🌵 𝓓𝓮𝓹𝓻𝓮𝓼𝓲𝓸𝓷 🌵
Rusia caminaba tranquilamente a la habitación de México. Tenía una caja entre sus manos. Aquel pequeño país no le había dirigido la palabra desde que Gato se comió a sus pájaros. URSS había salido con su ejercito a enfrentarse a los Alemanes. Rusia tocó tres veces.
Aquel país tricolor abrió la puerta con ojeras y una mirada cansada. Rusia lo miró amablemente.
—для тебя (Para ti) —extendió sus brazos para entregarle la caja—. Я надеюсь тебе понравится (Espero que te guste)
México sintió un temblor en la caja. La abrió y de ella salió un chihuahua bebé. México lo vio con ternura y lo abrazó. El pequeño temblaba, porque estos perros tiemblan, y ladraba mucho.
—Awww, Ruso, no tenías porque hacerlo —acarició el poco pelaje del perro—. Te pondré... Francisco... No, ya hay muchos Franciscos en mi país... Te llamarás José... No, no, no...
Rusia miró la escena enternecido. Le daba risa cómo México decidía un nombre para su perro, parecía que la situación de los pájaros había terminado. Los ojos de México brillaron de pronto.
—¡Paco! ¡Te llamarás Paco! —México lo volvió a abrazar mientras que el perro mordisqueaba su camisa.
El más alto sintió que ya era momento de irse, así que cuando se decidió a regresar a su habitación, sintió unos cálidos brazos rodeando su cintura. Se giro un poco y vio a México.
—Gracias, wey.
Rusia correspondió. Nunca había recibido un abrazo tan cálido y cariñoso como el de México. Anteriormente lo había abrazado, pero era para liberarse del frío, a pesar de que ya llevaba media semana en Rusia, México aún seguía temblando. Se separaron después de un rato. El más bajo sonrió y se metió de vuelta a su habitación.
Sollozos se escuchaban en el pasillo a media noche. Venían de una habitación en específico. Aquel tricolor estaba en un rincón hecho un ovillo mientras abrazaba sus rodillas con sus brazos. Su cabeza se encontraba escondida entre estos mientras lágrimas salían de sus ojos. Había vuelto a tener una pesadilla.
Recordaba con pesar aquellos tiempos en los que solía ser conocido como Tenochtitlan, recordaba ver la cabeza de su padre chocar contra su pierna y ver como abusaban y mataban a su madre. Vio sangrar su pierna mientras describía aquel dolor como algo infernal. Ahora, nuevamente, estaba siendo recluido de sus hermanos y padre contra su voluntad. Sabía que nadie vendría a calmar su llanto.
«Después de todo, nunca le importé a Francia o a Austria, ¿por qué les importaría a los Rusos?» pensaba México mientras un sollozo algo fuerte salía de su garganta. «¿Por qué pienso que alguien vendría a consolar mi llanto? No tengo a nadie, no le importo a nadie, soy horrible».
Recordaba algunas frases que solían decirle otras naciones.
«Eres un tonto» «Eres débil» «Estás gordo» «¿Sólo sabes como ponerte ebrio?» «Por eso Texas se independizó» «¿Otra grieta de corrupción?» «Las cosas no se solucionan con lágrimas o cortadas»
Estaba cansado. No quería llorar más. Quería estar solo, sentirse libre y feliz aunque sea por un instante. Quería olvidarse de todo lo demás, los traumas, cicatrices e incluso que estaba atrapado en Rusia. Sacó una pequeña navaja, la guardaba por seguridad propia, y para olvidar el dolor. Hizo un par de cortes en su brazo.
La sangre salió de las heridas. El sólo sonrió e hizo una mueca de dolor. Más lágrimas rodaron por sus mejillas. El dolor físico por lo menos le ayudaba a aliviar un poco el emocional. Se levantó y vendó su brazo. Se dio cuenta de que estaba parado frente a un espejo grande. A pesar de la oscuridad, pudo ver el contorno de su cuerpo. Sus piernas carnosas y su abdomen.
«Estás muy gordo, por eso no te quieren»
Fue al baño que se encontraba en su habitación. Se hincó frente al retrete y se provocó el vómito. Cada arcada le dolía, le quemaba la garganta y le dejaba un sabor ácido en la boca. Jaló la palanca y se lavó la cara. Decidió tratar de conciliar el sueño, cosa que fue casi un reto. Veía a Paco pacíficamente junto a la fogata, extrañaba poder dormir así de pacíficamente.
Cerró los ojos viajando a un mundo imaginario donde podía ser feliz. Donde recuperaba todo lo que había perdido. Lloraba en silencio.
Rusia había salido de su habitación sólo para rellenar su vaso de agua. Caminaba por los pasillos silenciosos cuando logró distinguir unos sollozos. Caminó en la dirección de donde venían, alguien jaló su pijama.
—Росія (Rusia) —un pequeño Ucraniano extendió sus brazos. Su hermano mayor lo cargó—. Я боюся (Tengo miedo)
—тихо, вот и я (Tranquilo, aquí estoy) —Rusia lo acompañó a su habitación.
Acostó a su hermano menor en su cama y lo acompañó. Ambos se quedaron dormidos. A Rusia le inquietaba mucho quien había estado llorando. Ya lo averiguaría después, debía aprender a hablar español y así poder comunicarse con México.
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