12

YoonGi y Suga observaron a su hermano con una mirada mezclada entre asombro y molestia, pues Agust llevaba a JiMin inconsciente entre sus brazos, cubierto con su chamarra de cuero negro encima. Se suponía que los hermanos le darían tiempo y espacio a su eternâ, pero al día siguiente ya estaba de nuevo en su castillo, levemente mordido y maltratado por uno de ellos.

—Debiste ser más sutil, Agust.— fue lo primero que dijo YoonGi con un tono severo de voz.

—No es su problema, yo nunca les he dicho cómo tratar a las reencarnaciones.— vociferó Agust, un tanto ido en sus propios pensamientos.

Durante todo el camino no había dejado de sentirse algo culpable al ver el aspecto de JiMin, aparte de estar completamente ido con su presencia a su lado, en el asiento del pasajero. Había algo en el chico que lo obligaba a mirarlo, no sabía si se debía a su belleza etérea, el supuesto odio que sentía a él o un poco de ambas cosas, su cabeza y corazón eran un lío.

—Lo heriste, tiene el cuello maltratado.— señaló Suga con notable preocupación, acercándose al cuerpo del eternâ para acariciar las marcas rojizas en esa zona.

JiMin permanecía dormido, por lo que no sabía lo que ocurría a su alrededor y ni siquiera se imaginaba que estaba de nuevo con los hermanos Min. Estaba muy débil, quizás porque había perdido demasiada energía con el viaje al pasado que Hilda le dio. Además, gastó parte de su vitalidad con Agust, aunque de una manera placentera e inolvidable.

—Ya cállense ambos, me iré a beber.

YoonGi resopló al ver como Agust se marchaba y le daba el cuerpo de JiMin a Suga, quien no dudo en tomarlo entre sus brazos y recostarlo sobre uno de los sillones color vino de la habitación. Ambos al ver los rasgos rotundos de agotamiento sintieron una punzada en sus pechos, JiMin tenía muchas marcas por la fuerza que Agust utilizó para morderlo y ahorcarlo, su piel parecía estar sensible.

—¿Deberíamos pedirle a un doctor humano que lo revise?— preguntó Suga, a la vez que colocaba su peluche de Shooky a lado de JiMin para que lo cuidara.

YoonGi negó con la cabeza y chistó mientras observaba el rostro de JiMin, tenía la respiración sumamente pausada, había algunas lágrimas secas en su rostro, los labios un tanto pálidos y los párpados oscuros. Todo aquello indicaba cuanto los necesitaba, su vida se estaba yendo y no por lo que Agust le hizo, sino que incluso podía asegurar que de no ser por las acciones de su hermano menor ya no tendría vitalidad alguna.

—Aunque le traigamos a un doctor no servirá de nada, el castigo lo está consumiendo al no aceptarnos y eso que solo paso un mísero día.— señaló el mayor, tomando asiento a lado de JiMin para tocar sobre su pecho y sentir directamente su pulso.

—Tenemos que explicarle los riesgos que conlleva no estar con nosotros.— opinó Suga con una mueca en el rostro, pues de haberlo hecho desde el principio no estaría tan mal —No quiero que muera, debemos intentar que se recupere lo más pronto posible.

Nunca antes Suga había sido tan específico con sus pedidos, era complicado para él desarrollar apego o afecto con los demás y eso hasta con Hilda quien duró años con ellos. En esta ocasión, YoonGi asintió con una media sonrisa por el progreso de su hermano menor, se mordió la muñeca y su sangre comenzó a deslizarse. Rápidamente, colocó su herida sobre la boca de JiMin para que cayera dentro y la tragara, provocando que su semblante mejorará al instante. Ahora su piel volvió a tomar su tono perlado natural, sus mejillas se pintaron de rosado precioso y sus labios gruesos volvieron a su rojizo habitual.

—Por el momento esto lo ayudará a compensar la pérdida de energía que tuvo.— aseguró YoonGi, lamiendo el daño que se hizo para que su piel cerrara rápido —Llévalo a nuestra recamara, lo mejor es que se quede aquí en el castillo y con nosotros. Puesto que, aún no sabemos qué hará el vaticano cuando encuentren los estragos y el cuerpo de NamJoon.

Suga no dijo nada más, volvió a cargar a JiMin en sus brazos junto a su peluche y lo llevó hacia la habitación principal, la cual estaba hecha especialmente para cuatro personas. En aquella recamara había una cama enorme para todos, también poseía suficiente espacio para moverse sin sentirse apretados. La decoración constaba de una mesa con cuatro sillas, sillones individuales para cada uno y múltiples espejos en todas las paredes celestes.

—Espero que mejores, Minnie.— susurro Suga, recostándole en la mullida cama junto a Shooky y no se fue sin antes dejarle un casto beso en la frente a ambos.

—JiMin...— murmuro una voz femenina —¡JiMin! — grito, esta vez sonando desesperada.

JiMin logró escucharla, su cabeza estaba fuera de sí, demasiado aturdido por todo lo ocurrido y se fue despertando. Comenzó a parpadear hasta lograr enfocar la vista y entonces se encontró con su madre, iba vestida justo como el último día en que la vio. No obstante, había un aire diferente a su alrededor, tenía el pánico a flor de piel y se notaba.

—¿M-Mamá?— dudó, sentándose de a poco y acarició su propia frente, se había mareado por la rapidez en que lo hizo.

El peluche de Suga, Shooky, estaba sobre su pecho, por lo que al moverse cayó sobre sus muslos. JiMin lo tomó sin dudar y lo apretó contra sí mismo, a la vez que sonreía por el tierno gesto. Había hecho aquello de manera casi inconsciente, de alguna manera al ver la galleta le decía que el menor de los Min se lo había dejado para que no despertara solo.

—Tenemos que irnos hijo.— dijo SungRyung, tomándole de la mano y estirándolo de ella, pero reaccionó al apartarla —¿Qué demonios haces?— preguntó, apretando los dientes.

JiMin la observó en silencio unos segundos, un tanto incrédulo por su apariencia y es que no se había dado cuenta antes. Su madre se veía blanca y pálida, cuando ella era del mismo tono de piel que él, perlada. Entonces comprendió que los hermanos Min no le habían mentido al decir que la habían vuelto una neonata y por eso estaba dudando de ella.

—¿Qué te dijeron para que me veas de esa forma?— insistió SungRyung, volviendo a tomarlo, pero esta vez del antebrazo y con más fuerza.

—Me has mentido.— respondió JiMin sintiendo un dolor en el pecho, estaba decepcionado.

—Jamás lo haría, mi niño.

—Lo has hecho, los hermanos Min me lo dijeron y yo lo vi con mis propios ojos porque Hilda me lo mostró.— insistió JiMin, intentando apartarla nuevamente.

De alguna manera no logró zafarse de su agarre y ella comenzó a mirar a todos lados con angustia inundando sus ojos. Algo estaba mal, parecía estar consumida en impaciencia.

—No sé qué tonterías te habrán inventado, pero estamos en peligro y más si seguimos quedándonos.— aseguró su madre, obligándolo a ponerse de pie y no le importó que le temblaran las piernas cuando lo hizo —Debemos irnos, ellos están ocupados a esta hora.

—¿A dónde iremos?— cuestionó JiMin sin creer del todo en sus palabras.

¿Debía ir con ella? ¿Debería confiar de nuevo? No sabía qué hacer, pero algo dentro de él le decía que no debía hacerlo, que huyera de ella y que buscara a YoonGi, Agust y Suga.

—Hay que ir a Italia, directamente al Vaticano y la iglesia nos refugiara.

JiMin negó un tanto alterado, los creyentes no eran personas de fiar, ellos le habían hecho mucho daño a Hilda y a los hermanos Min. Estaba claro que esa ni siquiera era una salida confiable, sobre todo cuando ya sabía que su madre antes estaba confabulada con ellos.

—No quiero ir a ese lugar.

—Tenemos que, ellos no dejarán que te vayas conmigo.— refutó SungRyung, tirando de su hijo para que caminara, se lo llevaría de ese castillo sin importar lo que tuviera que hacer.

—En realidad, yo no quiero ir contigo.— JiMin la corrigió, poniendo todo su peso para que no pudiera arrastrarlo con ella y eso tampoco pareció funcionar.

Los ojos de SungRyung se tornaron rojos, aunque en un matiz débil si lo comparaba con el de los hermanos Min, se giró hacia JiMin y le gruñó mostrándole sus colmillos. Era una clara advertencia de que si seguía negándose le iría mal, así que sumisamente no dijo ni una palabra por el acontecimiento paranormal.

JiMin dejó que lo llevara, pero tuvo un fuerte impulso de desconfianza, el cual lo obligó a sostenerse del marco de la puerta para que no siguiera. Sin embargo, su madre volteo con un estruendoso tronido de cuello y lo cacheteo con la mano que tenía libre.

—¡Vas a ir conmigo, quieras o no! Soy tu madre y tú un menor de edad.

—Ya no estamos en Corea para que me digas tal cosa.— respondió JiMin, molesto por su concepto erróneo, y tan solo siguió luchando para no ser llevado.

—Mocoso descarado, yo te tuve en mi vientre nueve meses y me debes la vida. Te he dado todo a manos llenas, nunca te ha faltado nada y ahora me cambias por tres desconocidos.— lo regaño y le propinó un segundo golpe que le rasgó la piel por el anillo que llevaba en la mano.

JiMin jadeo por el dolor —Los conoces, sé que lo haces y estoy tan irritado contigo por no ser sincera, suéltame, por favor.— insistió, pero su madre dio un grito fuerte que lo hizo cerrar los ojos por instinto, pues creyó que SungRyung volvería a maltratarlo.

JiMin apretó más fuerte a Shooky y al mismo tiempo el marco de la puerta, temiendo que su madre explotara. Esperó durante varios segundos, pero nada sucedió y se atrevió a dirigir su mirada hacia ella. En cambio, se estaba riendo como una loca y acto seguido un montón de humo grisáceo llenó el lugar, provocando que tosiera por el exceso en sus pulmones.

SungRyung recitó unas palabras extrañas, hubo ruido y luego silencio. Las manos de JiMin de pronto se encontraron atrapando la nada, el marco y Shooky ya no estaban en ellas. Fue tan sorprendente sentir la ausencia de todo que abrió los ojos para confirmar su sospecha, estaba perplejo de encontrarse en un sitio diferente y solo dedujo que era lejos del castillo.

Sin los hermanos Min y su protección.

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