01 - Seven minutes (Takashi Mitsuya)

Advertencia: sexo sin protección. Exhibicionismo.

*Portada pendiente porque wattpad me la eliminó*

Estaba en la que era probablemente la fiesta más decepcionante a la que había asistido en mis dieciocho años de vida. La música era altísima, como siempre, había muchísimo alcohol y otras cuantas sustancias que podían ayudar a cualquiera a pasar una noche magnífica, pero yo lo pasaba fatal, aun cuando me sentía completamente ebria, más que nada debido a la escena que estaba ocurriendo frente a mis ojos.

Keisuke estaba igual o quizá el doble de borracho de lo que yo, y como era costumbre, los humores le cambiaban tanto que pasaba de esa típica seriedad suya a una personalidad muchísimo más coqueta en la que le era mucho más fácil para él relacionarse con los demás, sobre todo con las chicas. Ahí, en la pista de baile, estaba bailando con una tipa de cabello azul que nadie conocía y además le meneaba el culo en sus narices mientras el mantenía una sonrisa de oreja a oreja; no entendía realmente cual era mi sorpresa, si de cualquier manera nosotros dos habíamos terminado de la misma manera.

En una típica salida a una discoteca ambos habíamos terminado ebrios, una vez que todos se habían marchado y que él y yo éramos los únicos cuya garganta ardía lo suficiente como para añorar por alcohol un poco más de tiempo. Nos besamos en la pista de baile, después en el baño, donde terminamos con los pantalones abajo y sin ropa interior justo antes de que una vieja mirona llamara a seguridad para avisarle que había dos mocosos follando en el baño de chicas. Fue una anécdota divertida de la cual solíamos reír cuando terminábamos de tener sexo una vez más, pues desde entonces no habíamos parado.

Pero ahora parecía haberme encontrado a un reemplazo sumamente divertido, no tenía porque sentirme celosa, ¿cierto? Entre él y yo solo había algo casual, pero aun así, me molestara que alguien más intentara robarme el sitio.

Rodé los ojos con hartazgo y terminé de un solo trago la bebida que tenía aun en el vaso de cristal mientras me quedaba sentada en el sofá, sola. Todo el mundo parecía estarlo pasando de lo mejor, a excepción mía. Después de todo las fiestas en casa de Mikey siempre eran así, cuando su familia no estaba, él y Emma ofrecían su amplio patio y hasta los interiores para que los demás disfrutemos sin tener problemas de volver a casa, siempre nos quedábamos a dormir ahí. Pero no aguantaba más, ni siquiera tenía a alguien que me hablara, mucho menos que me mimara, no había sitio para mí ahí dentro.

Me levanté buscando a las chicas con la mirada, si no estaban dentro probablemente estarían charlando en el patio o bailando por ahí, por lo que me dirigí allá. Pasé frente a Keisuke, que ni siquiera se inmutó por mi presencia, haciéndome sentir una punzada en el pecho. La indiferencia era sumamente molesta.

Llegué a la puerta y sentí una mano tirando de mi muñeca, giré sobre mi misma, extrañada.

- ¿A dónde vas?

Mitsuya me estaba reteniendo, tenía las mejillas rojas debido al alcohol, aun cuando tenía un aguante increíble ya estaba ebrio. Ese bonito mullet violeta adornaba el contorno de su rostro, una capa finísima de sudor impregnaba su piel, seguramente había estado bailando.

- A casa, no quiero estar aquí

- Anda, es demasiado temprano, ¿vas a irte así de pronto?

- Mitsu...

- Nada de "Mitsu" - enfatizó el apodo haciendo un par de comillas con los dedos y tiró de mi muñeca, acercándome a él, aprovechando la cercanía para hablarme al oído - ¿Es por este idiota?

Señaló a Baji con un dedo y me sobresalté - ¿Cómo...?

- Me lo contó hace dos semanas cuando estaba ebrio y fue a dormir a mi casa para que su madre no lo regañara, tranquila - colocó su índice sobre sus labios - su secretito está a salvo.

Miré hacia un lado - No sé quien es esa tipa, ha estado con ella desde el comienzo de la noche, ni siquiera me ha mirado.

- Creo que es una chica de su clase, no estoy seguro, pero no creo que le gusté - enarqué una ceja, incrédula - bueno, no afirmé nada.

- No quiero quedarme aquí si ni siquiera va a haber nadie que me mire - reproché, dejando que el alcohol hablara a través de mí, siempre que bebía era igual, me gustaba que la gente me mirara - todo el mundo está en sus propios asuntos y he estado sola desde hace una hora.

- Bueno, eso podemos arreglarlo - sorpresivamente, rodeó mi cintura con uno de sus brazos y me acercó aun más a él, su aliento me hacía cosquillas sobre la nariz, era más alto que yo, y sus ojos violáceos parecían hipnóticos.

- ¿M-Mitsu...? - titubeé

- ¿Te pongo nerviosa? - pronunció con la voz más grave, con una sonrisita ladeada - mira que no eres la única a la que le molesta que el tonto de Baji no le de la atención que te mereces.

- ¿Qué quieres decir?

- Que te ves demasiado bonita con esa falda como para que te deprimas porque él está por allá bailando con alguien más.

Miró de reojo hacia el borde de la prenda, me quedaba más alta de lo normal, a penas alcanzaba a cubrirme el trasero, una bonita falda de color azul marino que había combinado con una blusa de cuello alto color gris con una chaqueta marrón encima.

No pude evitar esbozar una sonrisa - ¿Es eso un cumplido?

- Solo si tú quieres que lo sea - inconscientemente posé una de mis manos sobre su camisa, en su pecho, dirigió su mirada hacia ellas y volvió a reír - escucha, estoy muy ebrio

- Y que lo digas... - volví mi atención hacia sus rojas mejillas y sus ojos adormilados - quizá debería ponerme un poco más al corriente contigo

- ¿Te hago el honor? - Me soltó, colocando su brazo en forma de agarradera, permitiéndome sostenerme.

Caminé con él hacia el patio, viendo como todos los demás bailaban animadamente en el patio, junto a la bocina de la cual salía la música. Smiley tenía en una de sus manos una botella de líquido transparente que el pelimorado se apresuró a quitarle, la abrió y me miró.

Yo me limité a agacharme un poco, levantando la cabeza y alistarme para abrir la boca.

- Uy, ¿de cuantos segundos? - preguntó Emma al lado mío

- Ilimitado, hasta que mi garganta aguante - respondí emocionada, y él dejó caer el delicioso vodka dentro de mi boca.

Al final, terminé engulléndome una buena parte del líquido; la botella pasó de estar por debajo de la boquilla a poco más arriba de la mitad, todo de un trago. No sabía si era consecuencia del alcohol o se el repentino acercamiento que había tenido conmigo hacía un rato, pero tenía la necesidad de acercarme mucho más a Mitsuya. Al final abandonamos el patio y volvimos dentro debido a que Mikey quería irse a la cama, una vez ahí, en el interior, alcancé a notar los pesados ojos marrones de Keisuke observándome, deteniéndose en la mano de su amigo que había vuelto a rodear mi cintura al caminar con rumbo hacia un sofá. Chasqueó la lengua, y se sentó en la mesa frente a nosotros cuando hubo acompañado a su misteriosa chica con rumbo a la entrada.

Disfrutaba completamente de haber pasado de sentirme completamente apartada a tener la atención de ambos: Mitsuya acariciándome la cadera ahora que estábamos sentados en el mismo sofá pequeño, dejándome apoyar una de las piernas sobre las de él, y Baji mirándome como no lo había hecho en toda la noche, con furia y lasciva en la mirada, como si el hecho de que uno de sus mejores amigos me tuviera aprisionada lo colocara en una situación en donde no sabía exactamente que sentir.

Al final, seguimos bebiendo otro buen rato, Mitsuya y yo nos pasábamos shots el uno al otro continuamente mientras cada vez más personas se iban a dormir. Cuando la madrugada había avanzado, era un adormilado Baji el que nos miraba fijamente mientras ambos, aun espabilados, tomábamos unos vasitos pequeños llenos de alcohol y cruzábamos los brazos de uno con el del otro, para así acercarnos un poco más, todo debido a un estruendoso reto o shot en el que todos habíamos terminado bebiendo. En pie solo estábamos Baji, Draken, Emma, Angry, Mitsuya y yo, los únicos que no habíamos sido vencidos por el dulcísimo vodka.

- Reto o shot - preguntó Angry mirando a Mitsuya con una mirada traviesa

- Acabo de tomar uno - dijo él, divertido - dame un buen reto.

Vi a Emma susurrando algo a su oído, con la misma sonrisa que el peli naranja, a lo que él aumentó el tamaño de la curva en sus labios.

- ¿Qué tal un siete minutos?

- ¿Siete minutos? - pregunté sin entender

- Siete minutos en el cielo, tonta - me aclaró la rubia - ustedes se encierran en una habitación por siete minutos en los que tienen pase libre para hacer lo que quieran y...

- No - interrumpió Keisuke, con las manos sobre el pecho, robándose la atención de todo el mundo, incluso de Takashi pareció fijar su mirada en él, ignorando la aparente rabia en su mirada y limitándose a acariciar mi cintura - ... ella tiene que estar de acuerdo, ¿o no?

- Yo estoy de acuerdo - dijo el pelimorado con una sonrisa, acercando sus labios a mi oído - ¿Y tú?

Un escalofrío me recorrió de arriba abajo, me removí sobre mi asiento y miré en dirección a ambos. La oferta con cualquiera era demasiado tentadora, por un lado tenía a Baji, celoso de mi acercamiento con uno de sus mejores amigos, buscando que de nuevo volviera a su lado para llevarme a la primer habitación libre de la casa para quizás compensar la cercanía de su parte que me había hecho falta toda la noche. Y por otro lado estaba Mitsuya, con esos ojos violáceos casi hipnóticos fijos en mí, sonrisa de oreja a oreja y mejillas rojas, ahora de pie y extendiéndome la mano para acercarme a él y tomar una decisión final, sumamente dispuesto a complacer cualquiera de mis antojos.

Suspiré, indecisa, pensando que sería lo mejor para mí. Y en un punto decidí no dejarme llevar mucho más por mi razón, sino enfocarme en lo que era mucho más atrayente para mí en ese momento que el alcohol me recorría por sobremanera todo el cuerpo.

Porque con Baji todo era un quizás. Siempre. Con Mitsuya la disposición estaba frente a mi puerta.

Me puse de pie, sin darle muchas vueltas al asunto, y tomé la mano de Mitsuya, que me invitaba a seguirlo.

- Pues, reto aceptado, aunque dudo que solo sean siete minutos - pronunció socarrón, mirando a Baji por encima del hombro, provocando que este se marchara hecho una furia.

No me importaba, me dejé llevar, pensando en lo mal que se había comportado conmigo en toda la velada, y seguí el camino que Takashi me indicaba tras sus pasos, todo rumbo a una de las pocas habitación vacías restantes en la casa.

A penas tuve tiempo de reparar sobre la situación en la que me había metido, cuando de un momento a otro sentí un par de labios ansiosos posarse sobre los míos sin previo aviso, buscando algo más. Su lengua rozaba por encima de mi boca, y gustosa acepté los movimientos de sus labios sobre los míos, acostumbrándome al sorpresivo ritmo que él comenzaba a ejercer contra mí. La mano de Mitsuya se coló por mi nuca, tirando de mi cabello con una intensidad que no imaginaba que el fuera capaz de ejercer. Mis brazos se acomodaron sobre sus hombros, rodeándole el cuello, su respiración agitada colindaba con la mía, al mismo ritmo, mientras que su mano libre se encargaba de rodear mi cintura y acercarme más a él.

- No sabes lo mucho que había estado ansiando esto... - dijo entre suspiros, moviéndome de tal manera que pudiera aprisionarme contra la pared.

Mi espalda dio contra el concreto de forma suave, y aprovechando su altura, separó mis piernas con una de sus rodillas, colándola entre medio de ellas. Sus labios abandonaron mi boca y descendieron por mi cuello, del cual bajó ligeramente la ropa para acariciar con sus labios la zona, haciéndome suspirar sonoramente. Su mano aún acariciaba mi cintura y respondí de la misma manera, rozando con las uñas su columna por encima de la camiseta. Mi otra mano fue hacia su cuello, empujándolo para que su boca no se separase de mi piel.

Ante uno de sus roces emití un jadeo, cosa que ocasiono que su rodilla se elevara unos centímetros, rozando a tientas la zona entre mis piernas, haciéndome resoplar en contra de su oreja.

- ¿S-solo son siete minutos? - pregunté deseosa de un poco más, entre sus brazos el tiempo pasaba demasiado rápido.

Él sonrió, victorioso - Puede durar más si tú lo quieres.

Asentí frenéticamente, llevando mi agarre de nuevo a su nuca, acercándolo hacia mí, llevando sus labios hacia los míos. No sabía si era el alcohol o la repentina calentura que me estaba incendiando la piel, pero su boca húmeda se sentía como un delicioso cielo del cual no planeaba separarme. Su lengua abrió un espacio entre mis labios, colándose dentro de la cavidad, haciéndome cosquillas. Tiró de mi cabello hacia atrás, dejándome dócil ante él, una mano en mi mejilla, otra desfajando mi blusa y colándose debajo, erizando todos los vellos de mi piel, ¿me había vuelto más sensible o era lo desconocido de su tacto lo que me encendía de esa forma?

Su tacto se apartó de mi vientre y subió apresuradamente hacia mi espalda, buscando el broche de mi sujetador. En un hábil movimiento se hubo deshecho de él, sacándomelo aun con la ropa puesta. Sus pierna entre las mías aun se movía de forma que pudiera aumentar el espacio entre ellas, y aprovechaba mi falda para continuamente rozarme entre las piernas, sacándome jadeos y maldiciones.

En un momento dejó de tocarme, me tomó por los muslos y me levantó en el aire. Enredé mis piernas en sus caderas, volviendo a besarlo, con el mismo frenesí. Me sentó bruscamente sobre el escritorio que estaba al lado de la cama, abriéndome las piernas y acomodándose en el medio. Iba rápido, tanto que no esperó más tiempo para deshacerse de mi blusa, tomando el borde de la prenda y dejándome sin nada de la parte de arriba. Mitsuya hizo una mueca de gusto, tomando con su mano uno de mis pechos, masajeándolo mientras con la boca bajaba hacia el otro, succionando uno de mis pezones, trazando un par de círculos con su lengua alrededor de él. Me estaba devorando con unas ansias que jamás creí ver plasmadas en sus ojos violetas.

Suspiré sonoramente cuando su lengua se meneó de arriba abajo sobre mi pezón, para después succionarlo y soltarlo, dejándolo hinchado y ligeramente enrojecido. Él aún sonreía, complacido por las reacciones de mi cuerpo. Su mirada estaba fija en mis mejillas rojas, que aumentaron la temperatura cuando relamió dos de sus dedos y dicha mano descendió hacia mi falda, colándola debajo de la tela, apartando hacia un lado mis bragas. Los dígitos húmedos se deslizaban en mi vulva, como si intentaran buscar el punto máximo de mi resistencia.

Un gemido salió de mis labios - Ah... Mitsu, ya, no sigas así...

- ¿Entonces estás tan ansiosa como yo? - se relamió los labios y tras eso dejó un beso húmedo sobre los míos - lo siento, bonita, me temo que vas a esperar un poco más.

No esperó mi respuesta, se limitó a sacar su mano de ahí dentro para poder quitarse la camiseta, revelando un torso notablemente trabajado, pálido pero con el abdomen perfectamente contorneado por sus músculos. Entreabrí la boca, atónita, mientras él me miraba divertido por mi notable sorpresa. Volvió a tomar mi rostro entre sus dos manos para besarme con un vaivén intenso, casi desesperado. Su lengua exploró mi boca con una necesidad intensa de probarme, chocaba con la mía, se enredaban, se acariciaban y me hacía ahogar mis jadeos entre sus labios.

No pude evitar comenzar a tocarle, deslicé las yemas de mis dedos por su pecho, enterrándole levemente mis uñas cuando su lengua daba en los puntos clave de mi boca donde las sensaciones se me incrementaban. Bajé mis palmas, acariciándole el pectoral, el abdomen, las líneas de sus músculos marcados, pasando de ahí a su espalda, a la que me había aferrado, empujándolo en mi dirección para que su cuerpo ahogara el notable calor de mi pecho descubierto. Mitsuya notó mi necesidad de cercanía y volvió a levantarme en el aire solo para dejar mi espalda recostada en la fría madera, nuevamente enrosqué mis piernas en su cadera, teniendo ahora una mayor cercanía con su miembro.

Comenzó a darme pequeñas embestidas aun con la falda puesta, con las bragas mojadas. Volvió a masajearme uno de los pechos, jugando con mi pezón, besando mi cuello con frenesí. Sentí como sus labios succionaban mi piel, probablemente hubiera dejado una marca que mis padres y mis amigos notarían más temprano que tarde, pero en ese momento me dio igual, solo quería que no dejara de besarme.

Enredé mis dedos en su largo cabello lila, sus mechones caían sobre mi rostro, mi piel y la suya comenzaban a sudar. Dejé que mis manos se deslizaran por su cuello, hacia su espalda, la cual comencé a acariciar suavemente con mis largas uñas y aproveché la posición de mis piernas para apretar sus caderas en el momento en el que su miembro estaba más cerca de mí, inmovilizándolo, haciéndolo esbozar una sonrisa entremedio de nuestros besos.

- Vas a volverme loco si no me dejas alejarme - dijo en voz baja, enronquecido, sentí un escalofrío recorriendo mi columna

- Y tú vas a volverme loca si no estás así de cerca - y lo atraje un poco más con la ayuda de mis manos - ¿de verdad quieres seguir esperando?

Negó con la cabeza, tomando mi falda y desabrochando cuidadosamente ese único botón que la sostenía en mi cintura, deslizándola por mis piernas, dejándome únicamente en bragas. Nuevamente relamió sus dedos mientras me miraba fijamente. Con su otra mano movió mi ropa interior y comenzó a frotarme lento, disfrutando de mis ojos entornándose.

Gemí, no podía evitarlo. Su tacto sobre mi vulva y mi clítoris era extremadamente placentero, tanto que las maldiciones y peticiones porque aumentara salían solas de mi boca. Afortunadamente, Mitsuya era atento, tanto que al notar mi desesperación por más introdujo uno de sus dígitos en mí, curvándolo ligeramente, moviéndolo de adentro hacia a afuera.

- Ah, ah, M-Mitsu... - y volvió a callarme con un beso, quería evitar que los demás nos escucharan. No podía evitar ser así de ruidosa cuando me sentía tan bien.

Otro dedo más entro, provocando que mi espalda se curvara, mis ojos se entrecerraran y una palabrota saliera de mi boca a la par que se ahogaba con otro gemido más. Apoyé una de mis manos en la madera de aquel escritorio, otra en su espalda, enterrando las uñas en ambos; al mantener esa mínima curvatura en los dos dígitos dentro mío estos parecían dar en los lugares indicados para mojarme aún más, y esas mismas sensaciones se incrementaron cuando su pulgar encontró mí hinchado clítoris y se posó sobre él, dando movimientos circulares encima suyo. Sentía corrientes eléctricas apoderándose de todo mi cuerpo, aun con sus labios sobre los míos los ruidos que salían impulsivamente de mis cuerdas vocales no podían callarse.

Sus dedos dentro de mí conseguían dejarme mucho más mojada, y el pulgar en el clítoris me hacía incrementar esa sensación placentera que se estaba esparciendo por todos los rincones de mi piel, haciéndome sentir que necesitaba más de él. No iba a pasar mucho para que aquello, por más satisfactorio que fuera, no bastaría para hacerme sentir llena. Y él parecía estar consciente de ello, tanto que salió de mí, usando sus mojados dedos para tomar el borde de mi ropa interior y deslizarla por mis piernas, dejándome completamente desnuda. La temperatura en mis mejillas aumento de repente.

- Mitsu...

- Shhh - siseó, colocando su dedo índice sobre mis labios.

Me levantó del mueble donde me había acomodado con anterioridad, al retorcerme con tanta brusquedad había terminado por tirar un montón de las cosas que había ahí, pero no me importó. Dejó mi cuerpo sobre esa cama destendida cuyo propietario desconocíamos, me tomó por los muslos y separó mis piernas, recostándose de tal manera que yo quedase completamente expuesta frente a sus ojos. Vi como se relamió los labios y sin esperar más, su lengua pasó por mi entrada, llevándose todos los fluidos que salían de mí.

Lancé una grosería al sentir su caliente músculo trazando líneas por toda mi vulva, saboreando plácidamente todos mis pliegues, trazando sobre la zona un recorrido irregular que me volvía loca, haciéndome gritar, maldecirle, enterrar mis manos en su cabello, empujándolo para que no se separara de mí. Su lengua encontró mi clítoris y comenzó a lamerlo, primero a tientas, haciendo pausar para descubrir mi reacción sobre su tacto, la cual no era otra más que un montón de placenteros quejidos. Después comenzó a succionarle, con la fuerza suficiente como para no hacerme sentir dolor, sino puro placer.

Tras un rato de él lamiendo incesantemente mi vulva, pasando la lengua por sobre mi entrada, jugueteando conmigo al introducir a penas la punta y después volver a succionar y lamer mi clítoris. Estaba ahí de nuevo, y comencé a sentir esa familiar y anhelada sensación: mis piernas temblaban, un cosquilleó particular me recorría el vientre a la par que ahí mismo una emoción difícil de describir comenzaba a crecer, acumularse a cada trazo de su lengua en mi piel. Esbocé una sonrisa y tiré de sus largos mechones de cabello, él pareció darse cuenta de lo que iba a suceder, y aceleró mucho más los movimientos sobre mí.

Cerré los ojos, me fue inevitable no gritar su nombre con fuerza mientras el aún lamía todos los fluidos que salían de mi vagina debido al placer. Tenía los ojos llorosos y había comenzado a sudar, mi respiración estaba desenfrenada, mi corazón estaba desbocado. Miré fijo hacia el techo, perdiéndome en él hasta que sentí unos brazos a los lados de mis hombros, rodeándome.

Él también había sudado, un par de mechones se pegaban a su rostro, y se acercó a mí para volver a besarme con la misma intensidad y el mismo deseo que antes, como para mostrarme que aun no habíamos terminado. Me dejé llevar hasta el momento en el que se separó de mí.

- Espero que no estés muy agotada - se colocó de rodillas sobre el colchón y comenzó a desabrocharse el cinturón - aun quiero que me ayudes con algo.

Esta vez fui yo quien formó en su rostro una sonrisa maliciosa, quitándole las manos del pantalón para encargarme de despojarlo de su ropa. Me deshice del cinturón de cuero marrón, así como de el broche de su pantalón a la altura de su cadera, alejando el ojal del botón. Deslicé la mezclilla por sus caderas y sus muslos, le di un empujón en el pecho para que cayera a la cama, recostado.

Alcancé a distinguir una ronca risita saliendo de su garganta cuando terminé de sacarle los pantalones y los bóxers al mismo tiempo, la firme erección empapada de la punta con un líquido viscoso y transparente me atrajo de tal manera que no lo dejé decir nada más. Acomodé mi rostro enfrente de su miembro, para sin mayor dilación meterlo de lleno en mi boca.

Comencé succionando poco a poco, primero con el glande, bajando un poco más progresivamente, masajeándole con una de mis manos mientras también me ayudaba de mi lengua, la cual paseaba por todo el tronco, relamiendo desde la base hasta la punta. Primero suave, luego con un poco más de velocidad e incluso de brusquedad, tanta que al meterlo de lleno en mi boca sentí sus piernas moverse y un gruñido salió de sus labios a la par que salivaba un poco más, fundiendo el fluido con el líquido de su punta.

Al igual que yo lo había hecho, una de sus manos se enredó con mi cabello, el cual acomodó de manera que no cayese todo sobre él, sacando tajada al mismo tiempo, aprovechando el agarre para empujarme y succionar un poco más. No me disgustaba su brusquedad, por el contrario, disfrutaba de sus ansias, de la impetuosa necesidad que tenía por estar dentro de mi boca.

Seguí masajeando de arriba abajo el miembro mientras mi lengua se detenía en el glande, lamiéndolo en círculos, mirando en dirección a él. Tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta, dejaba escapar un par de jadeos mientras sus piernas se movían por debajo. Sonreí, disfrutando de su expresión, volviendo a meter todo dentro de mi boca de un solo golpe.

Mitsuya emitió un ronco gemido - Ah... - volvió a tirar de mi cabello - ... sigue así, mierda...

Obedecí sin rechistar, aumentando la velocidad de la mano que frotaba su pene, y también de mi boca chupándole, lubricándolo con mi saliva, ansiosa. Sentí un tirón en el cabello que terminó por separarme, formando un fino hilo que no tardó en romperse cuando él me tumbó boca arriba, tomándome por los muslos para arrastrar mi culo al borde de la cama. Se pudo de pie, tomando su miembro con una mano, pasándolo por mi entrada, aumentándome el calor.

Jadeé y cerré los ojos antes de escucharle.

- ¿Quieres? - preguntó con lascivia, yo asentí con cierta impaciencia, rogando que no tardara más en entrar, y así fue.

Bastó con una suave embestida para introducirse dentro mío, mis paredes comenzaron a rodearle, apretándolo a la par que suspiraba con una sonrisa en los labios. Imité su gesto, gimiendo por lo bajo mientras sentía el vaivén de sus caderas comenzando. Estaba caliente y húmedo, su pelvis chocaba con la mía y me hacía gemir y maldecir al mismo ritmo de sus embestidas. Mis pechos también habían comenzado a agitarse al mismo compás. Terminé apretando las sábanas de la cama, enterrando las uñas en ellas cuando él se inclinó hacia mí para nuevamente devorarme uno de los pezones.

Lamía y succionaba, mientras que en dicha posición, su pubis chocaba con mi clítoris expuesto, brindándole ciertos roces poco intencionados que me hacían estremecerme, arqueando la espalda. Cambié el sitio de mis manos cuando ese lento movimiento incrementó la velocidad, haciéndolo aun más disfrutable. Había comenzado a arañarle la espalda con mis uñas mientras gemía y él abandonaba mi pecho y se dirigía al otro para también adueñarse de él, todo mientras él no dejaba de embestir mientras yo bramaba su nombre.

Teníamos el rostro rojo, el sudor brillaba en la oscuridad por el contorno de los músculos de su abdomen, los mechones lilas caían húmedos sobre su rostro mientras él cerraba los ojos gustosamente, jadeando a cada movimiento de sus caderas. Subió los labios desde mi pecho hasta mi cuello, en donde sentí que dejó un par de cardenales, buscando marcarme como si me tratara de una propiedad.

Todo era fantástico, hasta que el pestillo de la puerta se escuchó. Abrí los ojos en grande, intentando escabullirme de su agarre, cosa que él no me permitió. La posición de la cama en la habitación no permitía que fuéramos visibles con la puerta abierta.

- ¿Emma? ¿Estás durmiendo aquí? - era la voz de Mikey, estaba adormilado.

Volví a intentar soltarme de él, pero de nuevo me lo evitó. Me tomó por las muñecas, alejándose de mi cuerpo, echándose mis tobillos al hombro mientras seguía introduciéndose más profundamente dentro mío. Sentí una descarga eléctrica recorrerme la columna ante la adrenalina, entorné los ojos y estaba a punto de emitir un sonoro suspiro, de no ser porque él cubrió mi boca con su mano mientras se llevaba el índice a los labios.

- Shhh - volvió a sisear, a penas audible, y me dejé llevar.

El hecho de que hubiera alguien más en nuestra misma habitación hacía las cosas colmarse de una emoción que jamás había sentido, provocándome un placer que se mezclaba con la pena y miedo. Mitsuya parecía estar en las mismas que yo, tanto que su ritmo aumentó de velocidad, echó la cabeza para atrás mientras aun me cubría los labios, cuidadoso de no hacer ruido cuando su piel alcanzaba a chocar con la mía. El dedo de su índice fue cambiado por el pulgar, con el cual comenzó a masajearme el clítoris nuevamente.

Di un respingo, arqueando la espalda y enterrando las uñas en el colchón. No me permitía hacer ruido alguno, aun cuando yo sentía que me derretía bajo su tacto, poniendo mis ojos en blanco por culpa del gigantesco placer que ejercía en mi cuerpo cuando su pulgar trazaba formas circulares en esa zona. Estaba retorciéndome bajo él, ahogando mis gemidos en su mano, intentando que Mikey no se diera cuenta de nuestra presencia mientras asomaba la nariz en la habitación. Disfrutaba de mi posición indefensa, eso se notaba en la socarrona sonrisa de su rostro.

Y de repente la puerta se cerró.

Él liberó mi boca y aceleró los movimientos que me estimulaban, dejándome por fin liberar todos los gemidos que ahogué en su piel. Cerré los ojos, inmersa en el gigantesco placer que su tacto me provocaba, estando solos me daba igual que los demás nos escucharan.

En un momento y sin que yo me diera cuenta del todo, me tomó de las caderas y cambió la posición, sentándome a horcajadas sobre él. El miembro se había salido, pero no tuve mayor inconveniente en comenzar a mover mis caderas por encima suyo, ahora era yo quien llevaba el mando, notando como echaba la mirada hacia atrás, complacido ante mi roce. No quería esperar más y lo metí a la par que me sentaba encima suyo, jadeé un poco al mismo tiempo que él, y comencé a dar pequeños saltitos sobre el duro falo.

Comenzó a amasarme los pechos con cierto frenesí, era una escena caótica: yo botando sobre él, jadeando, gimiendo y maldiciendo su nombre continuamente mientras el me masajeaba los pechos, trazando círculos con un pulgar alrededor de mi pezón mientras quedaba recostado debajo de mí.

La ventaja de estar encima era que yo podía tomar el mando, podía torturarlo a mi manera, acelerando el ritmo si lo quería para ver como ponía los ojos en blanco, para después aminorar el compás, haciéndolo apretar mi cintura, como pidiéndome un poco más de fuerza, de brusquedad.

Coloqué ambas manos en su pecho, sosteniéndome de él, elevando las caderas mientras las movía de adelante hacía atrás, rozando mi clítoris contra su pubis, mojándome más, haciendo que mis paredes se contrajeran alrededor suyo con mayor fuerza. Mis pechos se agitaban, pero eso no significaba que fuera a soltarme, por el contrario, me apretaba con más intensidad.

Sentí dentro como su miembro comenzaba a ensancharse, amenazando con terminar pronto. Me mordí el labio mientras observaba su expresión de placer, con los labios entreabiertos, el cabello pegado a su rostro con el sudor, sus ojos violetas entre cerrados y aumenté la velocidad del movimiento; él bajo sus manos hacia ellas, usándolas para guiarme las caderas, la velocidad y cuando debía ir delante, cuando hacia atrás. Estaba enterrándome las uñas de los dedos en la piel, seguramente dejaría una marca.

Se volvía cada vez más ancho, más duro, tocando así las zonas específicas de mi cuerpo para subir mi satisfacción. De repente, tomó mis caderas, dejándolas elevadas en el aire mientras las sostenía, y fue él quien se encargó de seguir embistiéndome con una desesperación intensa y una velocidad que poco se comparaba con la mía.

Un ronco quejido salió de su garganta a la par que entornaba los ojos y volvía a hundir sus dedos en mi piel, mientras que de la punta de su miembro se liberaba un espeso líquido que terminó llenándome el interior. Soltó mi cuerpo y se dejó caer en el colchón, agotado, con los ojos cerrados y los mechones de pelo enmarañados rodeaban su rostro. Sonreí imitando su acción, también estaba cansada, ya me levantaría a limpiarme una vez que hubiésemos recuperado el aliento.

Su aliento me cosquilleó en la clavícula cuando me recosté y se acurrucó sobre mi pecho, me hizo soltar una risita.

- Te compraré una píldora del día siguiente mañana a primera hora, no tenía condones a la mano, perdona.

- No te preocupes, está bien - respondí, perdiendo la consciencia por el cansancio - ... ¿Crees que Mikey nos haya visto?

Él negó con la cabeza - No, estaba somnoliento y la puerta no daba pie a ver nada. Tranquila.

Despeinó mi cabello con suavidad, Mitsuya resopló contra mi piel otra vez

- ... Baji va a odiarme.

- A mi también - ambos soltamos una ligera carcajada, y tras ella, dejamos unos segundos pasar. Creí que iba a quedarse dormido, pero por el contrario, se alejó de mi cuerpo, recostándose sobre su codo, mirándome con curiosidad. - ¿Entonces...?

- ¿Entonces qué?

- ¿A quien prefieres al final? ¿Baji o yo?

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