𝐎𝟒. 𝐏𝐞𝐭𝐞𝐫.
— Ese es el punto, básicamente
— ¿Y por qué entonces fue a ser mamá de los niños en nunca jamás si no se supone que no quería crecer? No me suena demasiado lógico
— ... tengo una idea de porqué pudiera ser.
— ¿Cuál es?
— ¿Nunca has sentido ganas de huir del sitio en donde estás, Haru?
El niño rubio se quedó estático mientras la pelinegra abrazaba las rodillas contra su pecho, con el libro de pasta azul sobre sus piernas.
Para Misaki resultaba insólito el hecho de que Haruchiyo no comprendiera del todo la mayoría de las cosas que ella misma había aprendido gracias a Peter, Wendy, sus hermanos y el resto de los niños perdidos, por lo que casi a diario cargaba dentro de la pequeña mochila rosa el cuento. Más de una vez había recibido comentarios externos por el resto de los niños que no eran él sobre porqué a sus diez años aun seguía llevando historias tan tontas, como si todas las personas que la conocieran intentaran gritarles a las fuerzas que era momento de crecer. Si había continuado aferrándose con tanta fuerza a la historia de un grupo de chiquillos que huían fuera del mundo mientras eso les permitiera vivir en un lugar donde ser niño no fuese un peso tan gigante sobre sus hombros, era porque tenía motivos dentro suyo que la hacían seguir así, atada a las páginas desgastadas y el papel de olor añejado.
Haruchiyo miraba expectante a la niña, que ajustaba sus gafas sobre el puente de la nariz. Podría jurar que vio sus ojos cristalizarse, pero el cristal que los recubría aun daba pie a la duda. Sentados al pie de las escaleras de la escuela, él esperaba porque su madre fuera a recogerla, al igual que todas las tardes. Usualmente tendía a marcharse a casa a pie en cuanto el timbre de la escuela comenzaba a repiquetearle en los oídos, pero desde hacía un mes en el que la pequeña de ojos marrones se había vuelto su única compañía se rehusaba a dejarla ahí sola, comúnmente su madre tomaba unos treinta o cuarenta minutos en llegar, tiempo en el que aún había un par de mocosos que la fastidiaban vagando por la escuela. No iba a dejarla sola ahí.
— ... es una tontería, ¿no?
— Ah — el menor volvió en sí — ... no, no lo creo. — Misaki lo miró perpleja. Esperaba una respuesta distinta a esa.
— ¿No?
Él negó — Creo que todos queremos huir de algunas cosas, yo quiero hacerlo a menudo... — suspiró, encogiéndose de hombros acto seguido.
— Me gustaría ser como Wendy — echó la cabeza hacia atrás — ella es muy buena con todos, le sucedían cosas buenas siempre y...
— Yo creo que puedes ser mejor que Wendy, Misaki — sus palabras provocaron que sus mejillas se tornaran rosadas sobre su piel pálida — ... ¿puedo llamarte así? Quizá eso puede ayudar un poco a correr.
Su boca se había entreabierto, parecía perpleja, y también estaba colorada al igual que él. Una sonrisa tomó sitio en su rostro.
¿Cómo era que la sonrisa de Misaki lograba ponerlo tan nervioso?
— ¡Entonces tú serás Peter!
— ¿Eh? ¿Peter? — las letras se atascaban en su lengua, como si no quisieran salir.
— Sí — se acercó a él para revolverle el cabello — Peter ayudó a Wendy a ir a nunca jamás, es algo parecido.
— ¿Misaki?
Una voz grave interrumpió la charla de los pequeños. Frente a ellos, cubriéndolos del sol, se había colocado una figura mucho mayor en tamaño y hasta edad. Un sujeto probablemente mayor que su hermano, con pantalones negros de vestir, saco a juego con una camisa azul debajo. El cabello medianamente revuelto, como si antes hubiera habido un peinado ahí, y un maletín en su mano.
Misaki irguió su espalda, tomando una postura recta y haciendo de su boca una mueca de notorio desagrado; ante su repentino cambio de actitud defensas de Haruchiyo se activaron de inmediato, no podía hacer nada delante de un gigantón como ese, pero la menos podría intentar que no se la llevara.
— ¿Quién es tu amiguito? — el tipo se inclinó sobre sus rodillas — soy el tío de Misaki, Eiji Fujieda.
— No tienen el mismo apellido.
— No, soy hermano de su madre — sonrió — ¿tú eres?
— ¿Dónde está mamá? — los dedos de la pequeña apretaban con fuerza el concreto del escalón sobre el que estaba sentada.
— Tiene una reunión, me pidió que viniera a recogerte, ¿nos vamos?
— ¿Es de verdad tu tío? — giró la vista hacia la niña, ella asintió.
El sujeto acercó la mano a ella para ayudarla a levantarse, a lo que aceptó — Nos vemos mañana, Haru.
De alguna manera incomprensible, las demás se habían reunido dentro de su habitación aun cuando recordaba haberle echado el cerrojo. Yui, Yukari y Asami la habían estado esperando sentadas sobre el edredón rosado que recubría el colchón, haciendo juego con las paredes blancas del resto del lugar, en conjunto con el pequeño tocador, una cómoda, una mesita de noche y poco más. Al ver a las tres esperando por ella sabía que le esperaba una buena.
— ¡¿Dónde estabas?!
— ¡¿Quién era él?!
— ¡¿Por qué nos escoltaron a casa?!
— ¡¿De dónde diablos lo conoces?!
Las mellizas la estaban bombardeando con el extenso interrogatorio sobre su noche, mientras que ella solamente esperaba que le soltaran los hombros por los cuales la habían tomado para retirarse las lentillas. Asami por su parte no parecía tener intenciones de decir nada, se limitaba a mirarla fijamente con una expresión tranquila fija en su rostro.
No era un momento ideal para sacarle información, mucho menos de esa manera. Entendía que las otras dos se encontraran preocupadas, pero lo primordial para ella no era averiguar nada sobre tal desconocido, sino sobre el como se encontraba su amiga.
Tras un par de gritos más, interrumpió.
— Misaki — el par de chicas calló al escuchar la voz tras ambas — ¿estás bien?
La pelinegra suspiró para acto seguido asentir con la cabeza
— Sí, no me pasó nada... — la voz le estaba temblando — yo... me alegra saber que están bien — comenzó a sorber por la nariz para después cubrirse la cara con ambas manos.
Yui y Yukari se habían congelado en su sitio, mirando la reacción de su amiga sin saber cómo ayudar, hasta que la chica de cabello rojo se levantó de su lugar para acercarse a ella, tomarla con ambos brazos y abrazarla dejando que su rostro reposara en hombro.
— No es nada, tranquila — Asami acariciaba la espalda de la pelinegra con dulzura mientras la camiseta se le empapaba con agua salada.
— Yo... — hipeó — tenía mucho miedo, de que les hicieran daño a ustedes. Tengo que agradecerle a Haru, gracias a él están bien todas... lo siento mucho.
— No lamentes nada, tranquila — Yukari se acercó, colocando una mano sobre el hombro de Misaki — de sabes que eso nos iba a suceder jamás hubiéramos ido, todo fue una coincidencia... estábamos preocupadas por ti, eso es todo.
— Sí, menos mal ese tipo que conocías estaba ahí, de no ser por él... — Yui se removió en su sitio debido a un escalofrío
La habitación se inundó con los sollozos de la muchacha aun reposando sobre la otra. Su nariz se había congestionado, los ojos le ardían y su pecho estaba agitándose continuamente. Pasados unos minutos sus amigas la guiaron con rumbo a la cama, en donde le entregaron una botella con agua, dándole espacio para respirar.
— Misaki, ¿quién era él?
Abrió la boca para tomar aire — Su nombre es Aka... — sacudió la cabeza — Sanzu, Sanzu Haruchiyo. Lo conozco desde que tenía diez, estudiábamos juntos antes de que me mudara a China. Él era, bueno... — las palabras no parecían querer cooperar con la causa. No sabía exactamente que palabras debería usar para describir de mejor manera quien era y había sido Haruchiyo alguna vez, que papel había ocupado en su vida, en la poca felicidad que rondaba esas memorias.
— ¿Y no te hizo nada? — la voz de Yukari le interrumpieron las ideas. Negó con la cabeza.
— Para nada — agachó la mirada — solo me llevó a su apartamento para calmarme, me dio algo de té y me dejó dormir un poco antes de traerme acá.
— ¿Y tú ropa?
— Él tiene mi vestido y mis zapatos, su asistente los...
— ¿Tiene asistente? — soltaron las gemelas al unísono
— Sí, bueno, su vida parece estar bastante bien en ese sentido
-— ¿Es un mafioso de verdad?
— ¿Está en una pandilla?
— ¿Es muy peligroso?
— ¿Te dio algo más?
— Oigan — Asami tuvo que interrumpir de nuevo — suficiente bombardeo, hay que dejarla respirar un poco. ¿Pueden ir al edificio de al lado por algo de agua y comida? Le vendrá bien.
El par asintió y se marcharon de la habitación, cerrando tras de sí, dándole algo de espacio a la otra, que aun intentaba relajar los restos de movimiento que había aun en su pecho. Cuando las gemelas salieron, aprovechó para poder acercase al mueble sobre el cual estaban guardadas sus gafas, retirándose las lentillas, las cuales debido al tiempo y al llanto, comenzaban a incomodar. Solamente las usaba cuando era una ocasión especial.
— ¿Segura que estás bien?
— Sí — dijo ajustando el armazón sobre el puente de la nariz — ¿ustedes están bien?
— No mucho — Asami se dejó caer sobre el colchón — el tipo que te estaba sosteniendo, el de cabello corto, él recibió una llamada, supongo que de tu amigo. Mandó al otro tipo a buscarnos y sacarnos del lugar... no supimos que fue lo que pasó con el muchacho del bar.
Su conciencia la remordía amargamente — Lamento haberme ido
— No te preocupes, lo importante es que estamos bien — dio un par de palmaditas sobre la superficie de la cama para indicarle a la chica que se sentara a su lado. Más calmada que antes, la pelinegra le tomó la palabra, recostándose al lado suyo — Mira que es una pena, el lugar era increíble.
— Lo sé... — Cerró los ojos pensando en si sería buena idea contarle a ella sobre la oferta que Haru había hecho respecto a su sitio privado en Roppongi.
Plantearle eso a las demás le parecía un poco inconsciente, creía que debido a toda la situación que atravesaron lo último que deseaban era encontrarse de nuevo con todos los que pertenecían a esa organización que no terminaba de conocer completamente, que después de todo, las había puesto en ese aprieto a la noche anterior. Aun cuando ella misma no negaba que la curiosidad le estuviera picoteando las costillas, sintiéndose motivada más por volver a verlo que por satisfacer su propia necesidad de tragos, alcohol y baile.
Mientras aun meditaba al respecto, dentro del bolsillo del pantalón alcanzo a sentir una vibración proveniente del teléfono. Sacó el aparato de ahí, lo desbloqueó y miró a la notificación en la pantalla.
+81752419795:
Hola, soy Haru, este es mi teléfono.
Te dejo la ubicación del club que te mencioné, paso ahí casi todas las noches, puedes pasarte cuando quieras, es gratis para ti y tus amigas.
Ubicación.
Espero verte pronto, Misaki. :)
La pantalla se reflejaba sobre la superficie de sus lentes, los cuales cubrían su mirada estupefacta. Tenía el teléfono colocado de frente a su rostro, perpleja, con la boca entreabierta y el corazón latiendo con desenfrenó. Se apresuró a guardar el número en su teléfono.
— ¿Quién es? — la pelirroja se asomó al lado suyo — ¿es tu amigo? ¿de qué club está hablando?
— Ah, sí, bueno — dejó el móvil de lado — cuando me dejó aquí afuera me dijo que si Roppongi nos había gustado y queríamos volver sin inconvenientes ellos tenían un sitio privado al que podemos...
— ¿Ellos quienes?
La muchacha bajó la mirada — ... ellos. No planeaba decirte nada a ti ni a las gemelas, sé que no debe de agradarles mucho la idea.
— Sinceramente, no — Si algo caracterizaba a su mejor amiga era esa manera tan apacible y calmada de ser sincera con sus pensamientos — pero tú quieres ir, ¿no? — Misaki calló aun cabizbaja — anda, no es como que nací ayer. Te conozco.
— Quiero ver a Haru de nuevo, es eso. Pero no quiero arrastrarlas a un sitio que les desagrade solo porque yo lo quiero.
— Hey — sintió su mano despeinarle el cabello con dulzura — si tu amigo dice que estaremos seguras ahí, no veo porque no. Es bebida gratis, ¿qué no?
— ¿Y las gemelas?
— Ese par es adicto a la adrenalina, solo estaban preocupadas por ti, beben el triple de lo que yo, no creo que les moleste ir el fin de semana.
...
Había concluido con todas las obligaciones que El Rey había mandado a mitades de la semana, en aquel momento lo único que necesitaba para estar tranquilo eran quizás un par de copas de brandy o hasta de ron, cualquier cosa que le permitiera despejarse un poco de sus obligaciones. La bolsa que Matsuda le había enviado estaba completamente agotada, parecía haber batido un récord respecto a cuanto tiempo le tomaba meterse todo eso en el cuerpo, pero no podía evitarlo.
Desde la tarde en la que había mandado dicho mensaje no había tenido más detalles sobre Misaki, ella se había limitado a dejar el mensaje leído, pero no tenía respuesta hasta la fecha. Había considerado enviarle un par más, pero se preguntaba si esto iba a ocasionar alguna clase de incomodidad o si simplemente era su manera de dejar en claro que no quería saber mucho más de él.
Aun así, Sanzu había dejado registrado su nombre junto al propio en las listas de invitados del mes en curso y también el próximo. Esperaba que de alguna manera ella terminara apareciéndose por ahí, y si lo hacía, se aseguraría de poder verla. Después de todo, algo de esperanza se le había atascado en el pecho, rehusándose a desaparecer.
Estaba de pie frente a un espejo dentro de su habitación, pocas veces se miraba de manera tan detenida frente a él, pero esa noche parecía ser la excepción. Prestaba atención a la camisa blanca arremangada a los hombros que se ajustaba sobre su torso, los pantalones negros a juego con los zapatos, y su cabello, esperando verse bien si casualmente terminaba apareciéndose por ahí. Tras un par de minutos se dispuso a salir, no sin antes tomar de la mesita del salón las llaves, el móvil, el arma, además de un paquete pequeño que Matsuda le había enviado durante la tarde para que pasara una buena noche.
Salió del apartamento, bajando por el elevadorhacia el estacionamiento subterráneo del edificio, poniendo después en marcha el lujoso BMW que conducía rumbo al club.
SE VIENE BONTEN FIESTA
¿cómo están? Espero que bien, yo ya libré mis exámenes y ando feli y lista para actualizar. Espero poder subir algo más esta semana, y que mis ideas para el siguiente cap les gusten!<3
No olviden comentar y votar, lxs quiero<3
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