𝓔𝓵 𝓬𝓸𝓻𝓪𝔃𝓸́𝓷 𝓭𝓮𝓵 𝓶𝓸𝓷𝓼𝓽𝓻𝓾𝓸: 𝓿𝓮𝓲𝓷𝓽𝓮
Sentía que todas las cosas que habían pasado viviendo con Caelus en este corto tiempo habían sido más que todo lo vivido en mis veintitantos años como alma divina. Mi mundo, hasta ahora, había sido pequeño, meticulosamente cuidado y reservado. Había sido protegida con esmero por quienes me rodeaban, quizá hasta el punto de asfixiarme, pero entendía sus razones para hacerlo.
Por primera vez en mi existencia comenzaba a preguntarme si genuinamente había sido feliz. Aunque el pensar en eso me rebotaba sentimientos de culpa. No era justo que tuviera esos pensamientos cuando las almas a mi alrededor habían dado tanto por mí.
Regresando a la realidad confusa, notaba que Caelus y yo comenzábamos a llevarnos mejor. Tal vez el simple acto de haber dormido juntos nos había hecho bajar la guardia. Después de todo, dormir junto a alguien conlleva una vulnerabilidad inesperada. Todavía me rondaba en la cabeza aquella escena de ambos al despertar.
Lucius y Caelus llevaban una discusión acalorada en privado, mientras que yo esperaba en una de las habitaciones del hogar de Lucius, en compañía de Jo. Al principio, los dos permanecimos en silencio, intentando captar algún fragmento de la acalorada conversación entre ambos ángeles al otro lado de la pared, pero la quietud entre nosotros no tardó en romperse. Me atreví a hablar primero.
—Como ves, Caelus piensa que has sido tú quien soltó la información—le comenté con cautela.
—Entiendo por qué lo piensa, pero no he sido yo.
—¿Sabes que los ángeles pueden controlarnos, verdad? —le pregunté, midiendo cada palabra.
—¿No me digas que tú también crees que he sido yo?—espetó con notoria indignación en su voz—. Vaya, de verdad ustedes dos se han convertido una pareja.
Su tono era áspero, casi venenoso, y sus palabras cargadas de una furia apenas disimulada. Por un instante, me pregunté si Jo estaba molesto por mi cercanía con Caelus. El pensamiento me incomodó, especialmente porque, cada vez que intenté confesarle mis sentimientos en el pasado, él siempre me había rechazado.
—Solo digo que quizás pudiste haber sido manipulado sin darte cuenta —le aclaré, tratando de no sonar acusatoria.
Hubo una pausa tensa. Jo, finalmente, respiró hondo antes de responder.
—Jamás en toda mi existencia he hecho algo para lastimarte —afirmó con una convicción que me desarmó. Pude haber rebatido esa frase, pero preferí evitar el conflicto—. Además, Cel —su tono se suavizó al pronunciar mi nombre—,Lucius tiene una orden especial conmigo, eso significa que sólo él puede usarme como su marioneta.
Abrí los ojos sorprendida. No sabía que ese tipo de control pudiera existir. De inmediato, recordé la escena de unas horas atrás, cuando Nimeth, la prometida de Caelus, se había mostrado extrañada porque él no ejercía ningún dominio sobre mí. Tal vez su sorpresa se debía, precisamente, a eso.
—Seguramente tu "querido" ángel —pronunció Jo con una sonrisa sardónica— querrá hacer lo mismo contigo cuando seas su esposa. Aunque me pregunto cómo lo logrará
Esa última frase, dicha de manera evidentemente maliciosa por Jo, me sorprendió. ¿Acaso él también lo sabía? O quizá, se estuviera refiriendo a otra cosa.
—Me doy cuenta de que estás muy molesto conmigo, ¿es así?
Los ojos de Jo, que brillaban con una rabia contenida, se suavizaron poco a poco. Se pasó una mano por el cabello, como para distraerse, y dejó de mirarme mientras respondía.
—Es posible que esté un poco molesto—reconoció, después, más sereno, volvió a observarme con atención—. Pero, sobre todo, estoy aterrado por lo que te está sucediendo. Creo que el ángel te ha mantenido muy desinformada de todo lo que está ocurriendo allá afuera, Cel.
Mi entrecejo se arrugó. Me sentía muy intrigada por entender a qué se estaba refiriendo exactamente.
—¿Y tú, Jo, podrías decirme qué está ocurriendo allá afuera?
La respuesta no llegó, porque justo en ese momento, Caelus y Lucius volvieron, y lo primero que recibí fue una mirada fría y acusadora de este último. La sospecha de que no le agradaba se fortaleció en mi mente. Para no abrumarme, dirigí mi vista a Caelus, que se veía sospechosamente tenso, aunque seguía con la fachada de un rostro tranquilo y sonrisa calculada, que no pasaban desapercibidos para mí.
—Jo y yo trabajaremos con toda la prisa posible para liberar tu hogar de la custodia, Caelus. No se acomoden demasiado aquí —dijo Lucius, con un tono frío que no admitía réplica.
La conversación terminó en un incómodo silencio. Noté que Jo parecía tan desconcertado como yo, pero no había momento para discutirlo. Sin una despedida, ambos se marcharon.
—¿Qué ocurrió? —pregunté, viendo a Caelus de espaldas. Su postura rígida irradiaba tensión. Me acerqué para quedar frente a él, y noté que su mirada se había apaciguado un poco.
—Todo estará bien, Celestia.
Era obvio que él esperaba que me conformara con esas palabras, pero no iba a dejarlo tan fácil.
—Explícame lo que está pasando. Parece que estamos en medio de muchos problemas.
—¿Problemas? Tal vez... —musitó con un tono de evasiva, su rostro reflejaba cansancio. Al ver una pequeña área de descanso en la habitación, le hice un gesto para que se acercara y se sentara. Me posicioné frente a él y nos miramos frente a frente. Mi mirada y postura seria, pronto llamaron su atención.
—¿Qué ocurre? —preguntó finalmente, intrigado.
—Creo que ya tenemos la confianza suficiente para simplemente decir las cosas, ¿no? En lugar de soltar por partes, dime todo de una vez.
Él me observó en silencio unos instantes, y luego, sin decir nada, extendió la mano.
—Dame tu mano.
No era una solicitud, pero su voz sonó extrañamente suave. Alargué mi mano, y él la sostuvo firmemente. Con su otra mano, desabrochó con lentitud los primeros botones de su túnica, dejando al descubierto una parte de su pecho. Luego, guió mi mano hacia su piel, colocándola sobre su corazón.
Le permití que nos quedáramos así unos segundos más, aunque no entendía el fin. ¿Esos gestos de afecto aparente qué estaban queriendo decir?
—¿Te has enamorado de mí? —pregunté sin filtro, y sin poder disimular la incomodidad en mi voz.
—Oh... puede ser—reconoció, sin un ápice de risas burlescas a seguidilla. Aunque con Caelus era difícil saber cuando hablaba en serio y cuando no.
—Perfecto, entonces será más fácil manipularte y obtener las respuestas que busco —le dije, esbozando una sonrisa que esperaba lo descolocara un poco, pero Caelus parecía encantado tocando mis manos, y solo asintió lentamente.
—Sabes que estoy usándote, ¿verdad? Lo dejé claro desde el principio —sus palabras no me sorprendieron; era un punto que ambos teníamos muy claro—. Pero también sabes que te hice una promesa: cumpliré cualquier deseo que tengas, mientras no interfiera con mis planes. Es algo inquebrantable. ¿Lo comprendes?
Asentí, aunque una impaciencia sutil comenzaba a crecer dentro de mí. Quería que fuera directo, que se ahorrara los rodeos y me dijera todo de una vez.
—Entonces, Celestia... —hizo una pausa, y su tono se volvió juguetón— o debería decir "Cel". Me gustaría llamarte así. Me di cuenta de que Jo te llama de esa manera.
Al escucharle decir eso, mi mirada se endureció. Caelus había estado escuchando nuestra conversación privada con Jo.
—Una joven alma como tú, que ansía conocer el mundo, difícilmente puede comprenderme por completo. Quizá por eso he sido cauteloso contigo.
—Tu afán por las jerarquías no te deja abandonar tus sesgos y prejuicios, verdad?—le acusé con tono de burla.
—A mí más bien me parece que ese es tu caso, querida—omití su comentario, quizá quería provocarme para desviar el tema de la conversación.
—Cuál es el punto, "querido"—Caelus abrió los ojos y me miró soltando una pequeña risita tras escucharme.
—Quiero morir, Celestia —confesó al fin, con una sonrisa que me pareció espeluznante. La calma en su voz hacía que la frase resultara aún más perturbadora—. De eso se trata todo esto.
Sentí un escalofrío recorrerme mientras intentaba procesar sus palabras. Nunca esperé escuchar algo así. Su revelación solo había causado más preguntas en mi mente. ¿Por qué morir? ¿Por qué tomarse tantas molestias para hacerlo? Él era un ángel, la especie más poderosa del paraíso, no tenía ningún sentido lo que acababa de revelar.
—Ves, ¿no te lo he dicho? No podrías entenderlo.
Retiré mi mano de su pecho y el me soltó sin ninguna resistencia.
—¿Por qué debería creerte? —dijo, buscando cualquier signo de falsedad en su expresión—. Podrías estar diciendo esto solo para hacerme bajar la guardia, para manipularme, ¿no es cierto?
Caelus rió, fue una risa amarga con un tono que no había escuchado antes.
—¿Qué puedo ganar con esto, Celestia? No puedes ayudarme. Nadie puede —respondió, su voz era gélida y resignada—. Estoy atrapado en una existencia que ni tú ni ningún otro puede entender. Pero, si quieres creer que soy un monstruo manipulador, adelante. Quizá te sea más fácil.
Me reproché en silencio por mi respuesta. No había sido gentil, pero con Caelus bajar la guardia me resultaba casi imposible. Solté un suspiro y, sin saber muy bien qué decir, me dejé caer junto a él. Al sentir mi presencia tan cerca, sus alas se crisparon ligeramente, reflejando una incomodidad que quizás no era tan diferente de la mía.
—Está bien, admito que no te entiendo —dije en voz baja—, pero al menos explícame. Prometo que no cuestionaré nada de lo que me digas.
El ángel pareció ignorarme. Quizá mi primera reacción había afectado el ambiente entre los dos, había jugado una mala carta. Después de un momento, se puso de pie y me indicó que lo siguiera. Recorrimos en silencio algunos pasillos y habitaciones del hogar de Lucius, parecía que Caelus estaba buscando algo que ni él mismo sabía donde encontrar. Finalmente nos detuvimos en lo que me pareció que era un cuarto oscuro y poco acogedor.
—Esta fue mi habitación durante un tiempo —dijo al fin, con la voz distante—. Lucius la cambió de lugar cuando salí de aquí, después de... no sé, siete, nueve meses. Perdí la cuenta.
Las palabras que salían de su boca eran increíbles de procesar. Aunque rápidamente llegaban a mi mente retazos de otras conversación que me ayudaban a encajar las piezas, pero necesitaba escucharlo de su boca.
—Pensé que si permanecía inactivo, sin hacer nada... acabaría por morir. Pero no funcionó —continuó, su tono era desprovisto de emoción—. Entonces, Lucius me dio una medicina, esas píldoras negras que has visto. Me ayudan a sobrellevar esto, pero me vuelven dependiente y... —hizo una pausa, como si le costara decir lo siguiente— también desatan transformaciones en mi cuerpo. Metamorfosis extrañas... quizá es solo mi verdadera forma, una criatura repulsiva.
Sentí un hormigueo en el pecho. El ángel frente a mí de verdad parecía odiarse demasiado.
—Con tu ayuda estoy intentando conseguir el desprecio de los ángeles. Tal vez así, esta vez... logre convencerlos de acabar conmigo —continuó, su voz estaba teñida de un determinismo gélido—. Así que, evidentemente tus ideas revolucionarias, harán que me vean potencialmente peligroso. Por eso te dije que tus deseos podían también funcionar para mí, aunque hay riesgos, claro...
Su razonamiento me parecía descabellado. Por sus palabras supuse que no había una forma más apropiada para solicitar el fin de la existencia en el paraíso para los ángeles. Eso era aparentemente un "beneficio" que solo las almas divinas podían gozar. Pero no los ángeles, por supuesto, criaturas perfectas y veneradas. Pero entonces, ¿por qué si todo era perfección tenía frente a mí a un ángel que se quería morir?
—¿Crees que funcionará? —le pregunté con cautela.
Caelus se encogió de hombros con una indolencia que me inquietó.
—Quizá no sea suficiente por sí solo —admitió—, pero tengo algo más en juego. ¿Recuerdas a mi "amigo", el guardia? —asentí, recordando al hermano de su antigua prometida—. Toda esa familia, excepto Nimeth, me detesta. Ellos podrían aprovechar cualquier provocación para empujarme hacia el abismo. Solo tengo que darles más motivos.
La intensidad de sus palabras me dejó helada, pero no aparté la vista. Estaba decidida a seguir entendiendo lo que había detrás de ese deseo inexplicable. Sabía que, al final, no se trataba solo de un ángel deseando morir, tenía que haber algo más profundo detrás de eso. Tenía que haber razones.
—Entonces todo el caos que estás armando es por esa razón, ¿no?— eso me parecía claro, no necesitaba que Caelus me lo confirmara. Sin embargo, en mi pecho comenzó a tensarse una duda incipiente:—, entonces cuando mueras, ¿Qué pasará conmigo? Es posible que termines arrostrándome a la destrucción contigo.
Un destello calculador se encendió en sus ojos al escucharme decir aquello, pero me mantuve firme, sin dejarme intimidar.
—No te arrastro. Eres libre de marcharte si quieres, pero aún estás aquí —dijo, alzando una mano para señalar el espacio entre nosotros—. Es tu elección, Celestia, siempre lo ha sido.
Sentí una oleada de indignación arder en mi interior.
—¿En serio, Caelus? ¿Crees que podría simplemente irme?
El era el mismísimo ángel que me había raptado de mi hogar, que me había enseñado lo malvados, egoístas y crueles que eran los ángeles con las almas divinas. ¿Y ahora tenía el descaro de decirme que yo era libre de elegir? Después de todo lo que me había hecho pasar, ¿se atrevía a hablar de elección?
—Tal vez me sobreestimaste—dijo Caelus, con voz pausada y calmada, contrarrestando el fuego encendido de la furia en mi interior—O tal vez te subestimaste a ti misma.
https://youtu.be/ifr3O33UpWs
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top