—Si nos dejan
De todo lo demás nos olvidamos~

México cantaba con una sonrisa en su rostro. Tu cabeza estaba recargada en el hombro de Rusia. Ambos estaban sentados en la rama de un árbol observando las estrellas.

—Te amo —Rusia posó un brazo la espalda de su amado apegandolo más a el.

México comió otro de los chocolates que Rusia le había regalado. Estaba feliz, muy feliz de estar tan cerca de su querido poste de luz.

—Rusia —lo llamó—. ¿Cómo aprendiste a hablar español tan rápido? ¿Y a entenderlo?

—“Entenderrlo” fue fácil, “hablarrlo” no tanto —México se sonrojó.

—¿Quieres decir que... Qué tu me entendías cuando hablaba español? —Rusia asintió.

México tapó su rostro con sus manos avergonzado. Rusia soltó una leve risa.

—But I loved hearing you saying how much you love me (Pero amaba escucharte decir cuanto me amas) —Rusia quitó las manos de México con cariño.

Siguieron observando las estrellas. México no entendía que hacían allí arriba en la rama de ese árbol. Se escuchaban las risas de los hermanos de Rusia jugando con la nieve.

—Look at that (Mira eso) —Rusia señaló un punto en el cielo.

México trataba de divisar algo en la oscuridad de la noche, pero no lograba ver nada. Unas luces se hicieron presentes en el cielo. Verde, morado, rosa, azul...

—¿Qué... Qué es eso, Ruso?

—Aurora boreal —Rusia corrigió lo más que pudo su pronunciación de las “r”.

Los colores se reflejaban en los ojos de su amado Mexicano. Este veía asombrado todo aquello. Era hermoso, era algo único para el.

—Wow —fue lo único que salió de sus labios.

Rusia amaba la cara de asombro de su México. Tomó su mentón con delicadeza haciéndolo girar a verlo. Ambos estaban tomados de la mano. Sus corazones latían con fuerza y sus mejillas se pintaron de un bello color rojo. Sus rostros se fueron acercando en silencio. Sus respiraciones chocaban y hubo un pequeño roce entre sus labios.

Una sensación de felicidad explotó dentro de ellos. Tenerse tan cerca era una maravilla, pero ambos temían a dar el primer paso. México cerró los ojos y Rusia junto sus labios en un beso. Fue el primer beso de ambos, la primera vez que experimentaron una muestra de amor tan grande y única como esa. Fue un beso lleno de inexperiencia e inocencia.

Se separaron por la falta de aire, pero sus labios tenían sed del sabor de los del otro. Hubo un segundo beso entre ambos. México puso sus brazos alrededor del cuello de Rusia y este las puso en su cadera apegándose el uno al otro. Mostraban su afecto mutuamente.

Una bola de nieve impactó contra el abrigo que portaba Rusia. Ambos se separaron y miraron abajo.

—You can't do that here! (¡No pueden hacer eso aquí!) —Bielorrusia lanzó otra bola de nieve—. I'm to young to be an aunt (Soy muy joven para ser tía)

Ambos rieron algo avergonzados. Ucrania les lanzó otra bola de nieve seguida de otra de Kazajistán. Terminaron tirando a México del árbol (ya ven que a este vato lo persigue la desgracia) impactando en la suave nieve.

—¿Así que quieren unos putazos? —México hizo una bola de nieve con sus manos y la lanzó atinandole a Ucrania.

Rusia veía divertido desde la rama del árbol como México jugaba con sus hermanos. Bajó del árbol recibiendo una bola de nieve justo en la cara por parte de alguno de ellos.

—Run! (¡Corran!) —se escucharon pasos acelerados.

Rusia se quitó la nieve de la cara y vio las huellas de los zapatos de México conducirlo hasta el tronco de un pino. Caminó en silencio y lo abrazó por sorpresa de la cintura elevándolo un poco.

—¡Wey, pendejo! ¡Me asustaste! —México empezó a reír.

—This is my revenge (Esta es mi venganza) —tomó un buen puñado de nieve y se lo puso en la espalda a México.

—¡Ah! ¡Está helado! ¡Rusia! —se retorcía de una forma muy extraña.

Rusia empezó a reír. Cuando el más pequeño dejó de retorcerse, le lanzó otra bola de nieve fingiendo molestia.

—No es gracioso —cruzó los brazos y dio media vuelta.

—Si que lo es —Rusia lo abrazó por la espalda.

Rusia besó el cuello de su amado. México sentía aquella muestra de cariño como algo maravilloso. El de Ushanka tomó de la mano al más pequeño y juntos caminaron al auto que conducía Prusia para volver a casa.