𝓒𝓸𝓷𝓸𝓬𝓲𝓮𝓷𝓭𝓸 𝓪𝓵 𝓶𝓸𝓼𝓽𝓻𝓾𝓸: 𝓭𝓲𝓮𝔃
Regular mis emociones se estaba volviendo una tarea difícil frente a tantos cambios repentinos que iba experimentando. Sin embargo, la situación me obligaba a actuar rápido. Tenía que parecer convincente, no mostrar temor.
Sentía que Caelus no confiaba en mí y que solo fingía una especie extraña de amabilidad para poder jugar fácilmente conmigo. Bueno, yo tampoco confiaba en él, pero tenía razones de sobra para que fuera de esa manera.
Quería aprovechar la noche para analizar el lugar y recopilar algo de información. No tenía grandes expectativas, pues ya había estado en el hogar del ángel y me había sorprendido lo poco y nada de muebles que allí había encontrado. Recordé la conversación que una de las ángeles tuvo con Caelus en el teatro, donde mencionó algo sobre su regreso. Eso me llevaba a pensar que quizás él vivía antes en otro sitio, tal vez un lugar en el que sí tuviera más muebles y cosas de las que podría obtener información.
Mi otra alternativa era hacer preguntas directas. Ya sabía que Caelus ignoraba o respondía con cosas sin sentido a mis preguntas, pero hasta ahora sus reacciones no habían sido realmente malas. Quizás esa fuera también una opción. De cualquier forma, era peligroso, pero lo tendría en consideración si fuese necesario.
Las imágenes de mi amiga Cyra siendo observada y tocada incómodamente por los ángeles no se iban de mi mente. Los ángeles eran criaturas absolutamente repulsivas, sin moral, unos verdaderos monstruos. Me sentía furiosa, quería correr hacia allí y rescatarla, pero era ridículo. Me lo recordaba una y otra vez. Tenía que ser cuidadosa.
—Este lugar es espantoso —no dije nada, pero estaba de acuerdo con las palabras de Caelus. Incluso mi hogar era más acogedor y glamoroso, siendo solo almas divinas—. Usarás la habitación más grande. Ya tiene lo suficiente... o algo así.
—Con permiso —dije, y antes de poder moverme siquiera, Caelus se posicionó frente a mí y me quedó mirando entrecerrando los ojos, como si analizara cada detalle en mí o como si pudiera ver a través de mi ropa por si escondía algo.
—Puedes llorar, no te regañaré.
Sus palabras me desconcertaron.
—¿Qué dice?
—Ah, y la formalidad me aburrió. No tienes que hablarme tan respetuosamente, pero no me llames por mi nombre. Dime como quieras, menos así.
En ese caso, ¿podía incluso llamarlo sapenco, asquerosa bestia, miserable monstruo?
—De acuerdo —de nuevo intenté esquivarlo, pero otra vez, no me dejó. Me miraba en silencio y yo comenzaba a enojarme—. ¿Qué quiere hacer?
No disimulé el malestar en mi tono de voz. Mi expresión era dura y seria. No parecía que me estaba enfrentando a un amenazante y poderoso ángel.
—Nada. Solo me intriga... su comportamiento es extraño.
Tenía el descaro de decirme eso, cuando se estaba comportando como un completo lunático. Decidí que era momento de dejar las cosas claras, cuidadosamente claras.
—Si hay algo en mi comportamiento que le resulte desafortunado, puede hacérmelo saber. Entiendo perfectamente mi posición como alma subordinada a un ángel —esta vez sí traté de calmar mi tono. De manera extraña, había dejado de sentirme asustada o amenazada, y sentí en aquel momento mayor confianza para comunicarme y buscar alguna estrategia que me favoreciera.
—Hmm... Mi Celestia, pero así ya no es divertido —por fin dejó de mirarme fijamente y se quitó del camino. Con pasos rápidos y decididos, me dirigí a la habitación que me había indicado en primer lugar. Inmediatamente después de que puse un pie dentro de esta, el ángel cerró la puerta y echó llave.
Volví a sentir temor.
—Prometo que es por su seguridad —le escuché decir desde afuera, seguido de una risilla—, no podría mentir.
Dejé descansar mi espalda sobre la puerta y me deslicé lentamente hasta quedar sentada en el suelo. Me sentía miserable. Quería que al despertar de aquella noche todo se hubiera tratado de un simple sueño. Ver a Petunia y abrazarla tan fuerte... Me preguntaba si acaso ya se olvidarían de mí, así como con Jo. Ansiaba regresar a mi hogar.
Lloré por un largo rato escondiendo mi cabeza entre mis manos y mis brazos. Solo después de que logré calmarme, me aventuré a explorar la habitación. Estaba completamente a oscuras, por lo que busqué a través del tacto algo que me ayudara a iluminar la sala, pero no encontré nada. Me desplacé con mucho cuidado, apenas podía divisar sombras, hasta que logré encontrar la cama, me lancé encima y me acomodé. Ilusamente intenté dormir, pero fue imposible pegar un ojo durante toda la noche.
Fue aún más difícil cuando ruidos de golpes y movimientos bruscos hicieron que me pusiera en alerta y me levantara de sopetón.
El ruido parecía provenir desde pasillo, justo frente a la puerta.
Al principio, los golpes eran débiles, como si alguien o algo estuviera probando la resistencia de la puerta, pero luego se intensificaron, resonando con fuerza en la oscuridad. Mi corazón comenzó a latir descontroladamente, y cada golpe parecía sincronizarse con mis latidos, aumentando el pánico.
—¿Caelus? —llamé, con la voz temblorosa, esperando que respondiera desde el otro lado, pero no hubo respuesta. Solo escuché más golpes ,y de pronto ,un gruñido ensordecedor, que hizo que se me helara la sangre.
El sonido de algo raspando la puerta, como si garras estuvieran tratando de abrirla, me hizo retroceder hasta el rincón más lejano de la habitación. Mi mente comenzó a imaginar las peores cosas. ¿Qué clase de monstruo estaba al otro lado? ¿Qué pasaría si lograba entrar?
—¡Caelus! —grité de nuevo, pero eso solo pareció enfurecer más a la criatura afuera. Los golpes se volvieron más y más fuertes, el gruñido más profundo.
Intenté calmarme, pero el terror ya se había apoderado de mí.
El sonido de la puerta siendo forzada, la oscuridad total y la incertidumbre de lo que estaba sucediendo hicieron que perdiera el control. Las lágrimas empezaron a correr por mi rostro mientras intentaba contener un grito. ya había tenido suficiente terror para un solo día, apenas lo estaba soportando.
El sonido de la madera astillándose fue la gota que colmó el vaso. Un golpe especialmente fuerte hizo que la puerta se tambaleara y sentí que el fin estaba cerca. Mis gritos se volvieron incontrolables, y la sensación de estar atrapada, impotente, me llevó al borde de la desesperación. Todo mi cuerpo temblaba, y cada segundo que pasaba, sentía que mi cordura se desmoronaba.
Finalmente, en un acto de desesperación total, me desplomé en el suelo.
Al despertar, comprendí que había tenido una crisis de pánico. Vef me había advertido sobre la intensidad de mis emociones y la probabilidad de enfrentar un episodio así, si no lograba regularme bien. Poco a poco, recuperé el sentido, aunque me sentía mareada y agotada. Parecía que había pasado un tiempo largo en el suelo después del desmayo, pero seguía sola en la habitación.
La luz del amanecer comenzó a filtrarse, permitiéndome ver el entorno. La cama en la que había dormido estaba hecha un desastre. Encontré un pequeño refrigerador y, al examinar su contenido, descubrí sapia, que podía usar para alimentarme. La sapia era el alimento básico para las almas, consumido por más del 90% de nuestra población. Aunque solía disfrutar de alimentos especiales en casa gracias a Bimba, la sapia no me resultaba apetecible, pero era necesaria para recuperar energía.
Comí lo que pude para reunir fuerzas, y el malestar en mi cabeza empezó a mejorar. Luego pensé en que necesitaba una ducha, asearme y usar un retrete, pero el ángel no tenía un cuarto de baño, según lo que recordaba.
A pesar de mi temor a salir de la habitación por los recuerdos de la noche anterior, debía reunir valor. Primero probé si la puerta seguía cerrada con llave, pero descubrí que se había desbloqueado en mi primer intento de abrirla. Al salir al pasillo y caminar hacia el salón, vi a Caelus tirado sobre un gran cojín, aparentemente dormido. Sus alas reposaban sin perder su brillo, y no pude evitar sentirme fascinada por ellas. Quería tocarlas, tenían algo que me hipnotizaba.
En mi intento por encontrar un cuarto de aseo, revisé la casa otra vez, pero resultó infructuoso. No había baño. Mi única opción era salir de la casa y buscar un lugar que pudiera usar. Recordaba que los alrededores estaban rodeados de arboledas altas con árboles de cristal iridiscente, un sitio alejado que podría ofrecerme privacidad.
Me acerqué a la puerta principal, pero al intentar abrirla, recibí una descarga eléctrica que me hizo lanzar un grito, despertando a Caelus en el acto.
—Tú... —se levantó y me miró con expresión de enojo. Imaginé que pensaría que estaba intentando escapar nuevamente. Temblé casi de inmediato y mi respiración se volvió rápida.
—¡Necesito un maldito baño! —exclamé. Caelus, aún con el entrecejo fruncido, se acercó a mí.
—¿Un "maldito" baño? —repitió, enfatizando aquella palabra, que demás estaba aclarar era absolutamente inapropiada para un alma. Era una completa grosería comunicarse así frente a una criatura divina.
—Lo lamento, pero necesito uno, por favor.
—Ya veo... —parecía lento en su reacción, somnoliento y apenas procesando mis palabras. Quería gritar de desesperación.
En silencio, Caelus se alejó y buscó en uno de los compartimientos de los pocos muebles que tenía. Tomó un frasco con pastillas negras y se las tragó. Luego regresó a mí, aún viéndose aturdido.
—No sabía que necesitarías un baño tan pronto. Debí averiguar más antes de traerte aquí... —La expresión en su rostro reflejaba cansancio, parecía agotado como si hubiera llevado toda la noche despierto—.Prepararé un baño para ti. Tomará un poco de tiempo, pero hay un lugar al que puedo llevarte por ahora.
En lugar de llevarme como las otras veces, cargandome en sus brazos, esta vez solo me sujetó por la cintura, pegándome a su cuerpo.
—Sujetate bien a mí—indicó. Con mis piernas rodeé su cuerpo al igual que con mis brazos. Eso era lo que él pedía, pero noté cómo al igual que yo, se enseñó notoriamente incómodo con el contacto, aunque no dijo nada.
Era extraño, que simplemente se acercara a tomarme y llevarme, como si fuera cualquier objeto en la habitación que quisiera mover de un lugar a otro. Al menos su agarre no me hacía daño, incluso pude disfrutar del viaje. Mis pies se sentían como si tocara el aire y las nubes doradas bajo nosotros. Era la primera experiencia agradable que sentía en medio del caos y el miedo.
Caelus me llevó a un lugar que desprendía una extravagancia sin igual. La estructura del edificio era de una magnificencia celestial, con columnas de mármol blanco y dorado que se elevaban como si sostuvieran el cielo mismo. Los suelos estaban revestidos en una piedra que brillaba con un resplandor cálido, y los techos estaban adornados con frescos dorados que capturaban la luz de manera que todo el lugar parecía estar bañado en un brillo etéreo. Cada rincón parecía haber sido diseñado para evocar asombro y reverencia.
—No toques nada más allá de lo que yo permita, Celestia. Solo te dejaré usar el baño —aclaró Caelus antes de entrar al lugar.
Avanzamos por un gran salón que parecía sacado de un sueño. Las paredes estaban adornadas con tapices dorados y relucientes. A lo lejos, se veían unas escaleras de caracol, majestuosas y enmarcadas con barandillas de cristal esmeralda que reflejaban un brillo místico. El pasillo por el que caminamos era amplio y adornado con alfombras de seda que amortiguaban nuestros pasos, creando un recorrido que parecía casi interminable. Finalmente, llegamos a una puerta dorada, decorada con intrincados grabados que mostraban figuras de ángeles y elementos naturales.
—Pudes pasar. Dejaré la puerta con llave por tu seguridad mientras no estoy. Volveré enseguida —dijo el ángel.
Con un último vistazo, cerró la puerta tras de sí y echó la llave, dejándome por fin sola.
Una vez dentro, me encontré en un baño de ensueño. Las paredes estaban revestidas con azulejos de cristal que reflejaban la luz de manera que parecía un jardín encantado bajo el agua. La tina de baño era un elegante receptáculo de mármol blanco con incrustaciones doradas, llena de burbujas que se elevaban suavemente. Los estantes estaban repletos de frascos con jabones de aromas deliciosos, cada uno con etiquetas de oro. El aroma a lavanda y vainilla llenaba el aire, creando una atmósfera relajante y lujosa.
Con delicadeza, me sumergí en la tina, sintiendo cómo las burbujas masajeaban mi piel. Usé los jabones con esmero, disfrutando de la sensación de sus aromas que suavizaban mi tensión. El baño fue un breve respiro de lujo en medio del caos. Sin embargo, mi tranquilidad se interrumpió cuando Caelus entró sin previo aviso, trayendo una selección de ropa que dejó sobre una encimera cercana.
—¿Aún no has terminado? —dijo con lo que me pareció que era una sonrisa traviesa. Ahora parecía que había vuelto a ser el primer Caelus que conocí, diferente al somnoliento y más inofensivo de hace menos de una hora atrás —. Tienes suerte de que te haya traído aquí, Celestia. La verdad, no es común que un alma tenga acceso a estos lujos.
Mi rostro se ruborizó de inmediato. El corazón me latía con fuerza al darme cuenta de que estaba desnuda, y el hecho de que Caelus entrara sin más solo aumentó mi incomodidad.
—¡¿Qué hace aquí?! —exclamé, tratando de cubrirme con las burbujas. —¿Acaso no sabe lo inapropiado que es esto?
—Oh, pero si no he visto nada—dijo Caelus con un tono de picardía. —. Te traje ropa de cambio, es momentáneo mientras buscamos algo que te acomode mejor.
El ángel se me quedaba mirando en lo que hacía tontos esfuerzos por cubrirme con las burbujas. Noté que se veía divertido y yo no podía estar más en desacuerdo con ello.
—No es gracioso —Apreté los labios, sintiendo cómo el enfado se mezclaba con mi vergüenza. —¿Puede salir ya, por favor?
—Como desees, Celestia. —Caelus se inclinó en una exagerada reverencia. —Hazme saber cuando hayas terminado.
Con eso, salió de la habitación, dejándome sola para terminar mi baño en una mezcla de humillación y alivio.
Cuando finalmente salí del cuarto de aseo, me sentí notablemente más relajada. Mi ropa, cortesía de Caelus, consistía en una camisa de seda blanca que me quedaba grande y unos pantalones que se caían sin remedio. Me resultó más práctico no usar los pantalones, así que me limité a la camisa y una ropa interior que parecía un pantaloncillo. Aunque la ropa era claramente demasiado grande, al menos me ofrecía una sensación de cobertura.
Al encontrarme de nuevo con Caelus, noté que su mirada se detuvo un momento en mi apariencia. Algo parecía captar su atención de manera significativa.
—Parece que será urgente conseguirte algo de ropa... —comentó, con una sonrisa juguetona y un destello en sus ojos que sugería un tono coqueto. —Aunque, debo admitir que luces sorprendentemente encantadora.
Decidí que lo mejor era ignorar sus palabras. A pesar de mi situación, me sentía mucho más relajada. La amenaza inminente que había sentido al principio parecía haberse disipado un poco tras ese relajante baño. Sin embargo, no podía evitar preguntarme si esta sensación de alivio era realmente apropiada o si solo era un efecto temporal.
—¿Podría aclararme dónde nos encontramos exactamente? —Le pregunté, intentando desviar la conversación de mis ropas incómodas y concentrarme en algo más concreto.
—Claro. —Caelus asintió y se aclaró la garganta. Aunque, no pude evitar notar que desviaba la mirada a un rincón de la habitación, como si el lugar en cuestión de repente le resultara de gran interés. —Este es el hogar de un conocido mío. Me he estado quedando acá unos días. Él trabaja en el Consejo Divino, así que no pasa mucho tiempo aquí realmente.
Un destello iluminó mi mente al escucharle hablar sobre el Consejo Divino. Recordé a Jo, quien según mi entendimiento, vivía en el tercer nivel del paraíso y trabajaba en el consejo. La idea de que podría estar cerca de él me ofreció una pequeña chispa de esperanza. Tenía que encontrar un modo de acercarme.
—¿Podría decirme más sobre el Consejo Divino? —pregunté con genuino interés, tratando de no sonar demasiado ansiosa.
—Qué curioso interés... —murmuró Caelus, su mirada pareció evaluar mi reacción. Sentí un leve temor por la posibilidad de que él supiera mis verdaderas intenciones, sin embargo, realmente no había forma de que fuera así. —¿Para qué contar cuando podría llevarte a conocerlo? ¿Te gustaría eso?
—S-sí... estaría bien—respondí, esforzándome por mantener la calma mientras mis emociones oscilaban entre la alegría contenida y el entusiasmo. La oferta de Caelus me hizo casi querer gritar de felicidad.
—Por cierto, ¿cómo pasaste la noche, Celestia? —preguntó, con un tono que denotaba genuina preocupación. Me alegré de que él iniciara el tema, ya que había pensado en abordar el asunto también.
—Había un monstruo... —murmuré, el recuerdo de los ruidos nocturnos se mantenía aún fresco en mi mente.
—¿Un qué? —Caelus arqueó una ceja, me observaba con mucha atención.
—En la noche, lo escuché. ¿Es por eso que cerró la puerta, verdad? Usted dijo que debía cerrar por mi seguridad.
—Ah... Un monstruo, sí... —suspiró, dejó de mirarme con atención por unos segundos, pero mi pregunta siguiente, lo volvió a atraer por completo.
—¿Usted lo trajo para asustarme, verdad?—quise saber.
—¿La asustó? —Caelus frunció el ceño, como si la idea le resultara inesperada.
—No sabía lo que era, así que me asusté bastante.
—Sí, definitivamente es un monstruo... —Él asintió, debido a cómo respondía, no me daba la impresión de que tuviera realmente mucha idea de lo que le estaba hablando.
—¿El monstruo estará todas las noches?
—Probablemente... —respondió, con un tono que no ofrecía muchas certezas.
—Supongo que me acostumbraré.
—Tal vez el monstruo no quiera lastimarla. —Caelus intentó ofrecer un consuelo que no resultó muy tranquilizador.
—Lo dudo. —Repliqué, sin poder ocultar la desconfianza en mi voz.
—Hace bien entonces...
En principio, supuse que Caelus había orquestado todo el evento de anoche para evitar que escapara o deambulara sin su autorización. Sin embargo, después de nuestra conversación y al notar su confusión sobre el tema, me quedaron demasiadas dudas.
—Ya es momento de irnos —dijo, con una mezcla de determinación y una leve sonrisa. Su mirada seguía deteniéndose en mi ropa y luego en mí, como si intentara procesar algo más allá de lo que veía. —Y, por supuesto, conseguirte algo de ropa más apropiada.
Hola :) quiero dejar un mensaje agradeciendo a las personas que están leyendo. Son poquitas, pero me anima que haya al menos alguien ahí leyendo y que le interese genuinamente continuar.
A medida que voy escribiendo, voy buscando canciones que me inspiren para la historia en específico. Las iré compartiendo en los próximos capítulos empezando por este.
Hay muuuuchas cosas que quiero ir ya escribindo sobre esta novela, pero tengo que ser paciente. Igual siento temor por ir demasiado lento, no lo sé, ya veré cómo va todo.
Gracias por leer.
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