba igual Hydra y sus estúpidas alarmas, se daría prisa en salir corriendo.
Sintió el fluir de las potentes ráfagas en sus venas y después se concentró en que estas pasaran al suelo, respirando fuerte. El nombrado se agrietó y corrió como el fuego sobre la pólvora hacia el soldado, creando una abertura, de las que salieron y que le envió hacia atrás abruptamente, e hizo que sus huesos dolieran como si se los hubieran partido en trocitos.
Olive corrió en ese segundo hacia él, aprovechando el dolor y aturdimiento de su fuerte golpe, le colocó las manos en la cabeza y dejó salir un humo rojo de ellas. Mandándolo a otra realidad.
— Hala, a dormir, toca pelotas — le dió una palmadita en la cara, sonrió y salió del sótano, aún tenía cosas que hacer.
Deshizo el camino que había hecho, volviendo a la sala de archivos. Sacó una horquilla de su pelo y con un poco de su humo la convirtió en una mochila, que se puso al hombro después de llenarla con una buena cantidad de archivos necesarios para su objetivo.
Recordó que debía buscar en una base a las gemelas de Magnus, no sabía que iba a encontrar, pero si el azabache lo necesitaba, ella lo haría.
Se deslizó por los pasillos, sigilosa, hasta una oficina convencional, seguramente de un agente con nivel, tenía una mesa con un ordenador, por lo que se acercó a esta, pero antes de que pudiera siquiera empezar a teclear los nombres de las gemelas, un guardia pasó por la puerta, y al notar su presencia la apuntó con el arma.
— No había otro momento, ¿Verdad? — gruñó al techo, extendiendo sus palmas hacia delante y despojando al guardia de su arma en el momento en el que las ondas llegan a su cabeza, al igual que el arma, él cae al suelo.
Olive sale corriendo, notando como otros guardias más se dan cuenta de su presencia y comienza a tomar más velocidad en sus pasos al escuchar la voz de alarma de los soldados.
Entre correr y esquivar a los guardias, sale al exterior por una muerta, el brillo del amanecer la ciega momentáneamente, sin embargo, segundos después vuelve a ponerse en marcha, rompe un cristal de un coche, y se monta en él. Rápidamente, cambia la realidad formando unas llaves en su mano y arranca.
Su persecución dura un rato, algunos agentes de Hydra la persiguieron unas manzanas, hasta que decidieron que ella no era tan importante, pero Olive siguió pisando el acelerador, por si acaso.
El resultado, ya no le perseguían coches de Hydra, si no de policía, y os podéis hacer una idea de cómo acabó.}
En la cárcel por conducir a más velocidad de la permitida, conducción temeraria, lo llamaron, Dahlian se burló en su momento, mientras la ponían las esposas y cito sus palabras: “claro que fue conducción temeraria, yo conducía y estaba asustada, ¿¡Que querían que hiciera?!, ¿ir lento?”
Llamó a Christine cuando se lo permitieron y ahora, estaba ahí.
La ojiazul volvió a cambiar de posición en el trozo de metal rectangular que llamaban cama los oficiales. Podría irse de allí, tan solo podría romper los barrotes, o cambiarlos por agua y simplemente irse, pero no quería más problemas. No quería salir en las noticias y ser la prófuga de Washington junto con el Capitán América, la Viuda Negra y en las últimas noticias, Brooklyn Edwards.
Además estar allí, le daba tiempo para pensar, aunque había tenido mucho en los últimos meses.
Empezaba a divagar sobre los archivos que tenía en su mochila, ahora vueltos a transformar en una horquilla hasta ser un sitio seguro. Cambió el tema mental rápido, ya pensaría en esos archivos cuando supiera todo lo que hacer con ellos.
Su batalla con el soldado le hizo recordar, un día en particular, en el que Christine aún seguía en Washington, el día que recibió una visita.
{Olive volvió a apretar su coleta, desperezándose del sueño que tenía por no haberse dormido pronto la noche anterior, respiró hondo y concentró sus manos hacia varios frascos quebrándolos al instante, aunque los del fondo no se rompieron, suspiró, el sueño la pasaba factura en su tarea.
Lentamente sale del almacén, con la brisa matutina azotando su rostro, decidida a despejarse un poco antes de volver a intentarlo, quizá ir a por un café. Segundos después de cerrar la puerta de este, vió en la explanada de hierba delante suya un cúmulo de luces brillantes que le era familiar.
—Olive —llamó Amora, apareciendo cuando las luces se fueron—. Te dije que volvería.
La azabache soltó una risa — Amora — contestó alegre, cruzando sus brazos en su pecho — ¿Ni un qué tal ni nada? —.
—Veo que aún estás viva —apuntó ella—. Tienes suerte.
— Algo más que suerte —encogió sus hombros— pero sí, ¿qué tal la vida en Asgard? — continuó bromeando.
—Bien —respondió Amora con una sonrisa—. Terminamos una guerra, y ahora estamos en otra… lo usual.
— Parece que nunca os aburrís allí arriba — dió una sonrisa ladina — y… ¿Qué haces aquí? — preguntó como si no hubiera oído claramente las oraciones de la rubia al llegar.
—Tienes algo que es mío, Olive Dahlian —Amora dio un paso al frente—. Espero que hayas sido tan lista como para no jugar con el éter.
— Ya… — dejó la frase sin terminar — creo que vamos a tener un pequeño problema con eso — se aguantó reír ante las expresiones de la asgardiana.
—¿Un problema? —Amora asintió—. Por suerte yo no huyo de los problemas. Los resuelvo, y termino con ellos si es necesario... ¿Crees que podamos encontrarle una solución a ese “problema”?
— Sinceramente, no tiene una solución, porque ya no tengo la esencia que me diste del éter — admite, con una sonrisa inocente, claramente fingida.
—¿La perdiste? Porque si ese es el caso, puedo esperar a que la encuentres —Amora forzó una sonrisa.
— No soy tan estúpida como para perder algo así — frunció el ceño, algo ofendida — solamente está en un sitio del que no se puede sacar — explicó.
—Sé que no eres estúpida, Olive —terció Amora—. Todo lo contrario; no te habría dado el éter si así lo creyera. Solo quería que lo cuidaras por mi. ¿Dónde lo escondiste?
— No lo escondí, lo usé — habló, alzando las cejas.
—Lo usaste —Amora parecía sorprendida—. ¿Para qué?
— Para esto — dijo, y segundos después extendió sus manos hacia el frente con las palmas hacia arriba e hizo aparecer un humo rojo y denso en ellas, imitando la forma de las olas del mar.
Amora cerró los puños.
—Estoy impresionada, Olive —respondió ella—. ¿Qué harás con eso?
— Volverme más fuerte — respondió, terminando el numerito — pero dártelo te aseguro que no.
—¿Dije que tú me lo darías? Me equivoqué, Olive —amedrentó Amora—. Yo misma voy a quitártelo.
— Y yo no dejaré que lo hagas — le devolvió — te has perdido muchas cosas Amora — hizo brillar sus ojos en un potente añil.
—También te has perdido de mucho, Olive —Amora hizo aparecer una espada en su mano—. Conseguirte el éter me trajo muchos problemas —declaró con aspereza.
— Tampoco te apunté con un arma para que me lo dieras — sonrió irónica — además no es el éter lo que me diste si no parte de su centro, su esencia y te aseguro que se quedará conmigo — declaró, poniéndose en posición de defensa ante la acción de la rubia, preparada para actuar.
—Me pregunto si esa esencia querrá permanecer en un cadáver —replicó Amora, mordaz.
Acto seguido, corrió hacia Olive con la espada en el aire. Esta sin embargo, no se movió, alzó sus manos frente a la rubia y dejó que su ondas destructoras llegarán a la ella, muchísimo más fuertes que la última vez, utilizando toda su concentración.
Amora sintió la espada deslizarse de sus dedos. Cayó de rodillas sobre el suelo, sintiendo la presión potente de las ondas en su cabeza. Soltó un gruñido, y trató de concentrarse para conjurar un contraataque. Probó con un encantamiento. De sus manos salieron hilos vaporosos de luz verde, luchando para esquivar las ondas y llegar a Olive.
La azabache frunció sus labios al ver los hilos de magia de la asgardiana, que luchaban contra la suya, movió una de sus manos, arriesgándose a que la menor potencia de sus ondas pereciera ante el encantamiento. Se concentró en aguantar a la vez que creaba una pequeña canica de humo rojo para lanzarla al hechizo de la rubia, transformándolo al toque en uno inservible, aunque no lo había intentado y no sabía si funcionaría.
Los hilos de luz verde de Amora ganaron mucho terreno sacándole media sonrisa, pero segundos más tarde los alcanzó la canica que había soltado Dahlian, cambiándolos a simples burbujas verdosas.
La azabache dejó caer sus brazos, agotada.
Amora se puso de pie, con la respiración agitada y expresión cansada. Observó su espada, a dos metros de ella, pero ni siquiera intentó tomarla. Volvió a mirar a Olive, y relajó su postura.
—¿Cómo se siente tener un poder que sabes que terminará por destruirte, Olive? —deseó saber.
Dahlian suspiró, relajando sus brazos mientras el brillo de sus ojos se desvanecía poco a poco.
— Bastante bien, porque sé que si quisiera destruirme ya lo habría hecho — habló tranquila, secando algunas gotas de sudor de su frente.
—Por supuesto que no lo hará; eres su portadora —resolvió Amora—. Pero será peor. Un poder así te hará creer que puedes salvar a todo lo que amas, pero no es así. Yo creía lo mismo, Olive. Así es como va a destruirte —admitió con dolor.
— Esa es la diferencia Amora — empezó Olive — yo no lo hago para proteger, si no para defenderme o incluso atacar, creer que sigo siendo una humana normal es la mejor forma de protección que tendrán, creer que por tener cierto poder podrás salvar a todos es estúpido, tú me lo dijiste, siempre habrá alguien más poderoso que tú, o por lo menos, hasta que ocupes ese puesto —expuso.
—¿Sigues queriendo convencerte de que eres una humana normal? —Amora atrajo su espada con magia, y la volvió a guardar haciéndola desaparecer—. Cuando ames algo, Olive, te darás cuenta de que no importa si hay alguien más fuerte que tú.
— Normal, sé que no soy — sonrío, algo rarito debía tener para aguantar una gema como esa, eso estaba claro — y si por eso te refieres a que el amor me hará débil, creo que soportaré no amar a nadie — mira a la rubia.
—Bien, sigue peleando para ti misma, Olive Dahlian —concertó Amora—. Puedes quedarte el éter.
— Lo haré, porque no puedes quitármelo, es obvio — hizo una pausa— y Amora, deberías escuchar tus palabras y dejar de pelear tú también contigo misma — alzó una ceja burlona.
—¿Crees que soy la única en búsqueda de una fracción del éter? —Amora lanzó una mirada al cielo con desconfianza—. Buena suerte, Olive Dahlian. Por cierto, nunca escucho mis propios consejos —admitió, con una sonrisa.
— Deberías, das buenos consejos — le aconseja — y aunque más gente venga a buscarlo, ya forma parte de mi Amora, creo que es mucho más enrevesado que solo su simple esencia me de el poder — explicó, rascándose la nuca.
—Es curioso que prefieras seguir acabando con todos los que traten de quitarte tu poder, Olive —observó Amora—. Supongo que te subestimé.
— Es fácil subestimarme — suspiró — no quiero acabar con nadie de todos modos, sólo conservar lo mío — admitió.
—Para conservarlo tendrás que pelear, Olive —precisó Amora.
— Pelearé entonces — afirmó.
Amora esbozó una sonrisa.
—Adiós, Olive.
El bifrost la absorbió dejando una marca en el suelo.
— Adiós Amora — sonrió Olive, mirando por donde había desaparecido la rubia}
«Cuando ames algo, Olive, te darás cuenta de que no importa si hay alguien más fuerte que tú»
Ella no entendía esa frase, no le veía sentido, lo lograba ver lo que fuera importante y que la rubia vió al decírsela. Había divagado y pensado en ella durante horas los días después de su encuentro. Daba igual, suponía que nunca amaría a nadie, y no importaría su significado en ese caso.
Se equivocaba.
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Si os gusta el personaje de Amora os recomiendo pasaros por Hollow Crown!
Al igual que ayer, que se me olvidó, si os gustaron Magnus y Brooklyn sabréis más de ellos en Power!
Listo! (2/2)
Maratón especial finalizada.
Aviso de que quedan solo dos capítulos para el acto dos y se viene fuertecitos.
Decidme qué es lo que más os ha gustado!
Darle love 💣❤️
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