02 - Jealousy (Keisuke Baji)

Advertencia: lenguaje soez y altisonante. Sexo sin protección.

Tenía encima una resaca de los mil demonios.

Después de haberme ido de casa de Mikey, acompañada de Mitsuya, con quien nos detuvimos en una farmacia para comprar algo de agua y la pastilla que tenía que tomar, volví a casa para encontrarme con que nadie estaba ahí. Habían hecho un domingo familiar sin mí, en casa sabían que usualmente las "pijamadas" en casa de Mikey siempre nos dejaban fatal a todo el mundo e imaginé que no querían tener que ver conmigo y el humor de los mil demonios que se me quedaba tras una borrachera.

Me tumbé en el sofá un rato, no sin antes beberme un buen trago de agua y un electrolito que había dejado preparado desde el día anterior en la nevera para que la cabeza me dejara de doler. Los analgésicos no me causaban ningún efecto de mejoría cuando estaba así, no me quedaba más que seguir bebiendo líquidos y pasar el día sin hacer mucho efecto para recuperarme aunque fuese un poco.

Tomé el control remoto y dejé en la televisión una película de esas que suelen pasar los domingos, sin darle mucha importancia, solamente la usaría como ruido de fondo mientras revisaba mi móvil, el cual no había tocado desde la noche anterior, mucho antes de fugarme con Mitsuya a la habitación. Abrí mi bandeja de mensajes y encontré en el grupo donde estaba todo el mundo las fotografías de la fiesta, algunas en las cuales se retrataban nuestros desfiguros, vídeos de la gente bebiendo y bailando, y entre unas tantas, estaba la fotografía de Keisuke con esa estúpida chica de cabello azul de la cual no se había despegado en toda la noche.

Sentí las entrañas ardiéndome por dentro con tal imagen. Bloqueé el aparato y le di otro trago al agua, aun molesta. Mitsuya me había dado una noche magnífica y una excelente excusa para darle un trago de su propia medicina, pero eso no significaba que la ira se me fuera a desaparecer de repente. Era hora de admitir lo que tanto me había costado desde hacía horas atrás, estaba celosa.

Volví la mirada a la pantalla del televisor, en la cual me quedé absorta hasta que alguien picoteó el botón del timbre con cierta impaciencia. Arqueé una ceja, pensando en que si esos eran mis padres, debía tratarse de alguna emergencia como para hacerlo con tanta insistencia.

- Ya voy - pronuncié aletargada, dejando mi preciado sofá y caminando a rastras hacia la puerta, para que, al abrirla, mis ojos encontraran a la figura más inesperada de todas. Mis ojos se abrieron de par en par - ¿Baji? ¿qué haces en mi casa?

- ¿Disfrutaste tu noche, no? - respondió con molestia, entrando a mi casa con brusquedad

- ¿Qué mierda estás haciendo? - dije siguiéndolo - no te di permiso de entrar, vete.

- Respóndeme - comenzó a acercarse hacia mí

- Mi noche no te incumbe en lo más mínimo - di un paso hacia atrás pero él no se detenía, iba hacia mí de manera amenazante

- ¿Es un sí, acaso?

- Es un no te interesa. - solté de tajo - además también lo fue para ti, ¿no? - crucé los brazos alrededor de mi pecho - tu amiguita de cabello azul debía estar pasándola increíble

- Por favor - él me tomó por la barbilla, con su rostro cercano al mío - ¿estás celosa? - soltó burlón

- Claro que no - rechisté soltándome de su agarre, caminando a la puerta con la intención de conseguir que se fuera.

- ¿Entonces por qué estás tan interesada? - preguntó socarrón - ¿estabas extrañándome?

- Tu noche me importa una mierda, Baji - espeté ignorando sus palabras - además, tú fuiste quien llegó aquí a montarme una escena sobre mi noche de ayer. - Su expresión pasó de una que disfrutaba estar picoteándome a otra donde su ceño se fruncía por la molestia. - y si no tienes nada más que decir, por favor lárgate de mi casa, ¿sí? - estaba a punto de sacarle el pestillo a la puerta, cuando una última idea se me cruzó por la mente, un golpe final - ah, y por si aun tienes la duda, sí, tuve una noche fantástica ayer.

Hice énfasis en la palabra y posteriormente relamí mis labios con intención de hacerlo enojar tanto que acabara por marcharse, pero el resultado fue otro. Caminó hacia mí determinadamente, colocando sus dos brazos alrededor mío, acorralándome contra la pared. Pensé que con eso me lo sacaría de encima, pero fue un efecto adverso; había estado con él antes, y cuando tomaba esa actitud tan posesiva suya me era imposible no quedarme estática y a sus pies.

- "Fantástica", ¿eh? - inquirió en una ronca voz baja, casi rosando en un susurro a la par que una de sus manos se deslizaba entre mis mechones de cabello - te apuesto a que durante todo el tiempo que estuviste con él deseabas que fuera yo.

Miré hacia otro lado mientras sentía sus dedos hacerme cosquillas en la nuca, estaba acercándose demasiado, sabía lo que era capaz de lograr en mí cuando tomaba esa postura, y estaba aprovechándose de ello. Intenté mantener el temple lo más posible.

- No proyectes tus vivencias en mí, Keisuke - hablé del mismo modo que él - que tu pensaras en mí mientras estabas con tu amiguita no es para nada mí problema - tomé valor y miré directamente hacia sus ojos marrones - ¿o es que ni siquiera te abrió las piernas y por eso viniste a buscarme ahora? - pregunté fingiendo pena

Él chasqueó la lengua - ¿Qué te pasa? ¿tienes miedo a que te reemplace con ella? ¿necesitas que te afirme algo?

- No me hace falta - deslicé mis manos alrededor de su cuello, acercándome a su oído - tú y yo sabemos que no disfrutas tirarte a alguien tanto como lo haces conmigo, ¿o me equivoco?

Escuché una pequeña risa emitirse de sus labios mientras tiraba de mi cabello hacia atrás, para después acercar sus labios hacia mi cuello, rosando mi piel con su nariz - ¿tan segura estás? Creí que la que me había dicho que yo era irremplazable fuiste tú la última vez que estuve por aquí.

- No lo sé, Keisuke - cerré los ojos disfrutando de sus besos - quizá anoche te haya podido encontrar un reemplazo.

Los mimos se detuvieron de repente. Baji se irguió frente a mí y me tomó de la barbilla, haciendo que nuestros rostros quedaran a una distancia tan escasa que el tibio aliento de su nariz cosquilleaba el borde de mis labios, y era capaz de apreciar todos los tonos de marrón existentes en sus ojos.

- Voy a mostrarte que ningún otro idiota va a poder ocupar mi sitio.

Y sin más, comenzó a devorar mis labios de forma ansiosa, y yo me dejé llevar, enterrándole las uñas en la nuca mientras sus largos mechones de cabello se chocaban con el mío, besándolo con ímpetu, entreabriendo la boca para que su lengua pudiera pasar y comenzara a explorarme. Colocó una de sus manos en mi cuello, aprovechando el agarre para no dejarme escapar mientras yo enredaba los dedos en su larga melena negra.

Inmiscuyó su lengua en mi boca, explorándola como si se tratara de la primera vez que me probaba. Sus ansias iban en aumento, tanto que la mano que tenía libre se aferró a mi cintura, sosteniéndola como si la vida se le fuese a ir en ello. Yo lo mantenía cerca de mí, sus labios eran suaves pero cargados de deseo, y se decidió a mostrármelo cuando atrapó mi labio inferior y tiró de él con sus dientes, abriéndome una pequeña herida de la cual un sabor metálico comenzó a surgir. Él se alejó de mí para comprobar que la mordida tuviera el efecto deseado, encontrándose conmigo relamiéndome las pequeñas gotitas de sangre que tenía.

Relamió sus labios y volvió a acercarse a mí, comenzando a meter las manos por debajo de mi camiseta, palpando y apretando la piel de mi cintura mientras seguíamos besándonos, hasta que estas bajaron hacia mis piernas, por las cuales me sostuvo en el aire. Entendí la señal rápidamente y me enrosqué en su cadera sin dejar de besarle, mientras el caminaba hacia el sofá donde antes había estado sola y una película nueva había comenzado.

Baji se sentó en él, dejándome a mí en la misma posición, a horcajadas sobre él mientras le apartaba un par de mechones de cabello y bajaba hacia su cuello, besándole con ansias, succionando su suave piel, encargándome de dejar marcas que probablemente la tipa peli azul y cualquier otra que intentara acercarse a él pudiese encontrar. Escuché como dejó salir un suspiro, disfrutando de mi intensidad, metiendo sus manos bajo mi ropa nuevamente para acariciarme la espalda. Algunos mechones de mi propio pelo se habían venido hacia mi rostro, por lo que hice un movimiento con la cabeza para apartarlos, en el cual, él alcanzó a vislumbrar una de las pequeñas marcas que Mitsuya había dejado en mí la noche anterior.

Tomó mis muñecas con una de sus manos, impidiendo que me le acercara de nuevo, para después ladear mi barbilla y bajar un poco el cuello de mi camiseta.

- ¿Qué se cree ese idiota? - preguntó en voz baja mientras acariciaba mi espalda - ¿qué puede adueñarse de lo mío? - me miró con molestia - eres mía, nadie más tiene derecho a marcarte.

No respondí nada, él no me dejó tiempo. Me sacó la camiseta que llevaba, dejándome únicamente con un sostén, y rápidamente fue hacia el mismo sitio donde estaba el pequeño cardenal, besando, lamiendo y succionando alrededor de este con tal de hacerlo desaparecer. Cerré los ojos y comencé a suspirar ante lo placentero de su lengua jugueteando con mi piel, mientras sus labios teñían de purpura la zona por la cual pasaba mi yugular.

Como si eso no fuera suficiente, me empujó levemente hacia atrás, llevando sus labios hacia la mínima parte de mis pechos que se asomaba por el brasier, y en ellos, imitó la misma acción que había hecho antes: lamía, succionaba, marcaba y cada dos por tres también me mordía, haciéndome jadear sin reparo. Mis sonidos ya habían conseguido levantar su miembro, el cual alcanzaba a sentir aumentando de tamaño por debajo de mis shorts mientras él todavía dejaba un amplio rastro de moratones sobre mi piel.

Apoyándome en sus hombros, comencé a mecer mis caderas de adelante hacia atrás. Su actitud iba a terminar por volverme loca, necesitaba un poco más de él conmigo, y como siempre lo había hecho, entendió lo que mis movimientos deseaban transmitirle. En un ágil movimiento se deshizo de lo único que aún me cubría el torso, dejando mis pechos al aire, sonriendo de manera traviesa al verlos de frente suyo.

Cambió nuestras posiciones, tumbándome boca arriba en el sofá mientras se acomodaba encima de mí. Abrí las piernas para que pudiera tomar sitio ahí mismo. Recorrió con la lengua la parte de mi cuello que no había marcado, descendiendo con ella a través de mis clavículas hasta que se encontró con mis pezones. Sin titubear, se metió uno de ellos a la boca, succionando con fuerzas mientras mis manos le acariciaban la espalda, levantándole ligeramente la camiseta para poder tocar su piel, arañándole con mis uñas mientras comenzaba a morder, haciéndome soltar un gemido.

- ¡Ah!, ah, mierda, Baji...

Terminó de succionar y con una mirada victoriosa se fijó en mi rostro.

- ¿Extrañabas gemir mi nombre, no?

No pude decir nada más. Cuando menos me di cuenta ya había comenzado a devorar mi otro pecho con una brusquedad que no hacía nada más que encantarme. Mis uñas rasguñaban su piel, deseando sentir el contacto entre la suya y la mía, ocasionando así que le levantara la camiseta. Baji se levantó sobre sus rodillas y me auxilió terminando la acción, dejándome observar ese torso que tanto me gustaba: seis cuadritos bien delimitados entre ellos, músculos contorneados a la perfección y un camino de vello que parecía comenzar desde su pelvis y se detenía un poco más arriba de esta, en el vientre. Acaricié su piel con la yema de mis dedos, sintiendo el escaso sudor que había comenzado a producir, y aproveché el sitio donde estaban mis manos para tirar de él y hacerlo estar sobre mí una vez más.

Keisuke sonrió gustoso antes de comenzar a besarme de nuevo, de forma casi desesperada, lamiendo mis labios y colando su lengua dentro de mi boca. Sin previo aviso, se alejó de mí y tiró un poco de mi cabello, hacia atrás. Sabía lo que estaba a punto de hacer, por lo que sin esperar, abrí la boca, sacando un poco la lengua. Sonrió, y sin más, escupió un hilo fino de saliva dentro de mi boca, el cual acepté sin chistar, sintiéndome aún más excitada. Tragué de forma gustosa el fluido, formando en mi rostro una sonrisa maliciosa que lo hizo morderse el labio y mirar hacia el cielo.

- Me pones muy complicado el resistirme, ¿lo sabías? - espetó con voz ronca y respiración agitada, desabrochando el botón de mis shorts, deslizándolos a través de mis piernas y arrojándolos a un punto indistinto del suelo para después cargarme en brazos - vámonos de aquí.

Y tomó el camino que ya conocía perfectamente, hacia mi habitación. Al llegar me tiró bruscamente a la cama y se dejó caer sobre mí, enredando sus dedos en mi cabello para tirar de él y ladear mi cabeza, dejando a su merced mi cuello, el cual volvió a besar mientras que con una de sus manos masajeaba mis pechos, haciéndome jadear. Sin esperar mucho más, la mano que usaba para tocarme descendió lentamente por mi abdomen, rozando el borde de mis bragas con las yemas de sus dedos.

Lentamente comenzó a deslizarlos por debajo de la tela, separando los pliegues con la ayuda de sus dedos, encontrándose más temprano que tarde con el lugar exacto donde él sabía que me volvía loca. Abandonó mi cuello y se fijó únicamente en mis ojos entornándose hacia arriba mientras el comenzaba a hacer movimientos circulares sobre mi clítoris. Mi espalda se arqueaba y mi cuerpo daba pequeños espasmos a la par que gemía y buscaba su espalda para continuar enterrándole las uñas. Entrecerrando los ojos y lagrimeaba un poco, todo a causa del placer que él conseguía provocarme.

Continuó estimulándome un poco más, a veces con el pulgar, a veces con el dedo medio y el índice, hasta que comenzó a juguetear con mi entrada, notando lo mojada que esta estaba, formando en su rostro una sonrisa ladeada. Uno de sus dedos comenzó a hacer el amago de entrar, introduciendo la punta a tientas y sacándola continuamente mientras el pulgar aun masajeaba mi clítoris. Su continuo vaivén conseguía ponerme mucho más húmeda, y todo terminó por estallar cuando, sin previo aviso, todo el dígito se coló de golpe, arqueado, chocando con mis paredes en el lugar exacto para hacerme dar un vuelco en mi sitio gracias al placer que me provocaba tenerle dentro. No podía dejar de arañarle la piel, sintiendo como esta se abría a consecuencia de mis uñas. Keisuke hizo una mueca y dejó de tocarme por unos segundos solo para girarse un poco sobre sí mismo y ver su espalda, la cual había tomado un color rojizo, con distintas marcas verticales notoriamente más intensas sobre ella.

- Alguien estuvo extrañándome más de lo que quería decir.

- Mierda... cállate, Keisuke - musité con pena de admitirlo.

- Ah, ah, ah, no me calles - jugueteó colocando su índice libre sobre mis labios mientras el dedo de dentro se movía lentamente, imitando la forma de un círculo. Yo no podía hacer nada más que dejar la boca entreabierta - te recuerdo que yo doy las ordenes aquí.

Y sin previo aviso, otro dedo aprovecho la lubricación para inmiscuirse ahí dentro. Cerré los ojos casi por impulso mientras mis uñas se clavaban con más fuerza en su piel.

- ¡Ah! ¡Mierda, Baji! - instintivamente mis piernas se abrieron, dándole espacio para acomodarse. Él sonrió gustosamente, colocándose sobre sus rodillas, ladeando un poco la tela de mis bragas para poder ver mejor lo que hacía.

Sus dedos entraban y salían, mojándose más a cada movimiento, tomando un brillo particular consecuencia de los fluidos. Me miraba con altanería, complacido por las reacciones de mi cuerpo a su tacto, disfrutando de la vista que obtenía de mis piernas abiertas para él y mi rostro probablemente rojo. Algo de sudor bajaba por mi frente, y cada vez que algunos espasmos me consumían el cuerpo mis pechos botaban al mismo ritmo. No podía hacer nada más que maldecir y gemir su nombre.

En un momento determinado, se detuvo. Me apoyé sobre mis codos con el ceño fruncido ante la repentina parada, solo para encontrarme con su figura tumbada boca abajo, con una mirada lasciva, gateando en mi dirección. Tomó mis muslos y los separó un poco más, su lengua comenzó a pasearse por la parte interior de ellos, cerca de los bordes de la ropa interior. Sentía el corazón desbocado a cada trazo húmedo que dejaba sobre mí, acercándose peligrosamente hacia la zona que mis bragas resguardaban con recelo. Besó mi piel, rosándola con la punta de su nariz, dejando algo de su tibio aliento impregnado en ella.

- Dime que lamentas haberte ido con el inútil de Mitsuya - un mordisco en la parte interior de mi pierna me hizo jadear - que te arrepientes de no haber pasado esa noche conmigo - su lengua jugueteó sobre la tela de mi ropa interior, haciéndome gemir por lo bajo - que estabas pensando en mí mientras él te follaba - su dedo índice comenzó a dar ligeros roces sobre mi entrada y mi clítoris, nuevamente había apartado a penas la ropa interior, lo suficiente como para solo obligarme a soltar la lengua. Su mano libre subió por mi vientre, apretando mi cintura - que nadie te folla como yo.

Sentía la tela de mi braga completamente húmeda ante la lascivia de su voz y su delicioso tacto, un escalofrío me recorrió la columna cuando uno de sus dedos comenzó a juguetear tortuosamente con el borde de mi ropa interior.

- Ah... Baji, ya... no sigas así, por favor...

- No hasta que te escuche decirlo - se incorporó, quedando de rodillas ante el colchón, sobre mí. Abandonó mi cadera y mi ropa, volviendo su mano hacia mi cuello, rozándome la yugular con sus yemas, fingiendo colocar algo de presión, la falta de aire no conseguía más que aumentarme las ganas. Bajó su rostro, rozando sus labios con los míos - dilo.

Cerré los ojos, intentando que él no se diera cuenta del nivel de excitación que sentía sobre el cuerpo, pero era prácticamente imposible. Mi garganta terminó cediendo antes de que mi razón consiguiera oponer algo de resistencia.

- Ah... lamento... lamento haberme marchado con Mitsu... porque nadie me folla como tú.

Una sonrisa socarrona se le apareció por todo el rostro.

- Buena chica - musitó, tomando el borde de mis bragas y deslizándolas por mis piernas - te ganaste un premio por ello.

Tomó la liga que normalmente llevaba en su muñeca y se anudó el cabello en una coleta desenfadada para después bajar entre mis piernas. Sin avisar, comenzó a devorar mi coño húmedo con una intensidad que pocas veces había encontrado en su piel; yo no podía evitar soltar gemidos de un volumen altísimo ante las caricias de su lengua sobre mi vulva, las constantes succiones y lamidas entre mis labios. Mis manos se enredaron agitadamente en su cabello mientras comenzaba a removerme en mi sitio, sintiéndome en el cielo mientras más succionaba. Baji se separó durante un instante efímero solo para echarse mis piernas al hombro, dándose a si mismo mucho más espacio y apertura para inmiscuirse.

Un dígito se introdujo sin previo aviso sin pensar siquiera en alejarse de mí otra vez. Arqueado, tocando mis paredes, produciendo muchos más fluidos que su lengua probaba sin intenciones de parar. Su mano libre estaba apretando mi cintura con fuerza, probablemente dejaría un rastro mínimo de haber estado ahí, pero no me interesaba en lo absoluto, solo quería que siguiera comiéndome, degustándome por completo.

El caliente músculo de su boca trazaba recorridos irregulares sobre mi clítoris y toda mi vulva, haciéndome arquear la espalda e hinchando el pequeño órgano. Un cosquilleo ya conocido se adueñó de mi vientre, e intenté alejarlo, empujando su cabeza, sin éxito alguno. Mis piernas comenzaron a temblar aun cuando no tenían que hacer esfuerzos, y él parecía notarlo, pues la velocidad de sus lengüetadas comenzó a acelerarse, justo como mi respiración. Estaba arañando el cielo con las uñas, a punto de llegar, cuando de repente, se separó, arrancándome cualquier vestigio de orgasmo.

Lo miré extrañada, cuando noté que se desabrochaba el botón de los pantalones, sacándoselos junto a la ropa interior en un solo movimiento. Relamí mis labios, y sin esperar indicaciones, lo tumbé sobre el colchón.

No esperaba nada, solamente quería introducirlo dentro de mi boca. Sabía que lo que él hacía era una venganza, y yo también quería pagarle con la misma moneda, haciendo lo que mejor se me daba. Metí su miembro de lleno a mi boca y comencé a succionar. Un sonido gutural se escapó de su garganta mientras una de sus manos sostenía mi cabello para que no cayera sobre mi rostro, obsequiándome un poco más de libertad para comerle.

Paseé mi lengua por todo el tronco, soltando un poco de saliva con tal de humedecerle un poco más. Subía y bajaba la boca en toda la fálica figura de su miembro, deteniéndome en la punta con tal de trazar un par de círculos en su glande, lamiendo la punta. Mi mano comenzó a masajearle de arriba abajo, y de reojo, noté como se apoyaba sobre sus codos y echaba la cabeza hacia atrás, dejando salir un gruñido, tirando de mi cabello con fuerza, empujándome hacia abajo.

Lo tenía completamente dentro, apoderándose de mi boca. El tope de mi garganta chocaba con su punta y mi lengua lamía el comienzo mientras lentamente movía la cabeza hacia arriba y le masturbaba con una mano. Me alejé un poco para mirarle, estaba colorado, la liga que sostenía su cabello se había caído, y algunos mechones se pegaban en su rostro como consecuencia del sudor emanado de su frente. Sin dejar de verle, volví a lamer la punta, una sonrisa socarrona se apareció en su rostro.

Volví a chupársela cuando de nuevo tiró de mi cabello, alejándome de él. Me hizo sentarme, tomándome por el mentón para acercarme a él. Me besó de forma ansiosa y una de sus grandes manos se deslizó hacia mi cuello, ejerciendo presión sobre él, haciéndome soltar un gemido ahogado. Otro jalón proporcionado a mis mechones le dejó acercar sus labios hacia mi cuello, dejando sobre él un beso húmedo que serviría como precedente para ir hacia mi oído.

- Ponte en cuatro - soltó en un susurro, erizándome la piel.

Obedecí sin rechistar, acomodándome en el colchón, sobre mis rodillas, abriendo las piernas y obsequiándole una vista perfecta de mi culo. Sentí sus manos acariciarme el trasero, apretando mi piel. Tras ello, su mano se estampó en ella, dándome una sonora nalgada que me hizo morderme el labio.

No tardé mucho en sentir su duro miembro entrando en mí, provocando que un gemido se deslizara por mi garganta. Mis ojos se entornaron cuando las primeras embestidas comenzaron a llegar. Si algo me fascinaba de Keisuke era esa forma suya de mover las caderas al compás perfecto para estremecerme, y lo grueso de su pene no hacía más que impactar en los puntos más placenteros de mi interior, haciéndome jadear por sobre manera.

Mis pechos se agitaban al mismo compás al que él entraba y salía de dentro mío. A veces más lento, a veces con más rapidez. En algunos momentos bajaba la velocidad de forma intencionada, buscando provocarme ansias, sabía lo mucho que le gustaba verme pedir por más, pero no lo conseguiría. Los dedos de una de sus manos estaban enterrados fuertemente en mis caderas, y la que mantenía libre fue en dirección a mi cabello, tirando de él con fuerza, haciéndome levantar la cabeza.

Lo mejor de todo era la posición, la cual le daba carta abierta a observarme por completo e introducirse sin obstáculos. Baji también jadeaba, acelerado, mientras que con cada uno de los vaivén que su pelvis generaba alcanzaba a golpear parte de mi vulva. Sus movimientos se aceleraron un poco más antes de cambiar de posición,

Tomó una de mis almohadas y me hizo levantar las caderas, colocándola debajo de estas para después echarse mis piernas al hombro de nuevo y volver a introducirse. Sonreía victorioso mientras veía mis pechos agitándose, los cuales atrapó en pleno movimiento para pellizcar uno de mis pezones, trazando círculos alrededor de él con uno de los pulgares. Su otra mano descendió a mi clítoris, imitando el mismo movimiento que en mi pecho, haciéndome dar un vuelco.

Algunas gotas del sudor sobre su torso empapaban mis muslos y caían sobre mi vientre desde su frente. Mi espalda había vuelto a arquearse, haciéndome enterrar las uñas sobre la sabana del colchón mientras él no dejaba de moverse ahí dentro, provocando que su miembro se ensanchara un poco más, haciendo todo aún mas placentero. Mis piernas temblaban sobre sus hombros cuando él soltaba uno de otro gruñido, apretando mi pecho con fuerza.

Intencionadamente, hice que mis paredes lo apretaran con un poco más de fuerza, provocando que echara la cabeza hacia atrás, entornando los ojos. Embistió con más fuerza que antes, sabía que se aproximaba dentro suyo porque también lo hacía dentro mío. Mientras más prisa sumaba a sus movimientos, más era la estimulación que ejercía en mí, y sumada a la constante entrada y salida de su polla en mi interior, el cosquilleo del orgasmo que creía perdido volvió a aparecer.

Abandoné el agarre de las sábanas y coloqué las manos sobre sus trabajados brazos, que brillaban por la capa de sudor sobre su piel. Enterré mis uñas en su piel por última vez mientras mis ojos se entrecerraban.

- Ah, Baji... voy a...

- Yo también - alcanzó a decir en palabras mezcladas con jadeos - sé una buena chica... córrete para mí.

Mi cuerpo pareció no necesitar mucho más que aquellas palabras e inmediatamente después una corriente eléctrica se apoderó de mi cuerpo, haciéndome contraer los músculos del abdomen, apretar con mucha más fuerza el agarre que mantenía en sus brazos, provocando el flaqueo de mis piernas mientras mis paredes se contraían mucho más alrededor de su miembro, que no había parado de moverse y ahora se empapaba de los fluidos de mi orgasmo. Alcanzó a expandirse un poco más dentro mío cuando noté que se detuvo, dejando que el característico líquido blanquecino se derramara en mi interior mientras sostenía con fuerzas mi cadera. Soltó otro ronquido que dejaba entrever que el clímax también había alcanzado a llegar a su cuerpo, poco después de mí.

Sonrió, complacido. Y tras ello se quedó tumbado a mi lado sobre el colchón, rodeando mis hombros con uno de sus brazos, acercándome a él y dejándome recostar sobre su pecho. Jugueteé un poco con los mechones de su oscuro cabello humedecidos por el cabello, y tras un largo rato de bromas sin sentido, se levantó de la cama, buscando su ropa.

- Entonces - se pronunció mientras se subía los pantalones.

- ¿Entonces? - le miré desde la cama, aun envuelta en las sábanas.

Él asomó la mirada por su hombro, arqueando una ceja.

- ¿Mitsuya o yo?

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