Capítulo 19
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Amor y salvadas a destiempo
Febrero, el mes del amor, o más bien otro mes más, el segundo de ese año. ¿Por qué un solo día tenía que poner nombre a todo un mes? ¿Por qué los nombres normales no les servían? Febrero era el mes del amor, Abril el de la lluvia, Agosto del verano, Octubre el de Halloween, y Diciembre el de Navidad. ¿Tanto les molestaba usar un simple nombre? Parece que sí, en fin, febrero, ¡oh, hermoso febrero de personas enamoradas!
— O solitarias y aburridas en una base de Hydra... —.
Shhh, no te toca aún Olive, al grano, me ahorraré los dramas.
La luna llena de aquel viernes de Febrero acompañaba a todos los solitarios transeúntes en la fría ciudad de Nueva York, de la que parecía no querer irse el invierno. El ventoso aire, aún propio de esta estación mueve las copas de los árboles y, colándose por la ventana, los azabaches rizos de Christine Letchs, que terminaba, algo más tarde de lo normal, su jornada en la DEA.
Cierra la ventana con impaciencia y coloca su mochila negra en su hombro, además de abrochar su abrigo del mismo color, quería llegar a casa cuanto antes para cenar y resguardarse del frío, también que no le gustaba dejar a Tyler mucho tiempo solo.
Bajó las escaleras hasta el vestíbulo y allí salió por la puerta, con la mirada puesta en la intensa y brillante luna que hacía de la noche un lugar un poco menos oscuro, era una romántica vista. Atravesó la segunda puerta de salida y giró a la izquierda, el recorrido que hacía hasta casa lo sabía de memoria.
Iba a girar de nuevo hacia la izquierda para dejar de lado el edificio, pero un fuerte y contundente puñetazo golpeó su mandíbula, justo de la esquina a la que giraba. Letchs se tambaleó unos pasos para atrás a la vez que su cabeza se ladeó por el golpe, notó algo de sangre en su boca y el labio inferior partido, sus ojos adquirieron un fuerte brillo dorado.
Levantó los orbes justo en el momento exacto de parar un nuevo puñetazo que iba a su otra mejilla. Delante suya había un sujeto completamente de negro yencapuchado, detrás de ese, había otro igual con un bate de béisbol, por lo que parecía, la estaban esperando.
Apretó la mano que sujetaba y contuvo la otra del sujeto, hizo fuerza y las soltó de golpe empujándolo hacia atrás. En ese instante se quitó su mochila, el segundo, con el bate, había sujetado al primero y los dos parecían muy dispuestos a atraparla.
— ¿Quiénes sois? — demanda con el ceño fruncido, intentaban rodearla, y los dos eran de anchos hombros, por lo que suponía que eran hombres.
No hubo respuesta, sino más bien un intento de golpe con el bate, que tuvo que esquivarlo agachándose, y abajo, lanzó un golpe raso a los pies del otro, que cayó al suelo.
Se levantó rápidamente y agarró el bate antes de que intentase golpearla de nuevo. Tiró de él para poder arrebatárselo y así parar esa pelea absurda en la que no quería involucrarse.
No era partidaria de la violencia.
— ¿Qué queréis? No quiero pelear, ni tener que haceros daño — pregunta Christine, forcejeando.
Los ojos azules del encapuchado solo envían hielo a las palabras de la rizada, en lo que ambos siguen peleando por el bate. Una sonrisa se dibuja sobre la tela negra y el hombre empuja el bate en horizontal hacia ella, por lo que Chris frunce el ceño, ya que no entiende el sentido de su acción, pero tan solo tarda un segundo en comprenderlo, ya que el bate es agarrado por los dos extremos y llevado hacia detrás suya, por lo que se pega a su cuello, aunque opone resistencia.
— Lo digo muy enserio — habla la azabache — parad y hablamos de lo que queráis, no quiero pelear — explica, haciendo fuerza para alejar el bate, a la vez que sus ojos empiezan a adquirir un brillo dorado.
— Yo no hablo con traidores — expresa el encapuchado, con una voz metálica, claramente falsa. Lleva su mano a la manga contraria y saca un cuchillo de ahí — averiguo lo que han hecho y les corto la lengua —.
Podríais pensar que Christine estaba asustada, en parte sí, pero había otra emoción más fuerte en su organismo, frustración.
— Está bien, yo no soy una traidora, pero entiendo que no me vais a escuchar, ya os he avisado — suspira.
Respira hondo y toma impulso, separa el bate justo para sacar su cabeza por debajo y luego salta hacia arriba, pasando por encima de su captor y acabando detrás de él. Antes de darle tiempo a reaccionar pasa el brazo por su cuello y sostiene el bate para que no pueda usarlo.
El hombre se resiste, con una mano aprieta el brazo de la morena y con el otro brazo intenta encajar algún codazo en el abdomen de Chris, que emite un pequeño quejido cuando lo consigue. Cierra más su brazo alrededor del cuello del individuo y aprisiona su extremidad para detener los golpes.
En unos segundos cae inconsciente, y los ojos dorados de Christine, tras haber dejado bastante amablemente al captor en el suelo, se posan en el hombre de iris azules que lleva el cuchillo.
— ¿Me escucharás ahora? — alza las cejas.
— No, lo único que me dirás es qué información has pasado a tus contactos— amenaza, jugando con el cuchillo.
Chris se echa hacia atrás, mandando una patada hacia arriba que va a la mano con el cuchillo, este es lanzado por los aires y acaba en manos de la rizada que termina su pirueta.
— ¿Y ahora qué? — vuelve con una sonrisa.
El encapuchado frunce el ceño y simplemente, cansado, saca un arma de la parte interior de su chaqueta.
— Ahora vas a decirme que mierda de información has pasado, guapa, o te meto un tiro en la sien —.
— Yo no he pasado nada porque no soy el topo, y no me cansaré de repetírtelo, te equivocas de persona — habla, mirando el arma y luego al individuo.
— Te voy a dar tres segundos para que te lo vuelvas a pensar — dice, de nuevo con su voz metálica.
Chris rueda los ojos y resopla, no había quién razonara con ese tipo.
Observó su postura, debía ser alguien de la DEA y de su departamento, estaba segura, pero no recordaba haber visto esos ojos antes, podría probablemente llevar lentillas, eran agentes preparados para todo.
— Tres.. — susurra.
Se fija en el arma y recopila toda la clase de llaves y trucos que puede usar para robarsela o simplemente quitársela, y estimó también la posibilidad de recibir un disparo en cada uno de ellos. Podía utilizar su agilidad a su favor, y arrebatársela como la profesional que era, aunque podría disparar antes.
— Dos… — quita el seguro al arma y su dedo se cierne sobre el gatillo.
Christine achica los ojos, y lo mira expectante, en una postura defensiva. Podría… intentar otra cosa, tal vez hasta menos arriesgada y ante la idea, sus ojos brillan de dorado con fuerza; tira el cuchillo al suelo y espera.
— Uno… Zorra — sus fieros ojos muestran seguridad, y dispara.
La bala que sale de la Glock 17 es de nueve milímetros, y expulsada con una velocidad cercana a los 110 metros por segundo, por lo que cuando llega a Chris, apenas ha pasado una centésima de segundo. Sin embargo, las manos de Letchs ya se encontraban abiertas y levantadas, y tan solo hizo falta el momento que el hombre dijo "uno" para que la señal de advertencia viajara por su canal auditivo hasta el nervio del mismo nombre y la información llegase al cerebro, que emitió una respuesta con la misma rapidez y… Entonces, a la vez que las orbes avellanas de Chris se volvían doradas, un gran escudo plateado y circular se crea a dos palmos de su nariz, surgiendo de sus manos.
La bala al llegar se funde con este, y a la décima siguiente, sale en la dirección opuesta, a una velocidad mucho mayor, tanto, que el hombre apenas puede emitir nada antes de que ésta se clave en su clavícula y la sangre empiece a brotar, al mismo tiempo que cae hacia atrás.
La rizada abre los ojos al escuchar el impacto contra el suelo, el escudo desaparece, y entra en pánico al ver al hombre con el balazo. La sangre empieza a salir de sus traje negro y Chris mira sus manos, ¿Lo había hecho ella? No quería atacarle, no sabía que pasaría eso. Sus nervios la hicieron dar un paso hacia atrás, a la vez que millones de cientos de imágenes se reproducen en su cabeza, la sangre era la protagonista en casi todas. Se agacha a recoger su mochila a la vez que no deja de mirar el cuerpo.
Una oración resuena entre las imágenes, y se repite una y otra vez, como un eco, como un mantra, saliendo de sus recuerdos más profundos: ¡Huye! Y es cuando más resuena, que la rizada echa a correr.
Una sonrisa se forma en los labios de una mujer, que admiraba la escena desde la azotea de uno de los edificios.
— Muy bien Corderito, muy bien… — se pone en pie, y su capa roja se ondea al viento.
[...]
El sol iluminaba el cielo y Christine Letchs seguía en su cama, con sus rizos despeinados y la mirada gacha, rememorando los sucesos del día anterior. Debería haber ayudado al hombre, debería sino, haber descubierto su identidad, saber quién le tendió esa trampa, pero, no lo hizo, aquellas cosas que quería apartar de su mente, que quería dejar atrás desde hacía años la habían paralizado, y habían impactado en ella con fuerza, resurgiendo de nuevo.
Solo volvió a parpadear cuando el reloj la avisó de que eran las diez de la mañana, con un molesto sonido repetitivo. Lo apagó y se levantó sin ánimo alguno, en el salón se encontró a Tyler durmiendo en su camita, que en cuanto la vió corrió hacia ella ilusionado.
— Hola pequeñín — le acarició, para luego dirigirse a la nevera — Buenos días — el blanco perro sacó la lengua y movió su colita a la vez que le seguía.
Chris abrió el armario, sacando un vaso, luego hizo lo mismo con la nevera para sacar la leche, y lo rellenó de esta, eran movimientos casi automáticos de todas las mañanas, una tortuosa rutina; demonios, cuánto extrañaba tener a la loca de Olive contándole la película que había visto la noche anterior o alguna de sus tonterías del trabajo. Los mensajes que le mandaba a Brook nunca tenían respuesta y Steve… Cerró la nevera, el calendario tenía rodeado el día de hoy, con unas letras.
— ¡Steve viene hoy! — grita sorprendida, se le había olvidado por completo. — ¡Mierda!
Sale corriendo casi atropellando a Tyler hacia su cuarto de nuevo, debía vestirse, prepararse y buscar la dichosa carta en la que le había dicho la hora, y el lugar, espera, ¿habían quedado a una hora? Sabía que Steve iba a llegar unos días a New York para hacer una especie de descanso de buscar a Bucky y ella iba a aprovechar y ayudarle con la mudanza. Volvió corriendo al calendario. Las 11:00
— ¡No llego ni de coña, maldición! — volvió corriendo de nuevo, como una peonza, casi llevándose a Tyler por delante que corría muy divertidamente tras ella.
Christine volvió a revisar de nuevo la dirección de la calle en el papel y se miró en el espejo, no podría ocultar ese labio partido por un lado, se veía su roja herida y la sangre seca formando una granate costra en él.
— Si es que… vaya lío— se frota las sienes, termina de arreglarse un poco la ropa y el pelo — chiquitín, tú te quedas aquí ¿Vale? Vuelvo en un rato— habla al perro y luego sale.
Recorre las calles a paso rápido ya que había salido con poco tiempo y en unos quince minutos se descubre en frente de la torre de los vengadores, ¿Estaba bien la calle? ¿Había llegado a tiempo no? Las once, si, la miró de nuevo y eso parecía, así que se colocó en un banco cercano a la puerta y esperó, ¿quizá era otro número más arriba de esa calle?
Chris miró su reloj, oh si, estaba nerviosa, y su corazón bombeaba como un Ferrari quemando goma en la línea de salida, esperando el pitido de entrada a la carrera. Hacía que no veía a Steve cerca de un año, y el único y último beso que se habían dado fue en el helipuerto, es decir, hacía mucho tiempo y él había estado por todas partes, tal vez sus sentimientos no eran los mismos… aunque se hubieran estado enviando cartas románticas, diablos, no paraba de desvariar, su cabeza parecía una locomotora a todo motor. Solo quería despejar todas sus dudas y volver a ver a Steve, lo había echado muchísimo de menos, mientras tanto no le quedó más que distraerse mirando los alrededores.
Desde arriba, en la altitud de los edificios, una capa roja había acompañado su travesía todo el camino. Sí, observar cada acción de Letchs era su único y deseado entretenimiento, ya llegaría su momento de actuar.
— Diviértete corderito, diviértete mientras puedas — susurra al aire, y salta hacia otro edificio.
El sol en esas épocas del año era intenso, aunque algo extraño en Nueva York, por lo que Steve tuvo que ponerse la gorra de béisbol que había estado usando para no ser reconocido mientras viajaba por la carretera de Brooklyn a la gran ciudad y entrecerrar los ojos cuando salió de la recepción de la torre al exterior. Su rostro nuevamente estaba libre de barba, y su cabello lo suficiente corto como para ocultarse por completo en la gorra.
El Súper Soldado miró a su alrededor con atención, ya acostumbrado a la nitidez del mundo ante sus ojos sobrehumanos, y arqueó un poco la comisura izquierda de sus labios cuando distinguió aquellos rizos negros que ya reconocía fácilmente. Caminó hacia ella con las manos metidas en los bolsillos, siendo algo silencioso, y cuando estuvo a milímetros del banco, dijo:
—Es realmente bonito ése local. Sus batidos son excelentes.
Chris no pudo evitar llevarse un pequeño y disimulado susto al escuchar la voz, pero en un segundo una sonrisa se formó en sus labios y levantó la cabeza para ver al rubio, achicando sus ojos claros y avellana ante la luz, que solo los hacía parecer más preciosos e hipnotizantes.
— Lo sé, he ido alguna vez — responde divertida, sorprendiéndose a ella misma de su aparente calma, se levanta del banco, quedando frente a él — Hola de nuevo Steve — coloca sus manos en los bolsillos de su vaquero azul imitando a Rogers, nerviosa por dentro.
—Hola, Chris —saludó de vuelta, haciendo un leve asentimiento—. Ehmm —la mira de arriba hacia abajo—, bonitos jeans.
— Gracias, bonita gorra — apuntó ella, recordando que era parecida a la que llevaba en Washington, cuando se conocieron — De hecho, creo que me gusta mucho — extendió el brazo, y le robó la gorra colocándola en su cabeza, para que sus ojos estuvieran más protegidos de la luz. Intentando así romper un poco la tensión. — ¿Qué? ¿Me queda mejor que a tí, verdad? — le sonrió, guiñándole el ojo.
Steve arqueó una ceja, ladeando una sonrisa juguetona. Acercó la mano a su cuello y con su pulgar sacó la cadena que le había prestado Chris, la cual se veía increíblemente delgada en su grueso cuello.
—Seguro, igual que a mi me queda mejor tú collar.
Pasa la mano por la gorra, intentando que está sometiera sus rizos. Parecía que todo iba a ir de maravilla.
— Oh — dramatiza la chica, llevándose la mano al pecho — eres un estafador Rogers, me has cambiado un diamante de mucha pasta por una gorra barata de béisbol — negó con la cabeza, acercándose unos pasos — me parece que tengo que cobrarte intereses — alza las cejas, con una sonrisa traviesa en sus labios.
Steve bajó las iris hasta que vio la figura borrosa de su nariz, sonriendo con cierta timidez pero a la vez coraje. Él se acercó otros pasos hasta que estuvieron a tan solo unos cuatro centímetros de distancia, dirigiendo su mirada unos segundos a los labios de Chris, anhelando secretamente otro beso como el que se habían dado en 2014.
—¿Y cuáles serán esos intereses, señorita Lechts? —.
Christine suspiró suavemente al volver a tener tan cerca esos rosados labios ajenos, con esas pupilas volviéndola a mirar tan expectantes.
—Oh, no sé — miró hacia otro lado pensando, se llevó una mano a su labio y jugueteó un poco con él, claramente para poner nervioso a Rogers — si, creo que sé cuál va a ser — se acerca a Steve de nuevo haciendo prácticamente rozar sus narices, echó su aliento suave a los labios del rubio— si no te sonrojas en todo el día, te daré un beso como el del helipuerto — le retó, con una voz suave y un brillo de travesura en sus ojos.
—¿Y si lo hago? —ladea un poco la cabeza— ¿Te resistirás a besarme en todo el día? —
— Si lo haces, Rogers, no querrás saber lo que te pasará — soltó una pequeña risa aparentemente dulce — así que no me tientes, que puedo aguantarlo — bajó la vista de sus azules y duros ojos a sus labios y entreabrió los suyos, tal y como él había hecho en la casa de los Edwards — ¿Estás seguro de que tú resistirás? — mojó sus labios inferiores con su lengua y volvió a ver sus orbes.
—Yo no tendría porqué hacerlo —le guiñó un ojo. Estuvo apunto de descender y finalmente darle ese beso que ambos anhelaban, pero antes se percató de un hombre medio oculto que los miraba mucho, con un teléfono en la mano. Rogers suspiró y se alejó bastante de Chris, sonriendo con pereza— ¿Vamos dentro?
Chris rodó los ojos, frustrada, casi había sentido ese beso, pero a la vez lo entendía, ella también se había percatado del individuo, por la lejanía de Rogers, y al ser él, una figura pública, era mucho mejor para ambos. Además, así podría aprovechar el reto propuesto.
Asintió con la cabeza y suspiró, para luego volver a sonreír. Dió unos saltitos, sacó su teléfono y se colocó a la altura del rubio.
— Si te sonrojas — le advirtió, volviendo a guardar su teléfono, a la vez que alguien soltaba una pequeña maldición porque su celular le había dado una descarga y se había dañado. — publicaré tu carta — le miró maliciosa, cruzando las puertas.
—Nadie creerá que es mía —se burló el rubio, ofreciendo su brazo de manera caballerosa.
Christine lo tomó sonriente, disfrutando ese contacto pues no se habían dado ni siquiera un abrazo.
— Te recuerdo que está firmada por ti — bromeó — o, quizá debería decirle a Brook que temes escribirla — le miró traviesa, llegando a la recepción de la torre.
—Oh, vamos —Steve rodó los ojos con una media sonrisa mientras las puertas de la Torre se cerraban tras ellos— hacer algo lindo para ti es como darte una navaja, y te la pasas amenazándome con clavarla.
— Ey, eso no es cierto — replicó la azabache, algo ofendida— solo busco alternativas como castigo si te sonrojas, el reto ya ha empezado — le miró, y segundos después tuvo que agarrarse a su brazo para no caer, había chocado con una caja que estaba en medio del camino, de hecho, la recepción estaba llena de cajas — ¿Y todo esto? ¿Es que Stark no puede pagar para que coloquen sus inventos en su sitio? — habló molesta, se había hecho algo de daño.
—En realidad esas son mías —murmuró fijando sus ojos en el pie de Chris— ¿estás bien?
Christine ignoró la pregunta, ya que estaba bien y se centró en la primera frase que había dicho el rubio.
— ¿Tus cosas? — frunció el ceño, mirando las cajas de cartón — Solo venías unos días, ¿no? — le preguntó, para cerciorarse de aquello que puso en la carta.
—Creo que debo actualizar esa información — achicó un ojo mientras lo decía— Resulta que la rata que encontró Stark nos guió a todo un nido y creo que tendré que quedarme más tiempo —.
— Entonces... — separó sus brazos y se colocó en frente de él — ¿Te mudas.. temporalmente a Nueva York? — levantó la mirada, intentando que no se formara la sonrisa de sus labios por si era una negativa.
Steve bajó las comisuras de los labios, asintiendo mientras procesaba lo que Chris había dicho.
—Si, esa es una buena forma de decirlo —sonrió— Subiré estas cajas pronto, así bajo y aprovechamos que soy nuevo en la ciudad y tú estás desocupada —sonrió de nuevo con cierta timidez y ojos sugerentes.
— ¡Si! — exclamó Chris con una amplia sonrisa, había deseado tanto su compañía o la de alguna de las dos locas que tiene por amigas, se acercó emocionada a darle un abrazo, rodeó su torso con sus brazos y apoyó la cabeza en su hombro — Puede, que te echara un poquitín, de menos — susurró, disfrutando del abrazo — y te yo te ayudo con las cajas — propuso, levantando la mirada a sus ojos, sin separarse.
—Yo también lo hice —Steve le sobó la espalda con una pequeña sonrisa enternecida—. ¿Y estás segura de que quieres ayudarme? —abre los ojos con exagero— Hay cosas oscuras ahí.
Chris se separó con una sonrisa — Por supuesto — rió — si me encuentro tu caja de calzoncillos te vas a sonrojar y ganaré el reto, o ¿quizá hay algo peor?— admitió pícara, tomando una caja cualquiera entre sus brazos.
Steve negó con la cabeza y recopiló cuatro de las más pesadas para terminar con eso rápido.
—Oh, solo las mil fotografías que pagué para que te tomara un agente secreto mientras estuve de viaje —dijo con normalidad, caminando con el cuello estirado para saber por donde iba.
— Presumido... — refunfuñó Chris al notar su cantidad de cajas, hasta que su mente procesó lo que había dicho — ¡Pero bueno Rogers! ¿Cómo te atreves a colocarme un agente secreto? Que entiendo que me quieras ver sin ropa, pero esas no son las formas señorito — le regañó, sonriendo divertida con lo último, dirigiéndose al ascensor.
—No soy presumido solo... —sonríe inocente— Apresuro el trabajo. Y yo jamás dije que esas fotos eran de ti sin ropa, Christine, más bien son fotos en las que eres ridículamente tierna —hace un puchero para molestarla.
Entran en el ascensor y Chris pulsa un número al azar ya que Steve no podía con tantas cajas.
— ¿Soy tierna? — le mira y bate sus pestañas de forma exagerada, como había hecho él el año pasado, y puso un puchero — por cierto, te estás resistiendo a sonrojarte y eso no es divertido — masculló.
—Si —hunde las cejas—, lo eres —confirma con tono apachurro y algo burlón—. Mírate, toda pequeñita y rizadita. Pareces una pequeña y linda muñequita.
La chica frunció el ceño y achicó los ojos mirándole molesta — Ten cuidado con lo que dices Steve, esta muñequita sabe jugar muy bien a muchos juegos — le sonríe de lado — y puedes acabar mal, Ken — le avisó, subiendo y bajando las cejas, sugerente.
—Define “mal” —.
— Sonrojado de por vida y sin besos o castrado si olive te encuentra— añadió lo último riendo para ella y salió del ascensor — ¿Cuál es tu cuarto? — preguntó al llegar a una sala de estar que tenía varios pasillos por los que ir.
Steve sonrió unos segundos antes de salir del ascensor también.
—Stark dijo que tendría mi nombre —mira a su alrededor, avistando a los pocos segundos su cuarto ya que en la puerta había una pegatina dorada con su nombre y una calcomanía de lo que parecía ser un dibujo de las que fueron sus porritas—. Por ahí —caminó hacia la puerta.
— Ya lo veo — le siguió y le abrió la puerta, ya que él no podía — que sepas que si tienes algún fetiche raro, jamás me vestiré como ellas — advirtió, alzando las cejas — bueno, será un real reto si consigues el valor para pedirme que me desvista — rió, mirando de reojo al rubio, y esperando que un color carmesí le cubriera las mejillas.
Sin embargo, Steve solo soltó una risita agraciada y permaneció tranquilo, sin un atisbo de un sonrojo próximo en sus mejillas.
—Yo no haré nada que tú no quieras, Chris —le sonrió tranquilo antes de bajar suavemente las cajas de sus brazos hasta el piso.
— Esto es injusto — puso un puchero y dejó la caja con las demás, cruzando sus brazos después — te sonrojas con nada, literalmente, y ahora que estamos hablando de sexo como en el restaurante, ¿no lo haces? — negó con la cabeza indignada. El rubio estaba siendo demasiado bueno en el reto.
—Awww —se rió enternecido—. ¿Por qué tan esmerada en hacerme sonrojar, uhmm? —cruza los brazos, mirándola atento mientras se recostaba en una mesa— No es como si fueras a ganar un buen premio si lo logras —ladea la cabeza.
— No sé — alzó los hombros — en realidad sólo quiero volver a ver esos sonrojos tuyos, son tan monos— se sinceró disimuladamente — y perdiendo el reto, me darían igual mis supuestas reglas y podría besarte como compensación por haberlo intentado — clava sus ojos avellana en los suyos — ya sabes, volver a sentir tus labios sobre los míos, tan suaves, acariciar tu cuello, cerrar los ojos y... — suspiró imaginándolo, uno le había sabido a muy poco— que está vez no te vayas a salvar el mundo — le sonrió divertida.
—Entonces ven aquí ahora —abre sus brazos, manteniéndolos un poco suspendidos en el aire para mantener claro el mensaje.
— ¿Y si voy y no me besas? — supuso desconfiada, andando lentamente hacia él.
Steve rodó los ojos, le agarró la muñeca y le dio un suave tirón para que ella llegara más rápido a él, luego él mismo unió sus labios. No los movió, solo ejerció un poco de presión y acarició los hombros de Chris con sus pulgares. Cuando se separaron un poco, él sonrió, aún con los ojos cerrados.
—¿Quién soy yo para negarle un beso? —.
— No lo sé — sonrió, volviendo a unirlos, aprovechando que Steve mantenía los ojos cerrados; los movió suavemente sobre los suyos, añorando ese contacto y colocó sus brazos en su cuello, acariciando el pelo que tenía en la nuca. Se separó con cuidado y rió — Parece que ninguno de los dos puede resistirse — le da una mirada cómplice.
—Oh, no, que desgracia —murmuró, fingiendo un dramático tono de desesperanza.
— Lo es, los dos hemos perdido el reto — sonrió divertida — aunque no me importa — agachó la cabeza mirando a otro lado — por cierto, besas muy bien para no tener mucha experiencia, que lo sepas — vuelve a fijar sus ojos avellana en los suyos azules — ¿Te sonrojaras libremente a partir de ahora? —.
—Uhmm —desvió la mirada mientras se endereza, volviendo a quedar más alto—, veo difícil que logres sonrojarme ahora, Chris.
— Ajá ¿y eso por qué? — alzó las cejas y lo analizó con la mirada, luego tomó su mano y los llevó de nuevo al ascensor o no terminarían nunca de llevar cajas.
—¿Para qué quieres saber? —ladeó la cabeza, siguiéndola sumiso.
— Pues la verdad me encantaría saber por qué a mí ¿Enamorado? — le guiña un ojo, tomándose la confianza— si, ¿por qué no conseguiré sonrojarlo ahora? ¿qué ha cambiado? — pulsa el botón de la recepción, a la vez que tira suavemente de su brazo y se apoya en la pared metálica de la máquina.
—Bueno yo... —se rasca la nuca—... Viajé por muchos lugares ¿sabes? —la miró, esperando que así entendiera.
Chris frunció el ceño — viajaste por muchos lugares, vale, ¿y? — le mira por unos segundos dudosa, mientras tomaba la mano de Steve entre las delgadas suyas y la acariciaba, haciendo letras y dibujos en su palma. Le encantaban pequeños momentos de tacto como esos y las manos de Rogers eran claramente más grandes que las suyas.
Steve se quedó mirando el gesto varios segundos, algo embelesado, luego carraspeó y finalmente se sonrojó como tanto Chris había intentado lograr, desviando la mirada y esperando que ella no lo note.
—No es nada —.
Ante su carraspeo Christine lo miró, y una sonrisa se instauró en su cara, contenta — Aww, te has sonrojado — soltó una pequeña risa y la acompañó de un pequeño beso en la mejilla que le dió a Rogers — ¿Que es lo que pasó en esos viajes tuyos? ¿Debo preocuparme? — dramatiza, con un tono divertido, saliendo del ascensor y tomando tres cajas medianas que no pesaban demasiado.
—No, para nada —Rogers caminó hacia las cajas pesadas—. Ellas no fueron importantes.
— ¿Ellas? ¿como que ellas? — la rizada abrió los ojos exageradamente y frunció el ceño, empujando algunas cajas suavemente con sus botas para subirlas también al ascensor — ese tono suena a que debo preocuparme — Letchs le mira fijamente, esperando su respuesta, ella no era celosa, es decir, ni siquiera tenía por qué serlo, no eran una pareja pero… volver a jugarse su frágil corazón la hacía asustarse por todo
—Oh, en serio no son nada. —Steve le sonrió un poco nervioso, aún sonrojado— Parte del viaje.
— y una mierda parte del viaje — observó su continuo sonrojo Chris, Steve se subió al ascensor y ella volvió a pulsar el piso de la habitación — ya me estás diciendo quienes son ellas, y que pasó porque claramente son importantes, ellas pueden hacerte sonrojar y yo, al parecer, ya no — le miró y frunció sus labios.
—¿Estás haciéndome berrinche? ¡Dónde está la cámara cuando uno lo necesita! —Steve se rió, pero al notar que la morena no se relajaba ni se encontraba jugando, paró la risa y carraspeó— Ahm, ellas, en realidad estoy siendo honesto. No son más que chicas con las que tuve que interactuar mientras viajé. Me lanzaron —hunde las cejas— ¿piropos era la palabra...? Como sea, me cortejaron, no es nada. Me acostumbré y por eso tus comentarios ya no tienen tanto efecto —.
Chris le lanzó una mirada juzgadora, analizando sus palabras y asintió — Vale — dijo simplemente, agarró una caja más de las que había en el suelo del elevador y salió de este hacia el cuarto de Rogers. Le habían destrozado a su pequeño sonrojado, estaba completamente indignada, con lo feliz que la ponía sonrojarle.
—Ay Dios —Steve suspiró, agarró las cajas y la siguió— Chrisss —llamó.
— ¿Queee? — escupió, abriendo la puerta y colocando las cajas dentro, en un buen sitio, intentando que ninguna se quedara en medio y ella tropezara.
—No te enfades, te prometo que a ninguna le seguí el juego —Steve entró al cuarto, con ojos de cachorro bajo la lluvia.
Chris negó con la cabeza, agachándola, y cruzando sus brazos, a la vez que se apoyaba en la mesa donde antes se había colocado Steve, intentando que no se le escapara una risa por la broma que le gastaba— ¿Y por qué no las mencionaste en tus cartitas? — refunfuñó, quitándose su gorra y jugueteando con ella en sus manos.
—Bueno, no mencioné tampoco a las personas que me vendieron café en las mañanas ¿o si, Chris? —sonríe, flexionando las rodillas para dejar las cajas en el suelo— Las olvidaba para la noche, y no me sonrojé por ellas —.
— ah, ¿No? —preguntó, aún mirando al suelo y jugueteando indiferente con la gorra.
Steve se endereza y apoya en la puerta.
—No, preciosa. —ladea una sonrisa.
Chris rió divertida, subiendo su mirada a los ojos azules del capitán, quería asustarlo y verse enfadada pero le era difícil, fin de su actuación.
— Entonces, ¿sigues siendo mi virginal Romeo? — subió y bajó las cejas, acercándose a él para ir a por la última tanda de cajas.
—¿Por qué crees que soy virgen? —la siguió con los brazos cruzados.
— Porque me colgaste en cuanto lo mencioné, y... — le mira pícara, y recopila datos en su cabeza, a la vez que vuelven a bajar en el elevador — En los cuarenta, siendo religiosos, hasta el matrimonio no podías tener relaciones, además, no creo que tuvieras muchas pretendientes que quisieran ese puesto cuando no eras un super soldado alto y musculoso, ¿O me equivoco? — alza una ceja, mirando sus brillantes ojos como el mar.
—No, no te equivocas. Aunque eso no confirma nada —.
Steve se adelantó en salir del ascensor esa vez para recoger todas las cajas en una sola ronda y sonreír a Chris mientras regresaba al mismo.
— Si, lo confirma, tú me lo has confirmado — sonríe y toma una de las cajas de Steve para que no llevara demasiadas — ¿O realmente no lo eres? — le miró expectante, viendo como las puertas del ascensor se cerraban y Rogers no podía escapar de su pregunta.
— Esas cosas no se dicen, Señorita Letchs —.
— Oh, venga Steve.. — le hace un puchero — yo también lo soy...— agacha la cabeza, como si ocultara un sonrojo.
Steve voltea a verla con los ojos entrecerrados.
—Siento si sueno grosero, pero no te creo Chris —regresa la mirada al frente—. Eres una mujer demasiado extraordinaria en un mundo de completo libertinaje, que estuvo apunto de casarse, en algún momento debiste dar el paso ¿no?
—Si... Ya veo que no cuela — rió un poco y levantó la cabeza de nuevo, saliendo del ascensor — pero Steve, dime si es cierto, te prometo que no me burlaré, además puede que yo esté en completa equivocación y hubo otra chica anterior a mi, del siglo XXI que te hizo dar el paso — alza una ceja, llegando a su habitación.
—¿Por qué tan interesada en sí aún soy virgen, niña? —la mira de reojo— Si te preocupa con quien pude haberla perdido te aseguro que debe ser una abuelita o un cadáver en el cementerio —.
— ¿Cómo que niña? — frunció el ceño Chris — y, no me preocupa, es que me gustaría saberlo, en fin, si vamos en serio, y proponemos tener una relación, estaría bien saber cosas del otro y bueno, como está ese rumor sobre ti, me encantaría saber si es cierto — abre una de las cajas al azar, para colocarla o quizá cotillear y se encuentra un álbum antiguo, realmente lo de el super soldado solo le daba mucha curiosidad, no era como si le importara si era virgen o no, estaría bien con ambas.
—Es cierto —soltó veloz.
— ¿Qué? No te escuché — bromeó pero al ver la cara de Steve, evitó reírse — Ey, no pasa nada — se acerca a él y deja un suave beso en su mejilla — estaré encantada de ser tu primera vez llegado el momento, y si realmente quieres que yo lo sea, osea no pasa nada si no quieres que sea yo tampoco — susurró suave, acariciando sus mejillas.
—Si, seguro, no es nada —miró una de las cajas y la tomó para alejarse de Chris, caminando hacia el armario negro—. Un hombre virgen a los 95.
— Steve... — Chris sonrió y lo abrazó por detrás — no pasa nada, además, fueron setenta congelado y hasta los diez años somos niños, así que realmente eres como un hombre de veinte años virgen, y eso no es malo — acarició su espalda con su mejilla como si fuera un gato.
—31 en realidad —Le echó una breve mirada.
— Oh, venga — le tomó de las manos y le miró a los ojos — no es malo ser virgen incluso con 31, está bien, cada uno tiene su momento y necesita su tiempo y una pareja para estar listo — le sonríe suavemente y acaricia sus manos.
Steve solo hizo una mueca.
— Steve... — hace un puchero — anda, no te pongas así — le da un beso en la nariz — ¿qué puedo hacer para que te olvides de esto y te sientas mejor? — le acaricia el pelo rubio y le mira a los ojos.
Ante el silencio de él, continúa.
— Oh, tengo una idea — los ojos de Chris brillaron contentos.
Se separó de Steve, buscó un altavoz o un amplificador por la habitación y al no encontrarlo, improvisó. Luego, sacó su teléfono, y puso una canción. Strangers in the night, de Frank Sinatra, rememorando el momento en el que la escucharon en el coche.
— ¿Quisiera usted — carraspeó, imitando su nerviosismo, se agachó un poco, aunque ya era más pequeña que él y extendió su mano — acompañarme en este baile? — levantó la cabeza, esperando la respuesta del capitán, con una pequeña sonrisa nerviosa en su cara.
Steve ladeó la cabeza, arqueando una ceja con una sonrisa agraciada. Negó riendo levemente y se enderezó para tomar la mano de la mujer, haciendo una femenina reverencia mientras batía encantadoramente sus pestañas.
—Claro —.
Chris sonrió encantada, entrelaza la mano que había tomado Steve y colocó la otra en su hombro, alzando la mirada para ver sus ojos azules.
— Si sabes bailar ¿no? — alzó las cejas divertidamente, esperando que colocara su mano en el sitio correcto en un baile lento.
Steve rodó los ojos mientras colocaba su mano en la justa curva de su cintura, ni más arriba, ni más abajo.
—Claro que sé bailar —empiezan a mecerse con lentitud, y de pronto, su mirada se vuelve vergonzosa—. Bucky me enseñó
Chris soltó una divertida carcajada — entonces, ¿Practicaste con Bucky? ¿Cómo si él fuera una chica? — Letchs se concentró en la cara del rubio, ya que estaba improvisando, ella no sabía bailar muy bien ese tipo de danza.
—Si, si, búrlate todo lo que quieras —entrecierra los ojos.
— Oye, tu también te burlas de mí, con que soy pequeña, tierna y todas esas tonterías — entrecierra los ojos imitándolo. Luego su expresión se relaja y le da una pequeña sonrisa — ¿Cómo era? — acarició su hombro, desviando su mirada al collar que colgaba de su cuello.
—Tan ridículo como suena —Steve sonrió, perdiendo sus ojos en una pared al rememorar esos tiempos—. Yo nunca quería hacerlo pero luego de dos cervezas y un Bucky determinado terminaba bailando con él en la pista de baile. Era increíblemente incómodo porque la gente se nos quedaba mirando como si nos hubiera salido una tercera cabeza, pero nos divertíamos, y al final algo aprendí —.
Suspira y la sonríe.
— ¿Y tú? ¿Quién te enseñó a bailar tan terrible? —.
Ríe levantando su mirada hacia su cara— Nadie me enseñó, estoy haciendo un esfuerzo por ti, no tengo idea de estos bailes más que de dónde poner los brazos — alzó un poco los hombros, viendo que su intento de que Rogers se olvidara del hecho de que era virgen, funcionaba aparentemente — iba a aprender para la boda pero... — agachó la cabeza, negó con esta, alejando malos recuerdos y volvió a colocar una sonrisa en su cara — al final, no pude hacerlo — dirigió suavemente sus ojos a los de él.
—Bueno —Steve mira sus manos unidas y entrelaza sus dedos con suavidad pero decisión— para su suerte, señorita Lechts —la mira con una sonrisa— yo soy muy paciente, sé algo de baile, y podría cobrarle una baja tarifa por cada clase —alza las cejas— si está interesada.
— Estaría muy interesada, capitán Rogers — una sonrisa se coló en sus labios — ¿A cuánto me cobraría cada clase? ¿Quizá a cambio de algo? — alzó una ceja, acariciando con su pulgar la mano que había entrelazado.
—Un beso por cada sesión, o tal vez una caricia, o un abrazo — mira sus ojos avellana.
— Creo entonces que contrataré varias sesiones — le sonríe y deja un corto y suave beso en sus labios — ahí está mi primer pago— le guiña un ojo — si hay algo erróneo hágamelo saber antes de que me vaya, porque me parece que ya hemos terminado de subir todas las cajas — advirtió traviesa, separándose delicadamente de Steve.
—Opino que así es excelente, según ascienda el nivel de dificultad ascenderá el pago — Steve fingió un rostro de seria profesionalidad al hablar, agarrando sus manos tras su espalda.
Chris ríe — vale, me parece correcto — asiente — habiendo terminado de ayudarte... ¿Me voy a casa o...? — alzó una ceja, con una sonrisa, esperando hacérselo entender al rubio.
—Oh —entra en lucidez— ¡No, no! Ahm, —mira a su alrededor con cierto desespero, luego tantea sus bolsillos y saca del trasero izquierdo un par de llaves— ¿Quieres ir a cenar? —alzó sus cejas, colocando un poco el rostro de perfil— Como agradecimiento por lo de las cajas. —agrega rápido, ya se les había pasado la hora de comer.
A Christine le suben un poco los colores a las mejillas ante las acciones del rubio y se guarda su risa — ¿Sería como... Una cita? — se balancea de alante a atrás, mirándolo a él y a las llaves, que no entendía bien cuál eran su papel en esa situación.
—¿Tú... Quieres que lo sea? —.
— No lo sé... — fingió duda, rascándose la barbilla y mirando hacia el techo — ¿Lo quieres tú? — bajó su mirada al rubio.
—Solo si tú lo quieres — asintió varias veces.
Chris rió, menudas ganas de no ser claros — claro que quiero una cita contigo, tonto — le golpeó suavemente el hombro — es lo que hacen dos personas que se gustan, antes de que alguno de el paso para volverse pareja — sonríe divertida, mirando su cara de nervios, le encantaba.
Steve le siguió la risa, siendo él un poco exagerado.
—¡Si, cierto! —detuvo su risa y luego hizo una mueca por ella— Entonces —cambia de tema— ¿nos vamos ahora o quieres ir a algún lado antes…?
— Mmm, si es una cita, ¿No debería arreglarme? — le guiñó el ojo — y tú también, oh y debemos ir a un sitio... Donde no te reconozcan — susurró como si hubiera gente a su alrededor, divertida — ¿que tal si pasas por mi con todo listo en unas horas? O...¿prefieres que lo organice yo? — sonrió acercándose.
—¡Para mi te ves preciosa así! —ladeó la cabeza, con una ligera mueca de confusión— Conozco un buen lugar para que vayamos, es tranquilo y no es muy fino pero es hermoso. Y te prometo que no tiene helicópteros con ametralladoras —.
— Si, eso estaría bien, sin helicópteros a los que tirarte y así no me robarías mi puesto de suicida — rió a su broma — y yo sé que así estoy bien, pero voy aburrida, como siempre, no sé, al menos cambiarme la camiseta, venga, ¿No me quieres ver con un vestido? A mí me encantaría verte con una chaqueta de esas de los trajes formales — le acarició el cuello y el pequeño rulo que se le formaba al final de la nuca, recordando ese punto débil — aunque... Entiendo que te esté presionando y no quieras — se disculpó, mirándole con ojos de cachorrito.
—¡Oh no, para nada! —Steve agita las manos en negativa— Yo solo creí que querrías ahorrarte todo ese procedimiento de arreglarse, no sé si ahora es diferente pero en los 40's era... —cerró los ojos, callándose— ¿Sabes qué? Tienes razón, es nuestra primera cita, te llevaré a tú casa y volveré por ti a las ocho ¿si?
Letchs soltó una carcajada — Vale Steve, tranquilo — masajeó sus hombros, notándole demasiado nervioso lo cual encontraba muy tierno — en la cita me cuentas cómo era en los 40's — le apuntó — y me gusta la hora, aunque no hace falta que me acompañes, puedo volver sola y así tú te preparas tranquilamente — alzó las cejas, sugiriendo el plan.
—¿Estás segura? No tengo ningún inconveniente en llevarte, en serio —.
— Y yo no tengo ningún problema, en recorrer el mismo camino que he hecho para venir, no te preocupes — sonríe ampliamente — ponte guapo, aunque ya lo seas — bromeó, dejando un beso en su mejilla y robándole su colgante con el diamante en el proceso, después se separó y se dirigió a la salida.
—¿No me regresas la gorra? —Steve la miró divertido, con una pequeña sonrisa tierna por el beso en su mejilla.
— Oh, cierto — le lanzó la gorra a las manos y se colgó el collar — no me acerco a dártela porque te besaría y creo que ya has tenido suficiente por hoy — sonríe — te veo a las ocho, ya sabes la dirección — le guiña un ojo y desaparece por el pasillo.
[...]
Las exhalaciones de la pelinegra se volvían visibles por el frío de la noche, el blanco aire que salía de su boca se mezclaba con el que inhalaba por su rápida respiración; sus manos se encontraban en su frente, sujetando su cabeza, que le dolía demasiado. Estaba apoyada en una mesa y pensar ahora mismo le parecía imposible.
— Tú eres capaz Olive — susurra una voz.
La mujer abre sus increíblemente azules ojos, más de lo normal, que mantenía cerrados por todo aquello y mira a la ilusión, invisible para todos excepto ella, de un gran y adolescente Justin.
— No puedo controlar eso — vuelve a cerrar los ojos, cansada — cuánto más tiempo y más los uso, más se escapan de mi control, ni siquiera ha sido mi intención crear una ilusión tuya — suspira de nuevo, masajeando su cuello.
Hubo un tenso y contundente silencio en la habitación, que duró unos cuantos minutos, en los que el rubio solo miraba a la mujer suspirar y masajear sus cejas.
— Piensas que tocar la gema de la realidad no fue una buena idea… pero realmente no te arrepientes de ello — musita Justin, sentándose a su lado.
Dahlian respiró con pesadez — no puedo mantener tantas cosas a la vez, no soy capaz de controlar tanto, existe el poder pero en su libre albedrío, yo no puedo con ello — sentencia en voz baja.
— Claro que puedes, por Dios eres… — de sus labios no salía ninguna palabra, parecía querer decir algo pero no podía.
— ¿Qué ? ¿Qué soy? Una desertora, eso debo ser —.
— Eres Olive, Olive Dahlian, la arrogante, poderosa y ambiciosa Olive Dahlian, y tú nunca dirías eso. Cambias la realidad a tu antojo, transformas papel en una horquilla y transmutas tu aspecto, por favor, si hasta proyectas ilusiones con el alma de los muertos basadas en tus recuerdos…. — la sonríe tiernamente— no creo que eso lo haga cualquiera — pasa la mano por su espalda, aunque está solo desaparece a su tacto.
— Si, hago todo eso, bueno, no, lo hace ella, la magia sola, es decir.. yo, yo, no consigo que.. — por un segundo, nota las fuertes manos del joven rubio tomándola de los hombros y girándola hacia él para que le mire, y se queda atónita.
— Tienes miedo, pero no de llegar a más, sabes que lo harás, que serás poderosa en cuanto lo controles, y que ya casi lo tenías… — el joven ladea la cabeza intentando adivinar — Oli… ¿Tienes miedo de lo que sientes? — alza las cejas preocupado y la mira. Ella solo cierra los ojos y asiente. — Hermanita… — le da una cálida sonrisa— tu control está en el cerebro no en tu corazón, entiendo que te pongas nerviosa, que tengas miedo o que sientas tristeza, pero lo que puedes conseguir está aquí — deja un tierno beso en su frente, uno que Olive siente tanto como si realmente estuviera en carne y hueso frente a ella, suave, cálido y dulce — y con eso controlado, entonces usas tus sentimientos para potenciarlo, y hacerlo crecer. La magia se someterá a ti, es tuya Olive, solo tienes que llevar tu determinación de siempre, solo tienes que creer que puedes hacerlo, y entonces lo harás, tienes el potencial para ello —.
Olive limpia la escurridiza lágrima que ha caído por su mejilla y le sonríe — ¿Qué haría yo sin ti? —susurra, sabiendo que realmente lo había perdido.
— Destruirías el mundo — sonríe cómplice, deja una suave caricia en su mejilla, la guiña un ojo, y es entonces, cuando desaparece.
La ojiazul pasa las manos por su pelo y toma la decisión, era arriesgado pero una vida estaba en juego, si Justin creía en ella, y en qué podría controlarlo, haría que estuviera orgulloso.
[...]
Las baldosas del suelo repliquetean ante el sonido de las botas de los soldados, que se mueven haciendo sus rondas, incansables.
Olive tampoco se cansaba de ir de un lado para otro en el cuarto, intentando autoconvencerse, ya habían pasado más de treinta minutos y notaba la mirada insistente de Seenwick desde el otro lado de la puerta. Respiró profundamente y cerró los ojos, aquello tenía que ir bien, debía salir bien. Dejó que su humo rojo cubriera el aire y se guardó el quejido de dolor que quiso dejar escapar por el esfuerzo, debía recordarse que ella podía, podía hacerlo.
Para cuando el humo desapareció, ya volvía a tener la apariencia de Ámbar Witcheron y Jake seguía en la mesa de operaciones, asustado y con los ojos llorosos. Tragó seco y respiró pausadamente, sus manos hormigueaban e intentaba despegar la mirada del niño.
— ¡Pasad! — ordena alto, a los científicos de fuera.
Al lado de la mesa de operaciones estaban preparadas las muestras de sangre ya extraídas, al igual que las diferentes agujas para inyectar, sería una primera prueba de reconocimiento.
Algunos de los científicos colocan las mantas que habían traído, como les habían mandado, sobre el niño, ya que se le notaba tiritar, Olive suspiró ante esto. Otros procedieron como siempre al análisis de la sangre y Seenwick se ocupó de revisar las agujas, al niño y mirarla a ella. Dahlian podía sentir su escudriñamiento hasta en los huesos, y ya empezaba a notar como las gotas de sudor le bajaban por la frente, debía aguantar.
— ¿Todo en orden? — habla en general, aunque particularmente dirigiéndose a su querido compañero. Al no haber respuesta prosigue — pues bien, podemos comenzar, ya sabéis de lo que ocuparos cada uno, el análisis, la primera dosis, y la compatibilidad, ¡Vamos! — apremia — No tenemos todo el día. —.
Los subordinados se reparten las tareas de forma ordenada y Ámbar se acerca al pequeño rubio, acaricia su brazo suavemente y este reprime un sollozo que quiere escapar de sus labios cosidos. Se aleja por su bien y observa de lejos todas las actividades que tomaban lugar en la sala.
— La sangre es del grupo O, es compatible con la primera prueba jefa — informa uno.
— Adelante — susurra Olive.
Unos le colocan la anestesia y rellenan las agujas, para que después sus compañeros se las inyecten.
— ¿Quiere hacer los honores señorita Witcheron? — alza las cejas Oliver Seenwick, ofreciéndole la doble aguja que contenía la aceleración de Pietro por un lado y en el otro, la primera dosis del tratamiento de Strucker.
— No, Seenwick, le cedo el honor, quiero estar pendiente de que no se nos pase nada — contesta.
— Si usted lo dice… — hace un corto asentimiento con la cabeza y comienza la operación.
El castaño científico se agacha a la altura del niño, que empieza a resistirse y clava de un solo movimiento contundente las agujas en su cuello, a la vez que el rubio dejaba de poder defenderse ya que le habían dado una pequeña dosis de calmante únicamente para que no molestase, usar calmantes no era lo habitual allí. El mayor le inyecta las dosis y un gran silencio se hace en la sala; Olive traga seco y agacha la cabeza, las gotas de sudor recorren su frente y mejillas. Si el niño convulsionaba moriría y si no, la primera dosis estaría en marcha. Era perder y perder.
Para suerte de Hydra, el pecho del pequeño volvió a subir y bajar, Dahlian suspiró y subió sus ojos al niño, sus cejas denotaron preocupación.
— Enhorabuena equipo — finge una sonrisa y da unas palmas de celebración— llévenlo a su cápsula y háganle una muestra, empezaremos con las siguientes inyecciones cada tiempo requerido cómo dijo el Barón — informa, y comienza a recoger algunas cosas.
Los demás asienten y entre unos y otros, toman las muestras y llevan al pequeño niño a la que sería su celda de por vida. La pelinegra se muerde el labio y cierra fuertemente los puños, clavándose las uñas contra las palmas de sus manos, vuelve a tener que respirar con fuerza y el dolor de cabeza aparece rápidamente, se gira para notar que Seenwick sigue ahí.
— Ve y supervisalos, te dejo al mando, yo ya he terminado mi turno por hoy y Strucker lo quiere perfecto, haz un informe de su evolución — le ordena, el castaño asiente, no demasiado convencido por el ceño fruncido que pone y se retira.
Es entonces cuando Olive se apoya en la pared, y se limpia el sudor de la frente con el dorso de la mano. Intenta normalizar su respiración con largas inspiraciones y lentas exhalaciones, se concentra todo lo que puede y avanza por el cuarto hasta un pequeño armario. Al lado de este, está la gran pared de rocas, con un candelabro en ella, Olive tira de la primera vela hacia sí y de repente, la pared se hace a un lado, dejando ver un pasadizo, y un rubio niño sentado en el suelo, acurrucándose todo lo que puede alrededor de una manta.
— Hola granujilla — musita Olive, deshaciendo su falsa apariencia a la vez que entra en el pasadizo y este se cierra.
El sokoviano levanta sus azules ojos hacia ella y la mira.
— Ámbar, tengo frío en los pies — susurra suave, ya que apenas había pasado una hora o dos desde que había podido mover los labios y aún le dolían por haber sido cosidos.
La ojiazul, se fija en los pies descalzos del niño y hace una mueca tierna. Se da una bofetada mental para seguir manteniendo la concentración de su encantamiento y ayuda a Jake a levantarse.
— No creo que puedas andar mucho con estos tacones — mira sus propios zapatos — pero…. — se quita sus zapatos y sus calcetines negros, bastante calentitos ya que debían serlo para esos tiempos — ten chiquitín — se los ofrece y el pequeño los toma enseguida, poniendoselos sin dudarlo — ese es mi niño —.
Se agacha y deja un beso en su frente y al mirarle de nuevo debe parpadear para que sus ojos no se agüen, coloca bien la manta sobre sus hombros y cuerpecito y añade su propia chaqueta para borrar el frío. Luego vuelve a ponerse de pie y le ofrece su mano, Jake la toma y comienzan a caminar por el suelo de piedra.
— Gracias — vuelve a susurrar — pensé que.. nadie vendría y mo-mori.. — sorbe su nariz y unas lagrimitas empiezan a formarse en sus ojos.
— Jake... ay..— Olive lo abraza y lo toma entre sus brazos para seguir caminando, a la vez que acaricia su espalda — yo nunca te voy a dejar solo cuando tengas miedo, seré tu angelito de la guarda, te lo prometo — musita, aferrándolo en el abrazo.
El rubio permanece unos segundos en silencio mientras limpia sus lágrimas — Gracias por ser una genial hermana mayor, tenía una, pero cuando mi mamá se fue, ella también lo hizo — le cuenta, y Dahlian no puede hacer otra cosa que achucharlo más.
Llegan al final del camino y la pelinegra pulsa el mecanismo que abre una pequeña puerta cercana a la principal, pero con senda hacia el pueblo.
Baja a Jake de sus brazos y le mira.
— Ahora tienes que ser mi niño valiente ¿Vale? — deja un toquecito en su nariz— baja hasta el pueblo corriendo y no mires atrás, debes volver a casa y estar a salvo, ¿Si? —.
El menor asiente con la cabeza deja un beso en su mejilla y sigue su petición, corriendo por la ladera.
La azabache se yergue y se da la vuelta para retomar su camino, pero ve a Seenwick mirándola desde el portón. Ella estaba al descubierto, sin pelo pelirrojo, con sus ojos azules, teniendo que sostener una magia muy fuerte de un hechizo, y cansada, muy cansada.
— Me parece que usted y yo vamos a tener que hablar señorita Witcheron — saca su arma y la apunta.
Olive levanta las manos y disimuladamente hace que está asustada — emm, nope — corre hacia el pasadizo y entra, sin darle tiempo a cerrar la puerta.
El científico le sigue y empieza a disparar, disparos que dan contra las paredes y algunos rebotan, volviéndolos balas perdidas y peligrosas.
Cuando Olive nota sus fuerzas flaquear y el cansancio apoderándose de todo su ser es cuando se detiene, aún tenía que mantener un hechizo.
— Está bien.. tú ganas, hablaremos — se sienta en el suelo y apoya la cabeza en la pared.
En ese instante una imagen aparece en su cabeza, la sala de la gema, un brillo inmenso lo ilumina todo, ahonda en sus recuerdos, en su mente, la luz explora cada parte de ella. La gema la atrae hacia la sala del sótano, la susurra, le dice que vaya. Su luz le hace rememorar escenas de su vida, su causa, por qué está allí, su propósito. Siente su cabeza bombear con fuerza a la vez que la luz la inunda como un virus corrompiendo un ordenador hasta que no le queda nada. Se fuerza a liberarse de ella y cuando lo hace, frunce el ceño.
¿Qué demonios la estaba pasando?
-ˋˏ ༻❁༺ ˎˊ-
Mucho, mucho mucho sin publicar, si, lo siento de veras, el bachillerato me vuelve loca, pero no se preocupen que vuelvo con todo
Y en compensación, este ha sido muy largo.
Las amo ;)
Darle love ❤️💣
Gracias Crys por estas monadas de banners
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