𝐎𝟓. 𝐋𝐚 𝐬𝐨𝐦𝐛𝐫𝐚.
Cada tanto tiempo, Sanzu sentía como si hubiese una sombra andando detrás de sus pasos, acechándole la vida y los pensamientos, la existencia inclusive. Rastreando cada mínimo movimiento, deteniéndose en cada vez que sus pestañas se batían al parpadear, olisqueándole el aliento por debajo de los poros de la nariz, como si buscara dentro de cualquiera de sus acciones el momento indicado para atacar, para llevárselo entre los pies para no volver nunca.
Había sido así desde que era pequeño, por momentos intermitentes, pero siempre ahí. Parando cada tanto solo para volver, de la misma manera que esa constante sensación de soledad reposando sobre sus hombros, alojándose en los músculos de su cuello y su espalda, en su cabeza, en sus brazos, en todo rincón de su piel. Ese sentimiento de necesidad parecía no tener planes de esfumársele del cuerpo, por más que su vida avanzara, por más que él creciera, estaba siempre ahí, en esa sombra oscura que duplicaba su tamaño e iba atada a sus pasos.
Después de todo, siempre había sentido que había nacido impregnado en muerte, en tristeza y penumbras. Un mal presagio, la señal perfecta de una catástrofe a punto de suceder, una profecía ennegrecida para aquellos que lo rodeaban.
Quizá era por eso por lo que siempre se esforzaba en huir de la realidad de todas las maneras que le fuese humanamente posible, perderse en mundos ajenos, en cualquier cosa que le permitiera olvidarse de la cruz que colgaba pesadamente en su espalda. Siempre volando en sitios variados, discotecas, bares, coches caros, habitaciones de motel, botellas de champaña, jeringuillas, líneas de polvillo blanco o pastillas... y Sanzu Haruchiyo no sabía de excepciones.
Llegó a la entrada de Dokuzake, cediéndole las llaves al valet. Una larga cola se extendía desde la entrada, pasando por las escaleras y a lo largo de la acera, gente que vestía sus mejores galas rogaba por tener la esperanza de entrar en el exclusivo sitio si es que los dueños tenían en sí la gentileza de dejarles pasar. Por sobre todo Roppongi era bien sabido que, lejos del prestigio que acarreaba, era un lugar dentro del cual se reunían las personas más influyentes de todo Tokio. Después de todo, los lacayos del rey se merecían lo mejor.
Tras hacer un gesto con la cabeza al guardia de la entrada y escuchar un par de abucheos por parte de las personas en la fila, atravesó el umbral, dando así sitio a la aparición de luces neón rojizas que se hacían dueñas de su vista. Parpadeó un par de veces antes de acostumbrarse al nuevo tono de las cosas, andando directamente hacia el hueco de las escaleras al fondo del lugar.
Dokuzake constaba de tres plantas: la baja, una donde las personas de menor influencia podían permanecer junto a la barra, en la pista de baile o en los lounges conformados por pequeños sofás color negro, en combinación con la alfombra sobre la cual se colocaban. La tercera planta era más bien una terraza, una barra acompañada de una cava se situaba al centro de todo, con unas pocas mesas altas alrededor, una vista magnifica de toda la zona era visible desde ahí, y se reservaba para las reuniones más exclusivas acordadas en el local, gente de altas esferas se codeaban las unas con las otras, desde jefes de policías, miembros del gobierno, empresarios adinerados.
Y después estaba ese sitio que era recelosamente custodiado por un guardia, con el único acceso siendo por el hueco de las escaleras, el segundo piso: el piso de Bonten.
Bastaba una simple escalinata para dar con la amplísima habitación: sofás de cuero negro se pegaban a la pared, teniendo unas mesitas bajas de superficie roja frente a ellos, cortinas grises impedían el paso de la luz de la luna procurando así el aura impúdica del sitio. Metros delante una barra lista para preparar sobre ella tragos conformados por los más codiciados licores existentes sobre la faz de la tierra, música salía de los parlantes instalados sobre el techo, y mientras entraba, divisó de lejos las familiares siluetas de los que siempre rondaban por ahí como si se trataran de almas en pena.
En uno de los sofás, Ran, Rindou y Kakucho charlaban animadamente entre sí, a su vez que, recargado en la barra, Kokonoi parecía esperar un trago. Con la cabeza comenzando a sentirse pesada, saludo con la mano al trío, acercándose con el peliblanco en busca de alcohol.
— Un chuhai, por favor.
— ¿Empiezas suave hoy?
El ojiazul soltó una sonrisa ladeada — ¿yo? ¿suave?
— Aquí tiene su Gurin, señor Koko. Enseguida preparo el Chuhai — el chico de la barra dejó en ella un vaso de cristal con un líquido verdoso que él ingirió de un trago.
— Dame otro como el de él — pidió mientras giraba la cabeza hacia el de cabello rosado — no pensé que fueras a pasarte por aquí hoy también
— Es sábado, siempre estoy aquí
— Siempre que no estés en cama ajena, ¿no? — Sanzu rodó los ojos, haciendo reír a Koko — has estado pasándote toda la semana
— Estoy esperando a alguien.
— ¿Tienes una cita? — negó con la cabeza — ah... es la chica del nombre que anotaste en la lista, ¿cierto? — no obtuvo respuesta — ¿quién te comió la lengua?
— No son asuntos en los que tengas que meter las narices, Koko...
— ¿Quieres que no meta las narices respecto a una desconocida que anotaste en las listas de mí club por los próximos dos meses? Eres imbécil, es mi sitio, no voy a dejar que metas a cualquier ratón a mi mina de oro.
— No es un ratón... es una amiga, es todo.
— Sus chuhais.
Al igual que Kokonoi, Sanzu tragó de golpe todo el líquido del vaso, dándole una sacudida a su cabeza antes de observar el reloj una última vez. Recordaba haber enviado el mensaje hacía un par de minutos, cuando recién cruzaba la puerta, solo como un por si acaso, no más. Pero no sabía que iba a suceder.
— ¿Puedes prepararme mis cosas y un kamikaze? — el muchacho asintió, agachándose para buscar lo que le había pedido.
— Te tomaste muy a pecho lo de no ser suave, ¿no?
Ignoró el comentario y fijó la mirada en la charola plateada que el chico dejó sobre la barra, girándose tras de sí para tomar un par de botellas.
El peliblanco retomó la conversación — ¿recibirás a tu invitada estando en la nubes?
Sanzu miró la hora en el reloj de su muñeca, ya eran las diez. Dio un último vistazo a la puerta, encontrándose con unas escaleras vacías en las que no pareciera haber señales de su aparición.
— Supongo que quedará en nada, ¿no? — musitó en voz baja. Un vaso acristalado fue dejado al lado de su bandeja.
— ¿Qué dijiste?
— Nada que te interese — levantó el dedo medio hacia él, haciéndolo esbozar una sonrisa ladeada.
Tomó de la patena dos de las pastillitas entintadas de azul y de verde, dejándolas sobre su lengua, para después agarrar el vaso, utilizando el líquido para que ese par de mágicas grajeas se deslizaran gentilmente por su garganta. Sacudió su cabeza ligeramente y devolvió la mirada a Koko, quien se alejaba de la barra, con rumbo al trío que había saludado con anterioridad, siguiendo sus pasos.
— ¿Te voy llamando una chica?
— Ya lo haré yo si me apetece...
...
Haru:
Hola Misaki, soy yo.
No quise molestarte, imaginé que tu semana estuvo ocupada, pero en caso de que decidieras salir un rato hoy, no me gustaría que tengas inconvenientes. La invitación sigue abierta.
Si vinieses basta con que le des tu nombre al guardia de la entrada, él te llevará. No hagas cola, no hace falta.
Espero verte.
Repasó los mensajes una última vez en aquel taxi, donde lo más complicado había sido indicarle al conductor el sitio al que debían ir. No conocía en lo más mínimo las esquinas, callejones, avenidas o calles de Roppongi, por lo que al final había terminado callándose y dejando que las mellizas tomaran su teléfono, pasándoselo entre ellas para cuidar el rumbo mientras Azami intercambiaba un par de palabras con el chófer. Y Misaki ni siquiera hablaba.
Siempre había sido así, ese trío haciendo de las suyas, brillando cual fuera el sitio, siempre llamativas, la fantasía de cualquiera persona que apreciara la belleza, y al lado suyo, como si se dedicara simplemente a hacerlas resaltar aun más estaba ella, un trozo cualquiera de multitud, simplona, sin nada de lo que era necesario para impactar.
Y no era si quiera que alguna de ellas hiciese algo para hacerla sentir mal, por el contrario, siempre andaban por ahí intentando levantarle la moral, resaltándole un montón de las supuestas virtudes que tenía, tanto en lo físico como en lo emocional. Incluso momentos antes mientras aun estaban en su habitación, las tres habían tenido que impulsarla a colocarse el vestido rojo de un escote a penas pronunciado.
— ¿No creen que sea mucho? — inquirió mientras Azami se colocaba frente a ella para pintarle los labios con un labial a juego con el vestido
Detrás suyo, Yukari terminaba de pasarle la plancha por el cabello, creándole un par de ondas en las puntas — Es lo justo, dices que el sitio ese es exclusivo, ¿no?
— Pues, algo así...
— Entonces vas fantástica, ¡ven acá! — Yui la tomó de una de las manos y la guio al espejo — mírate, estás preciosa, tu amiguito va a enamorarse de ti en cuanto te vea
El recuerdo de las palabras de la castaña provocó que sus mejillas ya coloreadas de un color rojizo aumentaran la intensidad del tono. Asomó la cabeza por una de las ventanas, esperando que al menos eso le bajara un poco la repentina temperatura de la cara, miró al cielo esperando que el par de astros se alzara sobre él una vez más, al igual que la semana anterior, pero esta vez ni siquiera pudo contemplar a la nada, solo a un cúmulo de nubes paseándose en esa noche de Tokio, como si avisaran que su cometido se vería obstaculizado por alguna razón, quizá simplemente estaba haciéndose ideas... o quizás él ni siquiera estaría ahí.
"Su destino está a la derecha"
El teléfono emitió un último sonido antes de que el vehículo se detuviera bruscamente. Las gemelas se miraron entre sí para después picotearle el hombro a la pelinegra.
— Misaki, ¿es aquí?
— No sé, nunca he venido — tomó el móvil, cerrando la aplicación de mapa y dirigiéndose al chat con Haru, solo para comprobar que estaban en la dirección correcta — bueno, parece que sí.
El conductor dejó de lado su actitud cordial, de un momento a otro parecía apurado, tamborileando los dedos sobre el volante, impaciente. Como si de repente el nerviosismo se hubiera apoderado de él. Azami sacó de la billetera lo marcado en el taxímetro, aunque el hombre parecía perdido.
— ¿Señor? — El hombre dio un respingo — ... su dinero.
— Ah, sí — guardó esto en el bolsillo frontal de la camisa — t-tengan una buena noche.
El cuarteto bajó del taxi, que inmediatamente puso en marcha la reversa, haciendo que los neumáticos rechinaran sobre el pavimento. Azami se aferró al brazo de Misaki mientras las gemelas aun la miraban anonadadas.
— Misaki — soltó Yukari — ¿estás segura de que es aquí?
— Pues, este es el sitio que Haru me envió, mira — mostró la pantalla del teléfono — aparte no hay ningún otro sitio alrededor, no creo que nos hayamos confundido.
Yui se aproximo para tomarla de los hombros, entusiasmada — ¿Sabes que nos acabas de conseguir la mejor noche de nuestra vida?
— ¿Eh?
— ¿Qué es lo fantástico del sitio? — preguntó la pelirroja, aun aferrada al brazo de Misaki
— Estamos en Dokuzake — dijo la mayor de las gemelas — es el sitio más exclusivo no solo de Tokio, de todo Japón — la castaña enfatizaba sus palabras con gestos de sus manos, los ojos parecían estarle brillando de la emoción.
— No tenía ni idea...
— ¡Y además es gratis! — Yui agitó sus hombros — ¡vamos, vamos, vamos!
La menor soltó a la muchacha para ir a tomar la mano de su hermana, encaminándose sobre sus tacos altos hacia la entrada. Yukari llevaba un vestido de lentejuelas negras que se le ceñía al cuerpo, con un par de tirantes ajustados a su espalda, el cabello sujeto en una coleta alta, y unos largos pendientes plateados a juego. Su hermana por su parte usaba un vestido del mismo color, con un escote redondo, unas mangas ligeramente abombadas cubriéndole los brazos; al igual que la mayor, el atuendo relucía, en su caso, gracias al brillo de la tela, así como del montón de collares dorados alrededor de su cuello, el larguísimo cabello caía por detrás de sus hombros mientras ambas contoneaban las caderas al caminar, a paso firme.
Aun cuando ese par le parecía precioso, estaba segura de que nadie en el sitio era capaz de robar más miradas que Asami, con ese vestido negro que, en sus palabras, dejaba escaseces a la imaginación: la tela negra lisa se ajustaba a su cuello, rodeándole el pecho, dejando entrever parte de este, al igual que esa abertura en los costados que terminaba formando una vista preciosa de su espalda, todo acompañado de un par de guantes a juego. Su rojo cabello apenas rozándole los hombros solo acentuaba más esa energía hipnotizante tan suya, siendo el centro de atención.
Y al lado suyo, Misaki. Simplemente Misaki, con esa típica mirada avergonzada de sentirse tan poca cosa.
Llegaron a la entrada, saltándose la fila tal como él se lo había dicho, aunque a diferencia de otros sitios, la gente no se quejaba por su repentina intromisión, al contrario, solamente callaban y desviaban las miradas que antes habían fijado en ellas. Estaba a punto de abrir la boca, cuando el enorme sujeto interrumpió sus intenciones sin siquiera mirarla.
— ¿Nombre? — preguntó, lo duro y repentino de su voz, en conjunto a sus emociones previas, desbalanceo su confianza, dejándola dubitativa.
— Ah...
— No tengo toda la noche, niña, nombre o a la cola.
— Misaki Hara — interrumpió la pelirroja, colocándose al frente suyo.
El tipo tomó de su bolsillo trasero una ipad en la cual revisó su listado, tras unos segundos, volvió a dejarla en su bolsillo.
— Bienvenidas, permítanme llevarlas.
Sintió el corazón más aliviado ante la respuesta positiva, tomando la indicación al igual que las demás. Ante sus ojos se alzó una luz neón de color rojo, y entreabrió la boca ligeramente al ver la ostentosa decoración del lugar, la poquísima cantidad de gente que había solamente les daba más oportunidad a los presentes para bailar en la inmensísima pista de baile, mientras candelabros acristalados colgaban sobre sus cabezas, en el techo.
Buscó entre los presentes a Haruchiyo, encontrándose con nada menos que con su ausencia, llevándose así un ápice de decepción. Siguieron al guardia y cuando este se detuvo frente a una mesa las cuatro hicieron el amago de tomar asiento.
— Señoritas, esa no es su mesa, tienen un sitio reservado en el segundo piso — todas se miraron entre sí, avergonzadas — suban por estas escaleras, la primer entrada. Disfruten su noche.
Yui y Yukari iban al frente, mientras que el otro par las seguía con apenas un escalón de diferencia
— No sabía que había un segundo piso — dijo la mayor de las hermanas
— No seas boba, Yukari, hay una terraza, tiene que haber un segundo piso
— No, tonta — respondió la otra — Yukari y yo hemos visitado casi todos los sitios de aquí en Roppongi, menos este, se supone que casi nadie tiene acceso, y los que tienen siempre están en la planta baja, pocos pueden ir a la terraza. El segundo piso casi ni lo mencionan, yo creí que era solamente una especie de balcón y escaleras.
— ¿A qué vas? — inquirió Misaki
— A que sea quien sea tu amigo, no es cualquier asaltante de bares — la castaña giró la vista sobre su hombro — te conseguiste un pez gordo, Misaki.
...
Las pastillas habían comenzado a hacerle efecto hacía unos treinta minutos, iba por su tercer kamikaze y se había tumbado cómodamente en el sofá, disfrutando la ausencia de la presión en sus hombros, el hormigueo de sus extremidades, y sonriendo de oreja a oreja.
Lo cierto era que, estando bajo los efectos del MDMA, en conjunto con el alcohol, Sanzu se tornaba en una persona diferente, una que divertía a los demás debido a su buen humor, más relajado, más confiado, casi irreconocible. Disfrutaba de la música, de la compañía, y hasta del contacto con aquellos que muchas veces no toleraba en sobriedad, despreocupado y tranquilo, hasta el punto de andar con la guardia baja siempre y cuando el lugar lo ameritara.
Tenía al lado suyo a Koko y a Kakucho, los Haitani habían tomado asiento al frente en sus propios sofás, todos hablando cómodamente. No eran amigos ni mucho menos, eran simples compañeros de trabajo que mantenían entre sí una relación de lo más cordial, al grado de poder charlar entre sí de cosas más allá, pero nunca del terreno personal.
— Lo peor fue que después este idiota... — Ran había tomado la palabra hasta que unos pasos comenzaron a sonar cerca de las escaleras.
Kakucho se puso alerta en cuanto las pisadas se hicieron audibles a los presentes, buscando el arma oculta en su espalda, mientras Koko le hacía una seña de espera con la mano. Nadie de ellos esperaba invitados, o eso parecía.
— ¿Ordenaste putas o algo? — preguntó Rin a su hermano en voz baja, el mayor enarcó la ceja, negando con la cabeza
En el portal aparecieron cuatro siluetas, cuatro chicas con vestidos ajustados, tacones altos y miradas perdidas, casi rozando la confusión. El peliblanco no pudo evitar comenzar a reír cuando notó que Sanzu ni siquiera había hecho el intento de levantar la mirada para ver quien era quien entraba, estaba perdido en sus propios pensamientos o absorto en la música; aun cuando la respuesta era obvia, nadie más tenía acceso, pero tampoco nadie más lo sabía.
Los Haitani se miraron entre sí no sin antes haber recorrido de arriba abajo los cuerpos de las muchachas allí presente, en el rostro de Ran se asomaba una sonrisa socarrona a la vez que se paseaba la vista en aquel atuendo despampanante de tela negra lisa. Una verdosa mirada interceptó con sus ojos violáceos, y la satisfacción le aumento por sobremanera al darse cuenta de que era la misma dueña de la impresionante figura que lo había atrapado. Un juego de miradas se había hecho presente, uno sumamente sigiloso que solo el menor de los dos hermanos fue capaz de descubrir.
Habiendo llegado, la pelinegra dio un paso al frente, las miradas de esos cuatro fijas en sus amigas le revolvían el estómago, sobre todo cuando se percato que dos de los ahí presentes eran los mismos sujetos que las habían tomado de rehenes noches atrás.
Como si buscara auxilio, o simplemente esperara que él se diera cuenta de su presencia, hizo uso de su voz para llamarlo.
— ¿Haru?
La vocecilla que clamaba su nombre lo hizo reaccionar, dejando que su mirada abandonara el techo, encontrándose así con las miradas de todos los que lo rodeaban posadas en él, aun extrañado, dirigió su atención hacia la entrada, descubriendo así a la familiar figura de cabello negro parada ahí, tímidamente, con la vista fija en sí mismo, sintió sus ojos abrirse a causa de la sorpresa y parpadeó un par de veces como si eso le permitiera diferenciar si es que se trataba de un sueño o de la realidad, solo para darse cuenta de que era verdad que al final si se había aparecido ahí.
Se levantó de golpe, dirigiéndose a ella con paso firme. Al igual que la última vez, no traía gafas, y su cabello recorría su espalda al mismo tiempo que el vestido se ajustaba a su cuerpo. Le fue inevitable mirarla detenidamente, sumado a las sustancias que en aquel momento se paseaban por sus venas, decir que estaba siendo demasiado descarado con el recorrido de sus ojos sería mentirle a todo el mundo. Las pupilas dilatadas se habían detenido en su escote, en sus piernas, e incluso en el contraste de la luz idéntica al color de su vestido.
— Hola — pronunció entre parpadeos, llevándose una mano al cabello, aun sonriente — te ves increíble.
Sus amigas se miraron cómplices detrás de ella, quien sintió la temperatura elevarse en sus mejillas. Tímidamente llevó ambas manos hacia uno de los mechones sueltos de su cabello, acariciándolo con nerviosismo. Estaba segura de que todo era culpa de la presencia de ajenos, jamás había sido capaz de ponerse así de nerviosa con él a solas.
— Gracias... — aun a las duras, divisó en su mirada como el azul de sus ojos parecía más apagado, acercándose a él con preocupación, los tacones le permitían acercarse más a su altura, aunque eso no impedía tener que colocarse de puntillas para tomarlo por las mejillas — ¿estás bien? ¿qué les pasa a tus ojos?
Una risa se ahogó del lado de los que se hallaban sentados en los sofás, dándole una excusa perfecta para evitar responder.
— Ah, no es nada, tranquila — despeinó su cabello ligeramente y se alejó de ella — deberías decirles a tus amigas que pasen, pueden sentarse donde quieran.
— Sí, mira, ellas son Saito Azami, Asano Yui y Asano Yukari. — señaló a cada una de las chicas con la mano para después hacer la introducción del chico — Él es Aka... — sacudió la cabeza — no, lo siento, Sanzu Haruchiyo.
Todas saludaron tranquilamente mientras el pelirosado hacía un gesto con la mano dándoles oportunidad de pasar. Las tres buscaron asiento en los sofás aledaños al grupo allí presente, pasando por un lado. Sin esperar demasiado, Ran, cuya mirada no había dejado en paz a la pelirroja, aprovechó la cercanía para tomarla de la muñeca, captando así su atención de una forma más directa.
— ¿Nos conocemos? — preguntó el pelimorado aun sonriente.
La lasciva voz que la llamaba parecía ser como un imán que únicamente la atraía a ella, dejando que su mirada bajara hacia su dirección, siendo así que pudo darse cuenta de quien se trataba: el mismo sujeto que una semana atrás había tomado rehén a su mejor amiga, a punta de arma, y que las había llevado de vuelta a la residencia de mala gana, ahora le tenía la muñeca tomada.
¿Pudo zafarse? Sí, estaba claro, ni siquiera parecía estar ejerciendo fuerza, solamente buscaba cercanía y su atención, se había dado cuenta en el momento en el que comenzó a devorarla con la mirada a penas llegar, ¿sabía que era una persona peligrosa a la que no debía acercarse ni en sueños? Por supuesto, no era tonta.
¿Tenía un aura extremadamente magnética que parecía tenerla presa en dicho momento? La respuesta era más que obvia.
— No que yo recuerde — soltó juguetona, con la mirada fija en ese par de ojos violáceos.
— Pueden sentarse aquí, no somos muchos, además... — recorrió a Azami de arriba abajo una última vez — compañía así de buena nunca está mal.
Al lado suyo, Rindou rodaba los ojos molesto mirando como la chica tomaba asiento al lado de su hermano, mientras al lado suyo un cuerpo también se dejaba caer. Dos chicas habían tomado asiento la una frente a la otra, la de la coleta se había quedado junto a Kakucho y otra a su lado, intentó no prestar demasiada atención, mirándolas de soslayo, hasta que se percató el enorme parecido entre ambas, la sorpresa le hizo parpadear u par de veces como si eso le permitiese descubrir si lo que veía era cierto o no.
De la misma manera, Kakucho, quien también tenía a una de ellas a los lados no prestó demasiada atención en las invitadas, sobre todo porque imaginaba que el que Ran les hubiese sugerido sentarse con ellos iba a provocar que no abriera la boca mucho durante la noche. Así, hasta que al notar la similitudes entre las dos muchachas que ahora conversaban entre sí de algo que la música no le permitía escuchar del todo comenzó a mirar a una, y después a otra repetidamente. Hizo un gesto con el dedo hacia Rindou y después señaló al par con poco disimulo.
Por otro lado, Sanzu había guiado a Misaki hacia la barra, esperando que la muchacha pidiera algo de beber mientras él ordenaba el cuarto kamikaze de la noche.
— No creí que fueras a venir, me sorprende que estés aquí — dijo sonriente, quizá la única sonrisa de la noche que no se debía enteramente a las dos pastillitas de antes.
— No estaba segura... por eso no te había respondido nada, no quería exponer a las chicas, y venir sola me asustaba.
— No hay que temer, mientras esté contigo voy a cuidarte, ya lo sabes... siempre ha sido así. — sintió que su propia frase causaron que algo de calor le subiera a la cara
— Sí, siempre — las palabras la conmovieron, haciendo que naturalmente Misaki se acercara a él, recargando su cabeza en el hombro de él.
Algo que en ese momento podría considerar como negativo era, sin dudas, que estando en ese viaje, cualquier cosa se volvía mil veces más potentes, desde el zumbido de una mosca, la luz del sol, la brisa nocturna, todo se volvía en una experiencia casi religiosa debido al aumento de los sentidos. Y ahora, con la muchacha recargada sobre sí mismo, todos los vellos de su piel parecieron ponerse de punta de un momento a otro, la cercanía le parecía magnífica, aun si era una sumamente ingenua, el que fuera ella lo volvía mil veces más fuerte que en otras ocasiones donde manos lo comenzaban a acariciar por debajo de la ropa, o donde labios de los que aun no había salido ningún nombre besaban su cuello. Misaki, con el simple gesto de confiar lo suficiente en él como para dejar su cabeza descansando en sí, era muchísimo más fuerte que cualquier otra cosa.
Reprimió las ganas de hacer cualquier otra cosa, y se limitó a simplemente despeinar su cabello un poco, hasta que el chico de la barra dejó en ella sus dos bebidas. La muchacha había pedido un mojito, al cual no dudo en darle un trago largo.
— Eh, eh, ve lento.
— Anda, esto no es nada, recién comienzo — sonrió haciendo que Sanzu alzara una ceja — ¿qué?
— ¿Bebes a menudo?
— Solo los fines de semana — encogió los hombros — la escuela me vuelve loca a veces, es complicado.
— Ni siquiera te lo pregunté la última vez, ¿en qué...?
— Periodismo, lo disfruto muchísimo pero los profesores disfrutan mucho más soltar tareas.
— Bueno, nada mal para alguien a la que le gustaba contarle historias a los demás, ¿o no, Wendy? — la mención del mote la hizo sonreír de nuevo
— Eso supo... ¡eh, eh! — una mano detrás de ella tiraba de su brazo, casi tumbándola del banquillo sobre el cual estaba.
"Y cuando te vi, supe que no eras para mí, seguro tenías alguien que no lo ibas a dejar ir..."
— ¡Vamos a bailar! — Era Yui, Azami y Yukari se habían adelantado, estaban ya en lo que parecía ser la pista de baile meneando las piernas, hombros y caderas confiadamente.
Sin mayor dilación, la pelinegra tragó de golpe toda la bebida en su vaso antes de partir — ¡ahora hablamos!
Divertido, Haruchiyo regresó al que había sido su asiento antes, tumbándose junto a Kokonoi, quien parecía burlarse de él. Tenía sus razones, eso sin duda, nadie nunca había visto a Sanzu en una situación como la actual, una en donde realmente parecía estar tratando de pasar tiempo con una chica sin que hubiera tocamientos o demás de por medio. Su risa socarrona no se volvió importante, el espectáculo que tenía frente a sus ojos tenía mucha más relevancia a su mirada.
"A acercarme y decirte que cuando te besé, yeah, sentí que toqué el cielo, uh-oh, oh-oh"
Misaki se meneaba al mismo ritmo de la sensual música producida por los altavoces, lentamente, de una manera que indirectamente provocaba que necesitara su cercanía junto a la suya. Sus manos acariciaban su propio cuerpo, desde el abdomen, entremedio del pecho, y hasta su cabello, jugueteando con él, cerrando los ojos, sin detener el movimiento culpable de que sus caderas giraran sobre sí mismas, casi hipnótico. Pudo jurar que en un momento la vio abrir los ojos, mirarle y tararear la letra al mismo tiempo.
"No sé por qué todo el tiempo yo quiero besarte, quizás, tal vez nací para amarte"
Quizás todo era una simple coincidencia, su mente dopada interpretando las cosas a conveniencia de su cuerpo, pero fuese lo que fuese, prefería tomarse unos segundos. Se levantó de su asiento apresuradamente.
— ¿A dónde vas? — preguntó el mayor de los Haitani, quien parecía igual de embelesado por el show que tenían frente a sí
— Baño.
Una risa colectiva se formó entre ese pequeño grupo. Ignorándolos, caminó hasta la pequeña habitación, en la cual abrió el grifo del lavabo para tomar un poco de agua con ambas manos, dejándola caer de golpe sobre su cara.
No se sentía cómodo pensando en Misaki de esa forma, sobre todo con la carga del pasado sobre sus hombros. No quería ser él el que le ocasionara nuevas heridas, nuevas tristezas o malos ratos. Los pensamientos que le habían pasado por la cabeza mientras la veía moviéndose de esa manera, el deseo que se le acumulaba dentro del pecho ante su inocente cercanía lo hacía sentir sucio, y dejaba en claro que, nunca, jamás, podría merecer a Misaki.
Quizá esa sensación de siempre desvalorizarse cuando de esas cosas se trataban también era parte de la sombra que lo acechaba.
Tras unos minutos en los que forzó a su mente a calmarse, salió del baño, encontrándose que para su propio alivio, las muchachas se habían sentado ya, estando ella en el sitio junto al suyo. Respiró profundo, esperando que lo que había tomado antes no hiciera de las suyas, y tomó asiento.
— ¿Dónde estabas? — dijo ella, sonriendo. Tenía una nueva bebida en la mano a la cual le dio un sorbo. Si seguía sonriendo de esa manera, le iba a ser difícil resistir cualquier impulso.
Sus labios se curvaron casi como contagio — Baño, ¿qué bebes?
— Oh, se llama kamikaze tu amigo Kokonoi me dijo que lo estabas bebiendo tú también, me dio curiosidad
El peliblanco miró a Sanzu e hizo un gesto con la mano, a lo que él ojiazul respondió con una mala mirada. Ambos guardaron silencio, absorbiéndose en la conversación de los demás mientras él ordenaba otro trago.
— ¿Entonces son...?
— Gemelas — pronunciaron ambas al unísono, sonriendo.
— Anda, no es tan difícil darse cuenta, son idénticas.
— Nunca había conocido ningunas — dijo el pelinegro de la cicatriz — lo más cercano que tengo son este par de idiotas que ni siquiera se parecen demasiado.
Rindou lo miró de mala manera antes de hablar dirigiéndose a las otras dos muchachas — ¿Cómo hacen para diferenciarlas?
— Con el tiempo aprendes a hacerlo — respondió la pelinegra, el alcohol parecía hacerla soltarse un poco más
— Además, las cejas de Yui son más pequeñas, y la nariz de Yukari es un poco más redonda — Kakucho y Rindou se miraron extrañados, no entendían como era que podían apreciar diferencias así de pequeñas.
— Ah, esto también ayuda un poco — la menor de las hermanas se sonrió, dando un trago a la bebida en su mano para después sacar la lengua. Al mismo tiempo, la otra levantaba levemente el cerquillo en su rostro para mostrar una ceja.
Las gemelas hacían gala de dos piececitas metálicas en su cuerpo: Yui en la lengua, y Yukari en una de sus cejas, al lado de ella, el menor de los Haitani observaba detenidamente la lengua de la muchacha, el pelinegro hacía lo propio con la gemela que tenía al lado suyo.
— Muy de hermanos — soltó Ran, que lentamente había llevado la mano libre hacia el muslo de la muchacha junto a él. Volvió su mirada a ella — Rindou y yo tenemos un tatuaje a juego, en todo el costado.
— ¿Todo? — preguntó Yui
— Todo — respondió el mayor
— ¿Me lo muestras algún día?
Azami había cambiado su tono de voz a uno muchísimo más coqueto con el que las demás la escuchaban comúnmente. Misaki se aguantó las risas al verla con esa actitud cubriéndose la cara con una de las manos, por su parte, Sanzu parecía estar absorto en cada uno de sus gestos, desde su nariz respingándose hasta sus ojos cerrados, el movimiento en sus largas pestañas cuando parpadeaba, y la manera que tenía su lunar de moverse cuando sonreía, agradeciendo y maldiciendo al mismo tiempo la agudeza en su vista.
— Tengo una mejor idea — Koko, que hasta ese momento se había mantenido en silencio se pronunció desde su sitio — así todos consiguen lo que quieran, es un ganar-ganar.
El ojiazul se inclinó sobre sí mismo, preocupado. Sabía que él era una de esas personas con ese gusto particular de ver todo ardiendo a su alrededor por mero placer, todo parte de su personalidad juguetona, pero también peligrosa.
— ¿Qué pretendes?
— Nada extremo — estiró los brazos sobre el respaldo del sofá — verdad o reto.
Las muchachas comenzaron a vitorear por lo bajo mientras que los hermanos junto al pelinegro se miraron con complicidad, sonrientes.
Haruchiyo chasqueó la lengua — ¿Tienes dieciséis?
— ¡No seas aguafiestas! — la pelinegra le dio una palmadita sobre el hombro a modo de reprimenda — a mi me agrada, yo me apunto.
Los demás comenzaron a secundar la idea, por lo que no le quedó mayor remedio que aceptar. Pidieron al muchacho que los atendía una botella vacía con la cual comenzarían la tirada para designar los retos y confesiones. La noche recién parecía estar comenzando, pero tenía una pinta estupenda.
Holaaaaaaa, perdón x la tardanza y x lo largo T-T me re emocioné, al final terminé dividiendo esto en dos por lo mismo, espero que les guste mucho el cap. Últimamente hay mucha gente llegando, se los agradezco muchísimo<3 en fin, no tengo más que decir, ojalá les guste, besitos<3
Nota que por las prisas olvidé dejar ayer:
Vestido de Misaki
Vestido de Yukari
Vestido de Yui
Vestido de Azami
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