11
Agust se sentía asfixiado en el interior de su habitación, por lo que decidió salir del castillo, subir a su automóvil y manejar hacia la mansión Min. Tenía ganas de despejar su mente, volver al calor de ese hogar que años atrás compró para vivir con Hilda.
No solía ir seguido porque los recuerdos lo golpeaban apenas poner un pie allí, pero de vez en cuando sus hermanos y él iban para alejarse de sus deberes como líderes de los neonatos. Esta vez lo había hecho solamente con la intención de marcar una línea con YoonGi y Suga, no quería continuar discutiendo con ellos. Sabía que estaba plasmando su furia en otras personas y no debía continuar haciéndolo, aunque era inevitable cuando recordaba a Hilda.
A escasos kilómetros pudo reconocer a la perfección un distinguido aroma a manzanas y se preguntó ¿Qué demonios hacía JiMin en su hogar?
Días atrás es como se habían conocido, por medio de la mansión, pero nunca planearon llevarlo a ese lugar por lo deteriorado y viejo que estaba. Fácilmente el humano podría caer con una tabla vieja, encajarse un tornillo oxidado y morir de tétanos. Sin embargo, esas cosas ya no eran tan letales en la actualidad, había vacunas y medicamentos más avanzados. Quizás si los hubiesen tenido antes Hilda no tendría que haber pasado por tanto sufrimiento y muerto, era algo que ya no se podía cambiar.
La cosa es que era difícil avanzar cuando recordaba su sonrisa, el cómo sus ojos lo miraban, el sabor de sus labios, como se sentía recorrer su cuerpo y el aroma tan delicioso que poseía naturalmente. Sus sentimientos por Hilda fueron y siempre serían intensos, su primer amor, no se le podía juzgar por aferrarse a los recuerdos más hermosos de su miserable existencia.
Cuando entró a la mansión no demoró nada en encontrar a JiMin, el chico de pelo rosa yacía en el suelo, de rodillas y sujetándose la cabeza con ambas manos. Aparentemente estaba en una clase de trance por el cómo sus ojos se encontraban totalmente blancos, así que no quiso moverlo para no afectarlo, sabía que no debía o podía provocar un shock.
Agust observó los cuadros esparcidos a sus pies y se molestó un poco por ello, pero aun así decidió que después los acomodaría. Tuvo que tomar suavemente a JiMin entre sus brazos y llevarlo a la única habitación que se mantenía decente a pesar de los años.
Una vez en la recámara le recostó en el mullido colchón empolvado con delicadeza y se recostó a su lado para observar a detalle su rostro, no se parecía en nada a Hilda. No obstante, era hermoso, no podía mentir al respecto, tenía un rostro bellísimo, labios apetecibles y un cuerpo que desearía tomar mientras sacía su inmensa sed. De solo pensarlo sus colmillos comienzan a picar, sus manos se inquietan y optó por posar una de ellas en su mentón para inclinar su cuello levemente. Besa la tersa piel como si fuese un fino cristal, su nariz percibe el aroma a manzanas en todo su esplendor y si cierra los ojos puede imaginarse que está probando el mismo fruto.
JiMin después de tanto sufrimiento logra salir de aquel viaje y se encuentra sumamente mareado, su cuerpo tiene una sensación de dolor inmensa y debilidad. Al abrir los ojos se percata de que tiene a Agust encima de él, las pálidas piernas tras un pantalón de cuero están colocadas a sus lados y el rostro del vampiro está escondido en su cuello.
—A-Agust.— tartamudea, tomándole por los hombros.
El rubio no le presta atención, continua en su ensoñación y deja algunas mordiditas en la zona con sus colmillos. De aquellas pequeñas aberturas apenas y sale sangre, su lengua se aventura a recolectar mientras el cuerpo del menor se tensa.
—Agust.— repitió JiMin, sintiendo los placenteros pinchazos.
—¿No puedes guardar silencio?
—D-duele.— murmuró el menor apretando su agarre, el aliento caliente en su cuello arde al chocar con los cortes.
Agust chasquea la lengua, se aparta y se queda sentado sobre sus piernas, importándole poco que su trasero se encuentre sobre la entrepierna del eternâ. Mira los ojos ámbar con molestia y le toma por el cuello para ahorcarlo mientras sonríe con malicia.
JiMin se sorprende y jadea ante su acción, el aire lo está abandonando y siente sus ojos nublarse, pero no se desvanece solamente porque el rubio parece no permitirlo. Está aturdido y muy confundido, no entiende qué está pasando, el por qué uno de los hermanos se encuentra aquí y está haciendo esto, cuando ellos mencionaron protegerlo de la muerte.
La idea de ser asesinado en la mansión en manos de Agust hizo que JiMin empezara a llorar, la decepción coloreo su rostro. Fue eso lo que hizo al vampiro titubear, la reacción tan devastada del contrario y su propia tristeza, no quería desearlo y a su vez lo hacía. La contradicción se sentía como infidelidad, como si el querer a alguien de manera real fuese incorrecto y eso lo frustraba tanto.
—Eres tan odioso.— comenta Agust soltando su agarre solo un poco porque se intenta negar a caer en la tentación —Y aun así hueles a ella, estoy seguro de que la has visto, puedo verlo en tus ojos. Debiste ver el pasado, se nota que ahora lo sabes casi todo.
Claramente JiMin no puede responder y cree que no es necesario hacerlo, pues no es una pregunta sino una afirmación. Agust disfruta ver el miedo en sus ojos, le encanta como se ve su rostro rojizo por la falta de oxígeno, el cómo sus lágrimas se asoman y su respiración está entrecortada. Es una imagen tan buena, tan sensual que siente su entrepierna dura y decide moverse solo un poco hacia atrás para que su pene se encuentre con el del eternâ.
—Vamos a divertirnos juntos, me lo debes.— aclaro con deseo, comenzando un vaivén sobre las ropas para frotarse mutuamente.
JiMin encuentra imposible no excitarse, el tacto de Agust sobre él se siente como fuego, su propio miembro le está dando la espalda al excitarse, se pone erguido y se siente tan bien. Nunca lo habían tocado de esta manera, o por lo menos no que lo recordara, así que la sensación es demasiado para su estabilidad y trata de no gemir.
—¿Lo viste? — pregunta el mayor en un jadeo y aumenta la velocidad de sus movimientos para ver más la imagen del eternâ retorciéndose de gusto y a su vez temor.
—Mgh~ A-Ag-ust.— gimotea JiMin en un hilo de voz, no podía seguir auto silenciándose, avergonzado de sus propias reacciones.
Ahora su llanto se desborda, tiene demasiado terror, la duda de que lo asesine lo atormenta, pero se siente muy bien y su cuerpo no reacciona como quisiera. Debería tratar de defenderse, escapar y correr a su casa, aunque la excitación es mucho más poderosa.
—Estoy seguro de que lo viste, Hilda siempre les muestra.— asegura Agust, inclinándose y besándolo con rudeza sin darle tiempo de corresponder —Me pregunto si acaso ¿Sentiste lo que es tenerme dentro?
El menor está ido, aún siente los finos labios contra los suyos, no alcanza a responder cuando realmente los tiene nuevamente sobre sí. Sus belfos son perforados por los colmillos, puede saborear lo metálico de su propia sangre y la saliva de Agust cuando sus lenguas se encuentran.
—Sabes tan bien.— dice el rubio lamiendo los hilos rojos que cuelgan de sus bocas.
JiMin siente la fricción entre sus miembros más desenfrenada, el orgasmo está golpeando la puerta, su vientre tiene espasmos tras unos segundos y pronto su semen sale disparado dentro de su ropa interior. Agust siente la humedad y sonríe victorioso, adentra su mano en el pantalón del menor y saca su pene para limpiarlo, aunque no con una servilleta, sino con un experto oral.
Todo se comienza a ver borroso para JiMin, el techo sobre su cabeza se va desdibujando y solo puede sentir la lengua de Agust probándolo, jugando con su cordura. No sabe cómo detener el exquisito anhelo de sentir otra vez esa adrenalina de ser llevado perversamente al límite.
—Duerme, JiMin.— es lo último que alcanzo a escuchar antes de caer finalmente inconsciente.
Agust terminó de limpiarlo, le acomodó la ropa y se aseguró de lamerle la herida en el cuello para asegurarse de que el sangrado no continuará. Estuvo unos minutos recostado a su lado, tenía a JiMin por la cintura, acariciándole sobre la tela con el dedo pulgar.
Había muchas cosas pasando por su cabeza, principalmente el hecho de que beso al eternâ, que no resistió la idea de dejarlo aquí y marcharse como solía hacerlo con sus otras parejas sexuales. Estaba enojado consigo mismo por faltarle el respeto tanto a JiMin como a Hilda con sus debilidades e inseguridades, era torpe y no sabía controlarse correctamente. Siempre había sido un desastre, por lo que no era una novedad.
Sus sentimientos no habían cambiado y pensó que nunca cambiarían, pero JiMin, este eternâ era como dijo YoonGi; distinto a los demás. Tenía ternura e inocencia natural, una que lo llevaba a querer destrozarlo y poseerlo, nunca se sintió tan absurdo.
Las cosas cambian con el tiempo, pero su amor por Hilda no, por lo que dejó de abrazar a JiMin y se encaminó hacia la habitación de los cuadros para acomodarlos. Estuvo mirándolos un par de minutos, en específico el de su amada, pero esta vez hubo una ausencia de lágrimas.
Al terminar volvió por JiMin para llevarlo al castillo, no quería dejarlo en su hogar porque cuando regresó a la recamara se veía un poco mal y le preocupaba su salud. Se sintió culpable porque no lo noto antes, pero estaba seguro de que sus hermanos lo ayudarían a sanar.
Cuando salió de la mansión con JiMin entre sus brazos y se subió al automóvil para irse de regreso al castillo no se fijó en las rosas rojas, así que no se dio cuenta de que sus pétalos estaban cayendo. Tal vez era tan inconsciente que tampoco se percató de que su propio corazón estaba cambiando como las flores que un día plantó para Hilda.
JiMin se había colado en su interior sin siquiera intentarlo, llenándolo de dudas y desesperación, pero sobre todo de calidez. Las viejas heridas y recuerdos dolorosos irían sanando mientras que Agust apreciara su existencia.
La lealtad en el amor era natural y sin importar cuanto lo negara, ya había caído.
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