𝐎𝟔. 𝐔𝐧 𝐛𝐞𝐬𝐨.
Mientras el envase acristalado giraba sobre sí mismo en la mesa, Koko se alejó con rumbo a la barra, susurrándole algo al mesero. El resto de los presentes miraban la botella dando vueltas una y otra vez, esperando a que se detuviera en alguien, llegando el momento más temprano que tarde.
La boquilla había quedado de frente a Yui, que se relamía los labios y aplaudía emocionada ante la idea de comenzar a curiosear entre los presentes. Todo el mundo la miraba fijamente esperando que tirara la pregunta que parecía estar ansiando soltar, pero ella esperó a que el peliblanco estuviese de vuelta en la mesa.
Sabía que ese muchacho, que parecía ser el que tenía más picardía para juguetear de entre todos los demás, sería el único que no se mordería la lengua para hablar.
— ¡Tú, tú! — apuntó con un dedo frenéticamente a él, que giró su mirada seria a la castaña — verdad o reto.
Una sonrisa socarrona se le formó en los labios — Verdad — dijo seriamente, recargando la cabeza en el puño de la mano.
— ¿Ustedes son mafiosos, verdad? — Kakucho, Rindou y el mismo Sanzu parecieron tensarse ante la pregunta, Ran solamente soltó una risita que no le prestaba demasiada importancia al tema — Por eso están en este sitio y por eso jamás dejan pasar a nadie que no esté en las listas. Están metidos en algo ilegal.
Los muchachos miraron fijamente a él, expectantes por la respuesta que iba a dar. Él terminó lo poco que quedaba en su vaso de un golpe, disfrutando la tensión que aumentaba con creces en el resto.
— Que astuta... — se encogió de hombros — el sol no puede cubrirse con un dedo, ¿no? No es que no pudiesen llegar a esa conclusión ustedes mismas, sobre todo en las circunstancias en las que se encontraron antes, ¿no, Sanzu?
El ojiazul tenía el índice y el pulgar apoyados en las sienes mientras a su lado Misaki lo miraba con un semblante preocupado; el efecto de las pastillas estaba esfumándosele del cuerpo, ya no estaba siendo ese Sanzu carismático con poco juicio e inhibiciones que fácilmente podría haber admitido la turbulencia de su "empleo", volvía a ser el mismo de antes: serio y amargado, además de que se sentía irritado, molesto porque él diera información que, por más evidente que fuese, no quería que ella supiera, saberlo era exponerse, ese no era su objetivo ni de lejos.
Guardó silencio sintiendo su inquisitiva mirada sobre él, aun cuando sabía de sobra que él parecía no querer admitir nada, esperaba que tomara aunque sea un poco de esa misma valentía que manejaba para llevar armas en el bolsillo para poder plantarle cara, pero no sucedió.
Al final lo único que pudo romper la gigantesca tensión en el ambiente fue una patena inundada en vasos de chupitos, rellenos de un líquido cristalino. Las muchachas se miraron entre sí, abriendo los ojos en grande, el montón de alcohol había devuelto la sonrisa a la pelinegra, quien miraba con complicidad a sus tres amigas.
— Propongo algo para volver esto interesante, sino pierde la gracia — nuevamente Koko tomaba la palabra a la vez que también uno de los vasitos — si alguien no quiere responder o hacer el reto que le toca, bebe uno de estos. — Sonrisas colectivas aparecieron en los rostros de todo el mundo ante la propuesta — ¿uno para inaugurar el juego?
Nadie opuso resistencia con excepción de Sanzu, que parecía estar más pendiente de las copas que Misaki llevaba encima que ella, los ojos estaban comenzando a cerrársele y sonreía mucho más que cuando recién llegó.
— Faltas tú, Haru — dijo dándole un golpecito en el brazo con uno de los dedos — anda, toma algo.
Resignado, tomó un poco y al mismo tiempo chocaron los vasos, dejando que el líquido se les deslizara por la garganta. En un momento de distracción para el resto, Haruchiyo le hizo una seña específica al muchacho de la barra para que le preparara un par de cosas, a lo que él accedió.
— Y como yo cumplí con mi verdad, ahora es mi turno — entrecerró los ojos, mirando a los presentes, como si estuviese acechando a una presa que al final encontró — ¿Puedo llamarte Yukari?
Sorprendida ante la elección, la muchacha sonrió — Por supuesto.
— ¿Te tirarías a alguien de los que está en el juego?
— Yukari es capaz de tirarse hasta a una piedra — dijo Azami en tono de burla, a lo que la gemela levantó el dedo medio.
Ahora estaba aún más presa del agarre de Ran en ese momento; una de sus manos acariciaba incesantemente su muslo, la otra hacía lo propio con el trozo descubierto de su cintura, mientras que ella había cruzado su pierna y la apoyaba a medias sobre su rodilla. Negar que su temperatura corporal aumentaba con cada uno de los roces de sus dedos por debajo de su pecho sería una tontería que ni un ciego se creería, estaba esperando el momento preciso en el que poder saciarse y saciarle, pero no quería adelantarse, aun quería disfrutar un poco más de la música y del alcohol gratuito que les ofrecían. Y, de cualquier manera, Ran también parecía estar sumamente cómodo trazándole círculos por sobre la piel.
Dejó de lado la jugarreta para mirar a sus costados, fijando la mirada en una persona específico. Dejó salir una risita mientras, confiada, se recargaba en el respaldo del asiento.
— Sí, sin problemas.
— Pero di a quien, perra — soltó Misaki con confianza, haciendo que el muchacho a su lado la mirara con sorpresa.
— Eso no es parte de la pregunta, no cuenta. Y me toca — dispuesta a regresar la piedra al dueño, o a hacerle un favor, Yukari miró a Azami, quien sabía a medias lo que estaba a punto de suceder — tú, facilona, verdad o reto.
Mordiéndose un labio y sin quererse aguantar más, respondió.
— Reto.
— ¿Cómo te llamas, muchacho? — la mayor apuntó al chico con la copa, haciéndolo sonreír.
— Llámame Ran.
— Vale, pues besa a Ran.
Sin esperar si quiera a que la castaña terminara la sentencia, Azami tomó el rostro del muchacho entre sus manos y lo acercó en su dirección, dejando que sus labios juguetearan por sobre los suyos a su propio antojo. Un frenético vaivén comenzó entre los dos cuando fue él quien tomó el mando, hundiéndole las manos en la nuca, lamiéndole las comisuras de los labios, y ejerciendo presión con los dientes, abriéndole una diminuta herida de la cual emanaba un sabor de tinte metálico.
— Si quieres una habitación, aquí no hay — soltó Koko, provocando que los dos se separaran de una vez.
Los jugueteos y las bebidas continuaron a lo largo de la noche; la mayor parte de estos comenzaban a subir el tono de todo el mundo, en conjunto con el alcohol que iba disminuyendo en la cava. Aun con los shots de tequila servidos en frente suyo, eso no les impedía seguir ordenando más bebidas fuera de ello. Yui tenía las mejillas rosadas y picoteaba continuamente a Rindou, tirándole retos que pudieran avergonzarle, Yukari miraba continuamente a Kakucho, con quien conversaba animadamente, acercándose gradualmente a él, que al contrario de ella, parecía estar arrastrando las palabras por la lengua y sonriendo muchísimo más que cuando la noche comenzó, donde aun parecía tener las defensas altas, Azami y Ran solamente parecían dejar de comerse las bocas cuando era turno de alguno de ellos para el juego. Y Koko simplemente parecía estar divirtiéndose con todo lo que sucedía alrededor suyo, como si el caos que podía provocar le provocara un placer inmenso, dicha sensación aumentó al notar que las energías de Sanzu iban de bajón, así como que, a pesar de que bebía mucho, la chica a su lado aun parecía sumamente tranquila.
— ¿Eres Misaki, cierto? — preguntó el peliblanco a lo que la muchacha asintió, curiosa, todas las miradas se posaron en sí misma — ¿verdad o reto?
Tomó un par de segundos para pensarse la respuesta — ... Reto.
La cabeza del otro comenzó a barajear las opciones dentro de su cabeza, sin embargo, todas ellas se vieron dejadas de lado cuando el chico que los atendía hacía una seña desde la barra a Sanzu, quien se apresuró a levantarse e ir en esa dirección. De lejos notó como el muchacho se echaba a la lengua grajeas similares a dulces, iluminándole la mente con una idea mejor que cualquier otra que se le pudo haber ocurrido.
— ¿Ves que Sanzu está en la barra? Pídele al mesero que te dé lo mismo que acaba de darle a él. — sin oponer resistencia, ella se levantó de su sofá
— ¿Qué le vas a dar? — preguntó Azami consternada.
— Nada que le haga mal, parece muy aburrida ahí, solo quiero que pase un mejor rato.
— ¡Ese chico es increíble! — soltó Yui ya borracha — ¡Vamos, Misaki, traga, traga!
Las palabras de la muchacha la hicieron reír en su camino. Llegó al sitio y se colocó en uno de los extremos, haciéndole una seña al muchacho para poder pedirle las cosas tal como Koko le había dicho. Sanzu, que aun estaba ensimismado en sus pensamientos, alcanzó a ver de reojo la charla y fue hacia ella.
— ¿Ordenaste algo?
— Sí, cumplo mi reto — dijo orgullosa
— ¿Pedirle el número al mesero? — intentaba picotearla, Misaki respondió mostrándole la lengua cual niña pequeña, sacándole una sonrisa.
— No — el muchacho al cual había hecho el pedido volvió a ella, tendiéndole una pastilla color azul.
La entrega la sorprendió, si se había tomado el desafío tan a la ligera era porque no creí que se tratara de un trago demasiado fuerte o algo similar, pero saber que ahora él había ordenado lo mismo, en conjunto a que le disgustaba la idea de quedar como una cobarde ante el resto no la dejó con más opciones. Respiró hondo y acercó la grajea a su boca.
Haruchiyo, recién enterado de lo que intentaba hacer, le tomó la muñeca.
— Eh, eh, eh, no, dame eso — intentó arrebatárselo, provocando que ella caminara hacia atrás — Misaki, no te tomes eso, no va a salir bien.
— Déjame, es mi reto, quiero cumplirlo, aléjate — le colocó la mano en el pecho para hacerlo retroceder
— Lo estoy haciendo por tu bien, entrégamelo
— No, me la voy a tomar.
— ¿Quién te puso el reto? ¿Fue Koko? Lo está haciendo para picarme, sabe que me preocupo por ti.
Pareciera que conforme hablaba, se sentía más irritada — Haru, ya, eso no tiene nada que ver, para ya
— Estoy seguro de que ni siquiera has hecho eso antes, ¿no sabes lo que es, verdad? Eso es MDMA y...
— Haru, ya — había elevado el tono de voz, molesta, consiguiendo que él frenara en seco — ¿Sigues creyendo que soy una niña pequeña a la que cuidar, no?
— No, no lo creo, es solo que...
Intentó esconder sus ápices de pánico tras la fachada de seguridad.
— Tengo casi diez años sin verte, Haru, yo también seguí adelante, también me gusta divertirme. Si cuando estuve en tu casa me moleste fue porque lo que había en tu dichosa bolsa eran cosas gravísimas, esto no es nada en comparación.
Sin esperar una respuesta a cambio ella volvió a la mesa, con las piernas aun temblorosas debido a lo que estaba a punto de echarse, y en parte también a la pequeña discusión que se había efectuado, dejándolo solo en la barra. Aprovechando el sitio, pidió otra bebida que, sin problemas, iba a echarse de golpe.
Por su lado, Misaki tomó asiento nuevamente para después tomar uno de los pocos vasitos de la bandeja que aun tenía algo de alcohol dentro; volvió a tomar aire, se colocó la pastilla en la lengua, arrojándola hacia atrás con esa misma y empujándola con el tequila recién vertido en su garganta.
— ¿Qué te tomaste? — preguntó Azami girándose a medias, dándole la espalda a Ran, quien se limitó a pasarle el brazo por la cintura.
— No tengo idea, es lo mismo que pidió Haru, una pastilla azul con un dibujito.
— Espera, ¿tomaste Molly? — inquirió Yukari para después mirar a Koko — ¿la mandaste a tomar Molly?
— Pudo tomar alcohol y ya, no le puse un arma en la cabeza.
— Ya, no pasa nada — se encogió de hombros y esbozó una sonrisa nerviosa — va a ser divertido.
— Tú nunca usas esas cosas, Misaki, no te lo tomes a la ligera — al mismo tiempo que su mejor amiga hablaba, Sanzu llegaba justo a tiempo para escucharla hablar, mirándola con preocupación — ¿segura que no quieres vomitarlo antes de que haga efecto?
— No, ya te dije que no, voy a estar bien.
— No son tan fuertes — interrumpió — además no están cortadas, es puro MDMA, solo va a darle un subidón y ya. — El discurso si bien no había calmado por lo menos a las dos muchachas aun sobrias, funcionó bien para bajarles las defensas. Esperando a que volviesen a lo suyo, acercó la boca a uno de sus oídos para susurrarle — ... no voy a sobreprotegerte ni nada, solo dime si llegas a tener demasiado calor o te sientes mal, ¿de acuerdo?
— Está bien, gracias, Haru — tomó nuevamente el trago que sostenía antes y dio un sorbo.
— ¿Seguimos jugando? — preguntó Yui en un intentó por romper la tensión del ambiente, ocasionando que, para sorpresa de muchos, Rindou soltara una risa.
Verla como una de las pocas personas ebrias en la habitación y que se esforzaba por regresar el ambiente a algo más cercano a la fiesta le parecía cómico. Su hermano arqueó una ceja, incrédulo, mientras que la pelinegra buscaba a la siguiente víctima.
El juego continuó con normalidad, Misaki pasó la batuta a Yui, quien parecía ansiosa por seguir picando a Rindou lo más posible, cosa que no parecía molestarle al menor de los Haitani, por el contrario, cumplía al pie de la letra con lo que fuese que lo habían mandado, eso en palabras de Ran debido a que tenía la bebida recorriéndole las venas. Los jugadores cambiaban y conforme el tiempo pasaba parecía que la pastillita azul comenzaba a tomar en sí misma el mismo efecto que en Sanzu: ambos parecían mucho más relajados, pero efusivos, echándose a reír con cualquier cosa por más mínima que esta fuese, y ahora compartían esa necesidad de cercanía por el otro.
Continuamente la muchacha se removía sobre su asiento para poder acercar un poco más su cuerpo hacia el suyo, rememorando ese gesto pasado de dejar caer su cabeza sobre uno de sus hombros, momento en el que disfrutaba por sobremanera el olor del perfume yaciente sobre su cuello, un aroma fresco, con tintes que en un estado de sobriedad difícilmente podría percibir, olor a pino y alcohol se entremezclaban con las carcajadas que soltaba, las comisuras de su boca provocaban un par de apenas visibles arrugas en las cicatrices de aledañas a sus labios, sus ojos se encogían y su cabello rosado se agitaba.
Perdió la noción del tiempo, sumida en una fascinación que mientras más lo miraba más se tornaba en deseo, en un menester similar al oxigeno que ahondaba dentro de sus pulmones. Cuidadosamente, intentando evitar que él se diera cuenta, tomó su mano, guiándola alrededor de sus caderas y posicionándola sobre su cintura, haciendo que su corazón diese un vuelco. Sus adentros se sentían como un cúmulo de olas chocando a la orilla del mar a la par que sube la marea, mientras que un peculiar cosquilleó surgía de forma intermitente una y otra vez en su vientre a cada momento que su mano acariciaba su piel por encima del vestido.
— ¡Misaki! — dijo Yui arrastrando la última vocal en su nombre — ¿verdad o reto, puta?
Decidida, colocó ambas manos sobre la mesa a modo de desafiar a la otra — Reto.
Una sonrisa maliciosa se le formó en los labios e intentó levantarse de golpe de su asiento, dando un traspié que provocó que cayera sobre el regazo de Rindou.
— ¡Eh! ¡Chico de la barra! — la caída no le había amainado el animo — ¡ponme una canción!
Rápidamente el empleado se acercó a la muchacha, inclinándose para que ella susurrara en su oído el nombre de la canción que quería. Tras un par de minutos una melodía lenta de toque lascivo salía por los parlantes.
"A ella le gusta cuando bajo downtown..."
— No estás hablando en serio.
— Claro que sí, baila o bebe.
Rápidamente las chicas dirigieron la mirada a Misaki, que parecía haber perdido cualquier ápice de vergüenza. Respiró para sí misma y renunció al roce de la mano de Haruchiyo sobre su cintura, quien al notar que se movía del sofá dirigió su mirada hacia su cuerpo ahora en medio de la pista de baile.
"En su cuerpo puedo ver la definición, se ve que lo trabaja eres motivación"
Todo su cuerpo se movía al mismo son que la música, las caderas le subían y le bajaban mientras sensualmente utilizaba sus manos para acariciar su propio cuerpo, así como su cabello, con el cual comenzaba a juguetear. Tenía los ojos cerrados y una sonrisa bien plantada en el rostro, esta solo se esfumaba cuando se tomaba algo de tiempo para soltar suspiros o seguir la letra de la canción. Sus amigas vitoreaban cada uno de sus movimientos, aumentando el volumen cuando estos se volvían más sugerentes.
"A mi me gusta cuando baja downtown, le pido que se quede allí enviciado"
Y al igual que en las primeras horas de la noche, sentía que no había nada más fantástico a sus ojos. Las sustancias ilícitas le estaban recorriendo la sangre, aumentando el lívido que hasta ese momento se había vuelto a quedar quieto; ahora había vuelto a despertar, tal como ese distinguido sentimiento que comenzaba al borde de su abdomen y casi rozaba con la pelvis. A cada contoneo de su cadera, su boca terminaba abriéndose más, y ese par de pupilas contraídas aumentaba la dilatación. Decir que Misaki no le despertaba un erótico apetito que jamás había sentido con ninguna otra sería mentirle al mundo entero.
Y al igual que la vez anterior, sintió su mirada intencionada fijarse en el mientras sus labios entonaban significativamente cada una de las palabras de la canción:
"En las noches soy yo la que define todo a lo que va a pasar. A mí no me tienes que mandar."
— Eh, Sanzu, cuidado que se te cae — Koko había vuelto a hacerse presente, divertido al ver el rostro embobado del otro.
Reaccionó sacudiendo la cabeza — ¿Eh? ¿Qué?
— La baba.
Ran dio el remate a la frase, haciendo que los chicos rieran al unísono. Decidió no prestarles más importancia, después de todo, su mirada estaba ocupada en algo que era de lejos mucho más importante.
No supo si realmente ella había escuchado esa breve conversación, o si solamente gustaba de utilizar su hipnótica figura para aumentarle el deseo, pero de un momento a otro vio como esa chica de vestido rojo se acercaba a su asiento y le tomaba la mano, tirando de ella con la intención de levantarlo del sofá.
— ¿Qué estás haciendo?
— ¿Bailas conmigo?
Un tono que combinaba el jugueteo con la seducción se había vuelto su arma más convincente. Haberle dicho que no sabiendo que realmente lo añoraba se hubiese sentido como la más grave de las faltas que había cometido en toda su vida, por lo que terminó aceptando, siguiéndola a la pista de baile.
— Misaki, no sé bailar en lo más mínimo.
— No hace falta — pronunció con las manos alrededor de su cuello, la distancia entre ambos era tan mísera que sus narices se rozaban entre sí, tenía que contenerse si no quería cometer algo de lo que después ella se arrepentiría — dame tu mano.
Accedió sin oponer resistencias, descubriendo sus verdaderas intenciones cuando un verso de la canción llegó más temprano que tarde.
"Oh, sé que me quieres ver, bajando por toda tu piel"
Se giró, dándole la espalda, apoyándose y levantando en el aire el brazo aun teniendo su mano entrelazada con la de él. Movió las caderas de modo que estas impactaran directamente con la tela de su pantalón, sincronizando el meneo de estas con cada palabra del verso. Sanzu sintió como sus mejillas se sonrojaban en parte por escuchar a los demás vitoreándolos, en parte porque las ganas de tenerla cada vez más cerca de su cuerpo y de su piel aumentaban a cada segundo en el que el satín de su vestido se restregaba contra su pelvis.
Fue incapaz de sentarse el resto de la canción, estaba paralizado pero gustoso de sentirla usándolo; dejó que sus manos se acomodaran gentilmente alrededor de su cintura, sobre su vientre, mientras dejaba de inclinar la espalda pero no de bailar. Su cuello emanaba un aroma dulce, aún más embriagante que todo el alcohol que había bebido esa noche, notas de vainilla y azúcar se desvanecían cuando la respiración tibia del muchacho impactaba contra su piel.
Cuando la melodía hubo terminado, el resto comenzó a aplaudir, gustosos ante el tremendo espectáculo que acababan de contemplar en el cual esa chica tímida a principios había cumplido con el papel estelar. Sus amigas estaban boquiabiertas ante lo que había hecho.
— Eres fantástica, lo único que me arruinó el show fue tu bailarín secundario, estaba un poco... rígido.
Las palabras de Kokonoi la hicieron reír mientras el ojiazul se limitaba a tragar de golpe dos de los vasitos con tequila que quedaban aun en la patena, como si ellos pudieran aminorar el calor creciente en sus entrañas.
— Haru, me toca, ¿a quién elijo? — susurró al lado suyo, igual de cerca que antes.
— Ah... — inspeccionó a cada uno de los muchachos, pensando a cuál de todos sería mucho más divertidos sacarle algo de información.
No creía que pasarle la batuta a Koko nuevamente fuera una buena idea, por lo que lo descartó, tampoco quería interrumpir a Azami y a Ran, parecía que ellos dos eran quienes mejor la estaban pasando, ir por las gemelas o por Rin le parecía aburrido.
— ¿Cómo se llama ese? — preguntó
— Estaba pensando en él, justo — una sonrisa cómplice se apareció en ambos — Kakucho.
— ¡Kakucho! — soltó en voz alta, alertándolo — ¿verdad o reto?
El pelinegro tenía el rostro sonrojado así como un humor mucho más tranquilo que al comienzo de la velada. Parecía increíble, pero las bebidas nunca tardaban demasiado en subírsele.
— Verdad.
— ¿Cómo te hiciste esa cicatriz?
Aun cuando podría parecer un tema delicado, él no tuvo más dilación en responder — Soy huérfano, mis padres murieron en un accidente de tráfico, ahí me la hice. No es la gran cosa.
— ¿No es la gran cosa? — preguntó Yukari al lado suyo, incrédula — la única cicatriz que tengo en el cuerpo es en el mentón y es porque esa idiota me empujó cuando éramos niñas e íbamos en patines cuesta abajo.
— Eres una nena, fue divertidísimo.
— ¡Para ti, tú no te caíste!
— Ya, ya, scarface — lo llamó Rindou — suelta lo tuyo, avanza.
El apodo le sacó una sonrisa, tras la cual giró hacia la gemela situada al lado suyo — ¿Verdad o reto?
La castaña arqueó una ceja, sorprendida de su firmeza — Verdad.
— ¿A quien de esta habitación te tirarías? — soltó con la voz más grave, mirándola fijamente, esforzándose por colocar en su rostro la mirada más intimidante que pudiera salirle en ese momento, pero lo único que logró que la muchacha se echara a reír.
Él ahora parecía sumamente confundido ante dicha responsiva, podría esperarse cualquier cosa a excepción de una burla, sobre todo después de sentir que, por su parte, las distancias iban acortándose. Era una chica sumamente atractiva, y ese vestido le sentaba como un guante, enfatizándole las curvas en el cuerpo; si tenía una oportunidad con ella la tomaría gustosamente, pero ahora parecía haberse echado al caño. El mal humor estaba a punto de apoderarse de él, hasta que un dedo índice se le posó sobre el pecho, y un aliento tibio le hacía cosquillas en el mentón.
— Lo siento, eres guapísimo, pero si quieres saber si me refería a ti hace un rato eso te va a tomar más de una noche.
Y sin más, le dejó un beso justo al lado de la comisura de los labios, e inmediatamente se echó a la boca un trago.
— "Si qiiris sibir si mi rifirii i ti..." — imitó su hermana — tú te tiras a lo que se mueva, puta.
— ¿Segura de que no me confundes contigo? — respondió ella con molestia a lo que la otra asintió — pues, verdad o reto.
— Reto.
— El hielo.
— ¿El hielo? — preguntaron Misaki y Azami al unísono
— ¿Qué es el hielo? — preguntó Sanzu
— Un juego que nos enseñaron en la bienvenida de la residencia de la universidad — respondió la pelinegra — tienes que colocarte un cubito de hielo en la boca y pasárselo al que tienes al lado, si se cae...
— Si se cae hacen esto — y la pelirroja volvió a tomar el rostro de Ran entre sus manos, plantándole un largo beso.
— Sí, sí, ya sabemos que quieren comerse más que las bocas hoy, la demostración estaba de más — Rindou lucía fastidiado por sobremanera — ¿Entonces solo es eso?
— A grandes rasgos — explico la gemela la lado suyo — Lo divertido es que el cubito de hielo va derritiéndose y las cosas se hacen más interesantes.
Enfatizó la última palabra tocando su pecho con el dedo índice.
— Suena interesante... ¿y sí jugamos todos? — la sonrisa maliciosa del peliblanco había vuelto a hacerse presente — pasamos el cubo alrededor.
— Tú eres muy divertido, ¿ya te lo dije? — dijo Yui con emoción — yo estoy apuntada
— Si tú entras yo entro — el muchacho de mullet violeta siguió su idea
Tras haberse apuntado al juego, pidieron al empleado una cubeta repleta de hielo, de los cuales la castaña tomó uno de ellos entre los dedos, dispuesta a colocárselo entre los labios, hasta que notó un detalle que no le terminaba de convencer.
— ¿Puedes cambiarme de sitio? — preguntó al muchacho a su lado — no quiero hacer esto con mi hermana
El mismo echó un vistazo al lado suyo, percatándose de que la persona al lado suyo era Ran. Se sintió incomodo ante la idea y sin rechistar, intercambió la posición de la chica con la suya, de esa manera varios notaron que las personas a sus lados no eran completamente afines, por lo que el círculo se conformó en primer lugar por Yui, seguida de Rindou, Kakucho, Yukari, Misaki, Sanzu, Kokonoi, Azami y Ran.
— ¿No tienes miedo de que se me caiga el hielo? — picoteó el pelimorado al muchacho de la cicatriz, el cual se limitó a encogerse de hombros y negar con la cabeza.
— ¿Y tú, Sanzu? ¿Seguro que estás cómodo aquí? — preguntó el chico a lado suyo con tono desafiante
— No es como que se me fueran a caer las bolas por pasarte un hielo.
Y no mentía, aunque fuera de la posible molestia que implicaba tener un contacto similar con Koko, no quería que nadie que no fuera él o alguien que ella ya conocía rozara los labios de Misaki. En parte por su egoísmo y la impetuosa necesidad de que ningún otro fuera de él que ni siquiera se atrevía por completo a hacerlo, la tocara; en parte porque no quería que el acercamiento de alguien con quien ella aun no tenía la confianza suficiente la hiciese sentir incómoda, extraña o cualquier otra cosa capaz de recaer en la negatividad. Era un sacrificio dispuesto a aceptar.
El juego dio inicio con Yui girando hacia su derecha sosteniendo el cubo de hielo, el cual dejó con habilidad en los labios de Rindou, quien cuidadosamente depositó el hielo sobre los labios del pelinegro, dándole un empujón con la lengua de manera que pudiese evitar tocar la boca del otro. A medida que el objeto se iba moviendo de sitio, la dificultad aumentaba, el calor del ambiente conseguía derretirlo, mojándoles las bocas, deslizándose dificultosamente entre estas.
La primer vuelta se ejecutó fácilmente, el problema llegó cuando la fría pieza regresó a los labios de Yui, que a duras penas consiguió dejarlo sobre los labios de Rindou, había tenido que auxiliarse de su lengua, ocasionando que la pieza metálica que atravesaba su lengua rozara los labios del muchacho. Una sonrisa socarrona se le implantó en el rostro cuando notó a la muchacha sonrojada tras su acción. Pasó de él a Kakucho, a Yukari, y finalmente a Misaki, que en un momento de torpeza, terminó dejando caer el minúsculo hielo, que se había diluido en agua y ahora estaba deshecho en el suelo.
Intentó fingir vergüenza tras lo hecho, ocultando las manos tras la espalda.
— Perdón.
— No, no es nada, no te preocupes — Haruchiyo sonrió intentando disminuirle la preocupación
— El hielo se te cayó, Misaki — Koko tenía ese tono burlesco encima nuevamente — ¿cuál era el castigo?
— Tienen que besarse — canturreó Azami — vamos, mujer, ¿qué estás esperando?
No esperaba nada, ni siquiera el aliento de los demás. Quería hacerlo, no sabía si era más por su voluntad o el efecto de aquella pastilla que aun seguía bien presente dentro de su cuerpo, pero había estado añorándolo desde que colocó su cabeza sobre su hombro y olfateó su perfume, desde que él había colado sus grandes manos alrededor de su cintura, desde que en la pista de baile no había evitado ninguno de sus lascivos acercamientos donde le dejó utilizarle.
Dio un paso al frente, colocándole las manos sobre los hombros con la intención de apoyarse y quedar a su altura, de puntillas. Acercó su rostro al de él, que aun estaba atónito ante su firmeza; nuevamente posicionó sus brazos a su alrededor, tomándola por las caderas, rozando su nariz con la de ella, respirando sus tibias exhalaciones. Vio ese par de largas pestañas batirse una única vez en mientras cerraba los ojos y entreabría los labios.
No había mucho más que hacer, solamente tenía que acercarse otro poco, hacer que ese roce se volviese una unión completa.
Quería hacerlo.
Tenía que hacerlo.
Debía hacerlo...
¿Debía?
¿Merecía hacerlo?
Un burbujeante sentimiento de incomodidad se le estancó en el pecho, las ansias le estaban incrementando mientras más era la cercanía. El agarre que tenía sobre ella perdió fuerzas mientras el aire de los pulmones se le agotaba, filtrándose por los poros de su nariz, desesperado, inquieto. Si seguía, si se atrevía a dar ese paso, a hacer más de lo que sentía que merecía hacer la culpa iba a mantenerse dentro suyo por el resto de sus días, y eso iba a ser una tortura que implicaba mucha más agonía que la que estaba a punto de sentir al rechazar ese beso.
Dio un paso hacia atrás, y ante la mirada de todo el mundo, se limitó a tomar el último vaso con alcohol restante en la bandeja.
— ¿Qué estás haciendo? — preguntó Ran con fastidio
— Seguimos en el verdad o reto, esto era parte de — se escudó, aflojándose el cuello de la camisa ante el repentino calor que le estaba invadiendo el cuerpo, eso no era una buena señal.
— Quien diría, eres más gallina de lo que pensaba...
— Déjame en paz, Koko — comenzó a usar su mano como un abanico, echándose aire encima.
— Misaki, ¿estás bien?
Azami consiguió que las miradas se tornaran hacia Misaki, que se había quedado estática ante el rechazo del muchacho. No sabía si lo que le ahondaba dentro suyo era algo similar a la humillación, la pena o el rechazo, o una mezcla poco homogénea de los tres, donde colindaban y chocaban peleando por cual de los tres sentimientos llevaba la delantera en la carrera de sus malestares. Había vuelto a sentarse en el sofá, con las manos en las rodillas y cabizbaja. ¿De verdad estaba tan mal? ¿Era tan poca cosa para él como para experimentar un repudio como el que él le había creado? Sintió los ojos colmándosele de lágrimas ante la idea de que Haruchiyo jamás iba a poder mirarla con otros ojos, por más que ella lo intentara, por más maquillaje que colocara sobre sus parpados y por más que creciera. Sentir que en su mirada siempre sería la indefensa Wendy, atrapada en un frasco de cristal, aislada del mundo, le lastimaba más que cualquier rechazo público.
Haruchiyo, que hasta ese momento no se había puesto a pensar en la reacción de ella, miró por encima de su hombro y encontró esa expresión de tristeza que tanto odiaba verle en el rostro, siendo esta vez el culpable directo de su aflicción. El calor le estaba subiendo potencialmente, quería quedarse y disculparse, pero sabía que no era bueno para su cuerpo dejar que la sensación creciera más.
Sin decir mayor palabra, salió de la habitación y fue escaleras arriba, a la terraza, en donde las personas que habían estado ahí anteriormente ya se habían marchado. Se dejó caer en uno de los asientos en el borde, apoyando las manos en la mesa, asomando la cabeza esperando que el aire le bajara la temperatura. Tenía las mejillas calientes, las manos temblorosas y el pecho agitado.
No quería sentirse de esa manera, miserable y condenado a sentirse mal por su tristeza, pero tampoco sabía si lo que su mente y su cuerpo le mandaban a hacer era lo correcto, porque para su mínima parte racional sin duda alguna no lo era, los pensamientos que tenía sobre Misaki en ese momento le parecían de lo más tortuosos, no para él sino para ella. Someterla a cualquier acto que pudiera hacerle daño era algo que, aunque ya había hecho, no quería tener que repetir solamente para saciarse una necesidad carnal que por más que ella compartiera, no se sentía merecedor de aceptar.
Miró al cielo, encontrándose con las nubes grisáceas colmando la noche. Buscó en el manto a ese par de astros gemelos que antes le era tan fácil vislumbrar cuando ella regresaba a sus pensamientos durante algunas noches, pero le fue imposible dar con ellos, sobre todo cuando un par de pasos comenzaron a escucharse detrás suyo. Giró la cabeza y encontró nuevamente a esa figura de vestido rojo, que había cambiado su expresión afligida por una molesta, el ceño fruncido relucía mucho más que el rastro negro debajo de sus ojos que había alcanzado a marcarse por el maquillaje corrido.
Determinada, Misaki caminó hacia él, volviendo a dejar las distancias casi completamente nulas.
— ¿No dijiste que no ibas a seguir sobreprotegiéndome, Haru?
— Sí, lo sé, yo...
— ¿Entonces por qué me evitas de esa manera? — le tomó la mano, posándola en su cintura — ¿por qué no puedes dejar atrás lo de antes?
— No es que no pueda, Misaki.
— ¿Y qué es lo que te detiene? — sus orbes marrones lo miraban, como dos cañones apuntando directo hacia su cuerpo — ¿qué hice para que por más que he intentado acercarme hoy siempre me evites?
— Tú no has hecho nada, lo que estoy haciendo no es culpa tuya.
— ¿Entonces de quién es?
— No es de nadie, es mía — las respuestas se le estaban acabando.
— ¿Por qué, Haru? ¿a qué le temes?
Sus palabras se le clavaron dentro del pecho como si se tratara de una daga.
— ... Misaki, yo no quiero...
A cada frase, parecía ir más cerca — ¿No quieres qué, Haru? — de nuevo su respiración le hacía cosquillas sobre los labios.
Inconscientemente, Haruchiyo había comenzado a pasear sus manos sobre su cintura, su espalda, acariciando esa mínima parte visible de su piel detrás. La suavidad de su tez superaba a cualquier seda cara que pudiese encontrarse en su armario, adoraba la cercanía de Misaki, negarlo sería la falacia más grande que pudiera salir de su boca.
— ¿No quieres qué? — repitió ella, con su rostro aun más cerca de el de él.
Lo tomó por las mejillas con ambas manos, acariciándolo con el pulgar. Los ojos de ambos se entrecerraban a la par que sus labios creaban una apertura mínima; ella por esa incesante necesidad de tener algo más de él, él porque aun no encontraba dentro de sí ninguna palabra capaz de frenarla, ni de frenarse a sí mismo. Quería disfrutar el placer gigantesco que sabía que sus labios pintados de rojo le iban a proporcionar, quería acariciarle cada uno de los rincones del cuerpo, desde el cuello hacia donde había movido una de sus manos, sus hombros, sus piernas y su cintura, arrancar la barrera que lo detenía de poder disfrutar de ella.
Al volver a sentir sobre sí el roce de sus labios con los suyos, ágilmente bajó del asiento, invirtiendo las posiciones: la tomó por las piernas, levantándola unos metros en el aire y dejándola en el que había sido su sitio. Un a penas audible jadeo salió de la pelinegra, quien había abierto levemente las piernas y dejaba un espacio que ahora él ocupaba. Una mano sobre su nuca, otra sobre su cintura, moviéndose hacia arriba y abajo. Llevó sus labios hacia su cuello, apartándole el cabello de la zona, trazando un recorrido creado de un mísero tacto con su boca, atreviéndose a dejar un beso húmedo sobre su piel. Sintió como el pecho de la chica subía y bajaba, tal como el suyo, acelerado. Fuertes respiración eran emitidas por ambos.
Las manos de Misaki se enredaron en su cabello, y se movían constantemente hacia abajo, acariciándole la espalda con desespero, con ansias de que abandonara su cuerpo y prestara atención a sus labios, que parecían estar necesitándolo más que nunca. El mismo cosquilleo particular de horas atrás había vuelto a nacer dentro de su vientre, no iba a poder seguir aguantando más la tortura que era privarse de los labios de Haruchiyo por más tiempo.
Volvió a tomar su rostro entre sus manos, y comenzó a acercarlo al suyo. No quería parar, ninguno de los dos lo quería, por el contrario, había entre ambos un gigantesco menester de por fin colisionar, volverse uno aun de la manera más inocente que pudiera existir en sus pensamientos.
Sentía que su cuerpo se movía por sí solo, lo que estaba a punto de hacer ya no era nada que se ocasionaba ni por el calor, la presión del resto, un simple hielo botado en el suelo o las pastillas que había estado consumiendo durante toda la noche.
Y al final, fue eso mismo lo que lo motivo a parar. Saber que era consciente y que a la mañana siguiente no podría culpar a nada sobre lo que había hecho.
Ladeó la cara, haciendo que los labios de la muchacha se impactaran en su mejilla. Ella volvió a mirarlo, ya no con rastros de lujuria en sus ojos marrones, esta vez su mirada estaba cubierta en confusión.
— ... No quiero hacerte daño, Misaki. No quiero ser yo quien te lastime esta vez.
Frunció el ceño, sus labios se volvieron un puchero y esta vez fue ella quien retrocedió. No pronunció ninguna otra palabra, solamente se limitó a abandonar el lugar a toda prisa, dejando al ojiazul solo con sus pensamientos, indagando con ellos si realmente lo que acababa de hacer no le costaría lo poco de felicidad que tenerla de vuelta en su vida le brindaba.
Me aventé una semana entera con este Cap T-T pero la vdd me gustó un montón el resultado, si me siguen sabrán que no es mi fuerte hacer cosas de índole más adulta, pero me gusta la idea de salirme de mi zona de comfort. Espero a ustedes les guste tanto como yo. <3
Línea para que me cuenten que les pareció el cap y como ven la historia en general hasta ahora.
Línea para agradecer que son casi 2K lecturas con solo cinco caps <3 <3
Línea para contarles que estoy en tik tok como @friyay19, ahí subo cositas random sobre mis fics. Siganme si quieren. <3
En fin, no hay más que decir, espero les guste mucho. Nos vemos prontito. <3
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